Ningúna de las obras mencionada como one puchman ni High school DxD son de mi pertenencia todos los créditos a sus respectivos autores.
Un destello de pura energía fue capaz de limpiar hasta los confines infinitos del espacio.
Dios había cometido un grave error al enfrentar a un héroe terrestre que rompió el límite que él impuso a los seres vivos.
Dejó que su ego lo dirigiera después de su derrota con los eventos del mortal Garou.
Saitama permaneció imperturbable después de la explosión de energía, mientras el polvo cósmico se disipaba a su alrededor. Dios, ahora consciente de su error, observaba con temor moderado. A espaldas de Saitama, la tierra o lo que fue la tierra flotaba en el vacío espacial. Saitama sentía que había fallado, pero era como un déjà vu; no solo perdió su casa y planeta, miró a su alrededor y todo el universo parecía al borde del colapso. Fue breve, pero la mirada de Saitama mostró un poco de vulnerabilidad. Dios observó esto y habló desafiante a pesar de su caída, burlándose de Saitama: "¡Mira cómo tu acto heroico de destruirme llevó al colapso de todo lo que conoces! ¿Qué tipo de héroe eres?" Saitama, con calma, respondió: "Cállate, fue tu maldita culpa; eras solo un idiota que no puede aceptar que haya alguien mejor que tú". En su creciente desesperación, Saitama comenzó a soltar toda su frustración en Dios.
Dios solo comenzó a reír de forma lunática y dijo: "No me importa". La risa lunática de Dios resonó en el espacio destrozado mientras Saitama desahogaba su frustración. "No me importa", repitió el dios con desdén, ignorando la ira del héroe.
El rostro de Saitama se oscureció, dejando solo ver sus ojos como dos orbes de luz blanca. Saitama nunca odió a nadie; solo se molestó, pero nunca llegó a odiar a nadie. En el fondo, tenía un corazón de oro que siempre podría dar segundas oportunidades, como un verdadero héroe. Pero este ser se ganó su odio de formas que el mismo Saitama nunca imaginó.
Saitama, con los ojos centelleando en luz blanca, reveló una ira profunda y desconocida. Era un héroe con un corazón de oro, pero este ser había despertado una oscuridad en su interior que ni él mismo comprendía. Las palabras de Dios solo alimentaron la furia de Saitama. "Tal vez no te importe, pero a partir de ahora, enfrentarás las consecuencias de tus acciones", gruñó Saitama con una determinación implacable.
El espacio vibró con la intensidad de su enfrentamiento. Saitama, moviéndose con velocidad insondable, dirigió su ira hacia el dios caído. "Tu desprecio por la vida ha llegado demasiado lejos", murmuró, mientras cada golpe parecía llevar consigo la carga de todo el sufrimiento causado. Dios, por primera vez, sintió un atisbo de temor genuino. "No puedes derrotarme", declaró con un tono menos seguro. "No se trata solo de derrotarte", respondió Saitama con calma, "se trata de golpearte hasta que esta sensación desaparezca dentro de mí y me diga que pare". Saitama solo quería dejar de sentir así, y Dios sería quien tomaría la furia de Saitama.
La batalla alcanzó un nuevo nivel, donde el héroe por hobby se había ido, dejando solo a una bestia furiosa con el poder de destruir a un dios de grado universal. El primer golpe convirtió a Dios en más que papilla sangrienta; sin embargo, no era un dios de grado universal por morir tan fácil.
En respuesta, Dios creó dos estrellas en sus manos y, sin pensarlo, las arrojó hacia Saitama, como si fueran simples velas de cumpleaños. Pero Saitama las apagó de un solo soplido, mostrando una vez más la abismal diferencia de poder. La expresión de Dios cambió de confianza a desconcierto. "Imposible... ¿cómo puedes ser tan fuerte?"
Saitama, con una frialdad en sus ojos que hacía temblar al mismísimo universo, respondió: "La verdadera fuerza proviene de aquí" apuntó a su corazón, "también se vuelve más fuerte si se usa de la forma adecuada."
"Suficiente charla", con final dijo Saitama. El impacto del golpe de Saitama resonó en el tejido del espacio-tiempo, desgarrando la realidad misma. En un destello deslumbrante, el dios caído y el universo colapsaron, dejando solo escombros cósmicos dispersos en el vacío. El eco de la batalla se desvaneció, y Saitama quedó solo en la oscuridad del cosmos.
Saitama vio con sus propios ojos el final de todo; su universo desapareció. Saitama observó un nuevo big bang, siendo el primer mortal que observó el final e inicio de un universo. Poder oponer resistencia a la onda de la explosión lo llevó sin rumbo fijo.
Saitama flotaba en la vastedad del espacio, testigo del nacimiento de un nuevo universo. A medida que las energías cósmicas danzaban a su alrededor.
"Supongo que ya no habrá ofertas en el supermercado", dijo Saitama, tratando de mantener la calma. Saitama, en medio de la inmensidad cósmica, no pudo evitar su característico sentido del humor incluso en una situación tan trascendental. La ironía de la falta de ofertas en el supermercado en un momento como ese no pasó desapercibida para él. Aunque enfrentó la destrucción de su universo, su naturaleza tranquila y desinteresada persistía.
Sin darse cuenta, Saitama bostezó y el cansancio lo llenó por algún motivo. "Quizás un poco de sueño está bien." Solo cerró los ojos, dejándose llevar por el sueño. Quizás esto sería como aquel sueño con los subterráneos.
Solo se dejó llevar por el sueño sin importar el tiempo.
Saitama durmió por horas, días o quizás eones, mientras el vacío a su alrededor cambiaba drásticamente. Estrellas, sistemas planetarios y galaxias volvían a existir, y la vida también pobló de nuevo el cosmos.
El sueño de Saitama se extendió en el vacío cósmico, donde el tiempo y el espacio eran conceptos fluidos. Mientras dormía, un destello de luz lo envolvió, y gradualmente se encontró despertando en un paisaje completamente nuevo.
Ante él se extendían galaxias en espiral, cúmulos estelares y mundos desconocidos. La vida florecía nuevamente en este renacido universo, y Saitama se encontraba en el epicentro de su creación.
Sin embargo, su sueño pareció no verse afectado tanto, incluso una burbuja de mocosos se inflaba y desinflaba junto a su simplón rostro durmiente.
Sin darse cuenta, el durmiente Saitama estaba siendo una poderosa fuerza de atracción. Después de su primer siglo durmiendo, no se dio cuenta de que fue impactado por dos colosales cometas compuestos de gases nobles. Bastó una chispa para que el gran banco de gas comenzara a consumirse, creando el Sol que daría vida al tercer planeta del sistema solar, llamado Tierra.
"Mmm."
El calor de la nueva estrella solo hizo que durmiera más plácidamente. La temperatura del interior del sol era como una cálida frazada que hizo más placentero su sueño.
Un sueño, un descanso que dejó que la vida se desarrollara en el tercer planeta, desde la primera vida en el mar hasta los colosos que caminaron por la tierra, los dinosaurios. Su caída trajo una variedad de criaturas titanes, la edad titánica también cayó a manos de los conocidos como dioses, comenzando la edad humana.
Un día, en la edad moderna, el sol, que fue un espectador de los acontecimientos en la pequeña Tierra, comenzó a actuar de forma extraña.
Silencio tenso en la Tierra. El cielo se oscurece gradualmente mientras las tormentas solares intensas tiñen el horizonte con colores deslumbrantes y eléctricos. La población mundial observa con asombro y miedo, incapaz de comprender la naturaleza de la amenaza que se cierne sobre ellos.
Mientras tanto, en los reinos divinos, los dioses, normalmente imbuidos de confianza y poder, comienzan a titubear. Sus expresiones se tornan en mezclas de temor y paranoia al sentir la presencia creciente de Saitama. Los consejos divinos se convierten en murmullos ansiosos mientras tratan de comprender cómo enfrentar a alguien que despierta antes que el propio sol.
En el inframundo y entre los seres paranormales, una diversidad de reacciones se manifiesta. Algunos seres oscuros y entidades malignas se ocultan en las sombras, temerosos de la inminente llegada del ser que antecede al universo. Mientras tanto, otros, ansiosos por el desafío, se preparan para lo que podría ser la batalla de sus vidas.
Entre este grupo, existen claras excepciones, dioses que tenían afinidad con lo que parecía ser como la llegada de un ser querido.
(Egipto) Ra, el antiguo dios egipcio del sol, sintió una vibración en su ser divino cuando despertaría. Reconociendo la energía cósmica que irradiaba, Ra reflexionó sobre el hecho de que este ser aparentemente superior trascendía incluso su propia divinidad solar. En lugar de temor, Ra sintió una extraña sensación de conexión, como si Saitama fuera un descendiente de su propia esencia solar.
(Grecia) Helios, el dios griego del sol, observó con asombro desde su carro solar mientras un pariente por conocer despertaba. En su radiante presencia, Helios percibió una familiaridad en la esencia de Saitama, como un padre espiritual, como si compartieran una conexión ancestral. Inspirado por la magnitud del poder de su padre espiritual, Helios sintió un orgullo paternal y una aceptación de que este ser cósmico iba más allá de las fronteras de la mitología griega.
(India) Surya, el dios hindú del sol, contempló el despertar de este ser familiar con reverencia. Al percibir la luminosidad y la fuerza sin igual que emanaba de Saitama, Surya sintió una conexión espiritual. Considerándolo como un hijo del sol, Surya experimentó una mezcla de admiración y afecto, reconociendo en él algo más allá de su propia divinidad.
(Japón) Amaterasu, la diosa japonesa del sol, observó con ojos divinos el renacimiento de su padre. Percibió en él una fuerza que resonaba con la esencia misma de la luz solar que ella representaba. Sintiendo una conexión más allá de la mitología, Amaterasu acogió el despertar de su padre con una mezcla de asombro y familiaridad, como si hubiera recuperado a un padre de la muerte misma.
(Inca) Inti, el dios inca del sol, iluminó con una luz especial el despertar de su maestro. Al sentir la poderosa energía que emanaba de este ser, Inti reconoció en él una fuerza que trascendía incluso sus propias divinas radiaciones. Lo consideró como un ser especial, una manifestación única del poder solar que había nutrido durante eras.
Lo siguiente fue una vista extraña: seres como fénix y dragones alrededor del mundo hicieron gala de sus llamas más hermosas, todo para impresionar a aquel que consideraban su señor o amo. Incluso todo un clan en el inframundo parecía esforzarse en organizar una celebración como nunca se había visto.
No todo era felicidad; algunos, como los vampiros, recibieron la noticia del despertar de algo primordial en el sol como una sombra inquietante, desencadenando un temor ancestral que se arraigó en sus corazones inmortales.
Los líderes vampíricos, normalmente envueltos en arrogancia y confianza, se reunieron en un consejo nocturno marcado por la tensión. Las discusiones, usualmente llenas de intrigas políticas y estrategias para expandir su dominio en la penumbra, ahora se veían afectadas por la sombra del ser que antecede al universo.
Algunos vampiros, acostumbrados a cazar en la oscuridad, se escondieron entre las sombras más densas, temiendo el despertar de Saitama como si fuera una maldición que los perseguiría incluso en su eternidad. Sabían que incluso eso no los salvaría contra el ser que sería conocido como el terror solar.
El temor se extendió a lo largo de las líneas de sangre vampíricas, desde los antiguos señores de la noche hasta los vampiros más jóvenes que aún no habían experimentado un desafío tan abrumador. El poder de este terror solar eclipsaba cualquier sombra que pudieran proyectar, y eso perturbaba su sentido arraigado de superioridad.
Con aburrimiento, Ophis observó cómo Gran Rojo, el imponente dragón, se deleitaba surcando las explosiones solares como si fueran fuegos artificiales cósmicos. Sus escamas resplandecían con el intenso calor, reflejando la danza de las llamas solares. Con cada rugido, Gran Rojo expresaba una mezcla de entusiasmo y regocijo ante la magnitud de la destrucción estelar.
Aunque Ophis fruncía el ceño ante lo que consideraba un comportamiento insensato, Gran Rojo continuaba su danza celestial, sumergiéndose en el caos del universo en llamas con una indiferencia casi desafiante. Su figura majestuosa y su conexión innata con las explosiones solares lo convertían en un espectáculo imponente, desafiando la gravedad y encontrando deleite en la efímera belleza de la destrucción cósmica.
"Chibi, ¿por qué no vienes a divertirte en vez de estar enfurruñada?" dijo Gran Rojo, su voz resonando con una mezcla de diversión y desafío. Sus ojos destellaban con la emoción de la destrucción mientras continuaba disfrutando del caos de las explosiones solares. Ophis, aunque mantenía su semblante serio, dejó entrever una mirada de desdén ante la sugerencia de Gran Rojo.
"O el trato silencioso," dijo Gran Rojo, su voz resonando con un tono de complicidad ante la falta de respuesta por parte de Ophis.
"Por cierto, luces como hembra, no era macho cuando te patié fuera de la brecha dimensional", comentó Gran Rojo, intentando hacer enojar a Ophis. El tema de su derrota solía funcionar.
"¡Eres aburrido!" exclamó Gran Rojo mientras continuaba dando giros y vueltas, esquivando las llamaradas solares.
Fue lo último que dijo el gran rojo pues casi de forma cómica alguien había abofeteado y enviandolo a impactar contra la tierra al Dragón de Dragones. Dios Dragón. Emperador Rojo. Dragón Verdadero.
"callate imbécil lagarto"
Flotando en la imencida de espacio, molesto saitama grito furioso al ser despertado por la extridente risas qué había tenido gran rojo jugando con la explosión solares.
Ophis solo que atónita ante lo sucedido, pero un miedo primera la invadió cuando saitama la volteo a mirar.
"o solo eres una mocosa"
Saitama parecía haber suprimido su molestia pues era solo una niña exisicionista y no otro lagartija molesta.
