INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA TRAMA SÍ.
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UN ERROR AGRIDULCE
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CAPITULO 18
FINAL
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DEDICADO A TODAS, CADA NICK Y CADA NOMBRE LA TENGO EN EL CORAZÓN
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Kagura le dijo que él vendría con seguridad.
Miedo, inseguridad y ansiedad fueron algunos de los sentimientos que la acometieron.
Los niños ya llevaban dormidos bastante tiempo y ella fue como tres veces a mirarse frente al espejo y en cada una se sintió una estúpida.
¿Qué pretendía? ¿seducirlo?
Él si acaso aparecía, lo haría para hablar de esos niños. No de ella ni de esa noche única que pasaron.
Todo lo que vivió a su lado en la firma esos meses le daban cuenta de su cruento carácter.
Cayó medianoche y ni una llamada. Sango se retiró a dormir enfadada porque él no apareció ni llamó.
De hecho, Kagome fue informada por Jakotsu acerca del éxito de la junta y que Inuyasha Miller había sido despedido. También que Bankotsu salió de la oficina a las seis de la tarde.
Si de verdad hubiera querido venir tuvo el tiempo suficiente para hacerlo.
A la una de la madrugada, Kagome ya no aguantó el sueño y fue a dormir. Además del agotamiento físico se le sumaba el cansancio emocional. No pudo evitar llorar sobre su almohada.
Cerró sus ojos y la oscuridad volátil la invadió hasta que un tiempo después, el sonido lejano de unos golpes la llamaban a despertar. En su sueño profundo eran parte de ella, pero el sonido estridente se hizo cada vez más nítido hasta que Kagome despertó abruptamente.
No era una alucinación del sopor de la somnolencia, sino que estaba sonando el timbre que se tocaba desde abajo ya que la puerta de acceso ya estaba cerrada y como el pequeño residencial no tenía portero se mantenía cerrada y los residentes la abrían con llave.
La joven se limpió el rostro y se levantó.
Afuera llovía y no se había dado cuenta hasta ahora.
¿Quién podría estar tocando el timbre a estas horas?
A veces solía ser el señor Kim, su vecino anciano que solía olvidar sus llaves y regresaba tarde de su trabajo en un bar de Chinatown. Y como su esposa era casi sorda, solía pedirle ayuda a las vecinas que siempre eran Sango o Kagome.
Se acercó al intercomunicador.
― ¿Diga?
Un corto silencio.
― ¿Quién es? ―insistió colocándose la bata
―Soy yo ―la voz de Bankotsu se oyó con cierta dificultad.
Al oírlo fue como si una inyección de adrenalina se vertiera en el cuerpo de Kagome.
―Bajo ahora ―dijo antes de correr a buscar un sobretodo y bajar a toda prisa.
Él finalmente había venido.
¿Estaba cansada?
Eso era categórico, pero eso no le impediría bajar las escaleras como si no hubiera un mañana mientras su corazón retumbaba.
Cuando alcanzó el lobby cuya puerta ya se hallaba cerrada, una figura se encontraba recostada en ella.
La joven se acercó cautelosa y él se volteó.
Era Bankotsu con la camisa hecha jirones, arrugada y sin chaqueta. El cabello desordenado y con rostro de insomnio, pero era él.
Se apresuró en abrirle y ahí comprobó otra cosa más.
Bankotsu estaba ebrio. Apestaba a alcohol.
Él muy estúpido necesitó beber para ganar valor y enfrentarla.
Eso le molestó.
―Kagome…
― ¿Qué haces aquí?
Él intentó entrar, pero Kagome lo detuvo.
―No entrarás a mi casa en ese estado, despertarás a Sango y a los niños…
― ¡Yo soy el jefe y tú la asistente! ¿Cuándo se revirtieron los papeles? ―Kagome notó que sus ojos normalmente de un azul cobalto estaban oscuros y vidriosos, pero enseguida olvidó ese detalle al darse cuenta de su alocución.
Lo empujó.
― ¡No estamos en la oficina! Y además fui despedida por tu madre que pensaba que tendrías un hijito con la loca que intentó sabotear mi ordenador una vez ¿Dónde está ella?
― ¡Cierra la boca! El que debería estar enojado soy yo ¡me ocultaste dos hijos! ―Bankotsu se llevó una mano a la cabeza―. ¡Cuando ya había decidido no tenerlos!
―Estás ebrio…
―Y es causa tuya, pero te aseguro que estoy más cuerdo que tú, mujer del demonio...―él la cogió de los brazos, pero ella se desasió con violencia dándole otro empujón.
― ¿Y preguntas porque te lo oculté? Precisamente por esto, eres el hombre de peor genio que haya conocido nunca ¿Cómo iba a exponerme sabiendo eso? ―Kagome no pudo evitar lagrimear―. Tu creías que yo era una golfa buscavidas ¿Qué se supone que haga?
Él cambió su rostro al verse increpado con esas verdades.
―Creía que aquella vez en el bar me sedujiste a sabiendas de quien era yo ―mencionó cabizbajo―. ¡Pero no puedes culparme que sea un desconfiado!
Él volvió a acercarse a ella cogiéndola de los hombros. Por un momento la mujer tuvo miedo hasta que notó que él estaba llorando.
― ¿Por qué no me lo dijiste…? ¡Estaba equivocado! ¡Siempre lo estuve! Mi madre y yo te hicimos daño…
Y la abrazó en un gesto posesivo y nostálgico.
―No quería hijos…hasta que los vi a ellos ―le murmuró cerca de su oído como si al fin soltara una gran verdad que le costaba admitir y asimilar―. Y además tú te portas de un modo que me desconcierta, volviéndome loco …y es como si todos los días perdiera un pedacito de mí.
Kagome tampoco pudo evitar llorar mientras también lo abrazaba hasta que de repente aquella escena profundamente emocional se transformó en algo más cuando el agarre de Bankotsu se volvió anhelante y pasional cuando él comenzó a besuquear su cuello.
Ella cerró los ojos y se permitió sentir por unos segundos aquella inesperada calidez, pero enseguida despertó de aquel inapropiado letargo. Lo volvió a empujar y le dio una bofetada en el rostro.
― ¡Suéltame, imbécil!
Ambos contendientes se miraron.
―Y tampoco quería una mujer…hasta que te vi a ti ―murmuró él
―Jason y Scott son míos…no dejaré que me los quites sólo porque me dices unas palabras seductoras ―advirtió ella.
―No quiero quitártelos ―adujo él―. Nunca antes había hablado tan en serio ―él levantó la mirada―. Quiero conocerlos…así como aprendí a conocer a su madre que es tan inteligente y lista que es capaz de poner en vergüenza a un abogado de Harvard como yo…―él se volvió a acercar y posó sus manos en los hombros de una paralizada Kagome quien había bajado la guardia―. Quiero ser el hombre desgraciado y egoísta que crees que soy…porque lo quiero todo…porque no quiero renunciar a ellos y tampoco a ti…
― ¿Cómo…?
Él deslizó sus manos de los hombros a la cara de ella y unos relámpagos iluminaron la escena.
―Sabes lo que dije…―antes de arrojarse a besarla.
Ella se dejó besar con ansias y apetito.
Él se estaba humillando a su manera diciéndole esas palabras sin temor a ser visto o de llorar cuando su orgullo tan potente nunca se hubiera permitido hacer una escena.
La mente de Kagome ya no resistió. Y su cuerpo aún menos ya que también lo abrazó dando paso a una pasión desaforada. Él la empujó al interior del lobby y apenas cerró la puerta de cristal con una patada que casi la hizo añicos.
Ello se dejó porque los deseos eran tan acuciante e insoportable.
Hace tres años perdió la virginidad con ese mismo hombre y no hubo noche en la cual no pensara en ello y cuando el rostro adquirió un nombre al comenzar a trabajar en la firma y saber su identidad, aquellas ansias se volvieron insostenibles.
Que él se declarara viniendo hasta aquí a por ella.
Devoró su cuello mientras caían sin control en el trastero junto a la entrada.
Allí en medio de trastes, latas vacías de pintura y productos de limpieza perdidos por algún conserje, ambos amantes se entregaron rasgándose la ropa a tirones.
La bata de Kagome fue historia al igual que la carísima camisa de Bankotsu que perdió tres botones. Bendita la persona que los encontrara luego, fácilmente podría hacer el mercado si los vendía.
Cuando sus labios finalmente se tocaron fue como si un alivio inmediato se instalara entre ambos, como una liberación de la tensión que existió desde se vieron aquella vez en la oficina reconociéndose uno al otro como ese amante ocasional de hace tres años.
La joven se permitió sentirlo mientras le acariciaba la espalda.
¿Qué importaba el suelo duro y sucio?
Esto es lo que ella necesitaba.
Lo recibió con todas las ganas, entregándose al fin a ese cuerpo que se amoldaba perfectamente al suyo. No hubo contemplaciones, ya habría tiempo para eso. Era la hora de amar.
Con esa fuerza que sale de adentro y que movía sus cuerpos más allá de la voluntad, con esos gemidos y jadeos que salían de sus labios pese a sus intentos de acallarse con besos húmedos.
Él procuraba hacerlo intenso, en parte para satisfacer su lado viril y de mostrarle a esa mujercita quien mandaba. No la dejó hacer el movimiento para quedar ella sentada, sino que se aseguró de apresarla abajo con sus acometidas profundas que procuraban aclimatarse a la estrechez de Kagome.
Cierto dolor se apoderó de la joven, pero el placer de tener en su interior a la persona amada era mucho más importante que un mero problema de adaptación que fácilmente se solucionaba con mucha práctica.
Mucha en realidad.
Un par de movimientos y Kagome gritó sin poder evitarlo. Él parecía disfrutar con la visión de Kagome con los ojos cerrados y la boca semi abierta mientras daba sus gemidos finales.
Era parte del juego de sentirse poderoso el saber que era un hombre capaz de darle esto a la mujer con quien se acostaba.
Él de dejó ir entonces, humedeciendo partes de ella que ni sabía que se podían llenar con aquel licor ardiente nacido de la fogosidad.
Volvieron a besarse ya más tranquilos luego de esa liberación y él se arrojó a su lado.
Semidesnudos, agotados y sudorosos.
Para él fue la escena sexual más intensa de su vida. Para ella fue la puerta a algo totalmente nuevo.
Él aun jadeaba del cansancio y ella no estaba mejor.
Al quedarse en silencio, sólo oían además de sus respiraciones, el tenue sonido de la lluvia de afuera que podía escucharse perfectamente por ser una edificación antigua que no tenía bloqueo del sonido.
Kagome tuvo miedo de decir algo, temerosa de arruinar aquel momento.
―En la vida no se puede retroceder, Kagome ―Bankotsu le dio un suave beso en la frente―. Pero sí se puede volver a empezar.
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Esas semanas fueron tan especiales.
Bankotsu conoció formalmente a Sango y su encuentro con los gemelos fue tan especial como podría serlo entre un padre y unos hijos que no sabían que existía uno o el otro.
Jason, quien era el más vivaz no tardó en ceder a los regalos que le llevaba su padre para consentirlo. Scott era un poquito más desconfiado, pero luego de dos visitas acabó cediendo ante aquel hombre elegante que los miraba como si fueran unos tesoros recién desenterrados.
Kagura se volvió loca de alegría al saber que su hijo y la madre de sus nietos legítimos habían decidido volverlo a intentar. No deseaba ser el tipo de suegra entrometida pero lo primero que hizo fue sugerir a Bankotsu que reconociera formalmente a los niños con su apellido. Hasta le dio ternura que Kagome se sintiera avergonzada con tantas atenciones.
―Ni siquiera estoy trabajando…y me dais tanto.
―De eso también podréis hablar con tranquilidad cuando haya tiempo y recuerda que él está cumpliendo las responsabilidades de padre que no pudo cumplir contigo antes ―la tranquilizó Kagura cuando Bankotsu le dijo que estaría más tranquilo si ella y los niños vivieran en Manhattan.
Como ella se mostraba pudorosa de ir al enorme piso de él, Bankotsu les alquiló un piso precioso en Chelsea donde podrían traer a su amiga Sango si querían porque el sitio era enorme.
―No dejaré que volváis a pasar ninguna estrechez ―aseveró él.
Aun recordaba con lágrimas en sus ojos cuando supo el tipo de vida tan dura que Kagome llevó en Boston y luego al mudarse.
Era su deber de hombre procurar que nunca más pasen estas cosas.
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― ¿Leyeron los titulares? ―Jakotsu, fiel a su estilo disruptivo entró al despacho donde Bankotsu discutía unos documentos con Kagome quien ahora fungía como supervisora de asistentes, puesto que se ganó no por tiempo que llevaba trabajando en la firma o por ser la pareja del socio director sino por su alta eficiencia.
Fue algo que hablaron con Bankotsu, ella deseaba volver a trabajar y sentirse útil.
Con el apoyo de Bankotsu, volvió a reinscribirse a Abogacía, pero esta vez en Columbia para no salir de Manhattan y cumplir medio tiempo en la firma.
Bankotsu sonrió de lado al ver el titular que le trajo Jakotsu.
Skadden cayó en picada luego de que las firmas farmacéuticas que eran su principal fuente de horas facturables comenzaran a despedirlo uno a uno
Bankotsu sabía que se lo merecían.
Él mismo procuró que todas las juntas de esas compañías supieran que Naraku Skadden hizo extracciones millonarias de las cuentas. Esto era lo que se sabía en público y fue suficiente para que el resto de sus clientes los abandonaran en masa.
Bankotsu se lo dijo a Naraku.
―La colusión con Inuyasha te va a costar la firma.
― ¿Cómo es que tengo la ligera sospecha que el causante de la filtración de la información eres tú? ―rió Jakotsu
―Y eso que no sabes que ya hemos tenido reuniones con esos potenciales clientes―mencionó Kagome.
―Al final ni se necesitó hacer una estúpida fusión ya que los clientes vinieron solitos ―observó Jakotsu
― ¿Desde cuando haces frases tan sabias? ―rió Kagome
―Soy un hacker…lo sabio viene con el paquete, querida ―bromeó Jakotsu.
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Habían pasado unos meses y ya estaba resignada totalmente a su embarazo que ya estaba casi a término. Cuando se lo dijo a Inuyasha Miller, él le cortó en la cara.
Pero Kikyo era una gran abogada y pensaba demandarlo hasta dejarlo con el agua al borde del cuello.
Ella había renunciado a Donovan Lawyers dos días después de su última charla con Bankotsu y más luego de enterarse lo de él y su asistente.
Ahora ejercía de modo independiente, aunque ya había recibido un par de propuestas de otras firmas para analizar cuando terminara su descanso de maternidad.
Estaba avergonzada y arrepentida. Incluso visitó una última vez a Kagura en los Hampton para pedirle perdón. En esa ocasión tuvo ocasión de verla con los niños de Bankotsu quienes quedaban con la abuela mientras los padres trabajaban.
Sintió celos porque toda esa dedicación hubiera sido para ella y su hijo si es que realmente el niño fuera de Bankotsu y no de un patán irresponsable como Inuyasha.
Procuraba vivir su vida redimiéndose de la villanía que la acometió al estar obsesionada con Bankotsu.
En esos días mientras paseaba, tuvo oportunidad de ver a lo lejos a Bankotsu y su mujer paseando con los niños.
Su mujer en todo, ya que según sabía aun no estaban casados.
Cada uno llevaba a un chiquillo y se veían felices en una fotografía que hubiera sido impensable en Bankotsu meses atrás.
Él se veía menos tenso, feliz y hasta un pelín más joven.
Los vio con nostalgia, se limpió una lagrima y se apresuró en subir a un taxi para salir de allí.
La única forma de recuperarse era verlos lo menos posible y dedicarse completamente a su hijo por nacer.
Eso y enfrascarse a perseguir a Inuyasha para que pagara su responsabilidad.
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Kagome arrojó las carpetas mientras Abby y Tsubaki miraban aterrorizadas.
―Estos informes están plagados de errores ¿Cómo se supone que lleve esto a los socios?
Ahora sentada en el escritorio que antaño perteneció a Tsubaki, Kagome ahora se dedicaba a supervisar a las asistentes.
Por supuesto, dedicó parte de su inicio en torturar a esas dos. No eran tan malas en su trabajo, pero siempre necesitaban un estirón.
Se daban cuenta que la miraban como si hubieran visto un fantasma.
La insignificante asistente de pésimo gusto al vestir y peinarse era ahora la prometida oficial del socio director y madre de sus hijos.
Nadie entendía cómo fue que todo se revolvió tanto para que pasara eso, pero tanto Tsubaki o Abby no estaban dispuestas a arriesgar sus trabajos solo por averiguarlo.
―Lo corregiremos ahora mismo, señorita Taylor ―cogieron la carpeta, cabizbajas antes de salir huyendo.
Kagome se atajaba el estómago para no echarse a reír.
Sólo era un poco de karma.
Si hablaba de justicia terrenal, había otro asunto que si lo necesitaba.
Y ahora tenía el poder y el apoyo para aplicarlo como le dijo el propio Bankotsu.
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Durante su vuelo a Boston, no dejó de pensar en los años juntos a sus tíos y sus primos.
Su vida ya no era la misma ahora pero no iba a estar tranquila hasta arreglar cuentas con esa gente con la que tenía la desgracia de compartir sangre.
Cuando estuvo frente al edificio que albergaba a Ackerman, la firma que lideraban su tía Midoriko y otros socios. Había leído que se estaban consolidando en áreas medianas de Boston.
No le costó traspasar a la recepción ya que se presentó como Kagome Taylor, sobrina de la señora Midoriko.
La joven estaba segura que la recibiría, no por cordialidad sino por curiosidad.
Aun así, la hicieron esperar casi treinta minutos en el lobby, aunque Kagome se dio cuenta que su tía estaba sola en su despacho. Era un desaire como tantos otros.
Cuando la secretaria la autorizó a pasar, se topó con la sonrisa falsa de su tía Midoriko quien amagó darle un abrazo hipócrita. Kagome se dejó hacer.
―Toma asiento querida ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que pasaste por esta oficina?
―La última vez que habré venido, el nombre en la puerta de esta firma era otro ―lanzó Kagome.
―Pero el caso es que ya no es así ―Midoriko la miró de arriba abajo―. La última vez que supe algo de ti trabajabas en un despacho legal ¿te han despedido? ¿Por eso vienes a buscarme?
―Jamás trabajaría con ese nombre en la puerta ―Kagome levantó la mirada hacia su tía―. Lo sé todo, lo que les hicieron a mis padres para robarles esta firma. Ustedes plantaron los documentos que fueron su destrucción.
Midoriko la estudió unos momentos, pero volvió a relajarse en su sillón.
― ¿Cuánto tiempo libre crees que tengo? ¿Crees que puedo estar recordando el pasado contigo? Te di un cobijo, alimento y pagué una matrícula universitaria que desperdiciaste al embarazarte como una cualquiera.
Kagome realizaba un gran esfuerzo para mantenerse tranquila.
―También sé que vaciaste los fondos de mi tutela luego de haber vendido todas las pertenencias de mis padres.
Midoriko sólo se tocó el puente de la nariz y se levantó a servirse una copa de vino.
Kagome siguió provocándola.
― ¿Odiabas a mis padres por ser mejores abogados que tú…?
Como Kagome preveía, escuchar el discurso de su propia inferioridad lo ponía de mal humor.
La vio apretar su copa de vino.
― ¡Cierra la boca, bastarda! Esta firma es mía ¿y que si lo robé de tus padres? Eso dice mucho de su escasa habilidad y sólo bastó una prueba falsa para derrotarlos ¡eran unos tontos! Se merecían eso y mucho más luego de haberme dejado en las sombras por tanto tiempo. Yo era una asociada junior talentosa y ¡tu madre insistía en no ascenderme hasta pasar el mínimo de tres años! Yo no iba a esperar ¡Y ya no importa en absoluto, aunque llores sangre!
Kagome la observaba con frialdad.
Su tía era una villana maliciosa. Y no tenía un céntimo de culpa que, de esa perdida, sus padres perdieron el rumbo. A su padre se lo llevó el alcohol muy pronto y su madre tenía debilitado el corazón.
―Y no contenta, me robaste lo poco que tenía en la tutela. Podría denunciarte todavía.
Midoriko se volvió a sentar sonriendo maquiavélicamente.
―Hazlo y te sepultaré en papeles. Jamás podrás comprobarlo. Tengo el dinero y la gente para destruir a una mujercita insignificante que jamás será más que una asistente y una madre soltera que da pena.
La joven suspiró con tranquilidad.
Ella ya sabía todo y más. Pero su tía no.
Quitó un móvil y lo colocó sobre el escritorio de su tía.
―No soy buena en aplicaciones de móviles, pero conozco a alguien que sí ―señaló el aparato―. He grabado toda la conversación ―y cuando vio que su tía se levantaba como para cogerlo―. Puedes llevártelo y destruirlo, la gracia de todo es que la grabación ya entró en una nube así que, aunque intentes algo extraño, toda la confesión de tus fechorías ya está en mi poder.
Midoriko volvió a sentarse. Kagome vio el horror en su cara y una profunda satisfacción llenó su pecho.
―Eres una zorra tramposa…
―Es de familia, mi querida tía. Y tuve la mejor enseñanza esos horribles años que viví contigo, el papanatas de tu esposo y no olvidemos a mis primas, en especial a la inútil de Anabel que según supe anda a la caza de algún marido rico que se haga cargo de sus falencias.
Midoriko apretó los puños, pero no era estúpida.
Kagome la tenía en sus manos, pero aun así ¿Qué era ella?
―No importa, es tu voz contra la de una respetada socia de una firma en Boston. Te lo dije, podré con cualquier cosa que me arrojes, te sepultaré en papeles por décadas y contrataré a los mejores investigadores privados para hacerte trizas. Eres una hormiga.
Kagome esperaba ese momento con fruición.
Recostó su espalda en el sillón.
―Sé que Boston no es Manhattan, querida tía, pero ¿habrás oído escuchar de Donovan Lawyers?
El rostro de Midoriko adquirió extrañeza. Claro que los conocía y los temía.
― ¿Qué tiene que ver con esto? Ni siquiera yo puedo costearlos menos tú.
―Tengo el apoyo de una firma multimillonaria y de peso legal, cosa que tu no ¿Sabes en cuanto tiempo podrían hacer añicos este lugar?
―Mientes…
―Te lo dejaré como tarea porque no puedo quedarme mucho tiempo, debo regresar a Manhattan junto a mi prometido y mis hijos ―se levantó―. Googlea, tía…y sabrás que no miento.
― ¿Qué demonios quieres?
―Una declaración unánime y pública para restaurar los nombres de mis padres para liberarlos del cargo de negligencia y cerraran esta firma. Liquiden todo y despidan a los clientes. No volverán a trabajar en Boston y podrán ir a cualquier agujero a ejercer, pero ya no lo harán en la ciudad de mis padres.
― ¿Estás loca…?
―No hay día en la que no haya pensado en esta venganza. Tómenlo o los denunciaré en la oficina del Fiscal. Irán a prisión así que tú eliges.
― ¿Cómo voy a dejar este trabajo aquí…y mi casa?
―No es problema mío ―advirtió Kagome―. Hace años le hiciste lo mismo a mi familia que lo perdió todo así que debiste pensar mejor lo que hacías ¿Cuál era la frase? Corta una cabeza y surgirán dos. En mi caso sigue siendo una pero ya no estoy sola. Ya no.
Midoriko miraba a su sobrina como rogando piedad.
―Kagome…podemos arreglarlo ¡Espera!
Pero ya la joven había dado vuelta, dejando atrás a su tía que gritaba llamándola.
Un grito que se asemejaba a música en los oídos de Kagome quien sonreía, pero con los ojos vidriosos disfrutando del placer y el alivio que trae aparejada un ajuste de cuentas.
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Kagome se limpió una lagrima luego de dejar unas flores blancas sobre las tumbas de Charles y Betsy Taylor.
En una mano tenía al pequeño Scott mientras Bankotsu de sobrio traje cargaba a Jason.
Habían pasado unas semanas desde que Kagome viera a Midoriko.
Un enorme anuncio en el periódico salió anunciando la inocencia de los padres de Kagome. Obviamente su tía cobarde no iba a admitir su crimen y culpó a un desconocido, pero era lo que Kagome necesitaba. La rehabilitación del nombre de sus padres.
―Escuché que formalizaron la liquidación de la firma y desocuparon el edificio. La casa familiar tiene un cartel anunciando su venta ―mencionó Bankotsu
Kagome respiró con alivio.
Volvió a la tumba de sus padres, luego de haberlos vengado.
―Vamos ―mencionó Kagome.
Pero Bankotsu la detuvo.
―Quiero aprovechar este sitio para algo.
― ¿Qué…?
―Eres temeraria y serás una abogada a la que no quisiera enfrentar en la Corte. Alguien así no debería seguir libre. Casémonos y nunca serás mi contraparte.
Desde que su relación se categorizó a una convivencia ya que vivían juntos en el piso de Park Avenue con los niños, nunca había pensado en el matrimonio.
―Pensé que eras de lo que no se casaban…
― ¿Y dejarte libre? No estoy tan loco ―se acercó a besarla antes de que los niños comenzaran a reír ante el gesto cariñoso de sus padres que tuvieron que separarse ante el pequeño escándalo.
―Papá…besa mamá ―aplaudió Jason con su vocecita infantil con algarabía que se contagió a Scott.
Kagome cargó a Jason.
―Claro que me casaré contigo, Bankotsu ―procurando no echarse a llorar de la felicidad y dándose un enorme brazo grupal, ambos padres junto a los niñitos en los brazos de cada uno.
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―Cariño, recuerda que hoy tengo examen. Te comprometiste a quedarte con los niños ―gritó Kagome desde el tocador de la habitación.
Bankotsu tomaba su café mientras jugaba con los chiquillos cada uno sentado en su sillita.
― ¿Sabes cuánto cobro de honorarios por hora, señora Donovan? No puedes costearme.
―Pues el abogado más caro de Manhattan no irá a la firma esta mañana. Se quedará a ver televisión con los niños y Sango pasará más tarde a asegurarse que no quemen la casa o algo ―Kagome terminó de empolvarse la nariz y salió hacia donde se encontraba su esposo tonteando con sus hijos.
Sango trabajaba de parvularia en una escuela privada muy prestigiosa de Manhattan ahora, pero Bankotsu la había contratado para que viniera a las tardes a darle clases iniciales a los renacuajos. Sango venía feliz, ya que adoraba a sus ahijados y además se llevaba un buen dinero por ello.
El antaño frio piso de Park Avenue ahora era un sitio vivido, lleno de juguetes, color y risas. Las repisas llenas de fotografías.
Tampoco era extraño que Jakotsu cayera sin avisar cualquier tarde. Le encantaba jugar con los niños y siempre ordenaban pizza mientras Jakotsu mostraba a los niños como manejar sus tabletas infantiles.
Y ni hablar de la abuela Kagura quien aparecía de improviso, siempre con regalos para los pequeños.
Kagome se acercó y en vez de servirse su propia taza, se robó el café de su marido.
La bebió de un tirón.
―Llego tarde ―masculló mordiendo unos panqueques.
Bankotsu le sostuvo el brazo deteniéndola.
Ella sonrió pensando que Bankotsu tenía de nuevo uno de esos pensamientos pecaminosos. La última vez lo hicieron en el ascensor del edificio de la firma y todavía no se le borraba de la mente el sonido de sus propios gemidos. Menos mal la cámara estaba en mantenimiento.
―No es eso, muchacha mente sucia ―rió él pasándole un sobre
Ella se desconcertó y lo abrió.
Sus ojos se iluminaron al verlo.
Era una oferta laboral de Donovan Lawyers, que apenas acabara la carrera ella tenía asegurado un puesto no como asociada, sino como socia principal.
Nunca hubiera esperado algo así, de hecho, creía que el camino a socia era algo aún muy lejano.
―El puesto será tuyp, Kagome ―su esposo le sonrió―. No es un regalo, te lo tienes ganado.
Unas lágrimas traidoras de felicidad se le escurrieron por los ojos.
―Eres insoportable y a veces me pregunto qué te veo…―la mujer lo abrazó―. Pero todos los días me sorprendes.
Él correspondió su abrazo.
―Ahora y siempre, querida…
FINAL.
Hermanitas, en verdad muchas gracias por haber llegado hasta aquí en esta historia sencillita. En marzo nos volvemos a leer a ver que se me ocurre.
MI CORAZÓN PARA PAULITA, AIDÉ, SAONE, BENANI, MANU, LIN LU LO LI, LUCYP0410, IMAG04, CONEJITA, TAISHOKAGOME787, VANEMAR, CINDY OSORIO, ABBY TAISHO, ANNIE PEREZ, NEFFER, BLACKLADY.
Creo que me faltaron chicas para dedicar capítulos. Este es para todas, que no falte ninguna, la próxima me organizaré mejor para las dedicatorias.
Besos y hasta pronto.
Paola.
