Era tan extraño no ver a nadie en la casa a esa hora. ¿A dónde se habían ido todos?
Muffet se había esmerado en poder preparar el desayuno para que W.D. estuviera de buen humor si ahora ya había conseguido el nombre que necesitaba. Pero por más que esperaba en la cocina para dar la sorpresa con su mejor sonrisa, nomás no parecía que se presentaría. Podría comprender que el par malagradecido no se presentara adecuadamente, pero sí era muy extraño que su amado no fuese puntual con su horario de comida. No olvidaba lo estricto que era con eso cuando todavía vivía con él.
Tapando con cuidado el café para que no perdiera su calor mientras lo llevaba con unas galletas, se quitó el mandil y se dispuso a buscarlo en su oficina suponiendo que estaría ahí laborando. Al menos podría tener el buen detalle de llevarle su café tal y como sabía que le gustaba tomarlo. Era tan refinado con sus gustos, tan encantador al disfrutar de su bebida…
Sacudió su vestido con un par de manos suyas al igual que su peinado antes de disponerse a tocar la puerta. Pero por más que había llamado de forma sutil, nadie respondía al otro lado. Por lo que se atrevió a abrir un poco la puerta esperando no causar un disgusto por interrumpirle en algo importante.
-¿Querido? –Se asomó poco a poco. –Te traje algo para…
Al ver que no se encontraba ni tampoco los otros esqueletos, abrió por completo la puerta por si se perdía de algún detalle que le indicara en dónde pudiera estar. Pero lo único que tuvo era la flor parlante que había visto la otra vez que la interrogaron y amenazaron, flotando en el agua que le habían puesto para que no se marchitara. No comprendía su importancia en los planes de su amado ni tampoco cómo era que existía una especie así, pero si tenía alguna utilidad ante toda esa apariencia no lo cuestionaría abiertamente. Aunque esa mirada tan indiferente no era nada agraciada de su parte.
-¿Dónde está la basura sonriente? –Soltó la planta en cuanto le vio.
-En primera, buenos días. –Contestó mientras se acercaba al escritorio y dejaba el café y galletas sobre él. Era una lástima que no pudiera darle tal detalle. –Y en segunda, suponiendo que te refieres a Sansy… no sé. Se suponía que debía estarte vigilando desde ayer.
-¡Aghh! Ese idiota me dejó aquí sin decirme nada más.
A Muffet se le hizo extraño eso. Sans podría ser un desconsiderado, irresponsable, flojonazo y muchas cosas más, pero en cuanto a asuntos familiares que implicaban suma seriedad, y siendo el caso de la venganza de su madre además, le parecía incongruente que dejara algo así sin avisar a quien fuera del grupo. No sabía nada de los hermanos ni de W.D., pero tampoco parecía haber presencia por parte de los seguidores sin color que tanta lealtad le daba a la familia. ¿Acaso estaría sola en la casa junto con la flor? Se suponía que tenían como regla de que alguien siempre estaría en la casa por suma protección territorial, pero si les habían dejado solos y sin aviso previo ¿estarían bien todos? ¿Se habrían adelantado en la misión sin poder avisarle? Si era el caso, se encargaría de cuidar la casa entonces, aunque hubiese agradecido estar informada en algo mínimo para poder ejecutar su ayuda de forma ejemplar y no a la improvisación.
Aprovechando la oportunidad que nunca se le podría volver a presentar, se sentó en la elegante silla donde su amado siempre se ponía. Dando el frente a la puerta y a todo posible que atendiera desde ahí. Encabezando a su familia, a su territorio, a todo aquel que quisiera tratar con él. No solo siendo encantador como monstruo, sino un hombre tan recto y fino que era imposible no quedar profundamente enamorada de él.
No pudo contener un largo suspiro estando en ese preciso lugar. ¿Cuántas veces no había fantaseado con ese preciso escritorio? Imaginándose que el jefe de familia mandaba lejos a sus hijos al igual que a sus seguidores, estando solos en la casa para que nadie les molestara. Soñando con ver cómo el esqueleto tumbaba todo lo que tuviera encima de su escritorio para acostarla a ella con tal urgencia de volverla suya, entregándose por completo a él y disfrutando del momento íntimo y exclusivo para los dos. Exclamando su nombre una y otra vez mientras sentía sus embestidas que la llevarían al éxtasis que sólo él podría.
Soltó una risita por dejarse llevar nuevamente por su imaginación. Si no fuera porque la planta estaba ahí, habría aprovechado en cumplir al menos su fantasía de masturbarse en la silla de su amado. Imaginándose que estaba sentada en él mientras le dejaba disfrutar de sus pechos, sintiendo sus caricias que poco a poco bajarían para subirle su vestido y…
-¿Planeas quedarte aquí? –El comentario de la flor le devolvió a su realidad de forma cruel.
-Alguien tiene que trabajar aquí ya que los hermanos no parecen darle importancia a sus deberes. –Comentó con calma mientras tomaba una galleta y se la comía con cierto disfrute. Le había quedado deliciosa, lástima que no pudiera probarlas su amado. –No puedo dejarte solo.
-¿No hay nadie en la casa?
-Solo tú y yo, florecita. –Rió levemente pese a no sentirse cómoda con la situación. –Y es una lástima, quería preguntarle a Pyrus cómo le había ido con su prometida, huhuhuhu.
-¿Prometida? ¿El idiota número dos se va a casar?
-Todo depende de si logran matar al Gran Don, claro. Pero sé que W.D. lo logrará. –Respondió sumamente confiada con lo que decía. –Puede que ya estén en eso justo ahora. De lo contrario no me explico que no haya nadie en la casa.
-Si van a matarlo justo ahora sería una estupidez. –Señaló la planta sin mostrar emoción alguna en sus palabras. –Aunque son estúpidos desde un principio. ¿Cómo pretendían hacerlo en primer lugar?
-¿No estuviste en la junta donde planificaron todo? –Preguntó mostrándose sorprendida, pero lo cierto era que internamente se sentía importante de saberlo ella y no la planta que se suponía que les ayudaría con eso. –Para eso fueron Pyrus y W.D. a la fiesta de la líder sindical, para formalizar su compromiso con la hija a cambio de obtener el dato de dónde se oculta la esposa del Gran Don.
-¿Para qué… quieren ese dato?
-"Ojo por ojo". Esposa por esposa, huhuhuhu.
Por primera vez notó que la flor mostraba una expresión fuera de una indiferencia o leve enfado. No sabía explicar realmente qué era lo que estaba comunicando con esa extraña apariencia o si era normal que fuese así o no, pero al menos eso le comprobaba que la planta pensaba. Qué extraña era por más que le pensaba. ¿De qué clase de monstruo se trataba? Nunca había sabido de una especie que tuviera tal forma y naturaleza.
Pero al haber mencionado tal cosa, no pudo evitar voltearse hacia donde estaba la foto que tanto le atormentaba cuando entraba a la oficina. Era tan extraño que W.D. tuviera fotografías a la vista, (razón por la cual había tratado de aprovechar la oportunidad de llevarse unas cuantas), pero esa en particular de él con su esposa la tenía hacia él siempre mientras trabajaba en su escritorio. No sabía si la tenía esa en particular ahí porque le inspiraba o por el simple hecho de quererla ahí siempre con él, pero fuera lo que fuera le dolía esa realidad. El esqueleto no era alguien sonriente por más que le fuera bien en algo, pero en esa fotografía se le veía tan feliz mientras cargaba a esa esqueleto… Desearía poder sacarle una sonrisa así, pero tal parecía que era la única con ese poder de generarle tal emoción. Vaya suertuda.
Lo reconocía, se sentía celosa con tan sólo pensar en eso. Pero no podía evitarlo, lo amaba demasiado como para dejar el tema de lado. Si tan solo le permitiera mostrarle que con ella también podría ser feliz…
-Matar a esa mujer no les funcionará.
-¿Mmh? ¿Por qué lo dices? –Preguntó Muffet con curiosidad, mientras le daba un trago al café pero lamentándose en el acto. Detestaba los sabores tan amargos, pero era algo que no se permitía aceptarlo fuera de su mente. –Es una buena estrategia hacerle salir de su zona de confort.
-Idiotas, si tan solo me hubieran dicho antes lo que planeaban… –La voz de la planta sonaba tan seria, que no sabía cómo tomar tales palabras. –Necesito irme de aquí.
La flor hizo el intento de salirse del contenedor en el que estaba, pero siendo sus raíces tan pequeñas no pudo hacer nada más que ladear levemente el vaso. Reprochó con gran molestia percatándose de que no podía hacer mucho en su situación, pero Muffet no hizo nada para detenerle en su intento. Se veía hasta cierto punto adorable con sus esfuerzos en vano.
-No puedes florecita. –Terminó acomodando el vaso en el que estaba de cierta forma para indicarle que no podía hacer nada. –Formas parte de las filas al servicio de la familia Gaster, tienes que esperar la orden, huhuhuhu.
-¡No estoy al servicio de nadie, idiota! –Exclamó de tal manera que causó cierta incomodidad verle cómo se deformaba lo que se suponía que era su rostro. –Tengo cosas más importantes que tratar con estúpidos que creen que su causa es la mejor.
-Creí que al menos te caía bien la humana. –Señaló mostrando indiferencia con el tema, pero aprovechando la situación esperanzada de atraparlo en su red de información. –Con eso de que te aliaste con W.D. por ella…
-Frisk es una idiota diferente. Ella no se complica la existencia como cualquier habitante de esta asquerosa ciudad.
Muffet tomó otra galleta y la remojó en el café con total calma, pero lo cierto era que internamente estaba sonriendo ante lo que tenía presente para ella. La humana era algo que le daba tanta curiosidad si se trataba del amorío del holgazán de Sans, al grado de que W.D. tenía que hacerse cargo de mantenerla alejada y resguardada de todo. Con lo poco que había logrado conocer de ella, no se explicaba cómo era que tuviera tanta atención al grado de meterse en problemas por lo mismo. ¿Por qué estar con la molestia en vez de sólo matarla? Había veces que consideraba que los hombres de esa casa eran tan complicados. Se suponía que eran traficantes de órganos, estaban perdiendo la oportunidad de tener varios al alcance y de forma tan fresca. No tenía sentido.
Aunque no pudiera hacer mucho desde donde estaba, al menos se encargaría de obtener información enriquecedora que pudiera ser de utilidad para su amado.
-Tengo una duda que espero que puedas aclararme, florecita. ¿El nombre completo de esa humana es Frisk Saito?
La irritación que antes había mostrado, cambió radicalmente ante tal mención. Incluso su extraño rostro deformado comenzó a cambiar a algo más alarmado, razón por la cual la arácnida sonrió al haber acertado con tan sólo su primer intento. ¿Por qué W.D. se empeñaba tanto en necesitar a sus hijos cuando ella lograba más cosas con mejores resultados? No necesitaba de la violencia en ese instante para sacar la información de primera mano.
Por la manera en la que se expresaba la planta y por el hecho de ser de cuidado para los esqueletos, estaba segura de que no la habría librado si no fuera por su evidente malestar de momento. Tal vez por lo mismo lo tenían sólo en agua y sin sol, aunque estando en plena víspera navideña dudaba que pudiera obtener un rayo de sol por los lares.
-Entonces le atiné, esa humana es la hija del líder delictivo japonés, huhuhuhu. –Rió tapándose la boca con mera sutileza. –Su tumba vacía en New Home es un indicio de que la mantienen oculta ¿no?
-¡¿Cómo…?!
-Yo misma inspeccioné esas tumbas cuando vi que Sans estaba interesado en ellas. –Contestó con cierto aire de triunfo con lo que tenía consigo. –De las cuatro que estaban ahí, solo dos tenían cuerpos. Supongo que una de las vacías viene siendo de la humana de la que estamos hablando. ¿Pero qué hay de la otra?
Le dio tiempo más que suficiente para que le respondiera, pero la flor no tuvo intención de siquiera emitir una palabra al respecto. Tan sólo se quedó mirándole fijamente con cierta irritabilidad en su expresión. Y si bien le parecía algo adorable que una flor estuviera haciendo un reproche, le dio la impresión de que lo que había oído no era de su agrado. ¿Había tocado un tema sensible? ¿Era más importante de lo que parecía? No podía tener una certeza al respecto con semejante planta tan extraña, pero optó por pasarlo de lado de momento.
-Bien, supongo que no sabes nada… Entonces otra pregunta. –Mordió otra galleta antes de continuar con su entusiasmo al respecto. De algún modo era divertido ver que le generaba cierta sorpresa lo tanto que estaba al tanto. –¿Por qué es que le gusta un monstruo? ¿Los hombres humanos son muy poca cosa para ella?
-¡Frisk no se interesa por ese idiota! –Rápidamente exclamó con un grado de urgencia de dejar en claro su punto. Muffet tuvo que contenerse de sentir ternura por su reacción. –¡La basura sonriente es quien no le deja en paz!
-Fuhuhuhu, pero no me estaba refiriendo a Sans, tontito. –Sonrió de tal manera que se sintió triunfante con todo. –Sino al de la foto que portaba consigo en su collar. ¿Es un amor prohibido de infancia?
-¡¿Cómo sabes de su collar?! –Su expresión cambió a algo nada agraciado, pero por más que se movía en su sitio no podía hacer mucho dada su malestar. Supuso que si no fuera el caso, le habría maltratado sin dudarlo. –¡¿Qué le hicieron a Frisk?!
-Lo encontré, pero ya no lo tengo. –Admitió sin preocuparse del todo con la situación. –Sans me lo quitó después de ver la foto.
-¿Hace cuánto de eso? –Exigió con irritación en aumento.
-Mmmm… desde ayer por la tarde.
La flor parecía estar analizando algo, a lo cual Muffet se puso en la tarea de comprender que había algo curioso en todo eso. ¿Sans había dejado a la planta en la oficina antes o después de que le quitara el collar? Tal parecía que había dado con algo mucho más importante de lo que parecía a primera instancia. La flor sabía demasiado de la humana, por lo que era natural que le interrogara directamente sobre ella, pero, viendo eso por cuenta propia… ¿había dado con algo más interesante en eso que un corazón roto?
-¿Quién era el de la foto entonces? –Insistió, esperanzada de poder obtener una respuesta concisa.
-Nadie. –Se giró como pudo para dejar de verle directamente. –Solo un idiota que murió hace tiempo.
-¡Oh! Entonces Sans sí tiene oportunidad, huhuhuhu.
-¡Que no!
-Calma, calma. Te estás comportando como un hermanito celoso. –Rio cada vez más enternecida con la plantita. ¿Cómo era que se le temía tanto? –Coincido contigo de que Sansy es un mal partido para cualquier mujer, huhuhu.
-Tengo que irme de aquí. –Repitió sin darle importancia a sus palabras. Tal parecía que de nuevo estaba en sus propios pensamientos. –No puedo fallar… No de nuevo.
Tanto interés y preocupación por una humana comenzaba a exasperarla. Si Sans se había ido a lo que fuera por la foto que ambos habían visto, que W.D. se tomara la molestia de resguardarla en y que le encomendaran esa precisa zona con tal de mantenerle a la raya… ¿qué tendría de especial fuera de ser la hija de un líder japonés muerto? Incluso la habían tenido en el hogar de los esqueletos cuando claramente decían que no se permitía mujeres ahí. Simplemente no era justo.
Pero ahora estaba ahí, se repitió constantemente, estaba de vuelta en el hogar de su amado y siendo considerada para más tareas importantes para él. Era un buen indicio ¿no es así? No tenía razones para incomodarse por una humana sin clase ni modales, ¿cierto? Pero el hecho de que Sans terminara embobado por alguien pese a su constante apatía de las cosas le daba suficiente curiosidad a ella y eso era algo que de alguna manera le incomodaba aceptarlo.
Posiblemente se metería en problemas por intentarlo, pero ahora que no tenía a nadie a los alrededores, tenía que hacerse cargo a su manera. Demostrar su utilidad rompiendo ciertas barreras que se le justificarían en poco tiempo dado su experiencia.
-Ya que tienes tanta urgencia de irte… tengo una propuesta que podría ser interesante para ti, florecita.
-No me interesa lo que venga de una estúpida.
-Yo sé dónde está la humana. –Soltó sin más para tener su total atención ahora que mostraba no gustarle los rodeos. Cosa que tuvo total éxito al notar que se giraba como podía para verle directamente de nuevo. –Soy la encargada de vigilar la zona en la que está, así que podría hacer algo por ti si tú haces algo por mí.
-Sigue hablando.
-Fuhuhuhu, sólo quiero que me respondas varias preguntas mientras nos encaminamos para allá. –Le sonrió complacida de contar con su interés. –Solo soy curiosa.
-Sólo si nos vamos de una maldita vez.
-¡Muy bien! –Levantó el contenedor en el que estaba mientras con otras manos levantaba la taza y las galletas faltantes. No quería dejar evidencia de que había entrado sin permiso. –Comencemos con algo sencillo. ¿Cuál es tu nombre?
-¿Enserio? ¿Preguntarás cosas así de estúpidas todo el camino?
-A menos que quieras que te llame florecita todo el tiempo, sí.
-¡Agghh! –Mientras cerraba la puerta al salir y se encaminaba hacia las escaleras, le pareció ver que rodaba lo que tenía como ojos. –Me llamo… Flowey.
-Muy bien, Flowey. Segunda pregunta. ¿Te parece si vamos para allá con clase? –Sacó una cartera negra mientras sonreía maliciosamente. –Sans es quien paga.
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No sabía cuánto tiempo llevaba en esa posición tan incómoda de cabeza, pero estaba determinada en soportar todo por parte de Don Gaster hasta que la situación estuviera a favor suyo. ¿Por qué le insistía de cosas que no tenían sentido? Constantemente le preguntaba sobre su cuerpo mismo o sobre reacciones que carecían de sentido común a su perspectiva. Pero fuera de ello, había una pregunta en particular que era su razón de querer soportar todo en cuanto no tuviese intenciones de matarla con ello.
-¿Qué relación tienes con Asgore Dreemurr? –Lo escuchaba decir con cierto tono apresurado mientras le tenía elevada con su magia con la silla que le tenía amarrada y de cabeza.
Frisk no respondía por el temor de cometer un descuido que le costaría la vida de su padre. Sin embargo no podía evitar tener la curiosidad de cómo era que sabía su nombre y porqué tanto conflicto con él. Nada bueno podía surgir del esqueleto jefe de familia, eso era más que un hecho para ella, por lo que se contenía lo suficiente para no mostrar emoción alguna de por fin escuchar su nombre tras tanto tiempo en espera en la ciudad que tanto le había mostrado su desprecio a lo que fuera.
Necesitaba pensar en una solución inmediata, pero no se le ocurría algo que pudiera ayudarle en el estado en el que andaba. Y el que le doliese la cabeza por la posición en la que estaba no ayudaba mucho, aunque más que tortura con eso, parecía estarle estudiando sus reacciones y anotándolas en su libreta flotante al igual que sus manos amatistas. ¿Estaba esperando a que algo pasara? Por sus preguntas absurdas, era casi un hecho. ¿Por qué le estaría preguntando sobre por qué no había cicatrizado en su vida o no? ¿Por qué lo mencionaba como si fuese extraño ese hecho? Actuaba igual de extraño como los hermanos, que se le habían cuestionado sobre si se había maquillado para ocultar un posible morete. Pero seguramente ese desconcierto se debía a que ellos no tenían piel para sentir empatía y comprensión al respecto. No tenían intenciones siquiera de sentir empatía por el espacio personal para empezar.
No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde su pérdida de conocimiento, pero el constante gruñido de su estómago le indicaba que había pasado demasiado desde que había ingerido algo. ¿Siquiera el Don había comido algo en todo ese tiempo? Le daba la impresión de que no le había quitado el ojo de encima en todo momento… si se pudiera mencionar de esa forma tal expresión.
-Veo que aquí hay una cocina. ¿Puedo prepararme algo? –Se atrevió a preguntar al no poder con su hambre. –Si quiere le preparo algo también a usted. Considérelo una tregua o un descanso.
-No pienso soltarte hasta que me respondas, humana.
-No creo poder huir en este estado. Además no tengo idea de en dónde me encuentro y este vestido está roto y ensangrentado. Creo que se me caería en el estado en el que está.
El Don parecía estar a punto de responderle una negativa, pero un ruido reconocible y no proveniente de ella fue más que suficiente para ser una mejor respuesta. ¿Los esqueletos tenían estómago o intestinos para generar tal ruido? Había mucho que le gustaría saber de cómo era que funcionaban sus cuerpos.
-Entonces usted deme algo de comer. –Insistió al no obtener más de él, aun cuando fuese evidente que tenía hambre como ella.
-Te daré de comer hasta que me respondas.
-No responderé nada hasta que me deje comer.
-¿Siquiera te das cuenta de que puedo matarte si quiero? Careces de total sentido común.
-No quiere matarme… usted mismo lo dijo. Y por lo que hace, tampoco tiene energía para querer torturarme. –Contestó mientras le observaba esperando una reacción de su parte, pero viéndolo al revés le era complicado saber realmente qué expresión había hecho. –Está cansado ¿no es así?
-Si crees que puedes intentar…
-No intento nada. Usted no me agrada ni me importa.
Le molestó que tratara de insinuar que estaba apaciguándolo. Lo que menos querría en su vida sería ser amable con un sujeto tan despreciable que constantemente le había lastimado al borde de la muerte. Ahora comprendía porqué la señora Bonnie opinaba sobre él sobre cómo se había casado con alguien tan sonriente, a su vez que ahora comprendía aún más porqué sus hijos le llamaban "jefe" en lugar de padre. Simplemente parecía haber querido apartarse de todo lo bueno que tenía para sólo ser miserable por voluntad propia. De algún modo eso le recordaba a su propia mamá, con su aire melancólico en todo momento pese a estar con ella todo el tiempo.
Para sorpresa suya (y alivio para su cabeza), le devolvió a su posición en un suave movimiento y unas de sus manos flotantes le quitaron las cuerdas que le tenían atada en la silla. A Frisk le costó trabajo reincorporarse una vez que intentó pararse al sentirse libre. Era como si no hubiera estado de pie en mucho tiempo y estuviera aprendiendo a caminar nuevamente. ¿Cuánto tiempo había estado así?
-Ni siquiera intentes hacer algo malo. –Le amenazó el esqueleto, estando en su asiento y observándole con suma seriedad. –Te estaré vigilando, humana.
-El que quiso drogarme con comida fue usted. –Le recordó con cierta molestia de su parte, sin poder contenerse en responderle pese a la amenaza. –No me rebajaría a su nivel, señor.
Eso le habría costado un golpe más de su parte a como recordaba que le había tratado obligándola a ser sirvienta de su casa, sin embargo el esqueleto se limitó a observarla con total odio, teniendo sus manos flotantes al alcance de ambos para tener total control de la situación. Eso le confirmaba de alguna manera de que si estaba cansado mentalmente, o de lo contrario le habría lastimado o disparado nuevamente.
Al notar que le dejaría moverse, se dirigió hacia la cocina sin saber realmente qué podría hacer. Era una cocina ajena de sabrá quién. ¿Qué tal si el Don había invadido una propiedad ajena? Si ella tomaba algo de ahí ¿sería cómplice de tal allanamiento? Por lo que podía notar en los adornos y uno que otro alimento empaquetado, quien vivía en ese lugar le gustaban las cosas elegantes y muy vistosas para su gusto. Había muchos juegos de té y dulces que quedarían bien para acompañar una buena merienda, pero fuera de ello no le indicaba nada más. Se anotó mentalmente en que pagaría lo que tomaría de ahí para no sentirse culpable, pero realmente tenía hambre como para detenerse ahora.
Apartando con cuidado a una que otra araña de la alacena, encontró una barra de pan, algunos huevos, pimienta… con eso podría hacer algo para calmar su estómago. Notando que su vestido estaba en peor estado del que se hubiera imaginado, se atrevió a tomar un mandil que estaba colgado y se lo colocó esperando que no lo manchara con eso. Se veía muy bonito como para maltratarlo con sangre, pero le parecía muy antihigiénico estar expuesta así en una cocina.
Tomando un sartén que encontró, comenzó a preparar los huevos con un poco de pimienta. El simple olor le hizo rugir a su estómago, reclamándole de por qué no comía de una buena vez.
-¿Cómo es que has vivido tanto tiempo con ese comportamiento tan ruin? –Escuchó que el esqueleto le reclamaba desde su posición.
-¿Me lo dice un mafioso que no le importa la vida ajena? –Contestó sin siquiera mirarlo, su atención estaba en el sartén. –Debería de pensar más en usted que en lo que son o no son los demás. Supongo que eso lo aprendió Papyrus de usted.
-Le enseñé muchas cosas, pero no a ser piadoso con humanas.
Frisk pensó en muchas respuestas para eso, pero se contuvo al preferir servir los huevos y comer de una vez, en lugar de seguir discutiendo con alguien que no tenía remedio. Encontró los platos con suma facilidad, casi parecía que las arañas que estaban ahí hubieran abierto la puerta en la que estaban para facilitarle las cosas. Era tan extraño, pero no quiso pensar mucho al respecto. Aprovechó una de las teteras que había ahí para calentar agua y preparar té para acompañar la comida, pero para su mala suerte sólo había las empaquetadas que carecían de la verdadera esencia que implicaba un buen té. Supuso que para los citadinos era un modo de reducir tiempos, sin poder disfrutar el proceso que era esperar la textura que daba unas buenas hojas recolectadas.
Sin más, llevó los platos en la mesita que estaba en la sala al no haber un comedor ahí. Además de que no parecía haber otra opción que comer junto al mafioso si le estaba vigilando con esa mirada de odio. En cuanto pudo llevar el juego de té de porcelana con cuidado, se dispuso a sentarse en la silla que le dejaba disponible para comenzar a comer de una buena vez.
-En esta casa no hay té como se debe. –Comentó pese a que no era necesario dar tal explicación. Casi era para sí misma tal conversación mientras servía una taza y se la pasaba. –Sólo hay en bolsitas.
-No quiero té, quiero café. –Contestó sin tomar la taza que le había dejado frente a él.
-No debería de tomar tanto café. Padece de dolores de cabeza constantes ¿cierto? –Al no obtener respuesta de eso, se dispuso a continuar sirviendo su propia taza. –Es té negro, creo que es suficiente cafeína para lo que quiere.
-¿Lo dice el empaque?
-No, el olor lo deja en claro.
-Aquella vez detectaste el sedante en el café. –Mencionó el esqueleto mientras levantaba su taza, meneándola un poco sin atreverse del todo a ingerirla. –¿Cómo reconociste un olor así?
-Usted no es de los que endulzarían una bebida que tanto parece gustarle. Y el café olía bastante dulce, así de simple.
Comenzó a comer sin esperar más tiempo, sintiendo como su propio cuerpo le agradecía que tuviese por fin la consideración de tener alimento. De vez en cuando notaba que el esqueleto se cuestionaba si debía de comer lo que le había servido, pero al haber varias arañas pequeñas sobre la mesa, en lugar de considerarlo como un indicio de falta de limpieza, fue lo que detonó que terminara tomando su plato y comenzar a comer sin emitir ruido alguno. A Frisk le era extraña la manera en la que el esqueleto sujetaba el tenedor o la taza, pareciendo que no requería tocar con demasiada fuerza los utensilios pese a que ya portaba guantes consigo por si el caso era no ensuciarse.
Aunque no le viese directamente mientras comía, sus ojos luminosos seguían como si con ello pudiese mantenerse alerta de lo que fuera a pasar. Parecía no saber descansar, como si fuese una necesidad suya mantenerse atento a su entorno en todo momento. ¿Era por eso que se le veía tan cansado? Recordaba que Sans se había agotado demasiado la vez que había usado su magia para salvarle en el hotel de Mettaton. Indicándole que tendría que descansar para teletransportarse nuevamente. Y si era el mismo caso el que estaba presentando ¿por qué la necesidad de mantenerse tan alerta estando en un lugar tan cerrado? Frisk sabía que no la libraría de nuevo si tratara de correr en ese lugar, sabía que no tenía opciones de huida cuando se trataba del jefe de familia.
También le era curioso que pese a ser familia, parecía que los colores que emitían eran diferentes. Papyrus naranja, Sans un solo ojo azul… pero el Don tenía dos amatistas que brillaban con más intensidad que los de sus hijos. ¿Tenía algo que ver sus cuencas agrietadas? ¿Los colores no eran cosa hereditaria entre esqueletos? ¿Por qué tenían colores diferentes? ¿De qué color los habría tenido la señora Gaster? Recordaba las fotos que había contemplado de ella en el cabaret, siendo tan sonriente que de alguna manera le recordaba mucho a Sans, imaginándose de ese modo que sus ojos pudiesen ser del mismo color si parecía haber heredado su sonrisa.
Aunque recordando justamente esas fotos, el ramo de flores que llevaba la esqueleto era sin duda alguna…
-Lavandas.
-¿Mmh? –El esqueleto se limitó a levantar su mirada hacia ella, sin saber si quería o no escuchar lo que siguiera con eso.
-Su mujer tenía un ramo de lavandas el día de su boda. –Siguió hablando más para sí misma que para el esqueleto que le escuchaba ahora con más atención. –Creí que era una selección extraña para un ramo de ese tipo… pero ahora me doy cuenta de que las tenía por un significado particular.
-Eran… sus flores favoritas. –Susurró para sí mismo, como si se cuestionara porqué había dicho tal cosa ante ella. –¿Cómo es que…?
-Le recordaban a usted, a sus ojos. –Concluyó Frisk sin pensarlo más. –Las lavandas son una flor relajante, así que supongo que usted la relajaba. ¿Ella era inquieta o algo así? ¿O tenía problemas para dormir?
El jefe de familia no comentó nada al respecto, observándole nuevamente con ese gesto entre el disgusto y odio que simplemente le exasperaba. Frisk supuso que esa sería su manera de indicarle que no le diría nada al respecto y que pronto terminaría la aparente tregua o descanso que se estaban dando entre ellos. Y tal vez era un buen momento para seguir callada y terminar de comer tranquilamente, pero su curiosidad al respecto era más grande en ese instante que cualquier cosa. Incluso cuando supiera qué tan desagradable ser era el que tenía al frente.
Ya que tal y como había dicho la señora Bonnie, debía de tener algo que hubiese hecho tan feliz a la esqueleto al grado de sonreír siempre así en las fotos. Aunque le era imposible siquiera pensar en algo bueno de él con todo lo que ya sabía de antemano.
-Sans y Papyrus me han hablado poco de ella. –Bajó la taza al no poder disfrutar como debiera su té. Percibía que tanta diferencia había entre las hojas y las bolsitas. –Creo que sé más por la señora Bonnie, pero…
-Así que esa francesa tiene fotos de ella. –Interrumpió Don Gaster con un evidente enfado al respecto. –Nadie tiene el derecho de tenerlas, mucho menos ella.
-Vi la foto en la que estaban en un crucero. –Admitió sin darle mucha importancia a su reacción. –Usted se veía feliz. Puedo suponer qué tanto la amó para extrañarla, pero no debería…
-¿En verdad crees "entender" lo que es extrañar a alguien, humana? –Su tono no sólo reflejaba enojo, sino que había un deje de fanfarronería que le insinuaba qué tan tonta la consideraba. –¿Crees ser capaz de entender lo que es perder a tu otra mitad? ¿Seguir adelante con el dolor, aun sabiendo que jamás podrías estar a su lado?
-Su error está en creer que es el único que la extraña, señor. –Contestó seriamente, agradeciendo internamente de haber dejado la taza de porcelana sobre la mesita. Sus manos estaban temblando nuevamente al querer contenerse de muchas emociones. –Tal vez nunca he amado de esa manera, pero sí sé lo que es perder a un ser querido y no poder hacer nada. También sé lo que es que un padre te niegue tal sentimiento, sin poder tener una fotografía de ellos salvo robándola.
Instintivamente tocó su pecho, en busca de un collar que no tenía nunca más. Lamentándose de haber perdido algo tan importante que nada podría compararlo en cuanto a valor sentimental. Tal vez ese era el sentimiento que tenía Don Gaster con las fotografías, tal vez esa era la sensación que tenía la señora Bonnie al conservar esas memorias, sonriendo en todo momento como si con ello quedara en el olvido lo que no debería de ser olvidado.
Ahora comprendía realmente porqué Ronnie se disgustaba con ese comportamiento. La señora Bonnie no era tan diferente a su propia madre o a Don Gaster.
-Los hijos también extrañamos a aquellos que se van para no volver. Los padres no deberían de ser egoístas en cuanto a eso.
La sensación le era extraña ahora que se atrevía a expresar lo que sentía al respecto. Tantos años comprendiendo qué tanto habían sufrido sus padres ante la pérdida de sus hermanos, ¿estaba solamente triste por ese hecho? No, comenzaba a percatarse que de alguna manera también estaba enojada con ellos, pero sobre todo, qué tanto podía identificarse con Papyrus, Sans, Ronnie… ¿Acaso había un patrón en todos los padres? ¿O solo tenía mala suerte de toparse con las similitudes?
-Estar dolido no es justificación para cometer tales cosas. –Retomó el anterior tema al no querer seguir hablando más ese punto. No le estaba agradando lo que estaba sintiendo con eso ni mucho menos que no pudiera frenar el temblor de sus manos. –Al menos debería de ver otras opciones.
-Vivo en Snowdin, ahí el sol no sale para nadie.
-¿Y por eso no permite que tampoco entre? –Señaló Frisk al recordar los cuadros que trataban de aparentar ventanas con hermosos paisajes. –Creo que está pidiendo a gritos la miseria porque considera que no merece volver a ser feliz.
-Suficiente charla.
Interrumpió el esqueleto mientras dejaba su plato sobre la mesita, siendo recogido por unas arañas más grandes a las que había visto en la cocina. ¿De dónde habían salido y porqué dejaba que se llevaran el plato? Ahora que lo pensaba con detenimiento, tenía cierto sentido que el lugar fuese elegante al igual que la casa sin ventanas de los esqueletos.
-¿Estamos en el departamento de…? –No pudo terminar su oración al no recordar el nombre de la chica arácnida. ¿Siquiera se habían presentado?
-Técnicamente es mío dado que yo pago todo esto. –Contestó con algo de calma después de tomar su té elegantemente y estando cerca de terminárselo. Era extraño verlo de ese modo después de torturarla y casi matarla. –Así que puedo decidir su uso.
-No debería de usar el hogar de una mujer para algo como esto.
Sentía que le estaba acabando el tiempo de "gozar" de su libertad fuera de ataduras. Quería pensar en algo que le pudiese ayudar a librarse de la situación, o por lo menos evitar toda tortura innecesaria que estaba dispuesta a soportar. Después de todo, si le había dejado comer, era porque en definitiva la quería viva ¿no? Aunque pudiera pensar en todos los utensilios que había en la cocina que le pudiesen ayudar, estaba segura de que con su torpeza al respecto no tendría ni tiempo de poder defenderse. La vez que había intentado usar un cuchillo sin verdadero filo en el atentado con Mettaton le había dejado en claro eso. Aquella vez la habría librado por Sans… y pensando en él, dio con algo que tal vez podría servirle.
-Sans y yo teníamos una especie de dinámica. Una respuesta por otra. –Comentó mientras notaba que las manos flotantes habían terminado de llevar a la cocina los platos que las arañas no pudieron llevarse. –Podríamos hacer lo mismo de forma civilizada sin necesidad de tanta absurda brutalidad.
-Tu majadería constante me indica que no eres capaz de tal cosa, humana. –Se cruzó de brazos mientras le observaba con sus ojos luminosos desde su cómodo asiento. –Respóndeme ahora qué relación tienes con Asgore Dremurr si no quieres que comience con algo peor.
-No pienso acceder a su tortura.
-Sei davvero un discendente della yakuza. –No tuvo idea de lo que dijo, pero el tono de su voz no indicaba nada bueno. –Veamos qué tan valiente eres para seguir soportando.
-Si respondo, usted tendrá que responderme porqué quiere saberlo o qué quiere de él. –Trató de razonar mientras notaba que el esqueleto se quitaba sus guantes, dejando a la vista lo agujerados que estaban de lo que debería de ser sus palmas. –Es así como Sans y yo teníamos nuestra dinámica.
-¿Qué quiero del Gran Don? ¿Además de llevarlo al infierno que merece?
-¿Qué?
-Ese maldito pagará por todo lo que me arrebató. –De pasar a una seriedad nada grata, su voz cambió a una de burla con enojo de por medio. –No dejaré que…
¡PLAM!
No supo en qué momento se había levantado, mucho menos en qué instante había terminado acercándosele lo suficiente para brindarle una cachetada con toda la fuerza que le quedaba y sin dejarle terminar su oración llena de bazofias. Tan sólo sabía que no podía contenerse más. NO QUERÍA contenerse más al estar totalmente harta de él y sus cosas tan retrógradas.
En su gran arrebato de ira con tal insinuación, había tumbado la mesita que los separaba y por consiguiente había roto gran parte del juego de té de porcelana. Pero nada de eso le importaba ahora. Estaba harta de ese esqueleto. Estaba harta de su discriminación, tortura y que no le dejase en paz con su vida mientras solo intentaba sentirse miserable con todo. No importaba qué tanto hubiese querido comprenderlo a través de los recuerdos de su esposa, ese sujeto simplemente no tenía remedio. ¿Cómo se atrevía a decir tales mentiras? ¡¿Cómo se atrevía a compararlo con él?!
-Mi padre… ¡No es como usted!
No le importaba que el esqueleto fuese a matarla, no permitiría que insultara a su padre diciendo que se merecía el infierno, no cuando no comprendía siquiera por lo que había tenido que pasar para siquiera dar con él en toda la ciudad, la cual parecía detestarla sólo por estar ahí. Ya no pensaba en nada más ahora, simplemente estaba harta de él. Estaba harta de todo.
Había esperado que el esqueleto le hubiese devuelto el golpe, pero no el hecho de verlo con las cuencas oscuras, sin verle directamente y teniendo su mano agujerada sobre su pómulo que le había golpeado.
-¿Qué? –Su voz era apenas y un susurro.
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Flowey odiaba los insectos. Siempre había tenido que lidiar con ellos intentándole maltratar sus pétalos en los peores momentos, razón por la cual en algunas ocasiones se había comido más de uno pese a no necesitarlos para su crecimiento. Sin embargo, la insecto que tenía consigo sobrepasaba cualquier malestar que pudiera generarle los de su especie. Nunca había deseado tanto recuperar su estabilidad física con tal de callarla de una buena vez. La chica hablaba hasta por los codos ¡Y ella tenía seis!
Había aceptado su trato considerando que no tenía que responder con la verdad varias cosas importantes, pero en lugar de acercarse a temas delicados a como había iniciado en la oficina de los tontos esqueletos, le preguntaba sobre banalidades que a Frisk jamás le interesarían siquiera considerar como tema de conversación. Y todo mientras tenía que soportar verla probarse varios vestidos que claramente no necesitaba. ¿Qué no se daba cuenta que tenía prisa? No sabía con cuánto tiempo contaba para salvar a Frisk de lo que pudiera pasarle ahora que sabía cuáles eran las intenciones del Don.
Si llegaba a descubrir su vinculación con Asgore Dremurr, estaba seguro de que no le irían bien con eso. Nada de eso pasaría si tan sólo la tonta le hubiera hecho caso cuando le dijo que tenían que irse de ahí. Ahora desconocía cuánto tiempo había pasado desde su inconsciencia y el estado en el que pudiera estar ella. Conociéndola, estaría metida en constantes problemas que no sabría cómo lidiar con eso.
-¿Qué te parece este? –Preguntó en cuanto corrió la cortina del cuartito en donde se estaba cambiando una y otra vez. –Está lindo ¿no?
-No me importa ¡Ya vámonos de aquí!
-Calma, calma, te dije que iríamos con clase ¿no? –Rió como tonta mientras se encaminaba hacia él, aparentemente luciendo la prenda bastante ajustada a su cuerpo. No parecía ser algo cómodo para andar. –También te compraré algo, aunque no sé cómo vestir a una planta, huhuhu. ¿Tal vez un moño para tu florero? ¿Una corbata? ¿O quieres probar estar en un sombrero?
-¿Por qué estás haciendo esta estupidez?
-No es estúpido querer verse bien. –Contestó mientras se observaba en el espejo cercano, posando de varias maneras para convencerse de comprar ese vestido tan corto para tanta nieve fuera. Además tenía la espalda descubierta como si requiriera mostrar la mayor cantidad de piel posible, aunque eso podría deberse más a la comodidad para sus múltiples brazos. –Además, Sans se metió en mis asuntos, así que le estoy haciendo pagar por eso. Literalmente hablando, huhuhu.
-¿Le estás vaciando la cartera a modo de venganza?
-Por supuesto. –Apartó la mirada de su reflejo y le sonrió. –¿Tú no lo harías?
-Rompí cada saco que dejaba en el departamento de modo territorial. –Recordó en el acto con algo de malicia en su voz. –Siempre detesté que hiciera eso. Como si con ello garantizara su regreso en la vida de Frisk.
-¿Desde un inicio mostró interés por ella?
-Sí, siempre ha sido un fastidio. –Reconoció con cierta irritación. –Acosándola en cada momento. Y por su culpa es que estamos pasando por todo esto.
-Te entiendo, Sansy es un fastidio andante.
-Si lo consideras así ¿por qué es que le llamas de esa manera?
-¡Oh! Es una costumbre que tengo desde niña. –Aunque riera entre palabras, pudo percibir que su tono era diferente. La arácnida regresó a ver su reflejo en el espejo mientras se arreglaba su cabello, como si fuese importante que ese detalle quedara bien para convencerse del vestido. –Solíamos llevarnos muy bien en aquel entonces, incluso me llamaba "Muffy".
-¿Muffy? Me suena a un muffin.
-Sí, también solía decirme así algunas veces. Sobre todo cuando bromeaba conmigo. –Dejó de acomodarse su cabello corto para sólo quedarse viendo hacia los ojos, como si buscara en ella misma algo más. –Nunca nos vimos como pareja pese a estar comprometidos, sólo habíamos aceptado nuestra realidad sin quejarnos, siendo buenos amigos los tres… hasta que yo ya no pude contener mis verdaderas emociones. Desde ahí ese par han sido muy crueles conmigo.
Flowey escuchaba con atención pese a su prisa de llegar de una buena vez con Frisk. Estaba seguro de que se arrepentiría de darle cuerda a la arácnida de seguir hablando, pero no podía fingir el hecho de considerar interesante conocer esa parte del esqueleto con el fin de usarlo a su favor. Si él ya sabía cosas que no le competían, se aseguraría de estar a la par por cualquier cosa que pudiera pasar en adelante.
Además, tenía que distraerla para que no preguntara más cosas sobre Frisk. Si sabía lo de las tumbas y apellido, no quería imaginarse qué tanto pudiera cosechar con más información.
-¿Qué fue lo que pasó?
-Bueno, no podía seguir ocultando lo que realmente sentía por W.D. y me le declaré cuando cumplí dieciocho años.
-¡¿Te gusta ese viejo amargado?!
-Sí, es todo un encanto de hombre. –Su tono empalagoso confirmaba qué tanto le fascinaba. Sumamente asqueroso. –¿Quién se fijaría en el hijo cuando el padre está tan bueno? Huhuhu.
La araña tomó más vestidos que le había colocado a lado de él y que ya se había probado. En lo que se encaminaban al recibidor para comprarlos junto con el que tenía puesto, Flowey pensaba seriamente en el asunto. Así que la basura sonriente había estado comprometido con la araña… eso comenzaba a darle una pista de lo que realmente pasaba. La arácnida podría detestar todo lo que quisiera a los hermanos esqueleto, pero no podía ocultar del todo que su curiosidad al respecto era porque añoraba ese convivio que tenían. ¿Acaso pretendía ayudar a Sans con la información que obtuviera de él? Le parecía una idea tonta, pero le parecía lo más lógico por las preguntas que le había hecho. ¿Para qué le serviría a Don Gaster cosas como cuál era el color favorito de Frisk o sabores de preferencia? Esa clase de banalidades sonaban más a detalles para conquistar que para extorsionar.
Al momento de recibir sus bolsas con varios vestidos innecesarios, sacó de ello una corbata verde con franjas doradas y se la colocó alrededor del intento de florero en el que estaba, soltando una risilla en el proceso y comentando "lo bien que se le veía". Flowey no pensó en decir nada por ello, se conformaba con irse de la tienda y dirigirse hacia su razón de haber accedido estar con la tonta insecto. Muffet se colocó su larga gabardina negra antes de salir, ocultando sus brazos extras dentro de ella al solo haber espacio para dos. Siéndole un poco complicado portar sus bolsas de compra y su intento de florero.
-Odio el frío. Y más en esta época. –Comentó una vez que comenzaron a andar por la calle.
-Ya somos dos. –Soltó Flowey al encogerse en su contenedor. El agua estaba congelándose de nuevo y a una gran velocidad. –¿En dónde está Frisk?
-Ya nos vamos para allá. Descuida. –La arácnida levantó su brazo disponible para parar un taxi, pero éste pasó de largo. –Un par de preguntas más sobre ella. ¿Por qué tuvo una floristería?
-Le gustan las flores y ya.
-¿Pero por qué tanto el gusto por las flores al grado de tener una? –Insistió con total paciencia, esperando a que volviera a pasar otro taxi mientras seguía caminando, seguramente para no quedar congelada. Le era evidente qué tanto no soportaba la nieve. –A mí me gusta bailar, pero no por eso buscaría dedicarme a eso.
-¿De qué te sirven los gustos si no los vuelves aspiraciones? –Movió sus pequeñas raíces para que no se congelaran por completo, reprochando internamente en que no fuesen lo suficientemente grandes para tener total control de sus habilidades. –La existencia no admite representantes.
-Palabras interesantes provenientes de una florecita. –Rió con un tono empalagoso que le causó irritación. –Para que pienses así, ¿significa que hay algo que quieras ejercer?
- No soy capaz de emitir emoción alguna que pudiese generarme un interés particular. Soy alguien limitado a existir, pero que toma decisiones por cuenta propia. –Le respondió sin siquiera pensarlo demasiado, casi como si fuese automático que tuviera que decir tal cosa ante tanto interrogatorio sobre su ser en ese aspecto. –Esa es mi naturaleza… pero en cambio la tuya, que tienes la capacidad para poder tener intereses y gustos, te condenas a apreciar algo en la distancia sin siquiera intentarlo. Simplemente patético.
-No me estoy rindiendo. No en lo que realmente quiero para mí. –Su tono empalagoso seguía ahí, pero de algún modo se sintió más opaco. –Mi aspiración más grande es tener una familia.
-De nuevo. Patético.
Notó que la arácnida había abierto la boca para reprocharle, pero se quedó estática al notar algo en la lejanía. Detuvo su caminar en busca de un taxi para ver al frente a una coneja de pelaje morado y grandes ojos dorados que parecía estar preguntando a cada persona que pasaba, pero recibiendo negativas con la cabeza constantemente. No tenía ni idea de porqué la insecto se había detenido por ello, pero en cuanto cruzaron miradas comprendió que se trataba de alguien conocido. La conejo no dudó en acercárseles con ese semblante de preocupación que no aspiraba a nada bueno en su vida.
-Muffet ¿cierto? –Preguntó la señora sin darle espacio para responderle. –Por favor dime que Frisk está con ustedes.
-¡¿Frisk?! –Flowey se adelantó a cualquier respuesta, queriéndose levantar del florero pese a serle una actividad muy complicada. ¿Cómo era que la señora esa la conocía? –¿Qué pretende con ella, señora?
-Flowey, ella es la señora Bonnie Bunny. –Contestó Muffet por ella, queriendo estar tranquila con todo. –Resguarda a la humana en su…
-¡¿Y por qué pregunta por ella?!
La flor no tenía tiempo para tanta tontería de los malditos citadinos. ¿Qué nadie hacía una simple tarea bien? Si Frisk había estado con la coneja pero ya no…
-No hemos sabido nada de ella desde la noche. Simplemente desapareció. –Contestó la coneja bastante preocupada, sin saber si debía de ver directamente a la planta que le reprochaba con mal modo o si a la arácnida que no parecía entender la seriedad del asunto. –Cerré el negocio en cuanto no pudimos encontrarla en ningún lado del cabaret para bus…
-¡¿LA METIERON EN UN MALDITO CABARET?!
En verdad que no podía con tanto idiota. Primero la habían denigrado a ponerla como sirvienta a servicio de la familia esqueleto, cosa que estaba seguro de que no le habría ido bien en eso. Y ahora resultaba que se habían atrevido a meterla en un lugar de quinta que sin lugar a dudas se prestaba a la prostitución... En definitiva no se lo perdonaría a nadie. ¡Y para el colmo Frisk ya no estaba ahí! Siendo un alivio de que pudiese zafarse de algo así, pero más difícil ahora la situación para dar con ella y protegerla de todo. ¿Se habrían atrevido a tocarla? ¿A maltratarla? ¿A denigrarla?
No… en definitiva no podía pasar más las cosas. No podía perder a Frisk.
No supo en qué momento inició, pero sus raíces crecieron a gran velocidad al grado de romper el contenedor de cristal y la capa de hielo en el que estaba, haciendo que la arácnida le soltase asustada y aprovechando en lanzarse hacia la conejo que tenía en frente, a la cual no dudó en extender sus raíces aún más para tratar de dañarla con lo poco que podía hacer. No tenía tierra cercana para poder recuperar toda su fuerza e invocar de ahí sus lianas, ni tampoco pétalos para generar sus balas, pero al menos podía erguirse por su propia cuenta ahora y enredarse en el torso abultado de esa mujer. Si era necesario, trataría de asfixiarla ahí mismo.
Tal parecía que había muchos presentes que le habían escuchado gritar y contemplar todo, pero nada de eso le importaba y tal parecía que nadie tenía intenciones de detenerlo. Ni siquiera lo que fuera que estuviera diciéndole la arácnida detrás suyo. Tan sólo estaba para observar con odio hacia la coneja ante él.
-Si se atrevió a hacer que cualquiera le tocara, juro que la mato aquí mismo.
-Y-yo sólo estoy preocupada por ella… –Contestó la coneja, reflejando su miedo en esos grandes ojos dorados. –T-todos la estamos b-buscando.
-Flowey, deja que se explique primero. –Escuchó que la insecto finalmente decía algo coherente en todo. Su tono era sumamente tranquilo, dando a entender que no le daba gran importancia a que quisiera matar a la señora pese a defenderla de algún modo. –Señora, le advertí que no la pasaría bien conmigo por negar el buen trato de W. D. Explíquese o dejaré que mi amigo la mate aquí mismo.
Flowey iba a contestarle que no era su amigo y que no volviera a usar ese término con él, pero estaba más atento a lo que fuera hacer la coneja. Estando enredado en todo su torso, podía sentir su alma temblorosa, sintiendo qué tanto miedo le estaba generando realmente. Sería tan fácil para él extraerle esa patética alma suya y poder recuperar algo más de sí mismo con eso…
-No tienes alma… ¿Qué se supone que eres? –Susurró la coneja como pudo.
¿Cómo era que esa señora se había percatado de eso? Los esqueletos sólo lo habían sabido por la información que les brindó la loca sobre qué venía siendo para su captura, aunque posiblemente se habrían enterado después al tratar de aplicar su extraña magia esquelética sobre él. Pero los conejos se suponían que eran una especie de monstruo sumamente débil en cuanto a poder mágico. No tenía sentido que se hubiese dado cuenta de eso con sólo estar tan cerca de su alma ¿o sí?
-Frisk estaba con mi hijo mayor. –Trató de explicarse la coneja al no obtener respuesta de su parte, pero Flowey simplemente comenzó a apretarle más con tan sólo escuchar eso. No parecía ser nada bueno. –E-estaban descansando y él volvió para trabajar. Pero a los minutos de no saber nada de ella… Nos dimos cuenta de que ya no e-estaba en ningún lado de la casa…
-O sea que su hijo le hizo algo a Frisk. –Gruñó Flowey, oprimiendo cada vez más su torso.
-¡R-Ronnie jamás haría algo así!
-Si su hijo se atrevió a siquiera tocarla…
-¡Estamos preocupados por ella! ¡Es muy inocente! –Exclamó con tal urgencia, dejando correr las lágrimas que alumbraban sus ojos dorados. –N-no puedo perder a nadie más… No podría perdonármelo…
Flowey se detuvo en su agarre que cada vez más amenazaba con quebrarla a la mitad. La sensación de poder obtener su alma era apetecible hasta cierto punto a causa de su irritación acelerada, pero sus palabras resonaron más fuerte en él que cualquier instinto que le exigiera seguir adelante. La señora le podría parecer una tonta más de la ciudad, pero al menos parecía tener una genuina preocupación a diferencia de cualquiera que se había atrevido a decir que les importaba Frisk cuando sólo eran una molestia más en su vida.
Además, parecía que ambos se decían lo mismo constantemente. Detestaba sentirse identificado con una desconocida, pero si quería saber alguna pista de en dónde pudiera estar Frisk ahora, tendría que dejarla con vida.
-¿En dónde han buscado? –Preguntó Flowey sin suavizar su agarre. –¿Y qué tantos han estado buscándola?
-T-todos mis hijos, por todo Snowdin.
-¿No está en ningún lado de Snowdin? –Ahora si percibió la preocupación de la arácnida con su pregunta. –¿Desde qué hora está desaparecida?
-Desde ayer por la noche.
-Justo cuando W.D. y Papyrus estaban fuera… –Muffet susurró para si misma, pero ambos pudieron escucharle perfectamente. –Y ninguno parece haber vuelto desde entonces.
Flowey no tuvo que pensarle demasiado para tener una conclusión con todo eso. Soltó por completo a la mujer y se lanzó hacia el suelo, odiando tener que tocar tanta nieve que le congelaban sus raíces recién recuperadas al tamaño que deberían de estar. No importaba cuánto buscara una mísera cantidad de tierra en todo eso, la gran capa de nieve y cemento le impedían su objetivo. Razón más para odiar el maldito barrio y la maldita ciudad en la que estaba.
Estuvo a punto de tratar de andar con sus raíces hasta donde pudiera con todo eso, pero una telaraña de tono levemente rosado le rodeó por completo antes de tratar de dar un "paso" más lejos de ellas. Con ello fue jalado de tal manera hasta volver a los brazos de la arácnida, la cual tenía todos sus ojos iluminando al mismo tono de su telaraña. Intentó zafarse de tal agarre con la fuerza que tenía, pero estaba paralizado de tal manera como si no pudiera sentir ninguna extremidad suya. Incluso podía apostar a que se estaba debilitando de lo poco que había podido recuperarse por cuenta propia, dejando de sentir sus raíces como si no formaran parte de sí mismo. ¿Acaso había sido por eso que había estado tan confiada de sacarlo de la casa? ¿Por eso actuaba tan campante sabiendo lo que podía generar a otros?
Tantos ojos que podían ver más que muchos seres juntos. Tantos brazos que ocultaba a simple vista para usarlos con libertad y con esa magia de retención de lo más particular. Ahora comprendía porqué Don Gaster la había intentado comprometer con la basura sonriente de su hijo. La arácnida no era una especie común, pero sí de gran utilidad que le habría sumado gran poder a su intento de equipo.
Era tan parecido al otro… que eso le irritaba aún más.
-Lo siento florecita, pero no puedo dejarte ir sin más. –Comentó Muffet con tal seriedad que no le quedaba. Manteniendo sus ojos con tal tono que le era complicado averiguar si le estaba mirando fijamente o no. –Tendría más problemas con mi querido W.D. si lo permito.
-Tienen a Frisk. ¡Le harán daño si no estoy con ella!
-No creo que…
-¡Si esos malditos ya tuvieron lo que querían, no dudarían en ir tras ella! –Exclamó nuevamente con lo que podía. Detestaba estar en ese estado, era como si hubiera vuelto a estar sin sus raíces.
-Se enfrentará a mi escopeta si eso ocurre.
Tal parecía que la señora conejo se había recuperado del susto, poniendo una mano en su pecho que seguramente aun le dolía, teniendo una respiración bastante profunda que hacían mover sus grandes pechos que no lograba ocultar del todo con su suéter. Pero su mirada brillosa había dejado de correr lágrimas para mostrarse decidida.
-No sé quién eres… o qué eres, pero si te preocupas por ella, estamos en el mismo lado. –Soltó la señora con un tono bajo para que sólo ellos le escucharan, pese a que todavía había uno que otro curioso que se había quedado contemplando tal escena sin intervenir. –Señorita Muffet, tenemos opiniones distintas, pero no creo que quiera correr el riesgo de haber perdido vigilancia de quien debía de estar al tanto.
-¡No me culpe de lo que usted…!
-Yo ya tengo mis roces con ese esqueleto amargado desde hace años. ¿Quieres experimentar qué tanto puede empeorar en tu caso?
La arácnida gruñó molesta por sus palabras, pero no comentó nada al respecto para poder defenderse. Flowey tenía mucha prisa y detestaba que tardaran tanto en conversaciones absurdas, le daba igual que quisieran ayudarle o no a esas alturas. Ya había cometido el error de confiar en Sans para algo así, no lo haría de nuevo.
Aunque pensando sobre él… si también había desaparecido. ¿Estarían los tres esqueletos con Frisk? ¿Haría algo para detenerlos o dejaría que todo fluyera para ejercer su estúpida venganza? Si había visto el contenido del collar, no dudaría en que habría completado las piezas para dar con una conclusión casi acertada.
-Araña, además de su casa ¿qué escondites tiene la familia esqueleto? –Preguntó Flowey con tal de obtener algo de inmediato.
-¿Por qué delataría tal cosa?
-No has parpadeado en todo este tiempo, lo que implica que dependes de eso para tenerme así. –Respondió con cierta malicia, dejando a la vista cuál era su debilidad realmente. –Sé que no puedes retenerme por tanto tiempo, así que si no dices nada al respecto, juro que te estrangularé a ti en cuanto tenga la oportunidad.
-No es lo único con lo que cuento para retenerte, tontito. –Sonrió con tal malicia que dejó a la vista qué tan afilados y delgados eran sus colmillos. Dejándole en claro su punto, a su vez que parpadeó ojo por ojo, dejando abierto por lo menos uno para que su magia siguiera. Tal parecía que tenía un total control de su poder que le habría sorprendido si pudiera sentir tal emoción con sinceridad. –Deberías de agradecer que soy piadosa usando mi telaraña en lugar de mi veneno.
-El restaurante italiano lo usan como base para muchas cosas. –Soltó la conejo sin pensárselo, omitiendo el claro disgusto que estaba teniendo la arácnida con su respuesta. –También tienden a andar mucho en la estación del tren… Pero ese fue el primero al que me dirigí en cuanto no la encontré cerca de mi casa.
-Tal vez ni siquiera andan en Snowdin…
-¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ?
Los tres no tuvieron que girar para saber de quién se trataba. Su voz alzada era en extremo particular al grado de tenerlos ahí sin necesidad de alguna magia de por medio.
Si Papyrus estaba ahí ¿En dónde estaban los otros dos? ¿Dónde estaría Frisk?
.
.
.
Se supone que debería de estar trabajando ahora, pero me quedé sin luz en mi casa y me vine a una cafetería para siquiera poder cargar mi celular, jajajaja. Así que aproveché para escribir un poco… y terminé acabando todo el capítulo XD
White-Rose, espero que te encuentres mucho mejor y que esta actualización te anime n.n
Michi fuera!
:)
