Una suave melodía lo levantó lentamente.
Siendo un pequeño niño de cuatro años que eventualmente se quedaba dormido en donde fuera, abrió poco a poco sus cuencas para darse cuenta de que había estado recostado junto a su hermano también dormido en el sillón verdoso que tenían. Reconociendo lentamente la dulce tonada que escuchaba a lo lejos, se bajó con cuidado para no despertar a Papyrus y que siguiera en su profundo sueño que seguramente estaba siendo alimentado por el suave sonido que emitían las teclas.
Encaminándose hacia el lugar de origen de la música, contempló a su madre concentrada con el piano que tanto cuidaba pese a ser viejo. A Sans le gustaba el modo en el que parecía navegar a través del sonido que ella misma producía, desde el cómo colocaba con destreza sus dedos, hasta el hecho de tener siempre levemente más alzado su dedo anular izquierdo para que su anillo plateado no rozara con las teclas ni por accidente. Siempre le daba la impresión de que había un brillo distinto en su mirada cada vez que se disponía a tocar su instrumento… y no podía culparla, era realmente maravilloso lo que podía hacerse con una caja de madera que internamente tenía cuerdas.
Queriendo ver más de cerca lo que hacía su madre, se acercó con algo de prisa para no perderse ningún detalle. Sin embargo aquello hizo que las manos agujeradas de la esqueleto se detuvieran al verle rápidamente.
-¿Sans? ¿Qué haces despierto? –Pese a la leve sorpresa de verle levantado, su madre le tenía una sonrisa para él. –Es la hora de tu siesta.
-Quiero ver como tocas el piano, mamá.
-Ummmm, ya que no parece que tengas sueño, ¿qué tal si mejor tocas el piano conmigo?
Emocionado con la invitación, Sans corrió por el cojín más cercano que tuviera al alcance y lo puso en el asiento alargado en el que estaba su mamá, la cual le hizo levitar levemente con su magia para colocarlo con cuidado sobre el cojín que había traído. Era la única forma en la que podía alcanzar la altura de tal instrumento frente a él.
Desde que tenía memoria de su corta vida, su mamá siempre le había sentado con ella para tocar el piano. Si bien había iniciado para arrullarlo y tenerlo consigo sin que se apartara de ella, Sans había terminado amando el piano y comenzado a tocarlo cada vez que lo subía con ella. Fue así como había comenzado a enseñarle en qué teclas estaba cada nota hasta el hecho de saber leer solfeo. No sabía si se trataba de algo sencillo de hacer o si era bastante dedicado a ello, pero su madre siempre se emocionaba cada vez que aprendía a tocar una melodía completa por su cuenta y en poco tiempo.
-¿Estás listo para este nuevo reto? –Preguntó su madre mientras terminaba de hojear la libreta frente a ella con las partituras anotadas con tinta.
-Nací listo, mamá.
Riéndose con ternura de su comentario, terminó colocando la pista elegida por ella y ambos pusieron sus manos sobre el teclado, casi como una caricia. Sans leyó que el nombre de la canción seleccionada era "Sueños y esperanzas" y rápidamente se puso a leer la partitura antes de comenzar. Realmente se veía muy difícil, pero no se atrevía a comentarlo en voz alta con tal de lograr sorprender a su madre una vez más. Sin embargo una vez que comenzaron, rápidamente pudo darse a notar que le costaba trabajo alcanzar algunas notas por sus pequeñas manos que no daban con tal velocidad, a lo cual su madre rápidamente reparó la melodía con una habilidad sorprendente de tal forma que nunca se percibió el error que ningún espectador podría captar qué había pasado. Era como si hubiera estado atenta desde antes de comenzar para intervenir en su auxilio.
Por un momento se cohibió con no poder llegar a la altura que su madre seguramente estaba esperando de él, pero la sonrisa que le dio mientras seguían tocando fue más que suficiente para calmarlo. Sin palabras de por medio, era su forma de decirle "no te preocupes, sigue", a lo cual le devolvió la sonrisa algo apenado y se dispuso a evitar volver a cometer el error. Siempre que tocaban el piano, Sans se había dado cuenta que había una regla no escrita sobre no hablar al momento de tocar, suponiendo que era para no distraerse con cualquier otro sonido que no fuera el mismo piano.
Toda la intensidad que se había vuelto la melodía, poco a poco comenzó a disminuir hasta terminar adecuadamente con un buen final. Fue así como nuevamente su madre se giró hacia él para verle directamente.
-Ya quiero tocar el piano como tú, mamá. –Finalmente le dijo con algo de pena.
-Entonces no te adelantes, Sans, primero siente tus tiempos, tus silencios… hay algo verdaderamente hermoso en todo eso. –Le comentó mientras le sonreía para que se calmara. –La armonía consiste en saber esperar el momento adecuado para sacar la nota adecuada y actuar de inmediato en otras.
-Suena confuso.
Su madre simplemente rió con ternura mientras le acariciaba la cabeza.
-Volvamos a intentarlo.
-¿Y si fallo de nuevo?
-Tendrás una razón más para volver a intentarlo.
-¿Y si de nueeeeeevo vuelvo a fallar?
-Entonces vooooolverás a intentarlo.
-¡Mamá, es enserio!
¿Cómo era que su madre no podía comprenderlo? Parecía que simplemente se estaba riendo de él mientras seguía acariciándole la cabeza. Pese a todo, no podía sentirse mal por no poder ser comprendido ante el gesto de su madre, tal parecía que sólo trataba de animarlo ante una preocupación que comenzaba a incrementar en él.
-¿Y si nunca logro tocar el piano bien?
-¿Cómo podrías saberlo si te rindes antes? –Al no percibir ningún malestar por parte de la dulce voz de su madre, optó por calmarse un poco. –No hay nada más maravilloso que luchar por lo que te hace feliz, mi niño.
-¿Tu luchaste por tocar bien el piano?
-Si… y por muchas cosas más.
-¿Cómo qué?
En lugar de recibir una respuesta, simplemente obtuvo un beso sobre su cabeza, dejándolo más confundido. No sabía si aquello era una forma de decirle que no le diría nada o si le estaba diciendo de esa manera la respuesta que no podía captar. Fuera lo que fuera, su madre no le dijo con palabras lo que realmente quería saber.
-Tal vez te lo cuente cuando seas mayor.
-Bueno, ¿pero me puedes decir si valió la pena?
-Valió todo mi tiempo y universo… mi pequeño Sans.
Contempló cómo su único ojo luminoso estaba presente, esa única esmeralda de lado derecho que brillaba para él de forma cariñosa. A lo cual Sans iluminó su ojo azulado a modo de respuesta y un tanto divertido con eso, pero sin comprender del todo las palabras de su madre. Aun así, colocó sus manos sobre el piano para estar listo a la indicación de su madre para iniciar de nueva cuenta la melodía complicada.
Sin embargo no escuchó ninguna canción una vez que ambos comenzaron. Tan sólo un sonido diferente interrumpió de tal manera que Sans simplemente sobresaltó de su cama, teniendo su ojo luminoso de forma amenazante ante lo que tenía frente a él, de lo cual sólo obtuvo una risa de lo más desagradable para él sin preocuparse de su reacción.
Sans dejó de iluminar su ojo al serle de lo más cansado tener que hacerlo justamente cuando despertaba de la peor forma de un buen sueño que no había tenido en mucho tiempo. No obstante, no dejó de observar a la arácnida que parecía estar buscando entre sus pertenencias algo sin reparar en su cinismo de hacerlo sin pena alguna. Odiaba que tomara demasiada confianza en su propia habitación. ¿Qué no tenía la suya propia ahora?
-Estás husmeando en el cuarto equivocado, multiojos. El del viejo está a la vuelta… ¿o es que no te atreves a ingresar al suyo?
-Parece que quisiste guardar un par de recuerditos de ella ¿eh? Huhuhuhuhu. –Canturreó con burla total mientras sacaba rápidamente unas las flores marchitas que alguna vez tuvieron un color dorado, una nota escrita con palabras concretas pero con buena caligrafía femenina y la daga que había logrado quitarle anteriormente que ni siquiera tuvo intención de limpiar antes de guardarla ahí pese a provenir de un cadáver. Su sonrisa empalagosa hacía notar que se estaba divirtiendo por haber encontrado tales cosas en su cajón de calcetines. –Supongo que tu investigación se trataba de tu humana ¿no? ¿Así que es japonesa?
Quería mantenerse lo más natural posible ante su indiferencia mientras movía la daga vieja, pero lo cierto era que le estaba irritando verla en su habitación con esa confianza que no iba al cabo. ¿Porqué le daba por molestarlo ahora? Que no tuviera una vida propia no significaba que pudiera arruinar la de los demás. Tan sólo quería dormir un poco más…
-Deja las cosas en donde estaban y lárgate si no quieres que te arranque los brazos que tienes extra.
-Tranquilo Sansy, sólo no pude contener más mi curiosidad, huhuhuhu. –Pese a lo divertida que se le notaba, hizo caso en dejar las cosas en su sitio. Tal parecía que sólo le estaba tentando para ver hasta dónde llegaba su tolerancia. –Me sorprendió ver a tu noviecita en la casa la otra vez. Es una pena que no pudieras conservarla.
-Si claro, se te nota taaaanto la pena.
Sans hizo un esfuerzo en no caer dormido nuevamente sobre su cama, por lo que se enfocó en la irritación que le causaba la confianza desmedida de la chica. Ya había notado que había estado usando de nuevo el apodo que le tenía a Papyrus de niño, pero que usara también el suyo le era sumamente desagradable. No tenía derecho de tratarlos del mismo modo de antes. Era algo que había perdido por cuenta propia.
-Lo digo enserio, en verdad no creí que se te diera el querer a alguien con lo flojo que eres. –Rió levemente mientras comenzaba a apartarse del mueble para acercársele en donde estaba, cosa que molestó aun más al esqueleto. –Siempre creí que Pyrus terminaría siendo el que diera un heredero. Aunque tu caso… es prácticamente lo mismo, fuhuhuhuhu. Humanos y monstruos no son compatibles de ningún modo, es antinatural que te atraiga una.
No hacía falta que le mencionara lo evidente. Si bien era un conflicto moral y absurdamente religioso entre todos los habitantes del mundo, realmente no había hechos concisos que confirmaran que humanos y monstruos no fueran biológicamente compatibles más allá de que fuesen fisiológicamente distintos. Había investigaciones iniciadas al respecto, pero nunca se llegaba a algo más dada la limitante legal que presentaba el hecho de no poder experimentar ni por simple curiosidad. Los encargados de investigar sobre ello estaban atados de manos mucho antes de siquiera presentar dicha propuesta con fines científicos. Sin embargo, la existencia de atracción sexual o interés de una especie a otra era algo cada vez más frecuente por mucho que quisiera aparentarse lo contrario. Prostíbulos dedicados a saciar aquella curiosidad era un negocio de lo más rentable en algunos lados del mundo, incluso en Ebott se rumoraba que había uno oculto salvo para adinerados dispuestos a pagar por ello.
La simple idea de una relación seria entre especies escandalizaba a muchos y era prácticamente un tema a evitar. Por lo que las reacciones que obtuvo tras su interés por una humana eran realmente de esperarse.
Sin embargo… Frisk nunca se había mostrado disgustada con el tema ¿cierto? ¿O era acaso su retorcida imaginación jugando con él en el peor momento? La florista ya le había mostrado sentirse más cómoda conviviendo con monstruos que con humanos, aunque eso no le confirmaba mucho al respecto. Le había preguntado sobre porqué la llamaban "su amante", pero en ningún momento se había expresado molesta o asqueada con tal nombramiento mal empleado. Más bien le había parecido que su pregunta había sido para saber con qué situación estaba tratando realmente ante algo que no podía comprender a la primera.
Sans terminó suspirando con resignación antes de seguir divagando sin sentido. Más le valía olvidar todos esos temas si se había dispuesto a seguir adelante sin ella.
-¿Terminaste tu comentario del día? Ahora lárgate ya, que quiero dormir.
-¡Oh vamos, Sansy! En verdad tengo curiosidad.
La arácnida se sentó en la orilla de su cama mientras le observaba entre divertida y burlona a que le diera algo con lo qué procesar. Odiaba el hecho de que pese a serle sumamente molesta, realmente no podía maltratarla por la restricción que daba el viejo al respecto. No era mucho de seguir las reglas… pero la poca cantidad de seres que apoyaban a su familia hacía que se cuestionara las cosas ahora que estaban en un estado delicado. Y estaba seguro de que Muffet pensaba en todo eso y se daba la libertad de actuar a sus anchas con la "delicadeza" que sólo ella sabía emplear.
-No creí contemplar algo de este tipo desde Pyrus. –Insistió la arácnida sin darle espacio para que siquiera se levantara bien. Tal parecía que no le daba importancia el hecho de que había invadido su recámara. –Aunque el tuvo la decencia de interesarse por una monstruo, al menos.
-¿Qué? ¿De qué hablas?
La información le desconcertó de tal manera que le despertó por completo y se incorporó rápidamente en su cama, moviendo un poco a la monstruo que no dejaba de observarle divertida.
¿Papyrus… había tenido un romance? ¡¿Desde cuando?! ¿Cómo fue que nunca se enteró y la araña si? ¿Y… de quién se trataba? No era justo que él se hubiera entrometido en sus asuntos personales con la florista mientras que él había entablado algo que se suponía que tenían prohibido bajo las reglas familiares del viejo. Ahora se estaba molestando de sólo recordarlo.
-¿En verdad no lo recuerdas? Había un faro al que solíamos ir mucho cuando éramos niños. –Muffet sonrió con algo de nostalgia tras decir tales palabras. –Papyrus hablaba mucho con una niña que era hija del vigilante de ese lugar.
Tras pensarlo demasiado, recordó que en aquel tiempo cuando Muffet ya estaba con ellos, el viejo les había llevado por un tiempo a Waterfall en sus primeras negociaciones con la familia Blook. Mientras que él hablaba con los líderes, ellos se iban a jugar cerca del mar, disfrutando de aquel paisaje tan distinto de lo que era Snowdin. Fue así como conocieron a una niña…
Una anfibia de gran cabellera roja.
Además del hecho de que estaba entrenando para lo que sería su futuro, era la primera vez que el viejo le había asignado tareas acorde a lo que se había vuelto su pequeña familia. Recordaba estar orgulloso de que le confiara tales labores, que su padre lo tomara en cuenta para estar a su lado… sin saber que ese sería el primer paso para lo que sería una vida de miseria y condena.
Los Blook habían pedido ayuda al viejo de que acabara con un "estorbo" que no les permitía trabajar con libertad. Un vigilante bastante entregado a su labor que no aceptaba ninguna clase de soborno. Un monstruo… al que había detenido con su magia para que su padre le diera un fin nada digno de quien sólo trataba de hacer su trabajo como pudiera. Tal vez el viejo le había matado, pero él siendo un niño todavía, había sido quien había asegurado de que no tuviera escapatoria alguna. Sus manos estaban manchadas desde ese instante y no lo percibió tiempo después hasta que fuera bastante tarde… Más de trescientas muertes más tarde.
-Bueno, ahora entiendo muchas cosas. –Esbozando su habitual sonrisa, se dispuso a levantarse de la cama sin importarle que la arácnida le viera en malas prendas. –Esa rana azul que quiso matarme tenía sus razones para querer hacerlo.
-¿Hablas del atentado a la floristería?
-Sí, pero… ¿qué hacía junto a los pulgosos del Gran Don?
Sans no había reparado en ese detalle debido a que realmente no le había interesado que una monstruo tan extraña quisiera matarle. Realmente había una larga fila para quienes querían hacerlo como para preocuparle uno más, sin embargo ahora que recordaba que esa chica la había conocido en su infancia y que quisiera tomar venganza… ¿Debía preocuparle el hecho de que estuviera con el Gran Don? ¿Papyrus sabría de eso y jamás se le ocurrió contarle un detalle tan importante? Aunque había luchado sin piedad contra ella para salvarle, no le había permitido matarla como cualquier otro entrometido que amenazara a la familia… incluso pareció aliviarse que no hubiera muerto en la explosión.
¿Acaso Papyrus… estaba en las mismas que él? Intentando ocultar a un ser que no quería que le matasen ante un interés que no podría darse por su estado delictivo…. Aunque claro, parecía que esa tipa con cara de rana no tenía problemas a comparación de la florista. Sus golpes y ataques todavía los recordaba con cierta molestia. Sí que se trataba de una mujer bastante fuerte si había resistido a tanto y sin morir ante todo pronóstico. ¿Cómo era que una mujer luchaba de esa manera? Le gustaría saber la respuesta.
Si su hermano y él tenían esa peculiaridad en común ¡¿Cómo fue que nunca le dijo?! Le habría ayudado a que fuese feliz… Así como él había intentado ayudarle y terminado culpándolo de todo lo malo que pasó después.
-Soy un idiota.
-Sí que lo eres.
-Ni siquiera sabes de lo que estoy hablando.
-No necesito saberlo, eres un idiota en todo el sentido de la palabra, huhuhuhu. –La arácnida fingió reírse delicadamente, tapándose la boca con una de sus manos. –Ahora cuéntame ¿cómo fue que la conociste? ¿Qué detonó que te interesara tanto una humana? Si ni siquiera es de tus gustos tan… voluminosos que expresabas antes en voz alta.
-Sólo dije una vez eso y estaba ebrio. –Excusó con algo de enfado de que varios le cantaran eso cada vez que conocían presencialmente a la florista. ¿Quiénes eran el resto para decirle qué gustos debía de tener o no? Terminó levantándose para dirigirse al cajón que había saqueado la araña y asegurarse de que había vuelto todo a su sitio, incluso las flores que nunca mantuvo en agua tras olvidársele ese detalle tan obvio. –¿No tienes nada mejor que hacer? Ve y molesta a alguien más.
-Los demás ya se fueron desde hace una hora. W.D. me encargó despertarte para que estuvieras pendiente de la planta rara.
-Bien… ya estoy despierto, ahora sal de mi habitación que voy a cambiarme.
-Pff… que malhumorado despertaste. –La monstruo se levantó de la cama y se encaminó levemente hacia la salida. –Y yo que quería hacerte plática.
-Intentaste robarme.
-Es la única forma en la que me contaras sobre tu humana. –Se excusó con algo de burla y diversión. –Hablo enserio en estar interesada en ese gusto tuyo. Y más aún cuando se lanzaban esa mirada tan…
-¿Qué… mirada?
Sans se detuvo, aunque se percató tarde de que había picado el anzuelo que ella había lanzado con audacia. En verdad que estaba para odiarla. La arácnida tan solo se fue de su habitación mientras reía en el camino, cumpliendo con su cometido de molestarle y dejándole cambiarse para comenzar el día tan pesado que le esperaba.
El día en el que Papyrus se mostraba como prometido de una pequeña bola de pelos había llegado… El día en el que sabrían el dato que necesitaban para su venganza había iniciado. No había marcha atrás, por lo que no podía pensar en otra cosa que no fuera vengar a su madre. Ni siquiera en la chica que le había mandado flores como un gesto que nadie había mostrado por él. Regalo que ni supo cuidar al no tener un buen lugar en dónde ponerlo ante la ausencia de ventanas.
Que le disculpara Frisk si no salía vivo de esta, pero podría sentirse mejor si ella se encontraba en un mejor lugar, lejos de la batalla campal que se armaría en Ebott city.
.
.
La mañana había iniciado de lo más extraña para Frisk. Si bien era un buen cambio para ella que en la recámara hubiera una ventana, se sentía de lo más extraña de estar en una habitación donde varias conejas dormían y tener que compartir cama justamente. Estar acompañada de tantos seres le era extraño en muchos sentidos, estaba acostumbrada a dormir en una habitación sola por mucho tiempo que ahora compartir con tantos le generaba cierta incomodidad que no podría expresar para no verse malagradecida. Después de todo, había sido un buen gesto que acogieran a una total desconocida a modo de auxilio.
Sin más, se levantó con cuidado de no despertar a ninguna y salió para comenzar con sus actividades asignadas. Para suerte suya, le habían prestado ahora un vestido mucho mejor que el corto que había tenido que usar la noche anterior tras mostrarse realmente incómoda con él. Aunque el aroma algo salado que percibía en la nueva prenda prestada le era extraño, no le parecía razón para quejarse.
-¡Oh, cachorrita! Eres madrugadora. –Exclamó la señora conejo en cuanto le vio bajar las escaleras. Parecía comenzar a preparar el desayuno por lo que veía. –Si quieres dormir un poco más está bien, después de todo te desvelaste.
-Estoy bien, gracias. –Contestó sin ganas de decir que se sentía incómoda con tantos como para dormir más tiempo.
-Bueno, ya que insistes, ¿por qué no acompañas a Ronnie con las compras?
-¿Qué?
El conejo mencionado se asomó desde la cocina para ver con mayor claridad, a lo cual Frisk se dio cuenta que se trataba del conejo castaño que la noche anterior le había dicho prácticamente que esperaba no ser un mal para su familia. ¿Acaso no le caía bien? ¿O en verdad estaba preocupado por ser una extraña en su hogar? Fuera lo que fuera no lo culpaba por pensar de ella así, estaba en su derecho si realmente no se conocían y había invadido de algún modo su espacio personal.
-Mamá, pero te dijeron…
-Mi casa, mis reglas. –Irrumpió la señora alzando la voz para que se detuviera en cualquier excusa que podría darle. –Tranquilo mi gazapo, sé que no pasará nada malo.
El conejo terminó suspirando y se giró hacia la humana que observaba todo sin saber qué decir. Para sorpresa suya, le sonrió y le acarició la cabeza una vez más en cuanto había bajado las escaleras por completo. El que la trataran en verdad como un cachorro perdido podría perturbarle con el tiempo en cuanto no quisieran ponerle correa o cualquier cosa similar.
Tras recoger unas bolsas de tela, el conejo le abrió la puerta para indicarle que pasara primero, a lo cual Frisk se la pensó por unos segundos de si sería realmente una buena idea. La arácnida le había amenazado que no pusiera ningún pie fuera del lugar, y si bien no le importaba esa clase de amenazas de una desconocida, no quería que la familia conejo fuese afectada por eso. Sería un acto malagradecido de su parte causarle problemas que parecía estar arrastrando sin siquiera quererlo ni buscarlo.
No obstante, realmente quería tener la libertad una vez más de salir por cuenta propia… y eso era algo que nadie debía quitarle. Además la señora Bonnie había expresado que no pasaba nada malo, seguramente estando al tanto si Don Gaster le había visitado.
Sin pensarlo más, salió adelante con paso decidido, pero tuvo que regresarse apenada para ver si podrían prestarle algo con lo qué cubrirse del frío. Había olvidado de que estaba nevando allá afuera… ¿Cómo la estaría pasando Flowey con eso? ¿Al menos le tendrían en un buen clima en su ausencia?
Mientras acompañaba al conejo que parecía andar con un semblante preocupado pese a querer aparentar lo contrario, contemplaba el entorno con gran curiosidad por la manera en la que se veía diferente Snowdin ahora cubierto de nieve y, por lo que notaba en algunos adornos, la proximidad de la navidad. Parecía que se dirigían a un mercado que le recordó levemente a uno que visitaba dentro del pueblo en el que vivía, lo cual le dio algo de nostalgia pese a no ser algo precisamente grato para ella.
-¿No te agrado? –Preguntó finalmente con tal de romper el silencio incómodo.
-¿Qué? No pienses eso, cachorrita. Me disculpo si te hice sentir así. –Comentó el conejo completamente apenado con la situación mientras seguían caminando. –Es sólo que al ser el hijo mayor… debo proteger a todos, y eso incluye principalmente a mi madre. Ya habrás notado como es.
-A mí me parece alguien muy amable y… demasiado confianzuda.
-¡Justo eso! Es la razón por la cual no puedo dejarla descuidada ni por un segundo. –Movió sus manos con algo de alivio de que se le comprendiera en esa situación. –Desde que papá murió, mamá se dispuso a tomar las riendas de todo con una sonrisa que no siempre puede mantener, aun con todas las pérdidas que hemos tenido desde entonces. Queriendo ser siempre optimista de que al final todo saldrá bien, pero…
Frisk esperó pacientemente a que dijera algo más al respecto, pero tal parecía que las palabras adecuadas no le llegaban a la mente. Continuaron caminando un poco más entre puestos de mercado hasta que la humana no pudo más con ese silencio incómodo que estaba amenazando con regresar.
-Yo creo que tienes una buena mamá. La mía no pudo volver a sonreír así desde que mis hermanos murieron.
-Lamento mucho escuchar eso. –La manera en el que le veía, así como sus orejas completamente bajas le daba a entender que lo decía enserio. –Pero sabes, mi madre en este momento se encuentra triste. Podrá engañar a mis hermanos despistados y optimistas, pero no a mí. Sé que es por eso que no volvió al escenario.
Frisk también había notado ese detalle pese a no darle tanta importancia en el momento. Desde que la arácnida había hablado con ella de modo amenazante, se había dispuesto a encontrar a la señora Bonnie con el temor de que la visita de Don Gaster fuera tan mala como el trato que había ejercido con ella en su momento. Sin embargo en cuanto la había encontrado sola en su sala, le había sonreído y dicho que siguiera con sus actividades mientras ella se encargaba de que todo estuviera en orden. Después de eso no la volvió a ver en toda la noche y habían sido varias conejas quienes la habían llevado a su habitación en donde dormiría con ellas y dejado el siguiente vestido que podría ponerse para el día siguiente.
Esa actitud de que no pasaba nada era seguramente lo que molestaba a Ronnie y podría comprenderlo de cierta manera. A ella tampoco le gustaba que no fueran sincera con ella… justamente esa había sido la razón por la cual había terminado yéndose hacia la ciudad en primer lugar, dejando a su madre sola con sus lamentos y sin poder comunicarse con ella nunca más en cuanto no resolviera una situación que parecía no tener solución desde el principio. Mientras que el conejo a lado de ella estaba dispuesto a luchar por su familia ante esos comportamientos, ella se había alejado sin más miramientos. ¿Habría sido una pésima hija y no se daba cuenta de eso hasta ahora? Comenzaba a inquietarle un poco pensar en esa posibilidad. ¿Pero cómo lo sabría si su padre aparentemente escondido no le decía nada? Sí que tenía una familia de lo más extraña.
Una familia que no sabía manejar el dolor…
¿Era imaginación suya o las familias con problemas de pérdidas de seres estaban siendo frecuentes en su entorno? Sabía que la familia Gaster estaba pasando por lo mismo, pero de todas las maneras posibles, su modo de llevar a cabo el dolor le parecía la peor de todas. Al menos la señora Bonnie no era como su madre o como Don Gaster. Por lo que Ronnie no la debería pasar tan mal a comparación.
-Una sonrisa no es sinónimo de que todo está bien. –Continuó hablando el conejo, sacando a la chica de sus pensamientos. –Sólo nos aparta creyendo que nos protege, así que debo protegerla yo al ser el único que parece darse cuenta.
-Creo que estás subestimando a tu madre, yo creo que es fuerte si puede sonreír así pese a sentirse mal.
-No creas que pienso mal de mi mamá, es todo lo contrario. La amo mucho y es por eso que me preocupa. –Nuevamente le acarició la cabeza como si se tratase de un cachorro. –Es una soñadora que quiere motivarnos a que logremos nuestros sueños, aun si ella no llega a cumplir los suyos.
-¿Y… Cuál es tu sueño?
-Es uno que no cumpliré.
Lo había dicho tan rápido y decidido, que la chica se desconcertó un poco con la seguridad con la que lo hablaba. ¿Qué no había dicho que su madre les inspiraba a querer lograr sus propios sueños?
-¿Te estás dando por vencido sin intentarlo? –Le cuestionó algo confusa con su manera de ser.
-No es que no quiera intentarlo, es que simplemente no se puede.
Pese a lo pesimista que sonaba, aun así le sonrió y comenzó a hacer los pedidos de verduras a los mercantes. Frisk le observó confundida por varios minutos, ¿se quejaba de que su madre sonreía con tal de aparentar que no pasaba a nada cuando él mismo parecía hacer lo mismo? En verdad que no tenía sentido.
Tras estar comprando algunas cosas, Frisk decidió quedarse callada nuevamente pese a que los silencios se volvieran incómodos de nuevo. Ahora parecía darle mayor interés el hecho de que parecía contar bastante el dinero que tenía antes de decidir llevarse algunas cosas, como si tuviera que calcular si le alcanzaba para ir al siguiente puesto. ¿Acaso les estaba faltando dinero? Si ella tuviera, con gusto podría darles como modo de pago por permitirle quedarse a vivir con ellos, pero tan sólo tenía un billete que Sans le había dejado y que había guardado en su vestido que ahora estaban arreglando para ella. No creía que con eso fuera suficiente.
-Puedo darles más carne… si me dan otro tipo de carne de nuevo. –El mercader que parecía ser una especie de jabalí, sonrió con una malicia que le recordó a los sujetos que había contemplado en el hotel de Mettaton. –Ya sabes a quienes pido.
-Esto es suficiente. –Ronnie levantó la bolsa con poca carne mientras se mantenía tranquilo. –Buen día… señor.
Aquello le había parecido de lo más extraño, y más aún cuando parecía ser un patrón que se repetía en cada tercer puesto, dando sugerencias que si bien no captaba a la primera, el modo lujurioso con el que decían las cosas era suficiente para que pudiera comprender a dónde iban dirigidas las breves pláticas. Monstruos, humanos… varios mercaderes masculinos parecían ubicar en dónde trabajaba Ronnie y le hacían sugerencias sobre sus hermanas y el cabaret de modo bastante pervertido, no obstante parecía manejar de mejor forma la situación sin atacar a modo de respuesta. En más de una ocasión le pareció que los señores se estaban pasando bastante y estuvo a punto de reclamarles, pero el conejo rápidamente le había tapado la boca en esos instantes y agradecido por el servicio como si nada hubiera pasado.
-Están hablando de acostarse con ellas ¿cierto? –Alegó Frisk tras terminar exasperada de que constantemente no le permitiera hablar. –¿Por qué permites que hablen así de tus hermanas?
-Porque cuando mis hermanas llegan a hacer las compras, es el pago que ellas mismas ofrecen para que nos den más comida. –Contestó tan directo y sin pena alguna, que Frisk se sintió asqueada de eso. –Mi mamá está al tanto de eso, así que para evitar que eso sea frecuente o haya malentendidos, termino yo haciendo las compras.
-¡¿Porqué… hacen eso?! Ofrecer su cuerpo de esa forma…
-Es un modo de vivir. –Nuevamente contestó con ese aire tranquilo que a la humana le preocupaba. Estaba segura de que estaba mintiendo de no disgustarse con eso tras sus quejas de hace unos minutos. –Algunos de mis hermanos también lo hacen.
-¿Pero y la dignidad?
Había tanto qué decir al respecto, que Frisk ya no estaba segura de qué tan bueno o no era que estuviera dispuesta a vivir en la casa de los conejos. La señora Bonnie había expresado estar al tanto de lo que hacían sus hijos, pero que les daba la libertad de decidir hacerlo o no, aun cuando ella se esforzaba en que no fuera el caso. No parecía juzgarlos, pero tampoco mostraba estar preocupada ante un hecho que sonaba a peligro en muchas maneras. Y en el caso del conejo que tenía a lado parecía ser el mismo, aun con sus quejas sobre su madre que actuaba igual que él.
-Supongo que tú nunca has pasado hambre… Eso es bueno y envidiable al mismo tiempo. –Le contestó sin preocuparse de su reacción escandalizada con la situación. –No sé de donde vengas, cachorrita, pero en esta ciudad sobrevives como puedas. Y más aún si eres un monstruo.
-Soy de aquí.
-Pues actúas como si no conocieras realmente cómo se vive aquí… aunque puede que sea porque eres humana.
-¿Es un modo de discriminarme?
-No quise decir eso, sólo que los humanos tienen mejores oportunidades que nosotros los monstruos. –Se detuvo por un momento para que la humana hiciera lo mismo, desconcertada de hacerlo sin tener un puesto de mercado al frente. Mas bien le parecía que se estaban deteniendo frente a un lugar que olía mucho a cera derretida. –Por ejemplo, tú pudiste ir a una escuela sin problema alguno.
-Nunca fui a una. –Contestó Frisk en el acto, siendo ahora Ronnie el desconcertado. –Mi madre me educó en casa.
-Vaya, eso sí que es raro. ¿Vienes de una familia pobre?
-No… no lo creo.
Frisk sabía que la razón por la cual su madre le había educado en casa en vez de asistir a una escuela como cualquier niño, era justamente por lo sobreprotectora que se había vuelto con ella una vez que habían muerto sus hermanos y se habían mudado al pueblo. Pero el que fuese pobre o no era una pregunta que nunca se había hecho al no sentirlo de ningún modo. No había vivido con lujos como los que la familia esqueleto tenía en su tan extraña casa, ni tampoco con problemas de espacio o dinero como la familia de conejos. Y el que su padre le diera de regalo una propiedad y una gran suma de dinero… ¿Eran ricos o no? Realmente era una pregunta que nunca se había puesto a analizar hasta ahora que comenzaba a ver comparativas de tipos de viviendas. Por tanto tiempo su única pregunta había sido porqué se habían tenido que separar de su padre si aún parecía estarles manteniendo en la distancia y sin poder verse. Su madre ocasionalmente trabajaba haciendo repostería, sí, pero le parecía más bien una actividad que ella misma había comenzado por gusto propio que por necesidad realmente.
Y si le había costado tanto a su padre darle esa cantidad de dinero como regalo… ¿sería desastroso si supiera que se lo habían robado, así como explotado el lugar? Mentalmente se apuntó en poder compensar ese descuido de su parte para no verse malagradecida de cualquier sacrificio que hubiese hecho su padre para darle un regalo tan grande. Claro, si tan solo pudiera saber en dónde estaba…
Pero cada vez que pasaba el tiempo viviendo en la ciudad, más y más preguntas parecían comenzar a formarse. ¿Cómo su padre pudo lograr tal cantidad de dinero? ¿Por qué parecía estarse ocultando? ¿Por qué no le decían nada al respecto?
-Ehhh… sé que no debo dejarte sola pero… Tan sólo falta un puesto y… –El conejo no terminó su oración de nuevo, estando levemente sonrojado y mirando para otro lado. –Espérame aquí. No te muevas.
Frisk no entendía a qué se debía su reacción tan distinta, pero se limitó en asentir con la cabeza para que se fuera con la prisa que parecía tener… y tras observarlo irse, lo notaba nervioso conforme daba sus pasos hacia lo que parecía ser un puesto de lechugas atendido por un monstruo con apariencia de dragón. Sin darle importancia, se sentó en las escaleras de piedra del lugar en el que le había pedido que se quedara. Hacía bastante frío en el entorno, pero de algún modo podía llegarle la calidez de la cera derretida que percibía de ese lugar. ¿Era acaso una tienda de velas? Curiosa, se levantó para asomarse.
No conforme con lo poco que podía ver desde el punto en el que estaba, subió las escaleras confiada de no apartarse demasiado del punto en el que había quedado de esperar al conejo castaño. Y si bien observaba ahora las velas que había percibido, le extrañaba el hecho de estar viendo bastantes cruces en el lugar, pero con varias vitrinas que le daban un aspecto de lo más magistral. ¿Qué clase de tienda era? No parecía contar con velas nuevas para venderse, todas estaban prendidas, encaminando de alguna forma para iluminar una cruz central que… ¡¿Pero qué…?!
Tras haberse dejado guiar por las velas, no se había dado cuenta de que había terminado entrando al lugar hasta toparse con lo que parecía ser un sacrificio humano. ¡Estaban matando a alguien a la vista de todos y nadie hacía nada! Frisk pensó en correr rápidamente de ahí, hasta que pudo darse cuenta a tiempo de que no era real, sino una figura construida para tener esa forma. ¿Pero por qué? Si se trataba de una obra de arte, le parecía de lo más extraña. ¿Acaso la vendían y por eso estaba rodeada de velas para que le vieran directamente? ¿Era una tienda de arte a la que había entrado? Viendo a su alrededor observaba que varias esculturas similares parecían ser humanos con alas y con mejor expresión que la que estaba en el centro. Supuso en el acto que el arte era algo confuso de comprender a la primera y que posiblemente era cuestión de gustos, pero al menos esas esculturas le parecían mucho más bellas a primera vista. ¿Acaso era un modo de expresar la convivencia entre monstruos y humanos? Era la única analogía que podía interpretar de eso.
Humanos con alas… sería algo maravilloso poder volar…
-¿Puedo ayudarte con algo?
Frisk sobresaltó un poco al no esperar que alguien le hablara en un lugar que reinaba bastante silencio. Un humano de avanzada edad y con ropa bastante extraña estaba a lado suyo, sonriéndole tranquilamente pese a haber entrado sin aviso previo. ¿Era el vendedor o escultor de esas piezas?
-Yo… sólo estaba mirando. Disculpe si entré sin avisar. –Comentó en el acto algo apenada. –¿Qué son estas esculturas?
-Son ángeles, seres que nos protegen desde las alturas. –Le contestó el señor mientras observaba lo mismo que ella.
-Se ven como humanos…
-Si, pero son mucho más de lo que pueda ser la humanidad entera. Son seres magistrales. Todos podemos contar con un ángel que nos observa. Un ángel de la guardia.
-¿Son acosadores?
-Ese es un modo extraño de verlo para una jovencita como tú. –Comentó el señor sumamente extrañado con su respuesta. De algún modo parecía percibir una leve preocupación hacia ella por la manera en la que alzaba su poblada ceja. –Los ángeles de la guardia tienen la misión de proteger y guiar a cada persona durante su vida, asegurándose a toda costa de que estén bien ante cada adversidad que se presenta en la vida… Son seres que siempre están dispuestos a abrazarnos con sus grandes alas, aun si no los vemos, aun si no nos damos cuenta.
Observando las piezas perfectamente talladas y escuchando la explicación del desconocido, Frisk instintivamente se abrazó a sí misma pese a no tener frío ante tanta flama de las velas cercanas. ¿Seres que se aseguraban de que estuvieran bien, aun si no se comprendía nada al respecto? Le sonaba bastante familiar… tanto que se atrapó a si misma extrañando lo que era tener un saco sobre sus hombros cada vez que se le rescataba de algo que no podía comprender. No se había dado cuenta de lo cálidos y reconfortantes que habían sido esas prendas hasta ahora. Casi como… un abrazo protector que respetaba el espacio personal.
Un ser tan extraño que le observaba al otro lado de la calle con una sonrisa, un ser que parecía asegurarse de que comiera, de que estuviera a salvo… un ser que parecía agradarle lo poco que pudiera decir sobre algo, aun cuando dialogar no fuese precisamente lo suyo.
Ángel… Tal vez sería un modo de poder catalogar a Sans…
-¡F-Frisk!
No se había tratado de un grito, pero la voz había sido lo suficientemente audible para que ambos humanos giraran hacia el conejo que corría hacia ellos completamente sudoroso y preocupado. Tras haber estado observando el lugar, había olvidado por completo que había tenido que quedarse esperando en el sitio que le había dejado. Iba a disculparse por haberle preocupado, pero el conejo no se dirigió hacia ella directamente, sino al señor que estaba con ella que le observaba sin preocupación alguna.
-L-lo siento… sé que un monstruo no debe…
-Este es un lugar de oración, no de discriminación. –Le interrumpió sin verse grosero al respecto, más bien le había dado la impresión de que quería calmarlo antes de que siguiera hablando. –Vayan con cuidado.
Sin comprender nada de lo que había pasado, Ronnie se había inclinado en modo de agradecimiento e indicado a la chica de que le siguiera hacia la salida, con paso prisa ante lo sudoroso que estaba pese al frío que abundaba afuera.
-¡Casi me matas del susto en cuanto no te vi! –Comentó el conejo una vez que estuvieron lo suficientemente lejos de ese lugar de piedra y grandes vitrales. –¡Y solo fueron unos minutos lo que te quité de vista! Mi madre me habría matado si te perdiera.
-Lo siento… nunca había visto un lugar así. –Se disculpó algo extrañada de su comportamiento, incluso ahora le estaba sujetando la muñeca con fuerza, como si con ello asegurara de que no se le fuera a escapar de nuevo. Le recordaba bastante a cómo Flowey le sobreprotegía. –No pude preguntar cuánto costaban esas piezas de arte.
-Cachorrita, ese lugar no era una tienda, era una iglesia. ¿Qué nunca habías visto una?
-No… ni siquiera sé lo que es eso.
-Eres muy rara, es como si nunca hubieras vivido como humana.
-¿Por qué muchos siguen empeñados en ver diferencias entre monstruos y humanos? –Preguntó algo molesta de que el conejo que le sujetaba sin permiso insistiera tanto con el tema en todo el tiempo que pasaban entre compras. –Estamos todos en una misma ciudad, en un mismo planeta. No tiene sentido.
-No todos piensan como tú. En verdad me sorprende que no te des cuenta de eso si es que eres de aquí como dices. –Finalmente se detuvo para soltarle y acomodar mejor las bolsas que sujetaba con la otra mano. Parecían estar algo pesadas, pero en ningún momento se quejó al respecto ni le permitió que le ayudara con eso. –Te pareces a mi mamá en eso, creyendo que los finales felices son reales.
-Soy más bien de la idea de hacer lo mejor para uno mismo sin afectar a otros.
-Sí, pero no puede aplicar para todos… cuando ni siquiera puedes ser capaz de dar unas simples flores…
La mención de flores fue lo que hizo que Frisk pensara demasiado en la situación. No por el hecho de lo pesimista que sonaba el conejo con tales palabras, sino que ese mismo tono apenado comenzaba a serle familiar… bastante familiar al igual que las orquídeas que había estado viendo un conejo castaño algo corpulento en ese momento, preguntando sobre qué era apropiado para regalar a modo de invitación a una salida…
-Espera… ¡Te recuerdo ahora! Fuiste mi primer cliente. –Exclamó Frisk sorprendida de darse cuenta de ese detalle ahora. –El conejo corpulento que buscaba qué flores eran apropiadas para regalar.
-¿Te parezco corpu…? Aguarda, ¡¿eres tú la florista?! –Ante su exclamación y sorpresa casi se le caen las bolsas, pero pudo sujetarlas a tiempo. –Oh no… eres "la amante del esqueleto".
-No soy amante de nadie.
-Por eso eres una humana vinculada con ese grupo mafioso. –El conejo continuó sin prestarle atención. –Por eso se nos pidió mantenerte custodiada… ¡Por eso mamá quiere cuidarte a toda costa!
Frisk no entendía gran parte de lo que decía el conejo, pero de algún modo le confirmaba que lo que lo que había pasado en la reunión entre Don Gaster y la señora Bonnie, en efecto se había tratado sobre ella. ¿Por qué no la habían incluido en tal conversación en ese caso? No le parecía apropiado que se hablara de ella a sus espaldas, decidiendo sobre ella una vez más sin considerar sus propias decisiones…. Un cuento que parecía repetirse una y otra vez. ¿Por qué nadie le dejaba tomar sus propias acciones? Siempre decidiendo por ella, sin decirle nada al respecto como si esperaran que tuviera que aceptar todo sin cuestionamientos.
Iba a comentar algo al respecto, pero parecía que el conejo no quería hablar más de ello y se dispuso a caminar para que la humana nuevamente le siguiera. No obstante, Frisk aún tenía preguntas que quería realizar.
-Y bien… ¿por qué no pudiste entregar las flores que compraste?
-Porque es algo que no puede darse…
-Osea que te arrepentiste.
-Eres muy directa para ser alguien tan compacta. –Pese al reproche, pareció que aquello lo calmó lo suficiente para que volviera a sonreírle. –No es que me haya arrepentido, eso sólo que es algo que podría meter en problemas a mi familia y es lo que menos necesitan. Así que es mejor que siga con lo mío como si nunca hubiera pasado.
-¿Es un amor complicado?
-Bastante.
-¿Es el sueño que dices que no puede cumplirse?
Ronnie no dijo nada más al respecto durante el resto de la caminata de regreso a la casa. Frisk no podía comprenderlo dado que no sabía nada del tema, pero de alguna manera le era algo deprimente que mientras su madre se esmeraba en que los sueños se vieran posibles, su hijo mayor fuera tan pesimista ante algo que ni siquiera había hecho un esfuerzo en averiguar. No obstante, era algo en lo que no debía entrometerse al fin y al cabo. Ya tenía demasiado en qué pensar por su cuenta como para tratar de empujar a alguien más a que estuviera mejor, por lo que las siguientes horas en las que estuvo preparando el desayuno junto con la señora Bonnie, lo dedicó en olvidar el asunto y en planificar cómo podría buscar a su mejor amigo si ahora le tenían en custodia. No quería ocasionar problemas a nadie si se tenía esa amabilidad con ella, pero…
No podía darse el lujo de la comodidad de un hogar cuando Flowey podría estarla pasando terrible. Ni tampoco podía concentrarse al preguntarse en cómo estaría Sans ante su conflicto sin sentido para ella. ¿Por qué estar dispuesto a morir por alguien que ya murió? No se sentía con el derecho de opinar al respecto, pero a su perspectiva y experiencia, estaba segura de que aquellos que había perecido habrían hecho lo posible por hacer que otros vivieran su tiempo. Además, ¿qué no le había dicho Papyrus que su madre se había sacrificado por ellos… o algo así recordaba del caso?
-¡Auch!
Por pensar demasiado mientras cortaba las zanahorias, soltó el cuchillo sobre la madera al lastimarse con el filo que ahora se encontraba ensangrentado por su descuido. Por puro instinto metió su dedo a la boca al no querer manchar nada más, pero el sabor y sensación le fueron tan extraños en muchos sentidos que rápidamente lo apartó de su boca. ¿Qué tan perturbador era que hubiera probado su propia sangre y que el sabor no le fuese desagradable?
-¿Ocurre algo?
La voz de la señora Bonnie le desconcertó de tal manera que olvidó por completo que había estado acompañada en todo momento. En definitiva debía de concentrarse si tenía objetos peligrosos consigo. No quería ser una molestia por su torpeza.
-Nada… solo me distraje un poco.
Se giró de nueva cuenta hacia la tabla de picar para continuar con su labor sin más imprevistos, pero ver su reflejo sobre el cuchillo levemente ensangrentado le incomodó tanto que rápidamente llevó el utensilio a lavar antes de seguir cortando zanahorias. Al sentir el agua pudo notar que su dedo ya estaba bien sin herida alguna, por lo que el resto de la hora se enfocó en no pensar en nada más que no fuera cortar esos vegetales y con sumo cuidado.
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.
Le era extraño no tener que ser quien manejara en esa situación, y aún más el estar sentado en la parte trasera del auto junto a su jefe. Si bien eso era algo a lo que había aspirado en mucho tiempo, ahora no lo sentía gratificante al haberse presentado de un modo inadecuado.
En cuanto había iniciado la mañana, Papyrus se había alistado al saber que le esperaba un día de lo más intrigante al ser la carnada de lo que detonaría un acto perfecto o un terrible fracaso. Por primera vez su familia estaba poniendo una situación en sus hombros, pero no por confianza, sino porque una vez más lo veían como el débil, el desechable… Pero no más. Era momento de demostrarles lo valioso que siempre había sido y de lo que ahora se perderían por nunca haber confiado en él.
Estando los dos completamente trajeados, el esqueleto alto pensó en si había sido apropiado retirarse de esa manera sin siquiera despertar a su hermano como frecuentemente lo hacía. No podía creer lo extraño que se sentía no hacer eso un día más… y tal vez no volvería a hacerlo. ¿Sans pensaría en esos detalles? Seguramente no tras su arrogancia y menosprecio. Actualmente cometía estupideces que arrastraban a todos en su entorno y sólo se preocupaba por una humana que ni merecía su atención siquiera.
-Papyrus.
-¿SI?
El mencionado se giró tras un gran recorrido en silencio, contemplando cada uno un paisaje distinto al que venía siendo su hogar. No podría admitir en voz alta lo extraño que se sentía para él poder sentarse a su lado, siendo figura importante a entrar en su más lujoso vehículo hacia una reunión elegante y de gran categoría. Era él quien le acompañaba a algo así, no Sans… Y aun así no podía sentirse bien al respecto ni disfrutar el momento.
-Mientras convives con la señorita Temmie, yo me encargo de que la líder sindical cumpla con su palabra. –Comentó sin siquiera verlo, contemplando todavía el paisaje que no tenía nada de espectacular. –Asegúrate de que no estén tan cerca de la otra, sólo así podríamos tener un control en dado caso de que piense jugar con nosotros.
-TENERLA COMO RETÉN SIN QUE SE DEN CUENTA. –Comprendió a la primera, levemente disgustado de que ni siquiera se dignara a hablarle directamente ahora que estaban en el mismo asiento. –ENTENDIDO.
-En cuanto nos brinden la información que necesitamos, podremos retirarnos de ahí. –Continuó el jefe de familia con el mismo tono amargo. –Quedarnos demasiado tiempo en Waterfall podría ser muy riesgoso para nosotros ahora. Así que tampoco te apartes demasiado por si necesito teletransportarnos de emergencia.
-SI ME HUBIERAS ENSEÑADO ESA TÉCNICA, NO TENDRÍAS QUE PREOCUPARTE POR ESE DETALLE.
-No es algo agradable de aprender.
-PERO AUN ASÍ SE LA ENSEÑASTE A SANS Y A MI NO.
Aunque a esas alturas debería de darle igual ese detalle, lo cierto era que no podía contener el disgusto que le daba qué tanto había enseñado y dado a Sans, mientras que a él solo le había tocado recoger las migajas de lo que tendría su familia. Mientras que a su hermano le enseñaba el potencial de su magia como esqueleto, él tenía que conformarse con el manejo de armas que cualquier humano podría usar. Mientras que su hermano cometía errores que no le importaba reparar, a él siempre le tocaban los regaños y castigos.
Y aunque por fin pudiera estar en un puesto en el que se le vería como el grande ser que era, no podía sentirse halagado con eso tras ser realmente un acto de deshacerse de él cuando era el que más luchaba por la familia.
-Cada uno tuvo una función diferente. No era algo personal.
-ESO NO ES CIERTO. A ÉL LE ENSEÑASTE MÁS PORQUE ESPERAS QUE OCUPE TU LUGAR. –Exclamó sin poder contenerse más. –SANS SIEMPRE FUE TU FAVORITO, POR ESO NO TE IMPORTA LO QUE ME PASE A MI MIENTRAS TE SIGUES ENFOCANDO EN QUE ÉL ESTÉ BIEN.
Una parte interna le decía que debía callarse y manejar todo por la paz como habitualmente lo hacía, pero era tanto su enojo contenido hacia él por todo lo que había pasado, que simplemente no pudo contenerse más. Posiblemente lo golpearía, intentaría regañarlo o llamarle la atención una vez más… pero ya no le importaba. Sin importar lo que pasara, sin importar las horas transcurridas, su tiempo como Gaster se estaba acabando y no le importaba más luchar por ello.
Vengarían a su madre, la única de la familia que realmente le apreciaba. Después de eso, ya no quedaría nada más.
Estuvo listo para recibir cualquier reprimenda de parte del jefe, pero en lugar de ello obtuvo su atención por primera vez en todo el recorrido, mirándole directamente con ese semblante frío que tanto le caracterizaba. No tenía ni idea de lo que pudiera pensar en ese instante, pero Papyrus se sintió listo para lo que fuera a recibir al respecto. No pensaba contenerse más si ya se estaban deshaciendo de él.
-Es inmaduro de tu parte pensar que tengo un favorito… considerando que ustedes dos dejaron de tomarme como padre desde hace años. –Contestó con esa frialdad e indiferencia con la que hablaba siempre hacia su gente, cosa que en definitiva no le agradó para nada a Papyrus. –A la par me apartaron y respeté su decisión. Tienen derecho de enojarse conmigo por lo que le pasó a tu madre, pero no a cuestionar mis métodos cuando todo lo enfoqué siempre en sus bienestares individuales. Creí que de los dos, eras el que en verdad entendía eso.
Sus palabras eran tan directas como siempre… pero Papyrus sólo podía captar una en todo eso. "Decepción".
-NUNCA ME DISTE LA OPORTUNIDAD DE DEMOSTRARTE LO QUE VALÍA EN VERDAD.
-Si vas a enfocar todo este recorrido en recalcarme lo mal padre que consideras que he sido para ti…
-ESTE RECORRIDO SERÍA MUY LARGO.
Interrumpió en el acto, haciendo un esfuerzo por no gritar demasiado para no verse mal ante cualquier espectador que viera el auto, aunque por la forma en la que uno que otro que lograba captar de reojo, tal parecía que su cometido no era del todo satisfactorio. Incluso podía notar que el conductor felino monocromático que los llevaba a su destino, estaba atento a la conversación sin apartar la vista del frente. Tal vez para proteger a su jefe de lo que fuera.
-Si planeas golpearme como Sans, al menos te pediré que lo intentes cuando hayamos acabado. –Nuevamente apartó la vista de él para observar el paisaje que no cambiaba. –No tenemos tiempo que perder en cosas así.
Papyrus estuvo de acuerdo en eso, pero no dejaba de sorprenderle el hecho de saber que Sans si le había golpeado. Estaba seguro de que tenía sus razones para hacerlo y no lo culpaba de ningún modo de haberlo hecho. Pero si se había atrevido finalmente en brindarle un golpe al jefe… ¿también le golpearía a él? Si era así, estaba dispuesto en devolverle todo golpe que intentara darle. También estaba molesto con él.
No queriendo amargarse más el día ante la actuación que tendría qué hacer en cuanto llegara a su destino, se giró de nueva cuenta hacia la ventana mientras ahogaba todos los reclamos de por medio que tenía acumulados. Ya luego se encargaría de que supieran todos sus males en cuanto terminaran con sus asuntos. Necesitaba su máxima concentración para que no hubiera errores ante una única oportunidad que dependía de él.
Estuvo observando las calles de Waterfall el resto del recorrido, sin saber que todo el tiempo en el auto estuvo siendo observado por unas cuencas agrietadas a través del reflejo del vidrio. Sin darse cuenta de la mueca de aflicción que generaba el jefe al poder contemplar únicamente su espalda sin discutir.
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Estoy emocionada a la altura a la que ha llegado este fic y con tanto apoyo. Realmente aprecio mucho cada palabra que me brindan y que me acompañen en cada actualización y demás contenido. ¡Los quiero mucho!
Doy el pequeño comercial para invitarlos a la cuenta de amino y de discord enfocados en mis historias y creaciones. Ahí podrán encontrar varias sorpresas sobre mis historias. ¡Los espero! (los links los pondré en mi bio).
**inserte sus teorías locas aquí**
Michi fuera!
:P
