Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 6

Mis pies están hinchados y adoloridos.

Se debe a que llevo tres días enteros recorriendo la ciudad en busca de un trabajo, estoy a nada de rendirme en tener un empleo de oficina, en ellos piden certificado de secundaria y no cuento con uno.

Mi última opción son los restaurantes. Aunque la paga es menor, por ahora es lo único que hay para mis posibilidades.

Ya no cuento con un celular. Jacob cortó la línea.

Tampoco tengo aseguranza médica. Cada día es más complicado porque tampoco me permite sacar mi ropa, así que solo tengo tres cambios.

―Señorita ―la voz de la dependienta me hace salir de mi bucle de pensamientos, abro mucho los ojos y mantengo la esperanza― por ahora no estamos necesitando ningúna mesera.

Mis ojos pican y la desilusión está por romperme.

―Puedo estar en el área de cocina, por favor ―ruego, tomando su brazo, los ojos miel de la señora se dulcifican―. Póngame a prueba ―sugiero.

―Este es un restaurante pequeño y familiar. Estamos completos ―aprecio la pena en su mirada y sé que ella quisiera hacer más por mí―. Tal vez pueda hablar con algunos amigos, ellos también tienen negocios pequeños y… bueno, déjame tu número para comunicarme contigo en cuanto consiga algo.

―Mi celular está fuera de servicio ―agitó mi móvil para que ella lo vea―. Busco con urgencia un trabajo porque estoy pasando una mala racha ―explico con torpeza― en el lugar que vivo tengo servicio de Internet, tal vez puedo dejarte mi correo electrónico y por ahí contactarme.

―No soy buena para enviar correos electrónicos, soy un poco anticuada ―comenta apenada―. ¿Tienes algún otro número donde pueda llamarte? ¿Algún amigo?

Lo único que se me ocurre es darle el número de Edward. Ella lo anota en una libreta, me sonríe y yo me alejo con la esperanza de que realmente me hable.

Al llegar al penthouse mis tripas tienen su propio concierto. Mi apetito es voraz que puedo terminar con una vaca entera, pero solo hay sobras de la noche anterior, sopa de tortilla. Llevo la semana entera comiendo lo mismo.

Si Edward no vuelve pronto me veré en la necesidad de pedirle plata, un pequeño préstamo en lo que obtengo un empleo. Al menos confío en que tenga mejor corazón que Alice, esa perra no quiso prestarme ni un dólar.

Llevo a mi boca la primera cuchara de sopa y la puerta se abre.

Edward al fin está en casa. No sé cómo sentirme, lo único que sé es que mi estómago se revuelve y mi corazón galopea como caballo dentro de mj pecho.

Se da cuenta que estoy en la cocina y camina hacia mí. Tiene ese gesto despreocupado y fresco de su personalidad.

―Hola ―saluda cortez, esbozando una sonrisa. Puedo sentir cómo el ambiente cambia entre nosotros―. ¿Cómo estás?

Quiero decirle que me ha ido de la mierda. Porque es la verdad, sin embargo prefiero mantener lo miserable para mí.

―Bien. ¿Quieres cenar?

Niega sin apartar su mirada de mí, poniéndome más nerviosa de lo que estoy. Tenemos una conversación pendiente, así me lo hizo saber desde que se fue de viaje de negocios.

―¿Por qué aceptaste la propuesta de Jacob? ―Indaga.


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