Recomendación de hoy

Parenthood: Parenthood es una serie de (6 temporadas) que narra los altibajos de un niño con Asperger y su familia. En realidad, de los cuatro hermanos Braverman y sus propias familias. Adam y Kristina, descubrirán -en la primera temporada- que su hijo Max tiene Asperger. Desde ese momento, la historia de su familia se centra en gran medida en el viaje por el diagnóstico de Max. Vemos cómo afecta su vida cotidiana.


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Capítulo 12 ~ Vive, respira, golpea

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A lo largo de mi vida he tenido muchas citas, con Demetri y otros, pero ninguna se acerca siquiera a la de Edward. Ha sido la velada más atenta y tierna que he tenido nunca.

Me acompañó hasta la puerta, me dio un beso dulce, pero casto, y esperó a que estuviera dentro antes de marcharse.

—Hola, ¿te divertiste? —me pregunta Emmett mientras se apoya en la pared con los brazos cruzados sobre el pecho y una sonrisa radiante.

—Lo hice, fue... —Suspiro—. Perfecto. —No puedo evitar la risita que sale de mi boca.

—Bien, te lo mereces.

Sonrío y por primera vez en mucho tiempo estoy de acuerdo con esa afirmación. Me lo merezco.

—¿A Seb le costó dormirse? —Entro en la cocina y sonrío al ver tres platos cubiertos sobre la encimera.

—La verdad es que no. Seguí la rutina que me trazaste y fue pan comido. —Señala los platos—. Quería dejártelos.

Asiento y levanto las tapas. Hay penne, farfalle y espaguetis a la antigua. —Lucen deliciosos, Em, ¿lo pasaste bien?

—Por supuesto.

—Muchas gracias por cuidármelo, te lo agradezco de verdad—. Empiezo a rebuscar en mi bolso para darle algo de dinero, pero él me detiene.

—Ni se te ocurra insultarme dándome dinero. Lo he pasado muy bien, Bella. —Sonrío y dejo el bolso en la silla de la cocina.

—¡Gracias!

—¿Puedo preguntarte algo? —Emmett me pregunta mientras se sienta en el banco de la cocina.

—Claro, ¿qué pasa?

—El padre de Sebastian, está en la ciudad, ¿verdad?

Asiento, preguntándome a dónde quiere llegar.

—¿Por qué no cuidó a Seb? No es que me importe, sólo tengo curiosidad.

Tomo aire y me tranquilizo mientras respondo. —Cuando Edward me invitó a salir, no pensé que Dem estaría en casa. Demonios, nunca sé qué estará haciendo debido a su horario de trabajo. Así que ni siquiera lo incluí en la ecuación, para ser honesta.

—Ya veo. —Arruga la frente—. ¿Cómo lleva Seb las desapariciones de Demetri?

—No muy bien. —Me siento junto a Emmett—. Aunque cada vez es diferente. La última vez, Seb destrozó toda su habitación. La vez anterior, se negó a comer durante dos días. —Me encojo de hombros—. Es la única vez que Seb es imprevisible.

Asiente. —Cuando sepas cuándo vuelve a irse Demetri, avísame. Quizá podamos arreglarlo juntos y prepararlo. —Me dedica una cálida sonrisa—. Seb odia las sorpresas, pero ha avanzado mucho en la aceptación de las cosas que no puede controlar. Quizá podamos enfocarlo de otra manera.

No puedo contenerme, me acerco a él y lo abrazo. —Muchas gracias, Emmett, me encantaría que me ayudaras.

Me da un enorme abrazo de oso. —Bien, Bella, tengo que irme.

Lo acompaño hasta la puerta y, cuando se marcha, subo las escaleras. Cuando abro la puerta de Seb, lo veo bien envuelto en sus mantas con una sonrisa apacible en los labios, y la satisfacción me llena el corazón.

~BoaB~

Me despierto el domingo por la mañana con el sonido del teléfono. —¿Quién demonios me llama a las...? —Miro somnolienta el reloj—. ¿A las seis? ¿En serio?

Contesto sin mirar quién es. —¿Diga? —Suelto.

—Bella, qué bien, me alegro de que ya te hayas levantado, quería llevarlos a Seb y a ti a desayunar. —La voz burbujeante de Demetri me hace casi encogerme. No soy fan de la gente madrugadora.

—Dem, son las seis de la mañana. Domingo.

—Sí, bueno, ya sabes lo que dicen; el pájaro madrugador atrapa al gusano.

Gimo de frustración. —Los pájaros pueden comer sus malditos gusanos, Dem. Sebastian sigue durmiendo.

Suelta un fuerte suspiro. —Bien, ¿almorzamos entonces?

—Bien, ven por nosotros a las once y media, tiene que almorzar a las doce.

—Genial, ¿dónde quieres ir? Estaba pensando en el parque, ya que hoy hace muy buen tiempo.

Una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios al recordar las luciérnagas de anoche con Edward. —Sí, de acuerdo, haré un picnic.

—¡Qué bien! Esperaba que dijeras eso. Me encanta tu ensalada de atún.

Me río entre dientes. —Haré algo extra, y puedes llevártelo a tu casa para más tarde.

—Vaya, me vas a mimar, Bella —dice divertido.

—Lo dudo —murmuro en voz demasiado baja para que me oiga—. Hasta luego, Dem.

Cuelgo y dejo caer la cabeza sobre la almohada. Intento volver a dormirme durante media hora hasta que me rindo. Retiro las sábanas y me preparo para el día.

~Boab~

A las once y cuarto suena el timbre y me apresuro a abrir. Dem sonríe alegremente cuando abro la puerta.

—¡Hola, Bella!

—Hola, Dem, pasa. Y gracias por no irrumpir como la última vez.

Se ríe entre dientes. —Sí, lo siento.

—Papi, papi, papi. —Seb corre a los brazos abiertos de Demetri, y una vez más me calienta hasta la médula el afecto que se tienen.

—¿Listo para un picnic en el parque, amigo? —le pregunta Dem a un emocionado Seb.

—Sí, sí, y mucho que sí.

Me río entre dientes y cojo la cesta de picnic.

—Vamos, déjame llevarla. —Demetri me tiende la mano y le doy la cesta. Nos metemos todos en su BMW X3 y me río.

—¿Qué tiene tanta gracia? —pregunta mientras arranca el auto.

—Nada, sólo los hombres y sus carros.

—Que sepas que este carro, como tú dices, es un todoterreno de gama alta y se enorgullece de su seguridad.

—Los Mercedes también son buenos autos —replico.

Pfff, por favor, simplemente son llamativos.

Suelto una risita. —Son prácticos, ¿no te parece?

Se encoge de hombros. —Puede, pero los BMW son mejores autos.

Conducimos en silencio hasta el parque, y noto que Sebastian vibra de emoción cuando Dem estaciona.

Caminamos hasta las mesas de picnic, irónicamente junto al árbol en el que Edward y yo pusimos las luciérnagas.

Preparo el almuerzo mientras Dem y Seb dan patadas a un balón de fútbol.

—¡Bueno, chicos, hora de comer! —grito y Dem levanta a Seb en el aire, por encima del hombro. Corren a la mesa entre carcajadas.

—He encontrado a este niño, señora, ¿es suyo? —pregunta Dem.

Miro a un risueño Sebastian boca abajo y empiezo a reírme entre dientes. —No lo sé, mi hijo estaba boca arriba la última vez que lo vi.

—Hmm, esto presenta un problema. Quizás tire este a la basura. —Empieza a caminar hacia el cubo de la basura. Sebastián se ríe a carcajadas.

—Ah, espera también podría alimentar al chico —digo. Dem se encoge de hombros y lo deja en el banco. Cuando se acaban las risas, todos comemos. Demetri lanza exclamaciones mientras come, lo que hace que Sebastian se ría aún más.

—Está bueno, ¿eh? —pregunto y asiente. Tiene las mejillas rellenas como una ardilla.

—Pareces una ardilla, papá —dice Seb.

Traga saliva y sonríe a Seb. —Está buenísimo. Tu madre sabe cocinar.

Seb asiente con entusiasmo. —Es la mejor —dice y yo le guiño un ojo.

—Así que, Dem —digo mientras empiezo a limpiar—, la fiesta de cumpleaños de Seb es antes de Halloween, y dijiste que querías venir, ¿verdad?

Él asiente. —Sí, ¿por qué?

—Bueno, invité a Edward y a su familia para que se pasen por casa después de los bolos—. Lo miro con temor en el corazón. ¿Cómo reaccionará?

—Ya veo. —Frunce los labios y empieza a mirar muy interesado la hoja recién caída sobre la mesa.

—Aceptaron, y sólo quería que estuvieras al tanto.

Vuelve a asentir. —¿Por qué no van a la bolera?

—Bueno, el padre de Edward no se lleva bien con las multitudes. Así que pensé que sería más fácil de esta manera.

—A Seb tampoco le van bien las multitudes, Bella; ¿no crees que quizá la bolera sea una mala idea en general?

Sacudo la cabeza. —Esto es lo que quiere Seb. Les hablé de él y de los chicos que asistirían; están bien preparados.

—Bien, ¿entonces qué quieres decir exactamente? ¿Después de los bolos quieres que me vaya a casa? —Su postura se vuelve defensiva y su tono áspero.

—No, en absoluto, sólo quería que lo supieras. —Doy la vuelta a la mesa y me coloco frente a Dem—. Eres su padre; nunca te apartaré a la fuerza de su vida.

Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa. Mira a Seb, que está jugando con un montón de piñas.

—Muy bien, Bells, gracias por avisarme.

Asiento y le devuelvo la sonrisa. —Por supuesto.

Los tres pasamos el resto del día jugando al fútbol, recogiendo hojas y aprendiendo muchas cosas sobre la naturaleza de nuestro brillante hijo.

Cuando el sol empieza a ponerse, volvemos a casa.

—Seb, voy a preparar la cena. ¿Puedes asegurarte de que tu bolso está listo para mañana? —le digo mientras me dirijo a la cocina con Demetri detrás.

—Sí, mamá. —Sube volando las escaleras y saco los filetes descongelados de la nevera.

—Supongo que debería irme —dice Dem y lo miro. La tristeza adorna sus rasgos. Suelto un suspiro.

—Puedes quedarte a cenar, si quieres.

Levanta la cabeza y la felicidad sustituye a su sombrío semblante. —Me encantaría.

Se dirige al salón mientras yo me ocupo de la cena. Mi teléfono vibra en el bolsillo trasero y contesto rápidamente. —¿Hola?

—Hola, Bella. —La sedosa voz de Edward al otro lado hace que se me acelere el pulso.

—¡Hola! —digo y respiro profundo.

—¿Qué tal el día? —pregunta y mis nervios se disparan. ¿Qué le digo? ¿La verdad? No puedo evitar sentirme culpable por salir con Dem—. Bien, ¿y el tuyo?

—Ha sido aburrido, he tenido que repasar un montón de cosas para una reunión de mañana. ¿Qué hiciste hoy?

Maldición. Realmente no quería que me preguntara eso. —Fuimos al parque, en realidad. —Sí, eso es bueno. No he mentido.

—¿Nuestro parque? —bromea.

—De hecho, sí. —Revuelvo el arroz y empiezo a preparar la cena mientras hablamos.

—Disfruté mucho pasar el tiempo contigo, Bella; estoy deseando volver a hacerlo.

—Edward, anoche fue una de las mejores noches de mi vida. Quiero que sepas lo mucho que significó para mí que pensaras tanto en nuestra cita. —Lo digo en serio, literalmente me dejó boquiabierta.

—Te mereces la felicidad, me alegro de habértela podido dar.

Nuestra conversación se interrumpe cuando Demetri y Sebastian entran corriendo en la cocina a gritos.

—Salgan de la cocina, chicos —les digo bruscamente. Sebastian me mira con ojos de disculpa.

—Lo siento, cariño, mamá no está enfadada, te lo juro, es que no puedo oír. —Señalo el teléfono. Su cara se relaja de inmediato.

—Bien, amigo, vamos a llevarnos este festival de lucha a tu habitación —dice Dem y, en el instante en que retumba su voz, oigo a Edward inhalar.

El silencio del otro lado me hace estremecer. Espero a que Dem y Seb estén fuera del alcance de mis oídos. —¿Edward?

—Mmm, sí, Bella, estoy aquí. No me había dado cuenta de que tenías compañía. Dejaré que vuelvas con ellos. —Sus palabras son cortantes y se me saltan las lágrimas.

—Edward, por favor, no cuelgues. Estoy cocinando y me encanta oír tu voz. Me tranquiliza. —Incluso yo puedo oír la súplica en mi voz.

—Bella. —Su voz es un susurro.

—Es el padre de Seb, Edward. —Una lágrima solitaria cae de mi ojo—. Así son las cosas conmigo, lo siento. Entiendo si esto no es algo con lo que puedas lidiar o... —me interrumpe.

—Estoy bien, tienes razón. Él es importante para Seb y puedo lidiar con eso créeme. Pero Bella, sé sincera conmigo, ¿bueno? —Su voz es tranquila y relajada.

—Sí. —Es todo lo que puedo decir. Siento un nudo en la garganta que parece que me va a estrangular.

—De acuerdo, ahora ve a preparar la cena y hablaremos mañana, ¿te parece bien?

—Bien, sí, mañana.

Después de colgar con Edward termino de hacer la cena casi robóticamente. Dem y Seb hablan animadamente entre ellos mientras comemos. Sé que Dem se da cuenta de que me pasa algo, pero no dice nada.

Después de acostar a Seb, no se queda y me alegro de no tener que presionarle para que se vaya.

~BoaB~

A la mañana siguiente, me levanto antes de que suene el despertador y me tomo el tiempo de escribir un correo electrónico rápido a Edward. Es demasiado pronto para llamarlo y, para ser sincera, me siento un poco confundida. Todo es tan nuevo con Edward, que tal vez un correo electrónico organice todos mis caóticos pensamientos y nos tranquilice a los dos.

Querido Edward,

Sé que anoche me dijiste que entendías lo de Demetri y te estoy muy agradecida por ello, pero aún siento que te debo una explicación. Acepté entablar una relación contigo, y la sinceridad es la mejor y única forma de garantizar que dure tanto como espero. Demetri y yo no estamos juntos, ni vamos a estarlo nunca más. Esa parte de nuestra relación terminó hace años, tal y como te dije antes. Dem tiene tendencia a insistir, pero suele ser comprensivo con mis sentimientos. Esta tarde iré a tu oficina a dejarte el esmoquin que encargaste para el baile benéfico de la semana que viene. Tal vez podamos hablar más en ese momento, o al menos almorzar juntos. Hasta luego.

Tuya,

Bella

Le doy a enviar y me visto rápidamente antes de que Sebastian se despierte. —¡Buenos días, dormilón! —le digo a Seb mientras le pongo los cereales delante.

—Hola, mamá. —Parece un poco somnoliento y bosteza entre cucharada y cucharada. Suena el teléfono de mi casa.

—Hola.

—Hola, Bella, soy Emmett.

—¡Oh!, hola, ¿cómo estás?

—Mmm, mira, hoy no hay colegio. La grabación automática te llamará al celular dentro de un rato, pero quería darles a ti y a los padres de todos mis niños quince minutos más para que puedas preparar a Seb.

—¿No hay colegio? ¿Por qué?

—Las tuberías del baño de los chicos se reventaron e inundaron todo, así que tienen que cerrar por hoy —dice y yo resoplo.

—Genial, bueno, gracias, Em, hablamos luego.

Cuelgo y me vuelvo hacia Seb. —Oye, amigo, escucha, era el señor Emmett.

Levanta la cabeza. —¿Sí?

—Sí, hoy no hay clase por unos problemas con las tuberías. —Me mira decepcionado.

—Lo siento, amigo, pero ¿te gustaría venir hoy a trabajar conmigo? —Sonrío alegremente con la esperanza de entusiasmarlo.

Se encoge de hombros. —Supongo —murmura.

Suspiro y saco el celular. Le mando un mensaje a Dem, preguntándole si hay alguna forma de que pueda cuidar de Seb hoy. Responde a los cinco minutos, diciendo que tiene reuniones hasta las dos, pero que después lo hará encantado.

—Bueno, Seb, sólo tienes que quedarte conmigo hasta las dos, y luego papá se quedará contigo, ¿te parece bien?

Eso le arranca una sonrisa.

~BoaB~

Seb y yo estacionamos en frente de Bergdorf's.

—Ahora, Seb, nada de vagabundear, por favor. Sólo tengo que recoger algo y nos vamos, ¿entendido?

Asiente y me agarra la mano con fuerza. Miro mi teléfono y reviso mis correos electrónicos para ver si Edward ha respondido. Siento una punzada de decepción cuando veo que no lo ha hecho.

Después de retirar su traje, nos dirigimos a su trabajo y Seb empieza a saltar de emoción. —¡El edificio Chrysler, mamá! —grita.

—Lo sé, cariño, pero tenemos que estar tranquilos aquí dentro, hay gente trabajando, ¿entendido? —Todavía está radiante mientras asiente con la cabeza.

Con el traje en una mano y Seb en la otra, subimos en ascensor hasta la planta de Edward. Cuando se abren las puertas, me dirijo al mostrador de recepción.

—Buenos días, señorita Swan —dice Lauren y sonríe a Seb—, y hola a ti, pequeño caballero.

Se sonroja ligeramente y se desliza detrás de mí.

—Buenos días, Lauren, ¿está Edward? Tengo su esmoquin y sólo quería asegurarme de que le quede bien, y esté conforme.

Ella frunce ligeramente el ceño. —Oh no, estuvo hasta hace unas dos horas. Tenía una reunión con su padre al otro lado de la ciudad.

Esperaba que Edward y yo pudiéramos vernos y hablar un poco, podríamos aclarar las cosas. Me encojo de hombros. —De acuerdo, ¿puedo dejar esto en su despacho junto a una nota?

—Por supuesto —dice contenta y me acompaña hasta su despacho y abre la puerta.

Seb entra de un salto y se dirige directamente a las enormes ventanas que van del piso al techo. —Vaya, mamá, todo el mundo parece hormigas desde aquí arriba.

Me río. —Lo sé, cariño, es gracioso, ¿eh?

—Sí.

Busco un papel y un bolígrafo y escribo una nota rápida para Edward. La pego a la bolsa del traje y los dejo sobre su sofá.

—Bien, Seb, ¿listo para irnos?

Asiente. Cuando abro la puerta de Edward para salir, choco con otra persona y tropiezo un poco hacia atrás.

—¿Estás bien, mamá? —pregunta Seb. Asintiendo, alzo la vista y veo a la rubia explosiva que le causa dolor a Edward.

—Perdona —me suelta. Sus ojos pasan de mí a Seb y luego al despacho de Edward—. No puedes estar en su despacho cuando él no está.

—Oh, bueno, Lauren me dejó entrar, y estoy segura de que no hay problema. —Me paso las manos por la falda para alisarla.

—Sí, bueno, soy tan dueña de esta empresa como Edward, así que creo que puedo dictar las normas que considere oportunas. —Entrecierra los ojos y, de repente, siento que Seb empieza a temblar a mi lado.

—Mira, lo siento mucho, ya nos vamos. —Tomo suavemente la mano de Seb y empezamos a alejarnos cuando ella se lanza delante de nosotros.

—¿Cómo sé que no has robado algo de ahí dentro? —Frunce el ceño y los labios.

—No lo hice —digo con fuerza. Su mirada se desvía hacia Seb.

—¿Qué pasa con él? Los niños tienen fama de tener los dedos pegajosos. —Se arrodilla—. ¿No es cierto, niño?

Empujo a Seb detrás de mí. —No le hables a mi hijo —espeto.

Ella suelta una risita maníaca. —Lauren, llama a seguridad, por favor. Diles que quiero que los registren antes de irse.

—¡No! —grito.

—Señorita Denali, Edward ha dicho que la Sra. Swan puede entrar cuando ella quiera. Está en la lista de personas que no necesitan anunciarse. —La voz de Lauren suena temblorosa.

—No me importa; Edward no está aquí, por lo tanto, yo soy quien manda. ¡Obedece!

Los temblores de Seb aumentan y me arrodillo a su lado. —Ya nos vamos, cariño, ¿bueno?

Asiente y empujo a Tanya hacia el ascensor. Ella me agarra del brazo y yo la empujo rápidamente. —¡No me toques! —le ladro.

—No eres libre de irte —me grita más alto.

—El edificio Chrysler está declarado monumento histórico nacional desde 1976 —grita Seb de repente, y me giro para ver cómo se le saltan las lágrimas. Maldita sea.

—¿Qué? —Tanya se ríe entre dientes.

—Se empezó a construir el 19 de septiembre de 1928 y se terminó el 28 de mayo de 1930 —vuelve a gritar. Lo cojo en brazos, lo levanto y me dirijo al ascensor.

—¿Qué le pasa?, ¿es retrasado o algo así? —grita Tanya entre risas. Ya está. Dejo a Seb en el suelo, camino hacia ella y le doy un puñetazo en la mandíbula haciéndola volar hacia atrás y aterrizar en la mesa de café de madera que está justo detrás de ella.

—No vuelvas a dirigirle la palabra a mi hijo o haré que te detengan por acoso a un menor, zorra enferma. —Giro sobre mis talones, alzo a Seb y salgo corriendo del edificio.

~BoaB~

Cuando llego a casa, Sebastian se ha quedado dormido en el asiento trasero después de gritar hasta quedar exhausto. Empiezo a llevarlo dentro al mismo tiempo que Demetri entra en mi casa.

Se abalanza sobre mí. —¿Qué le pasa? —Mira a Seb con furia y preocupación.

—Tuvimos un problema en el lugar de trabajo de uno de mis clientes. Se pondrá bien. —Mi voz se quiebra y Dem levanta la vista hacia mí.

—¿Estás bien, Bella?

Sacudo la cabeza y él alza a Seb justo antes de que mis propios sollozos arrasen mi cuerpo.

Me siento en la escalera llorando mientras Dem lleva a Seb arriba. Al cabo de cinco minutos, vuelve a bajar y me abraza.

—Shhh, está bien Bella, por favor cálmate.

—Yo... le di un puñetazo, E... Ella lo llamó ree... retrasado. —Estoy muy ofuscada y Dem se sienta conmigo, me mece y me calma.

Cuando se me secan las lágrimas, me despego de Dem y le miro a los ojos. Sus ojos asustados y muy enfadados.

—Esto no está bien, Bella. Quiero saber dónde estabas.

El sonido de neumáticos chirriando llama nuestra atención. Nos damos la vuelta y vemos a un furioso Edward irrumpiendo en mi jardín.

Ay Dios, esto va a ser malo.