Como todas las mañanas, Elizabeth se despertó poco antes del amanecer. Después de la larga conversación con Mary sobre la salud de Jane, y pensar seriamente en lo que quería y sentía que debía hacer, decidió ir a visitarla.

A diferencia del resto de su familia, Elizabeth nunca acusó a Jane de ser egoísta por no haber vendido Longbourn y repartir el dinero en partes iguales, como había sugerido el tío Gardiner y el tío Phillips. Incluso, la había defendido argumentando que ningún primogénito hombre vendía su propiedad para repartir con sus hermanos menores.

En sus cartas, se notaba que, además de estar muy triste, Jane se sentía muy sola y culpable por lo que había pasado. Además, Jane enviaba parte de su mesada al tío Phillips para que añadiera el dinero a su dote, y la de Mary y Kitty, o se usara para los gastos de la casa donde vivían. El tío Phillips

Dado que no era seguro que Elizabeth viajara sola y que pasara una noche en una posada, Jane había ofrecido pedirle al Sr. Hill que fuera a buscarla a Ramsgate, y viajaran juntos en la diligencia. Era una buena solución, ya que Elizabeth no se sentía cómoda viajando sola.

Elizabeth se sentó contra la ventana del comedor, y una hora más tarde ya había terminado de escribir la carta. Mary ya se había levantado y la ayudó a preparar el desayuno.

Después de desayunar y ayudar a su madre a sentarse en el comedor, Elizabeth se fue caminando rumbo hacia Ramsgate.

Si bien solo distaba unas tres millas de la cabaña donde vivía, Elizabeth había tenido muy pocas oportunidades de ir a la bonita ciudad, y prácticamente no conocía a nadie allí. Lo cierto era que tenía muy poco tiempo libre a diario, sumado a que al menos dos veces por semana la Sra. Holmes las invitaba a tomar el té.

El camino estaba muy bien conservado, y en poco menos de una hora llegó a la oficina de correo para dejar la carta y comprar papel.

Al salir, vio que un hermoso carruaje había estacionado enfrente a la gran posada que estaba a escasos pies. Vio que un caballero alto y muy bien vestido bajó del carruaje, y posteriormente ayudó a una mujer mayor y a una mujer más joven a bajar.

Cuando el caballero dio media vuelta, Elizabeth abrió muy grande los ojos por la sorpresa, y lo quedó mirando. Vio que del brazo del Sr. Darcy estaba Anne de Bourgh, y el primer pensamiento que acudió a su mente fue que se habían casado.

Si bien desde que habían perdido Longbourn sabía que un futuro con el Sr. Darcy era imposible ya que las diferencias económicas eran aún más marcadas que cuando le propuso matrimonio, sumado al hecho que no se sabía siquiera si Lydia estaba viva o muerta, se sintió triste.

Su primer instinto fue entrar nuevamente a la oficina de correo y esperar a que se fueran… No deseaba escuchar detalles de su boda, ni verlo con su esposa.

Pero no logró dar un paso ya que en ese momento el Sr. Darcy la vio, sonrió y se acercó a saludarla.

Después de los saludos de cortesía – donde Elizabeth comprobó que Darcy no estaba casado con su prima - los dos estaban nerviosos y les costaba articular palabras.

Con curiosidad, señalando a la posada, Anne preguntó, "Srta. Bennet, ¿está usted hospedada en esta posada?"

"No; vivo a solo 3 millas de aquí." Después de una pausa, Elizabeth preguntó, "¿Hasta cuando se quedan en Ramsgate?"

"Nos vamos a quedar varios días," Cambiando de tema, Darcy la miró a los ojos y le dijo, "si le parece oportuno, me gustaría visitar a su madre y hermana para darle mis condolencias por la muerte de su padre."

Elizabeth titubeó por unos instantes, y finalmente accedió. Después de darle la dirección de su casa, Elizabeth se despidió. Darcy insistió para que su cochero la llevara en su carruaje hasta su casa, pero Elizabeth prefirió regresar caminando. Esos cinco minutos que estuvo en compañía del Sr. Darcy, le trajeron a la mente muchos recuerdos...