Una Celebración Amarga.

Después de todo el arreglo y la preparación, finalmente llegamos a la capital. Al llegar a la entrada, nos encontramos con los demás, quienes parecen estar coordinando algo con los caballeros. Es evidente que están planeando un desfile que conducirá hasta la plaza principal.

Nobles y ciudadanos por igual tendrán la oportunidad de contemplar la cabeza de la ballena.

Consulto el reloj y estimo que son alrededor de las seis de la tarde. Aquí, la luna ya se asoma en el cielo mientras el sol se retira.

En el momento en que llegamos, Frey nos solicita cambiar de carroza.

Ascendemos a un carruaje nuevo, lujosamente decorado con detalles dorados, pero esta vez está abierto al aire. La idea es que vayamos al frente, figurando como la pieza central. Frey también se unirá a nosotros, consciente de la importancia de centrar la atención en él.

Emilia parece un tanto nerviosa, mientras que Beatrice permanece en silencio, aparentemente despreocupada por lo que sucede a su alrededor. El escuadrón de artillería nos acompañará, marchando en el suelo junto con los caballeros que no resultaron heridos en la batalla.

Los heridos han sido enviados al campamento de Crusch, no... al campamento de Frey.

—Suban, esto será breve ya que tenemos muchas cosas que organizar, pero sin duda es un evento importante. —Frey dirige una sonrisa a Emilia—. Tú serás el centro de atención, dado que fuiste quien más contribuyó.

Emilia asiente, mostrando cierta incomodidad y nerviosismo. La carroza cuenta con sillas acolchadas, pero la idea es que permanezcamos de pie. Sin embargo, me doy cuenta de que la gente no verá a Emilia con buenos ojos.

El anuncio de las candidatas aún está fresco, y el rechazo hacia ella será considerable, sin importar lo que haga. Mi presencia seguramente propagará rumores, pero el odio a menudo carece de lógica.

—Emilia, tendrás que aguantar —susurro a su oído.

—Sí, lo sé, no te preocupes, Marco —responde con una sonrisa, apretando sus puños—. Haré todo lo posible por no decepcionarlos.

Aún no he recuperado mi maná.

Gracias al cristal, mi puerta mágica no está destrozada, pero usar maná sigue siendo doloroso. Tendré que descansar o recurrir a hechizos simples que no requieran mucho esfuerzo.

Utilizar el maná de Beatrice para apaciguar a la multitud sería imposible en este estado; eso dependerá por completo de Emilia. Aunque lo más sensato sería evitar recurrir a algo así.

Mientras avanzamos, veo cómo la gente se empieza a reunir.

Todos miran asombrados mientras la cabeza de la ballena sigue detrás de nosotros y nosotros mantenemos nuestra compostura. Las miradas se centran en la ballena, pero al vernos puedo percibir cierta incredulidad y hostilidad en sus ojos.

La multitud se abre para dejar paso y el camino se despeja mientras todos nos observan. De repente, un hombre exclama desde la multitud

—¡Vencieron a la ballena!

Varios aplausos se unen al grito, y aunque mantenemos nuestras posturas, puedo notar cómo la gente empieza a interactuar y a reaccionar. Miro a Frey, quien sonríe complacido.

Ahora entiendo su plan.

—¡La candidata Emilia derrotó a la ballena! —exclama un hombre semihumano, provocando que otros semihumanos se unan al coro.

Es un logro que no solo pertenece a los humanos. Los motivos de Frey para ayudarnos siguen siendo desconocidos para mí, pero ahora tengo claro lo que está sucediendo.

Frey ha movilizado a personas para iniciar una ola de reacciones.

Al estar en público, es común que la mayoría intente imitar lo que hacen otros, es un comportamiento de seguridad instintiva.

Aprovechar este efecto en diferentes puntos para generar reacciones en cadena.

—¡El señor Frey también está aquí! —exclama un niño.

Aplausos y gritos se elevan, pero las miradas de la multitud son variadas y confusas. Hay una emoción creciente por la victoria sobre la ballena, pero también se perciben sentimientos encontrados.

Frey saluda a todos mientras Emilia observa con asombro todo lo que está ocurriendo. Beatrice sigue absorta en su libro, ignorando a los demás.

Al llegar a la plaza, la gente comienza a aglomerarse. La carroza se detiene junto a una fuente de agua.

El espacio es amplio, claramente se trata de la plaza principal. La gente llega y se agrupa en diferentes sectores: semihumanos, por un lado, humanos por otro, y se puede ver a los más elegantes alejándose del resto.

La cabeza de la ballena queda junto a nosotros, ocupando mucho espacio con su inmensidad, lo que obliga a algunas personas a retroceder.

—Yo, Frey Karsten, anuncio que hoy la lucha contra la ballena blanca —Frey coloca su mano en el pecho—, en la que participamos el grupo de la candidata al trono Emilia y mi grupo, ¡ha concluido con la derrota de la ballena blanca!

—¡WOOOO!

Los aplausos y los gritos aumentan a medida que las expectativas crecen. Las mismas personas que habían iniciado los gritos previamente vuelven a hacerlo. Una ola de aplausos y vítores llena el aire.

—¡La persona que hizo esto posible fue la candidata Emilia! ¡Su fuerza, su coraje, fueron los que llevaron a cabo este logro! —exclama Frey, haciendo que todos dirijan miradas de incredulidad hacia Emilia.

Aunque no presencié la pelea, sé por lo que me contaron que Emilia fue quien hizo la mayor parte del trabajo. La ballena ya estaba casi derrotada cuando Wilhelm asestó el golpe final.

Sin embargo, Wilhelm no quiso aceptar la responsabilidad de ese golpe, agradeció a Emilia y admitió que ella, junto con la artillería, fueron quienes realmente dieron el golpe final.

Emilia da un paso al frente, enfrentando todas las miradas y los susurros. Sus manos tiemblan ligeramente, pero toma una profunda bocanada de aire y luego exhala.

—¡La ballena blanca ya no representará una amenaza para nadie! —Emilia se dirige a todos con determinación—. Con esto, todos podrán viajar sin temor a su presencia.

Las miradas de las personas se entrecruzan, algunos comienzan a hablar, mientras que otros dejan escapar risas. Los semihumanos parecen divididos, en silencio, pero aparentemente cohibidos de expresar sus opiniones.

Esta es la dura realidad para Emilia; su apariencia la perseguirá a donde quiera que vaya.

—¡A quién le importa cómo se ve! —grita alguien—. ¡Derrotó a la enorme ballena blanca!

Un comentario lanzado al aire desencadena una reacción en cadena entre los semihumanos. Comienzan a expresar palabras de apoyo que molestan a los humanos, quienes se mantienen renuentes a responder.

Frey ha previsto hasta este punto; en realidad, tenía planeado realizar algo similar, comenzando a difundir rumores pagando a personas para que compartieran información turbia sobre los altos mandos, con la intención de frenar su avance.

—¡Soy Emilia! —grita con determinación—. ¡Mi apariencia no es algo que haya elegido en mi vida! ¡Demostraré que soy digna de portar el trono!

Luego de las palabras de Emilia, su mirada se dirige hacia mí, instándome a hablar. Cuando estoy a punto de avanzar, Frey me detiene, sonríe y me pide que le permita decir algo.

—Gente de Lugunica, la persona que hizo posible toda esta estrategia, el individuo que ha trabajado incansablemente por un futuro mejor, aquel que surge como un nuevo héroe. —Frey me señala—. Aquel a quien el reino de Lugunica otorgó el título inicial de barón.

Mis ojos se abren de par en par ante sus palabras, Emilia me lanza una mirada mientras aprieto los puños. ¿Cómo pudo enterarse de esto? Jamás se lo revelé a Crusch, ni tomé acción alguna en esa dirección.

Entonces...

¿Por qué?

Mi estómago se revuelve mientras mi corazón comienza a palpitar con fuerza. Nunca había hablado sobre esto con nadie.

¿Cómo puede él saberlo?

—Aquel que se convirtió en el enemigo principal del culto de la bruja. —Frey continúa con una sonrisa, como si ya hubiera planeado esto—. El que derrotó al arzobispo de la Pereza, el creador de la ahora famosa máquina a vapor.

Las personas miran asombradas hacia mí. Me mantengo erguido, tratando de ocultar mi sorpresa y confusión. Beatrice toma mi mano y me mira fijamente.

—Mantén la calma de hecho. —Beatrice comienza a utilizar magia en mí.

Revelar mi estatus públicamente era algo que ya había planeado, pero no de esta manera. Frey ha dado un giro inesperado a la situación.

—¡Soy Marco Luz! —intervengo, mirando con determinación a todos y alzando mi rifle—. Mi señora es la candidata Emilia, todos mis logros le pertenecen y también le pertenecerán mis logros futuros.

Los humanos empiezan a sonreír levemente, mientras que los semihumanos muestran asombro.

—¡Revolucionaremos este mundo! —grito, esforzándome por transmitir mi mensaje—. Lo haremos un lugar próspero para todas las razas. Sin importar el estatus, la raza o la etnia, todos merecemos respeto. En Irlam, eso ya es posible, y sé que podemos lograrlo en otros lugares también.

Lleno mi garganta con maná.

—¡Soy Marco Luz! ¡Recuerden ese nombre!

Me retiro y los gritos y aplausos se intensifican, enfocándose en mí. Los humanos muestran su apoyo gritando mi nombre, mientras que los semihumanos apoyan a Emilia.

Unir a ambas facciones es posible, y aunque las cosas pueden volverse difíciles, no desaprovecharé esta oportunidad.

Observo a Frey con una mirada decidida. Tengo que ser cauteloso; la eliminación de Crusch podría haber alterado los diálogos. Si en algún momento dije algo incorrecto, si él cree que estoy inafectado, entenderá que todo está en marcha.

Pero también debo tener cuidado, ya que podría ser una trampa.

Si no digo nada, será igualmente sospechoso.

—No esperaba que lo dijeses de esa manera —le comento a Frey seriamente—, mencionar el título de esa forma fue sorprendente.

Al expresarlo de esta manera, me concentro en cómo utilizo mis palabras, tratando de mantenerme alerta y calculando cada movimiento.

Frey observa mi respuesta con interés, como si estuviera evaluando mi reacción. Su sonrisa parece más satisfecha ahora, como si hubiera logrado su objetivo. Sin embargo, sus palabras no indican que haya notado mi desconfianza o mis dudas.

—La ocasión ameritaba un reconocimiento adecuado —responde Frey con una expresión despreocupada—. Tu habilidad para mantener la atención de la gente es impresionante, Marco.

Asiento con seriedad, sin apartar mi mirada de él. Mi mente trabaja a toda velocidad, tratando de analizar cada palabra que dice y cada gesto que hace. No puedo subestimar su astucia ni su habilidad para manipular situaciones a su favor.

—Ahora, permíteme felicitarte personalmente. —Frey extiende su mano hacia mí—. Una vez más, hemos demostrado que nuestra alianza es formidable y capaz de lograr grandes cosas

Tomo su mano en un apretón firme, tratando de mantener una expresión neutral mientras sopeso mis próximos movimientos.

—Gracias, Frey. Tu apoyo ha sido crucial en esta victoria —respondo de manera cortés pero cautelosa.

Mientras mantengo la conversación con Frey, sigo atento a cualquier indicio de sus intenciones reales. No puedo bajar la guardia ni permitir que sus palabras nublen mi juicio.

—El señor Marco no se encuentra en las mejores condiciones —afirma Félix, mientras me observa con curiosidad. Emilia y yo nos inclinamos en señal de respeto.

—Lamentamos la situación, pero debemos descansar. En Irlam nos esperan personas que requieren nuestra atención. —Al levantarnos, noto que los caballeros parecen un tanto abatidos.

Fue mi promesa la que está en juego, mi palabra deberá contar, pero en este momento estar con Frey es algo peligroso.

Dar una expectativa a un nuevo futuro parece ser la respuesta.

—Sin embargo, no se preocupen, celebren y cuando deseen visitar Irlam, serán recibidos con los brazos abiertos. Allí podrán hacer negocios, comprar una vivienda o lo que deseen.

Ellos asienten y empiezan a comentar que verificarán si lo que he dicho es cierto, lo que crea un ambiente ameno.

—Sobre el cuerno... —comienza Frey mientras se pone de pie—. Pueden llevárselo ya, el carruaje está preparado. Solo falta cortarlo.

Frey sale de la habitación y se dirige hacia la cabeza de la ballena.

—Aunque es una tarea difícil, ahora que su maná está desapareciendo...

El carruaje se coloca detrás del cuerno, un vehículo robusto y resistente.

Frey desenvaina su espada, lo cual me toma por sorpresa. Levanta su arma con fuerza y realiza un corte horizontal que provoca un sonido similar al del viento siendo partido. Su espada se mueve como un látigo a lo largo del cuerno.

El corte es tan limpio que parece cortar la mantequilla, y el cuerno se desprende, cayendo en el interior del carruaje.

Todos los presentes observan con asombro lo sucedido. Miro con seriedad la escena, impresionado por la habilidad de Frey para cortar el cuerno sin ninguna dificultad.

Su grosor y dureza no son cosas comunes, ya que incluso ha resistido impactos de cañones, algo que el acero normal no habría logrado.

El cuerno es depositado en la carroza por dos dragones de tierra que lo transportan con facilidad. Aunque aún no tengo claro qué tipo de estatua crear, sé que tendré que pensarlo con detenimiento más adelante.

Con todos los preparativos listos, nos encaminamos hacia la capital. Crusch optó por esperar en nuestro carruaje en las afueras de la ciudad, por lo que ha estado sola durante todo este tiempo.

Sin mayores contratiempos, emprendemos el viaje, anhelando el merecido descanso y la anticipación de presenciar el amanecer de un nuevo día.