Hola lectores!
Las horas se hicieron mas de las que esperaba para publicar este cap, ayer me quedé dormida mas temprano de lo que esperaba, supongo que el cansancio tiene sus consecuencias jajaj.
Muchas gracias por sus reviews!
- kcar: La atracción entre ambos quema mas allá de las palabras! Gracias por leerme kcar, un abrazo.
- joiscar: Si has disfrutado de la conexión de ambos en el cap anterior... Este definitivamente va a encantarte. Muchas gracias por la paciencia y por siempre dejarme tu pedacito de cariño en los reviews! Me animas a seguir pese a lo pesada que se vuelva la vida jajaj :3
- Rocio K Echeverria: Amo tus reviews! Me encanta como analizas cada parrafo que escribo, me da señales de que de verdad lo disfrutas mucho!. Bueno, ambos han sido un poco descuidados, lo que se viene en este cap es sólo resultado de sus impulsos y probablemente les traiga varias consecuencias a ambos jaja, pero que importa si por ahora podemos pasarlo bien. Infinitas gracias por la paciencia y por la compañía, siempre es grato leerte por aqui!
- Rosa Taisho: kag dejandolo con ganas es todo lo que me da vida ajajaj. Sango efectivamente sigue en Italia, sólo que con Inuyasha tan perdido ha decidido conocer por si sola (aparecerá de vuelta en el proximo cap) No extrañes tanto a Sessh que tambien vuelve a aparecer en el cap 9! Gracias por tu apoyo incondicional, tu sabes como te adoro!
- Cbt1996: Hermosaaa mi cin! Gracias por comprender la vida de adulto y su escaso tiempo :c la verdad es que extraño tener dias libres y escribir durante todo el día ajaja pero ya vendran momentos mas relajados. Muchas gracias tambien por leerme y por darte una vuelta en mis escritos! No he tenido tiempo de dejar mis reviews, pero creeme que voy al día con "desconocida" y me tiene al borde de un colapso aajaj. Nos leemos pronto!
- Karii Taisho: Tengo una obsesión un poco patológica con los postgrados XD nunca puedo quedarme quieta, siempre estoy buscando estudiar más y es que en mi mente jamás es suficiente. Confía en mi promesa, habrá final feliz aunque de por medio haya un poco de drama (o quizas mucho jeje). Un abrazo linda!
- Marlenis Samudio: Gracias por leerme Marlenis!, puede que esta vez tus deseos se hagan realidad, ya veremos si Kag decide quedarse. Muchas gracias por acompañarle a traves del tiempo!, feliz de contestar tus dudas y leer cada uno de tus comentarios en mis historias. Un abrazo.
- Angela Inukag: Jamas dejes de escribirme! Eres de esas lectoras que siempre me han apoyado y en verdad lo agradezco montones. Puedes seguirme en mi instagram si así lo deseas y asi nos mantenemos mas en contacto! Escríbeme por facebook y te lo entrego sin problemas!. Un abrazo.
- Shikon de Oz: Muchas gracias amigo mío! Este cap se viene mas intenso de ser posible, asi que espero te agrade. Un abrazo.
- Ladyahomehigurashi: Linda hermosa! Tienes varias historias ya terminadas para deleitarte ajajaj. Agradezco montones que sigas mis escritos y que te enamores tanto de la trama! Se viene intenso, sólo eso diré.
- Carli89: La química de Inu y Kag se llega a sentir en el cuerpo y esa es la idea con cada palabra que escribo. Feliz de que disfrutes y feliz de leerte por aquí. Se viene un poco de drama de aqui en adelante :c pero weno, todos sabemos que es necesario. Un abrazo!
- Kayla Lynnet: Buu :c Naraku la tiene atrapada con garras y todo, nuestra Kag no tiene libertad por ahora y eso la destruye, pero bueno, Inuyasha en algún punto tendrá que arriesgarse y rescatarla como siempre lo hace... Aunque esta Kag no es una damisela en apuros, siempre viene bien el apoyo de alguien que te encanta... y en este caso ambos se encantan demasiado jaja. Un abrazo Kayla!
- Invitado: Muchas gracias a ti querida Sylvia por darte el tiempo de leer mis historias, mucho mejor si las disfrutas!, espero verte más seguido por aqui.
- MegoKa: Adoro que lo disfrutes tanto!, este cap debería dejarte de infarto creo ajajajja. Nos leemos pronto, muchas gracias por el apoyo!.
- AmyCat45: Quizas no tengas que esperar demasiado, digamos que la quimica y la tensión entre estos dos estaba a punto de explotar y el cap 8 es el que define todo. Mil gracias por leerme, por dejarme tus hermosos comentarios y acompañarme en esta historia!, la vida se hace mas bonita cuando hay tanta gente apoyandote :3
El próximo cap se viene intenso y se publicará el próximo jueves 15 si la vida me lo permite. Mucho amorcito para ustedes y nos estamos leyendo!
Frani.
Capítulo 8.- El regreso de la amarga realidad.
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Inuyasha
– No te vayas.
Las palabras salieron de mi boca en un susurro antes de que pudiera conectar el cerebro con mi lengua. Se giró a mirarme con trazas de incredulidad brillando en sus ojos cafés, ojos que se encontraron con los míos en aquel silencio cómplice que se había hecho brutalmente habitual entre los dos.
Sonreí y de inmediato un suspiro abandonó sus labios.
– ¿Qué pasa si me quedo? - Preguntó bajito y yo simplemente me encogí de hombros mientras volvía mi atención a la lluvia del exterior.
– Sólo hay un modo de saberlo.
Aquella fue mi última frase y mi último esfuerzo por captar su interés. En ningún escenario estaba dispuesto a rogarle que se quedara, mi orgullo era mas fuerte que mis ganas de conocerla mejor.
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Me miró en silencio y volvió a girar hacia el enorme ventanal, justo antes de volver a sentarse en el suelo con delicadeza.
Permanecimos allí por varios minutos, a cierta distancia segura y sin mirarnos, como si ambos supiéramos exactamente lo que sucedería en el instante en que nuestras miradas volvieran a cruzarse. El ruido de las gotas al chocar suavemente contra el cristal fue el único sonido ambiental y aún así me sentí tranquilo y extrañamente cómodo. No me era sencillo recordar la última vez que me había dado el tiempo de admirar la lluvia, por lo general siempre había cosas más importantes que resolver o más urgentes que revisar. El aroma a tierra mojada y el viento frío que venía como acompañante con ese clima siempre me recordaban a mi madre y el cómo disfrutaba del invierno desde que tenía memoria.
– A mi madre le gustaba mucho la lluvia. - Musitó de pronto, sacándome de mis pensamientos y apropiándose de ellos. - Cuando era pequeña podíamos pasar horas sentadas mirándola caer.
Sonreí involuntariamente. Al parecer su madre y la mía tenían cosas en común.
– ¿Qué otras cosas hacían juntas? - Pregunté con genuina curiosidad, moviendo mi cuerpo en su dirección para entregarle toda mi atención.
– Cuidar de su inmenso jardín. El frente de nuestra mansión estaba cubierto de rosas rojas para entonces.
– Probablemente mi madre se llevaba bastante bien con la tuya antes de que la alianza se destruyera. - Exclamé. - También tiene una obsesión patológica con las flores… Particularmente con las rosas.
Sonrió.
– Te recuerdo de pequeño. - Musitó y entonces me miró. - Recuerdo el momento exacto en el que tu padre rompió lazos con el mío hace 15 años atrás, te recuerdo gruñéndome para entonces.
Me reí.
– Si mal no recuerdo intentaste atacar a mi padre.
– Vamos, ¿Una niña de 6 años contra un demonio brutalmente poderoso y además mafioso? Nunca representé amenaza alguna.
– Nunca se sabe, después de todo... Mira en lo que se ha convertido esa niña indefensa. - Me sonrió y el silencio volvió a convertirse en protagonista.
La lluvia se hizo cada vez más intensa en el exterior y los truenos no se hicieron esperar.
– ¿Me odias? - Preguntó de pronto.
– ¿Aún tienes dudas de ello? - Me estaba esforzando en seguir en esa línea de pensamiento a como de lugar, aunque cada vez se hacía más agotador.
– Ahora más que nunca, considerando los eventos que han sucedido entre los dos.
"Eventos" Kagome Russo era simplemente adorable en algunas situaciones.
– Hay una atracción física innegable que existe entre los dos… Pero eso no tiene nada que ver con los sentimientos de desprecio que provocas en mi. - Respondí honesto.
– ¿Por qué me desprecias?
– Tu adorado padre le arrebató la sonrisa a mi madre por demasiados años.
– Eso no se ha confirmado, e incluso si así fuera tu lo has dicho… Ha sido mi padre.
– ¿Dices que eres un alma inocente y libre de pecados? - Negó con la cabeza.
– Ambos sabemos que no lo soy. - Respondió. - Es sólo que me parece justo cargar con mis culpas, no con las del resto.
Permanecí en silencio, demasiado orgulloso para admitir que esta vez tenía la razón.
– ¿Por qué me salvaste en Japón? - Continuó. - Si soy un problema para ti… era mejor asesinarme.
– ¿Honestamente? - Asintió. - No lo sé, me lo cuestiono todo el tiempo.
Bajó su mirada hacia sus manos y se puso de pie.
– Tú y yo somos bastante similares. Parte de mi cree que si algún día decidieras dejar de odiarme, nos llevaríamos bastante bien.
– Si, yo también lo creo. - Sonrió ante mi respuesta y se dio la vuelta para marcharse.
Nuevamente mi cuerpo actuó por su cuenta. Debí dejarla ir, esa era la decisión más correcta, sin embargo me encontré a mi mismo caminando hacia ella y tomándola por los hombros para hacerla girar. Para entonces sus ojos me miraron fijo, sin embargo lucían vidriosos y aquello me descolocó. Alguien que parecía no tener corazón, estaba al borde de las lágrimas.
– No. - Exclamé firme. - No te atrevas a llorar.
Aguantó la respiración y cerró sus ojos antes de bajar su cabeza. Ningún sollozo abandonó sus labios, sin embargo un par de lágrimas rodaron por sus mejillas hasta alcanzar la comisura de su boca.
– Estoy muy cansada. - Susurró. - Quiero una vida donde pueda escoger qué hacer y qué no, una donde la gente no me odie ni me tema por ser quien soy.
Mi agarre aflojó sutilmente con aquella confesión, una que la hacía vulnerable. Parte de mí lo sabía, sabía que Kagome era inmensamente infeliz incluso en sus zapatos de diseñador, sin embargo escucharla tan rota por ello en algún punto logró romperme a mí.
No le tengas compasión, deberías destruirla. Pensé.
Y mi cuerpo me traicionó una vez más.
La envolví entre mis brazos y la atraje hacia mí, atrapándola en un abrazo impulsivo que esperé pudiera pegar todos sus pedazos, al menos de forma temporal, mientras buscaba otra solución más definitiva. Sus garras se aferraron a mi camiseta como única señal de que no me rechazaba y escondió su cabeza en mi pecho, mientras yo apoyaba mi mentón en la cima de su cabeza y la apretaba con fuerza.
– Lo siento. - Susurré.
¿Por qué pedía perdón? Honestamente no lo sabía. Probablemente porque mis palabras habían terminado de quebrarla, o tal vez por no poder evitar odiarla, a pesar de que ella no era la culpable de la mierda que podía llegar a ser su padre, o simplemente por no poder salvarla por el momento.
Barrí con mis pulgares las nuevas lágrimas que aparecieron en sus mejillas y levanté su rostro hacia el mío, sujetándole suavemente por el mentón. El chocolate claro destacaba aún más en sus ojos irritados por el llanto y pese a encontrarse en su punto más débil, la heredera de mi peor enemigo seguía luciendo simplemente hermosa, como si realmente no se esforzase por ello.
– Eres tan bonita… - Musité y suspiré brutalmente derrotado, peinando algunos mechones rebeldes que enmarcaban su rostro.
Pegué mi frente a la suya y cerré los ojos, concentrándome en el bonito latido rápido de su corazón, entremezclado con el ruido de la lluvia del exterior. Acaricié sus labios con mis dedos, sintiéndolos suaves y entreabiertos y permanecí allí, sintiéndome extremadamente aliviado cuando el olor a sal de sus lágrimas desapareció por completo.
Sus pequeñas manos se aferraron a los dos mechones que enmarcaban mi rostro y tiró de ellos para hacerme bajar a su altura y alcanzar mis labios. Fue un beso corto e inocente, uno con sabor a un "gracias" cálido que me hizo sonreír entremedio de la caricia.
Aquella versión de mi mismo que aparecía a su alrededor era extremadamente distinta a la que estaba acostumbrado.
– Seré honesto contigo, heredera Russo. - Mis manos bajaron a su cuello, rozando su piel con mis garras mientras la atraía más cerca, sintiendo su pulso contra mis dedos. - Te detesto de sobremanera y al mismo tiempo te deseo como a un juguete nuevo y ese es un grave problema para mí… - Seguí bajando con mi toque hasta sujetar sus caderas con pertenencia y sentí un jadeo ahogado incluso cuando mantuve mis ojos cerrados. - …Necesito una sola probada para sacarte de mi sistema lo antes posible, ¿Puedes ayudarme con eso?
– Ya has tomado más de una probada. - Susurró y yo sonreí al sentir su aliento cálido contra mi rostro.
– Sabes perfectamente a lo que me refiero. - La apreté contra mí, presionando mi erección contra su abdomen bajo.
La sentí temblar sutilmente contra mi cuerpo mientras sus labios rozaban los míos en pequeñas caricias tentadoras.
– Tengo una condición. - Musitó entre besos cortos.
– Déjame escucharla. - Respondí.
– Si accedo a darte una última probada… ¿Prometes hacerme olvidar el resto de mis problemas por un instante? - Preguntó.
– ¿Eso es lo que necesitas de mí? - Asintió. - Bien, puedo ayudarte con ello, ambos podemos beneficiarnos de esto. - Un sólo movimiento de su cabeza como consentimiento fue suficiente para moverme antes de que pudiera arrepentirse. La levanté en velo y de inmediato sus piernas se abrazaron a mis caderas, a la vez que sus brazos se sujetaban a mi cuello.
Ocupé los últimos retazos de racionalidad y caminé hasta el ascensor con ella agarrada a mí como si su vida dependiera de ello. Desactivé su funcionamiento para que nadie pudiera entrar ni salir del apartamento, porque no estaba dispuesto a permitir que alguien nos interrumpiera. No esta vez.
– ¿El ascensor puede desactivarse? - Preguntó incrédula.
– Obviamente, es literalmente la puerta de este apartamento.
– Wow…
Nos guié hasta mi habitación, cerré la puerta y sentí la parte cuerda abandonar mi cabeza. Apenas sus pies rozaron el suelo se abalanzó contra mí, besándome con desesperación mientras me acorralaba entre la pared y su pequeño ser.
El fuego del deseo ardió con fuerza en mi pecho y se extendió rápidamente al resto de mi cuerpo, dejando estelas de cenizas ardientes con cada nuevo roce de su cuerpo con el mío. La besé con hambre, sintiendo como cada roce de su lengua con la mía nos hundía cada vez más en el infierno.
– Vamos a arrepentirnos de esto... - Musitó contra mi boca.
– Probablemente. - Coincidí. - Antes de seguir, voy a preguntarte esto una vez…
– Tomo pastillas anticonceptivas. - Respondió leyendo mi mente y asentí.
– Perfecto.
Decidí creerle a ciegas incluso si era mi enemiga, así de desesperado estaba.
La luna llena apareció brillante entre las espesas nubes e iluminó su piel blanca de forma sutil. Mis garras dejaron trazos rojizos por sus brazos mientras mis dientes apretaban con suavidad la piel de su cuello. La escuché suspirar con cada caricia lasciva mientras sus dedos subían por debajo de mi camiseta, trazando con sus dedos cada músculo de mi abdomen.
Separé mi boca de la suya por unos segundos, sólo para quitar mi camiseta por encima de mi cabeza y abrazarla contra mi torso desnudo, mezclando el exquisito calor que ella emanaba con el mío. Mi mano se desvió hacia su muslo derecho, deslizándose cada vez más arriba hasta ahuecar el espacio entre sus piernas. Un quejido ahogado abandonó sus labios entre besos cuando tracé una línea por sus pliegues, sintiendo la deliciosa humedad que la delataba.
– ¿Cuánta experiencia tienes? - Pregunté contra su boca. Podía haberla escuchado literalmente gemir el nombre de su guardaespaldas hace menos de 24 horas, pero aún tenía mis dudas.
Mi pregunta sólo encendió aún más lo que para entonces ya era un incendio entre los dos.
– ¿Sigues pensando que soy virgen? - Preguntó ofendida y yo sonreí.
– Tengo mis dudas. - La tomé por las caderas para levantarla y aplastarla contra la pared, cambiando roles a la vez que su boca se abría en un quejido por el golpe seco contra su espalda.
– No eres muy delicado en tus movimientos. - Exclamó mientras sus manos se aferraban a mi espalda.
– Hmm, delicadeza… No creo que vayas a encontrar eso en mí.
Subí su vestido a tirones hasta sus caderas, mientras ella buscaba desesperada la amarra simple de mi pantalón deportivo. Sólo entonces me felicité por haber roto sus bragas anteriormente, cuando la piel desnuda y lampiña de su entrepierna rozó contra la tela de mi pantalón. Mi lengua lamió cada centímetro de piel disponible, siguiendo el trayecto de su clavícula, rompiendo con mis dientes los delgados tirantes de su bonito vestido.
Subí mi rostro hasta el suyo, buscando su labio inferior para morderlo mientras ella enmarcaba mi rostro entre sus manos. Su mirada chocolate se bloqueó con la mía y nos detuvimos allí por unos segundos, jadeantes mientras su entrepierna rozaba con la mía y sus muslos me apretaban contra ella. Un gruñido chasqueó en mi lengua cuando se movió de forma serpenteante contra mí.
Nos moví hacia la cama, deslumbrado por la forma en la que su cabello azabache se esparció delicado sobre las sábanas color marfil. Me deshice de su vestido y subí con besos lentos desde sus muslos hasta su ombligo, sonriendo cuando su espalda se curvó contra el colchón. Me moví de regreso hasta su monte de venus y bajé en besos hasta sus pliegues, lamiendo el trayecto entre ellos, gimiendo contra su piel por el sabor de sus fluidos.
– ¡No! - Jadeó. - ¡Ven aquí! - Ordenó mientras me apretaba con sus muslos en un intento de detenerme.
– No lo creo.
Hundí mis dedos en su interior y lamí con suavidad sobre aquel pequeño botón que ya conocía, sintiendo el sabor metálico de su perforación, jugando con ella entre mis dientes. Mi habitación se llenó rápidamente de gemidos mientras sus dedos se aferraban a mi cabeza y sus caderas empujaban contra mi lengua. Curvé mis dedos en su interior y entonces busqué su mirada desde mi posición, sintiendo mi miembro latir en una erección dolorosa en mis pantalones cuando sus ojos fueron invadidos por trazas de rojo brillante, danzando alrededor de sus pupilas.
– Aguanta un poco más. - Musité contra su piel. - No te he dado permiso para correrte.
Siguió moviéndose contra mí, sin embargo me alejé lo suficiente para fastidiarla. Un gruñido abandonó sus labios y sonreí triunfante. Reemplacé mis dedos por mi lengua, penetrándola con ella y deleitándome con su placer.
– ¡Ya basta, no puedo más! - Gritó.
– Bien, córrete para mí… Ahora. - Utilicé dos de mis dedos para hacerla acabar y sentí la presión de sus paredes cuando alcanzó el orgasmo por primera vez.
Su espalda se curvó, sus ojos se cerraron con fuerza y se aferró como pudo a las sábanas, jadeando mientras su cuerpo se estremecía gracias a mí.
No la dejé descansar por mucho tiempo ni tampoco recobrar la cordura, lamentablemente estaba demasiado desesperado para ello. Me deslicé sobre su cuerpo y atrapé sus dos manos por sobre su cabeza con una de las mías mientras me acomodaba entre sus piernas. Sentí su entrada contra la punta de mi miembro y una sensación electrizante me hizo estremecer justo antes de hundirme por completo en su interior y de una sola vez.
Un quejido alto abandonó sus labios a la vez que uno ronco abandonaba los míos. Sus paredes cálidas me apretaron con tal intensidad que cuando intenté moverme en su interior la fricción me enloqueció por completo. Cegado por el placer salí para entrar con más fuerza, haciendo vibrar la pared contra la cabecera de la cama.
Sus ojos permanecieron cerrados, sentí el dolor agudo de sus garras enterradas en la piel de mi espalda y su corazón latir desbocado contra su pecho. Por algún motivo no tuve deseos de seguir siendo brusco con ella y me encontré a mi mismo bajando hasta su cuello y depositando besos cortos en el lugar, lamiendo hasta alcanzar el lóbulo de su oreja izquierda.
– ¿Todo bien? - Pregunté en un susurro contra su oído.
No contestó, sin embargo cuando intenté moverme su cuerpo se tensó. Sabía perfectamente cuando una mujer no estaba disfrutando lo suficiente.
– Shh… - Musité. - ¿Duele mucho? - No obtuve respuesta, sólo su respiración entrecortada.
Kagome Russo no era virgen, no era idiota para creer eso, pero lo estrechas que se sentían sus paredes alrededor de mi miembro y la nula dominancia que ejercía en aquel momento eran prueba suficiente de que en realidad no me había equivocado: Ella no tenía tanta experiencia en esta área, al menos no la que intentaba aparentar.
Salí lentamente y entré una vez más, esta vez un poco más cuidadoso. Le di el tiempo suficiente para que se acostumbrara a mí, aguanté en silencio cada herida punzante provocada por sus garras y besé sus labios en un intento de distraerla. Sonreí contra su boca cuando luego de unos segundos sus caderas se movieron buscando las mías y la humedad de su centro volvió a aparecer.
De ahí en adelante todo fue una melodía agradable y coordinada entre los dos.
Sentí sus dedos enredarse en mi cabello y tirar de él con fuerza con cada embestida, sin embargo los gemidos dulces que abandonaban sus labios fueron prueba suficiente de que esta vez sí lo estaba disfrutando.
Nos hice girar para dejarla sobre mí y comprobar que tan buena era en un rol más activo; su cabello forjó una cortina oscura a nuestro alrededor casi al mismo tiempo que su boca se pegó a la mía. Me encontré a mi mismo gimiendo ronco entre besos, enterrando mis garras en sus caderas en un intento de controlarme. Sus manos se apoyaron en mi pecho para darse apoyo mientras se movía sobre mí y descubrí que independiente de su experiencia, Russo tenía una habilidad innata e instintiva cuando de entregar placer se trataba. Sus movimientos en ningún momento fueron bruscos, por el contrario; siempre suaves y controlados. El roce de su pubis contra el mío era el suficiente para estimularme a mí y a si misma sin llegar a auto infligirse daño.
La miré extasiado desde mi posición, encantado con la belleza y sensualidad que emanaba por cada uno de sus poros.
parte de mi supo en ese mismo instante que probablemente esa última probada no sería suficiente, que ahora que la conocía en esa faceta siempre querría más.
La tomé por las caderas guiando el ritmo un poco más rápido, sintiendo su excitación escurrir por la extensión de mi miembro. Me senté en la cama para abrazarla a mi cuerpo y besarla desesperado.
– ¡Inuyasha! - Jadeó.
Si, grita mi nombre, sólo mi nombre.
Tomé su cabello en un manojo y jalé de él para darme espacio suficiente en su cuello. Mordí con fuerza cuando la sed superó mi autocontrol y la presión con la que su sangre salió disparada a mi boca me hizo gruñir contra su piel mientras ella seguía moviéndose sobre mí. Al saciarme y volver a mirarla sus ojos brillaban en un rojizo encantador y no pude evitar tomar su rostro entre mis manos y besar sus labios, completamente desesperado… Enajenado.
Sus gemidos murieron en nuestros besos, pero la sentí alcanzar el clímax, sentí el momento exacto en el que sus paredes se apretaron a mi alrededor, sentí los espasmos de su cuerpo contra el mío y sentí su corazón alcanzar un nuevo récord de latidos por segundo.
Di un par de embestidas más y me corrí en su interior mientras gruñía con fuerza y me escondía en su pecho, sintiendo sus manos acariciar mi cabello mientras se esforzaba en recuperar el aliento. Caímos rendidos entre jadeos de vuelta a las sábanas y quise permanecer allí, justo bajo su cuerpo, abrazándola hasta el amanecer.
– ¿Muy arrepentida? - Musité contra su oído y una risa ronca me provocó cosquillas en el cuello, donde ella se había escondido.
– No por el momento. - Respondió. - Pero dame un par de horas más.
Poco a poco su respiración se hizo más acompasada, cerré mis ojos y me dejé arrastrar al sueño, rodeado por el dulce aroma a grosellas y a caramelo.
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Kagome
Desperté con el ruido molesto y constante de la vibración de mi celular sobre la madera del velador. Estiré mis manos para alcanzarlo, abrí los ojos con dificultad y puse todos mis esfuerzos en enfocar la vista y leer el mensaje que acababa de llegar.
Kouga Wolf (8:36 AM): Ven aquí AHORA.
Me incorporé de golpe y sólo entonces recordé donde estaba… Y con quien.
Inuyasha Taisho seguía dormido, en realidad rayando en el borde de la inconsciencia justo a mi lado. Su tonificado y desnudo torso en conjunto con su cabello platinado en hebras desordenadas eran una de aquellas visiones irreales que probablemente jamás podría quitar de mi cabeza. Sonreí al notar que sus manos aún me abrazaban por la cintura.
Una seguidilla de pequeños y explícitos flashbacks invadieron mi mente y si bien lo había disfrutado, el avasallador sentimiento de culpa fue más potente.
De todos los hombres que pisaban la tierra… Tenía que acostarme con el que más problemas me traería.
Salí de entre sus brazos intentando no despertarlo y busqué desesperada mi ropa en el suelo, o en realidad sus retazos, pues el vestido azul estaba destruido.
Mierda.
– ¿Planeas salir de aquí sin ropa? - Su voz ronca me sobresaltó de pronto.
Me giré a mirarlo, él seguía recostado en una posición extremadamente relajada, apoyando su cabeza en su mano izquierda mientras me miraba divertido, cubierto apenas por las sábanas.
– Tengo que volver a la mansión, ahora. - Exclamé seria.
– ¿No puede ser un poco más tarde? Yo puedo llevart…
– No, no lo entiendes Taisho, es ahora.
Tenía un mal presentimiento, uno que me asfixiaba.
La sonrisa se borró de sus labios, sin embargo asintió.
– Dame un segundo, te conseguiré ropa.
– Perfecto, gracias.
Se puso de pie dejando su cuerpo desnudo en evidencia y yo me giré incómoda, como si el idiota no hubiera estado en mi interior. Lo ví salir con el pantalón de buzo y volver unos minutos más tarde con un crop top blanco y unos jeans negros.
– ¿Y eso?
– Son de Sango, los he tomado prestados de su apartamento.
– ¿Con su consentimiento asumo?
– ¿Importa? - No realmente.
Me lanzó las prendas y para mi sorpresa al parecer Sango y yo utilizábamos la misma talla. Busqué mis tacones y corrí al baño para peinar mi cabello y lavar mi rostro. Mis bucles siempre perfectos lucían un frizz terrible que me esforcé en disimular con mis dedos.
Me moví hacia la sala de estar y estuve a punto de alcanzar el ascensor cuando Inuyasha Taisho se atravesó en mi camino.
– Hmm así que eres de esas... ¿Te vas sin despedirte y sin desayunar?
– No tengo hambre. - Exclamé.
– ¿Vas a decirme qué pasa? - Preguntó.
– Déjame salir, por favor. - El dorado se hizo cada vez más intenso mientras intentaba leerme, sin embargo se rindió al cabo de unos segundos, moviéndose para dejarme avanzar.
Subí al ascensor y lo ví escudriñarme con la mirada hasta que las puertas comenzaron a cerrarse. No dijo nada más y yo lo agradecí.
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Aparecí frente al enorme portón de hierro de la mansión 20 minutos más tarde. El guardia responsable de resguardar la entrada me sonrió al abrir la puerta.
– Señorita Russo, le informo que…
– No ahora por favor. - Lo interrumpí y él guardó silencio.
Un solo objetivo… Encontrar a Kouga.
Subí uno a uno los pequeños escalones de mármol hasta la puerta principal y cuando busqué las llaves en mi bolso ésta se abrió de pronto frente a mis narices. Mi padre apareció sonriente del otro lado, con su altura imponente y aquellos ojos rojizos que tanto miedo me provocaban.
– Padre…
Debí escuchar al guardia y dar media vuelta en el mismo instante.
– Buenos días sole mio. - Intenté forzar una sonrisa, sin embargo me petrifiqué en el lugar. - No quiero pecar de desconfiado…pero no pareces muy feliz de verme. - Fruncí mis labios y una risa nerviosa abandonó mis labios.
– ¿Bromeas? Sólo estoy sorprendida, no sabía que volverías hoy.
– Quería sorprenderte. He decidido adelantar mi regreso y no cargarte con tanto trabajo. - Se hizo a un lado. - Adelante, bienvenida a casa.
Dudé de mis pasos por unos segundos, como si fuera camino a la horca, sin embargo avancé hacia el interior. Distinguí a Kouga entre el grupo de trabajadores que estaban de pie alrededor de la sala de estar. Me miró y la preocupación en su rostro me demostró que algo no iba bien.
Naraku caminó a paso relajado hasta alcanzar el sofá y sentarse allí.
– ¿Te has alimentado como corresponde estos días? - Me preguntó y yo asentí. - ¿Has tenido algún inconveniente en mi ausencia?
– Ninguno padre. - Asintió.
– Entonces, me encantaría saber cual es el motivo para que mi adorada hija no haya llegado a dormir a su hogar. - Musitó y el silencio se tornó asfixiante.
– Tenía que solucionar algo. - Respondí.
– ¿Y eso es…? - Guardé silencio. - Sabes que odio cuando no respondes, Kagome.
– He estado investigando sobre los archivos robados. - Asintió y se puso de pie.
Di dos pasos hacia atrás cuando su mirada se oscureció de pronto, sin embargo fui atrapada por dos de nuestros trabajadores, quienes me sujetaron con fuerza por los brazos.
– Suéltenme, ahora. - Gruñí.
– No harán tal cosa hasta que yo dé la orden. - Exclamó él. - ¿Dónde estuviste anoche?
– Padre…
– Dónde. Estuviste. Anoche. - Repitió severo.
Se acercó hasta mí, me miró con desprecio y levantó su mano para abofetearme con fuerza. Mi rostro se giró violentamente por el impacto y escondí mi mirada vidriosa tras mi flequillo.
– ¿No vas a responderme? - Me armé de valor para mirarlo de frente, fulminándolo con la mirada, harta de soportar tanto.
– ¿Fuiste tú quien asesinó a mamá? - Contrapregunté y vi la sorpresa invadir su rostro, siendo disimulada con una sonrisa.
– ¿Disculpa?
– Ya me escuchaste. Esa es la información que encontré en uno de los archivos robados, el que te involucra directamente en su muerte.
El silencio se tornó asfixiante a nuestro alrededor. Mi padre me miró con odio y luego soltó una carcajada forzada.
– Dios mío, ¿Te has vuelto loca? - Me dio la espalda mientras todos sus guardaespaldas se reían siguiéndole el juego, todos menos Kouga.
– ¡CONTÉSTAME! - Chillé perdiendo el control y me acerqué hasta sujetarlo por la muñeca. - ¡ATRÉVETE A MIRARME A LA CARA Y DECIRME QUE TÚ NO ERES EL RESPONSABLE!
Antes de que pudiera reaccionar su mano libre me atrapó por el cuello, apretando con fuerza a la vez que me levantaba del suelo. Sentí mi cuello crujir y de pronto respirar se me hizo un suplicio. Al ver la desesperación en mis ojos me dejó caer, jadeante sobre el porcelanato mientras me esforzaba en respirar y el aire simplemente no entraba en mis pulmones. Mi visión se tornó borrosa, sentí un par de brazos sujetarme y el sabor ferroso de la sangre invadir mi boca, sin embargo perdí el conocimiento al instante.
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Para cuando desperté estaba recostada en mi cama, los ventanales estaban abiertos de par en par y el viento movía las cortinas con suavidad. A mi lado Kouga me miraba fijamente y una sonrisa surcó sus labios de pronto.
– Buon pomeriggio principessa (Buenas tardes princesa) - Acarició mi rostro con cariño y entonces me incorporé de golpe, cuando el último recuerdo consciente llegó a mi mente y sujeté mi cuello con desesperación. - Yep, tu padre te ha roto la tráquea, te he dado de mi sangre, la cantidad suficiente para curarte.
Comencé a hiperventilar y al instante me envolvió en un abrazo de contención. Me aferré a su chaqueta con fuerza, porque había estado a segundos de morir, a segundos de ser asesinada por mi padre.
– Shhh, respira pequeña, todo está bien.
No, nada estaba bien, nada en ese jodido mundo de mierda estaba bien.
Si él era capaz de asesinar a su sangre, definitivamente era capaz de asesinar a mi madre.
Las lágrimas invadieron mis ojos y me sentí estúpida, extremadamente débil cuando corrieron libremente por mis mejillas en sollozos silenciosos mientras Kouga me miraba con preocupación. Yo no lloraba, yo jamás colapsaba de esa forma.
Pero deseé por un instante ser protegida, sentirme vulnerable y pequeña entre los brazos de alguien en particular, alguien de ojos dorados y cálidos, alguien que no estaba allí para mí.
– Déjame sola. - Exclamé.
– Pero…
– Es una orden, Wolf. - Me miró dolido con sus manos a medio camino de volver a abrazarme. Suspiró y asintió.
– Avísame si necesitas algo. - Y entonces desapareció, cerrando la puerta con suavidad.
Me permití llorar hasta que mi cabeza dolió lo suficiente para dormirme otra vez. Me esforcé en ello con todas mis fuerzas, sin embargo el dolor no fue suficiente para ganarle al insomnio.
Mi celular vibró de pronto con un mensaje, el que destacó en la oscuridad de mi habitación.
Inuyasha Taisho (2:30 AM): ¿Todo bien Russo? No supe más de ti desde que te fuiste.
Lo ignoré y cerré los ojos, sin embargo la vibración volvió a desconcentrarme, esta vez por una llamada. Contesté sin mirar.
– ¿Kagome? - Su voz ronca y encantadora hizo eco en mi mente. El nudo en mi garganta se hizo insoportable y me obligué a silenciar un sollozo desesperado, porque quería contarle todo, quería sentirme indefensa por un instante y eso estaba jodidamente mal. - Kagome…
– No vuelvas a escribirme ni a llamarme. - Musité poco convencida de mis palabras.
El silencio perduró por unos segundos del otro lado.
– Puedo sacarte de allí, sólo pídemelo y voy por ti ahora mismo. - Exclamó severo.
Tomé aire antes de responder, a fin de evitar que mi voz sonara aún más quebrada.
– Ten un regreso tranquilo a Japón Taisho, tú y tu hermano, esa es la única manera en la que puedes ayudarme, desapareciendo de mi vida. - Y entonces corté y escondí mi rostro en la almohada, ahogando un grito desesperado.
Estaba dispuesta a arriesgar muchas cosas en mis intentos de rebeldía, sin embargo mi vida no era una de ellas, no si la muerte era lenta y dolorosa, no sin antes descubrir la verdad.
