Recomendación de hoy
Molly (película): es una película tragicómica romántica de 1999 acerca de mujer autista que queda en custodia de su hermano, un neurótico ejecutivo. Está disponible en YouTube.
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Capítulo 11 ~ Serendipia
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Esta mañana estoy un poco animado porque es sábado y tendré a Bella para mí solo.
Cuando suena el teléfono, prácticamente salto para contestar.
—¿Hola? —digo alegremente.
—Buenos días, Edward, pareces muy descansado —la voz de mi padre parece sorprendida.
—Lo estoy, hoy es un gran día.
—Claro, es tu gran cita con Bella, ¿verdad?
—Sí, y estoy muy emocionado. —Saco una taza del armario y empiezo a prepararme el café.
—¿Estás nervioso? Yo lo estaría —su voz es un susurro.
—Bella no me pone nervioso, papá, me relaja. ¿Sabes?
—Tu madre me aterrorizó cuando tuve mi primera cita con ella.
Me río entre dientes. —¿Fue la noche en que te agarró y la llamaste loca maniática?
—No, yo... eso fue en otra ocasión. —Parece nervioso, pero en su voz hay un deje de diversión.
—¿A dónde llevaste a mamá en su primera cita? —pregunto con curiosidad y me siento en el sofá con mi café y espero que me lo cuente.
—A un partido de béisbol.
—¿En serio? —Me sorprendo—. Es un lugar muy público, por no hablar de ruidoso.
—Lo sé. —Lo oigo soltar un suspiro—. Mi padre me dijo que la llevara allí porque era una gran fanática de los Yankees, y era lo que hacía la gente normal.
Sacudo la cabeza. Mi abuelo era el hombre más cerrado de mente que he conocido. Comprendí que en su época lo diferente se consideraba inaceptable. Se negaba a creer que Carlisle fuera un genio, para él era un raro y perezoso.
—¿Cómo te fue? —pregunto.
—Horriblemente. —Se ríe entre dientes—. Cada vez que el público gritaba o aclamaba una jugada, yo derramaba algo. Al final le dije que iba al baño y me quedé ahí hasta el final del partido.
—¿Fue a buscarte? —Toda esta situación suena exactamente como algo que haría mi padre.
—Seguramente lo intentó, pero yo estaba en el baño de hombres, Edward. ¿Cómo iba a buscarme ahí?
Tiene razón. —De todos modos, ¿qué pasó después?
—Bueno, cuando terminó el partido, me escabullí y volví con ella. —No dio más detalles, así que seguí insistiendo.
—¿Y?
—¿Y qué? Nos fuimos y la llevé a su casa.
—¿Nunca te preguntó dónde estabas? —Me río entre dientes.
—Claro que lo hizo, le dije que era demasiado ruidoso para mí. Fue muy comprensiva, pero tu madre siempre ha sido paciente conmigo. —El cariño en la voz de mi padre cuando habla de mi madre es palpable.
—Cierto, entonces, ¿estabas nervioso más por el lugar en sí que por la cita, no por mamá?
—Tu madre me asustaba porque era la mujer más hermosa que había visto nunca. Cuando llegué a conocerla mejor, me dio aún más miedo porque pensé que si sabía que yo era diferente, no querría saber nada más de mí —hablaba en voz baja. Estoy seguro de que recordarlo es doloroso para él.
—¿Porque el abuelo te hizo pensar así?
—Sí, siempre me decía que actuara normal y no extraño. Me decía que para que alguien me quisiera tenía que parecerme más a él. —Se aclara la garganta—. Ya te lo he dicho, y sabes qué tipo de hombre era, Edward. No veo por qué es importante repetirlo. —Se enfada y enseguida cambio de tema.
—Hablé con Clancy sobre las luciérnagas. —Espero que esto lo calme.
—¿Oh? Maravilloso, estoy seguro de que a Bella le encantará, Edward. Es una idea muy romántica y bien pensada. —Su tono es más relajado ahora.
—Eso espero. —Me dirijo al lavaplatos y lavo mi taza.
—No te preocupes, hijo. No te llamaré esta noche, que te lo pases muy bien.
Mis ojos se abren de sorpresa, sé lo difícil que es para él desviarse de una rutina basada en sí mismo. —Papá, ¿estás seguro?
—Sí, no te preocupes por mí. Lo decidí cuando me dijiste lo de la cita.
Me río entre dientes. —Claro que sí. Te amo, papá, hablamos mañana por la mañana.
—Muy bien, hijo, hasta entonces. Que tengas un buen día, te amo. —Y cuelga.
~BoaB~
A las cuatro estoy vestido y listo para salir. Llevo unos sencillos vaqueros negros y una camisa blanca. Sin corbata ni chaqueta. Quiero que Bella se relaje, y sé que si me ve vestido informal se sentirá mejor. Felix llega puntual y nos dirigimos a reunirnos con mi amigo Clancy para atrapar luciérnagas.
—Hola, Edward. —Clancy camina hacia mí con una caja de tamaño medio.
—Hola, Clancy, ¿son esas?
—Por supuesto.
Felix abre el maletero y coloca con cuidado la caja dentro.
—Gracias de nuevo. —Le doy la mano a Clancy y vuelvo al auto—. Bueno, Felix, ¿está mi auto en el parque?
Sonríe. —Sí, señor Cullen. Debo decir que será extraño saber que está conduciendo por la ciudad.
Me río entre dientes. —¿Extraño o aterrador?
—Las dos cosas. —Ambos reímos.
~BoaB~
A las cuatro y cincuenta y cinco, Felix se detiene en la acera frente a la casa de Bella. Respiro hondo, salgo del auto con los girasoles que he comprado para ella y me dirijo a su puerta. Llamo a la puerta y espero.
Un minuto después, se abre y la embriagadora esencia de Bella inunda mi nariz. Sonrío instintivamente y recibo a cambio una sonrisa radiante y luminosa.
—Edward, hola —me dice sin aliento.
Le entrego las flores, y su sonrisa radiante se ensancha infinitamente. —Son hermosas. —Se las lleva a la nariz e inhala.
—Tú eres hermosa, esas son mediocres en comparación. —Sonrío.
—Dulce, cursi, pero dulce.
Me encojo de hombros y entro cuando ella me ofrece entrar.
»Emmett estará aquí en un minuto, estoy segura, y entonces podremos irnos —dice mientras llena un jarrón de agua.
—¡Edward, estás aquí! —Sebastian entra corriendo en la cocina con una camiseta de «Yo 3 fideos».
—Hola, amigo, una camiseta genial.
Mira hacia abajo y sonríe. —Mami me la compró ya que es el Día Nacional de la Pasta. El señor Emmett y yo vamos a hacer tres tipos de pasta esta noche. —Está rebosante de energía.
—¡Genial! —Se me queda mirando un momento y noto que deja de saltar. Sus ojos se centran en sus pies.
—¿Edward? —pregunta en voz baja.
—Sí, Seb, ¿qué pasa?
Mira a Bella y luego de nuevo a mí.
—Yo... bueno... ¿estaría bien si te abrazo? —No puede mirarme y me parece extraño ya que no ha tenido problemas para abrazarme antes.
—Por supuesto, Seb, pero no tienes que pedírmelo. —Me arrodillo para quedar a su misma altura y abro los brazos.
Se abalanza sobre mí y me rodea el cuello con los brazos. —Gracias, Edward.
Su agarre es fuerte, así que lo abrazo y lo empujo más cerca de mí, dándole la cercanía que claramente ansía. —Cuando quieras, amigo.
Gira ligeramente la cabeza y me susurra al oído cuatro palabras que nunca habría esperado oír. —Creo que te amo.
Jadeo suavemente y lo empujo ligeramente para mirarlo a los ojos. —¿De verdad?
Él asiente. —Creo que sí.
Miro a Bella, que se sonroja ferozmente mientras nos observa.
—Bueno, yo estoy seguro de que te amo, Sebastian —digo y soy recompensado con la sonrisa más brillante de su parte.
—¿Cómo lo sabes?
Pienso un momento, preguntándome cómo puedo explicarle lo fácil que es amarlo y lo que se siente.
—Bueno, me encanta pasar tiempo contigo y te extraño mucho cuando no te tengo cerca. Me doy cuenta de lo mucho que haría por ti, y haces que sea increíblemente fácil amarte, Sebastian. Envidio la pureza y la honestidad de tu corazón. —Oigo un sollozo y alzo la vista para ver a Bella limpiándose la mejilla. Se la limpia como si nada.
—Vaya, Edward —dice Sebastian con cara de asombro.
Me río y lo despeino. Suena el timbre y Bella va a abrir.
Sebastian se sube al banco y me mira con ojos pensativos. —Lo he decidido —dice.
—¿Qué cosa? —pregunto curioso.
—Te amo. —Asiente a su propia respuesta y yo suelto una risita.
—Entonces soy un tipo con suerte. —Sonríe ante mi respuesta, y luego se ensancha al mirar a mi lado.
Me giro y veo a un hombre corpulento en la puerta. Estoy seguro de que podría hacerme pedazos con el meñique. Cuando mis ojos se posan en su cara, me relajo de inmediato al encontrar una sonrisa de hoyuelos y unos ojos cálidos.
—¡Hola, Seb!, ¿estás listo para empezar a cocinar? —dice mientras camina hacia nosotros.
—Sí, te estaba esperando. —Sebastian parece muy feliz.
El hombre grande me mira, y Bella aprovecha ese momento para presentarnos.
—Edward, este es Emmett, el profesor y amigo de Seb. Emmett, este es Edward, mi... —Se detiene y noto una mirada confusa en su rostro—. ¿Amigo, jefe, pareja? —pregunta.
—Todo lo anterior, pero en realidad no soy tu jefe, solo visto lo que tú decides —le digo y su cara se relaja.
—Encantado de conocerte, hombre. Seb y Bella me han hablado mucho de ti —dice Emmett mientras me tiende la mano. Nos damos un apretón y miro el reloj.
—Bella, tenemos que irnos. Para lo que tengo planeado, el tiempo lo es todo.
—Enigmático —dice ella y coge su abrigo, besa a Seb en la frente y nos apresuramos a salir.
Llegamos a Central Park exactamente a la hora prevista. Me mira confundida.
—Ven, vamos a llegar tarde, Bella.
—¿Tarde? —Se ríe—. Es el parque; aquí no hay hora fija.
Pongo los ojos en blanco. —No seas aguafiestas; tengo un horario, vamos—. Se ríe entre dientes y sale del auto.
Me dirijo al maletero, donde Felix sostiene la caja.
—¿Qué es eso?— Bella sonríe divertida.
—Paciencia. —Tomo la caja y le hago un gesto para que me siga. La dejo sobre una mesa de picnic.
Espero a que Felix se aleje. —¿A dónde va? —pregunta ella.
—Tengo mi auto aquí, ya no lo necesitamos. —Me giro hacia ella y levanto las manos como garras, gruñendo juguetonamente.
»Estamos solos tú y yo, niñita —rujo y ella se ríe.
—¡Oh, no!, ¿qué voy a hacer? —dice con miedo fingido.
Cuando estoy justo delante de ella, le sonrío y le tiendo la mano. —Vamos, hay algo que quiero enseñarte.
Caminamos de la mano hasta la mesa y abro la caja. Veo que intenta asomarse, pero la retengo lo suficiente para que no pueda ver.
—¿Cómo está tu trasero, Bella?
Jadea, pero luego empieza a reírse. —¿Bien?
—Todavía no se te ha encendido, ¿eh? —La miro interrogante.
Ella frunce los labios. —Todavía no.
Asiento y saco de la caja un tarro grande con tapa. El sol aún se cuela entre los árboles, así que sé que aún me quedan unos minutos.
—Vamos a ese árbol. —Señalo y saco un tarro más pequeño de la caja y la sigo.
—¿Qué pasa, Edward? ¿Qué hay en esos tarros?
Sacudo la cabeza. —Ya lo verás.
Cruza los brazos sobre el pecho y resopla. Me río de su impaciencia.
»Déjame que te haga unas preguntas primero.
—Bien. —Pone los ojos en blanco y vuelvo a reírme.
—¿Sabes cómo se llaman las luciérnagas hembra? —Menea la cabeza.
—Gusanos de luz. —Levanto la tela negra del tarrito y dejo al descubierto un montón de luciérnagas diminutas.
Sus ojos se abren de par en par. —¡Ah, guau, Edward!
Abro el tarro y las coloco en el árbol.
—Las hembras no vuelan; se refugian en el árbol e iluminan el trasero.
Se ríe de mí. —Para sus parejas, ¿verdad? —pregunta.
Sonrío. —Bien, prestaste atención. —Levanto la segunda tela negra del tarro grande y ella jadea al ver más de veinte luciérnagas revoloteando dentro del recipiente.
—¿Qué estás tramando, Edward?
Veo que el sol se oculta por fin tras los rascacielos y abro la tapa.
—A veces el amor es más fácil de ver que de hablar. Las luciérnagas machos usan su cuerpo para presumir ante los gusanos de luz. Si le gusta el tipo, responderá con un patrón de luz. —Las luciérnagas fluyen hacia los árboles y Bella y yo contemplamos el magnífico espectáculo que nos brinda la naturaleza.
—Son como personas —dice ella.
—¿En qué sentido?
—Bueno, se exponen y esperan ser aceptadas. A veces los rechazan y otras veces los aceptan. —Veo cómo la luz de las luciérnagas se refleja en sus ojos embriagadores.
—Eso es muy perspicaz, Bella.
Se encoge de hombros. —Esto es muy bonito, Edward. —Sus ojos se desvían y cuando me mira, siento que el aire abandona mis pulmones. Su belleza me deja sin aliento.
—Te mereces ver las cosas bonitas de este mundo, Bella. —Levanta la mano y me la pone en la mejilla. Me inclino hacia ella y disfruto sintiendo su suave piel sobre la mía.
—Gracias. —Se empina un poco y roza mis labios con los suyos. Tomo su cabeza entre mis manos y profundizo el beso.
Perderme en Bella es la mejor sensación del mundo.
Siento que la oscuridad nos envuelve y que las luciérnagas se refugian en los árboles y arbustos que nos rodean.
Nos separamos y ella abre los ojos. El rubor más delicioso pinta sus mejillas y su sonrisa brilla en el crepúsculo.
—¿Tienes hambre? —susurro.
—Sí. —La beso rápidamente una vez más y la tomo de la mano para ir hacia el auto—. Un Mercedes, ¿eh? —dice mientras la ayudo a subir.
—Es seguro y práctico. —Cierro la puerta y me acerco al lado del conductor. Arranco y conduzco hacia el este.
—¿Dónde vamos a comer?
Deslizo mi mano hacia ella y la coge inmediatamente.
—A Serendipity (6)—digo mientras beso ligeramente la punta de sus dedos.
—Tienen un helado estupendo. —Se ríe entre dientes.
—Tiene sentido llevarte allí, ya que nos conocimos por casualidad.
Sus ojos se abren de par en par. —Realmente planeaste bien esta noche.
Asiento con la cabeza. —Por supuesto.
~BoaB~
Nos sentamos en una mesita junto a la ventana. Bella tiene una sonrisa contagiosa en la cara y sus ojos van de un lado a otro.
—Creía que habías dicho que habías estado aquí antes.
Menea la cabeza. —No, demasiado concurrido para Seb, mi padre siempre me lleva helado de aquí cuando está en la ciudad.
Asiento y bebo un sorbo de agua. La camarera se acerca y nos toma el pedido. Bella pide una pechuga de pollo salteada cubierta con pepinos, tomates, albahaca y aceitunas negras que tenía el elegante nombre de A La garden of Allah, y yo pido unos simples fettuccine con mariscos.
—Entonces, Bella, ¿qué te ha tenido tan estresada últimamente?
Ella respira hondo. Sus dedos juegan con el tenedor, volteándolo repetidamente.
—El padre de Sebastian, una reunión escolar que tuve ayer y estar al día con todo. —Se encoge de hombros—. Estoy abrumada.
—¿El padre de Seb te está haciendo pasar un mal rato? —No quiero hacer las preguntas cuyas respuestas temo. Sólo espero que no esté intentando volver con ella.
—Es un padre conveniente para Seb. Cuando está aquí, está realmente aquí. Seb lo adora y él ama a su hijo. —Se revuelve nerviosamente un mechón de pelo.
—Eso es bueno, ¿no?
—Lo es... es sólo que… —Deja escapar un suspiro de frustración—. Volverá a irse, y sé cuáles serán las consecuencias. Seb llorará, se rebelará y luego se volverá apático. Cada vez me rompe un poco más.
Odio verla tan disgustada. Desearía poder eliminarle todo lo malo. —Bella, eres una mujer increíble y tu hijo te adora. Me parece estupendo que Sebastian y su padre tengan una relación maravillosa. Dicho esto, si hay alguna forma de que pueda suavizar el golpe para Seb cuando llegue el momento, por favor, permíteme...
Nuestra comida llega antes de que Bella tenga la oportunidad de responderme. No volvemos a hablar de inmediato; nos limitamos a comer y a mirarnos durante toda la comida.
Hasta que no hemos llegado a la mitad, no vuelve a hablar. —¿Puedo confiar en ti, Edward?
Levanto la mirada y puedo ver el miedo que se agolpa en sus ojos. —Siempre.
Ella asiente y toma otro bocado. —No me preocupa mi corazón, está acostumbrado a los golpes, pero no puedo permitir que Seb sufra ese dolor.
La actitud arrogante que tiene con respecto a su propio bienestar me asombra. —Bella, tu corazón es tan importante para mí como el de Sebastian, y te des cuenta o no, están unidos. Si te hago daño, le hago daño a él y viceversa. Eso es algo que no puedo hacer.
Un leve rubor baña su rostro y aparece una pequeña sonrisa. —Realmente eres un gran tipo, Edward.
—Y tú, Bella, eres una mujer increíble. —No puedo apartar la mirada de ella. Necesito ver su cara, necesito que entienda cómo la veo, con la esperanza de que ella pueda ver su valía.
—Gracias—, susurra y sus ojos se posan en su comida.
Después de comer, los dos pedimos Frozen Hot Chocolate (6) y mantenemos una conversación ligera.
Al salir del restaurante, Bella se detiene y me tira hacia atrás. —¿Estás bien? —le pregunto, mirándola con preocupación.
—Confío en ti, Edward, confío nuestros corazones a ti.
La miro fijamente mientras sus palabras penetran en todo mi ser y, sin pensarlo, la estrecho en un abrazo con todo mi cuerpo.
—Gracias —le digo acariciándole el pelo.
Cuando nos separamos, los dos nos estamos riendo a carcajadas.
—A riesgo de sonar cursi, ¿quieres ser mi novia, Bella? —Su sonrisa se desvanece y se muerde el labio inferior.
—Me encantaría —dice por fin, y la emoción vuelve a embargarme. Vuelvo a atraerla hacia mí y la beso allí mismo, en la acera, delante de todo Nueva York.
~BoaB~
(6) Serendipity es un restaurante fundado en 1954 en New York y, hasta hoy, es un lugar de referencia donde se puede encontrar famosos compartiendo un helado.
Es famoso por servir los postres más caros del mundo. Este helado que comparten Bella y Edward es uno de los más populares de su menú que, dependiendo de los toppings, puede costar entre USD$10.000 y USD$25.000.
Creo que fue AnnieOR quien dijo, en su review, que tal vez Edward no dijo nada sobre Demetri porque sentía que no tenía derecho a opinar porque aún no eran novios. Bueno, ya lo son, y como ya hemos visto, Edward se esfuerza en no darle más preocupaciones a Bella. A ver cómo le va con eso.
