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Un nuevo camino (Película): Una mujer autista, joven y brillante, escapa del hogar de cuidados donde se encontraba e inicia un viaje por carretera para entregar un guion en una competición de Hollywood. Mientras, su antipática cuidadora la persigue.


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Capítulo 28 ~ ¿Puedo, mamá?

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Una semana antes de Navidad, paso por mi agencia de viajes a recoger los tiquetes para Disney World que compré como regalo para Seb y Bella. Hablé de ello con Demetri antes de comprarlos para asegurarme de que le parecería bien, y sorprendentemente estuvo de acuerdo.

Este año pasaremos Navidad en casa de Bella.

Todas las personas con las que estuvimos en Acción de Gracias estarán con nosotros en Navidad, con la adición de una persona que estoy realmente nervioso por conocer... La madre de Bella.

Bella me contó hace unos días, cuando estábamos sentados en el sofá viendo Paranormal Activity 4. Mientras veíamos la figura materna parecida a una bruja saltando en la pantalla y dándome un susto de muerte, Bella dijo: «Ah, eso me recuerda que mi madre viene por Navidad».

Esa debió haber sido mi señal para preguntarle si su madre era algún tipo de demonio, pero ella siguió con: «Espero que no te ofendas fácilmente».

Eso fue todo. Le pregunté cómo era su madre, pero todo lo que obtuve fue un encogimiento de hombros y un «no me apetece hablar de ella ahora mismo».

Sé que está muy unida a su padre y que su madre y él llevan divorciados más de una década. Renée, su madre, vive en Oregón la mayor parte del tiempo, cuando no está viajando por todo el país persiguiendo a estrellas de cine o jugándose el dinero que le cae en las manos.

Vuelvo a mi oficina sobre la una y meto los tiquetes en la caja fuerte. —Hola, jefe —dice Lauren, haciéndome saltar.

—Vaya, me asustaste. —Me río nerviosamente.

—¿Estás bien?

Asiento y me encojo de hombros. —Sí, no.

—¿Quieres hablar? —Se acerca al pequeño sofá.

—No sé —digo mientras me siento a su lado, sabiendo que voy a hablar.

—Hablamos de esto, Edward, ¿no? Prometiste que ibas a tomártelo con calma y...

La interrumpo con un gesto de la mano. —No, no es nada de eso. De hecho, hoy reclamé los tiquetes aéreos para mis vacaciones.

—¡Ay, eso es genial! —dice con una sonrisa.

—Sí, pero me pone nervioso que Bella y Seb no quieran ir.

Ella suelta una risita. —Lo dudo.

—Luego está el hecho de que conoceré a la madre de Bella... En Navidad... Por primera vez. —Hago una pequeña mueca ante mis propias palabras.

—Ay, puf, eso pica. —Pone una cara entre simpatía y asco.

—Eso no ayuda en lo absoluto, Lauren.

—Lo siento.

—Por lo que Bella me ha contado, su madre es una persona bastante extravagante. ¿Y si me odia? —Sé que sueno como una niña, pero la opinión de Renée importa.

—Edward, ella te amará. Cuidas y amas a su hija y a su nieto. ¿Por qué no te va a querer? Te preocupas, y eso es entrañable, pero te sugiero que hables con Bella de esto. Es tu prometida. —Me da una palmada en la pierna y se levanta.

—¿Y, Edward?

—¿Sí?

—La opinión que más debería importarte es la de Bella y Seb. Si ellos te aman, eso debería ser lo único que importa. —Con eso, se aleja, y siento el impulso repentino de aumentarle el sueldo a Lauren.

~BoaB~

Esa noche, mientras Seb, Bella y yo estamos sentados a la mesa, decido preguntar por Renée. Quiero prestar mucha atención a las reacciones faciales. Mi padre me dijo una vez que es fácil calibrar la honestidad de una persona observando sus parpadeos. Si los laterales de la boca se curvan justo antes de responder, será una respuesta alegre y sincera. Si fruncen el ceño o tensan ligeramente el mentón, la respuesta no será agradable.

—Bella, ¿estás lista para recoger a tu madre mañana en el aeropuerto? —Miro, espero... nada.

—Claro —dice mientras suspira y empuja sus guisantes alrededor de su plato.

—Nana Renée no viene mucho por aquí —responde Seb.

—Vive muy lejos. Seguro que le resulta difícil viajar muy a menudo. —Le sonrío a Seb, que se limita a asentir y parece satisfecho con mi respuesta.

Bella resopla. La miro, y allí, en su hermoso rostro, veo el surco y el ceño fruncido.

—¿A qué hora llega? —pregunto, tratando de no molestarla más, pero necesitado de algunas respuestas con desesperación.

—Uhm... creo que a las dos, quizás. —Se encoge de hombros, se limpia la boca y tapa los restos de su cena con la servilleta.

—Bueno, no me importaría ir por ella si quieres —digo y ella levanta la cabeza—. Estaré por la zona y estaba pensando que me dará una buena oportunidad de conocerla, ya sabes, de tú a tú.

—¿Quieres que la primera vez que te encuentres con mi madre sea en un aeropuerto sin ningún refuerzo? —pregunta. Casi me parto de risa, pero su cara es seria.

—¿Por qué iba a necesitar refuerzos?

—A mamá no le gusta Nana Renée —revela Seb inocentemente.

—¿Ah, sí? —Miro a Bella, que pone los ojos en blanco—. ¿Y a ti te gusta Nana Renée? —le pregunto a Seb.

—Está bien, supongo. No la conozco mucho. Me envía muchas cosas en cajas, todo el tiempo. Supongo que está bien. —No muestra ningún signo de enfado o resentimiento cuando habla de su abuela, así que sospecho que todo depende de Bella.

—Bien. —Doy un sorbo a mi bebida y doy por terminada la conversación. Veo por la forma en que Bella me mira que sabe que hablaremos de ello más tarde.

~BoaB~

Demetri viene una hora después de cenar y se dirige arriba para ayudar a Seb a terminar sus deberes y acostarlo. Aprovecho para hablar con Bella sobre su madre.

Nos sirvo una copa de vino blanco a cada uno y me reúno con ella en el salón. Ha puesto el noticiero, pero veo que está mirando por la ventana sin prestarle atención.

—Toma —le susurro para no asustarla.

Sonríe y coge el vino. —Gracias.

Me siento a su lado y le rodeo los hombros con el brazo. —¿Bella?

—¿Hmm?

—¿Por qué no te gusta tu madre?

Suspira en su copa de vino, da un pequeño sorbo y la deja en la mesa frente a ella.

—No es que no me guste, per se, simplemente no me gusta lo que hace.

—Bueno, sabes lo imprecisa que estás siendo, ¿verdad? —le pregunto.

Ella asiente. —Mi madre no es la típica madre. Nunca hizo tartas ni grandes comidas caseras. Era más del tipo de madre que cenaba frente a la tele y en McDonald's.

—De acuerdo, entonces era mala cocinera, ¿qué más? —Empiezo a jugar con las puntas de su pelo mientras habla.

—Siempre se ha comportado más como una niña que como una adulta. Cuando yo tenía diez años, me sentó delante de la televisión con una botella de agua y un bol de palomitas para poder cruzar la calle corriendo a una fiesta de Tupperware. —Se encoge de hombros—. Lo sé, era al otro lado de la calle, pero este es el tipo de recuerdos que tengo.

Acaricio con ternura sus hombros rígidos. —Los malos recuerdos siempre nublan los buenos, Bella, pregúntale a mi padre.

—Lo sé, pero la mayoría de las veces, cuando intento pensar en uno bueno, otro malo se abre paso. —Coge su vino y engulle una buena cantidad antes de continuar.

—Cuando tenía dieciocho años, un verano me quedaba con mi madre. Un día, un hombre llamó a la puerta con un aviso de ejecución hipotecaria.

Hago una leve mueca de dolor. Qué cosa más horrible, y más si es tu hija la que la recibe.

—Sí, bueno, no tenía ni idea de que tuviera problemas económicos. Intentó pedir anticipos de su sueldo, pero se los negaron. Así que me manipuló para que fuera a un banco y pidiera un préstamo.

—¿Lo hiciste? —pregunto, y ella se inclina más hacia mí.

—Lo hice, es mi madre, me necesitaba. Me aprobaron un préstamo de mil quinientos dólares. Cuando volví con el dinero, me sentía muy emocionada porque creía que la estaba ayudando, pero ella estaba frustrada. No paraba de decir que no era suficiente, así que ¿sabes lo que hizo?

Sacudo la cabeza.

—Se fue a un casino con la esperanza de duplicarlo. Decía que nos salvaría, que era algo seguro. —Bella pone los ojos en blanco—. Perdió hasta el último centavo.

—Dios, Bella, lo siento mucho.

Se encoge de hombros. —Lo peor fue que nunca me devolvió los mil quinientos dólares que saqué para ella en primer lugar. En el verano siguiente, cuando me llamaron del banco, tuve que contárselo a mi padre.

—¿Qué hizo Charlie?

—Los pagó, por supuesto, y luego supongo que él y Renée se pelearon. Después de aquel verano, cumplí diecinueve años, me mudé y sólo iba a ver a mi madre cuando era realmente necesario.

Termino mi vino y dejo mi copa en la mesa junto a la suya. —¿Renée nunca vino a verte?

—Cuando nació Seb, sí. Se quedó unas semanas, pero hace más de un año que no lo ve.

—No me extraña que no estés emocionada por verla—, digo, exasperado. —Pero Bella, te prometo que estaré aquí contigo y con Seb. No pasará nada, te lo prometo.

—No me preocupa que ella sabotee la Navidad ni nada de eso, Edward, es sólo que...

—¿Qué? —La empujo un poco para poder mirarla a los ojos—. ¿Qué te tiene tan molesta?

—Me avergüenza —suelta.

Se me abren los ojos. —Bella, no debería. Nadie te hará responsable de sus actos ni pensará mal de ti por lo que ella diga o haga.

—Dios sabe que nunca lo he hecho. —La voz de Demetri resuena en la habitación. Levantamos la vista y lo vemos apoyado en el marco de la puerta—. No quería interrumpir, pero Seb está en la cama y quiere que su madre le dé un beso.

—¡Ay! —Bella se levanta de un salto—. Vuelvo enseguida.— Sube rápidamente las escaleras, dejándonos a Demetri y a mí en el salón.

—Renée realmente es un pedazo de mierda; espero que estés preparado —dice.

—Tengo que estarlo, ¿no? —Empiezo a recoger las copas.

—¿Edward?

Me giro cuando dice mi nombre. —¿Sí?

—Sólo quería decirte, antes de Navidad que... uhm… —Demetri empieza a frotarse nerviosamente la nuca.

—¿Decirme qué?

—Bueno, después de Acción de Gracias, más o menos le pregunté a Lauren si quería salir conmigo.

Sonrío a medias cuando dice eso. Lauren me dijo lo mismo la semana pasada. También me dijo que le parecía dulce y encantador.

—Genial —digo.

—¿Y eso es todo? ¿Genial?

—No soy su padre, Demetri; puede salir con quien quiera. —Me río entre dientes y entro en la cocina.

—Pero tú eres su jefe; ¿es raro? —pregunta Demetri mientras me sigue.

—¿Es raro para ti? —Empiezo a enjuagar las copas de vino.

—No.

Me encojo de hombros. —Entonces te deseo lo mejor.

—Entonces, ¿está bien? —pregunta Demetri con aprensión.

Cierro el grifo y me giro hacia él. —Como su amigo, te diré, por supuesto, que no le hagas daño o te cazaré y te despellejaré vivo. Como su jefe, te diré que te asegures de que no se enferme de repente; y como el hombre que estará en tu vida para toda la eternidad, te diré que hagas lo correcto con ella y la trates con el respeto que toda mujer merece.

Le doy una palmada amistosa en el hombro y vuelvo al salón, dejando a Demetri con los ojos muy abiertos en la cocina.

~BoaB~

Bella le informó a su madre de que yo iría a recogerla al aeropuerto en lugar de ella. Supongo que Renée no armó mucho alboroto.

Sé cómo es Renée por unas fotos que me enseñó Bella, así que la vigilo de cerca. De pie en la gran terminal, junto al carrusel de equipajes, veo que han aterrizado unos cuantos vuelos y la gente empieza a salir en tropel.

Veinte minutos después, veo a una mujer menuda de pelo castaño atravesar las puertas dobles automáticas. Sus ojos escrutan frenéticamente la multitud de gente que espera a sus seres queridos.

Respiro hondo, me alejo de la pared y saludo con la mano por encima de las cabezas de los que están delante. Ella sonríe y corre hacia mí.

—Hola, Edward, ¿verdad? —Me doy cuenta de que tiene una voz suave y una cara amable. No veo malicia en su sonrisa maternal.

—Sí, y tú eres Renée. —Le tiendo la mano.

—Ay, Edward, si vas a ser mi yerno, yo diría que un abrazo está bien, ¿no? —Antes de que pueda responder, me rodea con sus brazos.

—¿Por qué no cogemos las maletas y nos vamos al auto? —le digo después de soltarme de su agarre.

—Genial. —Me coge de la mano y nos dirigimos al carrusel de equipajes. Tras cinco minutos de incómodo silencio, su maleta de mariquitas viene hacia nosotros dando tumbos.

—¿Es la tuya? —pregunto, sorprendido.

—Sí, me encantan las mariquitas. Significan buena suerte, ¿sabes? Nunca viajo sin ellas. —Le cojo el equipaje y camino lentamente hacia la salida.

Felix nos espera cuando salimos de la terminal. —¿Tienes chófer? —pregunta Renée con ojos fascinados.

—Sí, lo tengo. —Felix coge la maleta y yo le abro la puerta del auto a Renée—. Gracias. Ella se desliza y yo la sigo a su lado.

—Entonces, ¿no conduces? —pregunta mientras sus ojos recorren el interior del auto.

—Sí conduzco, pero en la ciudad es un fastidio, así que prefiero que me lleven. —Le sonrío y me relajo mientras Felix se aleja del aeropuerto.

—Debe ser agradable tener la opción de tales lujos. —Su voz no está llena de ira; es algo mucho peor... envidia.

—Trabajo muy duro por todo lo que tengo —respondo con tono tranquilo.

—Claro que lo haces. Bella mencionó que te dedicas a la publicidad.

—Así es.

—¿Algo que tal vez haya visto? —Cruza la pierna y se pone de frente a mí.

—Tengo muchos clientes; participo en muchos de sus anuncios, señora Dwyer. Estoy seguro de que ha visto muchos de mis trabajos.

—Impresionante, y está claro que vives con opulencia —dice mientras señala el auto en el que estamos sentados.

Empiezo a ver la ira que esta mujer provoca en una persona, incluso después del poco tiempo que llevo en su presencia.

—Hasta este año no tenía obligaciones, económicas, con nadie. También soy muy organizado y tengo un gran equipo de personas que trabajan muy duro para garantizarme una vida cómoda. Ahora que me caso con su hija y me convierto en un elemento permanente en la vida de su nieto, me alegro de haber protegido mis ingresos a lo largo de los años —digo secamente.

—¿Por qué parece que no te caigo demasiado bien, Edward? —Me sonríe como si la estuviera divirtiendo.

—En realidad, no tengo ninguna opinión sobre ti. Sólo sé lo que Bella me ha contado, y eso es entre ella y yo. Sin embargo, me parece que eres tú quien pareciera tener un problema conmigo. —Me inclino hacia delante y la miro fijamente.

—Es que no quiero ver a mi hija convertida en una esposa trofeo y a mi nieto en un mimado...

—¡¿Qué?! —grito, interrumpiendo su ridículo sermón.

—Bueno, si me dejas terminar —dice.

—No, no te dejaré terminar. Yo no veo a Bella de esa manera, y Sebastian es uno de, si no el, niño más cariñoso y desinteresado que he conocido. ¿Por qué iba a cambiar todas las cosas de Bella y Seb que me hicieron amarlos en primer lugar? —Siento que se me calienta la cara.

—Conozco a mi hija; le encantan los hombres guapos. Mira a Demetri, ha resultado ser una auténtica joya —comenta sarcástica.

Me siento y miro a esta mujer exasperante en silencio durante un momento. Después de tomar aliento, la dejo hablar. —Bella estaba muy nerviosa por la reunión de Navidad. Ahora entiendo por qué, así que voy a dejar algo muy claro. Si haces enfadar a Bella, o a Sebastian, de la forma que sea, te enseñaré la clase de joya que puedo llegar a ser. Ah, y para que conste, Demetri ha trabajado duro para tener buenas relaciones con Bella y Seb. Ha cambiado su vida por ellos. No es de los que va a esperar un año para volver a ver a su hijo.

—¡Ajá! —Me señala—. Sí que me odias. Esto es por mi ausencia. Crees que soy una mala madre.

—No me importa lo que seas. Sólo me importa cómo haces sentir a mi familia. Bella y Seb son mi vida ahora, y si te abalanzas sobre ellos y alteras su perfección, no seré feliz, y tú no quieres verme infeliz, te lo prometo.

Nos miramos fijamente durante cinco minutos. Ninguno de los dos dice una palabra.

Su plácida expresión se quiebra y una sonrisa pinta su rostro, seguida de una bulliciosa carcajada.

—Me gustas, Edward. Serás estupendo para mi hija y mi nieto. Eres fiero, testarudo y leal en todos los lugares adecuados.

—¿Qué? ¿Esto ha sido una especie de prueba enfermiza o algo así? —Sé que mi cara parece un cruce entre rabia y confusión.

—No contribuyo mucho en su vida porque sé que no soy un buen modelo a seguir. Mirándote, veo que tengo razón. Lo ha hecho muy bien ella sola.

Felix se detiene en el camino de entrada. Y por el rabillo del ojo, veo a Bella de pie en la escalera con Sebastian a su lado.

—Deberías contribuir, Renée. Ella necesita a su madre y Seb a su abuela. Si no les das nada estas Navidades, dales eso. —Sonrío y la saludo con la cabeza.

Salgo del auto y camino hacia Bella y Sebastian. Mi amor, mi vida y mi para siempre.