Esta historia ya está terminada, así que habrá actualizaciones constantes para poder tener todos los capítulos de este fic por aquí.

Gracias por leer y nos veremos después.

Esto no es continuación del drabble "Broken". Tómenlo en cuenta por favor.


Imagina por un momento que todo lo que conoces de tu vida cambie de un día a otro. Imagina por un instante que aquello que le daba un sentido a tu existencia cambia sin miramientos solo por un capricho del jodido destino.

Imagina un mundo donde Sakurai Ryou no estuviera muerto.

Para Aomine Daiki esa es su realidad ahora.

Su compañero, su pareja, amante, y quien en tres semanas iba a ser formalmente su esposo murió de la forma más cruel y horrible que un ser humano puede merecer. Lo que una persona inocente pago por los problemas que la carrera en ascenso de detective privado que tu pareja tenía.

Eso era algo que nunca iba a perdonarse Aomine.

Porque sabía que la muerte de Ryou había sido su culpa, solo y exclusivamente su culpa.

-No necesito que me cuiden, Tetsu- gruño por lo bajo Aomine entrando al departamento que compartía con Ryou vestido completamente de negro y abrazando con fuerza el retrato enmarcado de su sonriente y fallecido honguito.

-No seas terco, Aomine- se quejó Kagami atras del peli celeste. Ambos habían asistido al funeral de Sakurai Ryou y apoyar al moreno en ese momento difícil.

-Insisto en que no es necesario que hagan esto- dejo el retrato de Ryou en la mesita de la sala y después se sentó en el sillón pesadamente, pasó sus manos en su rostro y cabellos y los revolvió inquieto. Internamente agradecía a esos dos que estuvieran ahí, acompañándolo en ese momento difícil

Iba a volverse loco en medio de la soledad y silencio en el hogar que hasta hace unos días le daba tanta paz y tranquilidad.

-A Sakurai-san no le gustaría verte así, Aomine-kun- hablo el peli celeste llamando la atención del moreno, se sentó a un lado de Daiki y después agrego -al menos permítenos ayudarte a sobrellevar esto, eres nuestro amigo, somos sus amigos, no seas terco y obedece- agrego ceñudo el peli celeste para diversión de los otros dos.

Una mueca algo parecida a una sonrisa apareció en los labios de Aomine, con esos dos las penas eran menos dolorosas. Vio por unos segundos los anillos dorados de las manos de Kagami y Kuroko y apretó la mandíbula impotente.

Se suponía que Ryou y él se iban a casar en tres semanas. Sus anillos los tenia guardados celosamente en su ropa interior, la reservación del hotel de Hokkaido donde pasarían su luna de miel estaba resguardada en el escritorio de su oficina.

Todo estaba ya casi listo para aquel día.

Pero la zorra de la vida se encarga de recordarte lo perra que puede llegar a ser contigo y lo hace de manera más violenta y fría posible.

Envidiaba tanto al matrimonio Kagami en esos momentos.

Ellos podían tener lo que el tanto tiempo quiso con Ryou.

¿Por qué el no?


Luego de que el matrimonio Kagami se fuera de su departamento y después de jurarle a Tetsu que se comunicaría con él en caso de necesitarlo fue como la soledad y frio de su hogar le invadió, dadas las circunstancias de su actual situación tenia permiso de la comisaria para no aparecerse por ahí al menos hasta que sus compañeros tuvieran claro o una idea de quien fue el responsable de la muerte de su honguito.

Y cuando encontrara al desagraciado que se atrevió a meterse con su Ryou iba a desollarlo el mismo con sus propias manos.

La muerte iba a ser el menor de sus problemas cuando lo encontrara.

Hasta entonces, se embriagaría por todo una semana hasta que su mente borrara la horrible imagen de su honguito boca abajo en su cama y con dos balas atravesando su menudo cuerpo, sus piernas y brazos esposados en las cabeceras de su lecho y completamente desnudo y con claros signos de...

De...

Esa imagen jamás podrá quitársela de la cabeza. Esperaba que el alcohol fuera su salida fácil en todo ese dolor que estaba invadiéndole.

-¿Qué hare ahora sin ti, Ryou?- pregunto al aire bebiendo de golpe un trago de ginebra que quemo por unos segundos su garganta. La fotografía de Ryou estaba frente suyo y en su mano izquierda estaba el anillo que iba a ser del castaño.

Una, dos, tres, varias lagrimas mojaban su playera y pantalón. Después de esos horribles quince días por fin pudo romperse en paz. Estaba perdido, no sabía qué hacer, tantos años tratando con este tipo de situaciones, este tipo de crímenes y cuando le tocaba estar del lado de la víctima...

No sabía qué hacer.

-¿Qué se supone que debo hacer?- hablo de nuevo viendo la botella de ginebra que estaba consumiendo mientras se ponía a jugar con el anillo de su honguito. Le dio un largo trago a su botella y se limpió las comisuras de los labios pues el alcohol estaba saliendo de su lugar.

-Deberías ir a descansar, Daiki-san- escupió el trago de alcohol que tenía en la boca luego de escuchar esa voz. Busco por los alrededores del sofá a Ryou, en la cocina, en la puerta de su departamento.

Pero no había nada ni nadie.

-Jodida mierda, ahora ni alcoholizarme puedo. Estoy alucinando la voz de Ryou- se quejó por lo bajo el moreno dejando la botella de ginebra en la mesita de centro, se levantó de su lugar y se llevó consigo la fotografía del castaño.

El sueño, cansancio y el poco alcohol en su sistema le estaban afectando en demasía.

Puso el portarretrato en el lado de la cama que le pertenecía a Ryou en su nueva habitación, ni de chiste volvería a pisar su antigua habitación, se quitó los zapatos y sin importarle quitar las sabanas se hecho en la cama escandalosamente. Aquellas nuevas sabanas aun mantenían un poco del aroma natural del castaño, su almohada era su única unión con su honguito.

Eran las dos se la madrugada y aun no cerraba los ojos, tenía insomnio y el alcohol en sus sistema no lo ayudaba a conciliar el sueño.

-Encontrare a los malditos que nos hicieron esto, Ryou. Te lo juro- murmuro en un susurro el moreno viendo el lado donde dormía su honguito, podía verlo ahí, a su lado. Acariciando sus cabellos con paciencia y cariño.

Iba extrañarlo mucho.

-Yo también lo espero, Daiki-san- Aomine sonrió entre sueños, de nuevo la voz de Ryou resonó en su cabeza. Su estado mental era una mierda ahora mismo.

-Te amo Ryou- expreso adormilado el peli azul acariciando la cama donde suponía debía estar su honguito. Quería abrazarlo y jamás soltarlo.

-Yo también te amo Daiki-san, descansa. No me iré de aquí hasta que esté en paz contigo- una lágrima rodó por las mejilla del moreno. Su subconsciente era cruel con él, lo hacía sentir un nudo en el estómago cada que recordaba o escuchaba la voz de su honguito lindo.

Si solo supiera que no era su subconsciente con quien estaba tratando ahí.