Un nuevo inicio de semana en Arendelle, la planta cervecera ya empezaba con sus horas laborales, entre sus trabajadores se encontraban Anna y Kristoff en el área de carga de almacén para recibir y distribuir la mercancía a su lote correspondiente. Como en todos los días es un trabajo duro para ambos, pero no por eso se les caía los ánimos de seguir adelante y cumplir las metas de sus vidas.
Kristoff siempre se veía con su propio negocio en venta de hielo, "tal vez no sea el mejor sueño, pero es lo que más anhelo" comentaba él cada vez que se lo preguntaban. En cambio, Anna, aún no tenía claro qué es lo que quiere para su vida, pero estaba completamente segura en querer realizar cosas extraordinarias.
Horas más tarde, al terminar su jornada, los dos amigos se encontraban de salida de la planta.
– Oye ya no aguanto este día ¿qué te parece si vamos con el viejo Oaken? Podemos relajarnos y jugar billar – comentaba Kristoff animado por la idea tratando de guiar a su amiga.
Anna, pensativa, no se había dado cuenta de la invitación de su amigo. Su consciencia la estaba distrayendo con sus recuerdos que tuvo con aquella rubia, desde dentro deseaba volver a encontrarse con Elsa, no importa cómo pero sólo quería volver a verla. Pero regresó a su realidad, Anna prefirió cambiar de actitud y animarse a acompañar a Kristoff asintiendo a la propuesta.
Minutos después de llegar en coche y estacionarse a espaldas del bar, entraron por la puerta trasera y encontraron el lugar apenas con gente. Kristoff se tomó el tiempo de inspeccionar el lugar para ver si encontraba algún conocido y saludarlo, él es así de amistoso.
–Vaya, creí que habría más gente para poder jugar billar– mencionaba el rubio posicionándose frente a su mesa favorita de billar.
–Bueno, hay que aprovechar de que no hay tanta gente y pedir unos tarros de una vez. No me gusta estar esperando tanto por solo una cerveza– comentaba Anna caminando hacia la barra, sacando su billetera.
–Oaken ¿Estás aquí viejo?– Hablaba Anna al aire golpeando la barra de madera.
Desde la puerta de administración a un lado del estante de licores salía un hombre de al menos 50 años de edad, era Oaken, un hombre significativamente alto de al menos 2 mts de altura. A primera vista parece alguien de temer, sin embargo, en realidad su personalidad era todo lo contrario de lo que piensan, se caracterizaba más por ser alguien muy amable y carismático.
–¡Vaya! ¡Anna! ¡Kristoff! ¡Que gusto verlos aquí! No pensé que vendrían un lunes en la noche–
Para los dos compañeros les era bastante grato los recibimientos que siempre les daba su barista favorito. Se acercaron y se saludaron de las manos.
Tomando uno de los asientos de la barra, Kristoff se acomodó. –La verdad yo quería aliviarme del trabajo y como no tenía otro pendiente que hacer, pues quise venir–
A un lado del rubio, Anna contestó –Sí lo mismo digo, preferiría estar aquí que estar sola en casa–
Detrás de la barra, Oaken se mostró un poco preocupado por sus amigos. –Chicos ya les he dicho que empiecen a crear su propio negocio, es mucho mejor que lo que hacen ahora, sería un cambio brutal para sus vidas–
Kirstoff se quedó pensando, dudando de sí mismo si podría llevar a andar su negocio de hielo. Se quedó pensativo por un buen rato. En cambio Anna, su cabeza le decía tantas formas de poder hacer un negocio pero nunca daba en el blanco a qué dedicarse, sentía que no tenía las posibilidades de saber administrar algo así. Era notable que los chicos se les veía distantes en sus mentes, Oaken supo que sus ánimos se elevarían con unos tragos de un líquido que les llamaría la atención, aguamiel, algo nuevo para ellos, para el bar de Oaken y también para la ciudad.
Oaken volteó hacia atrás en el estante de botellas de vinos y licores, en este se dirigió a un compartimiento especial en la parte superior, Anna y Kristoff lo miraban muy atentos a lo que hacía su amigo barista. Después, Oaken introdujo una llave a un pequeño cerrojo para abrir las puertas de este compartimiento, pero no era el único sistema de seguridad sino que se encontró luego con una manija especial que tenía que ser abierta por una combinación numérica en unos pequeños discos giratorios. Nuestro barista fue meticuloso y cuidadoso con realizar la combinación, este sistema era muy sensible a errores.
–Creo que no es un buen lugar para esconder algo de importancia, ¿no crees?– Comentaba despectivamente el rubio, siendo muy obvio con tratar de ser discreto con su comentario.
Al probar la nueva bebida de los pequeños tarros, los dos amigos degustaron analizando el contenido que llevaba, en tragos pausados se acabaron el agua miel. Oaken, en cambio, se le notaba expresivamente orgulloso de su creación, le satisfacía poder compartirlo con sus mejores clientes.
Anna estaba fascinada con el sabor, el líquido era algo maravilloso para probar no sabía cómo describirlo pero este nuevo licor es perfecto para catadores experimentados como ella.
