Después de cruzar los límites de Puerto Dolle, el muchacho tatuado, Aang, se adentró en un bosque oscuro y desconocido. Siguiendo las indicaciones de la anciana, debía buscar a una pareja que vivía bajo el único cedro que se alzaba en la zona. Eran quienes debían guiarlo en este tramo de su examen.
El panorama cambió radicalmente al llegar a la cabaña que descansaba a la sombra del imponente árbol. Sin previo aviso, Aang se encontró con una escena caótica. Una criatura que jamás había visto, un Kiriko, mantenía a una mujer como rehén. En el suelo, un hombre yacía malherido.
El chico quedó perplejo un instante, tratando de analizar la situación. Sus ojos azules se desplazaron rápidamente entre el Kiriko que huía con la mujer y el hombre herido en el suelo. Su primer impulso fue correr tras la bestia, pero algo lo detuvo. Decidió primero verificar la gravedad de las heridas del , cuidadosamente, se acercó al hombre que yacía en el suelo, su pecho subiendo y bajando de manera irregular, labios ligeramente azulados. A simple vista, se podía apreciar una serie de contusiones y laceraciones de profundidad moderada en sus brazos y pecho, probablemente producto de un enfrentamiento con la criatura. Pero lo que más le preocupaba era un corte profundo en la pierna del hombre, un tajo abierto del que emanaba un hilo constante de sangre.
Usando sus habilidades con el Agua Control, el Avatar humedeció sus manos y las posó suavemente sobre la herida. El agua, bajo su influencia, comenzó a emitir un suave brillo, mientras analizaba el daño. A pesar de la gravedad superficial de las heridas, ninguna parecía haber dañado ninguna arteria o tejido vital, lo que permitió a Aang concluir que no eran mortales. El alivio lo llenó, liberando su mente para seguir su instinto.
Con el hombre herido ahora seguro, Aang se puso en movimiento, su cuerpo se movía con la fluidez del agua y la rapidez del viento. Su conexión con la Tierra Control le permitió sentir las vibraciones sutiles en el suelo, proporcionándole una guía invisible hacia el Kiriko. La energía del mundo a su alrededor fluía a través de él, conectándolo a todo lo que le rodeaba.
Mientras corría, el joven maestro aire comenzó a reunir la humedad del aire de su alrededor, condensándola en sus manos. Fue un proceso meticuloso, cada gota de agua arrastrada hacia él por la fuerza de su voluntad. El esfuerzo le resultó extraño, casi ajeno, pero necesario. Pocos maestros agua podrían realizar tal hazaña, y la mera idea de que él, un niño que estaba empezando a entender la magnitud de sus habilidades, pudiera hacerlo le parecía insondable.
Finalmente, con un grito de determinación, lanzó la cadena de agua con toda su fuerza, azotando al Kiriko como un látigo. El impacto fue tal que hizo que la criatura soltara a la mujer, quien aterrizó suavemente en el suelo, sus ojos abiertos de par en par con asombro. El Kiriko, ahora liberado, también parecía sorprendido, mirando a Aang con un nuevo respeto.
Un velo de silencio cayó sobre la escena, tan tangible como la tensión que todavía llenaba el aire. Aang se mantuvo en su postura defensiva, la cadena de agua brillando a su alrededor como una manifestación física de su cautela y preparación. Frente a él, los Kirikos permanecieron igualmente inmóviles, sus ojos fijos en la exhibición de agua control, una mezcla de sorpresa y respeto pintada en sus rostros.
Finalmente, uno de los Kirikos, el de mayor estatura y aspecto más maduro, avanzó con las manos alzadas en un gesto universal de paz. Su voz, suave pero resonante, cortó la tensión como un cuchillo afilado. "Tranquilo, muchacho. No pretendemos hacerte daño. De hecho, estamos aquí para ayudarte".
Las palabras resonaron en el silencio del bosque, tomando a Aang desprevenido. La confusión se reflejó en sus ojos azules mientras bajaba su guardia y preguntaba, "¿Ayudarme?"
El Kiriko mayor asintió, una sonrisa amigable y genuina iluminando su rostro. "Sí. Nos hemos dado cuenta de tu increíble potencial. Tu habilidad para controlar el agua de esa manera... nunca hemos visto algo así antes. Es... desconcertante, y fascinante al mismo tiempo".
Las afirmaciones del Kiriko reverberaban entre los otros, que asintieron en reconocimiento a las palabras de su líder. Aang podía sentir sus ojos todavía fijos en la cadena de agua que oscilaba a su alrededor, una visualización de su desconcierto y admiración.
Con una expresión seria, el Kiriko continuó, "Este encuentro también formaba parte del examen. Se espera que los candidatos demuestren su habilidad para tomar decisiones precisas y rápidas en situaciones de crisis. Y debo decir, joven Aang, que has superado nuestras expectativas".
Extendiendo su mano hacia Aang, el Kiriko señaló la aceptación y la paz. "Somos los guías designados para esta parte del examen. Estamos aquí para ayudarte a alcanzar la sede del examen de cazador. Y basándonos en lo que acabamos de presenciar, no tenemos ninguna duda de que estás más que preparado para enfrentarte a lo que te espera".
La mano extendida del Kiriko colgaba en el aire como una promesa, una promesa de paz y ayuda. Aang miró la mano, luego al rostro del Kiriko, y finalmente asintió, aceptando el gesto de paz. En una expresión de sinceridad e inocencia, respondió, "Lamento si les causé problemas. Sólo estaba intentando hacer lo correcto".
El Kiriko mayor rió suavemente, su rostro suavizándose con calidez. "No hay nada que lamentar, chico. De hecho, has demostrado más valentía y juicio del que muchos candidatos muestran en esta etapa. Ahora, relájate. Estás a salvo".
El alivio inundó a Aang como una ola de agua fresca, pero su preocupación por el hombre herido en la cabaña no se había disipado completamente. "¿Y el hombre herido en la casa?", preguntó, su preocupación evidente en su tono.
El Kiriko sonrió levemente y le aseguró: "No te preocupes por él. La herida en su pierna no era tan grave como parecía, y se cura bastante rápido. Vamos, te lo mostraré".
Siguiendo al Kiriko de vuelta a la cabaña, Aang fue recibido por la visión del hombre sentado cómodamente en una silla, la herida en su pierna ya envuelta en vendajes limpios. El hombre levantó la vista y sonrió a Aang, aliviando los últimos vestigios de preocupación del joven Avatar.
La mujer, que hasta ahora había permanecido callada, habló entonces con una voz suave pero firme, "Todo esto era parte del examen, Aang. El valor que mostraste, la decisión que tomaste, todo fue evaluado. Y debes saber que has pasado con éxito. Ahora puedes relajarte, estás en buenas manos".
Aang asintió con gratitud, su corazón se aligeró al saber que había superado esta prueba. Ahora, con la seguridad de los Kirikos y la certeza de su propio valor, podía concentrarse en el siguiente paso de su camino.
Después de la prueba, Aang siguió a sus aliados a través del bosque, su camino iluminado por el pálido resplandor de la luna. Finalmente, llegaron a una ciudad tranquila y aparentemente desierta. En la quietud de la noche, las luces de la ciudad de Zaban parecían parpadear como estrellas en el suelo.
El Kiriko, en su disfraz humano, llevó a Aang a través de las calles hasta un restaurante modesto. Una vez dentro, pidió "un bistec de forma única y lenta". La camarera asintió con comprensión y les llevó a una sala vacía equipada solo con una mesa, sillas y platos de comida.
El hombre volvió hacia Aang, su rostro humano manteniendo la misma sonrisa amable que había mostrado anteriormente. "De cada diez mil aspirantes, sólo unos pocos llegan hasta aquí", dijo, haciendo un gesto hacia la sala y la comida.
Con eso, el Kiriko se despidió y Aang se quedó solo en la habitación. Con cierta perplejidad, pero también con un hambre que había comenzado a crecer en su estómago, se sentó y empezó a comer. No obstante, el criado por los monjes del Templo Aire, era vegetariano. Con un suspiro resignado, apartó los platos de carne y centró su atención en las verduras. Tomó un pedazo de tofu asado y algunas hojas verdes, su tenedor deslizándose suavemente a través de los alimentos mientras disfrutaba del sabor puro y fresco que ofrecían.
Mientras comía, la sala comenzó a moverse, descendiendo lentamente. Aang, sorprendido al principio, pronto se dio cuenta de que estaba en un ascensor gigante. Terminó su comida con calma, sin permitir que el inesperado movimiento le perturbara. Después de todo, era el Avatar. Había experimentado cosas mucho más extrañas.
El descenso terminó y Aang se encontró en un gran salón, lleno de una multitud de aspirantes a cazadores. Algunos eran tan jóvenes como él, mientras que otros eran claramente más viejos y experimentados. Pero todos tenían una cosa en común: el fuego de la determinación brillando en sus ojos, reflejando la misma llama que arde en el corazón de Aang. Ahora más que nunca, estaba listo para enfrentarse a los desafíos que le esperaban en el examen de cazador. Se enderezó, respiró hondo y dio el primer paso hacia el salón.
El salón estaba lleno de aspirantes, cada uno con su propio número de identificación y una expectativa cautelosa en sus rostros. Aang, con el número 200 en mano, se abrió camino a través de la multitud, su joven presencia atrayendo más de una mirada curiosa.
Entre las caras desconocidas, un hombre de aspecto curtido se acercó. Tonpa, como se presentó, llevaba una sonrisa confiable y declaró que era su 35º intento en el examen. Aang escuchó atentamente a Tonpa mientras hablaba de varios aspirantes notables, especialmente Hisoka, un candidato que había llegado peligrosamente cerca de matar a un examinador en el examen del año pasado.
Incluso mientras Tonpa hablaba, un aspirante imprudente chocó con Hisoka sin ofrecer una disculpa y simplemente intentó seguir adelante. Hisoka, en un instante que pareció detener el tiempo para Aang, hizo que los brazos del aspirante desaparecieran. Aang, horrorizado, miró la escena con los ojos muy abiertos. Un golpe de ansiedad amenazó con derribarlo. Sus manos temblaban y un frío helado se arrastró por su espalda. Eso no era solo competencia, era violencia brutal y sin sentido.
Aang miró a su alrededor, buscando algo, cualquier cosa, que pudiera proporcionar algún alivio a la escena que acababa de presenciar. Pero en cambio, todo lo que vio fueron los rostros despiadados y decididos de otros aspirantes, sin inmutarse por la violencia.
Un sentimiento de pánico comenzó a formarse en su estómago. ¿Era este el mundo al que se estaba adentrando? ¿Un mundo donde se podía herir gravemente a alguien sin piedad y sin consecuencias? Por un breve momento, se preguntó si estaba listo para enfrentar tales pruebas, si realmente tenía la fortaleza para seguir adelante.
Pero entonces, en medio de su creciente ansiedad, la imagen de sus amigos apareció en su mente. Katara, Sokka, Toph, Zuko, Appa, todos habían estado con él en cada paso de su viaje. Se permitió un momento de silencio, cerrando los ojos y recordando sus rostros. Cada risa compartida, cada desafío superado juntos, todo parecía converger en un único y potente sentimiento de determinación en su pecho. "Haré esto por ellos", prometió en silencio. "Por mi familia. Por mi tribu. Por el mundo. No importa cuán arduo sea el camino, no importa cuán fuertes sean los adversarios, no me rendiré". Sus rostros, llenos de confianza en él, le recordaron por qué estaba aquí. Estaba aquí por ellos. Para protegerlos. Para garantizar un futuro seguro y pacífico para todos ellos. Aang respiró hondo, permitiendo que la imagen de sus amigos lo calmara y le diera fuerzas.
Con una nueva determinación en sus ojos, Aang asintió para sí mismo. Sí, este mundo era aterrador y desconocido. Sí, las pruebas serían duras. Pero no importaba lo que le esperara, Aang sabía que tenía la voluntad y la determinación para superar cualquier desafío. Después de todo, era el Avatar, y estaba aquí para cambiar las cosas, no solo para pasar un examen.
Tonpa, aparentemente sin inmutarse por el incidente, ofreció una lata de jugo a Aang. A pesar de su sed, Aang sintió una extraña sensación en el estómago. Observó la lata, luego a Tonpa, su sonrisa amistosa no del todo alcanzando sus ojos. Algo no parecía encajar. ¿Fue la forma en que Tonpa pareció aliviado cuando rechazó la bebida? ¿O fue la forma en que la sonrisa de Tonpa parecía un poco forzada, sus ojos un poco demasiado brillantes?
Decidiendo confiar en su intuición, Aang rechazó cortésmente la oferta. "Gracias, pero no tengo sed", dijo, su voz firme a pesar de la duda que crecía en su mente.
La sonrisa de Tonpa pareció vacilar por un momento antes de volver a su lugar. "Bueno, si cambias de opinión, sabes dónde encontrarme", dijo, antes de alejarse.
Observando a Tonpa, Aang no pudo evitar sentir que había tomado la decisión correcta. Aunque no podía decir con certeza qué estaba mal, sabía que era importante confiar en sus instintos. Después de todo, en un lugar lleno de desconocidos y posibles adversarios, su intuición podría ser su aliada más confiable.
Apenas el hombre se alejó, El avatar vio cómo se dirigía hacia un grupo de tres aspirantes, ofreciendo las mismas latas de jugo que había rechazado momentos antes. Observó la interacción desde lejos, pensando en el extraño encuentro.
Fue entonces cuando vio acercarse a un joven con cabello rubio. El chico, que no parecía mucho mayor que Aang, tomó sin dudar una de las latas de jugo de Tonpa y la bebió, con una confianza que lo dejó perplejo. Después de todo, ¿no había algo sospechoso en las bebidas?
Pero antes de que pudiera reflexionar más sobre la situación, la atención de todos se vio acaparada por la llegada de un hombre de aspecto serio y voz grave. El hombre, llamado Satotz, se presentó como el primer examinador del examen de cazador. Tras su introducción, anunció que la primera fase del examen estaba a punto de comenzar.
Para sorpresa de todos, una pared detrás del examinador comenzó a levantarse, revelando un largo túnel oscuro que parecía no tener fin. Satotz giró hacia el túnel, invitando a todos los aspirantes a seguirlo. Sus palabras finales resonaron en el aire, llenando la sala con una sensación palpable de anticipación y ansiedad.
Aang, sintiéndose pequeño pero decidido entre la multitud de aspirantes, apretó su número de identificación en la mano y echó un último vistazo alrededor de la sala antes de seguir al hombre al túnel. La prueba acababa de comenzar, y estaba listo para enfrentar cualquier desafío que se le presentara en su camino para convertirse en cazador.
