Nota: No me gusta cómo estaba escrita la historia original, así que reescribí cada capítulo. Los iré subiendo a lo largo de los días, dejo los primeros tres mientras tanto. En verdad agradezco mucho a todas las personas que ya leían esto desde sus inicios, espero que los cambios les agraden.
Unreal
Más de uno se preguntó qué es lo que había en el camino de la derecha. Ese olor dulce que llenaba todos los sentidos y tentaba a girar en esa dirección, incitando a doblegar la lógica de la única regla que se les planteó al iniciar el examen: "síganme." No valía la pena poner en juego la posibilidad de seguir o no en la prueba por un mero impulso primario de curiosidad.
Ella lo sabía y sentía hasta repudio por quien sea el iluso que tome esa decisión; a sus ojos eran tan débiles y es por eso que le entretenía tanto la idea de verlos caer como moscas a la miel. La fascinaba el qué podría pasar por la cabeza de quienes tomarían ese camino y hasta tenía una morbosa curiosidad por ver su sufrimiento—fue por eso que no pudo reprimir su sonrisa al escuchar ese primer grito.
Tenía ganas de saber a quién se le ocurrió entrar, por ver cuál era ese punto débil que los torturaría hasta la muerte. Esos gritos le traían recuerdos de un pasado que aún no lograba cerrar, recuerdos de lo que podría haber sido una infancia cálida, pero que en lugar de eso se vieron reemplazados por mechones de cabello que se le caían en la ducha y uñas quebradizas que intentaban aferrarse a algún escape, por cetosis y moretones que salían al más leve roce. En vez de mejillas sonrosadas recordaba la arritmia y la bradicardia, en lugar de juegos inocentes sólo pensaba en las eternas matemáticas del día a día.
Cada quien tiene su debilidad, y ver cómo eso puede consumir a las personas hasta no dejar nada es algo que abarcó toda su vida. Pensaba que si se enfocaba –si incluso disfrutaba– del dolor de los demás podría olvidarse sobre cómo alguna vez lo hicieron con ella.
Una lástima que la intersección se encontrara ya tan lejos; y es que ella lo sabía a la perfección, no estaba dispuesta a gastar su energía como para regresas sólo para tener que correr de vuelta. No le quedaba más que esperar a la siguiente vez que alguien cediera a la presión mental y se pudiera escuchar otro dulce grito, dulce como el aroma de esas raíces traicioneras. Porque estaba segura de que no faltaba mucho antes de que alguien volviera a enloquecer.
Una pequeña sonrisa se escapó por la comisura de sus labios al momento en que escuchó un nuevo grito, un nombre siendo repetido por dos nuevas voces. Leorio, creyó escuchar. Una y otra vez con una preocupación que parecía genuina. Alguien había decidido dar media vuelta y volver por él en un acto cargado de valentía o ingenuidad.
No faltaría mucho para que otro cayera, eso era seguro.
…
Un segundo grito se manifestó, algo más doloroso que ella visualizaba como un espectáculo aún más divertido. Uno de los rescatadores ahora necesitaba ser rescatado. La ironía. El nombre de la segunda persona fue pronunciado, mas ella no logró distinguirlo puesto que fue dicho de una forma mucho más baja, con ese tono característico de la preocupación que conlleva el ver a alguien que te importa –a un amigo incluso– siendo consumido por alucinaciones justo frente a sus ojos. Ese sufrimiento y desesperación, ese dolor, en su mirada. Esas palabras sin sentido que probablemente deban de estar balbuceando. El verlos intentar luchar inútilmente contra una amenaza invisible.
Le hubiera gustado tanto el haber regresado para observar.
…
Entonces escuchó algo fuera de lo común, o al menos dentro de la anormalidad que ya implicaba ese examen.
Una explosión, estaba segura de que fue eso y de que probablemente muchos otros también lo hayan notado. Se preguntó si alguno de ellos había llegado a la conclusión de que volarse en pedazos a sí mismos era la solución más lógica en su desesperación. No lo esperaba, pero tampoco le sorprendía. Ya había visto en el pasado cosas equivalentes y sabía lo frágil que podía ser la mente humana. Cómo no saberlo, ella misma había estado en un lugar similar, por más que se lo intentara negar.
…
El silencio duró un par de instantes antes de que el lugar se estremeciera con fuerza, haciendo que todos –incluido el examinador– se detuvieran. Una luz emergió de las grietas que se acababan de formar en la pared antes de que esta fuera volada en pedazos, dando paso a cuatro personas que salieron casi con una compostura que no era acorde a la situación.
Debía admitir que le extrañaba que fueran cuatro, y es que eso implicaba que no todos fueron afectados por el aroma de las raíces— ¿Sabían que si respiraban por la boca las feromonas serían procesadas de manera distinta por sus cuerpos? ¿O era que carecían de un dolor tan grande como para atormentarlos? ¿Lo tenían aceptado? ¿Habían perdonado? O quizás era que se aferraban a algún tipo de esperanza, que no todo les parecía perdido. Le costaba entender a esas personas, jóvenes e ingenuas y no preparadas para lidiar con la vida, incluso siendo que la gran mayoría eran mayores que ella.
Pudo observar cómo uno de ellos se acercaba con la ira a flor de piel hasta el participante con el número dieciséis. Esa rabia y resentimiento sólo serían propios de una persona que estuvo al borde de la locura. He allí la primera mosca que cayó, estaba segura de eso.
"Detente, Leorio." Eran ese tipo de cosas que la hacían confirmar las palabras que le entregó su madre en algún punto sobre cómo las personas temperamentales guardan algo en su pasado que los arrastra a ser así. Y es que reconocía ese nombre, el primero en necesitar ayuda. En cierta forma le daba risa que se hubiera dejado engañar por Tompa, esperaba que alguien que se presenta al Examen del Cazador fuera un poco más ingenioso. "Siempre hay obstáculos en las pruebas."
Reconocía esa voz, fue la segunda persona en gritar, pero había algo que no le cuadraba. Esa tranquilidad y compostura incluso tras haber revivido su peor recuerdo de la forma quizás más atormentadoramente posible, sin dudar y pensando de una manera incluso aún más coherente que la mayoría de los presentes en ese lugar. A los ojos de ella parecía imposible.
Ese fue el momento en que ella se sintió consciente de su existencia, el momento en que una imagen quedó grabada en su mente. Veía a un chico más alto que ella, de cabello rubio, vistiendo ropas que parecían casi pertenecer a un clan o una tribu. Veía pendientes en sus orejas que pensaba que bien podrían haber tenido un significado y veía dedos despellejados como si quisieran contar una historia de dolor y un duro camino recorrido.
Lo vio y fue una imagen que no pudo dejar ir. Era alguien tan perfecto para ser destruido, y eso era algo que ella vio como la mejor oportunidad para matar el tiempo, para poner a prueba su apatía con el mundo y su desinterés por la vida humana. Una forma de poner a prueba todo lo que ella le había enseñado a lo largo de esos años.
Cuando retomaron el camino ella no pudo evitar que su vista vagara en dirección hacia ese par.
"Así que resultaste ser un mentiroso," lo escuchó decir como si hubiera descifrado a ese tal Leorio, aquel que había revelado tantas cosa de sí mismo con su quiebre mental. Estaba expuesto en más de un sentido y ella hubiera tomado la oportunidad para jugar un poco con él, sin embargo el rubio le hablaba de una forma muy distinta. No lo decía como una amenaza, no era una burla. "Espero que lo logres."
No, parecía realmente genuino. Y había veces en que le costaba concebir la idea de dos personas preocupándose mutuamente por la otra, parecía casi como una charada o algo falso
A medida que siguieron corriendo ella se quedó levemente más atrás, haciendo que le fuera un poco más difícil escuchar las palabras, aún así creyó distinguir algo que parecía casi trivial, pero que conllevaba una carga mucho más profunda: la confianza, el apoyo.
"No, me refería a doctor…" musitó con una media sonrisa, como si pretendiera ya conocerlo a pesar del poco tiempo que habían interactuado. Un algo que podría haberlos acercado a una conexión incluso más profunda según cómo se fueran dando las cosas.
La hubiera gustado decir que había algo en ese par que le llamaba la atención, pero en realidad era solo el menor de ella en quién no podía dejar de pensar, en él y su elegancia y compostura para afrontarse a la vida. Y es que sí, definitivamente había algo en ese muchacho que lo hacía tan interesante.
Fue así cómo llegó a la conclusión, el que observarlo un poco más de cerca sería… entretenido, al menos. Ya llevaba tiempo sin marcar a un objetivo fijo al que atormentar con calma, y esta era quizás la mejor posibilidad que se le pudo haber presentado por lo que quedaba de camino por recorrer y a lo largo del examen.
Eso fue lo que se repitió un par de veces hasta que se dio cuenta de que ya habían cruzado la salida de los túnel
