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Naruto es creación de señor Masashi Kishimoto, pera esta historia pertenece a Nicole Luz de Luna.
Esta historia tratara temas que podrían ser un poco sensibles para cierto tipo de lectores. Recomiendo que tengas bastante claro que esto es Contenido adulto y todo lo que ello implica.
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«El dolor era para mí solo como la mala suerte: lo ignoraba.»
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La primera noche durante la guerra, el aire aún está caliente de las batallas y hay un olor salobre y aliñado en el aire que bien podría ser el sudor de los shinobis o lo que sea que se esté cocinando en los comedores improvisados de la división. De cualquier modo, Sakura encuentra un lugar frente a una de las fogatas, justo en medio de Ino y Sai, porque su amiga ―tras una disputa estúpida y sin sentido― encuentra la manera de hacer enojar a Sai.
―Frente ―dice la rubia. Sus ojos están hundidos de sueño y llanto pero luce emocionada cuando la mira y continua―: ¿Quieres jugar un juego?
Sostiene una botella vacía de Sake que sacude entre sus manos como si aquello es el nuevo grial traído a la tierra. Sakura casi se atraganta con su saliva cuando ―incluso antes de responder― el grupo de la fogata se está cerrando en un círculo apretado, brazos rozando entre sí, y la temperatura sube uno o dos grados en el lugar.
La palabrería se alza entre todos, algunos cambian de puestos, se reparte una nueva ronda de ron que alguien ha robado de algún alijo, y ahora todos comparten del mismo vaso sucio y roto que alguno de los chunin en la rueda ha traído.
Una Kunoichi y otros dos ninjas de la arena se unen al grupo. Uno de ellos es el rubio alto de hoyuelos en las mejillas que Sakura ha sanado hace apenas un par de horas. Está sentado justo frente a ella y le sonríe con todos sus dientes brillantes.
Sakura pasa saliva con dificultad. Ella puede morir en cualquier momento, ella debería poder pasar un buen rato.
Ino gira la botella. Sakura contiene la respiración cada vez que el pico la señala y sigue con su trayecto. El murmullo de los participantes se corta con un soplo de aire frio y un suspiro cuando la botella apunta a Ino a su derecha y a Shikamaru justo en frente.
―¿Shika? ―dice la rubia. Sus ojos azules están cristalizados en vergüenza y miedo.
Shikamaru da una calada a su cigarrillo que parece durar una eternidad, pero no dice nada mientras el humo se pierde en zarcillos bajo el cielo estrellado.
Para sorpresa de todos, Temari rompe el silencio:
―¡Ya bésala, vago! ―Exclama la princesa de la arena.
No parece enojada por saber que su "novio" ―o pareja, o amante, o simple amigo con derechos― comparta un beso fugaz en los labios agrietados de Ino.
Cuando se separan, Ino mira directamente al piso y Temari le da a Shikamaru un beso fogoso, lleno de lenguas y saliva que lo deja mareado, incapaz de poder probar su cigarrillo de nuevo. Era de esperarse, supone Sakura, Temari es tenaz, segura y asertiva. Ella no duda en tomar lo que quiere y no teme en perderlo una vez que le pertenece. No es nada personal contra Ino ―que aún no despega la mira del piso―, ella solo quiere asegurarse de que Shikamaru sepa que tiene dueña. Él le pertenece del modo menos enfermizo y posesivo que puede existir, aun cuando ella es enfermiza y posesiva.
Cuando Ino sale de su conmoción, lanza la botella a las manos de Temari y los jugadores vuelven a animar las vueltas. Temari sonríe con tranquilidad e intercambia una mirada con Ino.
Sai sale del círculo, pero Ino no va tras él.
Sakura piensa que, si ella tuviera con quien compartir las noches ―al menos solo una por si llega a morir mañana― trataría de no hacerlo enojar con tonterías. Los cuerpos tibios para compartir sacos de dormir son escasos en medio de la guerra, y si Ino y Sai se tienen entre ellos, no es algo que deberían romper ante un mañana incierto.
El ninja de la arena vuelve a sonreírle, ella puede ver sus ojos cafés por encima de la silueta de Chouji y Karui dándose un beso.
Pero ella puede ser como Temari hoy. Puede tomar lo que quiere. La asertividad es un don y una maldición en las venas de Sakura Haruno. Solo que ella es demasiado tonta para ligar con quien acostarse durante la guerra, solo que ella es demasiado agresiva para permitir que alguien se acerque lo suficiente.
―¡Taichou! ―El grito de Lee rompe la conexión de miradas que tiene ella y el rubio de la arena, y por encima del hombro de dicho shinobi, puede ver a Kakashi escurrirse entre las tiendas campaña y pequeños grupos de ninjas en sus propias fogatas. Lee sostiene un paquete de vendas entre las manos y saluda a Kakashi con ellas.
Sakura los mira desconcertada.
Cuando Kakashi se acerca ―aún tiene la mirada enterrada en su estúpido libro verde―, le quita las vendas del brazo a Rock Lee y las guarda en su bolso.
―¿Qué hacen aquí? ¿No deberían están haciendo sus rondas? ―Pero no suena como un regaño. Ella sabe que Kakashi, incluso si es el capitán de la división, también está evadiendo sus deberes. Solo que ahora también sabe que él está herido en algún lugar y no tiene ni una pizca de derecho a regañarla.
―Jugamos a la botella, Taichou, es divertido―dice la kunoichi de arena. Ella se gira para mirarlo por encima de su hombro y Sakura detecta la cadencia en su voz que invita al copy ninja a sentarse con ellos.
Contiene el aliento.
Kakashi mira a cada uno de ellos en una fracción de segundo casi como si considerara la invitación implícita en las palabras de la mujer, pero cuando él posa sus ojos bicolores en ella, Sakura quiere convencerlo de que diga que sí.
La botella gira de nuevo.
El rubio sonríe cuando el pico de la botella señala directamente a Sakura.
Kakashi se retira sin despedirse. Y Sakura se recuerda a si misma que podría morir mañana. Podría morir justo ahora. ¿Por qué no puede tomar lo que quiere?
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Yusuke es agradable. Tiene una pequeña marca de nacimiento en el costado izquierdo que parece un pez, y Sakura encuentra agradable que para ser Shinobi de la arena, no tiene granos de arena o tierra pegados al cuerpo.
Ahora, cuando el deseo febril se ha ido y solo queda el letargo que deja un día de guerra y un buen orgasmo, Sakura aprovecha su sueño ligero para escabullirse de la tienda con cuidado de no despertarlo.
Ella recorre en silencio la fila de tiendas con cuidado de esquivar las patrullas nocturnas. No tiene nada de lo que avergonzarse, no es la primera ni la última que aprovecha una conexión física para escapar de la realidad por un momento, pero Sakura piensa que, si Kakashi la viese, estaría muy decepcionado.
El pensamiento es como un vino avinagrado, y le revuelve el estómago buscarle una explicación lógica a eso.
No es que ella quiera conservar alguna reputación, tampoco quiere aparentar ser quien no es. Pero solo pensar en su mirada decepcionada, la lastima como un kunai en el costado. Sin embargo, ella sabe que Kakashi no tiene razones para decepcionarse de ella de ningún modo, incluso, está bastante segura que él la ignora la mitad del tiempo como lo hace con todos por lo que ella no es una muesca en su pared, ni de cerca.
Pero el acercamiento que han tenido los últimos meses no puede pasar por debajo de la mesa. Kakashi, sin quererlo se ha convertido en un soporte para ella, y no hay nada que hacer para que Sakura puede dejar de pensar en eso.
Incluso cuando Naruto se fue, Kakashi estuvo ahí.
El resentimiento que guardó hacia él por abandonarla con Tsunade ahora solo existe como una memoria borrosa. Porque Kakashi la consoló luego de que ella decidió matar al amor de su vida, y Kakashi llevó flores a la tumba de sus padres cuando Sakura no pudo levantarse del frio granito.
Ella esquiva un par de shinobis con una linterna y emprende una carrera ligera hasta la tienda más alejada, la que se sostiene de una pared de arcilla.
No necesita encender la lámpara de aceite para saber que él está ahí, sin embrago, Sakura se hace la sorprendida cuando lo encuentra acostado en su futón, su cuerpo magro extendido en su totalidad mientras sostiene frente a su cara un libro de medicina.
―¿Sabes? Si lees en la oscuridad te quedaras ciego.
Ella cierra la tienda con cuidado de no hacer ruido demás.
―¿Antes o después de que el Sharingan me deje tuerto?
Ella quiere decir que antes, quiere seguir el juego, pero su calma resulta abrumadora de repente. Siente que se sonroja cuando él y su ojo curioso la miran de arriba abajo.
―¿Para qué eran las vendas? ―Se anima preguntar aun de rodillas en su lugar en la entrada. Kakashi se sienta con facilidad, deja el libro abandonado en el futon y gatea hasta ella.
―Nada importante ―dice con la voz plana. Si ella no lo conociera, si no hubiese pasado tantos años mirando su rostro enmascarado como un enigma, se hubiese perdido el pequeño gesto que hace Kakashi cada vez que le desagrada un olor. Tiene nariz sensible y poca tolerancia a los olores corporales.
Sakura sabe que ella huele a sudor, sangre y sexo.
Ella lo deja perderse en la espesura de la noche. Su bolsa de suturas y antisépticos ha sido saqueada.
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Tres semanas después, Ino y Sai sostienen algo que parece demasiado una discusión como para negarlo. Sakura los mira a la distancia y se pregunta si el tic de la mandíbula de Sai siempre estuvo ahí o es la guerra rompiendo el adoctrinamiento bajo el que creció, partiendo sus nervios uno a uno y colándose como un virus en su sistema.
Ella se siente así. Las amputaciones, los cadáveres, los boquetes de heridas y carne muerta que debe desbridar todos los días y fingir que sanaran, están empezando a pasarle factura en forma de gritos atascados en su garganta y fuego liquido por sus venas. El cuerpo musculoso de Yusuke ―ni de su amigo pelirojo― ya no es suficiente para dejar de pensar por las noches y las buenas noticias escasean durante el día. Sakura, sentada en su improvisado hospital de campaña, se consume lentamente.
―Kakashi ―saluda sin entusiasmo cuando lo encuentra parado a su lado observando a la pareja.
Kakashi huele a sangre vieja y tierra mojada, se percata, pero no ve nada en él que la alerte de que algo está pasando. Sin embargo, Kakashi es un experto en fingir que no pasa nada cuando en realidad pasa todo.
Sakura aprieta los puños en su costado. Quiere golpearlo, necesita golpearlo.
―¿Por qué no has venido al área médica? ―Su dedo acusador golpea un punto en medio de su pecho y él se encoje ante su toque.
―Estoy bien, no es necesario ―se excusa, pero la típica expresión de tranquilidad que lo ha hecho tan famoso ahora es una máscara plástica tan falsa como las sonrisas de Sai.
―¡Claro que no lo estas! ―Ella envía chakra de sondeo desde el punto que no ha dejado de tocar y se encuentra con lo que esperaba―. Tienes tres costillas rotas, tu chakra está por debajo del mínimo, tienes una herida en la pierna incubando una infección ¡Cómo diablos sigues de pie, Kakashi!
Una de sus cejas grises se levanta arrogante ante el cuestionamiento.
Él se ve autoritario e inalcanzable cuando voz dice―: Sensei. Es Kakashi-sensei.
La admisión de su error la avergüenza con un rubor discreto y se pregunta desde cuando Kakashi es consciente de que Sakura ha dejado caer el honorifico hacía ya un tiempo atrás. No solo eso, su uso, la cadencia con la que ella suele mencionar su nombre es melosa e insegura la mayoría de las veces. El honorifico le hiela los huesos, le apaga el fuego de la sangre y ella se encuentra pensando que, si las cosas no fueran lo que son, él no tendría que recordarle que en medio de la guerra sigue siendo su maestro.
Es intocable.
―Kakashi sensei ―rectifica. Se corta los labios con su nombre y espera que él no la vea sangrar―. No quise ser irrespetuosa, pero si tal vez tú-
―Ahórrame el sermón ―le corta en medio de la frase.
No tienes moral.
Quién te crees.
―Está en mi autoridad, como líder de la división medica-
―Y está en mi autoridad como capitán de tu división, pedirte que me ahorres el sermón. Sé lo que hago.
Ella se enfrenta a su mirada glacial a punto de quebrarse en el intento, pero Kakashi es alto, e intimida. Y luego de quien sabe cuántos minutos, ella mira hacia otro lado molesta. Los músculos de su cuello se cargan con tensión. Ni siquiera una de las explosiones de chakra en el campo de batalla logra aflojarlos.
―¿Andarás por ahí como un muerto en vida, sensei?
―¿No es de eso de lo que se trata la guerra? ―El no espera que ella responda, sin embargo, se queda observándola por un rato más hasta que Sakura siente que se estremece con la brisa fría de la tarde y su interior caliente le derrite las entrañas.
―No lo sé. Es la primera vez que siento esto. No sé qué hacer.
No le dice qué, pero cuando lo mira, sabe que él ha entendido en gran parte a que se refiere. Porque Kakashi ha luchado más de una guerra, porque Kakashi ha pasado toda su vida buscando donde apagarse. Y Sakura siente que se está consumiendo poco a poco.
―La mitad de los shinobis acá tampoco lo saben. Son niños jugando a ser adultos, son ovejas rumbo al matadero. Solo tienes que encontrar el modo de hacer las paces con eso.
―¿Es eso lo que estás haciendo tú? ¿Llevar tus heridas abierta es la forma con la que lidias con la guerra?
Él se lleva la mano al costado discretamente, como si esperara que Sakura volviese a su perorata, solo que Sakura sabe mejor que él, que a veces debe dejar que los perros viejos laman sus heridas en la soledad. A la larga será contraproducente, ambos son conscientes de eso. Pero su fé en Naruto es tan inquebrantable que ni Kakashi ni ella esperan que llegue el momento en que sus heridas se conviertan cruces encima de su hombro.
―Es mi manera de lidiar con el dolor ―masculla con los dientes apretados, mirando encima de su hombro las luces de las patrullas que empiezan a deambular. Acerca su cara a la de ella, lo más cerca que puede para olerla descaradamente y continúa―: No puedes culparme. No puedes señalarme.
La kunoichi lee las palabras debajo de sus palabras: "No puedes juzgarme. Te acuestas con un shinobi diferente cada dos días. No puedes mofarte de mí. Tu tampoco sabes qué hacer con tu dolor".
Sakura trata de mantener las manos a los costados mientras la ira brota de sus poros. No puede controlarlo, es el magma que corre por sus venas, su sangre que se convierte en lava y quiere arrasar con todo lo que se le cruce en el camino. Es el fuego que no sabe cómo apagar creciendo en cada nervio de su ser y amenazando con convertirla en cenizas.
Él espera pacientemente la bofetada que le sacude la mejilla y le afloja un par de dientes. Es consciente de que la merece y Sakura es consciente de que disfrutó sentir cada musculo de su cara debajo de la palma de su mano cargada con chakra. Cae como un ruido sordo que le hace girar la cara y sacude sus vértebras cervicales.
Una risa amarga brota de él.
Un par de Genins se de detienen a mirar. Yamato deja caer su plato de estofado al fango. Gaara rompe su meditación. Nadie interviene. Nadie abre la boca para decir una palabra más que la exclamación colectiva de sorpresa.
―Te equivocas, Kakashi. No soy una niña jugando a ser adulta. He sido una adulta desde que mate a un hombre en aquella misión en las olas, desde que Sasuke me rompió el corazón y me dejó en una banca, desde que no me permití llorar la muerte de mis padres. Soy un adulto. ¡Soy una jodida Kunoichi de la hoja! Y si voy a morir en nombre de mi aldea, voy a beber el sake que me dé la gana y voy a tirarme a los hombres que me dé la gana. Es así como lidio con el dolor, Kakashi. ―Cuando las miradas atónitas se convierten en miradas curiosas, Sakura se retira sin esperar respuesta a cambio. Solo el peso de su mirada tuerta taladrándole la espalda.
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Una día como cualquier otro, una noche de las tantas con su amante de turno, Sakura se rompe. Es sorpresivo, anticlimático, desagradable, e incontenible la sensación que le sube por la garganta y la obliga a apretar los dientes para no llorar.
No se suponía que fuese así, el dolor debía detenerse. Entre besos fogosos y gemidos entre sus piernas, se supone que el dolor debía remitir. Solo que no lo hizo. Y en medio de una cadena de besos húmedos en el punto bajo su oreja y con las manos de Yusuke ―o era Eiko, o tal vez era Kai, o Yoshi― abriendo camino entre sus pliegues, Sakura sintió la urgente necesidad de correr.
¿Qué tan difícil era mandar todo a la mierda y huir a las montañas? ¿Por qué estaba pensando eso de nuevo? ¿Por qué, cuando se supone que no debía pensar, la embargaba el miedo de morir?
Porque iba a hacerlo. Ino y Sai morirían en el frente en cualquier momento, Yamato desaparecería, Tsunade no se despertaría del coma, y cuando menos se lo espere, el siguiente cadáver al que prenderían fuego en una fosa común sería él. Su inconfundible melena plateada consumida hasta el cráneo, hasta que sus ojos se derritieran de sus cuencas.
La mano de Eiko ―o quien sea― empuja en su entrada. Sakura se estremece cuando las náuseas se apoderan de su cuerpo. Su amante, perdido en la emoción, apenas se percata y empuja un nuevo dedo, ella aprieta los bordes del saco de dormir en sus puños.
¿Por qué se está asfixiando? Ahogada en el humo de la pólvora y el sonido de los truenos.
Se lleva una mano a la garganta.
¿Por qué no tiene aire?
―Quítate. ―Salió como un trozo de manzana envenenada, con suficiente aliento para percatarse de que su ansiedad estaba jugando una nueva estrategia―. ¡Que te quites de encima! ―Cuando Sakura Haruno ruge la tierra debe abrirse para dejarla pasar.
Ella no le da tiempo a sus réplicas, lo empuja de su cuerpo hasta estrellarlo contra el techo de la lona de la tienda y sale despavorida a la noche. Es una carrera contra el tiempo, el oxígeno y su propia mente. Tropieza con una par de tiendas en el camino sin detenerse a dar explicaciones, solo sigue corriendo en medio del campo guiada por el camino plateado de la luna.
Cuando corre sus pulmones se abren, la sangre se mueve en su cuerpo, su cerebro deja de pensar.
Quizás así ―solo tal vez así― deje de arder.
Si ella corre hasta el rio más cercano y se zambulle, podría apagarse.
Tal vez así deje de doler.
Solo quiere que deje de doler.
Solo quiere dejar de tener miedo por una puta vez en su vida.
Deja el rastro de su ropa interior mientras baja el barranco. El fango se mete entre los dedos de sus pies y debe aferrarse con manos y uñas para no rodar desbocada todo el camino, pero es bueno, porque dejará de doler.
El agua esta tan fría como esperaba, apenas es agosto pero puede sentir el invierno tratar de colarse entre la masa de agua. Pero se siente bien, lo suficiente para frotarse el cuerpo y sentir que abandona los rastros de las manos vacías de cada uno de ellos. Mientras más fuerte se frota, mientras más escoce su piel contra las heridas que sus uñas abren en su pecho, más limpia se siente. Pica y enfría, y duele, y sigue doliendo.
¿Por qué no se detiene? ¿Por qué el miedo no se detiene? ¿Por qué ella misma no puede hacerlo?
Kakashi la toma por los brazos y la guía hasta la orilla. Es casi como un espejismo, y Sakura espera que en cualquier momento su mandíbula se desprenda de su cara y en sus brazos se abran ulceras sanguinolentas.
Solo que esta vez no lo hace.
Y de pronto Kakashi está emitiendo un ligero chakra verde que le escoce la piel del pecho desnudo donde los rasguños de sus propias uñas le han despellejado dejando surcos. Así descubre que le gusta la sensación del chakra de él en su piel, la estática que logra trasmitir en sus poros y hacer que los vellos de su nuca se ericen con un frío que le sacude hasta el tuétano. El chakra medicinal ―lo dice como médico― nunca se ha sentido tan bien.
Es porque es él, repite. Es porque Kakashi es una constante de lo debería estar bien en su puta vida. Porque si Kakashi la dejara entrar, ella dejaría de buscar camas tibias donde dormir; porque si Kakashi, con su chakra torpe, sus toques ásperos y ojos bicolores, la hace sentir bien, el dolor se irá. Y ella puede sanarlo a él.
―No es perfecto, pero conozco una doctora que puede hacer un mejor trabajo después. ―Su mirada recorre un punto medio entre sus pechos donde una ligera cicatriz rosa se desvanece, hasta subir por su cuello y encontrarse con su cara conmovida por él.
La ansiedad teme de su mira bicolor, el miedo se esconde bajo las piedras, las imágenes ―pesadillas, sueños lucidos, alucinaciones― se van con cada parpadeo lento. Dentro de ella se concilian el dolor y las ganas de sanar.
―También quiero curarte. ―Tiene más rasguños que ella, puede ver que le duele más.
―No puedes ― No debes, es lo que oye. Fue él quien le enseñó a mirar debajo de las cosas. Con él ha aprendido a leer entre líneas.
―Yo quiero hacerlo. ―No suena tan urgido como el eco que golpea las paredes de su cabeza. Kakashi abre los ojos en sorpresa, él también puede leerla, quiero curar tu alma en duelo.
Su mirada se mueve peligrosamente hacia sus labios, están a solo un par de centímetros pero se siente que son kilómetros los que Kakashi recorre en cámara lenta hacia su boca. Y cuando la tela de su máscara hace contacto con sus labios secos y agrietados, su piel vuelve a escocer, y siente como las heridas se cierran abruptamente.
Ni la estática de su chakra es tan conciliador como su beso que une cada parte rota en lo poco que dura.
El preludio del contacto duró eternidades en llegar, pero el beso fue fugaz. Es el infinito que existe entre cada segundo de un minuto, pero logra reconciliarse con la descarga de hormonas en su cerebro que podrían matarla de amor en ese instante en que es feliz.
Ella puede sanarlo, y él a ella. No necesita más. Su toque, su roce enmascarado, la delicadeza en su mirada la elevan hacia la luna. Emborracharse todas las noches no la marea como esto, follar con uno y otro no le da esta paz, no alivia el dolor de esto modo.
―Ve a dormir, Sakura. Todo estará bien. ―Sonríe ante sus palabras y por primera vez en muchos años, Kakashi no deja espacio para leer entre líneas.
Cuando él se va ―con una mirada tranquila y un ligero apretón de manos― Sakura se encuentra mirando el punto donde el agua del lago se encuentra con sus pies desnudos, con la mano en medio de su pecho ―encima de su corazón― donde Kakashi ha dejado una pequeña cicatriz rosa con la esperanza de que ella la borre.
Sakura no lo hace, quiere recordar para siempre la ocasión cuando se hizo daño a sí misma, pero Kakashi ―como siempre― estuvo ahí para sanarla.
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Quizas muchos/as de ustedes conocen esta historia pues ya tiene un rato publicada en mi cuenta de wattpad, sin embargo, decidi subirla aca tambien porque la nostalgia que me genera Fanfiction es lo que necesito estos dias.
Espero les guste a los nuevos lectores, y a los que ya la leyeron, gracias por tomarse el tiempo de volver a leer.
