Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 5

Cerraba los ojos y la mirada penetrante de los tres chicos se colaba en mis pensamientos.

No quería. Así que me dispuse a parlotear.

― Tampoco puedes dormir.

No me refería a la incomodidad de estar tendidos en el piso, enredados en unas mantas delgadas y pasando frío. Lo decía porque no había dejado de moverse de un lado a otro.

Escuché que resopló. Me recosté de costado y distinguí su rostro en la oscuridad.

Decidimos dejar nuestra cama a las niñas y el niño había elegido dormir en el piso, junto a ellas. No aceptó dormir en el sofá.

Deduje que su grado de protección era por ser el hermano mayor que lo hacía actuar de forma iracundo y territorial.

― No puedo ―reconoció―. No dejo de pensar en que no quisieron probar un bocado, ni un poco de agua para mitigar el hambre. Me odian, Bella.

― No nos conocen así como tampoco nosotros a ellos.

Edward terminó por acomodarse de lado, quedando su rostro frente al mío.

Sus largos dedos empezaron a deslizarse por mi cara. Horas antes habíamos tenido el primer percance con los niños, ellos malinterpretaron mi conversación con Edward, nos acusaron de tenerlos a la fuerza en casa y que no querían estar junto a nosotros.

De solo recordar me incomodaba.

― Odié toda mi vida a Elizabeth ―confesó muy bajo― te juro que de solo mencionar su nombre, el estómago se revuelve dentro de mí. El sabor de mi boca cambia solo por nombrarla.

Podía entender su enojo y su actuar.

― Ahora comprendo muchas cosas, Edward. Tu manera tan tajante de nunca hablar de tu niñez; el que Esme no tuviera una sola foto tuya en tus primeros años; tu aberración por el alcohol.

― Me siento viviendo en una pesadilla donde estoy corriendo para huir de mi pasado, pero no puedo ser tan cobarde… ellos no tienen la culpa. Te juro que sé me estoy portando como un cabrón patán, solo que no puedo evitarlo. Me siento hecho mierda porque te fallé a ti, me siento mal por ellos y… no sé qué hacer.

Exhalé suavemente a la vez que acariciaba su mandíbula, cepillando con mis dedos su incipiente barba.

― Sé que también he sido una perra contigo ―verbalicé― tal vez, que yo siga reclamando no ayuda en nada sino que genero más presión para ti.

― No. No quiero que te culpes, ambos la estamos pasando mal. Todo cambió de la noche a la mañana y no podemos remediarlo.

Tiró de mi cuerpo y me envolvió en sus fuertes brazos mientras repartía besos en mi rostro.

― Lamento esto, Bella. Te juro que si pudiera cambiar esa parte de mi vida lo hubiera hecho y hoy no estuviéramos pasando esta incertidumbre.

Exhalé en su cuello, mis brazos lo habían rodeado con mucha fuerza. Edward siempre había sido mi ancla, mi puerto seguro y hoy simplemente los dos parecíamos navegar sin rumbo.

― Edward, ¿alguna vez pensaste en contarme tu pasado? ―quise saber.

Sus brazos se aferraron más fuerte a mi cuerpo, su boca deslizándose en mi cuello dejando un reguero de besos.

― Sí. Muchas veces quise hacerlo, nena. Infinidad de noches me quedé despierto y ensayaba diálogos para empezar a contarte paso a paso. Temía tanto que me despreciaras, no quería que te avergonzaras de mí o que me odiaras. Pero dentro de mí tenía una necesidad de hacerte partícipe de mi cruel infancia y de todo lo que padecí cuando vivía con Elizabeth.

― No sé cómo ayudarte ―susurré en su oreja―. Quiero hacerlo para que no te sientas abatido, pero no sé cómo hacerlo.

― No me dejes, Bella. Hoy más que nada necesito de ti, de tu fuerza y comprensión.

― Hemos pasado los peores momentos… ―dudé en sacar el tema que a ambos nos ponía mal― y aquí seguimos.

― No vayamos ahí, nena. No me gusta ―escondió su rostro en mi cuello.

― Abrázame fuerte, Edward. Porque yo tampoco quiero recordar.

Suspiró ruidosamente.

― A veces me pregunto…

― ¿Qué cosa? ―insté, subiendo una pierna encima de su cadera, mis dedos jugaron con el pelo de su nuca.

Lo escuché exhalar.

― Nada, amor. Solo quiero que también me abraces.

Besé su pelo y cerré fuertemente los ojos. Necesitaba dormir, descansar y saber que todo estaría bien.

.

En la mañana no fue mejor. No aceptaron desayuno ni siquiera fruta, no quisieron responder una palabra de todas las preguntas que les hicimos. Edward terminó por perder la paciencia y salió de casa prometiendo volver pronto.

Había pasado media hora cuando el timbre sonó.

― Bella, ¿estás bien?

Esme me dio un fuerte abrazo seguido de un beso en la mejilla, sujetó mis manos y me observó de pies a cabeza, corroborando que estuviera bien.

― Sé toda la vida de Edward ―revele sin rodeos―. Y eso no es todo, tenemos a sus hermanos viviendo aquí.

La mirada de Esme fue hacia el pasillo y luego a mi rostro. Por su reacción me di cuenta que ella sabía de la existencia de los niños y no supe cómo sentirme al respecto.

― Carlisle me comentó ―respondió mi duda no articulada―. Edward habló con él esta mañana y le contó lo que ocurría.

Caminamos al estudio. No podía permitir que nuestra conversación fuera escuchara por ellos.

― No han querido comer, no quieren hablarnos, ellos realmente nos odian ―farfullé.

― Tranquila, cariño, respira. Los niños no los odian, solo están tan desconcertados como ustedes, es normal, Bella. No solo perdieron a su madre sino que los sacaron de su casa para traerlos con ustedes que son totalmente desconocidos para ellos.

Pasé nerviosamente mis dedos por mis pómulos, tratando de borrar las lágrimas que habían escapado.

― Bella, me preocupa tu estado de ánimo ―las manos de Esme sostuvieron las mías, su mirada era de absoluta comprensión.

― Yo… yo no puedo cuidarlos ―dije titubeante― no soy apta y lo sabes… sabes lo que pasó con… ―sollocé.

― ¿Ese es tu miedo? No Bella, lo que pasó con Grace fue una muerte de cuna, no tuviste la culpa, ni tú ni Edward.

Mi cuerpo empezó a temblar a causa de los sollozos que me estaba tragando. No podía controlarme y tenía pánico a traer recuerdos que guardaba celosamente en lo más profundo de mi corazón.

― Bella… por favor, controlate ―los brazos de Esme me envolvieron con suma ternura, dándome el abrazo que sabía necesitaba sin pedírselo―. Todo está bien, cariño ―susurró― eres una gran mujer, puedes con esta responsabilidad. Tanto tú como Edward lo harán bien, solo tomen un poco de tiempo para que cada pieza caiga en su lugar, digieran y procesen lo que está ocurriendo.

― Estoy llena de miedo ―fui honesta― no voy a poder, sé que no soy buena para cuidar de nadie.

― Lo eres, Bella. Date una oportunidad, dales a estos niños una oportunidad de conocer a la maravillosa mujer que eres.

Negué con la cabeza. Yo no podía… no quería.

Esme siendo la mujer más paciente y comprensiva me tomó de la mano, sentándose al lado mío en el pequeño sofá color beige. Amorosamente limpió mis lágrimas.

― Es la razón por la que te has negado a tenerlos, ¿verdad?

Miré directamente sus ojos color miel.

― Tú sabes lo difícil que fue para Edward y para mí seguir adelante, fuiste testigo de la manera en que nos derrumbamos con lo de Grace. No quiero pasar por lo mismo, no estoy preparada.

― Bella… escúchame, van a poder con esa responsabilidad. Lo harán bien porque ambos se van a preparar.

― Es difícil, Esme.

Me abracé a mí misma.

No quería llorar. Me negaba a deshacerme en llanto cuando por mucho tiempo solo viví para llorarle a mi bebé. A mi amada Grace que solo vivió tres semanas, las únicas semanas que pude sentirme madre por única ocasión.

Siempre atribuía que su partida había adormecido mis sentimientos. Me había generado apatía volver a ser madre, no estaba en mis planes volver a pasar por nada igual.

Edward y yo lo hablamos después de un tiempo y ambos decidimos que podíamos estar bien, sin hijos. Ya éramos padres de Grace, ella estaba en algún lugar y seguramente era feliz. Confiaba en ello.

Después de cinco años, solo quedaban interrogantes: ¿cómo sería su carita? ¿Con quién tendría más parecido? ¿Cómo sería su personalidad?

Sollocé audiblemente y cubrí mi boca.

Tenía arraigada en mi mente y corazón la última sonrisa que me regaló. Así como la última vez que vi sus hermosos ojos marrones.

Era todo lo que tenía de mi dulce y amada bebé Grace.

Ahora mi corazón estaba drenado hacia los niños.

No había mucho para ofrecer, quizá era egoísta o la llegada de ellos me pilló con la guardia baja y simplemente no sabía cómo afrontarlo.

Estaba llena de miedos y desconcierto.

El apretón de manos de Esme me hizo salir de mis pensamientos, la miré.

― No están solos, cariño. Carlisle y yo vamos a ayudarlos en afrontar este reto ―prometió―. Lo primero será un lugar más amplio y conocer sus gustos. ¿Quieres presentarlos conmigo?

Sabía que vendría una prueba de fuego.


Hola, les agradezco mucho su entusiasmo, es el aliciente más grande para poder escribir. Bueno, aquí tienen el porqué de las reticencias de ellos, ambos tienen una fisura en el corazón. ¿Opiniones? Haré lo posible por volver pronto.

Infinitas gracias a quienes comentaron el capítulo anterior: The Vampire Goddess, Lizdayanna, Rosemarie28, kasslpz, patito feo, Car Cullen Stewart Pattinson, Pepita GY, mrs puff, Antonella Masen, Patty, Ary Cullen 85, Lizzye Masen, Dulce Carolina, Diannita Robles, marisolpattinson, Jane Bells, Flor McCarty-Cullen, Andrea, Jade HSos, aliceforever85, Adriana Molina, Valeria Sinai Cullen, Cary, Mapi13, jupy, Sindey Uchiha Hale Malfoy, Daniela Masen, Maribel 1925, solecitopucheta, Cassandra Cantu, catita 1999, Coni Salinas Ríos, saraipineda44, sandy56, Lili Cullen-Swan, rociolujan, Verónica

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