Todo había sido tan rápido que a Frisk le había costado captar que la había teletransportado a otro lado completamente sola, cayéndose al suelo frío al perder el equilibrio. Las manos amatista que la habían estado sujetado habían desaparecido en cuanto terminó en ese lugar cuya oscuridad le impedía ver en dónde se encontraba.
Pero lo primero que le vino fue el olor a putrefacción que penetró su olfato con gran densidad. Era bastante incómodo y le costaba reprimir las ganas de vomitar al no poder evitar dejar de olerlo por mucho que se tapaba la nariz con ambas manos. Se levantó con cuidado mientras trataba de buscar algún interruptor en la pared hasta que dio con ello. No tardó en arrepentirse de haberlo hecho en cuanto contempló la extraña habitación sin ventanas repleta de utensilios de carnicería y frascos tétricos en varias repisas. Sabía más que suficiente para descubrir de qué se trataba ese lugar en específico con tales herramientas médicas y de tortura. Además, había un cuerpo abierto en una camilla metálica cercana a ella, indicándole que el olor desagradable provenía de eso.
Instintivamente se pegó hacia la puerta queriendo alejarse lo más posible del cadáver ensangrentado, no pudiendo hacer crédito a tal visión tan siniestra dentro de lo que se suponía que era un hogar. No sólo se limitaban a asesinar sin sentido, sino que lo hacían torturando al grado de arrancarles los órganos. ¿Iban a hacer lo mismo con ella? ¿Por eso la habían dejado ahí? Quiso salir de ahí cuanto antes, pero era más que evidente que la habían dejado encerrada en un lugar que claramente no tenía forma de escapatoria. Y por más que quería mantenerse tranquila, entre la preocupación de que Flowey estaba al borde de la muerte y que ahora ella también lo estaba con la misma medida que tenía frente a ella, comenzó a acelerar su respiración ante una ansiedad que no había experimentado nunca en su vida. ¿Qué tenía que hacer ahora? ¿Qué podía hacer en esas circunstancias?
Aunque se había ofrecido con tal de salvar a su amigo, ella realmente quería seguir viviendo. Quería poder seguir disfrutando de sus flores junto a su padre, de las pláticas sinceras con su amigo, de los postres de su madre… No estaba dispuesta a dejar todo eso sólo porque unos tipos la discriminaban sin siquiera conocerla. Por lo que instintivamente se quedó mirando la mesita metálica de cirugía a lado del cadáver, justo donde había unos bisturíes perfectamente acomodados por tamaños.
Matar o morir, matar o morir… ¿En verdad terminaría haciendo eso? ¿En verdad no había otra opción? ¿Qué clase de oportunidad tendría ella contra unos profesionales en la aniquilación de la vida? El cuerpo sin vida frente a ella era más que suficiente respuesta para eso.
Sin embargo tenía que hacer algo, lo que fuera, por lo que terminó acercándose con pasos lentos hacia la mesita para tomar los bisturíes sin saber realmente que podría hacer contra quienes no tenían piel, por lo que sólo terminó con la mano extendida sin agarrar nada ante su indecisión. El olor del cadáver era en extremo desagradable ante la sensibilidad de su olfato, por lo que se tapó nuevamente la nariz con ambas manos tratando de disminuir con eso la tortura olfativa que le estaba generando eso, pero al estar tan cerca del cuerpo, su curiosidad la traicionó en querer observar con más detenimiento al muerto y así darse cuenta de que se había tratado de un joven pelirrojo con expresión perdida. No parecía tener rastros de tortura fuera de estar abierto desde el centro, por lo que intuyó que su muerte había sido primero… mucho antes de que cometieran tal atrocidad de dejarlo en tal estado.
Le daba la impresión de que en efecto le habían retirado varios órganos, cosa que nuevamente confirmó en cuanto apartó la mirada del cuerpo para mejor enfocarse en las repisas repletas de frascos con cerebros. ¿Para qué querría un esqueleto órganos? ¿Qué no se supone que no tiene problema con eso? Recordaba las palabras de Sans al respecto y…
Detuvo sus propias conjeturas ante la primera aparición en su mente de su acosador personal. Le incomodaba demasiado el hecho de que todo en lo que había terminado su vida ahora era causa de que él no la había dejado en paz, pero también captaba que la razón por la que aún no la mataban era justamente por su propia intervención. No importaba cuánto le pensara, las intenciones de Sans con ella le eran todo un enigma tras esa máscara sonriente que portaba. ¿Acaso él había dicho que la mandaran en ese lugar para abrirla del mismo modo? Aunque fuera una posibilidad dada las circunstancias, tampoco le parecía que era el caso. No sabía que esperar de todo y eso le generaba mucha incomodidad y ansiedad de no poder hacer nada en ese preciso momento.
Sans ya había cometido muchos riesgos en salvarla de muchas cosas peligrosas repetidas veces, por lo que aunque estuviera en esa situación alarmante, el miedo que había reflejado en cómo le habían acercado su cara a la suya pidiendo una explicación, le confirmaban que en efecto él no quería que muriera bajo ningún costo. Él… en verdad parecía ser sincero en cuanto a agradarle entonces. No tenía sentido por mucho que lo pensara, pero no pudo evitar sentir un ligero vuelco en su pecho ante esa posibilidad. Aunque estaba más que segura de que la verdadera razón a eso era por la ansiedad que estaba incrementándose en ella al respirar cada vez menos queriendo evitar el nauseabundo olor con sus manos. Quería salir de ese lugar, el olor a muerte era suficiente tortura para sentirse mal.
Apartándose nuevamente de los bisturíes sin tomar ninguno, volvió a pegarse a la puerta y se dejó caer en ella teniendo todavía sus manos pegadas en su nariz y boca con tal fuerza que las sentía temblar en su rostro a causa de tantas emociones acumuladas sin poder salir. Terminó sentándose sin apartar la mirada del cadáver que fácilmente podría ser ese su destino también en cualquier momento… y el de su mejor amigo también.
Por primera vez en mucho tiempo, estaba asustada.
Sabiendo lo sola que estaba en ese lugar realmente y sin poder contenerse más, comenzó a derramar lágrimas silenciosas mientras miraba a los ojos al cadáver que claramente no le estaba devolviendo la vista ni sintiendo pena por su aspecto deplorable. No sabía qué hacer, no tenía ni idea de cómo podría librarse de esa al igual que su amigo. No entendía por qué su padre aparentemente se estaba ocultando con un seudónimo y ahora le insistían en que Flowey era un experimento con fines destructivos. ¿Por qué no le dijeron nada de eso antes? ¿Por qué nadie era sincero con ella? ¿Por qué le tenían tantos secretos siempre?
Sólo le quedaba que Sans quisiera salvarla una vez más, pero ese pensamiento era muy ingenuo de su parte si estaba siendo consciente de que le tenía más miedo que ella. Eso no era nada esperanzador en ningún modo. Su respiración comenzó a serle ruidosa al no poder tranquilizarse con ese pensamiento rondándole en la mente, a su vez que el temblor de sus manos estaba a ritmo del latido de su corazón acelerado.
Ruido… había mucho ruido ¿Por qué su cuerpo no se callaba? ¿Por qué no podía controlarse como siempre? Y ese nauseabundo olor no podía soportarlo más, tanto que preferiría estar con el asqueroso puro de Sans que a eso.
¿Dónde estaba Flowey? Lo necesitaba más que nunca, no podía más con todo eso. Necesitaba salir, necesitaba respirar. ¿Por qué su madre no estaba ahí para consolarla? ¿Por qué su padre no estaba con ella dándole un té para que estuviera tranquila? ¿Por qué… no estaban sus hermanos para abrazarla para decirle que todo estaba bien como con cualquier tormenta? Pero en lugar de eso estaba sola… sólo con ese cadáver… un muerto al igual que como lo estaban sus hermanos realmente… al igual que como estarían sus padres si no hacía lo posible de que jamás dieran con ellos ahora.
"Contrólate Frisk", se decía constantemente al querer evitar derramar más lágrimas. "No es momento de llorar, es momento de una solución. Flowey te necesita ahora".
Terminó cerrando sus ojos para no ver más al cadáver ni a los cerebros enfrascados, necesitaba tranquilizarse una vez más. Requería olvidarse de la terrible imagen que tenía enfrente, de los pensamientos horrorizados sobre lo que pudiera pasarle en cualquier momento, necesitaba olvidarse de todo los malestares que estaba sintiendo a causa de sus malas decisiones, necesitaba… ignorar ese olor putrefacto que le estaba siendo cada vez más extrañamente familiar.
No quiso pensar nada más de lo que tenía a su alrededor tras ese absurdo pensamiento, por lo que terminó limitándose a quedarse sentada en la frialdad del suelo teniendo sus manos cubriendo su nariz y boca. Realmente era lo único que le quedaba por hacer ahora mientras nadie más viniera por ella sin haber salida alguna.
Cualquiera que fuera su destino en adelante, no perdería la cordura ni su propia esencia. Podría perder muchas cosas de golpe, pero jamás a ella misma.
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El movimiento rítmico de los dedos del esqueleto sobre su escritorio comenzó a ser irritantes tras varios minutos haciendo lo mismo, teniendo a lado suyo el vaso que Papyrus había traído para colocarle agua a la flor aun sin reaccionar. Desde que habían entrado a la oficina del jefe tras su orden inmediata, tan sólo se había quedado en su asiento sin siquiera permitirse que se sentaran o dijeran algo al respecto, casi era como si tratara de evaluar la situación presente con tan sólo mirarlos. Pero por su semblante nada agraciado era más que evidente que estaba pensando en lo peor posible ante todo.
Sans estaba acostumbrado a estar presente en esa habitación rústica llena de libros y documentos importantes, pero era la primera vez que realmente estaba teniendo miedo ante cualquier reacción que tendría el viejo en cualquier momento. Había tenido que cometer demasiados riesgos en tan sólo el mismo día que amenazaba con ser eterno, pero no se comparaba con lo que pudiera hacer él con la información recién obtenida. No se atrevía a quitarle la mirada de encima como si fuese un reto de quien mostraba debilidad primero, ya había cometido suficientes errores garrafales para darle uno más con el que pudiera atentar contra él. Tampoco se atrevía a voltear hacia su hermano para saber cómo se estaba tomando la situación, aunque tampoco era algo que realmente le importara al estar molesto con él. Su intromisión a sus asuntos personales los había llevado a eso después de todo.
-Estás enamorado. –Soltó finalmente el jefe de familia.
-¿Crees que soy un niño todavía? –Gruñó Sans de inmediato.
-No fue una maldita pregunta. –Le contestó sin apartarle el duelo de miradas mientras dejaba de golpear rítmicamente el escritorio para ahora masajear su cráneo, mostrando el dolor de cabeza que le estaba generando ahora. –Tendría que ser un verdadero idiota alguien para que no se diera cuenta de tu evidente atracción hacia ella.
-Ni siquiera sabías antes de su existencia. ¿Cómo…?
-No podía saber la existencia de alguien que simplemente no existía… hasta que tú mismo me dijiste el porqué. –Sacando unos papeles de su cajón, arrojó sobre el escritorio la carpeta con algunas cosas que claramente Sans identificó como parte de la investigación que estuvo llevando Grillby para él. Eran pocas cosas a comparación de todo lo que se había obtenido, pero había sido más que suficiente para que el viejo quisiera tomar cartas en el asunto si había unas tumbas de por medio. –Muffet me entregó esto de lo que alcanzó a robarte en el bar de quinta y seguía sin tener claro todavía por qué te interesabas en una humana hasta ahora. De todas mis reglas, de todas mis advertencias… ¿realmente creíste que podrías salirte con la tuya con algo así?
-¿Desde cuándo te importa realmente mi vida? –Gruñó nuevamente, cruzándose de brazos para reprimir el impulso de querer golpear algo.
-¡Desde siempre, Sans! ¡Cada maldita cosa que hago siempre es por ustedes! –Exclamó cada vez más colérico el mayor de todos los esqueletos. –Cada entrenamiento, cada advertencia, cada regla… todo siempre ha sido para que sobrevivan siempre, para que nada pueda doblegarlos. Y de todos los especímenes femeninos existentes en el planeta, ¿se te ocurre que es buena idea estarte revolcando con una humana de tal ascendencia?
-Si te sirve de algo viejo, nada de lo que crees ha pasado.
-No, no me sirve de nada. –De estarse masajeando las sienes, ahora pasó a masajear el punto medio entre sus cuencas. –Por el rumor que generaste de que ella es tú amante, ahora nos han catalogado como traidores.
Ambos hermanos no supieron qué decir al respecto en cuanto mencionó tal cosa, a su vez que contemplaban en el escritorio la billetera que había arrojado el jefe siendo reconocida como el detective que les cubría sus fechorías a cambio de dinero. No sólo era incómodo descubrir que al final tal rumor absurdo había llegado a oídos del jefe, sino que la categoría de traidores era algo tan peligroso que siempre había sido el objetivo principal a evitar. No hacía falta preguntar sobre para quienes los estaban tomando de esa forma si sólo había uno en particular que siempre se había evitado: Asgore Dreemurr.
Sans se limitó a permanecer en silencio por seguridad suya, aunque estar viendo la billetera con la placa policiaca no le estaba dando buena espina. Que mataran al sujeto que los encubría no decía nada sobre una traición por mucho que fuese un humano, después de todo, muchos monstruos habían terminado haciéndolo por mera sobrevivencia. Tal parecía que sólo habían buscado un motivo simple con tal de hacer pública la traición por parte suya.
-Si lo que me dices es cierto… no sólo estás involucrándote con una humana, siendo una regla específicamente prohibida para contar con su alianza, sino que estás con la hija de su mayor enemigo que él mismo derrotó a muerte. –Continuó Don Gaster sin interrupción alguna sabiendo que por fin contaba con su verdadera atención. Se quitó las manos de su rostro para contemplar nuevamente a sus malagradecidos hijos. –Y por si fuera poco, has tenido con ella esta arma biológica que seguramente se les volvió a escapar.
-LA FLOR… HA ESTADO PROTEGIENDO A LA HUMANA. –Papyrus se atrevió por fin a decir algo al respecto, aunque el tono de su voz no le era nada favorable. –NI SIQUIERA HIZO ALGO PARA ATACAR A NADIE MÁS, NO PARECÍA SER UNA AMENAZA.
-Si yo fuera una planta parlante, también habría buscado estar con una florista para mis cuidados. –Suspiró el jefe sin darle importancia a eso. –No contará con alma, pero sí con mente. Obviamente no es tonto con tal de sobrevivir.
-¿Y por qué están dando por hecho que somos traidores? Es un simple rumor nada comprobable. –Preguntó Sans queriendo llegar al punto. No sabía dónde había mandado a Frisk y eso le angustiaba dada las circunstancias.
-Mmm… es cierto, no mandarían a su personal a invadir terreno ajeno sin antes comprobar tal cosa. –Analizó de inmediato que se puso de pie para comenzar a caminar en su oficina. Tal parecía que estaba en algo que le estaba invadiendo mentalmente que no era de su agrado dado su expresión. –Tendrían que tener un verdadero motivo del que ya contaran con pruebas para juzgarnos, y un rumor, aunque incómodo, es sólo eso.
-¿ENTONCES SÓLO BUSCABAN UN MOTIVO PARA JUZGARNOS?
-No es el estilo de la mafia Dreemurr, en definitiva debe ser algo con lo que ya tengan garantía de poder hacerlo. –Señaló sin verlos al estar perdido en sus propios pensamientos todavía y manteniendo cuidado en sus pasos sin acercárseles. –Dudo que sepan del origen de la humana si públicamente está muerta, ni tampoco de la estupidez de ustedes dos de mantenerla resguardada si es algo que se presta a la malinterpretación… Pero si fueron particularmente a provocar todo con esa humana en específico, es que contaban con…
Se detuvo en seco tras llegarle algo que empeoró su expresión. Sans hizo todo el esfuerzo de mantenerse en posición firme por mucho que le disgustara estar ahí, pero el que le viera directamente mientras se formulaba tales cosas, le hizo recordar el hecho de que en efecto sí había algo que pudiera ameritar tal acto invasivo.
Él había jurado que había matado a todo testigo de ese hotel. ¿Pero qué tal si no había sido así? ¿Qué tal si se le había escapado alguien? Si era así, podía darse por muerto ahora.
-… que te presentaras. Sans ¿Hiciste algo más de lo que debo tener en cuenta?
-Nop.
-Tu cara me está diciendo todo lo contrario. ¿Qué hiciste?
-Ya te dije que no, viejo.
-Se te olvida que depende de mí si quieres que la humana siga respirando un día más. –Le señaló mientras su enojo estaba volviendo a hacer acto de presencia. –No tengo intenciones de conservarla aquí por mucho que se trate de la hija de un mafioso humano. Así que dame un motivo por el cual deba considerarlo en vez de volverla piezas importantes para el negocio.
-¿Es ahí donde la mandaste? –Se escandalizó al descubrir eso de golpe. En definitiva eso le haría a Frisk tener una peor perspectiva de todo. Como si eso le faltara a su ya arruinada vida en cuanto a su situación con ella. –Viejo, tú sí que estás enfermo.
-No me interesa esa humana, así que habla ahora o…
-¡Agghh! ¡Ella no tuvo nada que ver al respecto! Sólo estuvo en el lugar y momento equivocado… y también hizo algo que no les agradó a los otros. –Explicó de inmediato al no querer escuchar el resto de la oración. Para su desgracia, no estaba en posición de ponerse a la defensiva como otras veces si realmente podría estar su familia en peligro por eso. –Fue la acompañante en turno del hojalata egocéntrico… y ella intervino accidentalmente en el intento de asesinato que los Dreemurr habían organizado en su propio evento…
-Y tú interviniste en el intento de asesinato hacia ella por eso.
El jefe nuevamente se detuvo en seco mientras sus cuencas se habían oscurecido por completo al tener suficiente información para hacer sus acertadas conclusiones. Por la mirada aterradora que estaba tornándose en su agrietado rostro, Sans perjuraba que en cualquier momento se lanzaría hacia él y lo mataría ahí mismo en un solo movimiento, pero en vez de eso, volvió a dirigirse a su escritorio y se sentó para quedarse en silencio meditando la situación fríamente. Por mucho que eso le indicaba que no le lastimaría inmediatamente, no era algo que lo tranquilizaba.
-Papyrus, déjanos a solas. –Indicó finalmente. Era notorio el enojo que estaba conteniéndose.
-P-PERO…
-Vete a tu habitación y no salgas hasta mañana. –Volvió a hablar, esta vez mirándolo directamente mientras seguía conteniéndose de explotar en cualquier momento. –Es una orden.
- AUN PUEDE ARREGLARSE… N-NO ES NECESARIO LASTIMAR A SANS POR ESTO…
-Si, como si ahora te importara.
Susurró por lo bajo el hermano mayor sin verlo directamente, aunque era evidente de que lo había escuchado con claridad al sentir su mirada sobre él. A esas alturas ya daba igual lo que pudiera pasarle si de cualquier forma ya estaba en serios problemas, sólo necesitaba que Frisk pudiera librarla de lo tortuoso que era el lugar en el que estaba. No se imaginaba lo que pudiera estar pensando al ver ese lugar repleto de órganos por vender a la brevedad.
Sin poder opinar más y al sentirse nuevamente excluido, finalmente Papyrus se giró para dirigirse hacia la puerta y retirarse de inmediato. En cuanto ambos esqueletos se aseguraron de que estaba lo suficientemente lejos de la oficina como para no escuchar nada, Don Gaster volvió a sentarse en su escritorio aun con sus cuencas agrietadas mirándolo fijamente con la oscuridad que estaba albergando en él.
-¿Tanto odias a nuestra familia como para ponernos en esta clase de riesgo, Sans?
-¿Vas a acudir al método de culpa ahora? –Se burló Sans apretándose aún más sus brazos queriendo liberase para golpear todo. Aunque le daba igual muchas cosas, era consciente de que debía controlarse. –Temo decirte que ese papel nunca te ha quedado. Así que mejor ve al grano de una maldita vez.
-Mataste a su gente, todo por salvar a esa humana. Y con eso incluso salvaste al traidor. –Señaló directamente. –Nos convertiste en traidores al darnos la columna de esta forma. Tantos años teniendo todo bajo control… tirados al desagüe por que a ti se te dio la gana de involucrarte con una humana. Una maldita humana, Sans.
-Apenas y ella considera hablarme, viejo, enserio no es lo que crees.
-Desde que tuve a Snowdin en mi poder, juré que no nos involucraría en nada que atentara contra la poca paz que podríamos obtener con esto. Pero tras tantos años evitando a Don Dreemurr de cualquier cosa… nos pusiste en charola de plata. Así que te lo preguntaré de nuevo. ¿Tanto odias a nuestra familia?
Sans simplemente rodeó los ojos al exasperarse con eso. Preferiría que lo golpeara de una maldita vez en lugar de que tratara de doblegarlo emocionalmente por alguna extraña razón. Después de todo, esa era una pregunta a la que en definitiva no quería encontrarle respuesta por mucho que en sus adentros tuviera la pista de que no le agradaría saberlo. No, eso era un tema que quería pasar de largo y que prefería encontrar una solución a su problema principal de momento.
-¿Qué tengo que hacer para que sueltes a la humana? –Preguntó sin querer entrar en más rodeos innecesarios. –Ella no tiene la culpa de nada.
-No estás en posición de negociar, Sans. Si no fuera por el hecho de que eres mi hijo, ya te habría matado por lo que nos has hecho.
-Si claro, eso es lo que te detiene…
Rio cínicamente al no poder contenerse más de todo el enojo acumulado de momento. Tantas muertes que había tenido que hacer en su nombre, tantas fechorías que había realizado con tal de tener alejado de peligro a su hermano siendo ahora en vano… ¿Y realmente estaba tratando de hacerle entrar en un estado sentimental padre e hijo? No recordaba ningún momento en el que fuera buen padre antes de la muerte de su madre, por lo que era absurdo que intentara hacer eso en un momento así. Hacía tiempo de que lo había dejado de considerar realmente como un padre y él era más que consciente de eso si hasta Papyrus había terminado haciendo lo mismo. El esqueleto que tenía en frente no era una figura paternal, era un jefe que les daba las herramientas para sobrevivir solamente.
No había día en el que detestara ser lo que era, pero lo único que lo mantenía cuerdo era el alcohol y el saber que al menos sus acciones hacían que su familia rota siguiera viviendo. Todo eso había sido su día con día hasta el momento en el que decidió no matar a una humana. Una que le mostró que tal vez no todo estaba perdido si existía alguien como ella en el terrible lugar que era Ebott.
No le importaba que su hermano había tenido intenciones de protegerlo, lo había entregado a algo de lo que no podría salir airoso sin ser lastimado de por medio. Ahora Frisk estaba encerrada en el peor lugar de la casa sin escapatoria alguna. Tenía que sacarla de ahí de cualquier forma, pero sabía que no podría hacerlo con su propia mano. El jefe se las arrancaría antes de siquiera intentarlo, esa era la razón por la cual no contaba con secuaces, después de todo. Aunque tampoco era que los necesitara demasiado si contaba con Papyrus y con él para las labores principales, sus únicas manos de confianza.
Y tras tantas muertes incontables, tanto movimiento inmoral e ilegal… alguien le había agradecido por salvarle la vida. Aun con lo que sabía que cometía, aun con todo lo que pudiera hacerle, ella siempre le tuvo la suficiente compasión de escucharlo e invitarlo a comer en sus aposentos en más de una ocasión. No lo respetaba por que le tuviera miedo, lo hacía porque creía que cualquiera podría hacer lo correcto si se disponía a eso. Ese rayo de sol que creía que nunca existiría, esa gama de colores que bridaba en un entorno condenado a ser gris… ella era lo que tanto había deseado que existiera y que nunca había creído que el mundo se lo brindaría al no merecer siquiera piedad.
Esa chica que le hacía sentir que había cosas que valían la pena en el mundo… él le había quitado todo en un instante. ¿Odiar a su familia? Daba igual cuál fuera la respuesta a eso. Nada podría compararse con el hecho de cuanto se odiaba a sí mismo.
-¿Esa humana es demasiado importante para ti, entonces? –Preguntó el jefe como si hubiera estado leyendo sus pensamientos. – ¿Tanto como para ser más importante que tu familia?
-¿Terminarás tu estúpido cuestionario en algún momento? –Sonrió Sans sarcásticamente sin querer responder a todo. –Acaba de una buena vez ¿quieres? Esto comienza a ser hasta aburrido.
El silencio en el lugar se volvió incómodo, pero tras varios minutos de tensión finalmente el jefe se dignó en continuar hablando.
-Para tu suerte… creo que puedo hacer algo de momento con esto. –Contestó Don Gaster pensando seriamente en sus palabras y pasando por alto la arrogancia de su hijo. –Nuestra única posibilidad de pronto sería entregarles nuevamente la flor a la mafia Dreemurr como prueba de lealtad a la especie, pero no servirá de nada si no está estable o demuestra señales de vida por lo menos. No podemos entregar algo así.
-Frisk es florista, ella puede… –Sans comenzó a captar cuál era el plan del jefe.
-Permitiré que se mantenga aquí de momento, pero no como una invitada. –Interrumpió Don Gaster un tanto exasperado con todo. Tomó el vaso con la flor inconsciente mirándola detenidamente, como si tuviera esperanza de que despertara de inmediato con tal de no acudir al plan que estaba formulándose. –Su labor será la limpieza y hacer que esté en buen estado esta planta. Mientras no salga de esta casa, no debería presentar un problema.
-Viejo… Sería mejor que ella estuviera fuera de esto…
-Si esto no funciona, la mataré frente a Don Dreemurr como segunda opción, así que por su bien, más vale que funcione. –Nuevamente interrumpió al querer acabar con todo de una buena vez ahora que no estaba teniendo lo que quería por parte de su hijo. –Si tengo que elegir con quien tener una guerra, en definitiva evitaré una con Don Dreemurr. La yakuza ya ha demostrado tener debilidades después de todo, mientras que El rey jamás ha perdido una batalla.
-¿Y mientras tanto qué? –Preguntó con resignación tras eso.
-Mientras tanto sigue mis órdenes como siempre. No la lastimaré… a menos que me dé razones para hacerlo. –Sus ojos amatistas hicieron acto de presencia de modo intimidante. –Y sobre tu mal comportamiento, te estoy dando la oportunidad de redimirte de tus acciones. Lo que menos necesitamos ahora es dividirnos entre nosotros por cualquier cosa que pueda presentarse a partir de ahora. Vete a tu habitación ahora y no salgas hasta mañana.
Sans se extrañó de la flexibilidad que estaba mostrándole en vez de golpearlo hasta el cansancio al igual que la última vez que había cometido una equivocación. Pero tampoco estaba para cuestionarle si con eso le daba la oportunidad de que Frisk estuviera segura con ellos de algún modo. No sabía si lo estaba haciendo por no querer mostrarla al público con todo lo sucedido o porque realmente quería evitar más inconvenientes, pero fuera lo que fuera, estaba teniendo algo provechoso por fin. No iba a desaprovechar eso.
Aunque estuviera preocupado por lo que fuera a pasar en cualquier momento, hizo caso de retirarse sabiendo que tenía el permiso de hacerlo y se dirigió lentamente a su habitación, arrastrando sus pasos con cierto pesar en el trayecto. Realmente era lo único que podía hacer para mantener la paz por el bien de la florista. Tenía que pensar en algo luego… pero realmente no se le ocurría nada.
Mientras tanto en la oficina, Don Gaster terminó desplomándose en su asiento mientras suspiraba de frustración por todo lo acontecido. No importaba cuánto lo pensara, el que su primogénito los metiera en esos problemas en causa de haberse enamorado de una humana, era sumamente atroz por donde se le viera. De todas las estupideces que había tenido que soportarle, la que menos había esperado era justamente una así ¿Qué había hecho mal para que hiciera algo así contra suya? ¿No le bastaba con todo lo que había conseguido para él?
Odiaba cómo habían terminado las cosas, y si bien tenía ganas de matar a la humana de inmediato, sabía que tampoco sería una solución si con eso perdía a su hijo para siempre y se ganaba más enemigos de por medio por eso. Tenía límites después de todo, ese era su debilidad… una que quiso que sus hijos no la tuvieran al igual que muchas otras.
Porque si, Wingdings se consideraba a sí mismo un ser débil por el profundo cariño que sentía por su familia. No le agradaba verlos sufrir, pero era necesario que lo hicieran con tal de soportar lo cruel que era el mundo. Por lo que cada cosa que siempre hacía por ellos… no importaba cuánto lo detestaran si con eso lograba que se mantuvieran a salvo sin necesidad de él. Ya había perdido al amor de su vida, su hermosa enfermera de deslumbrante sonrisa que le alegraba sus días, no se iba a permitir perder también a sus hijos después de eso.
Sans había compartido su debilidad por su familia… hasta ese momento en el que le demostró cuánto le importaba esa humana por encima de él. Y para su desgracia, sabía que el que hubieran intentado atacarla en su hogar había sido realmente para atraer a Sans… para comprobar también si era una debilidad suya. Si el primer intento de rescate con el robot traidor les había indicado que no podrían confiar en él, el intento de rescate en su propio terreno les había dado la razón suficiente para tacharlos de enemigos. Lo habían planeado todo y le aterrorizaba lo que podrían hacer a continuación.
Para el colmo… esa humana era descendiente de un grupo aniquilado por el mayor de los mafiosos. Aunque se tratara de una mujer, podría poner todo en contra y empeorar las cosas en busca de venganza. ¿Qué podía hacer ahora? No tenía suficiente información salvo lo poco que le había llegado tras su renuncia con Don Dreemurr. Necesitaba un verdadero plan ahora y no daba con nada de momento, lo único que tenía era poder hacer tiempo en lo que daba con una verdadera solución para un arreglo pacífico.
Sabía que intentar negociar con la flor era un caso inútil, le daba igual si vivía a moría realmente… pero necesitaba que sus hijos creyeran lo contrario con tal de mantenerlos al margen. Si tanto le importaba a Sans, lo único que podía hacer de momento era retener a la humana en su propio hogar para que su hijo no cometiera una estupidez más. Y necesitaba tener a la flor consigo para que la humana se comportara si aparentemente era lo único que le importaba si hasta había estado dispuesta a morir por eso.
Suspiró una vez más, hastiado por todo lo acontecido y sin que acabara el día. Las cosas que hacía por la familia…. Y aun así siempre eran malagradecidos con él.
-Mia amore… Nuestro hijo es un caso perdido.
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Minutos, horas… realmente no sabía cuánto tiempo había pasado, pero Frisk no soportaba más el estar ahí. Seguía sin abrir sus ojos y sin quitar sus manos de su boca y nariz, pero no sabía cuánto más podría resistir esa tortura olfativa.
El movimiento de la puerta abriéndose de golpe tras su espalda le hizo abrir nuevamente sus ojos de la sorpresa. Por mero instinto, Frisk se puso de pie un tanto queriendo entrar a la defensiva sabiendo que sería un acto inútil de su parte, pero ver a la alta figura de cuencas agrietadas le decía que más le valía prevenir cualquier cosa de su parte.
Sin borrar su mirada friolenta sobre ella, invocó nuevamente unas manos color lila que la sujetaron de inmediato sin que pudiera hacer algo para evitarlo, haciéndole oler de nuevo ese putrefacto olor que casi le hacía querer vomitar. Una vez de que parecía estar seguro de estar lo suficientemente retenida, el esqueleto se acercó y sacó una lamparita de mano de uno de los bolsillos de su saco para comenzar a inspeccionarla detenidamente. Tanto movimiento indebido comenzaba a asustarla mientras notaba que estaba tocándola indirectamente para percibir su pulso. ¿Acaso estaba evaluándola para retirarle sus órganos también?
-Limpieza bucal en buenas condiciones, molares sin registro de caries, tampoco sin indicios de parásitos o bacterias en su sistema. –Decía para sí mismo mientras unas manos escribían todo lo que decía. –No muestra ninguna clase de lesión. Y de vista…
La luz de la lámpara sobre sus ojos le incomodaba en gran medida al igual que su intento de agrandarlos con la punta de sus huesudas manos, pero el mafioso seguía enfocando su herramienta como si tratara de buscar algo más en ello. ¿Qué no se daba cuenta de lo mucho que incomodaba eso?
-… ojos color tinto. Eso no es un color natural. –Le oyó susurrar con un tono un tanto sorprendido por primera vez. –Eso fue inducido para que se viera así. ¿Acaso es una rara moda oriental?
-¿Q-que…?
-Da igual, lo importante es que no eres un foco de infección pese a tu anterior vivienda en estado deplorable. –El esqueleto guardó su lámpara en su saco y se enfocó en verla directamente mientras las manos que la habían estado sujetando desaparecían inmediatamente. –Sígueme humana, a menos que quieras seguir permaneciendo aquí.
Estando contrariada por lo que acababa de ocurrir, terminó haciéndole caso con tal de alejarse del nauseabundo olor. Por fin respirando tranquilamente, recorrió el pasillo que poco a poco la conducía de nuevo hacia la sala del extraño lugar tras subir unas escaleras, indicándole que había estado en un sótano nada agraciado. ¿Qué clase de sujetos tenían algo así en su propia casa?
-No hace falta aclarar que si no obedeces, te convertiré en lo mismo que viste en el sótano. –Indicó el esqueleto deteniéndose de golpe en la sala, haciendo que ella de igual forma de detuviera aun contrariada con todo. –Así que estate agradecida por la piedad que te estoy brindando.
-¿Dónde está Flowey? –Preguntó sin más.
-La flor estará en mi posesión de momento. Si te comportas adecuadamente, puede que…
-Necesita de mis cuidados, podría morir si no se le atiende.
Le interrumpió estando preocupada por eso, pero por la expresión del esqueleto conteniendo la respiración por unos segundos, tal parecía que no le había agradado que le hablara directamente por mucho que eso hubiera sido lo más normal para ella. Le daba la impresión de que no le agradaba siquiera la intención de tenerla en su propia casa o frente a él de modo intencional, cosa que parecía ser lo único que tenían en común de momento.
-No vuelvas a interrumpirme o te arrancaré diente por diente hasta que entiendas lo que son los modales. –Comentó con cierta cólera en el tono de su voz. –El día comienza en esta casa a las 6 de la mañana, por lo que deberás levantarte más temprano para tener el desayuno listo a las 7 en punto. Deberás portar el uniforme que te dejé en ese sofá en todo momento y mantener toda la casa limpia menos mi habitación, esa está prohibida que entres. No tienes permiso de poner un pie fuera de este lugar de ningún modo y sólo deberás seguir mis órdenes. ¿Quedó claro?
-¿Me… está dando trabajo? –Se extrañó aún más, viendo el vestido doblado que estaba en el sofá color olivo señalado. No se había imaginado algo así tras todo lo ocurrido.
-"Trabajo" es algo que se le brinda a alguien por su servicio y se le paga por eso. En tu caso, trabajarás para mí si quieres tener el derecho de comer.
-En ese caso, no gracias. Prefiero poder irme de este lugar. –Comentó con sinceridad mirándolo fijamente elevando su rostro para poder hacerlo. Era bastante alto para ella. –Quiero llevarme a mi amigo lejos de ustedes.
Sin poder prevenirlo, una de sus manos flotantes le brindó una cachetada que le hizo retroceder de inmediato. Algo adolorida por eso, puso su mano en su mejilla queriendo disminuir el dolor de algún modo y sin éxito. Pero aun así no apartó la mirada del esqueleto frente a él. En verdad que era un sujeto despreciable.
-Pareces ser una humana insolente. Por lo que si no sabes respetar a tus superiores, te enseñaré a temerme.
Tras decir eso le dio la espalda y se retiró del lugar dejándola sola en ese extraño lugar para ella. Frisk había tenido intención de seguirlo y ver en dónde se encontraba Flowey si le había dicho que lo tenía en su poder, pero el cansancio y tantas emociones acumuladas le hicieron perder finalmente el equilibrio, dejándose caer en el sillón que tenía su ahora uniforme de un trabajo que jamás pidió. Ella había tenido su propio negocio, su propio hogar… y quienes se lo habían arrebatado ahora le estaban dando techo como si eso fuera suficiente. ¿Y querían que estuviera agradecida?
Quería salir corriendo de ese lugar, pero no podía hacerlo sin su amigo, además del hecho de sentirse extrañamente observada en ese lugar. Y aunque le hubieran indicado de algún modo que todo estaría bien siempre y cuando siguiera órdenes, nada de eso le agradaba ni le parecía correcto. Por la hora que estaba indicando el reloj pesado en la pared, todo indicaba que se la había pasado casi un día entero encerrada con el cadáver si ya estaba entrando la noche. Era imposible saberlo al no contar con ventanas el lugar, como si las pinturas fueran suficiente para aparentar que estaban en una casa y no un museo de malas decisiones.
Intuyendo que se habían ido a dormir todos, dejándola en la sala sin nada más salvo el uniforme, todo le indicaba que no había intención de darle una habitación o algo si pretendían retenerla en ese lugar bajo la amenaza de tener a Flowey consigo. No le estaba brindando trabajo realmente como había creído, la estaba manteniendo como esclava personal. Le estaba quitando ahora su libertad como si todo lo demás no hubiera sido suficiente para tener el peor día de su vida.
No queriendo doblegarse con todo, respiró profundo y se mantuvo firme mientras buscaba acomodarse en la sala si tendría que dormir ahí. Aunque el fuego de la chimenea le brindara calor, se quitó su gabardina sucia para usarla como cobija y acomodó unos cojines pequeños para poder colocar su cabeza en ellos. Pero en cuanto se quitó la prenda elegante, notó con horror que no sólo le faltaba la pañoleta dorada que su madre le había regalado de cumpleaños, sino que tampoco estaba el collar con forma de corazón que tanto apreciaba desde que lo había tenido consigo. ¿En qué momento se le cayeron? ¿Se habían perdido en la explosión?
Tenía ganas de volver a llorar, pero su enojo era más grande que su tristeza ahora.
Realmente le habían quitado todo... pero eso no implicaba que se diera por vencida. Saldría de los malos días que posiblemente le vendrían, tan solo estaba comenzando desde abajo nuevamente y no iba a permitir que sujetos desagradables le hicieran sentir mal. No les daría esa satisfacción.
Revisando los bolsillos de su gabardina estando esperanzada de encontrar su collar ahí, se topó con la llave con forma de estrella de cuatro picos en su parte sujetadora que ahora no le servía de nada salvo como un recuerdo de su querido local. Pero también encontró la tarjeta de presentación que había guardado ahí en cuanto Mettaton se la había dado. No le había prestado atención antes al no interesarle en absoluto, pero al leer tanto el número telefónico como la dirección escrita a mano, supo que por fin estaba dando con una posible solución a varios de sus problemas.
Tenía un plan ahora. Sólo tenía que resistir lo suficiente para poder ejecutarlo.
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La buena noticia es que ahora Frisk está a salvo… por ahora. La mala es que muchos sufrirán de ahora en adelante con muchas cosas que se vienen, jojojojo.
**inserte sus teorías locas en la caja de comentarios… y deje algo para que Frisk pueda comer luego**
Michi fuera!
:)
