Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 95: Vientos de Guerra


Primavera — x494 / 16 de mayo

Carta de Rukia a Orihime. Recibido por Orihime.

Mi querida amiga,

Me hace muy feliz leer que tu vida es cada día más brillante y feliz, y que has encontrado un camino para recorrer sin tantas dificultades. Felicitaciones por tu nuevo hogar y la prosperidad de tu negocio, espero que siga prosperando y sea más conocido día a día.

Cuando vuelva a visitarte probaré tu pan, haré el té y podremos hablar de todo lo que nos hemos perdido en todo este tiempo.

¡Kaito debe ser encantador! No puedo dejar de imaginarlo dando pasitos detrás de las gallinas. La última vez que lo vi era tan pequeño que se perdió entre las mantas pero ahora camina y explora. Seguramente cuando lo vuelva a ver hablará.

Espero que se hayan divertido en el festival de primavera y en la representación sobre la reina Vayalat, aunque no creo que sea tan fantasioso. Hay cosas que van más allá de nuestro propio entendimiento y sólo podemos inclinarnos ante ellas.

Aquí han sucedido cosas interesantes, como que la princesa Karin se casó con un príncipe de Jetaiya y ahora está en el palacio de Verihan planeando la ceremonia de boda en ese reino.

La semana de primavera se suponía que sería una semana de tranquilidad pero llegó el rey de Jetaiya y todo se convirtió en una preparación tras otra. La reina tuvo que adelantar todos los planes y gracias a la Sombra que todo salió bien, lo único triste es que la princesa Yuzu está sola y está pasando por una especie de depresión a causa de la separación.

La entiendo porque ellas estuvieron juntas toda la vida, pero la reina está preocupada porque ya no suele salir y comer poco. Hemos intentado animarla pero no es lo mismo. Creo que pasará un tiempo antes de que la princesa Yuzu se acostumbre a estar sin la princesa Karin.

Por ahora todo está tranquilo en el castillo.

Vivimos una vida tranquila y me gusta porque es similar a lo que yo quería, aunque sé que no durará porque en algún momento Kaien hará su movimiento para convertirse en rey y todo se convertirá en un caos y una lucha de poder.

No quiero involucrarte en estas conspiraciones ahora que llevas una vida pacífica y tienes un futuro brillante por delante. Ojalá estuvieras aquí, pero sé que has luchado por la vida que tienes y que eres feliz, entonces eso trae felicidad a mi corazón.

Que tengas una buena vida, mi querida amiga, y acepta el regalo que te envío para tu nuevo hogar. Dale un beso a Kaito de mi parte también.

Espero verte pronto.

Con amor, Rukia.


La modista, que no era la modista de la reina sino una prestigiosa diseñadora de la ciudad, estaba ocupada tomando las medidas de Karin y tomando notas en su libreta con ayuda de su asistente.

La mujer estaba encantada de tener la oportunidad de hacer un vestido de novia para una princesa, pero al mismo tiempo estaba nerviosa por no tener tiempo suficiente para hacerlo como quería.

Karin era consciente de la falta de tiempo para confeccionar un vestido tan importante como un vestido de novia, el cual contaba con bordados y pedrería, pero no le quedó más remedio que confiar en que le proporcionarían un vestido digno para la ceremonia que se llevaría a cabo en menos de dos semanas.

El vestido, el que se suponía que usaría en su segunda boda con Toshiro, estaba completamente arruinado sin posibilidad de reparación. Toshiro no estaba contento porque claramente se trataba de un sabotaje descarado, pero no tuvo más remedio que confiar en la modista que su madre le había recomendado para hacer el nuevo vestido para Karin.

Toshiro quería hacer que alguien pagara por ese error, pero esa retribución era imposible de cobrar.

― Su alteza, eso es todo por hoy. ― Habló la modista mientras su asistente guardaba las cosas que habían usado para tomar las medidas de Karin. ― Solo estamos esperando que llegue la tela, pero...

La modista vaciló y Karin pudo intuir lo que faltaba en aquella frase: "pero es muy poco tiempo para hacer un vestido".

A los representantes de las Deidades no les importaba el color del vestido que llevaban las novias al casarse, era algo conocido en todos los reinos que profesaban esa religión, pero en Jetaiya mantenían la tradición de que las novias debían casarse vestidas de rojo.

Esa tradición significaba que la tela roja sólo era utilizada por las novias y la familia real, que podían vestir de rojo sin importar la ocasión, y que se confeccionaba sólo por encargo. Eso se convertía en un problema si surgía una situación como la que estaban.

― Está bien. Haz tu mejor esfuerzo. ― La doncella ayudó a Karin a bajarse del taburete en el que estaba parada y la ayudó a ajustarse el vestido. ― Pero mientras esperas que llegue la tela, quiero que me hagas un vestido negro para usarlo en la comida del día después de la boda.

― ¿Un vestido negro, alteza?

La modista quedó un poco sorprendida por esa petición, ya que generalmente el negro no se usaba en las bodas. El negro era un color exclusivo para el luto y la celebración de las almas, pero todavía faltaban muchos meses para ese evento y era inusual que alguien encargara un vestido de ese color con tanta antelación.

Karin tenía una ligera idea de lo que podría estar pensando la modista así que se apresuró a hablar nuevamente, aunque la idea de la modista podría no estar tan equivocada.

― No tiene que ser un vestido muy llamativo, lo quiero sencillo y elegante. ― Explicó Karin mientras la asistente de la modista se apresuraba a tomar notas de las especificaciones. ― Quiero que me lo traigas en cuanto lo tengas listo.

― Tenemos tela negra que ha llegado recientemente, alteza. Así que su pedido...

La modista no terminó la frase porque la doncella de Karin le colocó en la mano una pequeña bolsa de tela con monedas. Se suponía que la familia real pagaría a la modista, por lo que no era necesario que Karin le diera dinero a la mujer a menos que fuera un pedido privado.

Una orden secreta.

― No quiero que nadie se entere de esto, ¿entiendes? Esto es solo una parte, el resto te lo daré cuando me traigas ese vestido. No lo olvides, nadie tiene por qué saber que ese vestido negro es para mí.

La modista, todavía sosteniendo la pequeña bolsa de monedas en su mano, asintió ante las palabras de Karin y juró en su corazón que mantendría esa petición en privado. Karin estuvo de acuerdo con esas palabras, porque si la modista fuera inteligente sabría dónde depositar sus lealtades, y le permitió irse.

― Su Alteza, es una lástima que la modista de la Reina se deprimiera tanto después de que el vestido se arruinara que no esté en condiciones de hacer un vestido nuevo. ― Comentó una de las doncellas a su servicio mientras ordenaba parte de la habitación.

Sus doncellas, las que habían viajado con ella desde Avanta, ya habían terminado su formación y habían regresado para servirla. Karin estaba agradecida de que las chicas pasaran su entrenamiento rápidamente porque no le gustaba que los sirvientes de la reina la atendieran.

― El vestido era realmente hermoso. ― Su otra doncella habló mientras preparaba un poco de té. ― Escuché por otras doncellas que la propia reina había elogiado el vestido y el bordado realizado. Todavía no entiendo cómo se pudo haber arruinado.

― Yo sé la razón por la cual el vestido se arruinó, pero no tiene sentido hablar de eso. ― Karin se sentó en un sofá y tomó el libro que había estado leyendo antes de que llegara la nueva modista. ― Lo que importa ahora es que pudimos resolver rápidamente esta complicación.

Las doncellas estuvieron de acuerdo con esas palabras y, luego de ordenar la habitación, la abandonaron para darle privacidad a Karin. No irían a ningún lado, simplemente se quedarían afuera de la habitación en caso de que la princesa las necesitara.

Una vez sola en la habitación, Karin dejó a un lado el libro que había estado intentando leer y pensó en el siguiente paso a dar.

Su vestido de novia, el que sólo usó una vez para que la modista pudiera hacer las correcciones necesarias, se arruinó misteriosamente un par de días después de su discusión con Hinamori. Era evidente que la concubina había hablado con la reina Ravna y que este "pequeño incidente" era simplemente una prueba de que la reina apoyaba a Hinamori.

Cuando la modista informó a palacio que el vestido se había arruinado y apareció en el lugar con la evidencia de sus palabras, todos pudieron presenciar el deplorable estado del vestido de novia.

Karin no sabía cómo lo habían hecho, pero el vestido parecía haber sido atacado por una bandada de polillas hambrientas y ya no podía recuperarse. Quería llorar en ese momento, pero contuvo las lágrimas con toda la fuerza de voluntad que tenía porque no iba a darle a la reina la satisfacción de verla afectada por sus acciones.

La reina Ravna tuvo la decencia de parecer entristecida por la pérdida del vestido y lamentó la situación, pero al mismo tiempo, en la reunión donde se presentó el vestido arruinado, la reina sugirió que para no posponer la boda por la pérdida del vestido, Karin podría usar uno de los vestidos que había traído consigo.

La idea parecía buena, ya que así evitarían un retraso en la boda y no pasarían por el bochorno de tener que enviar una disculpa a todos los invitados junto con una nueva fecha, pero Karin sabía que no podía hacerlo. No confiaba en las palabras de la reina porque estaba claro que la reina no tenía buenas intenciones para ella.

Karin sabía que si se casaba usando uno de sus propios vestidos y no el tradicional vestido Jetaiya, arruinaría su reputación y la de Toshiro. Ella era extranjera y parecía que la reina estaba empeñada en que todos tuvieran eso en cuenta el día de su boda.

Los rumores se extenderían como la pólvora y lo último que Karin quería era estar en boca de los demás por más tiempo del necesario.

Toshiro estaba molesto y en lugar de exigir que la modista rehiciera el vestido, quería que la castigaran por no entregar el vestido tan pronto como estuvo listo y permitir que se arruinara.

"Tal vez sea un designio de las Deidades, no tenemos que perder la cabeza por la forma en que las Deidades envían sus mensajes". Dijo la reina al ver a la modista arrodillada frente a Toshiro.

Esas palabras hicieron que Karin sintiera un creciente disgusto hacia la Reina Ravna, más del que ya sentía por ella, y decidió que le mostraría a la reina lo que era un verdadero designio de las Deidades y no tontos juegos de poder.

Cuando la situación en esa reunión estaba a punto de salirse de control, el Rey Aizen tomó la palabra y dijo que desde el momento en que Karin se casó con Toshiro, ella se había vuelto como su propia hija y que él no permitiría que una de sus hijas se casara usando cualquier vestido.

Esa misma tarde, Aizen envió una carta a las hilanderas para que enviaran un nuevo lote de su mejor tela roja para preparar el vestido de Karin. La reina no parecía feliz.

Karin sospechaba que la tela de su vestido no llegaría a tiempo, pero eso era algo que no podía controlar. Nada estaba bajo su control y eso la molestaba.

Hisana estaba en contra de lo que su madre le hizo al vestido de Karin, no porque apreciara mucho a su nueva cuñada, sino porque se había dado cuenta del apoyo que su padre le estaba brindando a Karin. Sólo un ciego no vería el evidente favoritismo del rey Aizen por la princesa extranjera.

Su padre primero sacó a Hinamori del edificio del harén y luego él mismo escribió la carta para solicitar la mejor tela para el nuevo vestido de novia de Karin. Incluso contrató a la modista más prestigiosa de la ciudad y le entregó una generosa cantidad de oro para que, sin importar el costo, el vestido llegara a tiempo.

Lo único que su madre había logrado al destruir ese vestido era darle a Karin más importancia de la que debería.

Hisana no iba a negar que tenía miedo de que Karin tomara represalias contra Hinamori si descubría que fueron ellas quienes arruinaron el vestido. La chica se quedaría sola con Karin cuando viajaran a la ciudad que gobernaba Toshiro y sólo las Deidades sabían de lo que sería capaz la princesa.

Cuando llegó a la entrada de la habitación de su madre se sorprendió al ver que Karin estaba parada frente a la puerta, con la mirada fija en la madera de la puerta. Eso fue bastante sorprendente pero comprensible porque la reina Ravna no solía recibir a extraños en su habitación privada y, para la reina, Karin era una intrusa.

― Princesa Karin, no esperaba verla aquí. ― Hisana habló para llamar la atención de Karin cuando estaba cerca de ella. Karin saltó un poco por la sorpresa, lo que le dijo a Hisana que ni siquiera la escuchó llegar. ― ¿Estás aquí para hablar con la reina sobre la boda?

― ¡Oh! Princesa Hisana… ― Karin le dio la espalda a la puerta y centró su atención en Hisana, sin inclinarse porque eran iguales. ― No, no es por eso que estoy aquí. Vine a visitar a la madre del príncipe Toshiro y ella me dijo que la reina no se encontraba bien de salud. Quería saludarla pero las doncellas de la puerta no están, así que preferí quedarme aquí hasta que llegara alguien.

Hisana no sabía que su madre estaba enferma, de hecho nadie le había informado sobre ese detalle, pero la madre de Toshiro sí lo sabía. Todas vivían en el harén, era imposible que la reina estuviera enferma y ella no lo supiera.

― Deben estar atendiendo a la reina. ― Habló Hisana, como si esa noticia no la hubiera tomado con la guardia baja. ― Quizás sea mejor que la visites temprano mañana, princesa Karin. Mi madre es una mujer orgullosa y no le gusta que la gente la vea en sus momentos de debilidad.

― Tiene razón, alteza, fue una imprudencia de mi parte. ― Karin se alejó de la puerta e Hisana se hizo a un lado para que Karin pasara. ― Regresare mañana. Espero que las Deidades protejan a la Reina Ravna.

Las palabras de Karin hicieron que Hisana sintiera un escalofrío por su espalda, así como la extraña sensación de que había algo mirándola desde las sombras, por lo que se obligó a decir un breve adiós a su cuñada. Los pelos de la nuca se le erizaron y no entendía por qué.

Hisana no se movió y esperó hasta que Karin tomó el pasillo que conducía a la salida del harén para permitirse respirar un poco. Tocó dos veces la puerta de la habitación de su madre y una de las doncellas le abrió la puerta, dejándola entrar en ese momento.

Lo primero que notó Hisana fue la expresión preocupada de la doncella, pero antes de que pudiera preguntar por la salud de su madre, la voz de la doctora de la reina llamó su atención.

― Su Alteza. ― Dijo la mujer mientras hacía una reverencia ante Hisana.

― Doctora, ¿qué le pasa a mi madre? ― Preguntó Hisana alternando su mirada entre la doctora y su madre, quien estaba recostada en la cama con un paño húmedo en la frente para reducir la fiebre. ― ¿Cuánto tiempo lleva así?

― Su Majestad la Reina ha estado en cama desde anoche, pero no me ha hecho llamar hasta esta mañana, cuando la fiebre no bajó. ― Explicó la doctora ante la mirada inquisitiva de Hisana, quien esperaba una explicación de por qué la reina seguía en cama si ella la había visitado en la mañana. ― La he revisado minuciosamente y parece que su majestad contrajo fiebre por mosquitos.

― ¿Fiebre por mosquitos? Eso es imposible. No estamos en temporada de lluvias y por las tardes queman incienso repelente para espantarlos, ¿cómo se enfermó?

― Hay raras ocasiones en las que esto sucede. ― La doctora parecía nerviosa. ― Le he dejado a la reina las medicinas para bajar la fiebre y aliviar el dolor, y en tres días estará bien. Sus doncellas tienen una lista de cosas que la reina debe comer para mejorar pronto y la enfermedad no empeore.

Si la enfermedad empeoraba, las posibilidades de que la reina se recuperara eran escasas porque la fiebre del mosquito a veces provocaba hemorragias difíciles de detener. Ella sabía bien lo terribles que eran estas hemorragias porque vio morir de esa manera a sus hermanos pequeños, así como a algunos sirvientes y concubinas cuando hubo una epidemia en palacio.

Hisana miró a su madre por un segundo antes de hablar.

― Dile al rey que la reina está enferma y prepara lo necesario para que los príncipes y princesas menores no enfermen. No queremos otra epidemia.

― Como ordene su alteza.

La doctora hizo una reverencia ante Hisana y la reina en la cama, y salió de la habitación después de que una de las doncellas de la reina le pagara por su servicio.

Hisana vio a su madre dormir tan profundamente que sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en su interior le decía que no era normal que su madre estuviera tan quieta.

― El médico le dio a Su Majestad la Reina los medicamentos para calmar el dolor y la fiebre, Alteza. ― Explicó una de las doncellas de la reina. ― Ella dice que Su Majestad dormirá al menos un par de horas antes de despertarse.

― Entiendo. ― Hisana se quedó mirando las mejillas rojas de la reina, prueba de lo intensa que era la fiebre, y se acercó a la cama. ― Ve a preparar lo necesario para que pueda comer cuando despierte.

La doncella asintió ante la orden de Hisana y salió de la habitación.

Hisana tomó el paño húmedo de la frente de la reina, que se había calentado, y lo mojó con agua fría antes de volver a colocarlo sobre la cabeza de su madre pensando que tal vez era un castigo de las Deidades por romper un vestido de novia.

A Rukia le encantaba cuando su esposo la hacía sudar, especialmente cuando usaba su lengua para limpiar ese sudor, pero ahora mismo Ichigo solo estaba usando su lengua para molestarla y frustrarla.

Él estaba parado en el otro extremo del Salón del Acantilado, con ambas manos dentro de los bolsillos de sus pantalones y una postura relajada, mientras ella estaba en el extremo opuesto, respirando pesadamente y con el cabello despeinado mientras intentaba mantenerse de pie.

Se suponía que estaban entrenando el uso del don, el de ella, aunque en realidad ella estaba tratando de sobrevivir a los intentos asesinos de Ichigo y estaba perdiendo. Si no fuera por su capacidad para regenerar heridas menores, estaría cubierta de cortes en los brazos y la cara.

No importa qué tan rápido reaccionara al crear los escudos de sombra, sabía que si no fuera porque Ichigo silbaba antes de lanzar el ataque, ella no lo vería venir y recibiría el ataque de lleno.

Los hijos de Vayalat no solían hacer grandes gestos ni gritar el nombre del ataque antes de realizarlo, ellos manifestaban un ataque de sombras a voluntad con solo pensarlo porque así eran las sombras: silenciosas y rápidas.

― Hemos practicado suficiente por hoy. Continuaremos en dos días, necesitas descansar.

El eco de la voz de Ichigo se repitió por toda el lugar mientras avanzaba hacia ella. El tiempo estipulado para el entrenamiento ni siquiera había terminado, pero Ichigo parecía molesto.

― Una última vez.

Rukia escuchó su propia voz jadeando y entendió por qué Ichigo parecía molesto en ese momento. Ella estaba en su límite pero no quería terminar el entrenamiento de ese día sin al menos sentir que había hecho un progreso notable.

― Estás cansada. Si te ataco una vez más, podrías desmayarte. ― Ichigo le acomodó el mechón de cabello que caía sobre su rostro y la expresión de molestia se relajó, dando paso a una mueca de preocupación. ― No tienes que esforzarte demasiado en esto, no estás entrenando para ir a la guerra.

― Pero yo quiero aprender.

― Nosotros entrenamos de esta manera porque agudiza nuestros instintos en la batalla y así detectamos intenciones asesinas antes del ataque, pero las posibilidades de que un hijo de la Sombra te ataque son muy bajas.

― Improbable pero no imposible. ― corrigió Rukia, negándose a terminar ese día de entrenamiento.

Estaban jugando un juego de poder contra Kaien, y en ese momento Kaien había apuntado al reino de Gardelia como objetivo en sus planes futuros.

Las posibilidades eran mínimas, el rey podía morir mucho antes de que los ejércitos se prepararan para invadir Gardelia y nadie apoyaría una guerra en un momento de luto; pero aun así, si actuaban contra Gardelia, Vayalat podría encontrar la excusa necesaria para actuar contra Avanta.

Las alianzas eran solo un papel escrito que decía que ambos reinos eran amigos, pero al igual que los niños cuando se pelean por su juguete favorito, esa amistad podría terminar y dar paso a una guerra.

La paz siempre ha sido frágil y efímera.

Ichigo suspiró.

― Si puedes dar diez pasos en línea recta, continuaremos con el entrenamiento. ― Señaló una línea recta que había dibujado en el suelo de piedra desde el primer día de entrenamiento. ― Pero si no puedes...

― Lo sé, lo sé, el entrenamiento terminará por hoy.

Rukia estaba empezando a odiar tener que caminar en línea recta porque era la forma que tenía Ichigo de comprobar si ella todavía tenía fuerzas para continuar, pero aun así lo hizo. Se paró al principio de la fila, dio dos pasos y se tambaleó un poco.

Ichigo inmediatamente la atrapó para que no cayera al suelo, frustrándola por su propia debilidad.

― Eso es todo, el entrenamiento ha terminado.

Rukia quiso protestar, pero Ichigo la tomó en sus brazos y comenzó a caminar con ella fuera del Salón del Acantilado.

― Mi venganza será terrible, cuando se me ocurra una. Así que disfruta de tu victoria, Lord Kurosaki.

Ichigo solo sonrió ante eso, sin soltarla y sin quitar la vista del camino.

― Entonces espero con ansias ese momento, Lady Kurosaki.

― ¡Hey! Se supone que debes estar asustado, no ansioso.

Ichigo simplemente empezó a reír y le dio un pequeño beso en la frente. Rukia se entregó a los brazos de su marido, cerrando los ojos en el camino y permitiéndose relajarse un poco.

No estaba dormida, solo tenía los ojos cerrados porque estaba muy cansada y porque sabía que una vez que se acostara en la cama, se quedaría tan profundamente dormida que no despertaría hasta la tarde del día siguiente.


Primavera — x494 / 17 de mayo

Su Majestad el Rey Kisuke de Vayalat, le escribo esta carta en nombre de mi hermano, el Rey Yushiu de Gardelia para solicitar su apoyo en nombre de la alianza que une nuestros reinos. En estos últimos meses nuestro reino…

La carta explicaba detalladamente lo que había estado pasando en Gardelia desde que Chika llegó a reclamar el trono que le pertenecía por ser el hijo mayor del difunto Señor del Desierto y suplicar ayuda para poder quedarse con el trono y matar a Chika, apelando a la amistad e intereses mutuos que existían entre ambos reinos.

Una petición de ayuda que Kisuke predijo llegaría en cualquier momento y que les informaría de la situación en Gardelia para que pudieran mover las tropas y terminar la conquista.

Una conquista rápida, había dicho Kisuke.

Kirio vio la carta y luego al mensajero, que parecía haber corrido desde la capital de Gardelia hasta Vermist, y guardó la carta en el tubo de metal donde había llegado. Fue prácticamente un milagro que la carta estuviera en sus manos, pues según el mensajero, de todos los hombres que envió la princesa Yoruichi, solo él logró escapar con vida del asedio.

A estas alturas Chika ya debía saber que Yoruichi había pedido ayuda, debía haber investigado cómo los mensajeros abandonaron la ciudad y debía haber estado planeando su próximo movimiento.

Si a estas alturas el Príncipe Chika no había invadido la capital de Gardelia, entonces faltaba poco para que lo hiciera, y si las cosas eran como Yoruichi explicó en su carta, en poco tiempo se quedarían sin comida y la gente podría atacar el palacio.

Cualquiera de las dos situaciones sería buena para Kisuke, porque sin importar quién se sentara en el trono, conquistarían Gardelia.

Kirio le aseguró al mensajero que discutiría la solicitud de ayuda con el rey y llamó a uno de los guardias de la puerta para que escoltara al mensajero a un lugar donde pudiera descansar. Sabía que tenía que matarlo pero aún no era el momento porque les podría ayudar tener a un hombre de Gardelia con ellos.

Las instrucciones de Kisuke habían sido claras, en cuanto llegara un pedido de ayuda por parte de Gardelia, fuera cual fuera el momento y la situación, debía enviar a los ejércitos a tomar las ciudades cercanas bajo la falsa bandera de ayuda y establecer allí una base.

Kirio quería ayudar a Yoruichi a escapar de la posible masacre que se desataría dentro del Palacio Blanco, ya sea de la mano de Chika o de la mano de Kisuke, pero Kisuke le había prometido que protegería a Yoruichi y la llevaría a Vayalat con él, así que Kirio se obligó a confiar en su rey.

Tenía que confiar en su marido, porque ésta era su última oportunidad de conservar la corona sobre su cabeza. Kisuke no era malo, pero su límite era algo que nadie quería ver.

Ichigo sabía que Rukia todavía necesitaba mucho entrenamiento para que su cuerpo resistiera el uso del don, por lo que no fue extraño para él encontrarla profundamente dormida en la cama cuando entró a la habitación de ella. Le gustaba ver que ella se estaba volviendo más rápida cuando se trataba de invocar sombras, pero le preocupaba que se estuviera esforzando demasiado al entrenar.

Su esposa estaba mejorando, de eso no había duda, pero debían tener cuidado en el entrenamiento. Ella no nació con los dones de la Sombra sino que los adquirió, lo que significaba que no podía tener entrenamiento como todos los hijos de Vayalat, sino que debía ser más lenta y concienzuda para que su cuerpo no colapsara por el sobreesfuerzo.

Rukia no era un soldado y nunca lo sería, así que no había necesidad de que ella entrenara tanto.

Dio un par de pasos hacia la habitación y los conejos vinieron saltando hacia él, impidiéndole avanzar más. Natsu, el conejito negro, era más pequeño que Haru, por lo que les tomaría un tiempo tener bebés o eso esperaba porque con los conejos era difícil saber eso.

― Kana, cuando Tatsuki regrese pídele que prepare un poco de té para evitar que este par de conejitos tengan conejitos. ― Ordenó Ichigo mientras tomaba a Natsu en sus brazos. ― Y prepara la canasta, quiero que lleves este par a otro lugar.

La doncella de Rukia se asustó por lo que dijo el príncipe, pero después de que Ichigo explicó por qué quería que los conejitos salieran de la habitación, la chica se relajó y rápidamente se apresuró a cumplir la orden de Ichigo.

― Su alteza, la princesa se va a asustar cuando no vea a los conejitos. ― Kana habló cuando ambos conejitos estaban en la canasta que usaban para sacarlos a jugar a los jardines.

― Lo sé, pero no te preocupes. ― Ichigo se acercó al escritorio de Rukia, donde había varios libros apilados uno encima del otro y una caja con varias tarjetas. ― Si ves a Tatsuki, dile que se quede contigo y ordena a la cocina del rey que prepare comida para compartir. Hanataro lo entenderá.

Kana asintió y salió de la habitación cargando la canasta con los conejitos. Ichigo se sentó en la silla de Rukia y tomó una de las tarjetas dentro de la caja para leer el contenido, dejando escapar una leve sonrisa ante lo que allí estaba escrito.

"Un beso en el hombro."

Rukia estaba preparando las tarjetas con las acciones que harían en la noche.

El juego era sencillo, entre los dos tomarían tres cartas y tendrían que cumplir lo que en ellas estaba escrito y nada más. Ambos coincidieron en que se tomarían las cosas con calma, como cuando empezaron su relación, y jugar con cartas fue la mejor idea que se les ocurrió en ese momento.

"Beso en el muslo".

"Lamida en el vientre".

"Un dedo con miel".

Ichigo escribió tres tarjetas más y las guardó entre las ya escritas para que Rukia no se diera cuenta, tomó uno de los libros que estaba sobre la mesa y se recostó en uno de los largos sillones de la habitación de Rukia para leerlo. El respaldo de esa silla lo ocultaba casi por completo y solo dejaba visibles sus botas.

El libro trataba sobre economía, lo que significaba que Byakuya estaba preparando a Rukia para los acontecimientos económicos que estaban a punto de ocurrir entre los reinos.

La idea de terminar de unificar la economía era buena, eso no se podía negar, pero Ichigo sentía que había más detrás de esa propuesta por parte de Aizen. Aun así, él no se había parado a pensar mucho en ello porque hasta que todos los reyes no se reunieran para hablar en persona de esa unificación económica, entonces todo eran especulaciones y nada más.

Lo que realmente preocupaba a Ichigo era Kaien y su idea de declarar la guerra a Gardelia para hacer el reino más grande.

Kaien nunca había mostrado interés en conquistar Gardelia, de hecho, siempre había dirigido sus ambiciones hacia Kuvar y había apoyado las ideas del rey sobre una conquista cuando se propuso en las reuniones de la Cúpula el año anterior.

Los soldados se estaban entrenando para atacar Kuvar cuando el rey lo ordenara, los barcos estaban casi terminados y los espías enviaban informes sobre el terreno para no ser tomados por sorpresa. No tenía sentido que Kaien cambiara de opinión sólo porque vio una "debilidad" en el reino de Gardelia.

Algo dentro de él le decía que debía tener cuidado con Kaien y su idea de conquistar Gardelia, porque nada de lo que viniera de Kaien o Gardelia era algo bueno.

Las campanas del templo de las Deidades la despertaron, pero lo último que Rukia quería era levantarse de la cama en ese momento porque le dolía el cuerpo. Ichigo solía decirle que con el tiempo, a medida que su cuerpo se acostumbrara al uso del don, dejaría de sentir los efectos adversos, pero Rukia sentía que ese día estaba muy lejos de llegar porque aún dormía mucho tiempo después del entrenamiento.

Se sentó en la cama después de que su estómago protestó por la falta de comida y notó que llevaba un camisón blanco que no recordaba haberse puesto el día anterior, aunque no recordaba nada del día anterior más que la calidez de los brazos de Ichigo.

Rukia estiró su cuerpo, movió un poco la cabeza para relajar el cuello y notó que la habitación estaba demasiado silenciosa. Tatsuki y Kana brillaron por su ausencia, incluso el par de conejitos, a quienes les había resultado divertido subirse a la cama y jugar en ella, estaban ausentes.

Su estómago volvió a gruñir para recordarle que no había comido y se levantó de la cama para llamar a sus doncellas, pero cuando estaba a punto de abrir la puerta notó un par de botas que sobresalían de uno de sus sillones e inmediatamente abandonó esa idea.

El único hombre que podía entrar a su habitación era Ichigo, lo que la hizo sonreír porque él estaba allí, esperándola.

Rukia se acercó a su esposo tratando de no hacer ruido con la intención de asustarlo, pero lo encontró dormido con un libro sobre su rostro.

Sabía que estaba dormido porque su respiración era lenta y suave, y porque lo había observado dormir durante mucho tiempo, así que decidió dejarlo dormir un rato más e ir a su guardarropa a buscar un vestido cómodo y bonito.

Quedarse en camisón era una idea tentadora porque así podría quedarse en la habitación con él toda la tarde hasta la noche, pero tenía que cambiarse de ropa porque a veces Ichigo tenía planes que incluían salir del castillo.

A ella le gustaba cuando eso pasaba porque era divertido ir con él a caminar por la ciudad y comer dulces en la plaza central mientras veían a la gente ir de un lado a otro.

― ¿Ahora dormirás en mis sillones? ― preguntó Rukia mientras se acercaba a Ichigo, notando que este ya estaba despierto. Quizás ella había hecho mucho ruido al vestirse y eso lo despertó.

― Pensé en acostarme a tu lado pero preferí dejarte descansar. ― Ichigo colocó el libro sobre la mesa de té y se sentó mientras reprimía un bostezo. ― ¿Cómo te sientes? ¿Tienes hambre?

El estómago de Rukia hizo un ruido bastante fuerte, adelantándose a lo que estaba a punto de decir y haciendo que su rostro se pusiera completamente rojo de vergüenza. Ichigo comenzó a reírse de eso mientras ella sentía que le ardían las mejillas. Parecía que si no comía, su estómago se la comería a ella.

― ¿Te gustaría almorzar en el jardín? ― Preguntó Ichigo con una sonrisa mientras se levantaba del sofá. ― Hoy hace buen tiempo.

Rukia asintió ante esa idea y tomó su abanico antes de salir de la habitación en compañía de su esposo. Si veía a Kana o Tatsuki en el camino, les pedía que llevaran a los conejitos al jardín para que jugaran.

El grupo de élite de Vayalat, las Sombras, eran los mejores soldados que podía haber dentro del reino. Habían sido entrenados desde la infancia y habían recibido la marca de la Deidad cuando estaban listos para usar el uniforme negro y ocultar sus rostros.

Lo mejor de lo mejor, el grupo secreto que se infiltra entre los soldados para asegurar la victoria.

El año anterior, cuando el Príncipe Ichigo había visitado Vayalat, Ulquiorra recibió un consejo de él después de la ceremonia del bautismo de Kaito: conviértete en una Sombra.

"El salario de las Sombras es similar al salario de los generales en Avanta, ellos también tienen más tiempo libre y suelen ser los que se quedan en el castillo y la ciudad. Sólo obedecen al rey y a la familia real inmediata." Ichigo había dicho esa vez.

Ulquiorra entendió lo que Ichigo había insinuado con su sugerencia, permanecer en el castillo le permitía estar con Orihime todo el tiempo porque difícilmente sería removido de su puesto a menos que hubiera una emergencia; así que después de considerar esa idea por un tiempo, decidió tomar la prueba para convertirse en Sombra.

La parte más difícil de todo el proceso fueron las sesiones de entrenamiento nocturno dirigidas por Jugram, el hermano menor y mano derecha del rey. No le negaron la posibilidad de entrar al proceso de selección tardía por una sencilla razón: si moría, entonces no era digno.

Ulquiorra tenía la teoría de que su entrenador esperaba todos los días para verlo morir, pero al final logró sobrevivir para realizar la prueba final y recibir su marca que lo acreditaba como Sombra.

Fue asignado como soldado estacionario del castillo mientras se adaptaba a las bendiciones de la Sombra y perfeccionaba una habilidad, y eso estuvo bien para él hasta esa tarde cuando lo llamaron a una reunión de emergencia.

La razón era simple: estaban en guerra contra Gardelia.

De acuerdo con las órdenes del Comandante del Reino, Príncipe Jinta, la mitad del grupo de élite se movería junto con el grueso de los soldados destinados a la conquista, así como varias Sombras portadoras del don como apoyo, y la otra mitad del grupo de élite se quedaría para proteger la ciudad y el castillo en caso de que Gardelia tuviera fuerzas para defenderse.

Ulquiorra sería uno de los soldados que partiría al mando del Príncipe Jugram para llegar a la capital de Gardelia y tomar el Castillo Blanco. Los demás soldados, encabezados por otros comandantes, estaban destinados a tomar las ciudades cercanas para impedir que los señores de Gardelia movieran sus tropas.

En otras circunstancias, Ulquiorra no estaría tan preocupado por ir a la batalla, pero en ese momento ir a la guerra significaba que Orihime y Kaito se quedarían solos, y eso lo ponía más ansioso de lo que quería admitir.

Además, todavía tenía que decirle a su esposa que ya no podrían comprar la nueva casa y que era mejor que ese dinero se utilizara para cubrir los gastos que se pudieran generar en su ausencia.

La paga de los soldados que iban a la guerra era buena, bastante buena, pero sólo se daba una vez que la conquista era un hecho y regresaban a casa. Lo único bueno que Ulquiorra vio en ese momento respecto al dinero fue que por ser una Sombra, parte de su pago semanal se lo darían a Orihime durante al menos tres meses.

Si todavía vivieran en Avanta, Ulquiorra podría enviar a Orihime y Kaito a la casa de Sora, donde estarían bien cuidados y protegidos, pero ya no estaban en Avanta y dudaba que Orihime quisiera irse de allí. No porque ella tuviera un gran afecto por la ciudad, él sabía que ella extrañaba su hogar, sino por él.

Orihime era el tipo de persona que no abandonaba a quien amaba, y lo amaba hasta el punto de exiliarse para estar a su lado. Ella le había dado su corazón y su vida y él tenía que cuidarlos porque era lo más valioso que tenía.

Orihime colocó la taza de té frente a su hermano y se sentó en el sofá frente a él. No había visto a Sora en aproximadamente un año, desde que él los visitó cuando nació Kaito, y no podía negar que estaba sorprendida por la apariencia de su hermano.

Sora había perdido mucho peso y su ropa le quedaba grande, también tenía grandes ojeras debajo de los ojos y su piel tenía esa palidez que le daba la enfermedad.

Los últimos años, desde que ella ingresó a la corte de la reina, su hermano había estado enfermando con resfriados ocasionales, pero ella siempre pensó que era porque él trabajaba mucho, no porque la salud de su hermano fuera realmente tan delicada.

― Me estoy muriendo, Orihime.

― No digas eso, hermano. ― Respondió ella tan rápido como su hermano dijo aquella oración.

― Lo digo porque es la verdad. ― Orihime sintió que se le rompía el corazón al escuchar esas palabras salir de la boca de su hermano y sus ojos ardían con las lágrimas que se negaba a dejar salir. ―Por favor, ven a casa conmigo. Trae a tu hijo y vuelve a casa. Nuestra madre no podrá con toda la responsabilidad que tiene el título, no tiene lo necesario para hacerse cargo.

Orihime apretó los puños sobre las rodillas, arrugando la tela de su falda. Sora había estado insistiendo en que regresara desde que se enteró del exilio de Ulquiorra, pero ella no quería dejar a su marido solo.

― No puedo. Ulquiorra...

― Ese hombre no...

Sora levantó la voz pero un ataque de tos le impidió terminar la frase. Orihime pudo ver como el pañuelo de su hermano estaba lleno de sangre y aunque intentó ayudarlo, Sora le impidió acercarse a él.

No era una enfermedad de burdel, su hermano no frecuentaba esos lugares, pero aun así no dejaba que ella se acercara a él. Eso también le dolió.

― Si quieres, no te divorcies de él. ― Sora habló de nuevo cuando el ataque de tos pasó y tomó un sorbo del té en su taza. ― Puedes quedarte con el apellido Cifer si eso te hace feliz, pero por favor ven a casa conmigo.

― Hermano…

Orihime no supo qué decir porque le dolía ver a su hermano en ese estado. Parecía que se desmayaría en cualquier momento mientras hablaban.

― Orihime, no me queda mucho tiempo. Eres la única que puede ocupar mi lugar. ― Sora se tapó la boca y se detuvo, mitigando un poco el ataque de tos que estaba teniendo nuevamente. ― Eres la heredera del legado de nuestra familia.

Orihime miró a su hermano mientras intentaba ocultar la sangre en su pañuelo, y su corazón se contrajo dolorosamente.

Quería ayudarlo, quería hacer lo que él le pedía porque para eso había sido educada, pero al mismo tiempo no quería irse de allí, no sin Ulquiorra. Lo amaba demasiado como para dejarlo.

No sabía qué hacer, se sentía egoísta por querer quedarse con su marido y al mismo tiempo querer cumplir la voluntad de su hermano. Si el rey no hubiera exiliado a Ulquiorra por culpa de Kaien y Nelliel, nada de esto estaría sucediendo.

― Vuelve a tu casa, Orihime.

La voz de Ulquiorra la tomó por sorpresa, haciéndola levantar la vista en ese momento para darse cuenta de que su esposo estaba parado en la puerta de esa pequeña sala. Ella no lo había escuchado llegar, desde que se unió al grupo de élite rara vez lo escuchaba hacer ruido y todavía se estaba acostumbrando.

― Ulquiorra… ¿por qué dices eso?

La voz de Orihime tembló un poco. No sabía cuánto de esa conversación había escuchado Ulquiorra, pero le dolió escuchar que él parecía estar de acuerdo con Sora para que ella regresara a Avanta.

Ese siempre había sido su temor, que Ulquiorra se arrepintiera de haberla elegido y aprovechara su exilio para lograr que ella regresara a casa. Orihime tembló porque parecía que ese miedo se materializaba frente a ella.

― El reino declarará la guerra a Gardelia. ― explicó Ulquiorra mientras se acercaba a ella. ― Fui asignado a las tropas que irán a la capital de Gardelia.

― ¿Hay… guerra?

Ulquiorra asintió en respuesta.

La noticia no la calmó ni un poco porque el mero pensamiento de que Ulquiorra tuviera que ir a la guerra la hacía temblar más. Habían tantas cosas que podrían pasarle a Ulquiorra que sólo imaginarlas la hacía sentir desesperada.

La gente moría en la guerra.

― Será mejor que vuelvas con Sora. ― Ulquiorra giró para mirar a Sora, quien había permanecido en silencio con el pañuelo sobre sus labios. ― Tú y Kaito estarán a salvo si se van con él.

― ¿Y tú? ¿Quién me asegura que estarás a salvo?

Orihime se levantó de su asiento porque sentía que no podía quedarse quieta por más tiempo.

― Nadie. Soy un soldado, siempre lo he sido y esto es lo que hago.

Ulquiorra dijo eso y Orihime sintió que sus ojos se nublaban por las lágrimas.

Un soldado.

Lo sabía cuando se casó con él y esperaba que él nunca tuviera que acudir al llamado de la guerra, pero la guerra lo estaba llamando. No era justo. Habían pasado por mucho para estar juntos y parecía que nunca podrían estar juntos por mucho tiempo.

Las Deidades los estaban castigando por algo.

― No es justo. ― Murmuró Orihime con lágrimas corriendo por sus mejillas. ― Sabes que no es justo.

― Nunca nada es justo. ― Ulquiorra le secó las lágrimas con el pulgar mientras hablaba. ― Estarás bien y a salvo, eso es lo único que me importa.

Orihime sabía que esto era una despedida y le dolía demasiado porque sabía que nunca volvería a ver a Ulquiorra. La incertidumbre de la guerra, el exilio y saber que si Ulquiorra regresaba a Avanta lo matarían, hacía que las posibilidades de volver a verlo fueran mínimas.

― Saldremos temprano mañana. ― Habló Sora, levantándose de su asiento y dirigiéndose hacia la salida. ― Te recogeré mañana, Orihime.

Orihime no respondió, pero Ulquiorra lo hizo en su lugar, asegurándole a Sora que ella y Kaito estarían listos a primera hora de la mañana para viajar de regreso a Avanta.


Respondo Reviews:

Inverse: Feliz año nuevo, aunque para la temporada sería ¡Feliz día de la amistad! :3 gracias por continuar leyendo esto y espero que te siga gustando lo que hago :3

Usaguichan: tú me haces los días cuando veo un nuevo comentario tuyo :3

Kaede: pero solo serán 5 minutos, no te emociones mucho XD Matsumoto anda por ahí, es la madrastra de Hinamori XD y Kukaku está en su casa, existiendo y cuidando el rancho mientras la reina madre está en otras tierras XD

¡Gracias a todos los que siguen esta loca historia!