59. No estamos solos

─¿Por qué?

Lune le miró desde la distancia que les permitía la estrechez de la sala asignada, absteniéndose de responder. Esa pregunta podía abarcar muchas respuestas distintas y Saga lo sabía, razón por la cual alargó el tenso silencio antes de proseguir con una táctica suscrita a la más pura improvisación ─.Señor Balrog, es usted un hombre inteligente, y es justamente por ello que me desconcierta. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué defiende al señor Hyppolitos Sifakis? Puedo imaginar que el dinero es un motivo de peso pero intuyo que, a usted, el dinero le importa lo justo.

─Soy su abogado desde hace años. Mi obligación moral y profesional es velar por su bienestar y seguridad personal. No veo la motivación de su pregunta, señor Samaras, puesto que doy por hecho que usted también es un hombre perspicaz a quien verbalizar este tipo de interrogantes no le favorece en absoluto.

Saga inspiró largamente, tomándose un tiempo que apenas tenían, y observó.

Observó todos esos detalles que no acompañaban las palabras, siempre calculadas y protocolarias. Contempló las profundas ojeras que delataban noches sin descanso. Se fijó en la soberbia de su porte, algo mermada. Reparó en la tristeza que parecía ir asomándose a una mirada empeñada en vestirse de frialdad e indiferencia.

Existían tímidas fisuras en la coraza de altanería que envolvía a Balrog y algo le decía que bajo esa densa capa de protección se agazapaba otro hombre, uno que distaba mucho del que ahora le miraba de frente.

─Tal vez es mejor que te formule la pregunta en otros términos ─se lanzó Saga, tuteándole sin pedirle permiso ─¿Por qué defiendes a semejante individuo, Garby? ¿O mejor te llamo por tu nombre real, Lewis?

Lune le sostuvo la mirada, impasible. Sabía que la llegada de ese momento acechaba desde que habían caído en sus manos unas antiguas cartas con matasellos de Lamia. Lune sabía que ellos sabían. Pero no eran los únicos. Él también sabía, y tal vez había llegado la hora de recordarlo.

─¿Por qué defendió usted a su hermano antes de ser fiscal?

Saga esbozó una sonrisa apenas imperceptible al tiempo que asumía ese certero golpe asestado con maestría. ¿Para qué fingir delante de Balrog? Ahí nadie los escuchaba. No los acompañaba ningún juez dispuesto a juzgarles. Estaban solos con sus respectivos trapos sucios y mentir, para Saga, ya no tenía lugar.

─Por amor ─afirmó sin apenas pensar ─, por egoísmo...y por miedo. Miedo a la soledad. Así de crudo. Así de simple.

─Tres motivos completamente subjetivos cuando, curiosamente, la subjetividad no está admitida en el transcurso de ningún juicio justo.

─No me justifico ni me excuso. Simplemente he respondido con sinceridad a tu pregunta ─dijo Saga, amparado por una tranquilidad que ignoraba de dónde surgía─. En cambio, yo aún estoy esperando tu respuesta. ¿Por qué, Lune? ─Saga dio un pequeño paseo y se asentó a poca distancia del abogado defensor, mirándole directamente a los ojos ─Sé que tienes otra profesión. Sé que la ejerciste y que eres condenadamente bueno en ella. Sé que tienes familia. Sé que alguna pieza de las cinco que la conforman no está pasando buenos momentos de salud y sé que tuviste una hermana un poco mayor que tú y que murió hace años ─Lune tragó saliva, pero solo fue el movimiento de su nuez el delator de dicha necesidad, porque su mirada seguía conectada a la de Saga, sin siquiera pestañear ─. Sé que en algún momento de tu juventud te superaron las injusticias y sé que luchaste con las armas que tuviste a mano para enmendar unos errores que no te correspondían. Sé muchas aspectos de tu pasado, Lewis... ─una fría pátina de sudo comenzó a humedecer las sienes de Lune, aunque su porte permanecía impávido ─. Afrodita Eriksson, el periodista, curiosamente ha viajado a Noruega y esta misma mañana ha publicado un artículo donde se relata el despertar artístico de una joven que vivió unos años de mecenazgo junto a tu cliente y quien, desgraciadamente, decidió poner fin a su corta vida con tan solo veintitrés años de edad...lo que me lleva a pensar dos cosas ─dijo Saga, remarcando el dos con una señal de sus dedos─: la primera es que todas las personas que alguna vez en su vida han sido próximas al señor Hyppolitos Sifakis han acabado sufriendo atrocidades o, en el peor de los casos, fallecidas, y la segunda...¿cuánto tiempo crees que tardará Eriksson en encontrar y esparcir más información? Es un periodista carroñero de primera clase. Es inteligente, avispado y tenaz como nadie. Tú y yo estamos manteniendo esta reunión en privado y yo soy un hombre de palabra. Créeme si te digo que no voy a desmontar tu alter ego en público, pero no puedo responder por Afrodita...─Saga dio media vuelta sin dejar de mirar a Balrog, dándole unos segundos de asimilación antes de apartarse un par de pasos y apoyar su cuerpo contra una mesa, guardándose ambas manos en los bolsillos del pantalón ─. Repito mi pregunta, Lune...¿Por qué le defiendes?

Balrog inspiró concienzudamente, tomándose su tiempo. Manteniendo un pulso de miradas en el que ninguno de los dos iba a romper la conexión.

─Porque, como todo individuo acusado de crímenes y delitos, merece un juicio justo ─respondió al fin ─. ¿Será capaz de ofrecerlo, señor fiscal? ¿O se dejará llevar por sentimientos subjetivos como hizo diez años atrás?

No importaba que los diez minutos todavía no se hubiesen agotado. Lune avanzó hacia la puerta, casi rozó el hombro de Saga al pasar y desapareció sin mediar ninguna palabra más.

###

Minutos después, en la Sala Procesal

Thane subió al estrado acompañado de un sinfín de murmullos y flashes apuñalándole por la espalda. Su rostro, pálido y cansado, se conjuntaba a la perfección con la nula elección de atuendo formal, presentándose con unos vaqueros oscuros y una camisa a cuadros azulados. El cabello, largo hasta los hombros, oscuro, lo lucía con poco aderezo y la sombra de barba de dos días le ensombrecía la quijada.

Era imposible negar la evidencia. Thane estaba cansado. Y lo estaba de cuerpo y alma.

Así lo delataba su profunda mirada violeta, ahora apagada, el decaimiento de sus anchos hombros y la recién delgadez que cincelaba su rostro.

Balrog aún no había podido mirarle directamente a la cara. Su entrada le había robado una respiración que le urgía más que nunca, y disimulaba su interno malestar entregándose al mareo de unos papeles que solo servían de atrezzo. Hypnos no podía estar más pálido y derrotado, aunque él sí observaba a Thane, y lo hacía con sus dorados ojos vestidos de furor contenido.

Los cuchicheos y expresiones de asombro seguían esparciéndose por toda la sala y Thane simplemente se dejaba estar, como si en realidad se hallara alejado de todos y todo. El ujier apenas dejó el vaso de agua cerca de él que lo apuró casi del tirón, conminado al joven a rellenárselo de nuevo. Hacía meses que su cuerpo físico no se resentía hasta llegar a esos niveles de extenuación, pero la realidad de los últimos días era abrumadora: muchas de las almas que no descansaban en paz se habían hincado como fieras en la piel de su propio espíritu y apenas le dejaban fuerzas para respirar.

─Thane no está bien. Nada bien, Saga... ─remarcó Kanon, observándolo con preocupación ─. Y hace días que no lo está...

─Ya lo sé, Kanon, pero no podemos ir demorando su comparecencia amparándonos en el «no está bien» ─susurró Saga, discreto ─. En algún momento debemos afrontar su testimonio.

─¿Y tiene que ser hoy? Mírale, hermano...si parece que esté a punto de desfallecer...

Saga respiró sonoramente, tratando de obviar la inquietud que embargaba a su gemelo, aunque no pudo evitar sucumbir al estremecimiento que le recorrió el espinazo cuando un conocido aroma se filtró por su nariz. En ese preciso instante Kanon se frotó la nuca con ansia, como si necesitara deshacerse de un roce inesperado, arrugando la nariz cuando un familiar olor osó golpearle el olfato.

─Saga...dime que justamente hoy se te ha dado por usar el perfume de papá...

Saga negó con la cabeza y miró a su hermano a través de una inesperada ráfaga de emoción.

─No. Jamás lo he usado. Yo también lo noto...

Entre los asistentes, Úrsula se entregó al instinto de cerrar los ojos y respirar con calma, saboreando una extraña sensación que también se filtraba a través de su nariz y recaía suave y reconfortante sobre sus hombros y Defteros...Defteros sencillamente padeció la necesidad de abandonar la sala y buscar amparo en la soledad de un pasillo amplio y desierto mientras su corazón trabajaba a mil por hora y una voz casi igual a la suya parecía susurrarle al oído.

Dohko dejó transcurrir un tiempo prudencial para que todo el barullo vivido en la sala fuera asentándose, y cuando se supo con un mínimo de silencio, dio el permiso a Saga para proceder.

─Buenos días, señor Sifakis ─dijo acercándose al médium, sintiéndose más acompañado y -

─Buenos días, señor Samaras ─Thane se vio obligado a carraspear para aclarar una voz que le surgió medio atorada.

─Si no le importa, me gustaría que nos ofreciera algunas pinceladas de cómo fue su infancia ─continuó Saga, hablando pausadamente para favorecer cierta relajación ─, porque deduzco que fue una parte de su vida que pasó junto a su hermano gemelo, el señor Hyppolitos, ¿es así?

─Cierto.

─¡Protesto! ─exclamó Balrog, quien sentía el corazón martilleándole el pecho y un incordiarte nudo amenazando su voz ─. Estamos aquí para demostrar la inocencia de mi cliente ante el cargo de homicidio que se le imputa, no para hacer viajes nostálgicos al pasado, su Señoría.

─¿Acaso tiene algún problema con viajar al pasado, señor Balrog? ─soltó Saga sin pensar, arrancando una risilla a su propio gemelo.

─¡Protesta denegada! ─dijo Dohko, lidiando con más de un frente a la vez ─¡Y usted, fiscal Samaras, rebaje revoluciones! ¡Respeto ante todo, por favor!

Saga estiró sus labios conformando una tenue sonrisa y se permitió pasear hacia la zona del jurado popular para exponer las razones que avalaban dicha mirada atrás en el tiempo.

─Señores del jurado...─dijo, deteniéndose ante todos ellos ─les adelanto que cuando sea el turno de réplica del señor Balrog, el letrado se esforzará en llevarnos de regreso al pasado más reciente para demostrar, por ejemplo, que la talla de los guantes usados en el asesinato de la joven Pandora calza a la perfección en la mano del señor Thane Sifakis, presumiblemente usará la discutida credibilidad de su don de médium para desacreditar su testimonio y se acogerá a toda la colección de pruebas que también pueden ubicarle en el lugar de un crimen que jamás cometió, protegiendo, a toda costa, el innegable pasado de su cliente. Pregúntense «por qué» tanto empeño mientras echamos la vista atrás y conocemos un poco el entorno y las circunstancias en la que dos personas excepcionales ─dicho esto se giró para pasear su vista sobre la prensa y demás asistentes ─, sí, como lo oyen, digo «excepcionales», crecieron y se transformaron en hombres con talentos y dones indiscutibles ─su cuerpo volteó de nuevo hacia el tribunal y se concentró en la figura de Thane ─así pues, ¿puede relatarnos de forma clara y concisa cómo fue su infancia, señor Sifakis?

Thane asintió con un escueto «sí». Balrog dejó el bolígrafo sobre la mesa y se llevó la mano hecha puño a cubrir sus labios mientras se recostaba en la silla y luchaba para fijar su vista sobre el ensombrecido rostro de Thane. A su lado, Hypnos comenzó a ser víctima de una respiración furiosa y pesada, anticipo de la rabia sorda que poco a poco le iría conquistando todas las células de su cuerpo ultrajado.

─Mi hermano y yo pasamos gran parte de nuestra infancia y adolescencia en un internado dirigido por una congregación de curas católicos ortodoxos. Nuestros padres ostentaban una cómoda posición económica y eligieron ese tipo de educación para nosotros ─expuso Thane, compartiendo con Saga una información desconocida hasta el momento.

─Prosiga, por favor...¿Cómo fue su experiencia?

Ahí Thane calló y desvió su mirada hacia unos dolorosos recuerdos que, en esos tempraneros años de su vida, ya comenzaron a dejarle estigma.

─Yo siempre fui un niño taciturno...─comenzó a explicarse─ no me gustaba estar rodeado de personas, ni jugar con los demás niños. Prefería la soledad a la compañía física. En ella me sentía irónicamente más acompañado, y a salvo.

─A salvo...¿de qué? ─inquirió Saga, que actuaba sin pauta ni guion ─ ¿Se sentía amenazado? Thane inspiró con la calma que da el agotamiento y soltó el aire con la misma cadencia.

─Era un chaval con un mundo interior muy desarrollado, y mi sensibilidad no gustaba a la congregación de religiosos. La consideraban «obra del diablo» y consiguieron que durante un tiempo yo también quisiera creerlo.

─Cuando dice «sensibilidad»...¿se refiere a su don? ¿a la capacidad innata que usted posee para recibir mensajes de esta dimensión paralela donde habitan las almas de las personas fallecidas?

─Sí, exacto.

─Protesto. Estamos hablando de cosas intangibles. No demostrables ─Lune ni siquiera alzó la voz. No podía hacerlo. Algo le estaba constriñendo por dentro. Algo ajeno a ese tiempo y lugar.

─Se acepta ─indicó Dohko ─.Señor Samaras, redirija el interrogatorio hacia ámbitos fehacientes.

─Su Señoría, no estoy tratando de probar la existencia de un don esotérico...─se excusó Saga, hablando también con los gestos de sus manos ─, únicamente trato de exponer un contexto de crecimiento humano y personal para obtener un mayor conocimiento de estos dos hombres, insisto, excepcionales.

─Prosiga ─bufó Dohko ─, pero aterrice pronto.

─Señor Thane Sifakis...¿le reprendían por albergar indicios de poseer dicho don espiritual?

─Sí.

─¿Con qué frecuencia?

─ Constantemente.

─¿Qué le hacían? ¿Qué castigos le aplicaban?

─Aislamiento...Encierro...Ayunos de días para aniquilar al demonio que según ellos residía en mi interior...─recordó Thane con dolor, dejando a la sala completamente muda y a Hypnos enrojecido de rabia.

Saga se empujó las gafas hacia el ceño y se aproximó un poco más hacia Thane, propiciando que con su cercanía se acabara de diluir la tensión que embargaba al médium.

─Señor Thane, a parte de los castigos que recibía para «corregir» lo que los religiosos consideraban una «obra del demonio» ─incidió, dejando bien patente la connotación negativa de dicha sentencia─ ¿realizaba algunas prácticas que le ayudaran a expandir su mundo interior sin necesidad de recibir castigos ni represalias?

─Teníamos talleres de pintura...─rememoró con dolor ─Hyppolitos ya daba muestras de poseer un talento indiscutible con el pincel, en cambio...todo lo que salía de mis manos lo consideraban oscuro, manchado de maldad...satánico. Recuerdo pintar rostros que veía alrededor mío, rostros de muchas edades distintas, rostros con expresiones de sufrimiento y tristeza...─a Thane se le aguaron los ojos, pero prosiguió conectando su emocionada mirada con la atención de Saga ─ Las pinturas que yo creaba las quemaban en rituales de purificación.

─¿Y con las creaciones de su hermano? ¿Qué hacían con ellas?

Thane sonrió con un atisbo de tristeza y nostalgia.

─Hyppolitos era un genio ─admitió, transparente ─. Recuerdo que cuando teníamos unos diez años de edad, a mi hermano le encomendaron el fresco que adornaría el altar de la iglesia del internado. Hizo un trabajo divino...Durante semanas vino gente de todos los pueblos aledaños para apreciar la obra de Hyppolitos, y ahí fue cuando uno de los curas que cuidaba de todos nosotros le bautizó por primera vez con el apodo de Hypnos, «el querubín cuyo arte hipnotiza»...

─El señor Hyppolitos entonces ya daba muestras de talento, entiendo... ─dijo Saga, dándole un respiro a Thane.

─Ya lo poseía. Era una realidad innegable. Como también lo era que esta característica distintiva a él le abrió muchas puertas que estaban vetadas o muy alejadas de los demás chicos con los que convivíamos.

─¿A qué se refiere?

─Pagas extras. Material para sus creaciones. Contratación de profesores que le ayudaron a expandir aún más su talento natural. Habitación para él solo. Comidas más exquisitas. Pequeños detalles que fueron alejándolo no ya de mí, sino del resto de muchachos que también residían ahí, fomentando el florecimiento de un carácter egoísta y consentido.

─¿Se podría afirmar que tuvo un trato elitista?

─Sin duda.

─¿Y está usted molesto por ello, señor Thane? ─inquirió Saga, tan sorprendido como todo el mundo al descubrir esa interesante porción de pasado.

─No. Por ello no, señor fiscal...Nunca estuve celoso de mi hermano, si se refiere a esto.

«Bastardo», masculló Hypnos para sí mismo, ardiendo en fiebre, rabia y dolor.

─¿Pero sí lo está por algún otro motivo que tenga relación con el crecimiento artístico y personal del señor Hyppolitos?

Thane tragó saliva. Nada hizo para evitar que las brumas de su mirara se condensaran hasta precipitarse por sus mejillas y puso voz fisurada a su dolor más enraizado.

─Solo hay dos motivos por los que estoy disgustado y dolido con la vida que me ha sido otorgada, señor fiscal, y son las pérdidas prematuras de las dos personas que más he amado en mi vida. Ofrecería mi don a quien lo codiciase a cambio de la vida de Pandora y su madre, Violet...Moriría por ellas si así sus almas dejasen de sufrir, pero no puedo...No puedo dejarlas solas...Ni a ellas ni a ninguna de las almas que me acompañan buscando voz...y este es un tormento que nadie puede comprender. Nadie, señor Samaras...Absolutamente nadie...

─Es un resentido...─masculló Hypnos, apretando los dientes hasta dolerle la quijada ─. Siempre lamentándose...siempre victimizándose...

Lune ni le miró.

Únicamente cerró los ojos e inspiró con fuerza para retener esas tortuosas ganas de llorar que le escalaban por la garganta. Su olfato estaba impregnado de un hiriente aroma a sangre y la retina de sus recuerdos se empeñaba en releer las palabras con las que Elsa se había despedido de él.

«Perdóname Lewis, y no llores por mí. Ahora soy libre y sonrío al vernos juntos y felices antes de partir"