Después de superar la primera prueba del examen de cazador, Aang había demostrado no solo su habilidad en el Agua Control, sino también la valentía inherente a un Avatar. Sin embargo, las amenazas desconocidas de este nuevo mundo lo mantenían en alerta constante. Su determinación, incólume, lo impulsaba hacia la siguiente fase del examen: una carrera a través de un túnel oscuro.
Aang siguió al examinador Satotz al túnel, junto con los demás aspirantes. Este pasaje subterráneo, largo y estrecho, carecía por completo de señales de luz o salida. Con el pasar del tiempo, el cansancio comenzó a pesar en las piernas de Aang, y la monotemática carrera le provocó un creciente tedio. No obstante, sabía que no podía permitirse bajar la guardia ni perder la concentración.
Mientras avanzaba, Aang observaba a los demás participantes, intentando discernir posibles aliados o enemigos entre ellos. Algunos parecían amigables, mientras que otros emanaban una aura intimidante. En particular, Hisoka, el hombre que despojó sin titubear a otro aspirante de sus extremidades, despertaba en Aang una inquietante sensación de temor.
La oscuridad del túnel engañaba los ojos de los aspirantes, pero a lo lejos, un destello débil señalaba la bifurcación del camino, planteando una encrucijada. Un murmullo inquieto se extendió entre los corredores, saturando el ambiente de incertidumbre: ¿cuál sería el camino correcto?
Aang se encontró ante una difícil elección: ¿seguir al examinador o aventurarse por la otra ruta? ¿Cómo determinar cuál era la opción correcta?
Al aproximarse al dilema, la indecisión se apoderó de varios, desacelerando sus pasos. Aang, compartiendo este desconcierto, recordó las palabras del Avatar Roku: "El Avatar debe ser capaz de sentir las energías del mundo y actuar en consecuencia". En un gesto instintivo, cerró los ojos y se sumió en una profunda introspección, intentando sintonizarse con las energías sutiles del entorno.
En ese momento de conexión con su esencia, el aura de Aang se intensificó, irradiando una presencia más palpable. Algunos aspirantes cercanos captaron esta metamorfosis energética. Entre ellos se destacaban Hisoka, con su aura carmesí cargada de un poder desconcertante, y el joven de cabellos plateados que se desplazaba con una agilidad felina. Ambos lanzaron miradas fugaces pero penetrantes hacia el Avatar, como si percibieran en él un potencial especial nunca antes visto.
Sintiendo una sutil diferencia en las corrientes de aire de ambos caminos, Aang tomó su decisión. Eligió el sendero que resonaba con la vibración de su elemento natal, el aire, y continuó su recorrido hacia el final.
Al emerger finalmente del túnel, fue recibido por el cálido resplandor del sol y la exuberante visión de un vasto campo verde. A su alrededor, otros aspirantes que habían tomado la misma decisión correcta comenzaron a congregarse, compartiendo sus experiencias y reflexiones.
Aang notó a Hisoka y al joven de cabello plateado entre la multitud, pero sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz imponente que provenía de un altavoz oculto. Era el verdadero examinador Satotz, quien felicitaba a los participantes por haber superado la primera fase del examen y advertía sobre la creciente dificultad de las pruebas por venir.
Al escuchar esas palabras, Aang experimentó un escalofrío, pero también sintió una chispa de emoción, consciente de que cada desafío lo acercaba más a su hogar.
La neblina se cernía sobre el camino como un manto, ocultando las trampas y peligros que aguardaban a los aspirantes a cazador. El joven con una flecha azul tatuada en su cabeza seguía discretamente a Satotz, el examinador de cabello peculiar, confiando en habilidades desconocidas para los demás para mantenerse a salvo. Mientras los otros participantes tropezaban con la incertidumbre, el joven usaba su conexión con la tierra para sentir las vibraciones del suelo, esquivando a los animales salvajes que acechaban en la bruma.
De repente, una perturbación en la tierra llamó su atención. Se desvió del camino y encontró a un joven aspirante en una situación precaria con Hisoka, el mago peligroso conocido por su letalidad. La tensión en el aire era palpable mientras el joven de la flecha azul se encontraba frente a Hisoka, el mago de mirada siniestra y sonrisa perturbadora. La neblina que rodeaba el camino se había disipado lo suficiente para revelar este encuentro inesperado. Hisoka, con su presencia imponente, representaba una amenaza que incluso los animales salvajes del lugar evitaban.
El joven, aunque pacifista y monje del templo del aire, no mostraba miedo, alguien corría peligro, casi instintivamente su reacción fue ayudar al necesitado, tal y como lo hace el Avatar. Su postura era firme, y sus ojos reflejaban una determinación tranquila. Hisoka, intrigado por la serenidad del joven, lanzó una carta afilada como una cuchilla, cortando el aire con un silbido mortal.
En un instante, el joven reaccionó. Con un movimiento fluido y preciso, desvió la carta con una ráfaga de viento, una demostración de poder que dejó a Hisoka y a los demás espectadores en un silencio atónito. La carta se clavó en un árbol cercano, vibrando por la fuerza del impacto.
"Interesante," murmuró Hisoka, su sonrisa ahora teñida de un respeto cauteloso. "No muchos pueden reaccionar a mi velocidad."
El joven respondió con calma, "Cada vida tiene su propósito. No hay necesidad de derramar sangre sin razón." mientras miraba al muchacho tendido en el suelo siendo amenazado por el mago.
Hisoka se echó a reír, un sonido que resonó con una mezcla de diversión y amenaza. "Tienes razón, sería un desperdicio… por ahora," dijo, retrocediendo con una gracia letal. "Continúa, pero recuerda, el camino del cazador está lleno de sorpresas."
La escena que siguió al tenso enfrentamiento con Hisoka fue un respiro de humanidad en medio de la prueba. El joven rescatado, con los ojos brillantes de asombro y gratitud, se acercó hacia Aang. "¡Eso fue increíble! Nunca había visto algo así, ¿Como lo hiciste?" exclamó con su voz vibrante de emoción.
El muchacho sonrió. "Oh, solo fue un truco que aprendí" respondió con una risa ligera mientras se rascaba la nuca, restándole importancia a su acto heroico.
Gon asintió, su admiración por el joven creciendo aún más. "Soy Gon, gracias por ayudarme. No sé qué habría pasado si no estuvieras allí," dijo sinceramente.
"No hay de qué." replicó el joven, su tono cálido y reconfortante.
.
Con la prueba del examen aún en curso, Gon señaló hacia el camino. "¡Vamos, tenemos que movernos o llegaremos tarde a la siguiente prueba!"
Aang asintió y juntos se apresuraron, con Gon liderando el camino gracias a su agudo sentido del olfato el Avatar lo siguió, impresionado por la habilidad natural para navegar a través de la incertidumbre sin ningún tipo de duda al moverse. Juntos, encontraron el camino justo a tiempo para la siguiente fase del examen, mientras Satotz observaba desde la distancia, su figura envuelta en misterio.
La llegada a la mansión para la segunda fase del examen del cazador marcó un nuevo desafío para Aang. Gon se acercaba a un señor de traje que parecía lastimado y se recuperaba bajo un árbol, confundido y sin recuerdos, parecía haber batallado con alguien.
Aang intercambiaba miradas de preocupación con Gon, el cuál estaba hablando y controlando al hombre, pero opta por mantener el silencio mientras observaba.
Killua, con su característica mezcla de sorpresa y escepticismo, se unió a ellos, preguntando sin tapujos quién era el nuevo compañero que acompañaba a Gon. Antes de que pudiera profundizar en su curiosidad, se abren unas puertas enormes que daban paso a un jardín donde se podía ver a Menchi, la cazadora gastronómica y examinadora, tomó el centro del escenario que había para explicar la siguiente prueba: cazar y cocinar un cerdo. Los aspirantes se miraban confundidos ante tal examen, ya que era algo inusual pero a pesar de todo tenían que aprobar.
En el extenso jardín de la mansión, los aspirantes a cazadores se alinearon frente a sus mesas de cocina, cada uno preparándose para el desafío culinario que les esperaba. Menchi, con su presencia imponente y su fama de ser la cazadora gastronómica más fina del mundo, había dejado claro que la tarea era cocinar carne de cerdo. Los aspirantes esperaban el aviso de Menchi para salir corriendo y cazar a su cerdo para cocinarlo.
Aang, sentado en una de las primeras mesas, levantó la vista hacia Menchi. Su expresión era tranquila, pero en sus ojos se reflejaba una firme determinación. Con una voz clara y lo suficientemente alta como para que todos en el jardín pudieran escuchar, habló:
"Señorita Menchi, lamento interrumpir, pero me encuentro en un dilema. Mi respeto por la vida de los animales es parte de quién soy. Soy vegetariano y no puedo participar en la preparación de carne. ¿Habría alguna otra manera de cumplir con esta prueba sin ir en contra de mis principios?"
Un murmullo se extendió entre los aspirantes, algunos sorprendidos y otros escépticos.
Menchi, cuya paciencia ya era conocida por ser corta, frunció el ceño ante la interrupción.
"Joven, esto es un examen de cazadores. La habilidad para cazar y preparar carne es esencial. No hay excepciones," respondió Menchi, su voz dejando en claro que no estaba dispuesta a ceder.
Aang se puso de pie, su postura reflejaba respeto pero también una inquebrantable convicción. "Entiendo la importancia de la caza para un cazador. Pero también creo que hay muchas maneras de demostrar nuestras habilidades. La compasión y el respeto por todas las formas de vida también son cualidades de un gran cazador. ¿No sería posible que preparara un plato que honre esos valores sin necesidad de tomar la vida de otro ser?"
Menchi lo miró, evaluando al joven que desafiaba las normas establecidas. La determinación y la sinceridad en la voz de Aang hicieron que reconsiderara. "Muy bien," dijo finalmente, "acepto tu propuesta. Demuéstrame que puedes crear un plato vegetariano que esté a la altura de los demás, y consideraré pasarte en esta fase."
Los otros aspirantes al examen de cazador reaccionaron con una mezcla de sorpresa y respeto ante la postura de Aang. Algunos murmuraron entre ellos, cuestionando la decisión de Aang de desafiar las reglas establecidas, mientras que otros lo miraban con una nueva admiración, impresionados por su valentía y su firmeza en sus convicciones.
Unos pocos se mostraron escépticos, preguntándose si un plato vegetariano podría realmente estar a la altura de los platos con carne en términos de sabor y presentación. Sin embargo, la mayoría no pudo evitar sentir curiosidad por ver qué tipo de plato crearía Aang, y si sería suficiente para satisfacer a los exigentes paladares de Menchi y Buhara.
La situación también generó un silencioso reconocimiento de que el examen de cazador era más que una simple prueba de habilidades de supervivencia; era una prueba de carácter y principios. Aang, con su desafío, había añadido una dimensión inesperada al examen, recordando a todos los presentes que había múltiples formas de demostrar la valía de un cazador.
En el vasto jardín de la mansión, el aire estaba impregnado de una mezcla de expectación y nerviosismo. Los aspirantes a cazador, cada uno armado con su propia determinación y estrategia, se dispersaron en busca de su presa: un jabalí carnívoro conocido por su ferocidad y astucia. Todos, excepto uno.
Aang, el joven de la flecha azul, se desvió del camino trillado. En lugar de unirse a la caza, se adentró en el bosque circundante, sus ojos buscando entre la vegetación no una presa, sino un regalo de la tierra. Con cuidado y respeto, recolectó una variedad de verduras silvestres, hierbas aromáticas y frutas jugosas, cada una seleccionada por su frescura y sabor.
Mientras tanto, los otros aspirantes luchaban con el jabalí, cada encuentro un testimonio de la brutalidad de la naturaleza. Uno tras otro, regresaban con sus trofeos, piezas de carne que esperaban transformar en platos dignos de los paladares más exigentes.
Menchi, con su mirada crítica y su lengua afilada, probó cada plato presentado. Su rostro, inmutable, no revelaba nada mientras masticaba y evaluaba. Los aspirantes observaban, conteniendo la respiración, esperando una señal de aprobación. Pero no llegó ninguna. Uno por uno, Menchi rechazó los platos con una mueca de disgusto, sus comentarios cortantes como cuchillos desechando las esperanzas de los cazadores.
Llegó el turno de Aang. Con una sonrisa tímida, presentó su plato: una ensalada colorida y vibrante, adornada con pétalos comestibles y un aderezo de frutas que había preparado con las hierbas que encontró. Menchi lo miró con escepticismo antes de tomar un bocado. Su expresión no cambió. "Demasiado simple, demasiado… pacífico," declaró, empujando el plato con desdén.
Aang se rascó la cabeza y se rió inocentemente, sin mostrar señales de desánimo. "Bueno, al menos lo intenté," dijo, su voz tranquila y su actitud imperturbable.
La prueba culinaria había llegado a un punto muerto. Los aspirantes, desanimados por el rechazo de Menchi a cada uno de sus platos, se preguntaban si su viaje había terminado allí. Aang, aunque rechazado, mantenía una sonrisa serena, su espíritu inalterable ante la adversidad.
La tensión era palpable entre los aspirantes a cazador, todos reunidos en el jardín, esperando el veredicto de Menchi. La prueba había sido un fracaso, y la frustración se cernía sobre ellos como una nube oscura. Fue entonces cuando Satotz, el examinador de la primera fase que estaba observando desde las lejanías, consciente de la gravedad de la situación, decidió intervenir. Con un gesto tranquilo, extrajo su teléfono y marcó un número que solo unos pocos conocían. Al otro lado de la línea, la voz calmada de Isaac Netero, el presidente de la Asociación de Cazadores, respondió.
"Menchi ha rechazado a todos los aspirantes," explicó Satotz, su voz llevando un matiz de preocupación.
Como si respondiera a una señal invisible, un dirigible majestuoso apareció en el cielo azul, descendiendo lentamente hacia el lugar del examen. Los aspirantes miraron hacia arriba, sus ojos siguiendo la silueta del anciano que saltó de la nave. Su aterrizaje fue tan poderoso que dejó un cráter en la tierra, una demostración impresionante de fuerza y agilidad. Era el Presidente Netero, su presencia sola era suficiente para cambiar el curso de los acontecimientos.
Menchi, con su orgullo herido y su paciencia agotada, se enfrentó al Presidente. La conversación que siguió reveló la verdad detrás de su decisión: no era la falta de habilidad culinaria de los aspirantes lo que había provocado su rechazo, sino su propia ira ante el desprecio mostrado hacia su profesión. En un momento de honestidad, Menchi admitió su error y ofreció su renuncia.
Pero Netero, con la sabiduría de sus años y la autoridad de su cargo, tenía otros planes. Instó a Menchi a reconsiderar y a proponer una nueva prueba, una que realmente midiera las habilidades y el espíritu de los cazadores. Menchi, inspirada por la confianza del Presidente, aceptó el desafío y decidio llevarlos a todos al Monte Mafutatsu, el hogar de los huevos de Águila Araña.
Una vez todos listos para partir el dirigible se elevaba por encima de las nubes, llevando a los aspirantes a cazador hacia el Monte Mafutatsu para su próxima prueba. La atmósfera dentro de la nave estaba cargada de tensión y expectativa. Los participantes intercambiaban miradas, algunos con determinación, otros con ansiedad, pero todos compartían un mismo objetivo: superar las pruebas y convertirse en cazadores.
Entre ellos, Aang observaba con curiosidad, su mente tranquila a pesar de la presión del momento. Gon y Killua, los jóvenes cazadores en formación, se habían ganado rápidamente el respeto de Aang por su valentía y habilidad.
Fue entonces cuando el Presidente Netero, con una sonrisa juguetona y una pelota en la mano, se acercó a Gon y Killua. "¿Qué tal si jugamos un pequeño juego?" propuso. "Si pueden quitarme esta pelota, consideraré que han pasado la prueba."
Gon y Killua aceptaron el desafío sin dudarlo, sus ojos brillando con la emoción de la competencia. Aang, que estaba cerca, fue llamado por el niño de cabello verde ¡Aang! ¡Ven a jugar con nosotros! Con una sonrisa emocionada el Avatar responde ¡Claro! uniéndose con ellos en el juego. Netero los llevó a una habitación redonda moderadamente grande donde los tres se posicionaron alrededor de él, listos para el reto.
El juego comenzó con Netero moviéndose con una velocidad y agilidad que desafiaban su edad. Gon y Killua trabajaron juntos, uno distrayendo al Presidente mientras el otro intentaba arrebatar la pelota.
Luego de un rato sin ver resultados Killua decide enfrentarlo sólo, pidiéndole a los compañeros que se aparten, desplegando una técnica que solo un asesino conocería. Netero observó con una mirada sombría, la tristeza por un momento eclipsando la diversión del juego. Era una técnica impresionante, sí, pero marcada por la oscuridad de un pasado que ningún niño debería soportar. Pero al igual, tampoco funcionó.
Luego fue el turno de Aang. No era tan rápido como Netero, eso era evidente, pero había algo en su forma de moverse, una previsión que parecía ir más allá de la mera reacción. Con una sutileza que casi pasaba desapercibida, Aang utilizaba su conexión con la tierra para sentir las vibraciones y anticipar los movimientos de Netero. Y con su airecontrol, creaba corrientes apenas perceptibles que le daban pistas sobre los próximos pasos del anciano.
A pesar de sus esfuerzos, Netero era un oponente formidable, y la pelota permanecía fuera de su alcance. Sin embargo, la habilidad de Aang para predecir y reaccionar, aunque no fuera suficiente para ganar, dejó una impresión en Netero. "Tienes un talento notable, joven," dijo Netero, una sonrisa de reconocimiento cruzando su rostro. "Hay una sabiduría en tus movimientos que va más allá de la fuerza bruta."
A pesar de sus esfuerzos, ni Gon, Killua ni Aang lograban acercarse a la pelota. Netero, con una destreza que solo podía venir de años de entrenamiento y experiencia, los mantenía a raya, siempre con una sonrisa en su rostro. El niño rubio al darse cuenta hacia donde iba esto, decide irse a dormir, no iban a poder tocar la pelota nunca.
El juego continuó durante horas, y aunque ninguno de los jóvenes logró su objetivo, cada intento fallido era una lección aprendida, cada movimiento una oportunidad para crecer. Aang, en particular, encontró valor en la paciencia y la observación, cualidades que resonaban con su entrenamiento como Avatar.
Al final, cuando el dirigible se acercaba a su destino, Netero detuvo el juego. "Bien hecho, chicos," dijo, su voz llena de aprobación. "No han ganado, pero han demostrado algo más importante: la voluntad de seguir intentándolo, sin importar las probabilidades."Aang y Gon se miran cansados y casi instantáneamente se quedan dormidos en el suelo, Isaac se ríe ante la situación y decide que el dirigible vaya un poco más lento las últimas horas de viaje así podrían descansar más los niños.
De una vez por todas aterrizaron en el Monte Mafutatsu y la nueva prueba era tan peligrosa como emocionante: los aspirantes debían recolectar los "huevos legendarios" que colgaban precariamente de telas de araña en un barranco profundo. Menchi demostró su habilidad al saltar sobre el abismo, agarrando los huevos con destreza y utilizando una corriente ascendente para regresar a salvo. Su ejemplo fue una chispa de esperanza para los aspirantes.
El acantilado del Monte Mafutatsu se erguía imponente ante los aspirantes a cazador, un desafío que separaba a los valientes de los temerarios. Gon, con la determinación brillando en sus ojos, fue el primero en lanzarse al abismo en busca de los huevos legendarios. Uno tras otro, los aspirantes siguieron su ejemplo, saltando hacia la incertidumbre con la esperanza de que la corriente ascendente los llevara de vuelta a la seguridad.
Aang, sin embargo, permaneció al margen, observando la escena con una mezcla de admiración y preocupación. No era el miedo lo que lo retenía, sino una reflexión profunda sobre el valor de la vida y la responsabilidad de sus acciones.
Cuando los aspirantes regresaron, triunfantes con sus huevos en mano, Aang sabía que había llegado su momento. Con un suspiro tranquilo, se acercó al borde del acantilado y se lanzó. Su caída fue diferente; parecía más lenta, casi como si estuviera flotando, una sutil manifestación de su airecontrol que pasó desapercibida para los demás.
Alcanzó la tela de araña y con cuidado seleccionó un huevo, asegurándose de no perturbar el delicado equilibrio de la red. Luego, con la confianza de que la corriente ascendente lo llevaría de vuelta, se dejó caer. Pero el viento no sopló con la fuerza esperada, y por un momento, pareció que Aang caería al vacío.
Sin embargo, en un instante de puro instinto, Aang canalizó su airecontrol y se elevó rápidamente, desafiando la gravedad y sorprendiendo a todos los presentes. No hubo una ventisca, no hubo una señal visible que justificara su ascenso, pero los aspirantes decidieron no cuestionarlo. Tal vez fue el viento, tal vez fue suerte, o tal vez, como algunos comenzaron a sospechar, había algo especial en ese joven tranquilo con la flecha azul en su frente.
Aang aterrizó con una sonrisa humilde, su huevo seguro en sus manos. Había superado la prueba, no solo físicamente, sino también manteniendo intactos sus principios y su respeto por la vida. Y en ese momento, todos supieron que Aang era un competidor como ningún otro.
La lección fue clara: ser un cazador requería más que habilidad; requería una determinación inquebrantable. De los muchos que comenzaron el examen, solo 42 perseveraron y pasaron a la siguiente fase. El camino del cazador estaba lleno de desafíos, pero para aquellos que se mantenían firmes, las recompensas eran inmensurables.
Gracias por la review Neriamm, no sé si vas a leer esto, pero me inspiraste a hacer otro capítulo. Espero lo disfrutes!
