¡Hola! Después de unas merecidas vacaciones vuelvo con la primera actualización de este 2024 :D. Como siempre muchas gracias por el apoyo y ojalá que les guste esta lectura. ¡Saludos gigantes!


Vocabulario:

Ambages: Rodeos de palabras o circunloquios. Ejemplo: «se lo dijo sin ambages».

Ojizarco: Que tiene los ojos azules.

Amical: Amistoso.

Testarazo: Cabezazo.

Coprófago: Que ingiere excrementos.

Socarrar: Quemar o tostar ligera y superficialmente algo.


En cuanto Sakura ingresó al templo como una de las invitadas al matrimonio, Naruto, ya sin la compañía de su pelirrosa amiga, esperó la inminente llegada de Kiba Inuzuka. Sus ojos lo buscaron de forma ávida y, tras unos minutos deambulando entre la multitud reinante, logró divisarlo en los inicios de la avenida.

Se saludaron levantando la mano por encima del montón de cabezas. Como acto siguiente caminaron el uno hacia el otro superando el obstáculo que suponía cada persona. «Con permiso» se repitió de sus bocas una y otra vez hasta que por fin lograron reunirse.

Veo que al final viniste, Kiba —dijo apenas lo tuvo a su lado, a la vez que ambos se apartaban del gentío yendo hacia la calle aledaña que estaba más allá—. Yo sabía que lo harías.

Tenía que venir sí o sí. Ya he tomado una resolución.

Ambos detuvieron sus pasos cuando estuvieron seguros de que nadie más los escucharía. De todos modos no era necesario ser tan precavidos ya que ni los perros callejeros estaban interesados en ellos. Toda la atención se la llevaba la realización de la boda.

¿Cuál acción tomarás? —interrogó el de ojos azules anhelando una pronta respuesta.

El amigo de Akamaru estuvo ausente durante la llegada de los novios, pues hasta el último minuto no tuvo claro qué hacer. La disyuntiva era tan difícil que ni siquiera ahora sabía si elegiría lo correcto.

Pero bueno, amigo, no me dejes con los nervios erizados —presionó el rubio al sentir que el peso de las ansias se ensanchaba más de la cuenta—. ¿Quieres interrumpir el matrimonio de Hinata? ¿Quieres que yo lo haga por ti?

¿Sabes? Shikamaru me dio un consejo para resolver casos tan complejos como estos.

¿Cuál consejo?

Me dijo que cuando tuviera dudas imposibles de resolver, lanzara una moneda con cada cara representando una opción. Entonces, mientras estuviera en el aire, desearía a un lado más que el otro. Esa era la opción que más deseaba mi corazón...

Recuerdo ese consejo porque a mí también me lo dio —comentó Naruto mientras su mente traía de regreso la imagen de su mejor amigo. Por inercia un cariz melancólico surgió en su rostro—. Y también me dijo que si seguías sintiendo dudas, o te sentías decepcionado aunque cayera la cara de la moneda que tú ansiabas, entonces significaba que no era la decisión correcta. «No siempre lo que desea el corazón es lo acertado» era uno de sus lemas...

Lo sé porque puse a prueba su consejo hace poco: lancé la moneda y mientras estaba en el aire lo único que deseaba era que cayese la cara que significaba impedir el matrimonio de Hinata. Yo ya estaba ansioso, pero, para colmo de males, a la moneda justo se le ocurrió ponerse a girar sobre sí misma apenas chocó contra el suelo. Rogué con el alma que me diera el lado que significaba ir contra Uchiha, pero cuando eso sucedió no sentí ninguna felicidad. Ninguna —iteró por lo bajo.

¿Eso quiere decir...? —dijo Naruto esperando a que Kiba le diera su respuesta de una forma más explícita.

El amante de los perros suspiró y apretó el puño a fin de liberar su horrenda frustración.

No intervendré en el destino de Hinata. Si casarse es lo que ella quiere respetaré su decisión aunque me duela como el infierno. De hecho, he venido a felicitarla en honor a nuestra larga amistad.

Uzumaki dio un rápido asentimiento, aunque no parecía conforme. Una línea recta se mantenía en sus labios.

¿Y tú qué decidiste? —Esta vez fue el turno de Kiba para indagar—. Si quieres impedir el matrimonio yo te apoyaré pase lo que pase.

El aludido desvió su mirada hacia el templo, imaginando que su desgreñado archienemigo seguía en la entrada. Su mente, avivándose aún más, le dio rienda suelta a imágenes de un duelo a muerte produciéndose justo allí, uno en que su espada terminaba clavándose en el negro corazón del último Uchiha.

Qué bonito sería cumplir ese deseo. En serio, qué bonito sería...

Tengo unas ganas tremendas de matar a Sasuke —inició su respuesta—, quiero eso más que cualquier otra cosa en este mundo... Pero al que yo deseo matar es al Sasuke demonio, al diablo que tanto hizo sufrir a nuestros camaradas, al malnacido que aniquiló nuestra patria... Y pienso que ahí está el gran problema de todo: Hinata mató a ese Sasuke antes que yo...

¿Hinata mató a ese Sasuke? ¿Quieres decir...?

Tú no estabas aquí, Kiba, pero yo vi la llegada de ambos; vi como se miraban el uno al otro, vi como de enamorados están, vi la gran complicidad que hay entre ellos... —contó bajando la cabeza de forma apesadumbrada. Dio un suspiro para recobrar las fuerzas que le ayudasen a levantarla de nuevo—. Aunque me moleste y me hiera el alma, Sasuke no es el mismo de antes. Ya no tiene sentido quitarle la vida... Ya no.

Kiba sintió la misma sensación que cuando se escucha un trueno cayendo por sorpresa y muy cerca de uno. Al regresar desde los escalofríos mentales y corporales, pudo notar en los ojos azules cuánto dolor le produjo lo recién dicho. Evidentemente tampoco era fácil para su amigo de pelo amarillo, pues él era quien más deseaba eliminar a ese demonio con sus propias manos.

Aun así...

¿Y tu promesa? Desde que eras un mocoso siempre presumiste de cumplir tu palabra hasta el final.

Pues parece que por primera y última vez no podré refrendar lo juramentado —lamentó a ojos cerrados y con una mueca de decepción contra sí mismo—. Tú me contaste que Hinata tampoco le cumplió una promesa a Hanabi, ¿verdad? —preguntó necesitando explicar su postura a través de ese acto. Así Kiba lo entendería mejor.

Así fue. Siguió con Sasuke a pesar de que juró abandonarlo. Dijo que el amor era más importante que cumplir una promesa equivocada.

Pues ahora creo que tiene razón. Últimamente he pensado que no vale la pena honrar una promesa si ésta te ata a realizar un perjuicio que ya no tiene sentido. Y ahora mismo existe un motivo muy valioso que me impide tomar acción: la felicidad de Hinata.

Kiba hizo una mueca que, de alguna forma rara, mezcló aceptación y frustración al mismo tiempo.

Comprendo. No seré yo el que te criticará por romper tu promesa si lo haces por una razón tan válida. Sé que también es una decisión muy difícil para ti y por eso tienes todo mi apoyo. Mi respeto total hacia ti no cambiará por esto.

Gracias, amigo, me alegra ver que entiendes y aceptas mi resolución —sonrió por ello—. En cualquier caso eso no significa que el Uchiha se libre de mi castigo, ya encontraré alguna forma de hacerlo pagar sin necesidad de matarlo. Por ejemplo podría volver a partirle su madre más veces y botarle todos los dientes hasta que no pueda comer nada sólido. Y si no puedo tirarle los dientes por lo menos lo dejaré deforme.

El que tenía los colmillos un poco más pronunciados de lo normal, sonrió.

Lo malo es que él también te dejará deforme a ti y en el fondo saldrás perdiendo porque tú ya eres feo de nacimiento. Él te dejará más espantoso todavía.

Ja, ja, ja —contestó con una lenta y sarcástica risa—. Qué gracioso eres, Kiba.

Ya me conoces.

¿Te irás ahora o te quedarás para el baile nupcial que habrá en la avenida?

Me quedaré. Y cuando Hinata salga del templo la felicitaré como se merece mi mejor amiga.

Naruto asintió a la vez que ambos se extendían la mano en señal de respeto mutuo. No caer en las redes del odio y la venganza era muy difícil, pero ambos lo habían logrado y eso era digno de admiración.

Poco después volvieron a la zona del gentío y se perdieron mirando los habilidosos malabares que hacían los juglares, pero, por esos azares de la vida, Kiba dirigió su mirada hacia la fila de personas que estaba en la otra acera y entonces sus ojos se ensancharon al reconocer a alguien que, esquivando a la multitud lo mejor posible, avanzaba más o menos rápido.

Espera un momento... —dijo Inuzuka de repente, hablando consigo mismo más que con su rubio acompañante—. Esa niña que está más allá y que intenta moverse entre el gentío se parece muchísimo a Hanabi...

¿A Hanabi? —repitió en un murmullo atónito—. Debes estar confundido. Tú mismo dijiste que se marchó lejos junto a su padre, ¿no?

¿Confundido, dices? Tras pasar tanto tiempo viajando con ella podría reconocerla entre un sinfín de castañas semejantes. ¡Definitivamente es Hanabi! —dijo indicando la dirección en donde se vislumbraba a la chiquilla.

Naruto nada demoró en enviar su mirada hacia aquel sector, escrutando con la avidez propia de un vigía. Él no conocía tanto a Hanabi como para reconocerla bajo cualquier circunstancia, menos tomando en cuenta que el humilde vestido que veía en esa chica era impropio de alguien de su clase, pero ahora mismo no dudaría en apostar su espada a que se trataba de la menor de las Hyuga. Los movimientos de sus brazos y la forma de caminar eran los de ella.

¿Pero cómo llegó hasta esta ciudad? —preguntó el hijo de Kushina al tiempo que se rascaba la frente—. ¿Y además por qué vendría a este lugar?

No lo sé, pero, por la forma en que mira, parece que busca a alguien con desesperación.

Pues hazle señales para que nos vea y así nos explica qué hace aquí. O mejor aún, vamos a encontrarnos con ella enseguida.

Los dos guerreros comenzaron a abrirse paso entre la muchedumbre. Esta vez no fueron tan acomedidos como para pedir permiso a cada persona con la que se topaban, dando empujones sin resquemores a los obstáculos que se interponían. Necesitaban rapidez.

Oye... —dijo Kiba de repente, sus ojos rellenándose de preocupación.

¿Qué pasa? —inquirió sin darse tiempo a verle la cara. Siguió impulsándose entre el gentío.

No creo que Hanabi haya venido sola hasta aquí... Y eso significaría que Hiashi...

Lo dicho hizo que el de pelos mostaza se detuviera en seco, además de generarse un pronunciado escalofrío en ambos hombres. A velocidad relampagueante elucubraron lo que muy pronto podría pasar.

Si él también vino al templo es porque algo muy malo pasará... ¡Démonos prisa o quedará la tremenda cagada! ¡De veras!


Esclava Sexual, Capítulo Quincuagésimo primero


Una hora antes de que dos amados novios contrajeran nupcias, un padre y una hija discutían acaloradamente. Gracias a que mucha gente venía a ver los matrimonios de Gaara y de Sasuke, el día anterior consiguieron entrar a la ciudad colándose entre las muchedumbres que ingresaban por una de las entradas a la urbe. Eso no quitaba que debieron hacer malabares para esconder sus ojos, cuyo color los denunciaba como integrantes del clan Hyuga.

Desde semanas atrás Hiashi, tan ladino como siempre, había tomado las precauciones para no ser reconocido: se cortó el pelo y se lo tiñó de negro, además de dejarse crecer la barba y el bigote. A tales cambios se sumaba el parche ocular y ropa remendada impropia de su alcurnia, cosas que todas juntas lo volvían prácticamente inidentificable. Y para entrar a la ciudad del lago simplemente agarró una rama, la limó hasta convertirla en un bastón y se hizo pasar por ciego. Para darle aún más asidero a su teatral interpretación, se quitó el parche que cubría su cuenca ocular vacía.

Hanabi, por su parte, caminaba con la cabeza gacha y cubierta por una capucha que, estando lo más baja posible, impedía el contacto visual con ella. Y si alguno de los soldados vigilantes la cuestionaba entonces aplicaría el plan B: cerrar sus párpados y decir que le avergonzaba mostrar sus ojos afeados por la invidencia. Y si tenía tanta mala suerte como para que alguno la obligara a abrir sus luceros, entonces acudiría al plan C: diría que el color de sus ojos era por culpa de la ceguera y no por ser una abominable e infame Hyuga, añadiendo mucha indignación a su actuación.

Afortunadamente sortearon el peligro con éxito, pernoctando en una habitación de una pequeña posada que habían pagado utilizando el poco dinero que tenían. A la mañana siguiente la voz del adulto destacó por su agresividad mientras la de la adolescente intentaba sonar conciliadora.

Es que no puedo creerlo. Esa maldita de verdad piensa casarse con el Uchiha, de verdad piensa faltarle el respeto a todos nuestros difuntos. Es indignante, repulsivo, asqueroso. —Si la voz tuviera la capacidad de echar fuego, la de Hiashi habría incendiado a la posada entera.

Baje la voz, papá, o van a descubrir quiénes somos. Sabe que en esta ciudad corremos peligro.

El más longevo respiró profundamente varias veces. No era de esa gente que perdía el control de sus emociones (o eso creía él), pero lo que pasaba con Hinata realmente lo sacaba de sus casillas.

Está bien, pero es difícil no terminar gritando ante algo tan aberrante.

Es cierto que casarse tan pronto es algo que nos toma por sorpresa a ambos, pero en cualquier caso ya sabíamos que eso sucedería. Así que cálmese o le dará un infarto de pura rabia.

¿Cómo quieres que me calme si estoy viendo como esa traidora sigue ofendiendo a nuestros parientes? Cada respiro suyo nos insulta a todos.

¿Pero qué saca con enojarse? Se va a casar y nada podemos hacer para evitarlo. A mí lo que más me interesa es buscar a Kiba lo antes posible porque necesito hablar con él. Le recuerdo que ese fue el propósito de mi viaje, no entrometernos en la vida de mi hermana mayor.

Es que tengo unas ganas inmensas de encarar a Hinata nuevamente.

¿Para qué? ¿Quiere enfurecerse hasta botar espuma por la boca como un perro rabioso? ¿Qué saca con seguir torturándose? Ella ya eligió su destino y me venció en una pelea justa para que respetáramos su voluntad. Eso es lo que debemos hacer.

Se oyó un fuerte chasqueo de lengua.

En fin. Necesito dar un paseo para que se me quite esta furia que traigo encima. Ver el lago cuadrado que le da nombre a esta ciudad puede que ayude a serenarme.

Papá, preferiría que se quedara conmigo. Es verdad que ahora su aspecto físico luce muy diferente, pero alguien podría reconocerlo de todos modos. Y sabe que si eso pasa la gente de aquí no dudará en lincharlo a la primera oportunidad.

Estate tranquila, nada malo pasará.

Hanabi se vio poco convencida, mas tampoco tenía manera de retenerlo. Él era un hombre adulto, un guerrero además, y ella apenas una adolescente de catorce años recién cumplidos.

Bueno, pero tenga mucho cuidado por favor. No quiero que algo malo le pase —pidió sentidamente.

Hiashi se ajustó su parche ocular, se atusó la barba, echó una mirada por la ventana buscando que no hubiera soldados cerca, abrió la puerta y salió por ella. A Hanabi no se le pasó por la cabeza que su padre pudiese hacer una locura hasta que ya fue demasiado tarde para detenerla. Aun así, ató a Akamaru para que no se perdiera y salió corriendo a toda velocidad a fin de parar el desastre que su mente vislumbraba.


En un principio el líder de los Hyuga realmente quiso dar un paseo para calmar sus encendidos ánimos, aunque, a medida que caminaba sin rumbo, la mente le impulsó de golpe un retorcido plan. Lo desdeñó enseguida a sabiendas de que ejecutarlo lo pondría en riesgo de muerte, pero, a cada paso que daba, mayor era el odio que iba sintiendo por Sasuke y Hinata.

¿Cómo no sentirlo si la unión entre ellos era una afrenta contra todos los Hyuga?

De pronto, interrumpir la boda dejó de parecerle una locura hasta el punto de que fue volviéndose una idea más y más atractiva. ¿Qué mejor venganza que arruinarles el día más especial y significativo de sus vidas? Sin embargo, contrario a lo que pudiera parecer, no se dejó llevar sólo por la impulsividad que engendraba la ira. Se dedicó a examinar los pros y los contras concienzudamente.

Tenía muy claro que si partía a frenar la boda se expondría a la muerte... ¿Pero qué sentido tenía su vida ahora mismo? ¿Qué clase de vida era no tener una casa, una patria, un prestigio o dinero a raudales? Ahora vivía con miedo a ser reconocido, escondiéndose entre las sombras, sin una pizca del poder o las riquezas de antaño. Incluso los pordioseros tenían una existencia más feliz que la suya; por lo menos ellos no tenían que andar ocultándose por cada esquina.

Cerró el puño y pensó en lo único que podría retractar su decisión: Hanabi, su amada y ahora única hija. Tragó saliva al esbozar la idea de dejarla sola, eso le hacía doler su duro corazón, pero recordó a Kiba y lo bien que la protegió tras perder la guerra de los cinco años. Estaba seguro de que en su ausencia él la cuidaría, ya fuese como un amigo o como una pareja. Hanabi ya no lo necesitaba...

Nadie lo necesitaba en realidad. Nadie.

Finalmente dejó atrás todos sus temores y avanzó a paso veloz hacia el templo en que se realizaría la boda. Haciéndose pasar por ciego, preguntó un par de veces en dónde se ubicaba la estructura y poco tardó en hallarla gracias al tumultuoso gentío reunido.

Ya nunca más sería un ratón que se escondía. No habría más miedo, traumas ni humillaciones. Ya no. Iba a tener una muerte honorable y digna de un guerrero de su clase: desafiando al mismísimo Sasuke Uchiha para vengar al clan más insigne de todos...

Los Hyuga.

»Ojalá mi muerte te haga sufrir, Hinata, ojalá que sientas remordimiento al ver como ese demonio que quieres no dudará en asesinarme.

Finalmente, encorvado y llevando la cabeza gacha para cuidarse de que nadie le mirara su único ojo, se abrió paso a través de la multitud hasta llegar muy cerca del portal de entrada. Su aguzado oído alcanzó a escuchar los discursos de los novios, pero eso no logró ablandar su corazón enceguecido por el afán de venganza. Cuando el sumo sacerdote lanzó la pregunta clave, corrió hacia la entrada custodiada por los lanceros e hizo lo que debía…


—¡Yo me opongo! —gritó a todo pulmón, su voz dando rebotes por las paredes del templo. El odio que le tenía a esa pareja maldita se disparó a través de todo su semblante.

La gente en las afueras quedó impactada al instante. Unos segundos después la rabia estalló como una tromba de exclamaciones.

—¿¡Cómo se atreve a interrumpir la boda de nuestro héroe!?

—¡Maten a ese maldito!

—¡Atrápenlo!

—¡Y te reto a un duelo a muerte, Sasuke! —gritó Hiashi a todo pulmón. Sabía que un reto directo era lo único que podría detener a todos tirándosele encima para un linchamiento inmediato. En cambio, por una cuestión de honor muy arraigada tanto en la costumbre como en la ley, los duelos se respetaban de una manera muy rigurosa en prácticamente todas las naciones.

—P-papá... —musitó una atónita Hinata tras reconocerlo. Aquel significativo vocablo surgió a merced de que la conmoción le hizo olvidar que nunca más lo llamaría de esa manera. Después de todo, en lo más profundo de su subconsciente seguía considerando a Hiashi como su progenitor.

Ino, forzada por la indignación, habló incluso antes que el Uchiha.

—Así que a la criatura más fétida de todas se le ocurrió morder justo ahora.

—¿Tú hablando de fetidez? No me hagas reír, pedorra.

Ino y Hiashi siguieron intercambiando ofensas mientras el ojinegro desenvainaba su espada. Iba a acabar con ese engendro enseguida, pero, justo cuando dio el primer paso, sintió que Hinata lo agarraba del brazo a fin de impedírselo.

—Por favor, Sasuke, no quiero manchar con la sangre de mi padre este día que se suponía tan bonito.

—¿Te das cuenta de que me estás pidiendo algo muy difícil? Ese imbécil acaba de arruinar el día más feliz de nuestras vidas.

—Perdónalo, Sasuke. Está tan lleno de odio que ese sentimiento lo domina de cabeza a pies. Por favor tú sabes muy bien lo que pasa cuando eso sucede, el odio controla la boca y las acciones —arguyó con su voz más tierna y gentil, intentando contrarrestar el encono que veía en su prometido.

El pedido de Hinata, como si de un hechizo de mujer se tratara, surtió efecto al hacer que la ira del pelinegro disminuyera. Éste recobró la compostura, aunque eso no significaba que su mirada de desprecio contra Hiashi mermara su volumen. Una rata habría recibido más respeto.

—Viejo infeliz —alzó la voz el novio—, agradécele otra vez a Hinata que sea tan compasiva. De aquí no saldrías vivo si no fuese por ella.

—Nada tengo que agradecerle. Nada. Sólo acepta el duelo de una vez, maldito.

—¿Tantas ganas tienes de morir?

—Sé perfectamente que no soy capaz de vencerte, pero algo sí te puedo decir con toda seguridad: por lo menos un ojo te voy a dañar, bastardo miserable. Tal como tú me quitaste el mío, yo te quitaré el tuyo.

Sasuke no quería echarle más leña al fuego en honor a su dama, en serio que deseaba ser razonable, pero su instinto de devolver odio con odio fue más fuerte.

—Ni siquiera entrenando por mil años serías capaz de quitarme un ojo. Estás muy por debajo de mi nivel y por eso mismo no tengo ninguna necesidad de ensuciar mi espada con tu mugrienta sangre. Para mí vales menos que un piojo.

—Cállate, mocoso arrogante. ¿Crees que voy a dejar que me humilles?

—Tranquilo que no pretendo humillarte. Eso ya lo haces tú mismo.

—Hijo de perra. Aprenderás a respetarme cuando tu ojo esté en la punta de mi espada.

—¡Estamos en la casa de una diosa! ¡Compórtense por favor! —exigió el sumo sacerdote sacando el habla tras la impresión que lo abordó en un primer momento.

—Perdone, sacerdote, jamás pensé que pasaría algo así —se excusó Hinata recordando el presentimiento de Sasuke, aquello de que algo malo sucedería en la boda. Y no se había equivocado.

—Muy bien, Hiashi, tú mismo has decidido tu destino —decretó Uchiha, ignorando de plano al servidor de la diosa—. Guardias, déjenlo entrar —ordenó enfatizando el tono militar—. Me ha desafiado a un duelo letal y será tratado con la diplomacia que eso requiere.

—Pero, señor, él no merece el privilegio de morir envuelto en el honor de un duelo... —replicó uno de los lanceros, quien ansiaba matar a ese Hyuga con sus propias manos. Algunos amigos suyos habían muerto gracias a la legión que Hiashi comandaba.

—No repetiré mi orden —aseveró el general sin alzar su voz siquiera un ápice. Entendía muy bien que sus hombres quisieran matar al líder Hyuga con sus propias manos.

Los guardianes, aguantándose las ganas de seguir protestando, dejaron de cruzar sus armas frente a Hiashi y le permitieron el acceso al sacrosanto templo. Una vez que el líder Hyuga entró volvieron a cruzar sus lanzas a fin de que nadie más se entrometiera, aunque todo el gentío presente exigía a viva voz que el maldito que frenó la ceremonia fuese ejecutado. La mayoría aún no se enteraba que se trataba de Hiashi o sus exigencias habrían sido todavía más vehementes.

—Escuchen ustedes dos —dijo el sacerdote mirando a Sasuke y a Hiashi— les recuerdo que yo soy la autoridad en este lugar —espetó dando un palmazo al altar. Comenzaba a sentirse muy ofendido por la falta de respeto que le estaban propinando—. Así que antes de cualquier duelo es necesario seguir con el protocolo sacramental.

—Puedes ser el jefe de este templo, pero este asunto no te concierne —replicó Hiashi.

El aludido cayó en la perplejidad por unos segundos. Durante más de treinta años casó a un sinfín de parejas, pero jamás le pasó que alguien interrumpiera un matrimonio; mucho menos ver a un hombre lanzando un reto a muerte en plena ceremonia. Era espeluznante para alguien que profesaba y seguía a rajatabla los conceptos de paz y amor en aras de satisfacer a su diosa.

—Por supuesto que me concierne —replicó el clérigo apenas se repuso del asombro—. Usted ha interrumpido un sacramento sagrado como lo es el matrimonio. ¿Cuáles son sus razones para hacerlo? —exigió quien lucía cada vez más indignado, aunque eso no resultaba extraño tomando en cuenta que Hiashi era capaz de sacar de quicio a cualquiera.

—¿Como que cuáles son mis razones? Soy el padre de esta mujer y eso es más que suficiente para impedir esta abominación —esgrimió teniendo completa seguridad de que esa era un motivo más que suficiente.

—¿Y eso qué? La señorita Hinata ya es una mujer adulta y emancipada, ya no necesita el permiso suyo para contraer nupcias. Si quiere detener este matrimonio es necesario que tenga razones muy sólidas: que le haya entregado su virginidad a otro hombre, infidelidad al novio o que ya esté casada en otro reino. ¿Cuál de esas causas va a darme usted?

—Voy a decir un motivo que es incluso más detestable que los tres anteriores juntos —vociferó con tanta rabia que incluso gotas de saliva expulsó su boca. Si alguien estuviera enfrente suyo le habrían caído encima—. Esta mujer es una traidora a sus parientes y a toda su nación. ¡¿Cómo va a poder casarse con el asesino de su propia familia!? ¡Es absurdo!

—Esa razón no está contemplada como un obstáculo en el código religioso de nuestra diosa. —Dicho esto le lanzó una rápida mirada a uno de sus jóvenes ayudantes—. Ve a traerme las tablillas de oro para repasarlas —le encargó al mozuelo, aunque de todos modos no era necesario puesto que, como sacerdote en jefe, se sabía de memoria y letra por letra cada norma allí escrita.

—A mí no me interesan las leyes de los dioses de este reino corrompido. Sólo me interesa la ley de la decencia, de la rectitud y del honor, cosas que mi hija mayor ha manchado hasta empacharse.

—Pues el matrimonio seguirá guste o no le guste. Usted no tiene ninguna razón válida para impedirlo —dijo el sacerdote firmemente.

—Cállate, viejo, tú no tienes derecho a nada. De seguro eres de esos que violan niños para satisfacer sus deseos sexuales y luego vienes a dar lecciones de moral a la gente. ¡No me hagas reír!

—¡Pero cuánto atrevimiento! ¡Usted es un deslenguado que acusa sin ninguna prueba! ¡Lo mandaré a decapitar por tanta insolencia! ¿¡O acaso no sabe que yo soy el representante terrenal de una diosa!?

Hiashi no iba a quedarse en silencio, pero justo cuando otra respuesta agresiva saldría de sus labios fue interrumpido por su hija mayor.

—Papá, deje de actuar de una forma tan inconsciente. Ya tiene más de cuarenta años, así que madure de una vez.

—Calla, mujer maldita. Eres un insecto que merece vivir en el excremento. Una mosca, eso eres.

—Pues ya está; ya me ha lanzado su veneno otra vez. ¿Está contento ahora? —preguntó ella con una tranquilidad que a Hiashi lo enardeció aún más.

Sasuke, harto de que esto se alargara, volvió a desenvainar su espada sin decir absolutamente nada. Lo iba a matar de una vez por todas a fin de seguir con el matrimonio. Después de todo el sumo sacerdote ya había dicho que no había ninguna razón para suspenderlo.

—Prepárate a morir, Hiashi. El día de hoy concluiré lo que debí concluir hace mucho tiempo.

Los invitados, quienes hasta ahora comentaban lo que sucedía a través de cuchicheos, no pusieron objeción alguna a lo dicho por el líder de la rebelión. Ni Ino, ni Chouji, ni Matsuri, ni Juugo, tenían ganas de defender a alguien como Hiashi. Sin embargo...

—Espera, Sasuke —intervino Hinata, colocándose por delante de su hombre—. Ya no te pediré que lo perdones, pero déjame hablar con él un momento. Te lo pido por favor.

Uchiha terminó cediendo por respeto a la mujer que amaba, pero en su mente mató a Hiashi diez veces. Y, siguiendo la misma cantidad numérica, imaginó que colgaba su cabeza decapitada en la plaza principal a fin de que todos la escupieran hasta que se pudriese.

Justo en el momento en que Hinata intentaría razonar con Hiashi, Naruto y Kiba, quienes venían en compañía de Hanabi, por fin habían logrado abrirse paso a través de la inmensa multitud. Los guardias, eso sí, cumplieron su trabajo y les impidieron el ingreso. Fue Sasuke el que dio la señal para que los dejaran avanzar.

—¡Papá! —gritó la castaña temiendo por la vida de su padre—. ¿¡Qué diablos ha hecho!?

El Inuzuka y el Uzumaki no se quedaron atrás lanzando advertencias a viva voz.

—Nada ganarás haciendo escándalo —sentenció el mejor amigo de Akamaru—. Si Hinata no se casa ahora lo hará mañana, en una semana o en un mes, pero lo hará. No tiene sentido que insistas con esta sandez.

—Contrólate, Hiashi, porque el odio se te fue de las manos —agregó el blondo de vista ojizarca.

—Cállense, par de cobardes. Y sobre todo tú, Uzumaki Naruto, eres el más cobarde de todos. —Lo apuntó con el dedo, moviéndolo tres veces hacia adelante como si quisiera apuñalarlo a distancia—. Tú deberías estar en mi lugar desafiando a Sasuke, impedir el matrimonio con Hinata, pero le tienes tanto miedo a ese demonio que te limitaste a ser un simple espectador más. Tú que presumías de cumplir todas tus promesas, no has sido capaz de cumplir la más importante de todas: ¡acabar con el último Uchiha!

—No es por miedo sino porque ellos sí me respetan —intervino Hinata, defendiéndolos enseguida—. A diferencia suya ellos sí desean lo mejor para mí porque me valoran y me quieren. No como usted.

—Ella no pudo decirlo mejor, Hiashi —apoyó Kiba las palabras de su mejor amiga.

—Para que lo sepas —continuó Naruto dispuesto a explayarse— nosotros pensamos hacer lo mismo que tú acabas de hacer, pero Hinata no se merecía vivir algo así. Por eso decidimos no intervenir. Hinata ama a Sasuke y, muy a mi pesar, creo que en el fondo él también la ama.

Uchiha, quien estaba mirando al pelirrubio en ese momento, se sorprendió de sus palabras. A decir verdad nunca se esperó que su archienemigo le concediera un punto tan importante a favor. No supo qué pensar al respecto, salvo que nuevamente sintió que ese tarado sin remedio subía unos puntos en su escala personal de respeto.

—A mí eso me da exactamente igual —renegó el cuadragenario—. Ni Sasuke ni Hinata merecen estar juntos. Esa unión es peor que una abominación.

—La abominación es que tú sigas con vida, Hiashi, pero ahora mismo corregiré ese problema pendiente —anunció el Uchiha alzando su espada. El filo doble resplandeció a la luz de las antorchas.

Como respuesta a tal acto, Naruto llevó una mano a la empuñadura de su arma, aunque sin desenvainarla todavía.

—Si atacas a Hiashi tendrás que enfrentarte conmigo porque yo no permitiré una lucha tan injusta delante de mis narices. Es muy obvio que él no está a tu nivel.

—Él me desafío a un duelo y ahora obtendrá lo que quiere. Después iré por ti si tantas ganas tienes de morir, simio carente de intelecto.

—Oye, maldito, no insultes a los simios —protestó Kiba—. Ellos sí son inteligentes, no como Naruto.

—Hijo de tu madre —reclamó el Uzumaki mirando a su amigo de ojos como rayas—. ¡Se supone que estás de mi parte!

Tras una pequeña discusión que ayudó a aliviar parcialmente la tremenda hostilidad que se incrustaba en el ambiente, Hiashi volvió a tensionar todo al exigir la muerte del Uchiha.

—Por favor, están en un templo consagrado a una diosa —intervino el sacerdote recordando ese valioso detalle mientras indicaba a la ostentosa estatua de diez metros que la representaba—. Si quieren luchar a muerte háganlo en una plaza o en el templo del dios de la guerra, pero no manchen con sus odios un lugar que honra al amor.

—Muy bien, el duelo se hará en la avenida —propuso Sasuke mirando a Hiashi—. Para todos los asistentes tu muerte será un espectáculo mucho mejor que un baile nupcial.

Naruto iba a reiterar que el duelo lo tomaría él en nombre de Hiashi, pero Hinata dio un paso al frente antes de que alcanzara a mover la boca.

—Sasuke, no lo mates. No sabe lo que hace porque está enceguecido por la furia.

—Por supuesto que sabe lo que está haciendo. Y ahora asumirá las consecuencias.

—Perdónalo por favor. Te lo pido como tu futura esposa.

—Cállate, traidora —lanzó el otrora líder Hyuga—. No necesito que una basura como tú interceda por mi vida.

—¿Por qué me tiene tanto odio? —cuestionó dándole el rostro violentamente—. Pensé que después del duelo contra Hanabi por fin tendría su respeto, pero veo que me equivoqué. ¡El odio lo ciega demasiado y lo llevará al infortunio total!

—¡A callar, pérfida! ¿Cómo demonios quieres que te respete? ¿Acaso no escuchas a tus seres queridos condenándote por casarte con el asesino y torturador de todos ellos? ¿No sientes vergüenza acaso?

—¿Vergüenza por qué? ¿Por querer dejar atrás el maldito pasado e intentar ser feliz? No, señor, no tengo ninguna vergüenza —respondió firmemente.

Él renegó moviendo su cabeza de un lado a otro.

—No puedo creer cuán descarada te has vuelto. ¿Acaso no te basta ofender a todos los nuestros casándote con este esta imitación de ser humano? —indicó al Uchiha clavándole fieramente su tuerta mirada.

—¿Ofender a los nuestros, dice? —Preguntó rellena de incredulidad—. ¿Sabe qué pienso yo en realidad? Que está muriendo de envidia porque no soporta la idea de que yo sea feliz mientras usted vive en la desgracia. En el fondo sólo está usando a nuestra familia como excusa para defender su orgullo herido. Pero entienda esto de una buena vez, caballero: usted es el principal responsable del desastroso destino de nuestro clan, usted fue quien fracasó como líder y el que más daño nos causó a todos los Hyuga, pero le duele tanto aceptar la verdad que prefiere echarme la culpa a Sasuke y a mí de todo. Son puras pamplinas aquello de que lo hace por el honor de nuestra familia... ¡Todo lo que hace usted es por egoísmo y nada más que eso!

Hiashi cerró los puños con una fuerza extraordinaria.

—Mocosa insolente, por supuesto que no soporto la idea de que seas feliz. ¿O acaso tú crees que sí te mereces serlo? Ya te diré yo la respuesta: un categórico no. Y si nadie de nuestro clan pudo ser feliz, no permitiré que una desleal como tú lo sea. Tú menos que nadie tiene ese derecho. Debes sufrir por tu traición y ese malparido también debe pagar lo que debe. Por eso mismo interrumpí esta basura de matrimonio. Agradece que sólo estoy dándote una pizca de todo lo que mereces porque si pudiera matarte lo haría sin dudarlo.

—¿Sabe qué, papá? ¡Estoy cansada de toda esta mierda! —Todos los que conocían a Hinata abrieron más los ojos. «Mierda» no era una palabra que estuviera en su vocabulario o por lo menos nadie se la había escuchado antes. Eso significaba que estaba enojada como poquísimas veces—. Si tanto quiere matarme le voy a dar la oportunidad de hacerlo...

—¿Darme la oportunidad? —cuestionó el de cuatro décadas al no entender.

—Lo reto a un duelo a muerte, Hiashi Hyuga —desafió con ojos que llameaban absoluta convicción.

El silencio se convirtió en una dictadura que duró incontables segundos. La impresión había congelado lenguas y contraído músculos tanto faciales como corporales.

—¡Pero, Hinata! ¿¡Qué estás diciendo!? —reaccionó Hanabi en primer lugar, para luego ser acompañada por otras exclamaciones de Naruto y Kiba.

Sasuke e Ino ya habían derrotado al espontáneo asombro, pero, a pesar de eso, ninguno intercedió a favor de pacificar las cosas. Aquello era muy extraño, pues si Hinata luchaba contra Hiashi era evidente que la aún principiante perdería. Entonces, ¿a qué estaban esperando para detener esta locura? ¿O acaso le tenían tanta confianza a Hinata y su entrenamiento como para creer que podría vencer a un guerrero tan experimentado como Hiashi?

El que inició todo este problema había quedado atónito. Ni en sus sueños más dementes habría podido imaginar que su hija mayor lo retaría a un combate letal. Esa hija a la que por tanto tiempo trató de débil y pusilánime, ahora estaba desafiándolo con una confianza desmedida. Intentó hablar, mas el atropello de sus emociones hizo que estuviera a punto de morderse la lengua. Tragó saliva, carraspeó levemente un par de veces y entonces, cuando supo que su voz saldría tan potente como antes, replicó a su habitual forma incisiva.

—¿Un duelo quieres, mocosa? No me hagas reír que se me parten los labios.

—Vamos, señor, si tanto me odia intente clavarme su acero de una vez. Aquí estoy —dijo indicando con el pulgar el lugar donde su corazón residía—. Si tantas ganas tiene de asesinar a su hija resolvamos esto peleando hasta la muerte. Le estoy dando la oportunidad de cumplir su máxima meta en la vida, así que acepte de una vez. Pero no crea que le será fácil ni que me amedrentará como cuando era niña. ¡Iré por la victoria con todas mis fuerzas!

Hiashi quedó impresionado otra vez. Sintió que su cuenca ocular vacía volvía a arderle como durante los primeros días. Quizás el aumento de tensiones hizo que la irrigación sanguínea aumentara la sensibilidad de esa zona.

—¿Quién rayos te crees, niña tonta? Yo fui un general de ejército, un hombre que entrenó durante toda su vida para estar entre los mejores guerreros existentes. ¿Tú en cambio qué eres? ¿Cuánto tiempo llevas practicando? ¿De verdad una novata como tú se atreve a desafiarme a un duelo? ¿Y encima pretendes ganarme luciendo un vestido de novia? —espetó mirando el traje con supremo asco—. No tienes posibilidad alguna de vencer, así que estás muy equivocada si crees que un guerrero de mi alcurnia va a rebajarse a luchar contra una chiquilla insolente.

—Su campo de visión se redujo a la mitad por faltarle un ojo, sus reflejos ya no son los de antes y su cuerpo tampoco es el mismo. ¿O ya no recuerda cómo solía quejarse de sus maltrechas rodillas? Usted podrá tener la experiencia, pero yo tengo la juventud y Sasuke me ha enseñado muy bien. Si tantas ganas tiene de matarme no se ponga a dudar ahora. ¿Si tanto me odia qué le importa si es o no un duelo justo para mí? ¿Qué le importa? ¡Lo único que le debe importar es quitarme la vida! ¡Hágalo de una vez! ¡Venga por mí!

Hiashi sintió que sus glándulas salivales trabajaban más de la cuenta. Ingirió el producto de su ansiedad y observó fijamente a su primogénita, dándose el tiempo de estudiar su talante antes de contestar.

—General Uchiha, ¿de verdad vas a permitir esta locura? —inquirió Chouji en un tono que exigía lo contrario a lo cuestionado. Estaba atónito por la impasibilidad que estaban mostrando el pelinegro y la blonda—. Por muy bien entrenada que esté Hinata es imposible que le haga el peso a alguien tan experimentado como Hiashi —advirtió intentando que ambos guerreros entraran en razón. Debían reaccionar o aquí sucedería una calamidad—. ¿Acaso no les importa que Hinata pueda perder la vida?

—Esperaré un poco antes de intervenir —contestó Sasuke—. Correré el riesgo de ver qué pasa.

—Pero... —intentó protestar Chouji, pero su voz fue cortada de raíz por la floricultora.

—Hinata ya es una guerrera y hay que respetarla como tal. Te aseguro que puede aguantar por lo menos un minuto contra Hiashi.

El que tenía muchos kilos de más negó con su cabeza.

—Sé que le tienen confianza, pero se están arriesgando demasiado. Hiashi no es un cualquiera y Hinata no será capaz de matar a su propio padre. Le falta la frialdad necesaria.

—¿Es que no lo ves, Chouji? —cuestionó Ino.

—¿Ver qué?

—Es Hiashi el que tiene dudas, no Hinata —respondió la bella soldado—. Fíjate cómo le tiembla su único ojo. Si aún tiene un corazón palpitando en el pecho entonces dará marcha atrás antes de empezar.

Gracias a lo dicho, tanto Akimichi como el resto de invitados enfocaron fijamente a Hiashi y entonces comprobaron que, en efecto, todo su lenguaje corporal denotaba una gran inseguridad.

—Yo no creo que tenga un corazón en el pecho —replicó Juugo con su parsimonia habitual—. Puede que ahora tenga dudas, pero las resolverá gracias al odio. Ese sentimiento lo ciega tanto que es capaz de matar a su propia hija.

—Yo también estuve cegado por el odio, pero tuve una oportunidad para dejarlo atrás —repuso el Uchiha—. Esta será la de Hiashi. La única que tendrá.

—Entiendo... —musitó aceptando el sólido argumento—. Ojalá que tengas razón y no la desperdicie.

—Perdonen, escuché lo que decían —comentó el sumo sacerdote, hablando desde su altar— y por eso no intervendré, pero no quiero que el templo de nuestra diosa se manche de sangre. ¿Están seguros de que ese tal Hiashi va a recular?

—Seguro no estoy, pero Hinata tiene el don de cambiar a las personas —contestó Sasuke—. Por ella quiero creer.

—Si usted piensa eso, joven, entonces yo creeré también —aceptó el clérigo, disponiéndose a ver desde su altar qué sucedería.

—Muy bien —dijo Hiashi. Por fin había concluido el estudio visual de su retoño—. Acepto tu desafío, Hinata. No habrá mejor forma de vengarme de ti y de ese demonio que quitándote la vida.

Uzumaki e Inuzuka profirieron veloces protestas ante la tremenda bajeza escuchada.

—¿¡En serio eres tan desalmado como para querer matar a tu propia hija!? —espetó un indignadísimo rubio. Sabía que Hiashi era un tipo de moral muy cuestionable, pero jamás pensó que su nivel de maldad podría llegar a tanto.

El aludido, de espaldas a ellos, mantuvo sellados sus labios.

—Eres peor de lo que imaginaba —añadió Kiba mirándolo con un desprecio que sólo una cucaracha recibiría.

Hanabi, entretanto, estaba tan impresionada que ninguna palabra fue capaz de salir desde su boca ahora torcida. Estaba severamente decepcionada. Cuando su padre aceptó viajar con ella para hablar con Kiba jamás imaginó que algo tan ruin como esto pudiese suceder. A su juicio, el correr de las semanas hizo que su progenitor disminuyera el rencor hacia Hinata, pero por lo visto sólo aparentó esa realidad o ella interpretó de manera equivocada las cosas.

Tanto el hijo de Minato como el fan de los perros intentaron avanzar para detener al líder Hyuga, pero fueron detenidos por la mismísima voz de Hinata.

—Kiba, Naruto, por favor no intervengan.

—Pero esto es muy peligroso para ti, Hinata —advirtió el Uzumaki—. Puedes resultar muy dañada e incluso morir.

—¿Confían en mí?

Ambos amigos se miraron entre sí antes de responder. Las dudas se reflejaban en sus ojos de distintos colores.

—Sí.

—Sí, pero...

—Entonces respeten mi decisión por favor. Nada malo me pasará, estoy segurísima.

Naruto cerró el puño fuertemente. Kiba, por mientras, tuvo ganas de quitarse el cinturón y morderlo igual que un perro. Tanto convivir con Akamaru quizás le había insertado algunas de sus costumbres.

—Lo siento, pero no voy a dejar que mi mejor amiga pierda su vida sólo por orgullo.

—Y yo tampoco puedo quedarme de brazos cruzados, ¡de veras!

—Chicos —se entrometió Yamanaka—, respeten a Hinata como guerrera. Ténganle fe y veamos qué sucede.

Finalmente, tras intercambiar muchas palabras más, los aludidos aceptaron a regañadientes el duelo, aunque dispuestos a matar a Hiashi cuando llegara el momento crucial.

Hinata tomó su corona de flores, dejándola encima del altar tras pedirle permiso al sumo sacerdote. Luego se sacó el brazalete enroscado a su brazo y lo colocó en el mismo lugar. Cumplido esto dirigió su mirada hacia su amiga de ojos celestes.

—Ino, ¿puedes prestarme tu katana? —solicitó la heredera Hyuga, quien lucía demasiado calmada tomando en cuenta la situación que estaba viviendo. Que su propio padre quisiera asesinarla debería tenerla sufriendo, o haberla vuelto un manojo de nervios erizados en punta, pero nada más lejos de aquello—. Yo no traje la mía. Jamás imaginé que la necesitaría en el día de mi matrimonio.

—Pues acabas de aprender una lección muy importante: un guerrero nunca puede andar desarmado. —Dicho esto, desenvainó la katana que le colgaba desde el cinto—. Es hora de que tú también sigas ese lema porque ya eres toda una guerrera —dijo con una sonrisa plagada de orgullo. A sus ojos Hinata ya era una igual, algo muy significativo tomando en cuenta cuán dificultoso era alcanzar el estatus de guerrero siendo una mujer.

La Hyuga recibió el arma a la vez que le daba un sentidísimo «gracias». Sabía que en el trasfondo del acto existía un simbolismo mucho más importante que un arma siendo prestada.

Avanzó hasta quedar a siete metros de su progenitor, poniendo la katana por delante y empuñándola con ambas manos. La posición era la adecuada para afrontar cualquier ataque que él le lanzara. Mientras tanto, Uchiha mantenía una daga en la diestra y su espada en la zurda. Si el combate daba inicio lanzaría su daga contra Hiashi y correría enseguida hacia él a fin de rematarlo traspasándole la cabeza. Había entrenado a su prometida muy bien, pero sería iluso pensar que podría darle pelea a un guerrero experto como lo era Hiashi. Bastaba un mínimo error de cálculo, un poco más de velocidad de la esperada, para que él asesinara a Hinata en apenas unos segundos.

—Prepárese porque defenderé con todas mis fuerzas el amor que siento por el hombre de mi vida. Y de paso se terminará por fin la historia de menosprecios y maltratos que usted siempre me dio —anunció Hinata, mirada fiera de por medio. La katana permanecía perfectamente estática, ni siquiera un mínimo temblor se percibía.

Por alguna desconocida razón el aludido no fue capaz de alzar su arma todavía. ¿Qué le pasaba?

De seguro su inacción se debía a que no podía creer lo que sucedía. Simplemente no podía. Lo estaba desafiando la persona menos pensada, aquella que siempre vio como una débil indigna del apellido Hyuga. Su retoño de verdad estaba dispuesta a pelear, incluso a morir, por ese amor que Sasuke alimentaba de una forma que su inquina no era capaz de entender. Se disponía a poner la propia vida en juego porque, después de todo, quiere a ese hombre-demonio con todo su corazón.

¿Tanta fuerza le daba ese amor inmundo que sentía por Sasuke Uchiha? ¿Tanta convicción?

—Vamos, señor, saque a esa bestia de odio que lleva encima, saque a ese ser que lo único que desea es matarme. —Sin dar lugar a concesiones, lo siguió desafiando sin siquiera pestañear—. Atáqueme, hiérame, córteme un brazo, cláveme su hoja en el corazón. Quiero ver como padre e hija intentan asesinarse. Quiero ver nuestra sangre correr en las manos del otro. ¿Eso es lo que tanto quiere, verdad? ¡Pues demuéstrelo y pelee de una vez!

La contempló tan férrea, tan segura de sí misma que por primera vez sintió genuino respeto por ella. Cuando le ganó a Hanabi puso a la edad como una excusa que servía para justificar la derrota de su hija predilecta; también al apoyo moral y táctico que Sasuke le dio en todo momento. Sin embargo, ahora estaba desafiando a muerte a su propio padre sin ampararse en el Uchiha en ningún momento. Se veía claramente en sus ojos que en verdad estaba dispuesta a luchar hasta el final.

—¿Realmente eres capaz de morir por defender tu relación con el asesino de nuestra familia?

—Estoy dispuesta porque el Sasuke que usted mismo creó ya no existe —le declara con total seguridad—. Ahora es una mejor persona, un hombre que vale la pena y que lo valdrá aún más en el futuro. Por eso me enamoré de él. Por eso lo amo tanto.

—No puedo creerlo —renegó con su cabeza. Lamentablemente no había nada que pudiera discrepar, no por lo menos de una forma racional. Si esos eran los sentimientos de Hinata, él nada podía hacer por cambiarlos. Estaba enamoradísima, esa era la verdad.

Intentó agregar una nueva respuesta que sonara más vehemente que la anterior, pero no consiguió su propósito. Quisiera o no, el peso de una feroz contradicción estaba depositándose en su pecho y haciéndose cada vez más densa. Cerró los ojos y agarró con más firmeza su espada, pues le dio la impresión de que en cualquier momento su arma comenzaría a temblar. ¿Realmente quería ver muerta a su hija mayor? ¿De verdad la odiaba tanto como para quitarle la vida?

Se hizo un silencio abrumador, profuso, espeluznante. Invadido por una vorágine de pensamientos inconexos, Hiashi perdió la noción del tiempo hasta el punto de que dejó transcurrir más de un minuto sin hacer movimiento alguno. Aquello motivó a Hinata a lanzar las siguientes palabras:

—Si aún no me ataca es porque está sufriendo una feroz contradicción; lo sé porque Sasuke y yo también la vivimos —Al oírla, Hiashi le encajó los ojos sin la agresividad que antes tenía—. Ahora mismo debe estarse debatiendo entre el odio y la redención, entre la venganza y el perdón. Si en su corazón todavía existe un poquito de afecto hacia mí entonces no nos condene a pelear a muerte. No vale la pena dejarse llevar por el odio. Es difícil derrotarlo, pero si Sasuke y yo pudimos usted también puede hacerlo. La bondad que aún posee es capaz de salir a flote otra vez.

Hiashi, en efecto, no podía negar que tenía una voraz guerra interna. Miró en primer lugar a su espada y luego a Hinata. Mientras intentaba resolver el trascendental dilema, la mirada sigue viajando del objeto hacia la mujer y viceversa. De pronto aprieta la empuñadura de su espada entre los dedos, sosteniéndola sin que tambalee un ápice. Su voluntad ya no emite dudas de ningún tipo. Su semblante se acera, luciendo tan firme como el de un león antes de cazar a una gacela. De este modo le informa a su hija que lo va a hacer, que le arrebatará la vida. Completamente amenazante, alza el arma para atemorizarla todavía más; ¡amedrentarla con todas sus fuerzas! Sin embargo, por más increíble que le parezca, ella no vacila siquiera un mísero segundo. Su primogénita no quiere luchar, se le nota en los ojos, pero lo hará si es necesario. Hinata ya no es la niña pusilánime que siempre agachaba la cabeza ante todo el mundo...

Ahora es firme y estoica ante la adversidad.

De improviso su mente es bombardeada por una serie de recuerdos que llegaron a estremecerlo. Cuán feliz estaba su esposa cuando le anunció que había quedado embarazada, felicidad que él también sintió durante los nueve meses de gestación. Tenía tanta ilusión de que su primogénito naciera como un varón sano y fuerte, alguien que en un futuro guiaría al clan Hyuga como el mejor de los guerreros. Sin embargo, aquellas esperanzas mutaron a una gran decepción cuando el recién nacido resultó ser una niña. Fue a partir de entonces que en él se enquistó la semilla de una manía subconsciente contra su hija, semilla que germinó como una ponzoña aún mayor al ver que esbozaba un carácter tan dócil y tímido.

Muchas veces su esposa le dijo que con el tiempo Hinata se volvería fuerte; que si la ayudaba a desarrollar su personalidad, que si la apoyaba en lugar de criticarla, se volvería una persona decidida y llena de un temple sobresaliente. Pero él, obtuso como siempre, se dedicó a menospreciar a su retoño cada vez que podía, dañándole una y otra vez su autoestima a través de odiosas comparaciones con Hanabi, a quien, por su carácter más decidido, sí consideraba una digna sucesora a pesar de ser hembra.

«Cuánta razón tenías, amor mío...», le dijo mentalmente a su difunta esposa. «La prueba de eso la tengo enfrente mío ahora mismo...».

Por fin se daba cuenta, al ver a Hinata tan firme ante él, que siempre se equivocó al menoscabarla en lugar de apoyarla. Otro error que se agregaba a su ya cuantiosa lista...

¿Añadiría otro más intentando matar a su propia hija? ¿Qué diría su amada de ello? El corazón le dolió de sólo imaginarlo.

Más remembranzas llegaron a su mente, haciéndole tambalear los ojos. Recordó cuán feliz lucía su esposa esperando el nacimiento de su primer bebé. También cuán tierna y cariñosa se veía amamantándola. Recordó la primera vez que él cargó a Hinata en brazos y lo feliz que se veía esa pequeña criatura, regalándole sonrisas como si él fuese el mejor padre del mundo. Recordó los dibujos que le regalaba, esos en que él siempre aparecía en primer plano como una figura imponente y admirable. Recordó las ocasiones en que se comportó como la mejor de las hermanas, cuidando a Hanabi con un amor inconmensurable cada vez que se enfermaba...

No quiso seguir repasando hechos del pasado, pues sus ojos comenzaban a aguarse. Cerró los párpados, ahora temblorosos, mientras sus manos envainaban la espada nuevamente. No puede luchar contra su propio retoño. Simplemente no puede. ¿Qué clase de hombre sería si lo hiciera? ¿Tan bajo había caído por culpa de su odio? ¿Tan bajo que incluso amenazaba con quitarle la vida a su propia hija?

Hinata lo ha derrotado sin lanzar un solo espadazo. Le bastó la convicción, la fortaleza en sus ojos, decir verdades mientras lo retaba a un duelo, para hacerle ver que el deseo de castigarla ya no tenía ningún sentido. Quería un chivo expiatorio, alguien con quien desquitar sus propias culpas y su hija mayor se alzaba como la persona ideal para descargar la furia que en realidad tenía contra sí mismo...

—No lucharé a muerte contra mi propia hija. ¿Cómo un padre podría hacer eso? —dijo decepcionado de sí mismo por haberlo considerado, la voz apagándosele mientras la tristeza brotaba por cada poro de sus facciones.

Hinata no envainó su arma, pero ésta sí perdió paulatinamente la tirantez hasta que la hoja tocó el suelo.

—¿Y por qué no quiere combatir ahora si toda la vida me ha odiado? ¿Por qué si dijo que yo ya no era su hija?

Cuánta amargura salió de esa voz. A Hiashi y a todos los presentes les impresionó ello.

—Porque ahora sí eres muy fuerte, tanto que por fin te has ganado mi respeto. Y también porque en el fondo tienes razón: en realidad no te odio a ti sino a mí. A fin de cuentas el mayor culpable de todo lo que pasó soy yo... —Bufó entre dientes crepitantes. Sólo su orgullo impidió que cayese de rodillas y que algunas lágrimas surcasen su rostro—. Después de todo soy yo quien merece morir por tantos errores que cometí...

—No diga eso, papá... —Conmovida por tanta pena que veía en él, volvió a decirle esa palabra tan significativa en vez del «señor» que había usado hasta ahora—. Ya no tiene caso que sigamos atormentándonos con el pasado. Sasuke y yo, siendo unos desconocidos, pudimos perdonarnos mutuamente. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo nosotros que somos familiares? ¿Por qué no podemos hacer lo mismo entre padre e hija?

—Porque primero tengo que perdonarme a mí mismo y simplemente no puedo hacerlo. Mátame de una vez, Hinata. Mátame y termina con mi dolor. Después de todo lo mal que te traté, mereces ser tú la que acabe con mi vida.

El cuadragenario desenvainó su espada otra vez y se la lanzó a Hinata, quien la tomó con una mano por acto reflejo. No obstante, nada tardó en tirarla a un lado. El metal resonó estruendosamente contra el brillante y límpido piso baldosado.

—Mi camino nunca fue la venganza. Y tampoco lo será hoy —contestó ella, enmudeciendo a todos los presentes en el templo.

Naruto tuvo ganas de aplaudirla y lo habría hecho de no ser porque no deseaba interrumpir la solemnidad del momento. La emoción, empero, se le desbordaba a través de sus azules luceros.

—No te entiendo, Hinata —dijo aquel que la engendró—. ¿Por qué te rehúsas a cobrarme las cuentas pendientes?

—Porque la venganza es el camino fácil, papá. Y querer morir por las culpas también lo es. ¿Por qué no busca una forma más útil de expiar sus pecados? ¿Por qué no los redime siendo una mejor persona y un buen abuelo para todos los nietos que pretendo darle? Es muy difícil cambiar, lo sé porque a mí también me costó muchísimo volverme alguien fuerte, pero si se esfuerza cada día usted también puede ser un hombre mejor al anterior. Si Sasuke puede hacerlo, ¿por qué usted no?

Se produjo un silencio espectral. Un total asombro podía leerse en el único ojo de Hiashi.

—Esa compasión que tienes es anormal y tarde o temprano terminarás pagando muy caro por ella. Podrás haberte vuelto muy fuerte, pero sigues siendo muy ilusa —arguyó él finalmente—. ¿Piensas que seré un abuelito mimoso?, ¿que visitaré a mis nietos mientras me tomo un té y hablo cosas de la vida con Sasuke? Pues te equivocas porque contigo las cosas pueden cambiar, pero el odio que le tengo a ese hombre jamás cesará. Y me guste o no, lo más probable es que ese sentir se traspase a los hijos de ambos. —No lo dijo con encono esta vez, sino con una gran tristeza.

—Eso es cierto, Hinata —concordó Hanabi, quien también vivía su propio tsunami de sentimientos contradictorios. Entendía muy bien todo lo que pasaba por cuanto la venganza también estaba muy presente en su corazón—. El solo hecho de que Sasuke se vuelva mi cuñado me genera una inmensa repulsión, una que no puedo evitar aunque traté de hacerlo por amor a ti —Llevó sus mechones laterales hacia atrás, sujetándolos con la ayuda de sus orejas—. Terminar emparentada con el asesino de mi familia es repugnante y estoy segura de que por dentro él siente lo mismo hacia mí y papá. Estamos condenados a odiarnos queramos o no. —Dicho esto, derivó su mirada hacia el Uchiha—. ¿O acaso te arrepientes de todo lo que hiciste contra mi clan, Sasuke? ¿Alguna vez has perdido perdón por los males que hiciste?

—Fueron ustedes, Hyuga, los que iniciaron mi odio inconmensurable. ¿Y alguna vez tu padre me ha pedido perdón por masacrar a mi familia? ¿O por enviar a cientos de personas a cazarme peor que a un animal? —Su mirada se aceró aún más contra Hanabi, entrecerrándose de forma acusatoria—. ¿Alguna vez tú me has reconocido lo ruin que fue tu clan conmigo? —Él mismo se contestó moviendo la cabeza negativamente—. Entonces no esperes de mi parte lo que ustedes dos no son capaces de dar.

El silencio imperó por cada rincón. Aprovechando la pausa, Hinata se sumergió en sus pensamientos llegándole unas dudas relevantes...

¿Sasuke y ella se perdonaron para poder amarse? ¿O se amaron para poder perdonarse? ¿Cuál fue el primer paso? Se inclinaba a pensar que a partir del perdón surgió el amor entre ellos, pero tal vez se equivocaba. Quizás sucedió al revés.

—Es inútil tratar de hacer las paces después de lo que pasó entre nosotros, Sasuke —señaló Hiashi, rasgando el ambiente con su voz más dura—. Todos lo sabemos. Hagamos lo que hagamos un odio tan grande nunca se extinguirá. Es como pedirle peras al olmo.

—Concuerdo hasta cierto punto —replicó a su vez el aludido—. Yo también te seguiré odiando, pero por suerte no tenemos que convivir ni tenemos por qué tratar de matarnos cada vez que nos veamos. Puede haber paz entre nosotros siempre y cuando no estemos cerca. Eso es lo máximo a lo que tú y yo podemos aspirar. Y exactamente lo mismo te digo a ti, Hanabi.

Otro mutismo se plasmó por doquier, aunque en esta ocasión duraría menos que el anterior.

—Hiashi, estamos a punto de vivir momentos cruciales antes de pelear contra Danzo y Pain —recordó Naruto. El asunto le concernía al Uchiha y a los Hyuga, pero era incapaz de abstraerse respecto a lo que sucedía—. Al menos por ahora dejemos estas rencillas a un lado porque mañana no sabemos si estaremos vivos. Mañana puede ser demasiado tarde —aconsejó sentidamente.

—Por mí está bien —dijo el líder Hyuga tras largar un hondo suspiro—. Nunca me rebajaré a pedirle perdón al asesino de mi clan y a quien me extirpó un ojo sin compasión —señaló el parche que llevaba puesto—, pero sí puedo decir que si pudiera retroceder el tiempo cambiaría muchas cosas, mismas que siempre llevaré sobre mi conciencia hasta que me llegue la hora.

—Yo tampoco me rebajaré a pedirle perdón al hombre que asesinó a mi familia por la espalda, pero sí puedo decir que no me interesa matarte ni reñir contigo. Ya no tiene sentido. Yo ya no soy el hombre que fui y hacer feliz a Hinata, cuidarla con mi vida incluso, es mi forma de pagar todos los pecados que cometí en el pasado.

—Sasuke... —musitó de manera muy emotiva quien fue aludida.

De repente Hanabi sintió que todas las miradas se enfocaron en ella. Era su turno de hablar.

—Tengo un odio tan grande dentro de mí que dudo que pueda dejarlo atrás —explicó tomándose el pecho justo en la zona del corazón—. Aun así lo intentaré por mi hermana, porque sé que ella se merece eso y mucho más.

—Hanabi, gracias de verdad... —dijo Hinata, quien, muy enternecida, se acercó a darle un abrazo. La menor recibió el gesto sin poner peros y con una efusiva mirada de por medio. Los afectuosos tiempos de antaño habían renacido otra vez.

Cuando ambas Hyuga se separaron, Hinata y Hiashi cruzaron miradas automáticamente. ¿Había cambiado el rencor que antes reflejaban? Los testigos presentes no lograron leer las emociones existentes en esos tres luceros albinos, ya que la aparente carencia de pupilas dificultaba el proceso. Pero, por la expresión de facial de Hinata, se figuraron que ella sí estaba dispuesta a darle un abrazo a su padre y dejar el pasado atrás. Al fin y al cabo esa era la naturaleza de ella: la compasión, la empatía y el perdón.

La expresión de su padre, entretanto, resultaba mucho más inexpugnable y eso daba un indicio de que, aunque respetaba a Hinata actualmente, todo estaba demasiado reciente como para darle un abrazo como si nada hubiese pasado. Aún tenía que asimilar lo sucedido.

—Dudo mucho que podamos retomar nuestra relación de padre e hija —explicó él su inacción—. Tras todo lo que ha pasado es imposible deshacer el rencor. Incluso si lo dejase ahora, sé que mi odio contra ti volverá a reflotar más temprano que tarde.

—Eso es completamente normal, papá, porque esto no se trata de decir un día «te perdono» y asunto arreglado. ¿Cree que yo no me siento mal al recordar la muerte de Neji o del resto de mi familia? Al pensar en eso siento un tremendo dolor que hace renacer mi rencor contra Sasuke, pero sé que hundirme en éste no me traerá de vuelta a mis seres queridos. Y también sé que él está sinceramente arrepentido porque me lo ha dicho —contó muy emocionada, tanto que la barbilla le tembló cuando cesó de hablar unos momentos—. Perdonar es un proceso continuo y de todos los días, uno en que el dolor se va superando a fuerza de engrandecer el alma para darle cabida a la conmiseración. Es muy difícil perdonar, Sasuke y yo lo sabemos mejor que nadie, pero vale la pena vencer al odio. Lo vale si eso consigue que vuelva a haber paz y cariño entre nosotros —cerró con una sapiencia a toda prueba. La vida le había enseñado tal lección mejor que a ninguna otra persona.

Se instaló un profundo mutismo en todo el templo gracias a la impresión de todos. A pesar de su juventud, la sabiduría que desprendía Hinata demostraba cuánto había madurado en base a todo el dolor que padeció durante su vida. Eso se añadía a la ingente emotividad con que brotaba cada palabra suya.

—Perdonar cada día... —musitó Hiashi como si aquello se tratara de un hecho inconcebible.

—Yo creo que vale la pena intentarlo. —Se inmiscuyó una Hanabi que, tal como lo dijo su hermana mayor, estaba dispuesta a engrandecer su alma—. Somos los últimos Hyuga y a mí me duele mucho que haya tantos rencores entre nosotros. Ahora deberíamos estar más unidos que nunca y si perdonarnos mutuamente hace que el afecto renazca, que nuestra relación de hermanas y de padre e hijas mejore, entonces estoy dispuesta a intentarlo con todas las fuerzas de mi alma. Podemos rehabilitar nuestros vínculos, lo sé.

Hiashi suspiró pesadamente mientras miraba a su hija menor. Siempre la consideró su punto débil ya que por ella haría lo que fuese. Aun así dar el paso seguía siéndole muy difícil.

—Vamos, papá, no sea tan tozudo —añadió la de catorce años recién cumplidos—. Restituya el lazo con mi hermana mayor diciéndole «lo siento»—. Dicho esto, no dudó en darle un empujoncito a su padre hacia adelante.

El de cuatro décadas envió su mirada aún dudosa hacia Hinata, sorprendiéndole notar de nuevo cuán segura lucía. Ya era indubitable: era toda una mujer, una guerrera inclusive.

«No lo dudes tanto y pídele perdón», oyó una voz en su mente, una que era idéntica a la de su difunta esposa. «Sé un mejor padre para Hinata, anula los rencores y gánate el respeto de tus hijas de nuevo».

Sí, eso es lo que le hubiera dicho ella de seguir con vida. Sintiendo que todavía no era muy tarde para intentarlo, quiso creer que vencer al rencor sí era posible. Así, tras dejar atrás los incontables segundos de titubeos, se atrevería a dar el paso decisivo; ese que era muy difícil para las personas que siempre ponían al orgullo por delante.

—Hinata..., te pido perdón por todas las veces que te hice sufrir con mis desprecios. Fui un mal padre para ti y no hay excusa que valga. No fui capaz de dar el ancho como papá, tampoco como ser humano.

Para la primogénita esas palabras fueron como avistar la costa tras nadar un sinfín de horas; como recibir agua después de atravesar un desierto; como ver lluvia tras una prolongada sequía. Un sentimiento sencillamente indescriptible se apoderó de ella.

—No se preocupe, papá —dijo finalmente con voz trémula—. Sé que a usted lo criaron de una forma muy estricta y que le enseñaron valores distintos. Yo también le pido perdón por haberme enamorado de quien no debía. Sé lo terrible que resultó para usted y para Hanabi —miró a su hermanita—, pero espero que un día usted también pueda disculparme ese pecado.

Hiashi sintió que era demasiado pronto como para darse un abrazo. Si lo hiciera lo habría percibido como uno falso, apresurado e impostado. A cambio, y ya que su hija mayor se había ganado su total respeto, daría un gesto que sí le nacía desde lo más profundo del corazón: estiró su diestra a fin de estrechar la de Hinata.

Ella aceptó el gesto con una sonrisa y lágrimas burbujeando en los ojos. Las manos se dieron un apretón que sellaba el compromiso de volver a ser padre e hija, de volver a respetarse como tales. Y partiendo desde esa base, esperaban que el afecto escalara hasta volverse un amor filial mucho más sano que el anterior. Podrían lograrlo o no, pero lo intentarían porque eso era lo que ambos esperaban de todo corazón.

Hanabi, sin ganas de ser sólo una testigo, se acercó y los abrazó a ambos al mismo tiempo con una sonrisa que no tenía desde mucho tiempo atrás.

El matrimonio se había arruinado, pero tal vez la reconciliación definitiva entre hermanas, y entre padre e hija, había valido el costo. Quizás Hinata y Sasuke hasta podrían casarse todavía, ya que el sumo sacerdote aclaró que no existía ninguna razón válida para impedir la ceremonia. Los prometidos iban a sugerir la continuación de ésta, pero de repente, cuando todo parecía haberse solucionado, ocurrió algo completamente inesperado...

—Lo siento mucho, Hinata —le susurró al oído—, pero ahora mismo verás que el odio nunca se puede dejar de lado...

Dicho esto Hiashi sacó un puñal oculto desde su ancho cinturón, se desembarazó de sus hijas empujándolas hacia atrás con mucha fuerza y corrió en dirección a Sasuke esgrimiendo el arma por delante.

—¡Papá! —gritaron las hermanas sin tener tiempo para hacer nada más. Hinata logró mantenerse en pie de milagro, pero ya era imposible darle alcance a su progenitor. Al mismo tiempo Hanabi, por ser más menuda, había caído de trasero al suelo.

Todo pareció imprimirse en una atroz cámara lenta. El más longevo de los Hyuga avanza hacia Sasuke con la intención de matar o morir, sabiendo perfectamente que lo segundo era mucho más probable que lo primero. Sin embargo, buscar venganza contra el hombre que lo torturó, el que le sacó un ojo, el que prácticamente exterminó al clan Hyuga, era demasiado tentador como para desecharlo. Cuerpo y alma se lo exigían a gritos. Desde un principio vino aquí con la idea de morir y ni siquiera la reconciliación con Hinata cambiaría aquello. No cuando cada día le ardía de un modo atroz su cuenca ocular vacía, no cuando el último Uchiha estaba tan cerca suyo, no cuando el odio contra ese pelinegro seguía llameando en su alma a plena potencia.

—¡Cuidado, Sasuke! —gritó Hinata a todo pulmón. La desesperación hizo que su voz sonara como las agotadas cuerdas de un violín añejo.

Hubo otros alaridos que hicieron eco por las paredes, también palmas en la boca y ojos desmesuradamente abiertos. Todo en tan solo dos segundos.

De improviso, sangre empezó a caer sobre el piso tras la colisión de ambos guerreros.

—¡Sasuke! —exclamó la novia sin saber quién era el malherido. ¿Había sido estoqueado su hombre? ¿Fue dañado su padre? ¿Era una herida letal? Su perspectiva, la cual sólo le permitía ver la espalda de Hiashi, le impidió comprobar de quién era el líquido vital que escurría.

Los que sí pudieron ver perfectamente lo sucedido fueron Ino y Chouji, cuyos semblantes tranquilos dejaban claro que la sangre que caía no pertenecía al Uchiha. Éste, reaccionando a la velocidad propia de un guerrero tan letal, detuvo la inercia capturando la muñeca de Hiashi con la zurda mientras su diestra sacaba el estilete que siempre portaba. Dirigió su arma hacia el corazón de su enemigo, pero el cuadragenario logró evadirse de tal forma que la hoja no se le clavó en el corazón sino en el brazo izquierdo. De allí cayó el brillante rojo que deseaba teñir el piso.

Hiashi seguía presionando para impulsar su puñal, pero su enemigo le propinó un cabezazo tan terrible que lo hizo caer de nuca contra el suelo. La inconsciencia arribó instantáneamente.

La fuerte testarada también aturdió al guerrero perfecto, pero no tanto como para mermar su instinto asesino profundamente arraigado en su ser. Se abalanzó sobre Hiashi, le sacó el estilete clavando en el brazo y, empuñándolo a dos manos, se dispuso a perforarle el corazón. Alzó el arma hasta el tope y entonces, justo cuando la fatalidad bajaba a toda velocidad buscando su destino, oyó algo que detuvo en seco su movimiento.

—¡No lo hagas!

Hubo más gritos, pero él sólo escuchó la voz de Hinata propagándose como un sonido desgarrador. Gracias a ella alcanzó a congelar la hoja justo a dos centímetros del pecho que pretendía atravesar.

Una sombra acercándosele le hizo alzar su negra mirada, viendo como Hanabi intentaba lanzársele encima portando un cuchillo aserrado, empero, esta vez no le fue necesario defenderse. Kiba alcanzó a detenerla agarrándola desde el abdomen.

—¡Suéltame, Kiba! —dijo la adolescente tras mirar un segundo hacia abajo y reconocer de quién eran esas manos—. ¡Ese demonio matará a mi papá!

—Ya se detuvo, Hanabi —contestó serenamente el que la sujetaba—. Controla tu odio o será peor.

—¿¡Pero no ves que casi lo mata!? ¿¡Te parece normal eso!?

—Me pesa decirlo, pero Hiashi atacó primero. Sasuke reaccionó en defensa propia.

Hanabi hizo rechinar sus dientes, pero el pasar de varios segundos le sirvió para ir acallando su desesperación paulatinamente. Dejó de sacudirse entre las manos de Kiba.

—Está bien, ya estoy tranquila. Déjame ir con mi papá, quiero saber cómo está.

El fan de los perros notó que la menor parecía haber recobrado la compostura. Aun así, no se confiaría.

—Entrégame tu arma primero.

Hanabi no puso oposición. Ya tenía la claridad mental necesaria para saber que atacar a Sasuke sería en vano. Si su padre no alcanzó el éxito mucho menos ella. Acto seguido, se dirigió hacia el que estaba tendido sobre el piso y se le arrodilló al lado. Iba a tomarle el pulso, pero una rapidísima Sakura se le adelantó.

—¿Está vivo, cierto? —preguntó una acongojada Hinata. Al igual que su hermana menor, esperaba ansiosamente una respuesta positiva.

—Su corazón late y sus pulmones respiran —dijo tras un tanteo manual y visual—. Lo que me preocupa es el golpe en la nuca que se dio contra el piso, pero primero hay que parar el sangramiento del brazo —dijo mirando a las dos hermanas sucesivamente.

La de ojos como jade se puso a obrar enseguida aprovechando que, por precaución de enfermera, siempre estaba premunida de elementos curativos. No tuvo que coser el brazo, pues la herida que dejaba un estilete era mucho más profunda que ancha. A cambio le aplicó una crema pastosa para luego rematar con un torniquete de vendas que pararía el sangrado.

Mientras lo anterior sucedía, Uchiha se puso de pie con una mirada extraña que iba dirigida hacia su estilete manchado de sangre. Parecía consternado por alguna razón. Luego sacudió el arma varias veces para quitarle el rojo de encima, guardándola en la funda del cinturón poco después.

Palabras entre adolescente y pelirrosa fueron y vinieron, la última diciéndole a la primera que la herida del brazo no podría enviar a la tumba a un guerrero como Hiashi. Después del examen craneal agregó que lo más probable es que se recuperaría, ya que no veía ninguna herida abierta o indicios de un daño más grave que una contusión. Si nada anormal acontecía, le quedaría un chichón cuanto mucho. Como respuesta las hermanas soltaron profundos suspiros de alivio. Quizás Hiashi no se merecía una reacción así, pero seguía siendo el padre de ambas.

Hinata se acercó al ojinegro general, acción que antes debió posponer para no quedar como una mala hija ante su hermana menor. Estaba preocupada por Hiashi, claro que sí, pero en caso de dejarse llevar por sus sentimientos habría acudido enseguida con quien amaba para decirle lo que ahora:

—Sé que fue en defensa propia, amor. La culpa la tuvo mi papá —dijo angustiosamente.

El único sobreviviente Uchiha no respondió, aunque su aspecto irradiaba una sorprendente tristeza. Además la mano izquierda se había convertido en un puño fuertemente cerrado. Aun así agradeció internamente que su dama lo exculpara enseguida.

—¿Qué te pasa, amor? No te veo bien…

Los ojos negros enfocaron a los perlados.

—Podría haber inmovilizado a tu padre sin necesidad de matarlo, pero mi reacción instintiva fue atravesarle el corazón a la primera oportunidad...

Gracias a ese comentario, Hinata comprendió la razón de que se viera extrañamente taciturno.

—Pero te detuviste. —Incapaz de hallar un argumento mejor, trató de recordarle aquello.

—Alcancé a hacerlo sólo por tu grito o sino lo habría matado —dijo denotando molestia contra sí mismo—. Hiashi y yo somos la prueba de que el odio gana el noventa y nueve por ciento de las batallas.

Hinata bajó su cabeza hasta casi hundir su mentón en el cuello. Lo dicho por su novio era muy desalentador y más aún si se tomaba ese porcentaje como una verdad.

—No entiendo qué pasó con mi padre. —Llevó una palma a su frente como si quisiera calmar una súbita fiebre—. Hace poco todo lucía tan esperanzador para nosotros, pensé que podríamos convivir en paz, pero es como si de repente se hubiera vuelto loco —dijo afligidamente, mirando al susodicho todavía inconsciente.

—Yo sé bien lo que pasó —afirmó clavándole los ojos a su musa con mayor intensidad—. Una vez que tomas el sendero del odio, por siempre gobernará tu vida.

Esas palabras resultaron muy frustrantes para ambos. Sasuke por decirlas, Hinata por oírlas. Que los rencores siempre salieran a flote imponía una fuerte desesperanza en cuanto al futuro. Sin embargo, la fémina no permitiría que esa idea se implantara como una verdad absoluta. ¡Claro que no!

—No es así, Sasuke, nosotros dos somos la mejor prueba de que el odio no gana todas las batallas.

—Eso es una excepción a la regla, una anomalía que no se repetirá. Es deprimente ver cuán poderoso es el odio. En realidad se trata de un enemigo casi invencible.

Hinata no deseaba aceptar ese argumento por nada del mundo, pero, por más que buscaba una explicación, no lograba comprender qué había pasado por la cabeza de su padre para arrojarse de ese modo. Sólo la fuerza de una aversión descomunal otorgaba la respuesta.

—Sé que lo que acaba de pasar es muy aciago, pero no te dejes llevar por la negatividad. Si yo pude reconciliarme con papá, contigo también sucederá. Hay que darle tiempo nada más.

—Sigues siendo muy ingenua.

—Tal vez lo sea, pero no quiero perder la esperanza y ojalá que tú tampoco la pierdas. Al final el perdón triunfará sobre el odio. Ya lo verás con el tiempo.

Él, queriendo ser tan cándido como ella, no quiso replicar esta vez. A cambio le acarició una mejilla empleando una ternura inusitada.

—Te amo, mi niña, te amo. Me da igual que mi suegro y mi cuñada me sigan odiando, lo único que me importa es tenerte a mi lado para siempre. Pase lo que pase te amaré hasta la muerte y más allá.

Hinata frotó su mejilla mimosamente contra la mano de su amado. La ternura, pese a lo recién vivido, afloró como una explosión incontenible.

—Al final todo estará bien, amor. Tal como lo hizo conmigo, un día papá podrá dejar atrás el rencor que te tiene. Sé que así pasará.

Queriendo creer en las palabras de su musa, Uchiha asintió firmemente.

Dos minutos más avanzaron y, tras ellos, Sakura anunció que sólo sería cuestión de tiempo para que Hiashi recobrase la conciencia. Hanabi, mientras tanto, fue apoyada en todo momento por Kiba. Gracias a sus consejos no se abalanzó sobre Uchiha de nuevo, logrando entender que esta vez fue su padre el que perdió los estribos. No lo culpaba en todo caso y tampoco pensó que fuese un caso de locura temporal; cualquiera en su lugar querría vengarse del demonio que le hizo torturas tan atroces como quitarle un ojo o socarrarle las piernas.

Poco después un chico con bufanda irrumpió en la entrada al templo. Como era lógico le llamó la atención que hubiera un hombre inconsciente sobre el piso y sangrando desde el brazo, pero existía un asunto mucho más urgente que satisfacer su curiosidad. De hecho el tremendo peligro que conllevaba la noticia que daría, provocaría que lo sucedido con Hiashi quedara completamente atrás.

—Traigo un mensaje de suma gravedad para el líder de la rebelión —anunció su voz juvenil aunque segura, misma que se esparció a través de las paredes del templo.

El general, tras echarle un vistazo revisor al muchacho, le indicó a los lanceros que lo dejaran entrar. El recién llegado, quien llevaba una espada en su espalda, avanzó a paso firme portando la estampa propia de un guerrero. A sus catorce años ya tenía más determinación que muchos hombres adultos.

—¿Tú eres Sasuke Uchiha? —dijo deteniéndosele a un par de metros. Lo miró hacia arriba, pues la diferencia de alturas era notoria. Le tomaría por lo menos dos años para que la disensión fuese menor.

—Soy yo —confirmó el pelinegro.

«Así que este es el guerrero que acabó con veinte élites en un barco llamado Jiren...», dijo recordando una hazaña que, pese al poco tiempo transcurrido, ya había alcanzado un cariz legendario.

—Yo soy Konohamaru Sarutobi, el líder de la isla rebelde y he venido a entregar un mensaje muy importante del almirante Kisame Hoshigaki.

«Así que este es el nieto de Hiruzen...», pensó Sasuke a vez, sabiendo perfectamente que no estaba ante un chico ordinario. Había tenido muy buenas referencias de él como guerrero a pesar de su juventud. Eso le hacía recordarse a sí mismo cuando tenía esa edad.

—¿Cuál es el mensaje? —cuestionó el comandante.

—Pain llegará a nuestras costas en cosa de un día.

Un instantáneo escalofrío recorrió las espaldas de casi todos los presentes. Y aquellos que no lo sufrieron, igualmente fueron invadidos por un natural desasosiego.

—¡¿En menos de un día?! —exclamaron las chicas adultas junto a Kiba y Chouji.

—Así es. Lo peor es que yo vi su armada y es tan inmensa como el mar mismo —confirmó con notorio pesimismo.

—¿Qué pasó con Kisame? —preguntó una preocupada Ino.

—Lo más probable es que haya caído en batalla. También Sasori. Ambos se enfrascaron en un combate final para darles más tiempo a ustedes de organizarse.

La Yamanaka lamentó sinceramente la muerte del tiburón. Apartando a Sasuke, él fue el único guerrero de élite que siempre le dio respeto.

—Ya veo... —dijo Uchiha con una voz más baja de lo normal; no por Sasori sino por Kisame—. Sus sacrificios no pueden ser en vano —dijo volviendo a levantar sus decibeles—, hay que moverse para derrotar a Danzo lo antes posible.

Enseguida todos lo miraron a ojos más abiertos de lo normal. Vencer al rey en un plazo tan corto sonaba a demencia y la primera en dejarlo claro fue Ino.

—Es imposible vencerlo en un día.

—Ella tiene razón —intervino Konohamaru, pronto a dar su opinión esgrimiendo la osadía propia de la juventud—. La única forma de enfrentarnos a un ejército tan grande es aliarnos con Danzo y esperar a Pain en la capital. El resto de reinos ya están al tanto de la invasión, así que más temprano que tarde enviarán guerreros como apoyo. Tenemos que esperar esos refuerzos.

—Aliarnos está fuera de toda discusión —refutó Uchiha afilando su mirada—. Hacerlo significaría exponernos a que Raíz nos dé una puñalada por la espalda en cualquier momento. Acabaremos con Danzo antes de que el día de mañana acabe —insistió alardeando una seguridad despampanante.

—¿Pero qué dices? —cuestionó Ino alzando su voz por culpa de la sorpresa—. El chico tiene razón, Sasuke. No podremos acabar con Danzo en un día. No digo que sea completamente imposible, pero es muy difícil y nos costaría un montón de hombres, mismos que después nos faltarán para enfrentar a Pain. Me temo que tu odio por Danzo te está nublando el juicio —advirtió preocupadamente.

—Nada de eso. ¿Has tomado en cuenta cuántos soldados le quedan a Danzo? ¿Ocho mil? ¿Diez mil? Podemos derrotar a esa cantidad en un solo día —dijo alardeando una seguridad a toda prueba.

—No son tantos, cierto, pero estamos hablando de la plana mayor de Raíz y tú sabes perfectamente cuán peligrosos son.

—Da igual que se trate de Raíz. Invadir la capital no será difícil porque no tiene muros; el verdadero problema es asaltar el castillo, pero con las catapultas y torres de asedio podremos lograrlo en tiempo récord si nos lo proponemos.

—Siempre me llamó la atención que la capital de este reino no tuviera muros protectores —introdujo Kiba un comentario a fin de aliviar un poco la tensión que se sentía—. ¿A qué se debe una desventaja así?

—Porque aquí seguimos la doctrina espartana. Los guerreros más fuertes del mundo no necesitan de muros —contestó el líder rebelde.

—Esa soberbia les puede pasar la cuenta contra Pain —advirtió a su vez el que había preguntado.

—Eso no es lo que importa ahora —aclaró Ino para después dirigirle una mirada a su superior—. ¿Sabes que tu plan es una locura, verdad? ¿Qué porcentaje de éxito tiene? ¿Un cinco por ciento? Mientras atacamos a Danzo, Pain nos pillará a todos por la espalda y moriremos en un santiamén.

—¿Y quién dijo que ya expuse todo mi plan? —repuso el pelinegro—. Por lo irregular que es nuestra costa, una armada tan grande como la de Pain sólo tiene seis bahías propicias para desembarcar. Hay que enviar a legiones allí e impedir el descenso de su ejército durante el máximo tiempo posible. Mientras eso sucede, yo y mis hombres nos encargaremos de Danzo antes de que llegue la noche de mañana —dijo mientras cruzaba sus brazos con una tranquilidad a toda prueba—. Una vez que Shimura caiga, todas las legiones se replegarán hacia la capital. Ahí esperaremos a Pain para la batalla final.

Se siguió debatiendo la osada idea de Sasuke, profundizando y desgranando cada detalle. De los presentes hubo gente en contra y gente a favor en cantidades prácticamente similares. Ino mostraba su clara discordancia sin tapujos, mientras Uzumaki, para gran sorpresa de todos, aún no decía nada al respecto. Lo normal es que ya hubiese estado criticando a viva voz la estrategia de su némesis.

—¿Y tú, Naruto? ¿Estás de acuerdo con esta locura? —cuestionó Yamanaka, dispuesta a darle plena validez a su opinión. Lógicamente, esperaba que su futuro novio se pusiera en contra con dientes y uñas.

Uchiha tuvo ganas de increpar a su socia. ¿Qué importaba lo que dijera el Uzumaki? Él no tenía ninguna incidencia en las decisiones de este país. Ninguna. Aun así, y recordando que el blondo tuvo la generosidad de reconocer el amor que le tenía a Hinata, decidió dejarlo hablar esta vez.

—A ver si entendí bien... —dijo el de ojos azules preparándose a resumir lo dicho hasta ahora—. Nos dividiremos en seis grupos a lo largo de la costa para interceptar los puntos más favorables de desembarco. Cuando sepamos en qué lugar exacto atracará la flota de Pain, los cinco grupos restantes iremos a ese punto. Batallaremos lo máximo posible para retrasar a ese supuesto dios y luego nos retiraremos hacia la capital.

—Exactamente —confirmó la de cabello platinado.

—Me parece un buen plan.

—¿Qué? —exclamaron Ino, Kiba, Sakura y Chouji, sin poder creerse que Naruto Uzumaki estuviese apoyando una idea de Sasuke. ¿Estarían soñando, acaso? El líder de la rebelión, en tanto, se preguntó qué clase mosquito le había picado a su archirrival.

—Me parece un buen plan —iteró— y estoy dispuesto a seguirlo, pero con una modificación que no negociaré: yo no pienso replegarme. Yo acabaré con Pain.

A Sasuke ya le había parecido muy extraño que Naruto apoyará su estrategia. Era evidente que iría por el premio mayor. Cerró un puño antes de dirigirle la palabra con la agresividad que ese rubio maldito siempre le engendraba.

—Pain es mi presa y eso no cambiará —espetó Sasuke alzando su barbilla—. Te recuerdo que yo me gané ese derecho cuando mi alumna derrotó a la tuya en buena lid.

—Pues tendrás que elegir a qué presa quieres, si a Danzo o a Pain. No te queda otra porque yo no pienso replegarme —aseguró tan decidido como siempre—. Si quieres luchar contra un dios tendrás que dejarme al rey a mí. ¿O se te olvida que yo también tengo cuentas que ajustar con Shimura?

El hijo de Fugaku se rascó una ceja a la vez que cerraba los ojos. Su semblante daba a entender que en cualquier momento lanzaría algún golpe. Se veía tan frustrado que Ino y Hinata se aprestaron a ponerse entremedio si era menester. Apenas los orbes negros se abrieron de nuevo, se escuchó una voz de lo más amenazante.

—Escúchame bien porque no lo repetiré: tanto Danzo como Pain son mis trofeos. Que eso te quede muy claro, fracasado adicto a la masturbación.

«¿Adicto a la masturbación? ¡Si sólo lo hago en casos de mucha necesidad!», se dijo Naruto mentalmente, quitándole el piso a la humillante acusación. Pensó en defenderse lanzando esas mismas palabras, pero decidió dejarlo pasar por esta vez. No quería andar ventilando su vida más íntima.

—Me dan exactamente igual tus rabietas de niño mimado. Escoge de una vez: ¿prefieres matar a un rey o a un dios?

—Yo no aceptaré que un tonto como tú me ponga una encrucijada. Mucho menos si tomamos en cuenta que tu cerebro es diminuto. No te cagas encima de milagro.

—Cabronazo, los bebés sí se cagan encima y no por eso hay que insultarlos. ¡Ellos no tienen la culpa de tener la tripita suelta!

—Basta de ridiculeces. Si no quieres seguir mi plan al pie de la letra entonces te obligaré a hacerlo, homúnculo coprófago.

—¿Por qué diablos me insultas con palabras que no conozco, cabrón? ¿Quieres hacerte el inteligente? Y me da igual lo que digas, yo no retrocederé y estoy seguro de que Gaara tampoco lo hará. Tú no pasarás a llevar nuestros orgullos de guerreros, así que escoge de una vez: ¿quieres matar a un rey o a un dios?

La discusión, fuertes improperios incluidos, se prolongó un poco más hasta que Ino decidió entrometerse.

—Lamento decirlo, Sasuke, pero creo que Naruto tiene razón el fondo y ahora explicaré el por qué: replegarnos es peligroso si ese tal dios divide su flota y desembarca en varios lugares a la vez. Si sus legiones nos pillan en el regreso estaremos fritos. La única forma de evitar eso es que alguien derrote a Pain enseguida para que sus seguidores se caguen de miedo. Y aparte de ti el candidato más capacitado para hacerlo es Naruto, aunque Gaara también es muy orgulloso y querrá obtener esa victoria por su cuenta. Si realmente quieres que tu plan resulte, amigo mío, entonces tendrás que ceder sí o sí.

«Gracias por apoyarme, Ino», dijo Uzumaki en su mente a la vez que le arrojaba una mirada cómplice. Evitó decirlo explícitamente para que el Uchiha no lanzara su veneno contra ella.

Por justicia, Sasuke debía reconocer que su archirrival obtuvo el derecho a enfrentar a Pain cuando le ganó ese combate de pugilismo. Asimismo, aunque ansiaba mucho combatir contra un dios, su prioridad era, es, y siempre sería, la venganza contra Danzo Shimura. Eso era indiscutible.

¿Qué más daba que Naruto se llevase la gloria de vencer a Pain? Después sólo tendría que matar al rubio para demostrarle a todo el mundo que Uchiha Sasuke era mejor que el hombre que derrotó a un dios. Tomándolo desde esa perspectiva, la batalla final entre ellos alcanzaría un sabor incluso mejor...

Aun así la decisión de dejarlo pelear contra Pain le dolía tanto que, antes de hablar, mató a Naruto veinte veces en su mente.

—Bien, prefiero ultimar a Danzo y completar mi venganza. Tú puedes matar a ese supuesto dios, pedazo de estiércol, porque yo después te quitaré la vida a ti.

—Un adorador del Diablo jamás podrá vencerme.

—¿Se te olvida que ya lo hice, arrastrado jalador de bolas? ¿Se te olvida que sigues viviendo por qué te perdoné la vida?

—¿Y a ti se te olvida que te di la paliza de tu vida? ¿Se te olvida que en una pelea sin armas, de hombre a hombre, yo fui el ganador?

—Un milagro no se repite dos veces. La próxima vez será a muerte.

—A muerte o no, entiende que existe una gran diferencia entre tú y yo. Mientras tú llorabas pidiendo la teta de mami yo ya tenía pelos en los huevos, cabrón.

El sumo sacerdote, perturbado por imaginar a un bebé con vello en sus partes pudendas, necesitó intervenir antes de que la reyerta se volviese todavía más vulgar.

—Por favor, jóvenes caballeros, no quiero escuchar conversaciones tan edificantes y cultas en este lugar. Les recuerdo una vez más que están en el templo de una diosa. Ya se manchó con sangre extranjera —miró al todavía inconsciente Hiashi—, así que no sigan ensuciándolo con palabras impropias.

—Él tiene razón, chicos —apoyó Ino—. No dejen que sus rencillas les saquen de lo verdaderamente importante. Naruto, ¿estás seguro de apoyar el plan de Sasuke? Yo sigo encontrándolo más peligroso de la cuenta.

—Es peligroso, pero yo tampoco quiero aliarme con alguien tan traicionero como Danzo Shimura. Y si Pain se cree tan fuerte no tendrá problemas para luchar conmigo de hombre a hombre. O de hombre a dios si así prefiere llamarlo —corrigió sonriendo al imaginarse un duelo espectacular—. Intentaré razonar con él, pero si no lo logro entonces lo acabaré y la invasión se detendrá. Muerto el perro se acaba la rabia.

—Muy bien, que así sea entonces —cerró Sasuke el asunto a una velocidad sorprendente y ahora mismo diría el por qué—. Es inútil perder más tiempo discutiendo, así que nos pondremos en marcha ahora mismo. —Dicho esto, le dirigió una mirada a Matsuri—. Tú, infórmale a Gaara de la situación.

—Voy enseguida —dijo la aludida, poniendo pies en polvorosa un segundo después.

Uchiha le dio el rostro a su amada y entonces le dijo:

—Lastimosamente nuestro matrimonio fue todo un fracaso. —Su voz delató el pesar que le causaba ello. De hecho un «amor mío» no pudo salir porque se le quedó atorado en la garganta.

Ella tomó las manos de él entre las suyas, traspasándole su reconfortante calidez.

—El destino está en contra nuestra, pero como nuestro amor es más fuerte lo venceremos cuántas veces sean necesarias —aseguró ella sin cancelar el optimismo. Eso sorprendió a Sasuke, ya que la antigua Hinata solía perder el ánimo ante situaciones adversas—. De todas formas nosotros no somos la prioridad ahora; hay que acabar con Danzo y con Pain o el mundo entero estará condenado.

—En eso tienes razón.

—Por cierto, ¿qué pasará con mi papá? ¿Lo encarcelarás por atacarte?

—No es necesario ya que Hiashi no representa ninguna amenaza para alguien tan hábil como yo. Aun así no quiero verlo cerca mío. Que haga lo que le plazca siempre y cuando permanezca muy alejado de mí.

—Gracias por eso. —Lo premió acariciándole la mano—. Procuraré que Kiba y Hanabi lo mantengan a raya.

—¿Y la gente de afuera? —cuestionó la castaña de catorce años, quien los había escuchado a pesar de la distancia a la cual estaba. Era una prueba de que tenía un excelente oído—. Esa masa no se ha enterado de nada y sigue con ganas de comerse vivo a mi papá por haber interrumpido el casamiento.

El hermano de Itachi le echó una mirada a quien intentó matarlo. Seguía inconsciente, aunque seguramente era mejor así. No quería que ese viejo le revolviera más la bilis.

—Bastará echar a correr la noticia de que la invasión de Pain llega mañana y se dispersarán todos. Tienen que prepararse a dejar esta ciudad y refugiarse ya que no sabemos las intenciones de ese sujeto. ¿Viene a destruir cada ciudad de este reino? ¿Dejará en paz a los civiles? No pueden arriesgarse a averiguarlo.

Hanabi nada dijo a cambio, pero la falta de réplica demostraba su conformidad con lo dicho.

—Yo me encargaré de anunciar la noticia —anunció Chouji, quien también demostró su buen oído. Sus pies se movieron hacia la entrada y, desde lo más alto de las escaleras, colocó sus manos a cada lado de su boca y entonces exclamó a viva voz:

—¡Atención, compatriotas! ¡Escúchenme atentamente por favor! ¡El dios del dolor y sus hordas llegarán mañana mismo a nuestra costa!

El inmenso gentío enseguida dejó sus cánticos que pedían la muerte de Hiashi, mutando sus rostros desde expresiones de furia hacia intensa preocupación. Por doquier nerviosos murmullos empezaron a sucederse a gran velocidad.

—¡No sabemos si Pain destruirá todo a su paso o no, pero, por su propia seguridad, les recomendamos a todos los civiles evacuar la ciudad hacia lugares que consideren más seguros! ¡Propaguen la voz por favor!

Como acto siguiente la gente empezó a dispersarse mientras se oía una y otra vez la misma frase de alarma a través de las calles: «¡Pain ya llega!». Unos tomaron la decisión de empacar sus cosas más importantes e irse hacia los bosques o praderas hasta que el peligro pasara, otros en cambio se rehusaron a abandonar sus casas por el temor a que fuesen saqueadas. Otros tenían la esperanza de que Pain no tomara esta ruta y otros tenían tanta fe en Sasuke, en Gaara y en el resto de la rebelión que dieron por sentado que derrotarían a ese supuesto dios antes de que pudiera avanzar siquiera. Por supuesto, los rezos pidiéndole protección a las deidades del reino tampoco faltaron.

—Sasuke, con la inminente llegada de Pain la situación ha cambiado de forma radical —comentó Hinata varios minutos después, una vez que ya cabalgaban sobre el lomo de Shakma. Leónidas, en tanto, los seguía trotando a un costado—. Ahora mismo tienes que dejarme participar en la guerra porque necesitas toda la ayuda posible. Sabes que soy una excelente arquera que te puede ser muy útil y tú mismo has visto que con la espada me manejo mucho mejor que antes.

El último Uchiha torció sus labios dibujando una mueca de clara inconformidad. Aun así, debía reconocer que su dama se había ganado un mayor respeto de su parte gracias al reto mortal que le lanzó a su propio padre. Ya tenía la calma mental necesaria como para actuar fríamente en situaciones límites y su puntería podía ser un gran aporte en batalla; eso era innegable. Además había peleado de una manera excelente contra Hanabi y contra Sakura, ganándoles a ambas con la espada. No se paralizó por los nervios, tampoco tuvo miedo ante la presión.

Tras unos segundos de espera que a Hinata se le hicieron interminables, el general dio por fin su veredicto.

—Has progresado mucho con tu esgrima, pero una batalla campal te queda demasiado grande todavía. Sin embargo —dijo antes de que ella alcanzara a protestar—, reconozco que con el arco tienes un talento natural increíble, casi mágico, así que te dejaré luchar en el asalto al castillo siempre que cumplas una condición innegociable —remarcó la última palabra diciéndola de un modo más fuerte y lento.

—¿Cuál es esa condición?

—Que dispares desde una bastida.

—¿Las bastidas son esas torres grandes que llevan ruedas? —dijo recordando esas impresionantes estructuras que servían para atacar castillos, murallas y fortalezas desde una gran altura.

—Exactamente. Desde ellas se ataca a los defensores de las murallas enemigas. Son más seguras que combatir a campo abierto, pero aun así tienen sus riesgos. Los arqueros enemigos también intentaran acertarte, por lo cual es necesario que estés muy atenta a cubrirte. Debes saber cuándo disparar y cuándo agacharte. Más que eso no te dejaré hacer porque aún no estás preparada para batallas a campo abierto, de modo que tómalo o déjalo.

Hinata formó una mueca muy parecida a la que Sasuke esbozó anteriormente. Un sonoro suspiro nació después.

—De acuerdo —aceptó a sabiendas de que el tiro le saldría hacia atrás si se atrevía a exigir más. De hecho ya era un milagro que Uchiha hubiese aceptado. Eso daba cuenta de cuán peliaguda era la situación actual. La invasión de Pain lo había cambiado todo.


Tras hacer los preparativos necesarios y ultimar detalles importantes, los comandantes y sus hombres avanzaron hacia la salida sur de la ciudad, en donde sucederían despedidas muy emotivas. Normal tomando en cuenta que la posibilidad de no volver a verse era más que alta. Tras escucharse múltiples órdenes por aquí, allá y acullá, Ino le dirigió la palabra a la mujer que tenía más cerca, una que poseía luceros como perlas.

—Hina, iré a despedirme de Sasuke. ¿Me das permiso para darle un abrazo?

—¿Necesitas mi permiso? —preguntó muy extrañada.

—Claro. Aunque hoy no se concretó el matrimonio muy pronto serás su dueña y señora, así que corresponde pedirte autorización.

—¿Pero qué dices? Reconozco que soy celosa, pero no tanto —se rio—. Por supuesto que puedes abrazarlo cada vez que quieras. Si no fuera por ti quizás ni siquiera estaríamos juntos.

La blonda sonrió. Unos segundos después avanzó a paso firme hacia su superior en lo militar y su amigo en lo personal, aquel que la salvó de un terrible destino tantos años atrás. Una vez a su lado le solicitó un tiempo a solas y, cuando se alejaron del resto de soldados, la fémina daría inicio a una conversación muy importante.

—¿Estás seguro de que no quieres que te acompañe en el asalto a la capital? Sabes que derrotar a Raíz allí será tan duro como un parto. O incluso peor.

—Serías un gran aporte, pero lo más urgente es detener a Pain y a su infinidad de hombres —persistió en lo acordado previamente—. ¿Estás lista para la batalla? ¿No andas con las molestias de la regla o sí?

—No te preocupes, estoy más lista que nunca. ¿Pero por qué me has designado el lugar de desembarco más improbable? ¿Crees que mis tropas y yo no podremos contener el tiempo suficiente a Pain en otro lugar más peligroso?

—Sé mejor que nadie tu tremenda calidad como guerrera porque yo mismo te entrené, Ino, así que no te sientas ofendida. Sólo no quiero que corras más riesgo del necesario porque tú serás la reina de este país una vez que todo concluya.

La pelilarga pestañeó su sorpresa dos veces. Su celeste mirada se congeló en la de él.

—¿Yo como la soberana? ¿Lo dices en serio? —La voz se le volvió más aguda en su última pregunta—. Tú sabes que a buena parte del pueblo no le gustará que pongas a una mujer en el trono.

—La gente te respeta mucho más de lo que crees. Nunca faltarán los que te miren con antipatía, pero serán los menos. Vas a ser una gran reina, tanto que demostrarás que puedes hacerlo igual o mejor que cualquier varón.

—¿Y qué onda con Konohamaru? Recuerda que él es el legítimo heredero.

—Está muy verde todavía. Cuando tenga más años podrá ascender al trono, pero de momento tú eres la más apropiada para gobernar.

—¿Y por qué no te haces rey tú?

—Una vez le dije a Gaara la razón: yo soy de esos hombres a los que el poder corrompe. Si estuviera en el trono sería un tirano no muy diferente a Danzo. Prefiero evitar que eso pase. —Antes de continuar se paseó un dedo por el tabique de su nariz, tal como si quisiera ajustarse unos anteojos inexistentes—. Además yo me retiraré de la milicia apenas alcance mi venganza. Me iré hacia tierras lejanas a cultivar cereales y criar ganado.

Ino parpadeó dos veces muy sorprendida.

—Sasuke el granjero... —dijo con cierta gracia producida por la incredulidad—. La verdad es que suena tan extraño que un guerrero tan letal como tú quiera una vida así, pero tienes todo el derecho a retirarte si es lo que deseas. Mereces vivir en paz junto a Hina.

—De todos modos si un día me llegas a necesitar estaré disponible para defender este reino.

—Si es que acepto el título de reina —puntualizó.

—¿Estás pensando en rechazarlo? —inquirió con tono sorprendido, casi como si hubiese oído una locura.

—Sí.

—¿Por qué?

—Agradezco muchísimo que me tengas tan bien considerada, es algo que me llena de orgullo, pero tengo que confesarte algo que seguramente cambiará tu decisión o hasta el concepto que tienes de mí.

—¿Qué cosa? —Alzó una ceja, poniéndose en estado de alerta enseguida. Ino no era de las que anunciaba algo importante sin que lo fuera. Y por la forma en que recién le habló, supo que un asunto con cariz decepcionante estaba a punto de serle contado.

La blonda, juntando fuerzas, respiró profundamente.

—Me gusta Naruto —confesó sin ambages, tan directa y clara como siempre.

Al Uchiha comenzó a tiritarle levemente una ceja. En un principio de una manera prácticamente imperceptible, pero poco a poco el movimiento aumentó hasta volverse notorio. Era como si esa ceja intentara abandonar su rostro.

—¿Qué mierda acabas de decir? ¿Escuché mal, verdad?

—Oíste bien, Sasuke —confirmó alardeando la seguridad propia de una FE—. De hecho voy camino a estar enamorada de él—. Sin vacilaciones añadió más leña al fuego. Naruto merecía esa firmeza.

Él cerró los ojos durante incontables segundos. Las mandíbulas tensadas hicieron que sus mejillas marcaran pequeños hoyuelos. Se masajeó la frente de forma insistente, como si tratara de borrar alguna arruga inexistente.

—Estás haciendo una de tus bromas, supongo —elucubró. El inmenso rechazo que le producía la revelación hecha por ella le impedía aceptar la verdad.

—Sabía que reaccionarías así y que tampoco te gustaría oírlo, pero Naruto es un hombre extraordinario e inspirador. ¿Por qué no podría gustarme?

El pelinegro resopló fuertemente. En cosa de segundos pasó a estar indignadísimo.

—¿De verdad te gusta ese imbécil que tiene un trozo de caca por cerebro?

Ella asintió sin molestarse en defender a Naruto. No porque considerara que lo dicho por su superior fuese cierto, sino porque sería una total pérdida de tiempo intentar proteger al blondo de cada insulto que Sasuke iba a lanzarle a partir de ahora.

—Es que no puedo creerlo. Me resulta sumamente asqueante, repulsivo, vomitivo. Sería mucho mejor que te quedaras con Chouji antes que con semejante basura.

En una conversación que sostuvo con Hinata, Ino había predicho que Chouji saldría a colación en una situación así. Conocía tan bien a Sasuke que supo de antemano que esa sugerencia aparecería.

—Chouji y yo somos como hermanos —aclaró de modo tajante—. No podría verlo de otra forma y sé muy bien que él tampoco a mí.

—Nunca he visto que se digan «hermano» el uno al otro. Sabes que te quiere mucho y si lo pones a dieta sería un buen prospecto para ti.

Ino formó una sonrisa, aunque si se hubiera dejado llevar se habría reído a carcajadas.

—¿Chouji delgado? ¡Ni en cien vidas podría pasar algo así! —dijo sin reprimir una gran jocosidad—. Y seguiría sin llamarme la atención como hombre incluso si adelgazara y se volviera guapísimo. Me gusta Naruto, ¿qué quieres que le haga?

—Es que me rehúso a aceptar semejante degeneración. Preferiría que me contagiaras la lepra en lugar de decirme algo tan aberrante.

—Vamos, tampoco exageres. —Trató de restarle importancia al asunto—. Naruto es un buen hombre y un guerrero extraordinario. Y lo sabes perfectamente.

—También es mi máximo enemigo después de Danzo, mi archirrival, el hombre contra el cual combatí durante cinco largos años... ¿Y ahora me dices que ese idiota puede ser el novio de mi única y mejor amiga? Es que ni en cien vidas imaginé algo así. Es una... inmundicia —dijo la última palabra remarcando un espontáneo gesto de repugnancia.

—Tú te enamoraste de la heredera del clan Hyuga a pesar de todo lo que había pasado, ¿o no lo recuerdas? Eso prueba que el amor es ciego.

Sasuke tuvo que morderse los labios de rabia. Nada podía argumentar contra eso; por lo menos nada que no fuese irracionalmente visceral.

—Naruto me hace sentir cosas lindas, me hace sentir querida y me hace reír mucho también. —A lo dicho Sasuke necesitó abrir de nuevo sus ojos. Ino parecía feliz mencionando aquello y hasta dejos de ternura asomaban por todo su semblante. Que él recordara pocas veces le había visto ese brillo tan nítido en sus ojos—. Sé que te disgusta y lo entiendo perfectamente, pero también valoraría mucho que me apoyaras en esto tal como yo siempre lo hice contigo.

Uchiha respiró profundo mientras un lado de su boca se tanteaba la encía que antes era hogar de un premolar, mismo que Naruto le trizó durante el combate de pugilismo y que se cayó un par de semanas después.

—Cuando me peine será el día que acepte lo de ustedes.

Ino, por inercia, miró ese desgreñado y brillante cabello negro. En realidad era cierto, al general no lo había visto peinado ni un solo día de su vida.

—Vamos, Sasuke, no seas así conmigo...

—¿Y qué más da si acepto tu relación o no? No necesitas mi permiso para empezar un noviazgo con ese imbécil, ¿verdad? Pero no pretendas que apruebe esa asquerosidad. Aceptaría a alguien que le falte medio cerebro antes que a ese tarado.

—En fin... —suspiró antes de continuar—, me gustaría mucho que pudieras entenderme, pero tienes razón en que tampoco necesito tu permiso. No eres mi papá.

—No lo soy, pero estoy seguro de que a Inoichi le daría tanto asco como a mí. Un padre quiere lo mejor para su hija y ese imbécil no puede ser lo mejor para ti ni para ninguna mujer salvo una deficiente mental.

—Tu odio contra él te ciega —aseveró mientras buscaba descargar la tensión sacudiéndose el polvo de sus pantalones—. Ojalá un día aceptes que Naruto es un gran hombre, uno con el que me gustaría mucho estar.

Sasuke volvió a resoplar.

—No es sólo porque lo odie. ¿O no te das cuenta que Naruto podría volverse el rey de este país si ustedes se comprometen? ¿Qué te parece eso?

Yamanaka ciertamente no había pensado en eso. Pero no se complicó con la respuesta, misma que lanzó sin mucha demora.

—Si ese es un problema tan grande no me volveré reina. Después de todo Konohamaru es el legítimo heredero.

Uchiha rechistó. Pasaron unos segundos más y volvió a hacerlo.

—Ya te dije que está muy verde para ser rey todavía. Le falta la experiencia y la sabiduría necesarias. Para que exista un gran reino debe haber un gran rey y, precisamente por eso, tú eres la indicada para gobernar.

—Si para ser reina tengo que dejar de lado a Naruto, entonces no me interesa ese título.

Sasuke apretó las mandíbulas. Si dejase que ahora las emociones lo dominaran se habría tirado de los cabellos. Resopló fuertemente antes de responder.

—¿Tan importante se ha vuelto ese mequetrefe para ti?

—Sí —confirmó sin perder un solo segundo.

—En fin, ya estás grande y sabes lo que haces, pero es una lástima que desperdicies el título de reina sólo por un capricho. Por si no te has dado cuenta siendo la monarca podrías mejorar las condiciones de las mujeres en general, darles más libertad, más respeto, prohibir la cacería de brujas, ayudar a que tu género pueda educarse, a que tengan más derechos. ¿De verdad vas a desperdiciar todo eso por un hombre que no vale la pena?

Por primera vez la seguridad de Ino tambaleó. En ningún momento pensó acerca de las ventajas que tenía aceptar el cargo monárquico ni la cantidad de cosas que podría hacer para mejorar la situación de sus congéneres. Tendría oposición por supuesto, nunca faltaba ésta, pero a fin de cuentas ser una heroína de guerra le facilitaría mucho las cosas para iniciar una especie de revolución femenina...

¿El precio? Dejar a Naruto atrás.

—Estoy seguro de que serías una gran reina —continuó punzando Sasuke al verla dubitativa—. Cleopatra quedaría chica en comparación. Sólo te digo que lo pienses bien; es tu vida personal desde luego, pero no me pidas que acepte a un imbécil como Naruto como pareja tuya y mucho menos como posible rey de esta nación. Tú mereces algo mucho mejor que tener de pareja a un zonzo total.

—Está bien, Sasuke, lo voy a pensar detenidamente. Pero desde ya te advierto que empieces a tratar de mejor modo a Naruto porque quizá se vuelva mi esposo en un futuro.

—Dudo mucho que puedas ser esposa de un cadáver —sentenció él utilizando su voz más sombría.

Ino sintió un escalofrío. Sabía muy bien que Sasuke nunca hablaba por hablar.

—¿Lo dices en serio? ¿De verdad intentarás matarlo incluso si se convierte en el hombre de mi vida?

—Ahora con mayor razón lo mataré —fue la instantánea respuesta.

—¿Y si yo, como amiga tuya, te pido que no se enfrenten?

—No se dará ese milagro. Mis ganas de asesinarlo aumentaron ahora que puede ser rey a través de ti.

Ella dio un pisotón contra el suelo. Comenzaba a exasperarse.

—Él no quiere ni querrá el trono —aclaró empleando su modo más férreo—. Ni siquiera podría imaginarse que yo tengo la chance de convertirme en reina.

Él aceró su mirada antes de clavarle los ojos.

—¿A quién apoyarás entre el duelo que habrá entre él y yo?

—¿Tengo que responder eso?

—Sí. Quiero escucharlo.

Ino sintió que la respiración se le aceleraba, por lo cual necesitó inhalar aire de una manera más lenta y profunda. Esta conversación con Sasuke la estaba estresando. ¿A quién apoyaría? La respuesta fue menos clara de lo que pensó en un principio, mas finalmente llegó.

—Mi lealtad sigue estando contigo, Sasuke, pero no deseo ver morir a Naruto por nada del mundo. Y además haces que esa lealtad tambalee cuando te pones tan odioso. Él es un buen hombre y sabes perfectamente que no merece morir. ¿Por qué no eres capaz de dejar tu orgullo de lado por un bien superior? ¿Por qué no dejar de lado tu odio hacia él para verme feliz? Sabes perfectamente que yo sí lo haría por ti.

La lengua de Sasuke se paseó por toda su boca. Resopló. Se dispuso a irse sin contestar, pero cambió de idea al último momento.

—¿Acaso me quieres sacar cosas en cara? Recuerda que yo nunca te he pedido que dejes tu orgullo de lado. Y tampoco te pedí que fueras leal a mí, tú has querido serlo por tu propia cuenta.

—Precisamente por eso deberías valorar más mi lealtad. Te la tengo porque te estimo mucho y me decepciona profundamente que no seas capaz de comportarte a la altura de lo que yo merezco —dijo Ino alzando la voz, cosa que muy pocas veces hacía con Sasuke—. Yo pensé que me apoyarías, que el aprecio que me tienes sería más grande que el odio que sientes por Naruto, pero veo que me equivoqué.

El varón tensó las mandíbulas. Su mirada se entornó.

—Tú sabes que te respeto como a nadie en este mundo —aclaró sintiéndose ofendido por la acusación recién recibida—, pero la que me decepciona eres tú al poner tus ojos en mi archienemigo, en aquel que me acaba de quitar la oportunidad de luchar contra Pain —dijo negando con su cabeza—. Fijarte justamente en él es como si me estuvieras dando una puñalada por la espalda. Es normal que reaccione como lo hago, ¿no te parece?

—Tú sabes que nunca ha sido esa mi intención, pero uno no puede mandar en el corazón. Tú, que te fijaste en una Hyuga, deberías saber eso mejor que nadie.

—Hinata nunca fue tu enemiga a muerte ni tu máxima rival, tampoco intentó asesinarte un montón de veces durante una guerra interminable. ¿O me equivoco?

—No, pero si te pusieras en mi lugar tan solo unos segundos por lo menos podrías entenderme. ¿De verdad es tan difícil?

Sasuke resopló para después formar una mueca de disgusto.

—En fin, haz lo que quieras que para eso eres una guerrera dueña de tu destino. Espero que tu capricho no vaya a más, de verdad espero que te conviertas en reina, pero si tu decisión va en favor de Naruto yo nada puedo hacer en contra. Sigue tu camino con él y jamás me vuelvas a mencionar este tema porque me desagrada bastante. Sin embargo, te advertiré esto por última vez: entre él y yo habrá un duelo final y eso es inevitable. Mataré a ese desgraciado pase lo que pase, así que después no andes chillando como una Magdalena por su muerte.

Dicho esto, su siguiente acto fue caminar de vuelta con sus hombres. Ino no tuvo más remedio que suspirar pesadamente. De todas maneras no se amargó tanto, pues ya sabía de sobra que la primera reacción de Sasuke sería tal cual fue. Necesitaba más tiempo para poder asimilarlo y abrir su obtusa mente. Triste pero anhelando aquello como una futura realidad, prosiguió su camino.


Hinata, mirando de reojo mientras hablaba con Matsuri, notó que Ino y Sasuke habían tenido una discusión. Preocupada al ver que su amiga ojizarca no tenía el talante de siempre, no dudó en dirigir sus pasos hacia ella tras despedirse amable y diligentemente de la castaña esposa de Gaara.

Cuando sus miradas se cruzaron, se acercaron la una a la otra y entonces se oyó una pregunta.

—¿Pasó algo, Ino? Tienes mala cara...

—Nada —dijo de manera inercial—. Bueno... —se aprestó a corregir lo dicho gracias a la cara incrédula que esbozó su amiga y a la gran confianza que le generaba—, a decir verdad recién tuve una pelea con Sasuke.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—Tuve la mala idea de contarle que estaba enamorándome de Naruto. Ya te imaginarás cómo reaccionó.

—Entiendo… —musitó mientras, a lo lejos, miraba con mucha desaprobación a su amado—. Si quieres voy a hablar enseguida con él; yo lo haré entrar en razón.

—No te preocupes, hay cosas mucho más urgentes ahora mismo. Supongo que con el tiempo terminará aceptando lo que siento... —Trató de sonar convencida, aunque ni su semblante ni su voz le ayudaron a ello.

—Por supuesto que lo aceptará. Sasuke es muy visceral cuando se enoja, pero sólo dale un poco de tiempo y verás que todo se solucionará porque él te quiere muchísimo.

—Pues lo de quererme no lo noté en lo absoluto... —dijo tristemente.

La de ojos como perlas comprendió que la discusión fue más fuerte de lo que pensó en un principio, puesto que ver a Ino así de desanimada caía dentro de lo anormal. Sin embargo, no iba a dejar que eso continuara. Esta era la oportunidad perfecta para devolverle la mano tras todas las atenciones que la blonda siempre le dio.

—Ay, Ino, seguramente nunca o casi nunca te lo ha dicho, pero a mí siempre, siempre —recalcó—, me dice lo importante que eres para él y cuánto le significas. Sasuke se preocupa mucho por ti aunque no lo demuestre.

Ella necesitó abrir sus ojos al tiempo que se rascaba la pantorrilla derecha con el pie izquierdo. De no estar concentrada se habría preguntado si acaso la picó una pulga.

—¿Lo dices en serio? —atinó a preguntar sin detener su movimiento. La comezón era insistente.

—Lo juro por mis seres más queridos.

Las palabras de Hinata ayudaron a que Ino recordara variadas situaciones en que Sasuke sí le había demostrado su aprecio solapadamente, tanto años atrás como en el presente. Entre lo más actual estaba querer coronarla como reina o enviarla al lugar menos riesgoso de la costa. Pero lo más significativo, lo que jamás olvidaría en su vida, fue todo lo que le dijo cuando la perdonó tras haberlo atacado a traición.

Sí, él realmente la quería mucho. Y tenerlo claro de nuevo la hizo sonreír de una manera muy linda.

—Gracias por tu apoyo, Hina. Escucharte me ha subido el ánimo pesimista que traía.

—¡Qué bueno! —reaccionó alegrándose instantáneamente—. Yo doy fe de que Sasuke incluso será tu padrino de bodas. Estoy tan segura que soy capaz de jurarlo a ojos cerrados.

—¿Y por qué estás tan segura?

—Porque yo me convertí en su amada siendo una Hyuga. Y eso para él era mucho, pero mucho peor que una boda tuya con Naruto.

Los ojos celestes volvieron a brillar alegremente.

—Ahora que lo dices tienes mucha razón. Es obvio que Sasuke sólo necesita tiempo para aceptar mi romance. Quizás hasta me felicite después —añadió riéndose, prueba irrefutable de que la pena por la discusión anterior había finalizado. Y todo gracias a Hinata.

—A regañadientes te felicitará, pero lo hará —confirmó alardeando una seguridad total. El hombre que amaba reaccionaría por su propia cuenta o, de lo contrario, lo obligaría ella.

—En todo caso dudo mucho que Naruto acepte a Sasuke como padrino de bodas. Si le digo eso le dará un infarto —bromeó como solía hacerlo, otra señal de que sus ánimos ya estaban como siempre.

Aprovechando que los archirrivales saltaron a la palestra, los ojos albinos y los celestes se posaron en pelinegro y pelirrubio respectivamente. A lo lejos, ambos guerreros se dedicaban a ultimar detalles con sus tropas.

Hinata, por esos azares extraños que conllevaban los pensamientos, empezó a comparar el físico de Sasuke con el resto de soldados. Ahora mismo su novio estaba cerca de muchos hombres fornidos, pero esos cuerpos musculosos no lucían tan atractivos como los de él. Se perdió en esa línea de pensamientos hasta que Ino la sacó de la abstracción.

—Picarona, si sigues mirando a Sasuke de esa forma terminarás babeando. Te lo estás devorando con los ojos —comentó muy divertida.

A velocidad fulminante las mejillas de Hinata se llenaron de un calor sofocante.

—Ay... —reaccionó tapándose el rostro a la vez que movía toda la cabeza en señal de nerviosa negación. No se había dado cuenta de que se le estaba reflejando un tinte deseoso—. Sólo pensaba que el físico de Sasuke destaca mucho a pesar de que está junto a guerreros tan fornidos como él.

—El de Naruto también está de muy buen ver, ¿verdad? —preguntó Ino mirando fijamente al mencionado—. Tengo unas ganas de agarrarle las nalgas que ni te imaginas —terminó riéndose.

—Esto... —Se sintió coartada al hablar de hombres de una manera tan carnal. La atacó el pudor, pero, recordando que ya era una mujer adulta y que estaba con una amiga de confianza, templó su voz antes de lanzar un comentario que seguiría la tónica—. Pues sí, me parece que Naruto también tiene un cuerpo muy atractivo. ¿O será que vemos sus físicos más lindos que los del resto porque involucramos sentimientos?

—No. Eso no tiene nada que ver —contestó Ino al instante y con una seguridad aplastante—. Lo que pasa es que cualquier hombre puede ponerse musculoso siguiendo una buena disciplina de entrenamiento y una alimentación nutritiva, pero, además de eso, Naruto y Sasuke tienen de su parte algo que muy pocos tienen: a la madre naturaleza.

Ino también habría agregado que tenían una genética envidiable si ésta ya hubiese formado parte del conocimiento humano.

—¿A qué te refieres con lo de la madre naturaleza? —inquirió la de pelo más oscuro.

—A que Sasuke y Naruto fueron bendecidos por ella antes de nacer. Mírales los pectorales, los hombros, el trasero, los brazos que parecen capaces de mover montañas, las piernas largas, las cinturas que son perfectas para un hombre... La simetría que tienen sus cuerpos resulta muy llamativa y estética, tanto que si los sigo mirando la que quedará babeando seré yo... —Lanzó una broma que de todos modos conllevaba altas dosis de verdad. De hecho, tuvo que tragar saliva después de enunciar sus notorios atributos.

—Entonces es una cosa objetiva que sus cuerpos destacan por encima del resto de soldados.

—La belleza siempre es subjetiva en todo caso, pero estoy segura de que si le preguntamos a muchas mujeres la gran mayoría te dirá que los cuerpos de ellos dos son los más hermosos. Tienen el tono atlético perfecto.

—Es verdad.

—Y lo mejor es que la musculatura que tienen es muy funcional.

—¿Funcional?

—Yo he tenido bajo mi mando soldados ensanchados de músculos, pero que son tan tiesos que apenas pueden tocarse los pies. Sasuke y Naruto en cambio son muy flexibles aunque pocas veces lo demuestren.

Incluyendo a Gaara en la ecuación, siguieron hablando un poco más acerca de la belleza corporal masculina hasta que Ino recordó que el tiempo seguía corriendo y que debía partir a cumplir una peligrosa misión. Entonces dirigió la charla hacia otro tema mucho más sustancial.

—Hina, ¿te puedo confiar dos cosas muy importantes antes de irme?

—Por supuesto que sí —contestó notando que las facciones que tenía enfrente se volvieron mucho más serias.

La FE llevó una mano al interior de su abrigo. Desde uno de los bolsillos sacó una bolsa de género que en su cima llevaba un cordel que funcionaba como cierre. Hinata la recibió en sus manos y se sorprendió de cuán liviana era. Siendo invadida por la curiosidad, le dio rienda suelta a una pregunta que necesitaba ser saciada cuanto antes.

—Si me permites pecar de indiscreta, ¿qué tiene esta bolsita? Es muy ligera. —Lo hizo notar subiéndola de abajo hacia arriba y viceversa.

—Son cartas de despedida por si muero.

Hinata abrió mucho los ojos y otro tanto la boca. Como no se esperaba una respuesta así, sintió que algo se le hería por dentro.

—Pero eso es innecesario —soltó finalmente tras varios segundos—. Sé que nada te pasará.

—Tranquila que yo también estoy convencida de eso, pero uno nunca sabe y menos en una guerra. Aunque sea una posibilidad ínfima es bueno dejarles cartas de despedida a tus seres queridos.

La Hyuga bajó su cabeza. Sus ojos, por ende, se fijaron en los botines negros y bien abrochados de su amiga.

—Puedo entender eso —dijo alzando su mirada otra vez, apartando distracciones—, pero, que yo sepa, ni siquiera antes de enfrentar a Hidan hizo eso.

—No lo hice porque sabía muy bien que mataría a ese maldito. Sin embargo, en la última batalla que tuvimos contra las hordas de Danzo recibí un flechazo que me habría enviado al otro mundo de no ser por el casco. De hecho todavía tengo la oreja como una coliflor. —Se la indicó. Hinata advirtió que aún lucía hinchada y morada, deforme en la parte superior—. Por eso escribí estas cartas anoche justo antes de dormir.

La Hyuga no quería aceptar tal posibilidad, pero debía reconocer que la sombra de la muerte siempre estaba presente en el campo de batalla. Ni siquiera guerreros tan fuertes como Naruto, Sasuke, Gaara e Ino escapaban a ello.

—Por favor si me llego a ir de este mundo quiero que tú entregues mis cartas. —Abrazó las manos de Hinata entre las suyas—. Los nombres de los destinatarios están escritos en cada sobre. Hay una para Sasuke, otra para ti, para Naruto, para Chouji, para Sai, para Sakura y para mi clan. Ellos y tú son mis seres más queridos.

—Muchas gracias por el detalle, Ino... —dijo tras varios segundos mientras su voz temblaba de inevitable emoción—. Tú también eres muy querida para mí, pero sé que todo saldrá bien y que no tendré que entregar ninguna carta.

—Yo también lo creo, pero si muero prométeme que cumplirás lo que te pido.

Los ojos albinos se clavaron en los celestes. En un principio Hinata se mostró reticente, todo su lenguaje corporal así lo declaraba. Sin embargo...

—Lo prometo. Si usted muere y yo continúo con vida las entregaré —dijo mientras guardaba la bolsita en uno de los bolsillos de su blusa, aunque puntualizando algo que necesitaba decir sí o sí—. Pero de todas formas estoy segurísima de que ni a usted ni a mí nos pasará nada.

Ino sonrió asintiendo.

—Por supuesto, Hina, es sólo una precaución y nada más —aseveró mientras contraía un brazo y se tocaba un bíceps de forma traviesa—. Ah, y si después de la guerra sigo viva no entregues las cartas. Sólo quémalas.

—¿Quemarlas sin leerlas? Tendré que dominar mi curiosidad entonces —dijo una sonriente chanza que Ino aprobó plasmando otra curva en sus labios—. No te preocupes que es broma, yo respeto la privacidad de las personas y aún más la tuya.

—En cualquier caso no tienen nada muy interesante. Son más que todo cursilerías que me puse a escribir en la madrugada porque me puse muy emocional.

Hinata, comprendiendo muy bien que los sentimientos afloraban con más fuerza durante una guerra, se abstrajo unos segundos intentando dilucidar el futuro. Cuando volvió desde el ensimismamiento no lució la misma seguridad de antes, dando un sentido suspiro como consecuencia.

—Ahora que lo pienso mejor..., creo que yo también debería escribir unas cartas de despedidas por si acaso...

—Bueno, yo también estoy segurísima de que nada te pasará, pero de todos modos hazlo porque escribir sirve para desfogar las emociones que uno lleva por dentro. Te hará bien; a mí me sirvió por lo menos.

—Lo sé. De hecho, hace poco tenía un pequeño diario de vida en donde hacía mis anotaciones y me servía para descargar todo lo que sentía. Es como hablar con uno mismo de una manera más reflexiva.

Siguieron hablando del asunto de la escritura por un momento que se alargó un poco más de lo esperado, algo inevitable tomando en cuenta la gran química amical que siempre se daba entre ellas.

—Bueno, Hina, lamentablemente el tiempo no se detiene y debo despedirme de más gente también. Pero antes de irme me gustaría pasarte algo muy preciado para mí.

Una reacción de sorpresa se acomodó rápidamente en los ojos de Hinata.

—Pero yo no tengo nada que darle de vuelta...

—No te preocupes. Es un regalo y no un intercambio.

—Pero...

—Vamos, Hina, no pongas dramas. Por favor acepta mi regalo que va con todo mi cariño.

—No quiero hacer drama, pero es que me siento mal de no poder devolverte el gesto...

—Si te hace sentir mejor regálame algo después de la guerra. —Le guiñó un ojo animosamente—. ¿Te parece?

La futura Uchiha sonrió mientras asentía.

—Está bien, si es así entonces aceptaré gustosamente su obsequio.

—¡Genial!

La blonda llevó una mano al interior de su gabardina, abrió el cierre de uno de los bolsillos más ocultos, metió sus dedos y, tras rebuscar unos cuatro segundos, agarró lo que deseaba.

Hinata abrió sus ojos como pocas veces al ver lo que Ino sacó. Su boca hizo lo mismo un segundo después.

—Este amuleto me lo regaló mi papá. ¿Es muy bonito, verdad? —Dejándolo sobre su palma, mostró el estimadísimo objeto.

Ante la perpleja mirada de Hinata estaba una esmeralda labrada en forma de trébol de cuatro hojas, un eterno asociado a la buena suerte. Brillaba de una forma tan resplandeciente que lograba impresionar sin esfuerzo.

—Es realmente precioso... —musitó casi sin aliento.

—¿Verdad que sí? Originalmente era un collar, pero tuve que quitarle la cadena porque se podía romper debido al frenesí de las batallas. Por eso lo llevo siempre en un bolsillo —explicó alegremente. Luego atrapó la joya entre sus dedos y la alzó para ponerla a la altura de los ojos albinos—. ¿Te cuento su historia?

—Me encantaría.

—Papá siempre tuvo fe de que yo lograría mi sueño de entrar al ejército, así que le encargó al joyero más habilidoso que me hiciera un amuleto protector. Cuando por fin logré mi meta de convertirme en una guerrera, él me regaló este lindísimo trébol. Desde entonces me ha dado suerte en cada batalla. Que siga con vida es la mejor prueba de eso.

—Su padre era el mejor —dijo envidiándola con una sonrisa emocionada.

—Lo sé —aseguró muy ojialegre—. Tú dentro de poco participarás en el asalto al castillo, ¿verdad?

—¿Cómo lo supo? —Respingó un poco justo antes de preguntarlo—. ¿Me leyó la mente?

—Una guerrera no puede quedarse el margen de una batalla. Y tú ya eres una —aseveró sintiéndose orgullosa de su amiga—. Estoy segura de que le pediste a Sasuke que te dejara participar y él no pudo negarse porque ahora mismo necesita toda la ayuda posible.

—Me sorprende lo deductiva que es. Se nota que ha trabajado como espía.

Ella asintió con un movimiento de cabeza.

—Ahora tú participarás por primera vez en una batalla, así que deseo que lleves este amuleto contigo. Te protegerá.

—Pero yo no puedo aceptar algo así ni aunque fuese un préstamo —repuso mirando fijamente los brillantes ojos celestes y, sinceramente, no supo si la esmeralda alcanzaba a ser más bella que éstos—. ¿Cómo recibir un obsequio tan significativo? —preguntó incrédulamente—. Es obvio que este amuleto tiene una importancia tremenda para usted.

—Y por eso mismo quiero que lo lleves en tu bautizo como guerrera. En serio que te traerá mucha suerte. Ha sido mi talismán durante todas mis batallas y ya ves que sigo vivita y coleando. —Riéndose, trató de mover su trasero como si tuviera una cola que agitar—. Ahora eres tú quien necesita a la diosa fortuna de tu parte, así que úsalo por favor.

—Pero es que yo no puedo aceptar esto. Usted también necesita a la suerte como aliada.

—Tranquila, yo soy una guerrera con cientos de combates encima. La suerte ya no es un factor para mí, pero en la primera batalla sí que puede influir. Por eso acepta esta gema, me hace confiar en que estarás bien. No pongas excusas por favor —cerró guiñándole un ojo.

Hinata sintió que el pecho se le estrujaba de emoción, suscitándose una grata complicidad.

—Yo de verdad que no sé cómo agradecerte por este gesto tan bonito. —Tomó la gema preciosa con la zurda, guardándola cuidadosamente en el bolsillo más seguro de su chaleco—. Prometo cuidarla muy bien.

Ella sonrió para luego darle un gran y reconfortante abrazo. Éste fue tan intenso que ambas sintieron a sus pechos oprimiéndose mutuamente.

—Oye, Hina… —dijo cuando el estrujón se deshizo—, ahora que me doy cuenta se me había olvidado contarte algo muy importante.

—¿Qué cosa?

—Hablé con Naruto y decidimos iniciar una relación formal después de la guerra, así que si todo sale bien seremos novios prontamente —contó muy ilusionada.

—¡Felicidades! —Le dio otro abrazo que resultó tan efusivo como el anterior—. ¿Pero qué pasó con Sai? —preguntó cuando se separaron.

—Está muy estéril emocionalmente. Naruto me gusta más y me da mucha seguridad porque es un mejor hombre que Sai.

—Entiendo. Ojalá que él pueda hallar a otra chica que le ayudé a ser más humano.

—Ojalá —concordó plenamente, deseándole lo mejor al de Raíz—. Ah, y te aviso que tú serás mi madrina de bodas cuando me case con Naruto.

—Qué lindo sería, pero quizá Sakura debería recibir ese gran honor. Ella ha sido tu discípula directa y yo no creo merecer un reconocimiento tan importante.

—¡Pero por supuesto que te mereces eso y mucho más! Eres una chica muy especial y por eso me alegro mucho de que Sasuke quede en tus manos, pues tú eres la que lo salvó del odio, la que logró sanar su corazón ennegrecido.

—Muchas gracias por tenerme tan bien considerada, Ino.

—De nada, Hina. Además, por si no lo sabes la frente de marquesina anda revoloteando alrededor de Naruto. —Mostró su fastidio moviendo sus ojos en círculo—. En todo caso no la culpo, y también la quiero mucho por cierto, pero tomando eso en cuenta dudo que merezca ser mi madrina de bodas.

—Oh..., ¿ella te confesó que ahora le gustaba Naruto?

—Fue bien mujercita y me lo dijo sin rodeos. Así que ahora somos rivales además de amigas.

—Espero que esa rivalidad no estropee la amistad que tienen.

—Yo creo que no porque obviamente la ganadora seré yo —dijo con una sonrisa repleta de confianza e indicándose a sí misma con el pulgar—. Naruto ya es mi novio, nomás que todavía no le aviso.

Hinata, muy amena, prolongó una risa que no quería acabarse. Cuando ésta cesó por fin, volvió a parlar.

—Gracias por todo, Ino. Muchas gracias de verdad por tu confianza y generosidad.

—Soy yo la que te agradece por levantarme el ánimo —recordó lo acontecido con Sasuke, pero esta vez teniendo plena seguridad de que las cosas cambiarían en un futuro próximo.

—No tiene por qué. Es lo que hace una amiga.

Recordando otra vez que el tiempo era oro, Yamanaka, a su pesar, tuvo que cortar la agradable charla. Aún tenía que despedirse de Naruto y de Sai.

—Bueno, Hina, te deseo mucha suerte en el asalto al castillo. Y después de que Danzo y Pain caigan haremos una tremenda fiesta para celebrarlo. Ahí nos veremos.

—Así será, Ino. Cuídate mucho por favor y no te arriesgues más de la cuenta.

—Tranquila que todo saldrá muy bien —dijo mientras le ponía una afectuosa mano en el hombro—. Te quiero mucho, Hinata.

—Yo también, Ino.

La de ojos albinos vio como la soldado se marchaba. El natural entusiasmo que desbordaba la pelirrubia no indicaba, de ningún modo, que partiría a cumplir una labor tan peligrosa como interceptar la flota de un dios. Deseó con todas las fuerzas de su alma que ambas pudieran verse otra vez sanas y salvas; que ningún dedo, brazo o pierna les faltara en el reencuentro.

Dio un gran suspiro y clavó la mirada en su amado Sasuke. Un poco después se encaminó hacia él mientras maximizaba su temple. Necesitaba de éste más que nunca, dado que ella también tenía una misión que sería difícil de cumplir: salir viva de su primera batalla...


Continuará.


Notas Finales: La verdad tenía unas ganas tremendas de matar a Hiashi en este capítulo y contaba con varias opciones para hacerlo. La que más me gustaba era que Hinata lo matara en un duelo justo, vengándose así de todas las afrentas que su padre le hizo cuando niño. Me encantaba esta opción, la hallaba hasta poética, pero habían dos problemas que me hicieron retroceder: el primero era que, desde un punto de vista emocional, difícilmente Hinata podría matar a su propio padre. En esta historia ella cree firmemente en el perdón y la reconciliación, así que tomar venganza no habría estado acorde a esa premisa. El segundo problema era que, aunque Hina ha progresado mucho como guerrera, su tiempo de entrenamiento es insuficiente para vencer a alguien con tanta experiencia como Hiashi.

Mi otra opción era que Hinata matara a Hiashi para defender a Sasuke cuando es atacado por sorpresa. Esta opción también me gustaba mucho y me parece muy creíble que por amor a él fuera capaz de matar a su propio padre. ¿El problema? Eso estropearía para siempre su relación con Hanabi, así que por eso terminé descartándolo. Además Hinata no se merecía llevar la carga de haber matado a su papá, aún si el motivo era la defensa de Sasuke.

La tercera alternativa era que Sasuke aceptara el duelo e hiciera picadillo a Hiashi, pero eso malograría su relación con Hinata y haría retroceder al sasuhina en vano. Sería alargar el fanfic innecesariamente.

La cuarta alternativa era que Naruto fuese el que interrumpía el matrimonio. Enfrentarlo a muerte contra Sasuke es algo que me tienta muchísimo y creo que habría sido muy emocionante y bueno para el fic, pero hacerlos pelear por esta razón lo sentiría como algo forzado. Siendo fiel a la personalidad de Naruto, él, por mucho que odie al Uchiha, no habría interrumpido el matrimonio. No va con su nobleza. Aun así me parecía una idea muy interesante sin duda.

Sin más que añadir, muchas gracias por el apoyo en forma de reviews. Gracias de corazón :D