-¡CUENTO, CUENTO!

-¡No, canción! ¡Canción!

Ambos niños esqueleto saltaban de un lado para otro entre camas que tenían en su habitación, mientras que su madre simplemente les observaba divertida de la energía que tenían consigo pese a que ya era hora de dormir para ellos. No obstante, los dos sintieron la magia verde sobre sus pechos que les hacía detenerse en sus camas correspondientes tras varios minutos brincoteando sin decidirse entre ellos. Pese a que su madre nunca se mostraba disgustada ni tuviera intenciones de regañarlos, por la expresión cansada que mostraba entre sus cuencas fue más que suficiente para que el pequeño Sans comprendiera que lo mejor para ella era no darle más problemas y descansara finalmente.

En lo que se sentaba en su cama para comenzar a taparse, notó que Papyrus hacía lo mismo tras ser un pequeño que ansiaba copiarle todo a su hermano mayor y notó que su madre se sentaba en la silla que había entre sus camas para suspirar levemente, seguramente aliviada de ver que por fin iban a acostarse sin más insistencia.

-Ayer fue una canción, ¿qué les parece si esta vez es un cuento? –Señaló su madre.

-¡SIII! ¡GANÉ! –Exclamó Papyrus emocionado, destapándose entre tanto movimiento de sus brazos y piernas celebrando a su manera enérgica.

-¿Algo en particular que les gustaría que les contara? –Rió la mujer esqueleto con la actitud de su pequeño.

-¡LA HISTORIA DE CÓMO PAPÁ Y TU SE CONOCIERON!

-¡Puagg! ¿Por qué una historia de amor? –Sans se cruzó de brazos disgustado. ¿Cómo podría ser eso mejor que escuchar la dulce voz de su madre cantándoles? –Eso es muy aburrido.

-El amor no es aburrido, mi niño. –Comentó su madre mientras tapaba de nueva cuenta al menor de sus hijos. –Llegará el día que ambos crezcan y querrán pasar todo el tiempo con su enamorada.

-¡COMO PAPÁ Y TU!

-Pero eso sería dejarte y no quiero eso nunca. –Reprochó de nuevo el pequeño, ignorando la exclamación de júbilo de su hermanito. –Nunca, nunca te dejaré, mamá.

-No tienes por qué hacerlo, mi Sansy. Yo siempre estaré con ustedes, aun en la distancia, aun cuando no quieran que su mami esté al pendiente de ustedes siempre para arroparlos y ver que coman bien. –La sonrisa de la esqueleto era bastante relajante para los niños, transmitiéndoles confianza con ese simple gesto maternal. –Cuando llegue el día, no querrán que esté encima de ustedes y no podrán hacer nada para evitarme. ¡Bwahahaha!

-¿Acabas de lanzarnos una amenaza? –Rio divertido Sans por su intento de risa macabra.

-YO TAMPOCO QUIERO DEJARTE SOLA, MAMI. –El menor pidió su atención jalándole la manga de su suéter. Queriendo que también le acariciara la cabeza como a su hermano mayor. –CUANDO CREZCA, ME CASARÉ CON UNA PRINCESA Y VIVIRÁS EN MI CASTILLO.

-Muchas gracias, mis niños, pero no hace falta. Tengo a su padre ¿lo olvidan?

-¿Alguien me invoca?

De un modo particular que caracterizaba demasiado a su padre, se encontraba ahí recargado en la pared tras haberse teletransportado con tal precisión que casi podría jurarse que había esperado a que lo mencionaran para presentarse de esa forma. Y no importaba cuántas veces lo hiciera, tanto Sans como Papyrus les parecía divertido esa capacidad suya que no dudaron en destaparse por completo para salir corriendo hacia él para abrazarlo. El cual con una sonrisa los recibió abrazándolos a cada uno con un brazo, aunque para Papyrus eso no era suficiente y terminó trepándolo como podía poco a poco, mientras que su padre no hacía nada para detenerlo en su intento. Era poco tiempo el que podrían disfrutar con él después de todo.

-Y ahí se fue mi intento de hacerlos dormir… –Susurró para sí misma la esqueleto, contemplando tan hermosa escena para ella. –Tus hijos quieren escuchar la historia de cómo nos conocimos ¿quieres ayudarme un poco?

-¿En verdad? ¿Quieren saber cómo logré conquistar a su madre como futura referencia? –El esqueleto se separó de Sans para dirigirse hacia ella y abrazarla desde la cintura de tal forma como si no quisiera que se escapara en alguna oportunidad. Pero por la forma en la que se veían directamente era evidente que quien tenía sin escapatoria al otro era al revés, moviéndose levemente como si comenzaran a bailar una canción que sólo los dos podían escuchar. –Muy bien, aprendan del maestro. Todo inició cuando la invité a bailar.

-¡Oh! ¿Enserio? –Preguntó su madre mientras fingía una expresión de enfado. –Creo recordar que fui yo quien comenzó, señor "siempre enfermo".

-Eras una enfermera, ¿de qué otra manera podría verte? –Le cuestionó mientras le lanzaba una sonrisa cómplice que Sans no lograba comprender del todo. Papyrus, quien ya había logrado trepar hasta la cabeza de su padre, rio divertido de ver la escena tan de cerca. –Además, me daba la impresión de que no permitías que nadie más me atendiera. Era obvio que te gustaba.

-No, era porque tú pedías que sólo yo te atendiera porque "era quien tenía tu diagnóstico completo". Yo era quien te gustaba.

-¿Y qué me dices de esa vez que fingiste que tenía una severa lesión que requería reposo de semanas? Admítelo, querías tenerme ahí para ti.

-Sí, porque era verdad tu lesión. –Aunque la esqueleto quisiera mostrarse ofendida, lo cierto era que no podía contener su sonrisa divertida con el extraño juego entre ellos. –Aunque ahora que lo pienso, puede que tú mismo te hayas lesionado apropósito.

-Oh ¿eso es lo que crees?

-¿Tienes manera de mostrar inocencia?

-Tal vez…

Sabiendo que estaban a punto de besarse, Sans apenas y tuvo tiempo de taparse las cuencas con sus pequeñas manos para no ver tal escena asquerosa. Estaban ante niños ¡por Dios! ¿Qué no podían controlarse?

Anulando su vista por cuenta propia, escuchó la risa de su hermanito ante una escena que sin duda alguna le gustaba contemplar, si después de todo él había pedido escuchar la historia de cómo se conocieron pese a saber uno que otro detalle que debía de ser más que suficiente. Un soldado destinado a arriesgar su vida en el frente por un país que lo denigraba por ser monstruo, una enfermera que fue obligada a ejercer tal profesión con tal de tener alimento diario… ambos flechados bajo un ambiente peligroso cuyo motivo para seguir adelante era poder construir un futuro juntos llenos de sueños y esperanzas de una vida feliz. Habían logrado salir adelante en la guerra con el propósito de sujetar la mano del otro fuera de todo peligro.

Hasta que claro… al final no resultó del todo así.

Quitándose las manos de sus cuencas cansadas tras varios minutos estando sentado en un sofá ajeno, contempló su lamentable realidad que venía siendo su presente tortuoso, estando esperando a que la arácnida terminara de empacar lo esencial junto con el felino monocromático ayudándole en todo lo que le indicara. Él se había limitado a quedarse esperando en la pequeña sala del departamento, mientras recargaba energías necesarias para lo que determinaba como uno de los peores día de su vida que seguía sin poder terminar.

Ya no era aquel niño que esperaba quedarse despierto hasta que llegara su padre del trabajo. Ahora presentaba el crudo malestar (literalmente hablando) de que era un joven adulto que debía de despertar ante un mundo que iba en declive en todos los aspectos.

En verdad que no quería pensar demasiado el asunto, pero no podía evitarlo. La noticia sobre el verdadero destino de su madre había sido tan desgarradora que su mente amenazaba con perderse en un abismo de ira en cualquier momento dirigido a un sujeto en particular. Nunca había deseado con tantas ganas golpear al viejo que yacía recargado en la pared con brazos cruzados. Y si bien sabía que se lo merecía… no podía hacerlo. No porque se lo fuese a impedir (que a esas alturas no dudaba de que se dejaría golpear por él dada la circunstancia), sino porque internamente no podía evitar sentirse identificado con la situación de tal forma que no lo admitiría en voz alta. Admitía haber actuado por su cuenta en aquella noche que había rescatado a Frisk de la misma calaña del Gran Don… aunque claro, no se comparaba con lo que el viejo había causado relacionándose con el mismo sujeto.

-Todo esto es tú culpa, lo sabes ¿verdad? –Soltó Sans tras varios minutos en silencio entre ellos.

No recibió respuesta alguna, pero pudo notar que había apretado el puño que aun sostenía el anillo de plata con sus palabras. Tal parecía que el viejo que no se dignaba a verlo directamente, estaba teniendo en ese momento una batalla campal dentro de su mente. Sans se cruzó de brazos para reprimir nuevamente las ganas de golpear todo lo que tuviese al frente.

-¿Cómo piensas enfrentar todo esto ahora? –Insistió al no poder contener todo su enojo hacia él. –Sin apoyo, sin aliados… sólo somos tres contra toda una mafia cuyo apellido el mundo entero conoce y teme.

-Lo sé... pero no pienso dejarme caer por eso. –Finalmente respondió el esqueleto mayor con una voz bastante ronca, aunque seguía sin verlo directamente como si fuera más importante contemplar la puerta que daba con la salida. Todo mientras se quitaba lentamente el guante izquierdo para dejar a la vista su palma agujerada y dedo anular con el anillo plateado a juego con el que sujetaba en su otra mano con cuidado. –Haré lo que sea necesario para borrar la sonrisa de ese maldito.

-Ehhh… ya estoy lista. –La voz de Muffet interrumpió el extraño ambiente que se había estado formulando entre ellos. Mientras que ella llevaba una bolsa simple, el felino grisáceo cargaba varias maletas sin queja alguna. Era difícil si le causaba un malestar o no al ser complicado ver un rostro en él. –W.D. toma. Conseguí esta cadena de oro para un dije nuevo que encontré, pero podrías usarlo para…

Extendió una de sus manos para entregarle el collar delgado que mencionaba, pero se frenó en el aire al ver que la mano del jefe esqueleto estaba descubierta. Sans no podía culparla por sorprenderse con eso, realmente era muy raro ver que se quitaba los guantes. Y sabiendo que le estaba entregando eso exclusivamente para que pudiera llevar el anillo de su esposa difunta consigo, ver directamente que seguía llevando su argolla de matrimonio consigo pese a los años seguramente debía de causarle un leve malestar.

Sin decir nada, el esqueleto alto ignoró la petición de la arácnida y puso el anillo junto al otro. Suponiendo que esa era su manera de decir que la llevaría consigo de una forma que nadie más podría decirle. Muffet entendió a la primera su mensaje y bajó la mano para guardar la cadena en su bolsa pequeña sin decir nada más al respecto.

-Si ya está todo listo, retirémonos para organizarnos. –Comenzó a hablar el viejo mientras se colocaba el guante negro de nuevo. –Necesitamos nuevos protocolos de seguridad ante un enemigo que solo pretende jugar con nosotros.

-¿Y qué pasará con el compromiso de Pyrus? –Preguntó Muffet.

-¿Qué? Agghh… esa maldita cosa. –Se sujetó la cabeza como si le estuviera por reventar en cualquier momento.

-¿Qué acaso se te olvidó? Vendiste a tu hijo con tal de seguirle lamiendo las pelotas al psicópata de tu ex jefe. –Soltó Sans aun cruzado de brazos, cada vez siéndole imposible contenerse con tantas cosas acumuladas. –¿Cómo fue que trabajaste par alguien así? ¿Qué nunca te diste cuenta de lo mal que estaba?

-Yo solo quería darles lo mejor a ustedes. –Finalmente el Don se dignó a verlo directamente. –Que eso no se te olvide.

-Pues vaya que fracasaste. –Soltó cada vez más molesto. Su madre, Papyrus… todo era por su culpa. No tenía derecho de justificarse a esas alturas. –Si lo que querías era deshacerte de nosotros lentamente, pudiste matarme en el momento que…

Sin verlo con tiempo, el jefe se había lanzado hacia él para darle un puñetazo directo a la cara que lo tumbó del sillón en el que había estado. Adolorido, pero más enojado que cualquier cosa, Sans lanzó una patada hacia la cara del viejo a modo de respuesta y se levantó dispuesto a brindar todos los golpes necesarios al ya no querer contenerse más. En verdad que estaba harto de él. Harto de sus absurdas reglas y demandas. Harto de todo lo que tuviera relación con él.

-¡¿Por qué no fuiste tú quien se murió aquel día?! –Exclamó Sans tras abalanzarse hacia el esqueleto que apenas se recuperaba de la patada que le había lanzado. –¿Por qué tuvo que ser ella quien pagara por tus malditos errores?

Estando a punto de golpearlo de nueva cuenta, el jefe fue más rápido y le brindó un rodillazo hacia su abdomen para luego darle otro golpe hacia su sien para aturdirlo. Aunque tuviera sus años y estuviera cansado, sí que el viejo sabía brindar buenos golpes todavía.

-Si quise morir ese día… No importaba cuanto lo rogara… –Exclamó igual de furioso el esqueleto alto. –Pero no pude sabiendo que estaban ustedes. Ella dejó que se la llevaran con tal de salvarlos a ustedes, par de malagradecidos.

-¡Oh! ¿Ahora es nuestra culpa haber nacido?

Aunque estuviera enojado con él, Sans comenzaba a darse cuenta de que él también contaba con muchas cosas acumuladas desde hacía años. El que se estuvieran golpeando el otro al otro mientras destrozaban las cosas que tenían a su paso en el pequeño departamento, ignorando lo que pudiera pensar los presentes, le indicaba que ambos tenían rencores y dolor que no habían soltado tras tanto tiempo y que su único desquite estaba siendo ese momento violento entre padre e hijo. Golpearse hasta el cansancio por cosas que ya no podían reparar, pero que infantiles estaban siendo los dos en ese momento… pero vaya que no podían contenerse. Ninguno tenía la intención de hacerlo de momento.

-Mamá nos pidió a Papyrus y a mí que nos fuéramos, diciendo que no tardarías en llegar y que todo estaría bien. –Le lanzó la jarra de cristal que había estado en la mesita central de la sala. –Confiaba en ti… al igual que Papyrus confiaba en ti y aun así lo vendiste. ¿Y es a mí a quien reprochas de cometer errores? ¿Es a mí a quien exiges?

-Sí, ¡Porque te pareces a mí! ¡Maldito idiota!

Había estado preparado para recibir un golpe de nueva cuenta, pero no para el juego sucio de poner la magia de por medio cuando se suponía que debían resguardarla por el momento crucial que enfrentaban. Varias manos de tono amatista aparecieron y le hicieron caer en el suelo para sujetarlo ahí mismo, mientras que el dueño de tales manos mágicas se agachara y ahora fuese él quien le sujetara.

-Lamentablemente… heredaste demasiado de mí. –Comentó con voz entrecortada por tanto ajetreo, teniendo su rodilla en su columna para evitarle que se levantara. –No piensas en consecuencias y eres egoísta. Es a ti a quien debo exigir más por eso.

-¿Y por eso al mejor de nosotros tres lo vendiste? ¿Al único que todavía te tiene respeto pese a todo?

-No quiero perderlo… no quiero perder a ninguno de ustedes. Son todo lo que me queda ¿tanto te cuesta creerlo?

-¿Cómo creerlo con tus acciones? ¿Crees que no me doy cuenta de que preferirías que hubiésemos muerto nosotros en vez de ella?

-¡Preferiría haber muerto yo en lugar de ella, Sans!

-Bueno, por fin tenemos algo en común tras todo esto. –Rio sarcásticamente pese a estar aún sujetado sobre el suelo. Pese a tratar de girarse, sus esfuerzos eran en vano y apenas podía visualizarlo. –¿Por qué trabajaste para ese maldito?

-¡Porque te teníamos a ti! Un bebé prematuro que estaba por morir y que no teníamos manera de pagar por su salvación.

Estando retenido por él, Sans podía sentir el temblor de su agarre ahora por las emociones que estaba soltando el jefe. Pero por primera vez en la pelea no estaba dispuesto a querer golpearlo nuevamente. No sabía nada sobre eso y no estaba del todo seguro de lo que estaba sintiendo con la noticia.

-Naciste antes de tiempo… y resultaste ser muy débil. Un simple rasguño podría matarte. –Comenzó a explicar ante el silencio incómodo, sin importarle del espectáculo deplorable que estaban presentando ante la arácnida y felino. –Aunque ambos supiéramos de medicina, no era suficiente sin todo lo necesario. Medicinas, hospitales… todo eso costaba bastante y nosotros apenas y teníamos para comer. Arial no dormía temiendo que pudieras morir en cualquier momento y su salud empeoró al poco tiempo por eso. Era claro que tenía que hacer algo, pero las opciones de un mejor trabajo para un monstruo son limitadas y me habían despedido sólo por haber pedido ayuda monetaria para ustedes. Así que cuando llegó el socio de Don Dreemurr ofreciéndome trabajo de auxiliar, no lo dudé ni por un momento.

Sabiendo que las intenciones de seguirlo golpeando se habían ido por la borda, notó que el jefe esqueleto lo estaba soltando lentamente y quedó arrodillado en el suelo mientras que Sans se incorporaba quedando sentado sobre la alfombra, viéndolo sin poder creer que esa era la parte de la historia que nunca creyó que fuese así.

-Si no hubiera aceptado trabajar con la familia Dreemurr, jamás habría podido pagar para que tu salud mejorara. Pero después de eso, fue más difícil conseguir otro trabajo que no pudiera brindar la calidad de vida que merecían. Por lo que al nacer Papyrus... me prometí crear mi propio imperio en el que ustedes jamás tendrían que sufrir por hambre.

-Y por eso obtuviste Snowdin. –Concluyó Sans, entendiendo esa parte.

En verdad que era molesto. ¿Por qué no le dejaban enojarse como se debía? Ahora tenía más sentimientos inconformes que cuando había iniciado la pelea. En verdad que no era justo.

-He… así que este carácter lo saqué de ti. –Señaló Sans sin pensar, como si inconscientemente hubiera estado buscando lo que fuera para no odiar al viejo del todo. –Y para ser un ruco que no sale de su oficina, todavía sabes dar buenos golpes.

El jefe, quien todavía tenía una mirada triste, se limitó a levantarse para esperar que su hijo hiciera lo mismo. Tal parecía que no le había hecho bien soltar tales cosas, por lo que Sans consideró que no era oportuno preguntarle más detalles que claramente se seguía escondiendo.

-Sí, pero también puedes ser mejor que yo. Actuaste como un líder en la mansión.

-Oh, por favor, no empieces con eso.

Si había querido apiadarse del jefe, todo se había ido por la borda con esas últimas palabras. ¿En verdad iba a insistirle ahora sobre la herencia que tenía? ¿En qué sano juicio pensaría que quería algo que causaba demasiado mal a sus seres queridos? ¿No le había bastado el desenlace que había tenido su madre para querer dejar todo? En verdad que no entendía la mente del viejo. No importaba que fuese la única forma de mantenerse en un mundo que los discriminaba, pensar en seguir el juego de mafiosos como jefe de una familia rota por malas decisiones era completamente absurdo.

-Lo digo enserio. Supiste frenarme cuando yo no podía hacerlo. Eso es lo que debe hacer un líder, tu estas hecho para eso. –Insistió el esqueleto mientras se colocaba la gabardina que se había quitado al entrar al departamento cálido. –Sólo… no cometas mis errores.

No queriendo seguir más con el tema al sentirse más incómodo con el ambiente entre ellos, se dispuso a pararse y a seguir la comitiva para trasladar todo al vehículo. No estaba del todo seguro sobre lo que estaba sintiendo de momento, pero no quería darle más espacio en su cabeza ahora. No cuando tenían muchas cosas que solucionar antes de siquiera llegar a su casa.

El maldito día todavía no terminaba.

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-Sabes… cuando dijiste que evolucionaría mi entrenamiento, nunca creí que sería esta estupidez.

Tras todo un día estando en la sala de estadía a nombre del oyabun, Chara comenzaba a aburrirse de estar sentada frente a él con múltiples juegos de mesa que ya habían utilizado durante horas sobre el suelo en el que se habían acomodado entre una que otra almohada a la mano. Al principio creyó que trataba de retarla de algún modo y aceptó sin cuestionamientos al adentrarse en las partidas que le ponía en cuanto a póker o ajedrez, pero siendo ya altas horas de la noche y estar haciendo lo mismo realmente le estaba irritando. ¿Acaso se trataba de una puta broma? Preferiría mil veces seguir con su trabajo impuesto en vez de estar perdiendo el tiempo con las cartas en su mano.

-Los juegos de mesa ayudan a tu mente, es algo en lo que creía tu padre. –Comentó Kris sin disgustarse en lo mínimo, estando concentrado en las cartas de su mano. –Confiar únicamente en tu agilidad física no es suficiente, requieres estar en armonía con tu mente para…

-Si, si, blah, blah. –Le interrumpió antes de que continuara el tedioso monólogo sobre equilibrio con base a la filosofía japonesa. –Ya me sé eso de memoria.

-Entonces trata de ganarme por lo menos una vez. –Pese a su grosería, le contestó tranquilamente.

-Pues me gustaría que esto fuese más entretenido al menos.

-¿Qué sugieres?

-¿Qué tal si apostamos? –Sonrió con malicia ante la oportunidad. –Cada vez que gane, te quitarás una prenda de encima, ¿qué dices?

-Que estás loca creyendo que ganarás una sola vez con esa actitud tan mediocre. –Respondió sin siquiera mostrar una emoción alguna. En verdad que no poder verlo a los ojos directamente era fastidioso en situaciones así. –Además, en cada que gane no me interesa que te quites tú una prenda. De hecho deberías vestirte más.

-¡Agghh! ¿Cuándo piensas dejar de ser virgen?

-¿Pensabas "dejarme ganar" sólo para provocarme? –Pese al tanto cabello que el oyabun tenía encima de su rostro, pudo visualizar que había arqueado una ceja interrogativamente. –Estás peor de lo que pensé si crees que permitiría tal insulto de tu parte.

-Hay hasta adolescentes que ya perdieron su virginidad. Lo tuyo ya es exageración. –Continuó hablando Chara, ignorando las palabras de su superior. –No creo que pretendas ir virgen al matrimonio como señorita. Aunque con ese cabello tan largo…

-Chara, concéntrate en el juego.

-¡Oh, por favor! No trates de desviar el tema, es obvio que lo eres. –Finalmente le prestó atención y bajó su baraja en mano tras la risa que se desató en ella por su insistencia firme. –No puedes engañarme a mí. Digamos que no puedo oler a cualquier virgen a la redonda por tu mera presencia.

Sabía de antemano que no era correcto burlarse de su jefe por mucho que fuera poca la diferencia de edad que había entre ellos (y que además podría reprenderla cruelmente), pero no podía evitarlo, no con esa absurda ideología que el oyabun tenía de reprimir sus instintos para volverse más fuerte y centrado con su entorno. Y aunque fuese un verdadero malestar para ella, Chara sabía más que nadie que sus "ventajas" (como Kris le llamaba) eran simplemente sus instintos naturales. Si el sexo era una de ellas ¿por qué negarse a sí misma eso?

Fuese un malestar de su existencia o no, era con lo que contaba y más le valía aceptarlo tarde que temprano. Realmente no tenía de otra por mucho que deseara no haber vivido.

-En vez de darle verdadera utilidad a tus habilidades, sólo pierdes el tiempo actuando como leona en celo. –Kris se limitó a acomodar su baraja en mano, esperando todavía su movimiento.

-Que puedo decir, tengo un apetito voraz. –Chara sacó la lengua juguetonamente sin darle importancia al asunto. –Y cualquier adulto con sentido común también lo tiene.

-¿Vas a insistir con el tema toda la noche? –En su voz podía percibir que comenzaba a molestarle el asunto tan insistente. –¿Por qué te interesa tanto ese dato de mí?

-Porque tienes treinta y dos años… además de que estás rodeado de gente desnuda aquí y varias han expresado de que eres atractivo para ellas, pero que tú mismo te has negado con total desinterés. –Señaló con algo de gracia tas recordar cómo algunas prostitutas murmuraban a sus espaldas si la razón fuera la cercanía que tenían entre ellos, cosa que le causaba bastante risa de que lo pensaran. –No te caería mal hacerlo al menos una vez.

-De momento tengo otros intereses más importantes en los cuales enfocarme. Una relación sentimental no está en mis planes próximos, es todo. –Suspiró Kris tras varios segundos meditando su respuesta. –Ya tengo más que suficiente lidiando contigo y arreglando el desastre que generaste en tu error.

-Y ahí vas de nuevo con tu rencor… en verdad que te hace falta coger…

-Chara, ¿podrías enfocarte en el juego ya?

La mencionada se limitó a rodear sus ojos rojos con algo de exasperación y arrojó su mano en frente suyo para que contemplara las cartas que había contado en su mano y sin darle más importancia al asunto. ¿En verdad que no entendía?

-No me interesa ganar. A lo que a mí respecta, hace mucho que ya perdí el juego.

Aunque estuviera mencionando sobre la partida que habían alargado más de la cuenta, Chara esperaba que el jefe entendiera de una buena vez que realmente no le importaba el resultado de las cosas si de cualquier forma ella era no era dueña de su propia existencia. Si tan sólo venía siendo una carta más en la mano de alguien más ¿Qué más daba intentar entender el supuesto juego de la vida si su mera existencia no coincidía con ello? La regla citadina de "matar o morir" lamentablemente no funcionaba con ella. Mientras que había perdido a toda su familia, estaba condenada a no estar con ellos jamás ni en muerte. Retirada de una lógica que no aplicaría con ella nunca.

Para el mundo ella no existía más. Si tan solo fuera eso verdad…

Internamente estaba enojada con muchos involucrados. No era alguien hecha de piedra después de todo. Pero por más que deseara la muerte de quienes le habían arrebatado todo, simplemente no podía ver más allá de eso ante un temor de lo que pudiera toparse tras eso.

-Es lamentable lo que te hicieron, pero recuerda que puedes usar eso a tu favor contra tus enemigos.

-Enemigos que no hemos logrado acercarnos ni por intento. –Recordó mientras se paraba para estirarse ante el entumecimiento de sus piernas. No tenía ni idea de cuántas horas había permanecido sentada en el suelo jugando cosas sin sentido. –Pero si todavía existo para vengar a mi familia… ¿Qué me quedará después de eso? Jamás podré estar con ellos.

-¿Es por eso que te autosaboteas?

Chara no respondió inmediatamente tras soltar una risa sin sentido, pero internamente comenzó a cuestionarse si había algo de verdad en esa pregunta. ¿Era el temor de no quedarle nada más salvo una existencia de placer insatisfactorio? ¿O era algo más en lo que aún no reparaba? No le interesaba una respuesta a esas alturas.

-Tú eres Don Perfecto ¿Tú que sabrías de autosabotaje?

Sin esperar mandato sobre su retirada, se encaminó hacia la salida mientras hacía un ademán de despedirse con su mano dándole la espalda en cada paso que daba. Tras tantas horas de juego, realmente quería dormir y olvidarse del día estúpido que había pasado. Salió de la habitación lujosa sin saber que el jefe de la yakuza se había quedado contemplando la puerta en la que se había retirado, emitiendo un gesto que la joven jamás se imaginaría que pudiera suceder en su rostro siempre indiferente.

Kris jamás lo admitiría, pero realmente estaba preocupado. Si era verdad que Frisk había muerto… si era verdad en que había fracasado en proteger a una parte del legado de su maestro, ¿realmente podría lograr vengarlo? Tomó su largo cabello recogido por instinto acorde a sus propios pensamientos. No consideraba necesario explicarle a Chara sobre lo que significaba dejarse crecer el cabello. No cuando ella era tan infantil en gran parte de sus acciones que la alejaba del camino del honor.

Necesitaba saber si Frisk seguía viva o no. De lo contrario no podría perdonarse ni llamarse digno de tomar el papel de su maestro.

.

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Pese a que era bastante noche, Tammy seguía sin poder dormir del todo tras dar demasiadas vueltas en su cama. No estaba del todo segura si era por el hecho de que faltaba muy poco para su cumpleaños y por ende su mayoría de edad, o porque en cualquier momento sería la prometida de alguien que ni conocía y que no estaba del todo segura de si eso era una buena idea por el bien del sindicato. Por lo que, aun sabiendo que estaba en pijama, aprovechó a levantarse y buscar agua con tal de tratar de hacer algo que le arrullara a la larga.

Recorriendo los pasillos de su hogar, descubrió que era algo reconfortante sentir tanta tranquilidad sin tanta gente recorriendo el lugar. Pero tras escuchar unos ruidos provenientes de la oficina principal, se detuvo sin saber si debía de averiguar por su cuenta si algo pasaba sabiendo que eso no podría ser algo prudente de su parte. ¿Su madre estaba despierta? ¿Seguía trabajando a tan altas horas de la noche? Sin pensarlo más, abrió poco a poco la puerta para ver si podía ayudar en algo pese a la posibilidad de ser regañada por aun estar despierta, pero para su sorpresa no se trataba de su madre ni de ningún temmie que estuviera trabajando todavía. Ante ella… y ante la poca luz que brindaba la luna sobre el ventanal, contempló con horror una silueta alta con un par de ojos luminosos color amatista que le observaban directamente desde el escritorio.

Asustada por percibir que se trataba de un ladrón en la oficina de su madre, estuvo a punto de gritar por ayuda, pero una mano flotante del mismo tono que esos ojos luminosos cubrió toda su boca en el acto.

-¡Lo encontré! –Susurró una voz que no provenía de la figura que le estaba sujetando indirectamente.

-Espera, no lo…

Notando que la silueta más baja sujetaba un documento que reconoció de inmediato y que estaba por romperlo, Tammy cerró los ojos inmediatamente sabiendo lo que pasará a continuación, lo cual no fue suficiente dado que la luz que emitía el papel irrompible era tan grande que le llegaba de cualquier forma. Estaba segura de que aquello había iluminado todo su hogar y daba suficiente aviso de lo que estaba pasando en el lugar. Tal vez la magia no era el fuerte de un Temmie, pero nada les ganaba en hacer documentos irrompibles de ningún modo. Literalmente hablando.

Atreviéndose a abrir los ojos tras un buen rato, pudo notar que eran dos esqueletos quienes estaban irrumpiendo en la oficina de su madre a altas horas de la noche y que ahora no podían apagar la luz que emitía el documento. Y si bien parecía que estaban por retirarse del lugar tras ser descubiertos, la puerta había sido más rápida en abrirse dejando ver que algunos guardias de la casa llegaban de inmediato.

-¡Hoi! ¿Qué son estas horas de recibir visita?

Notando la voz de su madre, se giró con prisa asustada de que aquellos sujetos pudieran hacerle daño, pero para su sorpresa tan sólo estaba parada ahí sonriéndoles, portando una gran bata y pantuflas y siendo acompañada por dos guardias que parecían tener más miedo que otra cosa. Su madre no parecía molesta en absoluto contra los ladrones y chasqueó los dedos para apagar la luz que el mismo papel dorado emitía con intensidad. Después de eso, simplemente prendió un foco para ver con mejor tonalidad la habitación junto con los intrusos.

-¡Hooiii! Don Gaster e hijo, ¿buscaban algo en particular o adivino por mi cuenta?

Notando que la mano flotante que había tapado su boca había desaparecido, se giró de nueva cuenta para ver a los esqueletos sin dar crédito del todo. ¿Ellos eran la familia Gaster? ¿La familia de Papyrus? ¿Qué no… se suponía que iban a morir en ese día según su madre? No parecían tener buenas intenciones y claramente no se trataban de sujetos agradables si tenían sus ropas maltratadas y armas a la vista. Si habían ido a matarlas sabiendo lo que se había tramado…

-Mi terrón de azúcar, ¿qué haces despierta a esta hora? –Le sonrió su madre con ternura, pero por la mirada que le dirigía le daba la impresión de que trataba de advertirle algo. Aunque claro, también podría ser su imaginación. –Tranquila, vuelve a dormir.

-¿Ella es tu hija? –La voz del esqueleto mayor no sonaba nada agraciada.

-Sí, ¿Qué tal? Es muy bonita como te dije, aunque me hubiera gustado presentarla con mejor atuendo. –Rio divertida la líder sindical, sin darle importancia al aturdimiento de todos los presentes. –No sé por qué la prisa de venir a tan noche, pero por sus aspectos intuyo que no te fue tan bien.

-Las cosas han cambiado.

-¡Oh! ¿Y crees que rompiendo un documento legal acabarías con todo? –Rio sin pena su madre, dejándola atónita a su hija por la valentía de mantenerse tan risueña como siempre ante dos sujetos de temer por simple vista. Y tal parecía que los guardias que tenía consigo pensaban lo mismo, los cuales comenzaron a retirarse ante la señal sutil de su líder. –Nuestros contratos son famosos porque no pueden romperse una vez que se firman, Hoi. La magia misma hace que se cumplan, se quiera o no. Está todo eso en las letras pequeñas.

-El Gran Don fue quien asesinó a mi esposa.

Había soltado esas palabras tan de golpe, que Tammy se tapó la boca preocupándose por lo terrible que debió ser para él comentar tal cosa como acto desesperado. Ambos esqueletos… se veían muy tristes ahora que lo pensaba. Pero de malas expresiones no se comparaba con su madre, quien parecía querer mantener su sonrisa de forma cordial, aunque ésta se había opacado lentamente y su vista por unos segundos pareció perdida. A Tammy le daba la impresión de que estaba pensando bastante en sus palabras y acciones siguientes, pero fuera cual fuera el caso, notaba que no estaba del todo bien pese a su sonrisa confiada.

-Es… lamentable oír eso. –Comentó finalmente su madre con un tono menos agudo de lo normal. –Pero un trato es un trato.

Con la velocidad de un simple pestañeo, el esqueleto más bajo desapareció de la vista de todos para toparse con él muy de frente y con la punta de una pistola plateada apuntándole en la frente. Mirarlo desde arriba era tan aterrador como el hecho de saber en el peligro que ahora se encontraba.

-Sin prometida de por medio, no hay compromiso ¿cierto?

La sonrisa siniestra ante las cuencas oscuras le aterrorizaba tanto como el arma con el que le estaba apuntando hacia la frente. Tammy no sabía qué hacer sabiendo que podría morir en cualquier momento, que no pudo contenerse más y terminó soltando lágrimas silenciosas ante la impotencia de no poder hacer nada por su vida. Ni siquiera se atrevía a ver hacia su madre implorando su ayuda, con temor a verla peor que ella o que con ello pudiese detonar un peor desenlace para ambas. No comprendía cuáles fueran las intenciones del esqueleto de querer matarle para deshacerse de un contrato que ninguno de los dos decidió por cuenta propia. Simplemente estaba atrapada en una situación que ella jamás deseó y de la que no tenía idea de qué pudiera salvarle.

Aunque le diese igual el resultado de su vida controlada… en definitiva quería seguir viviendo.

-P-por favor… -Susurró entre llanto.

Ella sólo deseaba que nadie la notara, poder pasar desapercibida sin la presión social con la que abundaba constantemente como hija de líderes sindicales. Quería desaparecer en varios momentos… pero en definitiva no de esa forma. ¿Qué tenía que hacer para que dejara de apuntarle la cabeza? No podía dejar a su madre sola, sabía que la necesitaba en varios aspectos.

-Matar inocentes no es su estilo. –Aunque no pudiera verla por estar al pendiente del arma apuntándole, la voz de su madre resonó en el lugar con bastante seriedad. –Creí que eran más inteligentes que esto, hoi.

-Estás muy tranquila para tratarse de la vida de tu única hija. –Escuchó la voz del Don.

-No es la primera vez que contemplo algo como esto, lamentablemente. ¿Crees que no sé qué mi esposo fue asesinado? Tú y yo tenemos más en común de lo que crees.

Por primera vez ante la situación, Tammy se atrevió a desviar la mirada estando atónita de lo que salía en boca de su madre que, pese a ser habitualmente muy carismática en su forma de expresarse, la contemplaba serena sin mover nada más que su boca. ¿Qué es lo que su madre estaba diciendo? ¿Qué no…?

-El Gran Don temía del poder que estaba alcanzando mi esposo de forma legal, por lo que acabar con él fue un obstáculo menos ante una grandeza impuesta por él mismo. –Continuó hablando su madre, sabiendo que estaba teniendo la atención de todos los presentes. –Justo como tú, sólo soy una viuda que trata de darle lo mejor a su hija, mientras que lidia con la soledad de haber perdido a su ser querido en garras de un maldito.

Tammy no entendía mucho de lo que decía su madre con tanta firmeza, pero pudo prever que Don Gaster hacía una señal para indicarle a su primogénito de que bajara el arma. Pero el esqueleto no hizo caso a la petición como si estuviese congelado con el arma apuntándole, indicando que la decisión de disparar fuese sólo suya. Su mirada estaba perdida en todo el sentido de la palabra, lo cual le hizo pensar a Tammy qué tan mal se estaba sintiendo internamente como para estarle apuntando sin siquiera verla del todo, como si no buscara ojos en dónde verse reflejado. Sabía que no era un buen momento para sentirse mal por su aparente atacante (y posible asesino), pero no podía evitar percatarse de ese detalle tan similar a cómo se veía ella en el espejo tratando de convencerse de que sus acciones eran las adecuadas por mucho de que no estuviera conforme con ellas.

Pero por mucho que quisiera luchar por su vida, rogar por que le permitiera seguir más días, no tenía el valor salvo de quedarse llorando en silencio sin poder apartar la vista del arma plateada apuntándole. No tardó en percatarse de que también estaba temblando del miedo, amenazando de caerse desplomada en el suelo en cualquier momento.

-Sans, metti giu 'la pistola.

Escuchó de nuevo al Don, mas no entendió nada de lo que había dicho al hablar en otro idioma aparentemente. Pero fuera lo que le haya indicado, el esqueleto finalmente bajó el arma y se apartó de ella sin siquiera mirarle directamente. Tammy no pudo suspirar de alivio al ver que le permitirían vivir, sin embargo, no pudo desaparecer sus lágrimas y temblores del miedo tan vigente. Desesperada por calmarse, se acercó a su madre rápidamente en busca del consuelo de sus brazos, los cuales no se negaron en absoluto mientras le acariciaban el cabello suavemente.

-En verdad lamento lo que me informan, pero una vez firmado el contrato, éste no puede romperse. –Comentó su madre manteniéndose firme. En verdad que en ese momento no sabía si admirarla por su valentía o incomodarse por su falta empatía ante el atentado hacia ella y el resto de la situación. –El sindicato no está para ganarse enemigos, Hoi, pero eso no significa que no pueda hacer algo por ti.

-¿Cómo qué?

-¿Has oído el dicho "ojo por ojo"? –Comenzó a explicarse con calma, mientras seguía acariciándole suavemente el cabello para calmarla. –Cuentan algunas lenguas que el Gran Don ocultó a su esposa en algún sitio desde la muerte de su único hijo. Es difícil dar con un rastro teniendo todo tan controlado, peeeero nada se escapa de los impuestos ¡Hoi!

Tammy estaba aterrada con lo que decía su madre, pero por la atención que tenía de los esqueletos suponía que estaba logrando su cometido de calmar las cosas. En verdad que había veces que admiraba a su madre por lograr tales cosas, pero en otras… no estaba del todo segura de lo que sentía y tal vez era lo mejor no darle nombre. Fuera lo que fuera, sabía lo mucho que la amaba y que hacía todo lo posible por darle una buena vida.

-No puede usar su nombre real por obvias razones, por lo que hay un seudónimo con el cual realiza todos sus movimientos bancarios… y eso incluye las donaciones que da al sindicato. –Continuó tranquilamente, acariciando a su hija como si de un gatito sobre su regazo se tratase. –También puede que lo utilice para mantener a su esposa a la distancia, Hoi. Si tu hijo menor y tú asisten al cumpleaños de mi hija, podría darte más información.

-Eso sería afirmar públicamente su compromiso. –Gruñó el esqueleto menor desde su sitio. El brillo de sus cuencas había vuelto.

-Se puede cumplir con el contrato de muchas formas y sin afectar a terceros. Sean más creativos ¡Hoi!

Le aterrorizaba la sugerencia que les estaba dando su madre. Literalmente les estaba diciendo que podrían provocar al Gran Don para matarlo y así tener vía libre en New Home sin intervenciones. En verdad que no podía entender cómo era la vida de los mafiosos, pero tal parecía que su madre lo entendía a la perfección y no tenía miedo de hablar del mismo modo poniéndose "a su altura".

-Yo solo quiero expandir el sindicato en New Home por el bien de los monstruos trabajadores, continuar con el legado que mi esposo dejó y honrar su memoria. Piensen bien en sus siguientes movimientos para otro día, estaré encantada de saber su respuesta ¡Hoi!

Con un señalamiento de manos que no logró entender, ambos esqueletos se comunicaban algo que finalmente les hizo asentir entre ellos y desaparecer sin despedirse. Asombrada de ver la habilidad tan extraña ante sus ojos, se apartó de su madre para averiguar si habían dejado rastro alguno que pudiese explicar cómo había sido que pudieran desaparecer de la vista ente un pestañeo. Pero nada, no habían dejado nada, casi como si fuesen cuidadosos de no dejar siquiera huellas en el alfombrado.

Se giró hacia su madre para preguntar qué había pasado realmente y por qué había dicho tales cosas tan confusas para ella, pero en vez de ver la mítica sonrisa risueña de su madre, tan solo estaba parada ahí, con un semblante nada característico en ella y que no sabía a ciencia cierta explicar a qué pudiera deberse. ¿Estaba frustrada, molesta, preocupada? Era difícil saberlo tratándose de ella.

-Mamá… mi papá murió de neumonía. –Le recordó algo temerosa de cualquier reacción. –Las dos estuvimos en su lecho de muerte. Lo vimos morir en cama.

-¡Hoi! ¡Lo sé! –La sonrisa excesivamente carismática regresó en el rostro de su madre. –Pero ellos no tienen por qué saberlo.

-Pero…

-Mi dulce terrón, en un mundo monitoreado por hombres, la mejor arma con la que contamos es la manipulación. –Contestó sin pena alguna, mientras le acariciaba levemente su largo cabello para finalmente quitarle el mechón que siempre se dejaba encima. –Genera empatía en algo en común y listo, los tienes de tu lado. ¡Hoi!

-¿Pero eso es…?

-No importa lo que pase de ahora en adelante, mi terrón de azúcar, nosotras ganamos en cualquiera que sea el resultado. –Le indicó con una sonrisa confiada.

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Este capítulo quería subirlo antes de navidad, pero por la misma fecha me fue muy complicado terminarlo a tiempo, jajajajajaja.

PD: ¡Ya tengo compu nueva! Y eso significa… más rápido todo, y eso incluye animaciones! Ahora sólo necesito ver cómo organizar mi tiempo con todo :'D

*inserte teorías locas aquí y tome una michigalleta de jengibre después*

Michi fuera!

:)