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La vergüenza por perder la compostura llegó tarde, demasiado tarde a su parecer; Alastor, aún en los brazos de Charlie, con su rostro enterrado en su pecho, no sabía cómo actuar ahora mismo.

Ella acariciaba la cabeza de cabello rojo sangre y cornamentas, como si se tratase de algo precioso; aquel toque le recordó a Alastor los días en los que su amada madre le contaba sus ideales brillantes y absurdos, sus anhelos sobre el futuro de su amado hijo, el niño que tuvo con un demonio humano, pero que amaba como a nada en el mundo.

Nunca, en ningún momento de su existencia hasta ese momento se había sentido tan… vulnerable, y eso le causaba una mezcla entre repulsión y anhelo.

El revoloteo de los recuerdos de sus días felices siendo el pequeño hijo de su adorada madre y el olor de la mujer a la que amaba se posó en su estómago, y la sensación de ansiedad empezó a nacer en él.

La ansiedad por no saber qué hacer ahora, por el miedo a perderla.

Cómo a su madre.

Alastor necesitaba mantener a Charlie en la jaula que había creado, al menos hasta que él se libere del yugo de su propio padre.

Luego… luego Alastor podría ir en contra de los durmientes; podría ir incluso en contra de los ángeles… y lo más importante, negociar con Lucifer.

Si él se liberase del constante monitoreo y locura creciente de su padre, seguramente podría trabajar en conjunto con Lucifer para que el infierno sea inalcanzable para los durmientes.

Los planes empezaron a navegar por el cerebro ansioso y sobreestimulado del wendigo, quien enterró más su rostro en el pecho de Charlie.

La sensación de ser amado, consolado y mimado era incómoda, era impensable, vulnerable. Los susurros se lo decían y él mismo lo confirmaba para sí. No obstante, Alastor quería estar así un poco, sólo un poco más, hasta que la resistencia de su yo orgulloso y temeroso de mostrar una apertura colapsara.

Hasta que los susurros se callaran por un momento… tan sólo para poder escucharla a ella mejor.

Suspiró pesadamente mientras sentía los suaves dedos de Charlie, su Charlie, navegar entre sus astas; no sabía hasta qué grado su inestabilidad, aumentada por la locura creciente de su naturaleza, se había desatado con semejante muestra de ira al rememorar su pasado, pero sentía que su cuerpo había cambiado incluso un poco más de lo que estaba en la mañana.

No era propio de él perder la razón de esa manera, de hecho, presentía que la parte de santidad de Charlie tenía mucho que ver con sus arranques emocionales últimamente; para su pesar, si ese era el motivo, necesitaba una manera de no caer más… Al menos hasta que por fin fuese liberado de la locura agonizante de su padre, la cual permanecía presionándolo cada día, cada hora, en cada momento…

Necesitaba una forma en la que su ansiedad y anhelo por Charlie no le hiciera colapsar al punto de perder la razón, y hacerle daño envuelto en la locura del sinsentido.

Porque por más que Alastor fuese fuerte en contra de los susurros de su padre y de los durmientes, por más que la locura reptante lo envolviera y lo amara, y su cuerpo, acostumbrado a ello, pudiera mantener el control hasta cierto grado, la sangre de Charlie era algo que lo intoxicaba al punto de temer perder toda la autodisciplina que había conquistado.

Charlie era una droga que podría hacerlo caer a la inconsciencia del vacío si no medía bien sus pasos, así que debía pensar en una manera de mantenerse a raya.

Por ella, por él.

Por el anhelo de mantenerla a su lado como hasta ahora.


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El gran clérigo del vacío Frederick Dohmar miró la casa de fachada verdosa que se alzaba imponente a las orillas del espeso bosque; una casa que podría parecer común y corriente, dónde una familia podría vivir alegremente, alejados del ajetreo de la ciudad, aunque no tan lejos como para estar incomunicados.

Esa casa con ventanas amplias que parecía acogedora y cálida, creada para ser el hogar de alguien… y que escondía más de lo que podía verse.

La presencia que cubría aquel perímetro impenetrable era sin duda de un ser del vacío, un antiguo con piel humana.

Un hijo de dioses.

La locura reptante no se sentía, sin embargo, la sensación de ser acorralado caló en sus huesos. No podía pasar más allá del perímetro que aquel ser casi divino protegía como un perro rabioso, incluso si venía con sus otros hermanos y hermanas y tratase de abrir por la fuerza.

Allí, en esa casa acogedora, habitaba el hijo amado de la locura reptante, quien se había robado la presa de sus dioses, a la perra del Megido.

Parado justo en el límite de la barrera, su mirada se fijó obsesivamente en la puerta; sus ojos inyectados en sangre desbordaban una locura apacible, abrazada hacía sí mismo, con una sonrisa levemente dibujada que parecía más una amenaza que una muestra de afabilidad.

No tuvo que esperar mucho para que atendieran a su llamado; de hecho, desde el momento en el que se acercó demasiado a la barrera, sabía que estaba siendo observado.

Pronto, una sombra oscura empezó a materializarse en el aire, como si estuviera hecha de humo. Las características de aquel ser oscuro eran conocidas por Frederick, a razón de haberlo visto antes.

La sombra animaloide con grandes astas se le presentó imponente; una sonrisa de colmillos oscuros adornaba la masa negra cuyos ojos brillantes en rojo parecían tener vida, aunque en realidad, no lo estaba.

La sombra de Alastor era una extensión de sí mismo, y muchas veces la utilizaba para comunicarse con los acólitos de los dioses del vacío si era necesario. Sólo una vez se había presentado en la capilla de los adoradores de éstos, entregando la voluntad de su Padre, el único dios despierto, encerrado en los límites del universo.

—"Alastor, el mesías del caos reptante. El hijo de la locura. El hermano mayor de nuestra congregación" —Frederick lo saludó efusivamente, aunque no había viajado precisamente para ponerse a sus órdenes.

Como un clérigo de alto rango, a Frederick le llegaban revelaciones entre los susurros latentes, puesto que, a pesar de que los durmientes no se mantenían activos en el mundo humano o espiritual, los susurros que liberaban entre sus sueños eternos mostraban que conocían lo que estaba ocurriendo y en más de una ocasión guiaban a sus fieles hacia sus designios.

De esa manera, Frederick, como uno de sus altos sacerdotes, cumplía con los designios retorcidos de sus dioses.

La sombra de Alastor lo miró en silencio; si bien la sonrisa de fauces afiladas estaba a la vista, particularmente no parecía de buen humor.

—"Los dioses han susurrado a mi oído..." —Continuó el sacerdote hereje. —"Me han revelado que tienes en tu posesión lo que tanto han anhelado: la llave de la libertad."

La sombra sonriente inclinó la cabeza hacia la derecha, como si no supiera de lo que Dohmar estaba hablando.

—"Entrégala, ¡Oh! Hijo del caos reptante… ¿O es que acaso serás tú el ejecutor de los designios de los dioses?" —La voz del clérigo estaba llena de regocijo, hablando de lo que esperaba sucediera con Charlie. —"El santuario ya está abierto, las cadenas han sido forjadas… ¡Las almas serán recolectadas! Jajajajaja. Todo está listo para su venida, ¡para el renacimiento del mundo, del universo! ¡Únete, vamos hacia nuestra eternidad! Porque lo que está muerto no puede morir…"

La sombra del wendigo miró fijamente a Frederick, como si observara a un insecto. Luego, sin palabras, la sombra habló.

"Ella es mía; la he reclamado."

Los ojos de Frederick Dohmar se abrieron con ira; así no es como se supone deberían de ser las cosas. Los dioses durmientes deseaban a la perra encadenada, a su merced.

—"La voluntad de los dioses debe ser ejecutada." —Masculló. —"Tú, el hijo favorito del caos reptante, deberías saberlo."

"Ella es mía, es lo único que debes saber; si se oponen, si intentan cualquier cosa por arrebatarme mi preciosa posesión, los llevaré de la mano hacia los dioses durmientes."

—"Aún tienes un cuerpo humano, ¡oh, hijo del caos reptante! El mesías que esperamos puede irse en cualquier momento de este plano… Y regresar al mundo humano llevará siglos, incluso con el beneplácito del único despierto…"

"¿Es una amenaza lo que escucho?"

Las cercanías de aquella sombra inhumana empezaron a deformarse; en el suelo una brecha oscura se extendió como las raíces de un árbol, y de ella emergieron tentáculos ominosos que rodearon al clérigo irrespetuoso que se atrevió a hablar en contra de los deseos de Alastor.

"No hay más voluntad en este mundo que la mía. Mis deseos son su prioridad, siendo el hijo de mi padre, el que llevará al mundo al caos eterno… Ella es mía, y míos serán sus hijos. Y míos serán sus dotes y reinos, como debe ser."

"Ustedes, herramientas del vacío, callen y escuchen: cualquiera que trate de poner sus manos sobre lo que me pertenece, se sumirá en el caos del abismo. Cualquiera que intente arrebatarme lo que me pertenece, será consumido. Mi padre y mi persona lo hemos acordado. Ella es mía, mía, mía."

Los ojos de Dohmar se llenaron de éxtasis al ser tocado por los tentáculos de la sombra, amagado y apresado. Sintió en sus huesos el terror del vacío, los susurros incomprensibles de la voluntad del semidios al que se atrevió a desafiar. Y la voz predominante, dolorosa en el silencio de aquella mañana solitaria, lo sometió con los grilletes del poder puro.

—"El acuerdo será escuchado, y enviado a los durmientes. Ellos decidirán, y su voluntad será absoluta." —Respondió Dohmar con una sonrisa sardónica en medio del éxtasis al sentir el dolor del vacío en su propia piel.

La sombra miró con desprecio aquel humano caído en la locura, y se desintegró. Los tentáculos retrocedieron y volvieron a la tierra, dejando el lugar como si nunca hubiera ocurrido algo.

"No seré piadoso la próxima vez."

Fue lo último que Dahmer escuchó de la voz sin voz de aquella sombra, quedándose a una distancia prudente de aquella barrera que seguramente no podría romper así llamara a los súbditos de su congregación.

Soltó una carcajada y empezó a caminar al lado contrario de la barrera. Los dioses le dirán que hacer: si seguir al mesías del caos reptante hacia sus anhelos, o morir en sus manos y llegar hacia la eternidad durmiente tratando de arrebatar lo que había reclamado.

—"Los dioses lo saben todo." —Dijo al fin.


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Alastor sintió la presencia de un indeseable en la cercanía mientras disfrutaba de las manos de Charlie viajando entre su cabello; soltó un ligero suspiro y simplemente se acomodó mejor en el seno de su amada.

—"Al…" —Suspiró ella, sentada en el piso de madera, sosteniéndolo como una madre amorosa. —"¿Está todo bien?"

—"Perfectamente, sweetheart, sólo me encantaría permanecer así un momento más, ¿es posible?" —Charlie sonrió suavemente pensando que Alastor, en ese momento, se parecía a Keke, su gato demoníaco, en busca de mimos.

—"Todo el tiempo que quieras, Al.." —Respondió en un susurro y luego empezó a canturrear mientras continuaba con su faena en el cabello rojo sangre de Alastor; había muchas cosas en las que ella tenía que pensar, y en ese silencio cómodo nacido de la explosión de verdades que habían desfilado hasta hace poco, se sentía más tranquila.

Era un pequeño momento de calma para que ambos regularan sus emociones.

Alastor, contemplando la sensación cálida del latir del corazón de Charlie, escuchando la respiración de su princesa infernal, sintió cómo el invitado indeseable se apostó frente a su puerta.

Sabía que la barrera no lo dejaría pasar, ni siquiera en el peor momento de debilidad aquella muralla invisible caería ante semejante necio irrespetuoso; no obstante, era su deber alejar a esas polillas indeseables que revoloteaban en torno a su preciosa posesión.

Suspiró nuevamente, aspirando el olor a flores de la ninfa que le acompañaba, y envió a su sombra a lidiar con tal necio; esperaba simplemente que se fuera con una breve demostración de su poder. Definitivamente, en ese preciso instante Alastor no tenía ganas de lidiar con tales fastidiosas tareas.

Cerró sus ojos y sincronizó su vista, su tacto y absolutamente todos sus sentidos con su versión inmaterial; al ver a aquel clérigo del vacío, su molestia sólo pudo aumentar.

Y esa molestia creció con cada palabra sin sentido que tal sub humano tenía por decir.

Quería destrozarlo, a él y a esa horda de dioses durmientes que se atrevían a desafiar sus deseos. Incluso su propio padre había cedido a sus anhelos simplemente, tal vez, por aburrimiento. El caos reptante parecía estar bastante bien en la posición en la que estaba, e incluso le prometió la libertad tan sólo por un hijo.

Alastor, por supuesto, no deseaba tal hijo. No para sacrificarlo a su padre, ni mucho menos para enviarlo a la perdición de la eternidad caótica.

Sin embargo, la promesa era una tregua momentánea en la que él podría pensar adecuadamente cómo continuar.

Hacerse de los clérigos de los dioses del vacío tampoco estaría mal. Podría usarlos como carne de cañón si los ángeles empezaban a rondar por las cercanías.

Rápidamente, pensó en un plan de acción inmediato y expresó sus términos.

No pudo evitar sentir repulsión cuando el clérigo necio y tonto pareció disfrutar del toque del vacío, y pensó, por un momento, en asesinarlo. No obstante, lo dejó ir.

No quería manchar el momento de calma que tenía con Charlie con tales tonterías.

Entonces, él se dejó caer en el regazo de la rubia mientras su sombra volvía hacia su persona. Charlie se acomodó un poco en el piso de madera de la cocina. No era lo más cómodo del mundo, pero se sentía reconfortante para ambos.

Alastor dejó su rostro hacia arriba, mirando las bellas facciones de la hermosa demonio que ahora vivía con él; su mano ennegrecida tocó las suaves mejillas ruborizadas y ella respondió el gesto atrapando esa mano con la suya propia.

—"Charlie…" —Suspiró el wendigo tranquilamente, con una sonrisa entre los labios cotidiana, empañada con un dejo de tristeza. —"¿Me tienes miedo?"

—"Cuando liberas tus poderes, tengo sensaciones que no puedo controlar; una especie de alarma que recorre mi espalda, pero luego pienso que eres tú, y entonces ya no temo nada."

Ella respondió honestamente; Alastor sabía que era imposible que ella no le temiera o estuviera alerta con él debido a su naturaleza. Y eso estaba bien.

—"Deberías." —Dijo, dibujando un círculo en la mejilla de la princesa con el dedo índice. —"Ten miedo de mí, Charlie."

Ella negó con la cabeza, y sintió cómo la mano masculina de Alastor se alejaba lentamente de su piel.

—"¿Por qué debería? Sé que me amas, me lo dijiste."

—"Es por esa razón, sweetheart, que deberías temerme…" —Replicó; la voz del wendigo se había tornado sería, aunque su eterna sonrisa no menguaba ni un ápice. —"Mi naturaleza clama por hacerte mía cómo sólo los que son como yo lo harían. Cada vez que te tengo cerca, que te veo, que te huelo… Charlie, tengo ganas de consumirte… literalmente."

Alastor extendió su mano hacia ella nuevamente, atrapando un mechón de su rubia cabellera.

—"Los susurros cada vez se hacen más y más fuertes… y a veces me cuesta distinguir entre mis propios pensamientos y aquellos que vienen de afuera."

—"¿Susurros?" —El rostro de Charlie mostraba cierta consternación, y Alastor no sabía identificar si era porque le había confesado sus anhelos caníbales o nació de otra cosa que se le escapaba de su entendimiento. —"¿Cómo los que escuché aquella vez?"

—"¡Oh…! Charlie, my dear, créeme que esos susurros no son nada a comparación…" —Su voz adquirió un tono burlón, aunque no iba dirigido a ella, si no a sí mismo.

—"Entonces… también los escuchas."

—"Todos los días, a todas horas. Despierto y dormido, desde que tengo uso de razón. Al principio, cuando era un bebé, era difícil… tenía miedo. Sólo la voz de mi madre cantando las canciones de cuna lograba callarlos. Pero con el tiempo… con el tiempo se hicieron soportables."

Charlie desvió la mirada, pensando en lo que Alastor debió haber pasado desde que era un bebé. Según lo que había dicho, parecía que él tenía recuerdos incluso desde antes de nacer.

Recuerdos dolorosos.

No sabía qué decir ni cómo actuar, simplemente dejó que los deseos del wendigo de ser mimado por ella fuesen cumplidos. Esa era la única manera que tenía de reconfortarlo. Volvió a acariciar la cabeza del hombre sonriente con cuidado, esperando que las voces que se mantenían dentro de su cabeza astada se mantuvieran a raya.

¿Cuánto había sufrido él? ¿Cuánto estará aguantando ahora?

—"¿Puedo cantar para ti?" —Preguntó ella, y él la miró dulcemente.

—"Lo agradecería profundamente, en realidad. En este momento, sólo quiero un poco de tranquilidad, y tu voz tiene un efecto relajante, moun amour."

Charlie empezó a tararear la canción que su propia madre le cantaba cuando era más pequeña. No sabía si permanecer al lado de Alastor era buena idea, pero sentía que la necesitaba, y ella no lo dejaría sólo. No en ese momento, sobre todo después de que él se había abierto tan claramente como lo había hecho. Todavía habían varias interrogantes flotando en el aire, pero ya habrá tiempo para eso. De todos modos, ella no podía salir de allí, ni regresar con su familia aunque lo deseara.

La redención de un alma que no puede ser redimida suena imposible, sobre todo tratándose de un ser como Alastor. No obstante, ayudar a que se sienta mejor consigo mismo podría ser un equivalente adecuado en este caso.

También, ella se había dado cuenta de que sentía una peligrosa atracción por ese hombre/wendigo/loquesea. No era amor, no todavía, no como él parecía estar prendida de ella.

Pero había algo que le impedía darle la espalda. Algo más allá de la amistad. Más allá incluso que la atracción sexual.

No tenía un nombre para eso, pero ya lo descubriría.


†******†


Alastor le ofreció un té a la rubia que ahora estaba sentada con las piernas recogidas en el sofá; afuera, el invierno empezaba a presentarse con cierta fuerza, y una nevada medianamente fuerte empezó a caer.

Ellos se habían quedado en el ambiente cómodo de la charla que tuvieron en el piso de la cocina, y Alastor pensó que estaba mejor así.

Ciertamente, la vergüenza por haber perdido la compostura y mostrarse débil ante ella lo estaban consumiendo, pero no lo iba a aceptar y preferiría ignorar el tema hasta que cayera en el olvido.

No, las muestras de su falta de autocontrol debían ser enterradas en la mente de ambos, y entonces él decidió actuar como si nada hubiera pasado.

Por supuesto, ser completamente honesto con Charlie era otra cosa. Había aceptado que cuando era un bebé tenía miedo, eso era lo máximo que podría tolerar de buena gana en cuanto a la aceptación de sus defectos, aunque sabía que no sólo había sentido tales vergonzosas y débiles sensaciones en la primera infancia.

En realidad, todavía sentía miedo, aunque este tipo de temor era completamente diferente y había nacido en cuanto empezó a sentir algo por la princesa del infierno. Y aunque no lo iba a aceptar abiertamente, ya lo tenía asimilado.

—"Entonces… ¿Parte de tu trato con mi papá era aprender a controlar la locura de tu naturaleza?" —Charlie dijo mientras aceptaba la taza de té y la sostenía entre sus manos, calentándose.

La temperatura de la casa había descendido un poco debido a la nevada, y aunque la chimenea estaba encendida y ella se había cubierto con una frazada rojiza, sus manos todavía se sentían frías.

—"Algo hay de eso..." —Respondió mientras se sentó a su lado con una taza propia; el líquido claro y cálido de la manzanilla con miel elevaba un vapor oloroso que cosquilleó en su nariz.

—"¡¿Entonces mi papá sabe que tú…?!"

—"Jajajaja. Absoluta y completamente… no." —Cuando dijo aquello, un poco de orgullo mezclado con burla decoraron sus palabras. —"A los ojos de tu padre soy un simple pecador más que sucumbió a la maldición de los inefables… ¡Y no es que pudiera adivinar lo que soy, sweetheart, porque fui hecho para eso… para parecer un humano común, aunque un poco corrupto."

Charlie miró a Alastor con un dejo de preocupación, como cuando la madre del wendigo lo escuchaba hablar de las pesadillas que a veces le aquejaban. Ella se acercó más a él, y dejó caer su cabeza en su hombro.

—"La vida humana es muy injusta."

—"¡Ni que lo digas! Aunque… ya sabes, yo no soy un humano. Soy más parecido a esas pequeñas muñecas rusas, una vasija dentro de otra, hasta llegar a la original. Mi vasija humana, la vasija que se supone debía usar en el infierno mientras buscaba llegar a ti… y la vasija que vive más allá de la locura. Todas conectadas por mi alma… un alma que no está viva, no como lo que tú conoces como "vivo". Porque lo que está muerto no puede morir."

—"Sabes, entre todo esto, creo que hay una cosa que me alegra."

—"¿Qué es?"

—"Que tarde o temprano, terminaría por conocerte, y estarías a mi lado. Me alegra que seas mi persona, Alastor. Así seas un humano, un demonio, un algoloquesea."

Alastor dejó su taza en la mesita de centro que había en la sala, y extendió su brazo para rodear a Charlie. Entonces, sus labios viajaron hacia su frente, y rozó la piel tersa en un beso casto y cariñoso.

—"El destino es curioso… también me alegra ser tu persona."

Alastor pensó en ese momento que tal vez si la hubiera conocido en el infierno, en cualquier circunstancia diferente a la actual, probablemente habría caído por ella tan fácilmente como lo había hecho ahora.

Definitivamente, el había nacido para conocerla.


†*****†


Notas de autor:

Terminé por fin otro capítulo; espero no se acostumbren a este ritmo (escribo en las noches cuando mi bebé duerme, por lo que a veces sí tengo tiempo y a veces no) puesto que mi pequeño toddler está en una crisis de separación y a veces es pesado mantener mis ideas hilvanadas.

Estos capítulos soft cargados de emociones me encantan. Quiero explorar los desastres mentales de Alastor y su enamoramiento tan discordante. Y también quiero ver cómo los sentimientos de Charlie empiezan a aflorar, puesto que si bien a ella le gusta Alastor, creo que todavía no cae de amor por él, no como él la ama, al menos.

Gracias por leer y regresar a esta historia torcida mía luego del hiatus tan largo que tuve. Y gracias por sus palabras de apoyo.