- Te mataré si se dio cuenta - le lanzó una mirada fatal, mientras servía el café en su taza.
- Pero lo disfrutaste - guiñó su ojo - De hecho... tal vez haya tiempo para uno más...
- Ni lo sueñes - lo apuntó con el dedo - Lo último que deseo, es que lleguen y nos encuentren.
- ¿Qué pasa pequeña? - dejó su taza sobre la mesada, acercándose - ¿Ya no me deseas?
- No digas tonterías - suspiró, dándole la espalda - Sólo... no quiero más inconvenientes.
- ¿Me estas diciendo inconveniente - se posicionó detrás de ella, besando su cuello.
- Tonto - sonrió, acariciando su cabello.
Volteó, besándolo mientras sus brazos rodeaban su cuello y él la tomaba por la cintura.
- Lo siento - murmuró, apoyando su nariz sobre la de él - Lo siento si no te respondo de buena manera.
- No te preocupes - sonrió, volviendo a besarla - Estamos pasando por una situación demasiado estresante... no sería extraño si tenemos discusiones.
- Lo se, pero... espero que podamos mantenernos juntos.
Frunció el ceño ante su comentario.
- ¿Qué quieres decir?
- Bueno... a veces, cuando me molesto, puedo ser... un poco intensa - sonrió, avergonzada - Y... no quisiera... que te canses de mi.
- ¿Estas escuchando lo que dices? - la tomó de la barbilla, provocando que lo mirara - Kag, te amo, ¿por qué me cansaría de ti?
- No lo se... supongo, que no quiero que todo esto pueda separarnos...
- Oye - la abrazo - Tranquila... no me apartaré de ti, no importa todo lo que pueda suceder.
- Gracias - sonrió, cerrando sus ojos.
El portero del departamento sonó, provocando que él soltara un bufido.
- ¿Son ellos? - preguntó ella.
- Seguramente - caminó hacía la entrada, abriendo la puerta - Oye, ¿Qué hacen aquí?
- Buen día coqueto - sonrió - Espero que no hayamos llegado en un mal momento.
- ¿Sango? - sonrió al verlos ingresar.
- ¡Kag! - corrió a abrazarla - ¿Cómo has estado?
- Ya te extrañaba - sonrió, cerrando sus ojos - ¿Por qué no me habías escrito?
- Oye tú también podías hablar...
- Lo se, lo siento... ¿quieren un café?
- No se preocupe. señorita Kagome - sonrió, sentándose en el sofá.
- Oh, yo te ayudaré - intervino la castaña.
Los jóvenes se posicionaron en el asiento, mientras las chicas comenzaban a preparar las bebidas.
- ¿Qué hacen juntos? - murmuró Kagome.
- Bueno... es una larga historia - respondió en el mismo tono.
El sonido del timbre lo sorprendió, después de todo, no esperaba visitas, mucho menos luego del día que había tenido, en donde no quería ver a nadie. Abrió la puerta, sorprendiéndose gratamente.
- Sango - sonrió - ¿Qué haces aquí?
- Bueno... yo... - titubeó.
Yo no podía aguantar las ganas de verlo.
- Yo... quería...
- Pasa - se hizo un lado - No es necesario que me des tantas explicaciones, estoy feliz de que estés aquí.
- ¿De verdad? - se sonrojó.
- Por supuesto, ¿quieres algo de cenar? - se dirigió a la cocina.
- De acuerdo... la verdad es que tengo hambre.
- Genial - abrió la heladera - Tengo pescado, ¿te agrada?
- Si...
- Bien, pescado con verduras al vapor será - volteó, cerrando sus ojos sin dejar de sonreír.
- Joven Miroku...
Él abrió sus ojos ampliamente al sentir como los brazos de la joven lo rodeaban, al mismo tiempo en que escondía su rostro en su pecho.
- ¿Estas bien? - correspondió su abrazo.
- Perdón, pero... tenía muchas ganas de verlo.
- ¿Fuiste a su casa? - la miró, sorprendida, mientras servían la bebida.
- Si... ay no se, no pude aguantarme.
Voltearon, caminando en dirección de los jóvenes, en donde la castaña le extendió su taza.
- Muchas gracias - compartieron una pequeña mirada.
- Ya... - murmuró, al sentir el leve empujón de su amiga debido a aquel gesto.
- Bien, entonces, te encuentras mejor - bebió un sorbo - Chicas, esto esta delicioso.
- Gracias joven Miroku, de hecho, Sango se lo preparó.
- Bueno, eso explica todo - guiñó su ojo.
- Feh... ustedes me dan asco - se quejó el peliplata.
- Oye, yo he tenido que soportar tu cara y actitud de imbécil cuando estas cerca de la señorita Kagome, creo que ahora es mi momento.
- ¡¿Qué dijiste?! - se sonrojó.
- Tranquilo, Inuyasha... respondiendo a su pregunta, si, por suerte está mejor.
- Lo que no comprendo - pronunció la castaña - Es ¿por qué estás tan tranquilo Inuyasha? es decir, yo estaría desesperada en la policía, tratando de que encerraran a esa loca.
- Es inútil, Sango, ellos no llegarían a ningún lado... mucho menos si ella está vinculada con Bankotsu.
- Es el socio de tu hermano, ¿verdad? - él asintió.
- Insisto Inuyasha... deberías considerar el realizar la denuncia, al menos para tratar de que no vuelva a acercarse.
- No es necesario, chicos - pronunció Kagome - Él tiene sus motivos para no hacerlo... debemos respetar eso.
Sobre todo ahora que no sabemos que va a suceder con Yura luego de todo lo que nos dijo...
- De acuerdo - suspiró - Supongo que es momento de cambiar de tema y preguntarte a ti, mi querido cabecita blanca, ¿Cómo vas con la tesis?
- ¿Otra vez con eso? ¿Es que acaso soy el único al que le deben preguntar cosas?
- No, de hecho, estoy en la misma situación que tú, pero... tengo la ligera sensación, de que tú estas un poco atrasado.
- Para su información, Totosai ya tiene mi avance, cuando regresemos a clases me dará las correcciones.
- Te felicito por eso - sonrió su amigo, alterando su cuero cabelludo.
- ¡Keh! No me toques.
- ¿Es mi imaginación o está un poco más alterado de lo normal? - le murmuró a su amiga.
Bueno... es posible, hasta hace un momento se veía tranquilo, de hecho, yo era quién estaba alterada... al parecer, el tema de la universidad es algo molesto para Inuyasha.
- Está pasando por demasiadas cosas - respondió en el mismo tono - ¿Qué hay de usted, joven Miroku? - desvió el tema - ¿Sobre que trata su tesis?
- Bueno... mi tesis esta orientada a la gimnasia para aquellas personas que desean potenciar su estado físico de manera exuberante.
- Vaya... sorprendente - sonrió.
- Si, lo es, aunque es más complejo de lo que parece.
- ¿Crees que seremos capaces de lidiar con esto, Kagome?
- Eso espero, Sango - rio, colocando su mano sobre su nuca.
- Si mis cálculos no fallan, ustedes tendrían que presentar su tesis...
- Ella el año que viene - intervino Kagome - Yo, en dos años... mi carrera dura un poco más.
Antes de que pudiesen seguir hablando, el portero sonó nuevamente.
- Ellos deben ser mis padres - el peliplata se puso de pie, dirigiéndose hacía la puerta - Con un demonio, ¿Qué haces aquí? - sonrió, sorprendido.
- Sólo vine a asegurarme de que tu estúpido corazón siga funcionando.
- ¿Vas a entrar o seguirás hablando estupideces? - se hizo un lado.
Sesshomaru ingresó, encontrando su mirada con la de Kagome, quién sonrió de inmediato.
- ¡Hola! - lo saludó con entusiasmo.
- Buenos días - respondió, pasando sus ojos por los demás.
- Sesshomaru - pronunció Miroku, poniéndose de pie y estrechando su mano - Ella es Sango, mi mu... bueno, mi...
- Soy su amiga - sonrió la castaña, estirando su mano.
- Te compadezco - le devolvió la sonrisa, tomando su mano mientras ella se sonrojaba - Sobre todo teniendo en cuenta que él es amigo de mi hermano.
- Oye... sigo presente, ¿sabes?
- Por supuesto que lo se, tu desagradable aroma me lo recuerda a cada segundo.
- De acuerdo imbécil, no deseo irritarme tan temprano, por lo que te pido que me digas a lo que viniste.
- Vine a decirles a ti y a Kagome... que los estaré esperando esta noche en mi casa, tengo que hablar con ustedes - pasó su seria mirada por ellos.
- ¿Seguro que sólo viniste para esto? - entrecerró sus ojos.
- ¿Crees que malgastaría mi tiempo en venir sólo para gastar mi aire contigo? Tengo asuntos pendientes en esta zona.
Volteó, dirigiéndose hacia la puerta, en donde se detuvo y giró.
- Que tengan un buen día.
- Gracias - murmuraron al unísono, salvo por su hermano, quién se quedó observándolo.
Él no tiene nada que hacer por aquí... él vino a hablarnos, sin embargo, no contó con la presencia de Sango y Miroku.
- Bueno, por lo menos parece simpático - bromeó Sango, tomando la taza de su compañero y llevándola hacia el lava platos.
- Así es - él suspiró - De acuerdo, preciosa... - extendió su mano - Es momento de que nos retiremos, ¿te parece?
- Me parece bien - la tomó, mirando a su amiga - Te hablaré... necesito que nos reunamos lo más pronto posible.
- De acuerdo - sonrió.
- Al parecer, las jovencitas tienen mucho de que hablar, ¿cierto Inuyasha?
- Sólo espero que no sea sobre nuestros defectos - se burló.
- Pues, seguramente - intervino la castaña - Ustedes están llenos de ellos - se acercaron a la puerta - Nos hablamos luego, Kag.
- Cuídense chicos - les sonrió, cerrando la puerta.
Volteó, observando al peliplata, quién poseía un serio semblante.
- ¿Te encuentras bien?
- Sesshomaru vino a halar con nosotros - se acercó al sillón, sentándose - Algo importante debe querer decirnos.
- ¿Tú crees? - tomó su móvil, observando la hora.
- Él mismo lo dijo... jamás perdería su tiempo cuando podría hablar conmigo por teléfono.
- Tienes razón - suspiró - Bueno, sería una buena oportunidad para hablar sobre lo que sucedió con Yura y Bankotsu.
- Tal vez - murmuró.
Un pequeño silencio invadió el ambiente.
- Bien, yo regresaré a casa... Kikyo irá hoy por la tarde.
- ¿Quieres que te acompañe?
- No es necesario - sonrió - Supongo que... será algo bastante complejo para ella, lo mejor será que sólo seamos el abuelo y yo.
- Comprendo... llámame cuando hayas finalizado.
- De acuerdo... dejaré mi bolso aquí, si no te molesta.
- Para nada - sonrió, mientras ella se sentaba a su lado, besándolo.
- ¿Por qué no aprovechas y continuas con tu tesis? Al menos hasta que tus padres lleguen...
- ¿Otra vez con esa tontería? - suspiró, desviando la mirada.
- Inuyasha... sólo quedan un par de meses para que termine el año... tú estas a un paso...
- Ya lo se - la interrumpió, en un tono serio - No es necesario que me lo recuerden cada cinco minutos.
- Oye, jamás te hablo de esto - se alejó cruzando sus brazos - De hecho, nadie lo hace porque siempre te pones de esta manera.
- ¡Porque me fastidian! - gritó.
- ¡¿Crees que te lo decimos con esa intención?! ¡Si te lo recalcamos es porque nos importas, Inuyasha!
- ¡Nadie se los pidió!
- ¿Ah no? - frunció el entrecejo - ¡Bien! Haz lo que quieras... actúas como un niño malcriado.
- Tampoco estas obligada a quedarte más tiempo aquí, soportando a un niño malcriado...
- Me estoy por ir, gracias por recordármelo - caminó hacia la puerta - De cualquier manera, no quiero hablar contigo si estarás así.
Lo siguiente que se oyó, fue el portazo, seguido de un sonoro suspiro por parte de él.
- Maldición - se quejó, poniéndose de pie.
Caminó hacia la puerta, deteniéndose al frente de ella, meditando si era una buena idea seguirla.
Soy un idiota... este maldito tema me tiene los pelos de punta, pero ni ella ni los demás tienen la culpa... es un tontería disgustarse por algo como esto, sobre todo en este momento.
Abrió la puerta, en dirección del ascensor, el cual, para su desgracia, tenía sus puertas abiertas.
- Mierda - ingresó, tocando rápidamente el botón.
Al llegar a la planta baja, corrió hacia la puerta de entrada, mirando a ambos lados, sin encontrar rastros de la joven. Suspiró, pasando la mano por su cabello, al mismo tiempo en que regresaba sobre sus pasos. Ascendió, ingresando a su departamento, en donde tomó su móvil.
Lo siento, Kag. Espero que podamos hablar de esto más tarde... mucha suerte con Kikyo... esperaré tu llamado.
Envió el mensaje, sentándose en el sillón, en el mismo momento en el que el portero de su departamento volvía a sonar.
Extra: Verte
- Perdón, pero tenía muchas ganas de verlo - cerró sus ojos, completamente avergonzada.
- Sango - sonrió, acariciando su espalda - Tranquila... no tienes que estar nerviosa.
- Yo... no quiero que usted lo malinterprete, pero...
- Oye - se alejó, colocando su mano sobre su mejilla - Yo también quería verte...
- Joven Miroku...
Su puso de puntillas, alcanzo sus labios, para sorpresa del joven. Comenzó a besarlo de manera desesperada, casi como si quisiera transmitirle aquello que sus palabras no podían.
- San... Sango... - suspiró, luchando con el deseo interno que había comenzado a emerger.
- Shhh, no diga nada - mordió su labio inferior, pegándose más a su cuerpo.
La elevó, tomándola por las caderas, al mismo tiempo en que caminaba hacia el sofá, en donde se sentó. Sus labios se dirigieron a su cuello, mientras ella arqueaba su espalda y él la acariciaba.
- Sango - gruñó contra su piel - Debemos parar...
A modo de respuesta, la castaña comenzó a moverse, rozando su entrada contra la dureza del joven, arrancándole un suspiro.
- Lo deseo - susurró contra su oído.
- Sango... - apretó el agarre contra su cadera.
Perdóname.
La elevó, dejándola sobre el sofá, mientras se ponía de pie, alejándose hacia la cocina, en donde apoyó sus manos sobre la mesada, tratando de calmar su deseo. Los ojos de Sango se llenaron de lágrimas, equiparando la vergüenza que sentía en ese momento.
Un incómodo silencio perduró unos minutos, hasta que ella se puso de pie.
- Espero que me perdone - caminó hacia la puerta.
- ¡Espera! - volteó - Por favor, no te vayas...
- ¿Por qué? - sostuvo la manija - ¿Para que quiere que me quede? ¿Para que me siga tratando como si fuera sólo una amiga?
- ¿Crees que te trato de esa manera? - se mostró confundido.
- Siempre me escribe y pocas veces dice que quiere verme... he visto la manera en la que observa a otras mujeres y no se asemeja en nada a como me mira a mi - apretó el agarre sobre la manija de la puerta - Dice que me quiere... pero no me lo demuestra y... al parecer, hay algo que le impide tener intimidad conmigo, aún cuando es obvio que yo si quiero... y sé que no es una persona que le tema al sexo.
- Sango... - suspiró.
- ¡No! - las lágrimas comenzaron a brotar - Quiero que sea claro conmigo... dígame de una vez que es lo que quiere... ¿por qué no me ve como a las demás?
- Porque no eres como las demás, Sango... y, en el fondo, lo sabes.
- No, no lo sé... usted ha dicho mucho, pero...
- Lo sé, soy un idiota por no animarme a ir más allá y creo haberte dicho que es por temor a no ser bueno para ti.
- Entonces déjeme que me vaya... si realmente cree que no será bueno para mi, entonces aléjese y déjeme en paz - su voz profesaba una especie de dolor que, al parecer, llevaba mucho tiempo atravesado en su garganta.
- Te quiero, Sango - se acercó, tomándola de las manos - Y... la razón por la que te invité a cenar a la tarde... era porque quería pedirte ir más allá.
- ¿He? - se sorprendió.
- Quería decirte... que estoy dispuesto a pedirte que seas mi pareja, en algún momento.
- ¿En algún momento?
- Siento... que debemos pasar más tiempo juntos y ver si estamos listos para dar el siguiente paso.
- ¿Realmente es algo tan complejo para usted?
- Debo parecer un idiota - sonrió - Pero si, es un compromiso bastante serio para mi... el comprometer mi corazón, realmente es valioso.
- Comprendo... yo, lo siento si lo presiono.
- No, Sango - la abrazó - Lo lamento yo, por dejar que las inseguridades sigan invadiendo tu mente - hizo una pausa - Y... quiero que sepas que, deseo con locura estar entre tus piernas en este momento - ella se sonrojó aún más - Pero... quiero que sea especial.
- Muero de la vergüenza - respondió ella - No pensé... que llegaría a tanto.
- Mi vida - susurró contra su oído - Eres mi pequeña hermosa, no dudes de eso.
- Joven Miroku... - sonrió, apoyando su mentón en su hombro.
- Tal vez no hagamos nada esta noche, pero... ¿quieres dormir conmigo?
- ¿De verdad? - sus miradas volvieron a encontrarse.
- Por supuesto... no hay nada que desee más, que estar a tu lado toda la noche.
La besó, abrazándola nuevamente, diciéndole todo aquello que su interior sentía y que, aún batallaba por salir.
Extra: Miedo
- Asique... decidiste retirarte - sonrió, poniéndose de pie y acercándose a ella.
- Así es... puedo devolverte el dinero que me diste, sólo quiero que me dejes ir.
- Yura - acarició su mejilla - ¿Por qué tomaste esta decisión?
- Porque ya es demasiado para mi - desvió su mirada - Y no te seré de ayuda.
No me interesas tú... sólo quiero marcharme de aquí cuanto antes.
- Comprendo... es una verdadera lástima... pensé que me serías de más utilidad, pero... al parecer tienes razón - volteó, regresando a su lugar - De acuerdo, te irás.
- ¿De verdad? - la ilusión se reflejó en sus ojos.
- Si - volvió a mirarla - Adiós... - sacó el arma de su saco, disparándole directo a su pecho.
- Mal...maldito - gruñó al sentir el frio metal atravesar su cuerpo, al mismo tiempo en que caía de rodillas.
- ¿No querías marcharte? - se acercó, arrodillándose frente a ella - Bueno... te irás para siempre, hermosa.
- ¡Bankotsu! - se sentó en la cama, tratando de regular su respiración, mientras su corazón amenazaba con detenerse.
- ¡Yura! - Abi ingresó a la habitación - ¿Estas bien? - se sentó a su lado - Tu grito se escuchó desde la cocina.
- Lo... lo lamento - pasó su mano por su frente - Tuve... tuve una pesadilla...
O una premonición.
- Tranquila - la abrazó - Estas conmigo... nada malo pasó.
- Lo se... nada malo, sucedió, aún...
- Oye, no pienses en nada... sólo... relaja tu mente y ven a desayunar, ¿si?
- Si - se alejó - Puedes irte, iré en un segundo.
- ¿Segura? - se puso de pie, mientras ella asentía.
Su hermana salió de su habitación, mientras ella comenzaba a llorar, pensando las mil maneras en las que podía morir en manos de la misma persona con la que había aceptado trabajar.
