La vida para un monstruo en Ebott city era una pesadilla de la cual no se podía despertar, sólo afrontar la realidad hasta no poder más o simplemente morir en el proceso ante una debilidad inminente. En el caso del monstruo joven de dorada melena que vendaba sus manos con sumo cuidado, sabía que sólo había un modo de salir adelante con tal de tener el alimento del día: sobrevivir a base de golpes… literalmente hablando.
-¡Caballeros, hagan sus apuestas ahora!
-¡Veinte por el lagarto!
-¡Yo cincuenta a que la cabra lo derriba de un sólo golpe!
Asgore observaba la salida mientras protegía sus puños antes de ser su turno, escuchando los gritos de humanos adinerados que apostaban a favor o en contra suya. Siendo sólo un espectáculo que contemplar para ellos sobre un par de bestias dándose golpes hasta el agotamiento o la muerte misma. Dependía de qué tan entretenido o no era para ellos.
Y aunque la situación fuese una total mierda, lo cierto era que él no estaba para quejarse. Sus opciones como monstruo eran trabajar para una fábrica o mendigar hasta que su cuerpo no pudiera más por falta de alimento. Había tenido suerte que un par de humanos lo encontraran y reconocieran su talento pese a la discriminación. El boxeo era un deporte muy amado y querido para el país y por lo mismo era inaudito para los humanos que los monstruos quisieran participar en dicho deporte. Por ello, algunos morbosos y ansiosos de violencia crearon el rin clandestino, en el cual brindaron la oportunidad a algunos monstruos meticulosamente seleccionados poder participar a cambio de unas cuantas monedas o alimento diario.
Para algunos era una situación terrible tanta violencia en cada tiempo asignado dado que no respetaba las reglas del box, permitiendo mayores ataques en cuanto no involucrara ninguna manifestación de magia y siendo un modo de vivir lamentable del que no se tenía más opción, pero Asgore no podía evitar disfrutar del pequeño espacio al momento de ser el centro de atención, en donde los humanos eran quienes le adoraban de una u otra manera.
Cierto, era desagradable que los humanos los trataran como animales peleándose con sus aparentes vigoreos o burlas racistas, ansiosos de ver violencia entre ellos sin importarles que pudieran morir en el proceso con tal de entretenerse y ganar más dinero con sus apuestas, pero eso Asgore no le importaba una vez que ponía un pie en la zona principal. La pelea era lo único que tenía para sentirse parte de algo, para sentirse realmente vivo.
El cocodrilo que era su contrincante se veía fuerte, con colmillos de marfil y escamas que le daban una armadura ventajosa a lo mortal que eran sus golpes cuando se lo proponía. El monstruo jefe ni siquiera le importó esos detalles, poniendo sus puños al frente para indicar que estaba listo para una pelea que tenía que alargar para el entretenimiento de los humanos. No le gustaba contenerse, pero era una indicación de sus jefes si quería recibir la paga del día.
Y mientras comenzaba la extraña danza repleta de golpes que Asgore sólo esquivaba con facilidad, pudo notar que entre el público había una figura que sobresalía demasiado en las tarimas. Además de estar encapuchada con demasiada tela, su estatura superior dejaba en claro que no se trataba de un humano. ¿Acaso se trataba de un monstruo que le interesaba observar la pelea? ¿Qué no se daba cuenta de que podría irle mal por estar ahí sin autorización? Si él notaba a primera vista y en la distancia que se trataba sin duda alguna de un monstruo, no cabía duda de que cualquier humano presente podría darse cuenta también. Tendría que ser un idiota o un necesitado más para estar ahí de esa manera.
Por distraerse con eso, no pudo esquivar a tiempo un golpe directo al estómago, haciéndole doblegarse de alguna manera y regresándolo a su realidad que era pelear a la vista de todos. Molesto consigo mismo por eso, dio un solo golpe directo en el hocico del lagarto, tumbándolo de inmediato y dando por terminada la batalla con ese simple movimiento suyo. Y aunque escuchara que algunos estaban celebrando u abucheando su triunfo, Asgore solo se lamentó de haberse dejado llevar por esos segundos. Se suponía que debía de alargar más el evento, maldita sea.
Se giró de nuevo hacia el punto en el que había visto la figura encapuchada, pero ya no se encontraba ahí ni en ningún otro lado entre el público. ¿Acaso lo había imaginado?
Se retiró del rin para dar paso a los siguientes monstruos a pelear. Ya sabía que le regañarían tarde que temprano, así que se limitó en sentarse en un punto algo alejado en espera de que llegaran sus superiores con él con alguna que otra amenaza, pero una toalla directo en la cabeza fue lo único que recibió en los siguientes minutos. Al retirársela del rostro no tuvo que imaginarse de quién se trataba, sonriéndole a su amigo que estaba acercándose.
-Deberías contenerte de vez en cuando, grandulón. –El reno le arrojó otra toalla a la cara para que se limpiara el sudor con ella. Asgore soltó una risa con eso. –Un día de estos terminarás matando a uno.
-Descuida. –Le sonrió tras quitarse la toalla de la cara y se secó el cuello con eso. –Sé controlar mi fuerza, Rudy.
La vida en las calles era dura para un monstruo, pero estar haciendo algo que le gustaba y estar conviviendo con su mejor amigo aligeraba las cosas. Realmente podía sentirse agradecido con lo poco que tenía, siendo más que suficiente para seguir adelante. Y estaba seguro de que Rudolph pensaba lo mismo, siendo ambos monstruos dispuestos a estar a la mira de todos sin importarles lo que pensaran sobre ellos.
-El jefe va a sermonearme por esto, terminé mucho antes de lo acordado. –Soltó finalmente al sentir que no había oídos curiosos cercanos.
-Puede que no pase más allá de no recibir la paga del día. A mí me tiene amenazado de no mantener mi renta si sigo permitiendo que me golpeen tanto. –Suspiró el reno mientras se sentaba a lado suyo, poniendo su mano en su hombro adolorido tras su propio combate. –Pero me ponen con oponentes tan robustos como tú, estoy vivo de milagro.
-Ya sabes que yo puedo...
-No, no. Lucha por tus propias batallas, Gorey. –Le sonrió el reno con un deje cansado. –Yo me encuentro luchando por las mías.
Asgore le devolvió la sonrisa por inercia, admirándole por ese comportamiento suyo, pero lo cierto era que no dejaba de preocuparse por él. Su amigo era bastante delgado y con poca condición para resistir tanto a comparación de muchos otros que formaban parte del extraño elenco seleccionado, pero aun así era el primero en estar de pie en cada combate, razón por la cual lo habían terminado aceptando para el rin, como si fuese más interesante para los humanos ver a una astilla romperse en cualquier momento y ser intrigante que ese no fuese el resultado. El monstruo jefe ya se había ofrecido en pelear por los dos, compartiendo la paga y los alimentos además de vivir juntos para aminorar los gastos, pero Rudy siempre se negaba con demasiado optimismo pese a su situación cada vez más deplorable. Tal vez por ello era que se llevaban tan bien, ya que él tenía algo que le faltaba en los peores momentos. Ese entusiasmo que te motivaba a levantarte aún más que las ganas de simplemente querer pelear.
Iba a comentarle algo más en espera de finalmente convencerlo, pero un extraño silencio invadió el lugar que fue difícil poder ignorarlo. Asgore sabía que eventualmente llegaba gente adinerada al lugar, ya sea por pura curiosidad de ver a bestias pelear con pocas reglas y a merced de ellos, u otros que realmente iban a apostar grandes cantidades de dinero por una pelea específica, así que no debería de ser extraño ver que uno que otro humano se viere excéntrico por esos lares. Sin embargo, el motivo del silencio colectivo tenía a muchos humanos consigo como si de una escolta se tratase, haciendo que otros se mantuvieran firmes antes de que la figura central hiciera acto de presencia al lugar, caminando lentamente con la cabeza en alto y portando una máscara de madera que era muy similar al rostro de un zorro blanco, teniendo algunas líneas rojas y una mirada sumamente alargada que vendrían siendo los orificios para los ojos. ¿Acaso era su modo de burlarse de los monstruos? ¿O porqué entrar portando una máscara así?
Y lo extraño no era eso, ya que por lo que podía notar en su ropa, sin duda alguna provenía de otro país en el que sería normal estar con tales prendas tan grandes para su tamaño, sino que a lado de él venía la figura que había visto anteriormente en las tarimas entre el público, pareciendo hacer un esfuerzo de mantener la mirada baja con tal de no hacer contacto visual con nadie y con un aire de seriedad que le inquietaba de alguna manera.
-¿Quiénes son? –Finalmente preguntó Asgore por lo bajo.
-Ni idea.
Los extraños sujetos llegaron con uno de sus superiores que controlaba las apuestas del día. Tanto Rudy como él no dudaron en acercarse un poco para ver si podían captar algo de lo que estarían hablando, pero era muy difícil saber quién era el que hablaba realmente si uno estaba con la máscara y el otro con la larga capucha. Además de que los sujetos que habían llegado con ellos dos parecían querer mantener al margen todo escándalo generado por la euforia de lo que era el rin clandestino. Pero había algo en común en todos ellos además de ser muy serios y era que tenían los ojos alargados, confirmándole que venían de otro país. Algo oriental para ser específicos.
-¡Asgore!
El grito de su superior había resonado bastante fuerte ante el silencio que estaba en incremento, separándose de su amigo para acudir al llamado y saber en primera fila qué estaba pasando con esos extraños sujetos. Pero en cuanto llegó no pudo obtener mucho, ya que parecía que sólo habían solicitado su presencia para ser contemplado lo más cercano posible. Asgore se sintió algo incómodo por esos pocos segundos, pero finalmente pareció que la figura con la máscara de zorro se giró al sujeto encapuchado y le dijo algo en un idioma desconocido para él, a lo cual asintió a lo que pareció una especie de orden.
-Mi señor pregunta que si realmente él es su mejor luchador. –Le sorprendió escuchar que se trataba de una voz femenina, pero aún más lo neutro de su tono al estar aparentemente traduciendo lo que el otro decía. –No aceptará que solo le brinden músculos sin agilidad.
-Tal vez su señor no lo sepa, pero éste de aquí es un monstruo jefe. La especie más fuerte y resistente que hay de los monstruos. –Mencionó el humano con un deje arrogante. Si bien lo estaba elogiando, sonaba como si sólo mencionara un pedazo de carne para un menú especial. –Son difíciles de conseguir, aún más por estos lares.
El monstruo jefe mencionado no entendía realmente qué estaba pasando. ¿Acaso pretendía venderlo como esclavo? Eso era completamente ilegal ya desde hace bastantes años y claramente no lo permitiría por mucho que estuviese en una necesidad. ¿Qué demonios estaba ocurriendo entonces? El enmascarado parecía no apartarle la vista en ningún momento, aunque pudiera ser imaginación suya al ser difícil de ver sus ojos u expresión con tal máscara tan extraña. Y pudo escuchar que nuevamente había dicho algo en su idioma extraño sin poder entenderlo, pero por lo que notaba por la figura encapuchada, se trataba de una indicación muy precisa al momento de ver con asombro que se quitaba la capucha de encima para dejar a la vista que efectivamente se trataba de una monstruo con el pelaje más blanco e intacto que había visto en su vida. Ni siquiera él que se suponía que era blanco también llegaba a esa pureza tras tanto descuido constante.
-Mi señor lo sabe muy bien.
Era una monstruo jefe igual que él.
Cada vez estaba más confundido. ¿Por qué estaba acompañando a un humano tan extraño? Podría pensar que sólo se trataba de una traductora si no fuera por su comportamiento de mantener la mirada baja y por su constante muletilla "su señor" al momento de mencionar al enmascarado a lado de ella. ¿En verdad se trataba de una esclava pese a años de libertad? ¿O era que en su aparente país oriental las cosas eran diferentes todavía? Quería hacer contacto visual con ella, pero por más que no le apartara la vista, la mujer nunca le regresó la mirada. Teniendo una expresión sumamente neutral y atenta a cualquier cosa que dijeran entre humanos.
-¿Entonces la apuesta es su monstruo contra el mío? –Su jefe pareció interesado con la propuesta. Asgore esperaba que no fuese el caso. Golpear a una mujer le parecía terrible, y aún más a una que no parecía saber que seguía viva y que podía hacer algo con su propia existencia.
-No, mi señor es quien quiere luchar con el mejor oponente que pueda ofrecer este lugar. –Contestó la mujer de inmediato. –Quiere probar el boxeo contra las artes marciales por unos... diez minutos.
Su jefe se rio con ese comentario, siendo bastante fanfarrón a la comparativa de técnicas disciplinarias. Mientras que Asgore tomó como un insulto que el sujeto enmascarado frente a él solicitara tal cosa, teniendo que contener un gruñido por tal petición. ¿Qué demonios se creía para venir de otro país para insultar el suyo? Nuevamente notó que le miraba fijamente pese a ser difícil comprobarlo, pero ahora él le devolvió la mirada sin importarle lo mal que se viera ante humanos. Había algo en todo eso que no le agradaba para nada.
Sin que pudiera protestar en contra de tal petición, su jefe había aceptado una vez que otro sujeto se había acercado con un maletín repleto de dinero, lo cual únicamente iba dirigido para tener la oportunidad de pelear sin necesidad de apostar. Asgore se había apartado en cuanto le habían dado la indicación de que se preparara para su nueva batalla, pero no pudo evitar el impulso de estar oprimiendo los puños ante el enfado que le provocaba la situación. ¿Le harían pelear contra un humano? No, lo que realmente pasaba era que un humano estaba pagando por pegarle. La última mirada que le había lanzado su jefe le dejaba en claro eso, que no le permitirían defenderse pese a que las intenciones del "cliente" eran probar el boxeo a través de algo que pudiera pagar por golpear sin ser un problema entre humanos. Una vez más, estaba ante una injusticia que brindaba Ebott city y ni siquiera tenía oportunidad de hacer algo para evitarlo. No si quería tener la paga del día, claro.
-¿Vas a pelear contra un humano? –Se escandalizó Rudy en cuanto captó a qué iba todo. Ni siquiera se había detenido con él para explicarle, siguiendo su camino y notando que el reno le seguía el paso con mayor prisa ante la diferencia de pisadas. –Grandulón, creo que deberías de retroceder en esta batalla, no creo que...
-No pasa nada. –Le aclaró sin querer verlo directamente. Podía notar su propio enfado como para querer desquitarse con su único amigo. –Dudo que ese debilucho pueda hacerme algo para empezar.
-Pero...
-Tengo más que claro que no puedo pegarle, Rudy. Además, ese sujeto sólo pagó por unos minutos en el rin. –Aflojó un poco sus vendas para reacomodárselas mientras caminaba, aun cuando no era del todo necesario si de cualquier forma no daría ni un sólo golpe. Hacer eso de alguna manera le tranquilizaba ante la molestia que le había generado su simple presencia. –Sólo quiere sentirse superior con sus artes marciales contra nuestro deporte. Hay que darle por su lado a ese maldito extranjero.
Escuchaba en la lejanía y sin prestar mucha atención de que estaban anunciando la batalla que se presentaría, en la cual sólo invitaban a los presentes a observar ya que no habría apuestas de por medio. Era una jugada nada agraciada ni para monstruos ni humanos, notando lo temeroso que se mostraba el momento tanto por humanos preocupados de que saliera lastimado uno de los suyos o por monstruos que consideraban injusto y no podían opinar al respecto. Miradas que comunicaban tanto en un instante y que alimentaban su molestia del momento. Era obvio que no podía atreverse a golpear a un humano por más que quisiera hacerlo. No saldría vivo de ahí de atreverse ante tantos presentes que no les importaría matarlo por su atrevimiento. Después de todo, estaba en una zona clandestina y no era un lugar para pedir esa clase de piedad.
Él solo se había puesto en charola de plata ¿cierto?
Al momento de presentarse de nuevo en el rin, notó que su oponente tan sólo se había quitado una de sus prendas extrañas, permaneciendo consigo su ropa holgada y su máscara que de alguna manera era una especie de burla. Era como si tuviera demasiado cuidado en dejar en visto algún centímetro de piel que dejara en evidencia de quién se trataba. Y si ese era el caso, estaba seguro de que presentarse en un lugar de mala muerte con tal vestidura y siendo acompañado por una monstruo jefe, no era el modo adecuado de mantenerse en total anonimato.
Al fondo sonó la campana que tanto le agradaba escuchar en mejores situaciones, pero por más que se quedó estático esperando cualquier golpe de su parte, su contrincante simplemente se le quedó mirando. Reinando un silencio incómodo en el lugar al no saber nadie qué esperar de eso. Ese maldito... ¿En verdad iba a hacerle dar el primer golpe? ¿Tenía idea de cómo lo dejaría a él con eso? El enmascarado simplemente estaba mirándole con una tranquilidad que sólo le molestaba aún más. Como si con su aire pacífico fuera suficiente para provocarlo. Pero sólo había pagado por unos cuantos minutos, así que, si él no quería dar el golpe y terminar con todo de una buena maldita vez, sería su modo de desperdiciar el dinero. Estaba seguro de que su jefe no se lo devolvería en situaciones así y ni tampoco le perjudicaría a él directamente.
-¿Así que sólo eres uno más estando de rodillas?
Pese a la máscara, la voz del humano sonaba tan calmada y profunda. Asgore se sorprendió tanto que olvidó por un momento que estaba en la mira de todo. ¿Así que el tipo si hablaba inglés? ¿Entonces sólo hacía que un monstruo hablara por él por mera diversión y superioridad?
Y antes de que pudiera reaccionar ante el desconcierto, el humano enmascarado le lanzó una gran patada que le hizo perder el equilibrio por un momento, pero otra patada igual de rápida lo terminó tumbando por completo y ahora estaba en el suelo sin poder procesar todo. ¿De dónde había sacado tal fuerza? ¿Cómo pudo tumbarlo? Ni siquiera oponentes igual de robustos que él habían logrado tal hazaña aun en distracción, mientras que el humano ante él ni siquiera llegaba a la altura de un humano hombre promedio, y ni hablar de musculatura, aunque eso último pudiera ser cuestionable si estaba con esa ropa tan holgada. ¿Cómo demonios pudo ejercerle tanta violencia con un par de movimientos simples?
Asgore estuvo por levantarse con tal de no sentir mayor humillación del que por si ya estaba sintiendo, pero el humano fue más rápido y le mantuvo en el suelo al poner un pie sobre su cuerno con tal de que no se levantara.
-¿Por qué no esquivaste?
-Solo intento sobrevivir. –Gruñó Asgore, molesto.
-No lo parece.
El humano puso mayor presión sobre su cuerno, haciendo que ladeara su cabeza hacia ese lado.
-Sé que tus superiores te piden que te contengas. –Pese a estarle pisando el cuerno con mucha agresión, la voz del sujeto era sumamente profunda y carente de emociones que no reflejaba para nada el momento. Como si tuviera una neutralidad intacta que ni la batalla pudiera doblegar. –Pero yo te pido que hagas todo lo contrario.
Notó que el humano había quitado su pie de encima para darle el espacio suficiente de levantarse, pero Asgore tardó en reaccionar adecuadamente al serle de lo más extraño lo acontecido. ¿Acaso... pretendía darle piedad? ¿A él? ¡Si él se estaba conteniendo! Se levantó en un simple salto para ponerse de pie sin más segundos por perder, posicionándose adecuadamente para prepararse de cualquier otro golpe, pero el humano tan sólo le hizo una señal de que fuera él ahora quien diera el golpe. Por la máscara era difícil si tenía alguna expresión de burla o seriedad, pero ese detalle ya no le importó, al igual que si debía de contenerse o no de golpear a un humano.
Ni siquiera escuchaba más si los espectadores estaban haciendo algo o no. Por esos segundos, sólo estaban el enmascarado y él.
Asgore extendió su puño directo hacia él, pero fue un golpe perfectamente esquivado sin necesidad de mucho esfuerzo, a lo que rápidamente él respondió queriendo dar otro, pero fue el mismo resultado una y otra vez. El sujeto era bastante rápido, pero no parecía tener intención de devolverle ningún golpe más. Eso debería de preocuparlo si sólo estaba quedando él mal ante tantos ojos presentes, pero estar ante un oponente tan particular le impedía pensar en otra cosa que no fuera dar todo de si en esa pelea que no tardaría en acabarse. Uno de sus golpes terminó dándose en el suelo, haciendo que temblara el lugar por unos breves segundos. Eso había sido peligroso, pudo haber matado a su oponente sólo por dejarse llevar ante la emoción de la pelea, pero el humano se mantuvo de pie sin preocupación que reflejara alguna parte de su cuerpo. Incluso le daba la impresión de que le estaba incitando a hacer algo así de nuevo o que fuera mucho más allá incluso. ¿Acaso lo estaba disfrutando tanto como él? ¿Acaso él también amaba la pelea?
Podía sentir las llamas de su interior, queriendo surgir tan sólo de la emoción. Por lo que sus siguientes golpes fueron mucho más rápidos que terminaban volviéndose puños cubiertos de fuego.
-¡La magia está prohibida! –Escuchó que a lo lejos alguien le reclamaba.
Asgore lo sabía más que nada, pero no podía evitar contenerse por esa vez, sobre todo porque al humano ante él no parecía importarle. Haciendo una sutil señal hacia donde estaba el resto para que no hicieran nada para detenerlos. En una rápida vista pudo percibir preocupación por gran parte de los monstruos luchadores que observaban todo con atención, algunos humanos curiosos por el hecho permitido y en cuanto su gente que había venido con el enmascarado, simplemente estaban estáticos haciendo que nadie más interviniera. Rudy parecía querer gritarle algo, pero se contenía ante la presencia de los mismos sujetos extraños. Evidentemente estaba preocupado de cómo se estaba dando las cosas.
Pero lo que no comprendía nadie era la emoción que ambos sujetos estaban sintiendo. Asgore podía notarlo de alguna manera. ¡Quería darle un solo maldito golpe y no podía! El humano era muy habilidoso, casi como si supiera desde antes en dónde brindaría su golpe. No sabía si eso le estaba exasperando y molestando por dejarlo en ridículo, o si le gustaba estar ante alguien que no retrocedía y de alguna manera estaba a su nivel.
-¡Tiempo!
Por lo visto, habían tenido que gritar que la pelea pagada había llegado a su fin, ya que jamás escuchó la campana que daba por terminado todo. Asgore se había quedado estático de inmediato, pero sentía su cuerpo temblar de querer seguir adelante y lo mucho que le estaba costando contenerse. Ni siquiera le había podido dar ni un golpe, y eso que en verdad se había esmerado en darle por lo menos uno. ¿Por qué un humano era tan rápido y audaz para esquivar todo? En verdad había parecido que sabía el punto en dónde esquivarle y eso era imposible ante la diferencia de estaturas.
Su gente se había acercado para entregarle su prenda y hacerle escolta tras considerar todos ellos que ya había sido suficiente. Pero Asgore ya no le importó que la campana hubiera sonado, que sus jefes apostadores le miraran mal en la distancia o que su amigo estuviera preocupado acercándose con prisa para detenerlo de algo que sólo él parecía percibir. Dio un paso al frente y tomó impulso para correr hacia él nuevamente, antes de que se alejara aún más. A lo que recibió una barrera de humanos apuntándole con varias espadas que no tenía idea de en dónde las habían sacado, pero ni así el humano enmascarado le prestó atención, caminando tranquilamente hacia adelante y uniéndosele ahora la monstruo jefe de pelaje tan blanco como la nieve más pura de las montañas.
-¡Hey! –Exclamó sin importarle que estuviera su vida amenazada. No iba a quedarse con la duda sólo porque unos cuantos querían interrumpirle. –¿Quién eres?
El enmascarado se dignó en girar su mirada, siendo un tanto impredecible saber si su expresión era igual de indiferente como la máscara, o si de una forma u otra estuviera sonriendo ante los pocos minutos de batalla. La monstruo jefe pareció estarle preguntando en otro idioma si debía de responderle, pero el enmascarado le detuvo con un ademán rápido.
- Soy Masao Saito. –Contestó con total serenidad. –Y tu nombre no me interesa.
Nuevamente le dio la espalda y siguió su camino para que el resto de su gente le siguiera. Notando que finalmente se le había acercado Rudy para preguntarle cómo se encontraba, pero Asgore tan sólo se quedó mirando el punto en el que todos se estaban retirando en caravana, aunque sólo tuviera atención en uno solo en particular. Ese maldito… le había desagradado, pero aun así quería volver a pelear contra él. Era la primera vez que alguien le había sacado de sus casillas durante su único momento de paz y control en todo el mundo, pero también era la primera vez que había sentido algo más al momento de pelear.
Un hombre que vino de otro mundo le había dado una extraña lección aquella vez. Pero era el presente el que le había dejado en claro quién de los dos era el verdadero vencedor. Quién era el que valía la pena conocer el nombre y que temieran pronunciar. Teniendo su alma como trofeo ante él y aun así, causándole molestias pese a todo.
-¿Aun nada, Alphys? –Preguntó Asgore mientras no apartaba la vista del alma escarlata ante ambos. –¿Ni siquiera un indicio?
La reptil se limitó en negar con la cabeza ante su incapacidad de hablar. Por más que estuviera estudiando su solicitud particular, seguía sin poder obtener nada y eso era sumamente exasperante para sus planes. A decir verdad, no le importaba los experimentos restantes a comparación de ese, pero comprendía que era algo que no se podría obtener con facilidad. El maldito de Masao se había asegurado de que ni en muerte se pudiera hacer de lo que deseaba. Casi como si él mismo hubiera previsto que no podría vencerlo por esa vez en forma física, pero se las arreglara para joderlo en el más allá sabiendo qué era lo que quería. Y en verdad no había importado que le hubiera quitado todo por lo que vivir, aun así su alma brillaba con gran densidad para recordarle que jamás pudo arrebatarle de su gran determinación hasta la muerte. Ese maldito...
Asgore sonrió en silencio. De alguna manera, era como si siguiera luchando contra él.
-No funcionó ni con una vida artificial ni con monstruos con determinación inyectada. –Soltó pese a que no era del todo necesario seguir hablando. La reptil no le respondería ni con emoción. –Tampoco con humanos en sacrificio. ¿Cuál crees que sea el siguiente paso a probar?
La verdad era que había sido una pregunta al aire, porque en efecto, la reptil no era capaz de responderle y ni parecía tener intenciones de hacerlo. Simplemente estaba ahí limitada a esperar alguna indicación para hacerlo y ya. Esa clase de disposición le agradaba, pero por ahora era lo que menos necesitaba.
-Comencemos a preparar a la anfibia para esto. Puede que esta vez obtengamos resultados diferentes.
Sin necesidad de nada más se retiró lentamente para dejar que Alphys hiciera lo suyo. Disfrutando una vez más de poder ser quien le daba la espalda ahora a un Masao derrotado y limitado a estar en su sala de trofeos por lo que estuviera su alma dispuesta a seguir existiendo. Estaba seguro de que no podría durar tanto pese a todo, por lo que era razón más que suficiente para apurar sus planes antes de que realmente no se pudiera obtener nada.
Tantos falsos jugadores esparcidos en la ciudad… pero él era el único que tendría el verdadero poder. Solo era cuestión de tiempo.
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Había muchas que Frisk nunca se imaginó que haría en su vida, sin embargo, estaba ahí con el volante en mano tras varios días de constante aprendizaje empírico. Preguntándose todavía en cómo había terminado en una clase de manejo con un sujeto que en tiempos anteriores apenas y le dirigía la palabra ante el disgusto que le generaba su presencia, pero que ahora estaba de algún modo disfrutando ambas cosas en su tiempo libre. Teniendo finalmente una excusa para que los conejos no intentaran acompañarle a todas partes cuando salía, aunque notaba que gran parte de ello era por el miedo que les generaba la presencia del menor de una familia delictiva. Muy en sus adentros, tenía que admitir que por primera vez prefería eso a que no le dejaran en tranquilidad. Definitivamente esa familia no sabía del espacio personal, ¿o era que estaba acostumbrada a estar sola el mayor tiempo posible? No estaba segura de si quería o necesitaba una respuesta para eso.
Mientras cambiaba de velocidad a indicación de su maestro autoimpuesto, notaba nuevamente una que otra mirada de algún civil que le daba suficiente curiosidad de lo que estaban presenciando, mas estaban lo suficientemente temerosos de no mantener la mirada por más de unos cuantos segundos por miedo de ser aniquilados ahí mismo. Papyrus generaba tanto miedo como lo generaba su padre con pocos segundos dando presencia en un lugar, pero más allá del hecho de parecerse físicamente, le daba la impresión de que varios en Snowdin ya habían presenciado algo que ameritara tal temor. No obstante, no tenía la suficiente curiosidad de momento para preguntar la razón por la cual se daba ello, ahora que parecía tener al alcance una fuente de información que su propia mente no le permitía pensar en otra cosa con mayor ímpetu en el momento.
-¿Por qué Sans no ha vuelto a visitarme? –Preguntó sin apartar la mirada al frente. Papyrus ya le había regañado más que suficiente sobre la importancia de ver hacia dónde se dirigía como para olvidarlo. –No creo que se deba a que estén ocupados, de lo contrario no estarías diario enseñándome a conducir. Aun cuando jamás lo pedí.
-NUNCA VOLVÍ A OIR QUE NO QUISIERAS HACERLO. –Pese a todo pronóstico, el esqueleto había soltado una tenue risa tras su comentario. No estaba acostumbrada a verlo tan relajado con ella y presentía que jamás podría hacerlo tras tener siempre en mente el disparo de advertencia que le había dado una vez. –BIEN PUDISTE NEGARTE COMO SIEMPRE LO HACES CON LO QUE SEA.
-Bueno... luego tuve curiosidad de cómo funcionaba esto. –Susurró con algo de pena por admitirlo.
La verdad, ver tantos vehículos en un sólo lugar eventualmente fue suficiente para que terminara preguntándose cómo era que funcionaban tales aparatos mecánicos y porqué los utilizaban tanto. Si bien no era la primera vez que había visto uno antes de su llegada a la ciudad, los automóviles eran tan escasos en el pueblo al quedar todo tan cercano que bien uno mismo podía trasladarse caminando. Sólo cuando se trataba de cargas que las manos no pudieran soportar un traslado, era que las carretas se volvían un medio más que necesario y suficiente para llevar a cabo. Y tampoco era que saliera mucho de su propio jardín al serle más que suficiente para disfrutar su día, pero ese era un dato que no consideró necesario resaltar. Aunque estaba segura de que si lo hubiera mencionado en presencia de Sans, éste se habría reído de alguna manera.
Así que estaba ahí, con un vehículo manejado por ella misma y que llamaba mucho más la atención que el saco que le apenaba volver a ponerse ahora que entendía la percepción que daba a otros con eso. Prefiriendo la compañía de un potencial asesino que le gritaba constantemente sobre lo mal que estaba metiendo las velocidades, a una familia amorosa que le daba asilo sin necesidad de que les trabajara realmente. Preguntándose más sobre porqué su acosador personal no la frecuentaba tanto a preguntarse sobre dónde podría estar su padre ahora. ¿En qué momento su vida se había vuelto tan surreal? Definitivamente tenía que evaluar su vida y a qué encaminarse realmente, pero tenía que admitir que no sabía cómo hacerlo para empezar tras tantas cosas invadiéndole emocionalmente.
Por ahora, aprender a conducir tenía más sentido que las múltiples preguntas que le llegaban al momento de acostarse sobre qué era real o no en su vida. Así que esa era una razón más para envolverse en la curiosidad de cómo conducir un auto, aun cuando no tuviera idea para qué le funcionaría tal conocimiento cuando no tenía uno ni sabía en dónde conseguir uno para ella misma. ¿Existía una tienda que vendiera autos? ¿O era como los bancos, donde tendría uno que registrarse para poder obtener uno? Y si era ese caso, ¿tendría trabas similares sobre ser una mujer solicitando tales cosas? ¿Tendría que parar con la policía de nuevo por intentar comprar un auto? ¿Qué debía saberse para poder elegir un auto? ¿O había gente especializada sobre los autos como lo había para elegir ropa? ¿Su padre tenía un auto? ¿Y si había pretendido regalarle uno después, así como le había dado una casa y dinero?
-¡HUMANA, EL ALTO!
Frisk reaccionó tarde, frenando de golpe al recordar por un breve segundo cuál era el pedal para detener el auto y haciendo que ambos se pegaran con el frente por lo precipitado que había sido su movimiento. Aunque ya no tenía sentido parar en su recorrido a esas alturas (estando más cerca del mismo semáforo a la línea divisora), estaba segura de que era importante respetar las señales viales de una u otra manera. Podría atropellar a alguien de no hacerlo ¿cierto? ¿Estaba portando algo peligroso en sus manos y apenas se estaba dando cuenta? ¿Comprar un auto era como comprar una pistola? ¿Las pistolas se compraban?
Se lamentó en sus adentros. Para desgracia suya, ni conducir le ayudaba a dejar atrás sus constantes preguntas.
-Que me llames por mi nombre. –Le recordó finalmente, teniendo una mano en su frente donde se había dado contra el volante.
-¿EN DÓNDE RAYOS TIENES LA CABEZA? –Le regañó su maestro, ignorando olímpicamente su recordatorio sobre dejar atrás el modo despectivo de tratarla. Al parecer, también le dolía el golpe que se había dado en su cráneo. –ESTÁS IGUAL QUE SANS, ANDANDO POR LAS NUBES CUANDO DEBERÍAS TENER LOS PIES EN LA TIERRA.
-¿Sans está distraído? –Preguntó sin siquiera pensarlo.
-SI... APOSTARÍA A QUE ES POR EL BESO QUE LE DISTE. –Gruñó mientras se sobaba el cráneo, agradeciendo de alguna manera que no se hubiera quebrado por el impacto. Le daba la impresión de que los huesos de un monstruo esqueleto eran mucho más fuertes que los de un humano. ¿Tal vez por ser una anatomía expuesta a lo que vendría siendo la de un humano? –ESTÁ TAN IDIOTIZADO QUE SU TORPEZA ES UN PELIGRO PARA TODOS NOSOTROS. ASÍ QUE ESTO RESPONDE TU PREGUNTA SOBRE PORQUÉ NO TE HA FRECUENTADO, AUNQUE HACE DÍAS QUE DEBIÓ RESPETAR TAL INDICACIÓN.
Frisk notó que sus mejillas estaban ardiendo por la pena que le daba saber eso. Era cierto que le había besado al exasperarle la indecisión del mafioso que sólo la tenía suspendida con una interrogante sin sentido, pero ahora se preguntaba de si había sido algo bueno o no haber querido tomar acción en ese instante. A ella no le gustaba que invadieran su espacio personal y era algo que Sans sabía de antemano y respetaba a su manera, ¿acaso había hecho mal en hacer ella lo contrario? ¿Lo tomaría como una ofensa hacia su ser? ¿Había dado un beso adecuado? No tenía idea de si lo había hecho bien, tratándose de alguien que no tenía piel para sentirlo... aunque Papyrus ya le había explicado que si tenían manera de poder hacerlo. ¿Y por qué Sans estaba distraído con eso? ¿Acaso le había gustado en verdad? ¿Eso significaba que no lo había hecho mal?
Y varias preguntas de ese tipo Frisk se estuvo haciendo, hasta que la voz elevada de su copiloto le recordó que estaba la luz verde ahora. Lo cual era una indicación de que debía avanzar. Pero antes tuvo que prender el auto de nuevo ya que aparentemente se había apagado por algo que aún no entendía qué había hecho mal, fuera de frenar de golpe, claro. Las cuestiones mecánicas eran totalmente un universo extraño para ella como para siquiera tratar de entenderlo.
-¿Y... cómo se encuentra Flowey? –Preguntó minutos después.
Se apenó de no haber pensado en él antes. Aunque en sus adentros, seguía sin poner a un lado el resentimiento que le daba que su mejor amigo no le dijese nada sobre lo que sabía sobre ella. Así que tal vez realmente lo estaba haciendo apropósito y no se estaba dando cuenta en el instante, o se negaba a ello en un principio.
-QUERIENDO MATAR A SANS CON LA MIRADA. –Contestó con un tono amargo que parecía algo más característico en él que las sutiles risas de antes. Su descripción sobre su amigo encajaba a la perfección de lo que conocía de él para imaginárselo de inmediato, aunque era de algún modo sorprendente que sólo se limitara a querer hacerlo únicamente mirándolo. Estaba segura de que había detalles que no le estaba contando tras eso. –LO QUE LE HACE ENCAJAR DE ALGUNA MANERA CON EL RESTO DE LOS HABITANTES EN LA CASA.
-¿Todo por un beso?
-¡POR NO RESPETAR QUE NO DEBERÍA DE SALIR DE CASA! –Recalcó Papyrus y después soltó un suspiro, como si lo siguiente que estuviera por decirle no le agradara en absoluto, pero que consideraba sacar de su pecho. ¿O debería decir, de sus costillas? –TÚ TAMPOCO DEBERÍAS DE SALIR DE LA MADRIGUERA… TIENEN EN COMÚN SER DESOBEDIENTES Y MALAGRADECIDOS. ESO LO EMPEORA TODO, SOBRE TODO CUANDO TERMINO EN EL MEDIO DE TODO EL DESASTRE Y SOLO YO TERMINE RESPONDIENDO POR LOS PLATOS ROTOS.
-Creo que no deberían de intervenir en nuestra vida, para empezar. Ni importarles tampoco nuestra privacidad. –Le contestó nuevamente sin siquiera pensarlo. Notando con cierta tardía que sus palabras se presentaban a una malinterpretación que le devolvió el sonrojo en un instante. –Quiero decir...
-GIRA A LA DERECHA.
Frisk estuvo por preguntar por qué si era sentido contrario, pero rápidamente pudo ver que el motivo estaba saliendo de comprar una taza de café, el mismo que le había invitado al momento de entablar conversación con toda la cordialidad que podía permitirse pese al mutuo desprecio. Era curioso que desde el punto en el que observaba todo, Don Gaster parecía un civil más que buscaba calor a través de una buena taza de café que sólo alguien como él podía disfrutar junto al periódico de la mañana que cargaba en su regazo, no un despiadado asesino que no le importaba el terror que generaba a su paso y que causaba tanto mal con sus ideales.
-¿Temes que te regañe por enseñarme a conducir? –Intuyó ahora que ambos veían lo mismo.
-NO, SIMPLEMENTE NO QUIERO VERLO Y YA.
Eso no era suficiente razón para tener que romper con las reglas de vialidad que él mismo le enseñó en días anteriores. Por lo que continuó con su camino sin importarle que el esqueleto a lado suyo reprochara por no haberle hecho caso, o que el otro esqueleto le viese ahora con cierto disgusto nada impredecible, seguramente molesto de que su hijo estuviese permitiendo que condujera un auto que pertenecía a la familia. Pero a sorpresa suya, lo único que obtuvo después de eso fue que el Don desviara la mirada y siguiera con su camino como si pretendiera que jamás vio tal cosa.
Eso era demasiado extraño para ella, ¿desde cuándo Don Gaster hacía vista gorda de algo que claramente le disgustaba? O más raro aún, ¿por qué no intervenía con la crueldad que le caracterizaba de alguna manera? Dudaba que fuera el caso por estar su hijo presente si en otras ocasiones jamás le había importado, y aún menos que en verdad fuera porque se había resignado de su mera presencia en el barrio, así que por la mirada desviada que Papyrus tenía le confirmaba que por esa ocasión, ella no era el problema que les molestaba a ambos.
-¿Pasó algo?
Estaba segura de que no era asunto suyo y que tampoco su copiloto estaba obligado a querer responder o no su pregunta, pero de alguna manera se sentía obligada a preguntarlo por mera cortesía. No tenía intenciones de bajar la guardia tras todo lo vivido, pero a diferencia del padre que dejaba en claro entre conversaciones que no le agradaba, Papyrus parecía tener un interés genuino en tratarla mejor. Eventualmente le gritaba por las clases y soltaba uno que otro comentario misógino, pero al menos ya no la despreciaba por tratarse de una humana. Suponía que, a su modo de ser, esa su forma de querer darse una segunda oportunidad.
-NO ES UN ASUNTO QUE TE CONCIERNA, HUM… EH, FRISK. –Respondió tras una pausa dramática innecesaria. –PERO YA QUE INSISTES EN SABERLO…
-Puedes no decirme y ya.
-MI COMPROMISO CON TAMMY ES MÁS QUE UN HECHO Y PARECE QUE A MI FAMILIA SIMPLEMENTE NO LE IMPORTA LAS CONSECUENCIAS DE ESO.
-¿Tammy?
-LA HIJA DE LA LÍDER SINDICAL. –Aclaró como si fuese algo de lo más obvio, cuando ella nunca había escuchado ese nombre. –SI NO MATAMOS AL GRAN DON, DEBERÉ CASARME CON ELLA Y DEJAR DE SER UN GASTER… PARA SER UN TEMMIE.
Frisk nuevamente frenó de golpe, pero esta vez sólo fue Papyrus quien se estampó en el frente. Sabía del compromiso que el menor tenía y que Sans se había molestado por ello, pero con sorpresa y horror observaba ahora al esqueleto, sin importarle que estuvieran en medio de la calle con el vehículo elegante y llamativo. ¡¿El trato en todo eso era matar a su padre para que fuese lo contrario?!
-¡FRISK, DEJA DE HACER ESTO!
-¿Quieren matar a mi padre para vengar a tu madre... y para que no te cases? –Soltó sin importarle nada más. –Cada vez más consiguen razones absurdas para justificar sus fechorías.
-¡NO ES UNA RAZÓN ABSURDA!
-Si lo es. Tú mismo me comentaste sobre que tu mamá dio su vida por ustedes. –No recordaba los detalles, pero algo así se había figurado en su mente con todo lo obtenido. –No creo que a ella le hubiese gustado que estuvieran arriesgando su vida por algo que jamás la va a regresar. Eso haría que su acto fuese en vano.
-¡AAGHH! TU JAMÁS ENTENDERÍAS, HUMANA.
-Que me digas por mi nombre, y en efecto, no los entiendo. Tú también podrías negarte al compromiso si tanto te desagrada ese hecho.
-NO SE PUEDE CUANDO HAY MAGIA DE POR MEDIO Y UN PROCESO LEGAL QUE LO ENGLOBA. –Pese a la molestia que Papyrus no tenía intenciones de ocultarle, parecía estar haciendo un esfuerzo en mantener la compostura. Al menos no parecía estar por sacar un arma de algún lado y tratar de dispararle de nuevo. –EL SINDICATO DE TRABAJADORES MONSTRUOSOS... O MÁS CONOCIDO COMO EL STM, MANEJA UNOS CONTRATOS PARTICULARES QUE SON IRROMPIBLES UNA VEZ QUE SON FIRMADOS. LA MAGIA QUE CONTIENEN OBLIGA A QUE PASEN LAS COSAS. MI PAD... EL JEFE FIRMÓ TAL CONTRATO A CAMBIO DE APOYO POR PARTE DEL SINDICATO PARA CONSEGUIR UNA AUDIENCIA CON EL GRAN DON Y ACLARAR LAS ACCIONES DE SANS SALVANDO A UNA HUMANA, QUE VIENES SIENDO TÚ, PERO... PARA COSAS ASÍ, SE REQUIEREN GARANTÍAS, Y ESA FUI YO… LAMENTABLEMENTE.
Frisk escuchaba que algunos vehículos se quejaban atrás de ella, notando que terminaban rodeándola por estar en plena calle y que seguramente era un buen momento para aprender a estacionarse y dejar de estar estorbando, pero escuchaba cada detalle con más atención que cualquier cosa que le estuviese rodeando. En efecto, no entendía mucho de lo que le explicaba y tenía muchas preguntas más que quisiera soltar por lo mismo, pero había un punto en todo eso que le inquietaba de sobremanera: nuevamente la habían involucrado en algo que jamás pidió. La junta que Sans le había mencionado y que había conocido a su padre... ¿fue esa audiencia que Papyrus le mencionaba? ¿Por eso la había arrastrado a la estación del tren para que se fuera de la ciudad? ¿Por qué consideraba que irían a matarla por no arreglar las cosas? Y la pregunta más intrigante (y que de cierta manera no sabía cómo sentirse con eso) era que... ¿Todo ese embrollo había sido sólo porque Sans la había salvado del hotel?
Un simple instante y parecía que el tema le perseguiría eternamente. Y pese a todo no podía quejarse de ese hecho a esas alturas.
Era curioso, pero esa noche había sido la vez que Sans le había revelado que en efecto era un asesino, cuestionándole sobre si le tenía miedo por eso y respondiéndole en el acto que no era el caso. Y tras varios meses después, seguía sin ser algo que le atemorizara aun con todo lo que le había visto hacer y conocer hasta qué punto llegaban sus capacidades delictivas. En definitiva, había algo malo con ella para ya no importarle siquiera eso ¿cierto? Había decidido confiar en Sans sin importar lo que pasara, sabiendo que podría ser un error más de su parte y que podría terminar siendo lastimada al igual a como había terminado creyendo en sus padres y en Flowey. Si debía admitirlo, estaba aterrada con ese hecho, pero quería confiar una vez más en algo. Aunque se tratara de un fragmento fácilmente de quebrarse de su aparente estabilidad emocional a lo que le había descrito la señora Bonnie.
-Aun creo que puedes hacer algo para oponerte, pero, si consideras que parte de todo involucra a mi padre y a mí... –Comenzó a hablar por mucho que no se requiriera hacerlo. –Tal vez pueda hacer algo para ayudarte.
-¿CÓMO?
-Las cosas se arreglan hablando, así de simple. Yo podría...
-NO. –El esqueleto ni siquiera le permitió continuar, pareciendo que eso había sido suficiente para mostrarse predecible. –AUNQUE SUPIERA EN DÓNDE SE ENCUENTRA SU MANSIÓN REALMENTE, NO PERMITIRÍA QUE FUERAS CON EL SUJETO QUE NOS QUIERE MUERTOS. Y NO SABES SI TE QUIERE A TI MUERTA TAMBIÉN.
-Es mi padre. Sé que no quiere hacerme daño.
-NI SIQUIERA DEBERÍAS DE LLAMARLO ASÍ, CONSIDERANDO LO QUE HIZO A LOS TUYOS.
-¿Y qué fue lo que hizo?
Por la forma en la que Papyrus ahora le miraba, estaba segura de que, si el esqueleto tuviera cejas, ya las habría levantado por la sorpresa que su quijada comunicaba al estar entreabierta. Sus cuencas eran muy pequeñas a comparación de Sans o Don Gaster, pero por la interacción casi constante que había estado teniendo con los esqueletos en general, estaba segura de que se habían oscurecido. En realidad, no lo había pensado antes sobre qué tanto comunicaban a través de sus ojos hasta ahora, pero no era momento para darle importancia a ese hecho. Era la segunda vez que hacían una mención similar... y siendo sincera, le aterraba cada vez más lo que se parecía insinuar con eso. No obstante, ya había tomado la decisión de querer respuestas sin importar lo que fueran. Todo con tal de salir de la ignorancia en la que tanto ha vivido y de una buena vez saber quién era realmente, o lo que su pasado realmente había sido.
-LA LECCIÓN DE HOY TEMINÓ. BAJA DEL AUTO.
-Papyrus...
-NO INSISTAS. –La puerta que estaba al lado de su asiento se abrió, suponiendo que el esqueleto lo había hecho con su magia y no tardaría en usarla con ella también si no le hacía caso. –SI NO SABES NADA, NO SERÉ YO QUIEN META EL HUESO DONDE NO ME CONCIERNE.
-¿Qué fue lo que hizo mi padre?
Insistió de inmediato al no importarle nada más, pero tal y como ya había previsto que pasaría, el esqueleto usó su magia para sacarla del auto, dándole un mal recuerdo de lo que había sido su aparente cita contra su voluntad. Para suerte del momento, no había automóviles pasando pese a estar en medio de la calle, o de lo contrario dudaba que él tuviera el cuidado suficiente de ver en dónde la colocaba.
Papyrus se había bajado de su asiento para tomar el lugar del volante, pero Frisk se lo impidió pese a saber que sería algo inútil de su parte si ya la había retirado con magia.
-Hija adoptada o no, Asgore Dreemurr es un padre para mí. Por lo que si hizo bien o mal, merezco saberlo.
-Y POR EL HECHO DE INSISTES EN LLAMARLE PADRE, ENTIENDO PORQUÉ NADIE TE DICE NADA. –Respondió con el mismo tono. –NO SIENTES QUE TE HA LASTIMADO, LE TIENES RESPETO Y ADMIRACIÓN PARTIENDO DE LA IGNORANCIA. ALGO EN TI PERMANECE TODAVÍA COMO UN CARIÑO GENUINO QUE SERÁ FÁCIL DE QUEBRANTARSE. Y SÓLO POR ESO PODRÍAS ESTAR AGRADECIDA CON ÉL, PORQUE AL MENOS TE AHORRÓ ESE MALESTAR DESDE NIÑA.
-Asgore Dreemurr mató a tu madre... lamento en verdad mucho eso. –Soltó Frisk con firmeza. Teniendo sus brazos extendidos pese a que sería algo inútil con el esqueleto frente a ella. –No voy a excusarlo de eso, porque nada quitará el hecho de que fue un acto atroz... pero quiero hablar con él, aun así. Y después... lo entregaré a las autoridades. Es lo correcto.
Era algo que ya había estado pensando en muchas noches desde que había dado con esa verdad, pero escucharlo finalmente le lastimaba aún más que los desvelos que le había generado tal conclusión. Todavía le costaba mucho poder procesar que su padre, aquel monstruo cariñoso amante de las plantas, se tratara de un delincuente temido causante de muchas muertes, si no fuera porque había terminado viendo la evidencia en un solo punto. No obstante, tenía que hacer algo fuera de un capricho personal y eso era dejar que la justicia fluyera como debía de ser: con las autoridades correspondientes. Nada de matanzas mutuas que sólo se volvían un círculo sin fin y nada de venganzas sin sentido.
-TIEMPO ATRÁS, TE HABRÍA MATADO POR DECIR ESO. AHORA SOLO ME DÁ LÁSTIMA ESCUCHARLO DE TI. –Papyrus suspiró con un deje lamentable, como si se hubiera esmerado en controlarse nuevamente ante ella y Frisk no sabía cómo tomar eso al respecto. –FRISK, NO TIENES NI IDEA DE CÓMO FUNCIONA LA LEY ¿VERDAD?
-No, pero... un acto así debe pasar por manos policiacas.
-UN HUMANO TAL VEZ TENDRÍA OPORTUNIDAD DE PASAR POR UN ABOGADO ANTES, Y NI ASÍ LA TENDRÍA FÁCIL ANTE LAS ACUSACIONES QUE TENDRÍA EN ESTE CASO HIPOTÉTICO. –Explicó el esqueleto con algo de tristeza. –NO HAY PERDÓN PARA LA MUERTE MISMA, FRISK. PARA ESTOS CASOS ES LA PENA DE MUERTE.
-¿...Qué?
Pena de muerte, eso significaba que... ¿Incluso la policía aplicaba la absurda ley de "matar o morir"? ¿La muerte era legal hasta en el cuerpo policiaco? ¿No había ninguna clase de perdón por ningún lado? ¿Ninguna piedad? ¿Qué clase de ciudad tan extremista estaba habitando? ¿O acaso el mundo entero aplicaba lo mismo y ella apenas se estaba dando cuenta?
-ENTRE DELINCUENTES ENTENDEMOS QUE ES MEJOR SER ASESINADO ENTRE LOS NUESTROS QUE PASAR POR LA MISMA LEY QUE NOS ENCACILLÓ A ESTE ESTILO DE VIDA. –Continuó explicando sin darse cuenta del desconcierto de la humana que le impedía el paso a su propio auto. –ESA ES LA VERDADERA JUSTICIA PARA NOSOTROS. Y AUNQUE NO CONOZCA AL GRAN DON, ESTOY SEGURO DE QUE OPINARÍA LO MISMO.
-Aparentemente todos saben más de él que yo... Así que supongo.
-Y AHORA QUE SABES ESTO, TE TENGO UNA PREGUNTA. SABIENDO QUE NOSOTROS LOS GASTER TENEMOS INCONTABLES MUERTES EN NUESTRAS MANOS, ¿CONSIDERARÍAS QUE NOSOTROS SEAMOS ENTREGADOS A LAS AUTORIDADES?
Frisk abrió la boca, pero realmente no supo qué decir en el instante. Si bien era cierto que no estaba de acuerdo con nada de lo que hacían de forma delictiva e inmoral, lo cierto era que si se trataba de un caso en el que la única manera de pagar por sus crímenes sería con muerte misma, eso significaba que realmente no le querían dar otra opción a su padre, sin importar en qué manos cayera su juicio. Si no eran los Gaster, sería la policía misma. ¿Su padre no tenía escapatoria en las decisiones que había tomado? ¿Por qué había recurrido a una vida así? ¿Qué acaso su familia no fue suficiente? ¿De qué se estaba perdiendo todavía? Necesitaba saberlo para comprender en verdad porqué alguien que recordaba con mucho cariño se había vuelto tan violento a como había previsto en esas fotografías.
-SI NO RESPONDISTE DE INMEDIATO, ES LA RAZÓN POR LA QUE TE CONVIENE SEGUIR EN IGNORANCIA. –Sin usar su magia, Papyrus simplemente puso sus manos sobre sus hombros para hacerla a un lado sin esfuerzo ahora que Frisk había bajado los brazos sin ganas de seguir deteniéndolo. –CREO QUE ES LA MEJOR PIEDAD QUE PUEDO TENER POR TI, ADEMÁS DE NO MATARTE, CLARO.
-No es una decisión que nadie pueda tomar por mí. –Nuevamente se enfocó en ver al esqueleto que ahora ya estaba en su asiento del auto. No era grato tener que repetir el mismo argumento varias veces con diferentes sujetos. –Adiós, Papyrus.
Le dio la espalda para retomar su camino de vuelta, sintiendo cómo el esqueleto le estuvo observando por unos cuantos segundos hasta finalmente decidir retirarse en su lujoso vehículo sin decir nada más. Estaba harta de tantas preguntas sólo porque seres externos la querían en la ignorancia por una aparente piedad que no había pedido en primer lugar fuera de toda cortesía. Podía agradecer las intenciones si las cosas no eran lo que ella creía realmente, habitando un mundo tan extremista en sus decisiones que seguían sin tener sentido para ella. Pero no estaba más para estancamientos de nadie. Las respuestas las tendría en ese preciso instante.
Sólo necesitaba conseguir un café antes.
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Si ya no le dejarían salir a sus labores habituales de día, al menos deberían de permitirle dormir más, pensaba Sans mientras subía las escaleras de su casa con lentitud.
Se suponía que debería de seguirse quedando para tener a la flor reservada de cualquier problema que pudiese crear, pero a esas alturas ya le parecía innecesario. La flor era firme en no querer responder nada más de utilidad y se limitaba a dar insultos sobre sus intentos de amenaza que no servían con él si ni su vida era importante para él. Y el que la única debilidad que mostraba era precisamente el bienestar de Frisk, complicaba las cosas al ser evidente que no usarían ese método de la manera que mejor les salía como familia mafiosa. En un principio pensó en tomar eso a su favor al reunirlos por las noches, esperando que entre conversaciones pudiera salir algo interesante en un descuido y fuera de la vista de su propia familia, pero la florista tenía razones para estar disgustada con el único ser que consideraba como amigo y no era capaz de valorarlo.
Además, había resultado que era mucho mejor no llevarlo consigo al momento de verla. Si Flowey hubiera estado presente en esa noche, sin duda alguna las cosas no habrían salido de forma tan sorprendente. Ya ni siquiera le estaba importando obtener algo de información de su parte ni de otros lados. No cuando ahora había obtenido algo mucho mejor y que ni él mismo lograba procesar todavía.
Le había llamado "ángel"... y le había besado. En el pómulo, claro, pero no dejaba de emocionarlo al grado de serle difícil poder contenerse en todo momento. Pero a desgracia suya, esa era razón para hacer caso por una vez a la orden del viejo. Si ellos viviendo en la misma casa lo estaban notando a la primera, no quería que otros lo hicieran también. Además de no querer darle razones al viejo de romper con su trato de hacer lo que le pidan con tal de no agredir a Frisk. Realmente notaba en su mirada el esfuerzo que le costaba y agradecía en silencio de que estuviera dispuesto en seguir con su palabra.
-Oye, tonto, ¿te apartas? –La voz irritante de la entrometida arácnida le resonó tan lejano, que tardó en reaccionar y darse cuenta de que llevaba tiempo parado en las escaleras. –Obstruyes el camino con tu inútil existencia.
Sans ni siquiera se esmeró en contestarle ni en apartarse del todo. Notaba que venía de la oficina del viejo de hablar seguramente con Flowey. ¿Por qué no mejor era Muffet quien se encargaba de la hierba parlante? De alguna manera, le daba la impresión de que se llevaban bien a diferencia de lo que era su caso, notando cómo la flor quería matarle, esperando el momento adecuado para realmente hacerlo sin que nadie se lo impidiera con tanta vigilancia en los alrededores. Pero no, la multiojos se sentía en las nubes sabiendo que podía decir con sinceridad que tenía una zona asignada a nombre del apellido Gaster, teniendo libertad suficiente de amenazar o extorsionar a los integrantes de esa zona cobrándoles mucho más de lo que ellos hacían para tener ese extra en sus manos (y no dudaba de que ese fuera el caso). Sin contar el hecho de lo mucho que se pavoneaba de que estuviera mejor posicionada que él ahora.
-¿Qué canción está rondándote el cráneo?
-¿Mmh? –Le extrañó esa pregunta en particular.
-No has parado de tararear en estos días. Y también el movimiento de tus manos. –Señaló con una de sus manos libres, ya que la mayoría las tenía ocupadas cargando unas bolsas de compras que no tenía idea de dónde las había sacado o a dónde las llevaba si iba a sentido contrario de su habitación. –Eso te pasaba muchas veces cuando éramos niños. Te estás imaginando en el piano de nuevo.
-¿Qué te hace pensar eso? –No se había dado cuenta que en todo ese tiempo había estado moviendo sus dedos sobre el barandal en un orden levemente desordenado, pero con un ritmo marcado, así que dejó de sujetarse con cierta molestia, poniendo sus manos en los bolsillos de su pantalón para dejar de hacerlo. –Ni siquiera sé tocarlo.
-¡Ah, por favor! ¡Sé perfectamente que sabes tocarlo! –Muffet exclamó respondiéndole con la misma molestia. –Sé perfectamente que el piano de la sala era de tu madre y que de toda la familia, sólo tú podrías darle un uso. Sé perfectamente que cantas bien y evitaste hacerlo a toda costa para evitar que W.D. piense en tu madre. Sé perfectamente que tiraste a la basura tu saxofón cuando mataste por primera vez y...
-¿Cómo sabes eso? –Preguntó de inmediato, sorprendido.
-Porque yo lo tengo, estúpido. –Era difícil saber si había rodeado sus ojos por la forma particular que los tenía, pero Sans se imaginó algo así de su parte por el tono de su voz. –Te vi tirarlo y me lo quedé por… Bueno, iba a venderlo, pero al final no lo hice. Puede que aumente su valor si sigo esperando, huhuhu.
Sans le dio por su lado y siguió subiendo las escaleras con tal de no verla más. Si iba a sacarle unas cuantas monedas por el instrumento era cosa suya, no por nada lo había tirado tras varias noches después de haber cometido su primer asesinato. Lo mismo era con el piano o la música en general. Simplemente era algo que tenía negado como muchas cosas en la vida como para darle importancia a esas alturas.
-Por cierto, vaya que la humana de la que te enamoraste es bastante atolondrada. –La multiojos continuó hablando desde su posición. –Quedó sorprendida cuando le dije que estabas loco por ella. Y eso que eres muy obvio.
Se había girado bastante rápido que casi truena su propio cuello con el movimiento, mientras escuchaba la odiosa risa de la tipa que no soportaba más su presencia. Buscó con la mirada algún indicio de provocación de su parte, pero además de su sonrisa socarrona y mirada repleta de burla, recordó con cierto temor interno la reacción de Frisk en esa noche. El momento había sido maravilloso para él y cada detalle ocurrido sería algo que jamás olvidaría, pero era ahora cuando se detenía a cuestionar muchas cosas que si habían parecido extrañas y no se había percatado en el momento.
"Dilo". Esa no había sido una simple sugerencia de su parte, ¿cierto? Sino una oportunidad que le había dado para realmente sincerarse de algo que quería escuchar de su parte.
Oh mierda...
-¿Por qué haces esto? –Le cuestionó estando ahora en el segundo piso, sin ocultar su molestia ante su intromisión que había alcanzado el límite de su paciencia. –¿Por qué te metes en asuntos que no te conciernen?
-Porque cuando yo me le declaré a W.D. ustedes dos sólo me agredieron, me apartaron y menospreciaron. –Muffet mantenía su sonrisa odiosa, pero el tono de su voz irradiaba amargura. –¿Qué se siente, Sansy? ¿Qué se siente amar y que te incriminen sólo por eso? ¿Eh? ¿Cómo se siente no poder evitar enamorarte de algo imposible y aun así desear estar a su lado?
-¿Así que este es tu modo de hacer berrinche de que no se dieron las cosas como tú querías? –Le exasperó que ese fuera su motivo, pero no le daría el gusto de reaccionar mal frente a ella, sabiendo que eso era lo que buscaba. –Ni entrometiéndote cambiará el hecho de que no perteneces a ningún lado, por lo que ya es tiempo de que pienses en conseguirte una verdadera vida, niña del circo.
Sabía que ella detestaba esa mención porque ella misma se lo había dicho en la única vez que había querido bromear con eso. Su expresión de disgusto lo dejaba más que claro y eso sólo le incitaba a seguir con el insulto de ahora en adelante. Pero no en ese instante, por ahora sólo quería estar en su habitación y tratar de dormir un poco... aunque para su mala suerte, ya no podría por mucho que quisiera.
Continuó su camino dejando atrás a una molesta chica que no dijo nada más (o al menos no le pareció escuchar algo de su parte mientras se alejaba). Pero en cuanto ingresó a su cuarto ni siquiera pudo lanzarse a su cama que ni se había molestado en tender desde hace unas horas. Si Frisk ya sabía realmente de sus sentimientos por ella ¿qué pensaba al respecto? ¿Qué esperaba de él? Oh demonios... ¿Qué se suponía que haría ahora? En el momento le había pedido tiempo para sincerarse adecuadamente, pero si ella ya sabía de antemano... ¿Lo estaría tomando ahora como un completo cobarde?
Aunque bueno, no había otro modo de describirlo mejor, ¿cierto?
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Frisk no tenía que buscar demasiado para dar con él. Ya se había percatado de que Don Gaster se limitaba en estar en el parque que poco a poco estaba con menos nieve. Parecía que para él era suficiente con estar en el centro de la zona que vigilaba y dejar que el entorno se atemorizara demasiado con su presencia, razón por la cual ya no estaba viendo a los niños jugar pese a que seguramente les gustaría de poder disfrutar los días nevados antes de que éstos desaparecieran para dar paso a la primavera que no parecía querer adentrarse en Snowdin pese a todo.
Tras adentrarse un poco junto al pino que para Frisk era un símbolo de resistencia, notó a primera vista al sujeto que estaba buscando mientras llevaba un par de tazas para una vez más sacarle información. Su porte delgado que cubría con una larga gabardina negra resaltaba demasiado, aun cuando en otros tiempos le habría parecido un simple sujeto más que solo estaba en el parque por la mañana para leer tranquilamente su periódico.
Al momento de colocarse frente a él con uno de los vasos humeantes extendido hacia él, Don Gaster simplemente soltó un suspiro antes de bajar su periódico y hablar al respecto.
-¿Y ahora qué quieres saber, humana? –El esqueleto tomó el vaso sin requerir una invitación en palabras esta vez. Para Frisk, eso era una buena señal. –¿De nuevo quieres entrar a esa dinámica recíproca que sólo los niños usan y deja en claro que sólo eres una inmadura?
-La otra vez usted insinuó algo sobre mi verdadera familia. –Frisk optó por ignorar su comportamiento arrogante, sentándose a un lado de él sin esperar invitación. Nunca creyó interesarse por su origen y ahora estaba ella con la necesidad de saber de dónde provenía. Era una sensación extraña por mucho que quisiera negarlo. –Algo de que mi padre es la razón por la cual...
Ni siquiera pudo terminar su oración. Flowey ya se lo había advertido y Papyrus de algún modo, pero no estaba para más retrocesos ¿cierto? Tenía que saber la verdad, costara lo que costara ahora, le doliera lo que le doliera. Si se trataba de su vida misma, sólo ella podía determinar que quería saber de ella misma o no. Estaba harta de la tristeza y el dolor por más que quisiera ponerlo de lado como habitualmente lo hacía, pero aquello no terminaría si las cosas le llegaban poco a poco. Prefería tener todo de golpe para recuperarse de todo en un instante, en lugar de pasar por ello en fragmentos que no le llevaban a nada.
-Sí, sé de dónde provienes, humana. O al menos en esencia. –Respondió el Don por ella al ver que se había detenido sin poder terminar su oración. Dio un trago con aire tranquilo a su capuchino antes de seguir hablando. –No sé mucho al respecto, porque fue algo que particularmente nunca me interesó conocer en mi tiempo de servicio al apellido Dreemurr.
-¿Usted trabajó para mi padre? –Se sorprendió de tal manera que bajó su propio vaso por completo. La verdad era que lo había comprado sólo para acompañarlo tomando sin sentirse la situación extraña entre ellos. –¿Cómo fue eso?
-Esas son demasiadas preguntas para una sola cosa. –Gruñó el esqueleto por lo bajo. –Además, no es algo que te concierna sobre qué o cómo fue que trabajé para el Gran Don.
-De acuerdo, entonces sólo respóndame sobre mi origen. –Comentó de inmediato, pero al ver el rostro molesto del esqueleto, agregó. –Por favor.
-Antes respóndeme a mí ahora. ¿Qué hacías conduciendo uno de mis vehículos?
-Papyrus insistió en enseñarme a conducir. –Nuevamente respondió de inmediato. –No sé por qué… pero es algo entretenido si debo admitir. Aunque parece que aún hay cosas que aun no aprendo, como estacionarme o cambiar las velocidades.
Tras ello sólo recibió un gruñido que daba en claro su desaprobación al respecto. No era algo que le importara sobre lo que pensara de ella sobre estar aprendiendo algo así, por lo que se limitó en tomar de su propio capuchino para darle el tiempo suficiente para responder su duda.
-No se sabe con exactitud cómo fue que un hombre como él terminó aquí en la ciudad. –Comenzó el esqueleto tras terminarse su bebida en muy poco tiempo. Definitivamente amaba el café y nunca duraba mucho tiempo en sus manos. –Pero muchos en esta ciudad conocieron el nombre de Masao Saito.
-Masao… Saito. –Repitió con una sensación amarga en la boca. Estaba segura que aquello no se debía al capuchino que apenas y le había tomado. –Ese es un nombre muy extraño.
-Es un nombre japonés. –Finalmente el esqueleto le miró con atención. –Es el nombre de tu padre, humana.
Frisk estuvo por apartar la mirada ante eso por simple incomodidad. Se sentía muy extraño poder conocer un nombre para un rostro que jamás tuvo necesidad de saber de su existencia, pero aun así, no poder sentir empatía por alguien que en otras circunstancias debería de generarle algo cercano al cariño o nostalgia. Fuera de una leve sorpresa, no había nada más.
-Entonces… ¿si soy japonesa? –Fue lo único que pudo preguntar en el instante.
-De ascendencia japonesa por lo menos. Como dije, hay cosas que simplemente desconozco porque nunca me interesó en el momento. Como por ejemplo, el hecho de que tuvo hijas.
-¿Y por qué su nombre fue conocido en la ciudad?
-¡Ahgg…! Se supone que me toca a mí ahora ¿no? –Le recordó tras un nuevo gruñido de total exasperación. Por lo visto, realmente se estaba conteniendo en hacerle daño. –Mi pregunta es sobre porqué ahora parece que te interesa saber de dónde provienes. Antes me daba la impresión de que no te importaba en lo más mínimo al solo defender erróneamente al Gran Don.
-Porque era así… hasta que he estado descubriendo estas cosas. –Admitió con cierto pesar y encogiéndose de hombros. –Estoy harta de que me quieran mantener en la ignorancia ante una protección que no comprendo. Y yo sé que usted no le importa nada de eso, así que es el único con el que cuento para saber la verdad.
-¿Así que tu método es recurrir a tu posible verdugo para obtener la verdad?
-Ya se lo dije, Don Gaster. No le temo a la muerte, pero tampoco tengo intenciones de morir y menos en manos suyas.
Por un momento le dio la leve impresión de que el señor había emitido una muy tenue sonrisa, pero bien se lo pudo haber imaginado por el movimiento de su cabeza con el que finalmente había apartado la vista de ella.
-No cabe duda de que eres un vivo ejemplo de la yakuza. –Antes de que pudiera preguntar qué era eso, el esqueleto continuó. –Masao Saito estuvo en la ciudad, aparentemente como un simple vendedor de bebidas alcohólicas importadas, pero realmente lideró un grupo de delincuentes humanos al que denominaron como "yakuza", que en Japón es el equivalente a la mafia.
-Masao Saito… ¿era mafioso?
-Y uno temido por lo que tengo entendido. –El señor se cruzó de brazos mientras observaba el paisaje. Frisk estaba segura de que no había nada ahí que le interesara, pero de igual forma tenía que seguir cumpliendo con su "deber" de vigilar, aun cuando el mayor peligro ahí era él mismo. –El único que le igualaba era el mismo Dreemurr, hasta que él acabó con su vida y se proclamó como el Gran Don entre todos los mafiosos de esta ciudad. Aunque ese título lo obtuvo realmente unos años después tras una masacre que la misma policía no pudo ni ocultar.
Frisk se puso a mirar sus zapatos sin saber en dónde más mirar con lo que había descubierto. Finalmente una respuesta directa sobre lo que realmente quería saber, pero definitivamente no le hacía sentirse mejor. Y si bien era algo que había previsto, el que muchos le quisieran proteger de esa verdad le dejaba en claro una respuesta más. No era por el hecho de que su padre biológico fuese un mafioso (lo cual de algún modo le indicaba que estaba destinada a estar cerca de ese ambiente, lamentablemente), sino porque si Asgore Dreemurr había sido quien había matado a Masao Saito, eso significaba que la explicación que le habían dado de niña de que sus padres biológicos habían muerto en un accidente vehicular era falso. Una mentira que los mismos Dreemurr le habían dado una vez que Chara había preguntado mientras les habían estado sirviendo la cena. Les habían dicho que había sido un trágico accidente, les habían dicho que habían logrado acogerlas tras ello.
Pero ahora sólo le llegaba la mente las fotografías que había visto en ese tablero de corcho en la pared. Suponiendo que una de esas fotografías era la escena que sus verdaderos padres habían pasado. Ese "accidente" tenía un nombre. Y ese era Asgore Dreemurr.
-Lo entiendes ahora ¿cierto? –La voz de Don Gaster se escuchaba un poco lejana para ella, aun cuando literalmente lo tenía a lado suyo. –El Gran Don no solo acabó con su enemigo esa noche, sino que se apropió de sus hijas, haciéndoles creer que era un padre bondadoso para que sólo tuvieran compasión y devoción por él. Así que no solo es astuto y cruel al pelear, sino que sus acciones tienen esa misma esencia.
Lo entendía de inmediato, siendo innecesario que lo mencionara. Y que extraño, no estaba sintiendo ganas de llorar una vez más como lo había previsto al dar con esa verdad. En su lugar sólo sentía sus manos temblar, las cuales oprimía en sus rodillas mientras levantaba levemente su vestido con ese gesto. ¿Tal vez era porque ya se había acostumbrado a esos tontos actos mafiosos? ¿O porque era una verdad que ya se sentía venir desde antes? No, era porque no tenía ningún sentimiento por alguien que jamás conoció y ni siquiera estaba segura de haber deseado lo contrario si se había tratado de un delincuente más. En cambio, si podía sentir por Asgore Dreemurr y ahora no podía pensar en nada más que una gran decepción ante algo que no podía negar en absoluto, ni mucho menos defender a esas alturas.
Tal vez eso dolía más que cualquier daño que otros pudieran ocasionarle.
-Un hombre de otro mundo entonces… justo como usted.
-¿Mmh? –Se extrañó el esqueleto con su comentario.
-Masao Saito y usted tienen en común que vienen de otro continente. –Se explicó pese a ser una simple idea que le surgió en el instante. –Tal vez por eso Asgore Dreemurr tiene conflictos con usted, no sé. Sólo es una suposición momentánea.
Don Gaster no comentó nada al respecto, pero por lo visto era algo que le había dejado pensando y no tenía intenciones de compartirle ello.
-No tengo idea de qué era lo que teníamos antes… y siendo franca, no me interesa saber qué hacía Masao Saito para que se le haya considerado un delincuente. –Soltó sin esperar realmente algo por parte del esqueleto. Tan sólo era algo que no podía quedarse internamente con ella. –Pero tampoco es algo que piense justificar y perdonar. Tanto Masao Saito como Asgore Dreemurr son… o fueron, delincuentes cuyas acciones merecen una reprimenda. Pero ahora sólo puedo hablar con uno de ellos y es lo que pienso hacer para parar todo esta masacre sin sentido.
-Te veo muy tranquila con esa verdad.
-Se lo dije antes también, Don Gaster. Solo yo soy responsable de lo que siento. –Oprimió aún más sus puños, pero eso no disminuía el temblor de sus manos. –Así que gracias por ser sincero conmigo.
-¿Por qué agradeces? –Bufó el esqueleto con algo de exasperación en su voz. Pero a diferencia de otras veces, lo sentía más bien incómodo. –Tú misma lo dijiste, otros te tenían en la ignorancia porque se preocupan por ti. Ese no es mi caso.
-Y eso lo hace… ameno, si debo ser sincera. –Finalmente dejó de observar sus zapatos para verlo ahora a él. –Yo no sé lidiar con emociones ajenas, así que es gratificante para mí poder expresarme sin preocuparme por eso.
-Así que lo que me dices es que te gusta hablar conmigo porque no te importa ser grosera. –El esqueleto rompió con el contacto visual para levantar un vaso a medio tomar. ¿De dónde había sacado ese capuchino? Oh… se estaba tomando el suyo. –He matado por menos que eso. Mejor retírate y ya no salgas de ahí.
-Antes respóndame una última pregunta. –Insistió mientras le observaba tomarse su bebida. Era extraño ver que se hubiera tomado la confianza de tomarse algo que no le había pertenecido a él. ¿Qué no llevaba guantes porque no le gustaba tocar cosas de otros o invocaba otras manos para ahorrarse esa molestia? ¿O era que tanto le gustaba el café que no toleraba que dejaran uno a medio tomar? –Ya que dice que trabajó para… Asgore… ¿Sabe de casualidad cuál ha sido su motivo en todo esto?
-Una guerra. –Respondió de inmediato. Sin necesidad siquiera de meditarlo. –Una guerra contra toda la humanidad, para ser específicos.
Frisk sintió que abrió mucho los ojos por la sorpresa, mas no supo qué decir en el instante. Tal parecía que el Don se había dado cuenta, por lo que se terminó el café que le había arrebatado de algún modo antes de continuar.
-Cuando trabajé para él, no paraba de hablar de la guerra y de lo emocionante que le parecía ese ambiente. Pero por lo mismo y varias razones más, fue que busqué la manera de no permanecer mucho tiempo trabajando en su círculo. Vine a este país para evitar que mi esposa y yo estuviéramos en una como para permitir que mi familia se involucrara en otra guerra que aún no empezaba.
-¿Él en verdad odia a los humanos?
-Los monstruos tenemos razones para odiarlos a todos ustedes. –Contestó sin reparo alguno. –Pero una guerra... hasta a mí me parece absurdo. Gracias a la anatomía de los humanos y su terquedad de no cuidar sus cuerpos es que consigo el sustento para mi familia.
-Eso suena igual de terrible, señor. –Comentó Frisk en el acto, pero el esqueleto ni siquiera le importó su opinión. –Me cuesta trabajo procesar que él odia a los humanos si yo soy una. Aun con todo lo que voy descubriendo... él me trató bien. Eso no puede ser odio.
-¿En verdad te sientes todavía capaz de defenderlo sabiendo que él mató a tu verdadera familia?
-Solo digo que debe haber otras razones. –Se paró finalmente para comenzar su retirada. –Aún hay cosas que no me cuadran en todo esto.
Sin necesidad de despedirse, comenzó su retirada para hacer caso en la petición de dirigirse hacia La Madriguera. Sobre todo porque no quería verse en mal estado ante el señor que abiertamente declaraba no agradarle y cuyo sentimiento era mutuo. Sin duda alguna, Asgore Dreemurr le debía una gran explicación para todo. Pero el modo "justiciero" que tenían en la ciudad no coincidía con su percepción de pagar por los crímenes cometidos.
Debía de haber un modo que no involucrara matarse los unos a los otros.
.
.
Era oficial, le habían espantado el sueño y eso le exasperaba de muchas maneras. Saliendo de su aberrante casa dejando solo a la planta parlante sin siquiera importarle a esas alturas. Eran pocas las probabilidades de que escapara de cualquier manera. Sólo necesitaba algo de aire fresco mientras pensaba seriamente lo que nunca creyó que le atormentaría tanto en su vida. Y pensar que realmente nunca se imaginó a si mismo en una situación que involucrara obsesionarse con una mujer. Que curiosa era la vida.
Sans estuvo caminando por varias cuadras, teniendo las manos en los bolsillos de su saco y encorvado de hombros en todo el trayecto, como si con ello fuese suficiente para no llamar la atención de que un esqueleto mafioso estuviera rondando las calles cuando no debería de salir por indicaciones más que coherentes. Pero hacía tiempo que había dejado atrás toda prudencia como para preocuparle esa clase de pequeñeces en el momento.
El color rojo en su camino le hizo detenerse en seco. Ante tanto blanco y gris en el entorno, era evidente que le llamara la atención que en una casa tuvieran algunas plantas en cubetas que improvisaban macetas, pero sobre todo el poder ver a un par de rosas florecer ante todo pronóstico. Tal vez en otros tiempos no le hubiera importado en lo más mínimo al ver algo así, pero ahora no podía pensar en la amante de las flores que seguramente le habría encantado ver algo así pese a ser algo sencillo. Y seguramente, le gustaría verlo en verdad en ese momento...
Soltó un suspiro de exasperación de si mismo. El coqueteo era una cosa, pero tener que abrirse realmente sobre sus sentimientos le aterraba de muchas maneras no tan inexplicables. Sobre todo por tratarse de la única mujer en el mundo que decía las cosas con una frialdad que toda Rusia podría envidiarle con creces y con un racionamiento que inquietaba hasta a los más peligrosos mafiosos de la ciudad. Y maldita sea, esa era una de las múltiples cualidades que tanto le fascinaba sobre ella. Con una sencillez que sólo buscaba sentirse cómoda consigo misma, pero con la valentía de cachetear a un Don de la mafia o saltar de un edificio con sólo un apretón de manos para aferrarse aun a la vida. Estar enamorado de una mujer así... sin duda alguna lo hacía un masoquista. Seguramente había formas más fáciles y menos dolorosas de morir, pero el simple hecho de pensar en una minúscula oportunidad con ella...
-Maldita sea. –Exclamó tras un suspiro.
Sin pensárselo más, invocó un hueso para cortar esas rosas y desaparecer con ellas en el acto, antes de que los dueños de la casa descubrieran que se había llevado (seguramente) las únicas flores que quedaban en todo Snowdin por culpa suya de haber explotado el lugar donde podía conseguirse el resto. Pero en su mente esa clase de robo menor estaba justificado a comparación de su pánico interno que no le dejaba pensar las cosas con claridad.
Y ahora que se había aparecido en el techo recurrente, notó con cierta tardía que su ramo improvisado contaba con muchas espinas que podrían lastimarla, aunque estaba seguro de que la florista sabría qué hacer con eso ¿cierto? ¿O debería de ver la manera de pulir los tallos ante el riesgo de terminar maltratando todo? ¡Ahg! Ni aunque estuviera parado ahí con flores que seguramente le gustarían a Frisk siendo amante de ello, ¿qué demonios iba a decirle? "Hola Frisk, sé que ya sabes que estoy enamorado de ti, así que permíteme hacerte feliz y de paso averigüemos si podemos tener hijos". Hasta para él sonaba estúpido.
Estuvo sacudiendo el ramo conforme le vinieron las palabras a la mente, notando que tal vez era ello la razón por la cual todos se daban cuenta de sus sentimientos cuando deberían de ser ocultos. Tal vez estaba siendo muy expresivo con eso, ¿pero cómo no hacerlo? Era lo único en muchos años que realmente le emocionaba, le hacía sentirse contento de estar con vida en lugar de limitarse a sólo sobrevivir. Pero el factor importante en eso era que se trataba de algo prohibido por donde le viera: eran de diferentes especies, y si Frisk insistía en llamar a los Dreemurr como sus padres, eso hacía que sus respectivas familias eran enemigas. Bien podría sentirse como el Romeo de esa novela de Shakespeare, pero de solo recordar en cómo terminaba la historia le dejaba en claro que estaba dando pasos en falsos sólo por un capricho.
El mundo la tacharía como su debilidad, le buscarían a través de ella incontables veces como se lo habían mostrado una sola vez (y siendo más que suficiente). Además, su madre era el triste ejemplo de lo que pudiera pasar sin importar si se buscaban problemas o no. Con todo eso, Frisk merecía estar lejos de todo, ahora que tenía la oportunidad de no involucrarse en nada si la yakuza no parecía tener intención de intervenir, o la familia Dreemurr hacer algo para tenerla consigo.
Así que si, estaba siendo un error querer ver si tenía alguna oportunidad. Pero aun así no se estaba moviendo de ahí, teniendo un ramo improvisado en su mano...
... que terminó arrojando detrás suyo ante el pánico de ver que la puerta se había abierto. Definitivamente no era su día esta vez.
-… ya sabes cómo es mamá, simplemente insistirá en seguir con todo. –El conejo robusto de la otra vez había pasado por esa puerta mientras era acompañado por una chica sirena. –Aunque no nos vendría mal ese apoyo.
-No sé, Ro. A mí no me da confianza. –Contestó suavemente la chica. –Creo que… ¡Oh!
La sirena rápidamente se colocó detrás del conejo con una evidente timidez que bien pudiera ser un pánico total ante su presencia no contemplada. No la conocía ni tenía intenciones de que fuese lo contrario, pero podía relacionarla con una de las amigas que había tenido su mamá si lograba recordar algo. Era la hermana menor ¿no era así? Y en cuanto al conejo de mayor altura, no hacía falta siquiera pensarlo. Le desagradaba desde la vez que le había visto abrazar a Frisk con bastante confianza fuera de lugar.
-Amm… Creí que te presentabas hasta muy noche. –Soltó el conejo tras un momento incómodo entre ellos. –¿Quieres… dejar un recado para Frisk?
-No trates de obtener suerte. –Atajó con evidente molestia, aunque había razones para que fuera al revés la situación. Después de todo, era él quien estaba invadiendo su propiedad, aun cuando se tratara del techo. –Que nuestras madres hayan sido amigas, no nos convierte en seres de confianza entre nosotros.
-Lo sé, lo sé. –El conejo hizo un ademán con sus manos como si con ello pudiera calmarlo. Estaba seguro de que su cara de pocos amigos siendo un mafioso con reputación terrible no era nada grato de contemplar. Y el temor en aumento de la sirena se lo confirmaba. –Yo solo quisiera ayudar, por muy extraño que te parezca.
-¡Pff! Como si no te hubiera visto querer sobrepasarte con ella.
-¿Qué…? ¡Oh! –El conejo alzó sus orejas como si hubiera entendido algo finalmente. –Descuida. Ella no… no es mi tipo.
Sans iba comentar algo ante la molestia que le daba que le hubieran encontrado ahí, pero al observar detenidamente que tenía a la sirena en su costado, buscando lo más posible apegarse a él para sentirse segura, supuso que ellos eran pareja y que bien podría incomodarle que insinuara que Frisk era su interés estando viviendo todos en la misma casa. Por lo que, aunque no fuera necesario, se relajó un poco y pensó detenidamente si debía desaparecerse de una vez para no hacer del momento algo más incómodo.
Después de todo, había terminado arrojando las flores sabrá dónde. Ya podía considerar el momento una pérdida total.
-Ammm… algunas de mis hermanas te recuerdan. –Parecía que el conejo quería romper esa tensión con conversaciones que sólo incomodaban más el momento. –¿Quieres que les mande tus saludos?
-No quisiera nada que ver con toda tu familia. Pero no tengo opción si son los que cuidan a Frisk de alguna manera. –Atajó sin importarle el tono agresivo de su voz. –Pero si me entero que la pasa mal con ustedes, no duden en que destruiré este lugar hasta que no quede ni una astilla de él.
-¿Sans?
Antes de que pudiera contestarle algo, por la puerta ahora había pasado la verdadera razón por la cual aún no se movía de ese techo. Pese a lo extraño que era ver a los tres en un solo punto, la florista se mantuvo con esa misma expresión indiferente y dio más pasos al frente. Aunque estaba mostrando ser la misma chica de siempre, inmediatamente se dio cuenta de que sus manos estaban temblando. Algo le había pasado… y era por eso que se había acercado al techo antes de que comenzara a anochecer ¿cierto?
-Ronnie, Shyren. Sé que esta es casa de ustedes como para que pida algo así, pero, ¿les importa dejarnos un momento a solas? –Pidió Frisk con suma modestia mientras sujetaba sus propias manos hacia el frente. Por lo visto ella estaba al tanto de que las tenía temblorosas. –Me pondré al tanto de mi trabajo al desocuparme, lo prometo.
Ambos monstruos asintieron en silencio y se retiraron sin querer ver más a sus espaldas. Por lo visto estaban agradeciendo poder retirarse sin verse groseros o en un latente peligro del que no sabían cómo zafarse hasta el momento oportuno de Frisk. Era curioso ese hecho.
-Llevas días sin presentarte aquí. –Soltó Frisk sin más. Pese a estar finalmente solos con la puerta cerrada, no parecía tener intenciones de acercarse.
-¿Acaso me esperabas, bonita? –No pudo evitar soltar un tono de coquetería mientras le guiñaba una cuenca. Ahora lamentaba haberse deshecho de las flores que habrían dado un toque especial a todo. –Me halaga que mi presencia sea grata para ti.
Frisk no tuvo intención de contestarle, aunque de cualquier manera Sans no esperaba mucho de eso si debía admitirlo. Si le habría gustado notar algo diferente ahora que sabía sus verdaderas intenciones en cuanto a ella, pero por lo visto tenía otras cosas en mente como para darle importancia a banalidades. Por lo que esperó pacientemente a que la chica se acercara lentamente y se posicionara a lado suyo para estar en confianza suficiente de abrirse emocionalmente una vez más.
-Saito. Ese debió ser mi verdadero apellido. –Soltó sin necesidad de dar alguna introducción a lo que le estaba rondando por la cabeza. Sans se limitó a copiar su gesto de recargarse en la división para contemplar la altura nada atractiva. ¿En dónde habían parado el par de rosas? –Debería de sentir algo al respecto, incluso tristeza por saber que realmente fue asesinado, pero… no siento nada salvo una incomodidad innegable. Está mal de mi parte ¿cierto?
-Nadie puede decirte qué deberías de sentir o no con eso. –Contestó Sans de inmediato, poniendo a un lado la pregunta de cómo era que lo sabía.
-Tú ya lo sabías ¿cierto? –Frisk no le veía directamente, pero estaba seguro de que estaba atento a él de reojo. –No te sorprende escuchar ese apellido.
Sans le sonrió a modo de respuesta. Ya no tenía caso ocultárselo. Si había alguien que merecía saber todo eso, era ella.
-¿Recuerdas que te conté de mi amigo? –La chica asintió en silencio. –Pues él es un excelente investigador. Creo que es un buen momento para admitirte que te estuve investigando desde que llegaste a la ciudad.
-Siempre fuiste un acosador.
-Nuevamente en mi defensa, tenía que ver si eras una amenaza o no para el barrio. –Le aclaró encogiéndose de hombros. Al menos no había reaccionado mal con esa verdad, aunque pudiera deberse a un estado abatido que presentaba con la información que tenía consigo. Al menos eso era lo que presentía por el tono de su voz. –Te presentaste como una pasajera no registrada con un experimento biológico en tus manos. Cualquiera en mi lugar habría hecho lo mismo.
-No cualquiera habría llegado directamente a sujetarme de la cintura.
-Bueno, no me puedes culpar por caer en tu encanto natural, bonita. –Nuevamente le guiñó una cuenca, pero no obtuvo respuesta de su parte. Tal vez debería de dejar su coquetería para un mejor momento. –Y también quise ver si tenías armas contigo… Pero el punto es, que mi amigo descubrió algo de ti sumamente interesante y que me hizo querer indagar más. Supongo que por ello era que la flor de tu amigo quiso proteger tu identidad, pero creo que mereces saberlo si él no tiene intenciones de contártelo.
-¿Y qué fue?
-Tu acta de defunción. –Por la expresión de la chica, supo que no le había entendido del todo. –Un documento que certifica que moriste hace veinte años.
-¿Qué? –Ahora finalmente logró comprender. –Entonces… ¿Es por eso que la policía no encontró ningún documento mío?
-Lo considero una gran posibilidad. Pero creo que también los Dreemurr se encargaron mucho de que siguiera así tu situación.
-Así que sólo he sido una tonta todo este tiempo. –Frisk bajó aún más la cabeza, queriendo ocultarse de algún modo entre sus brazos cruzados con los que se estaba recargando. –Humanos y monstruos… nunca han sido unidos al grado de poder ser familias ¿verdad?
Sans no supo que decirle. La notaba tan cansada y abatida emocionalmente que tuvo el impulso de querer abrazarla para consolarla, pero sabiendo que no siempre sería apropiado de su parte tomarse tal confianza, se limitó a quitarse el saco y colocárselo en los hombros. Para alegría interna suya, la chica lo había recibido con algo de gusto al sujetar ella misma las extremidades del saco para terminar acobijándose con él y suavizando un poco su expresión en el proceso. Sintió calor en su rostro en el instante de sólo ver eso, pero no quiso comentar nada más con tal de no volver el momento algo incómodo. Aunque su intención del principio había sido tomar algo de valor y abrirse emocionalmente con ella, era evidente que no era el momento para algo así.
Podía comprender algo en todo eso. Frisk había sido educada tantos años creyendo que la convivencia entre humanos y monstruos era armoniosa, que ver que la realidad era más aplastante que cualquier cosa debía de atormentarle en muchas maneras que jamás lograría empanizar del todo. Le hicieron creer que había sido adoptada por monstruos ante un desastre que le había arrebatado la vida a sus verdaderos padres, por lo que la realidad no pintaba para nada bien para ella conforme descubría cosas día con día mientras vivía en la ciudad. La conocía lo suficiente para comprender que si no estaba llorando, era porque tal vez ella se estaba convenciendo de que no valía la pena seguir haciéndolo, o que ya había llorado lo suficiente como para seguir en ese estado.
Y el temblor en sus manos era lo único que no podía contener de sí misma. Siendo el único indicio que le quedaba para saber que realmente estaba aguantándose algo.
-¿Conoces la historia de Rómulo y Remo? –Soltó Sans ante algo que le llegó en el instante.
-Nunca había escuchado esos nombres.
-Bueno, cuenta la historia que un dios de la guerra se enamoró de una mujer hermosa llamada Rea. –Comenzó a narrar con calma, tratando de recordar varios detalles y fallando en el proceso. Después de todo, era algo que le había contado su madre un par de veces antes de irse a dormir y era Papyrus quien se quedaba más despierto con eso que él mismo. –Pero por cosas que no recuerdo del todo… el padre de Rea mandó a ahogar esos niños en un río. Y gracias a Luperca, una monstruo loba que los encontró y crio como si fuesen sus hijos, fue que pudieron vengarse y fundar lo que hoy se conoce como Roma… o bueno, uno de ellos al menos.
-¿Una monstruo adoptó a esos dos niños? –Preguntó Frisk con sumo interés.
-Supongo que en aquel entonces no se trataba de algo ilegal, simplemente nadie quería pensar en el tema como para darle un nombre o no a esa convivencia social. –Sans se encogió de hombros sin darle mucha importancia al caso. Continuando mientras miraba al frente y dando finalmente con algo rojo a la vista. –Uno diría que aquellos niños estarían agradecidos con la loba que los salvó y trató como sus hijos, siendo ellos tres un símbolo de unión en una nueva sociedad tan grande como lo fue Roma… pero no fue así, los monstruos no pasaron de ser plebeyos o esclavos. Nadie se vio enternecido por el amor que brindó una monstruo ni hicieron algo para cambiar esa percepción.
Frisk de nuevo bajó la cabeza con intenciones de ocultarse entre sus brazos recargados.
-El punto es que en la historia hay muchos casos similares sobre monstruos y humanos tratando de convivir, pero todo termina en guerra y un solo lado siendo el beneficiario. –Continuó pese a todo. No quería desanimarla aún más, pero era importante tocar el tema. –La historia la escriben los ganadores… y gran parte de nuestra historia han sido los humanos quienes ganan.
-¿Y entonces qué piensas sobre que mi pad… Asgore Dreemurr, quiera una guerra liderada por él?
-Que no puedo culparlo por querer intentarlo. –Se sinceró sin necesidad de pensarlo demasiado. No pasó por alto que Frisk había evitado mencionarlo como su padre, pero supuso que no era el momento de remarcar ese punto. –Pero si hay algo que podemos aprender de la historia universal, es que todo lo que pretende repetirse no dará resultados diferentes.
-Así que las guerras sólo se dan por diferencias… Temor a lo diferente en lugar de complementar. Que absurdo.
-Nunca dije que tuviera sentido. Sería mejor que se enfocaran en dar y recibir amor ¿eh?
Puso sus manos sobre su nuca como si no le diera importancia su propio comentario, pero la verdad es que estaba nervioso de ver qué reacción pudiera tener la chica con su simple comentario, esperando lo que fuera por parte suya para dar pie a la razón por la cual estaba ahora ahí. Pero no sólo recibió indiferencia de la chica que seguramente provenía de que no le había captado una vez más su coquetería, sino que podía notar su tristeza en aumento ante algo que seguramente le estaba atormentando con su explicación de una historia que bien pudo haber sido una simple leyenda. No había registros específicos para confirmarlo después de todo.
-Sans… ¿puedo tener un abrazo tuyo?
Ni siquiera tuvo que rogarle. Rápidamente le respondió abrazándola y sintiendo su respiración en su hombro en cuanto se acomodó adecuadamente. Si bien le hacía feliz que le pidiera tal gesto, ahora que la tenía entre sus brazos se estaba dando cuenta de lo que realmente le estaba pasando. Frisk tenía tantas cosas negadas… que la verdad ni siquiera le estaba dando la oportunidad de sentirse en libertad consigo misma. Aun sentía que debía de mantenerse al margen de algo que jamás se le debió exigir. Ella no tendría por qué estar así, ella debería de tener el total derecho de poder sentir algo por quienes fueron su verdadera familia.
Pero los Dreemurr le arrebataron incluso ese sentimiento. Sintiéndose completamente fuera de lugar en un mundo que no comprendía y que ahora estaba obligada a subsistir. Era justamente eso lo que la tenía confundida ante su propia indolencia al respecto, ¿cierto?
Maldecía una vez más a las cabras. Pero había algo que sí podía hacer él para ayudarla en eso… aunque se suponía que no debía de hacerlo.
¡Pero al diablo todo eso! Frisk merecía la verdad. Merecía poder sentir lo que fuera ante lo que le habían arrebatado.
Al haberlas finalmente localizado a la vista, activó su ojo mágico para atraer a las rosas levemente maltratadas ante su lanzamiento y las puso frente a la chica que aún no soltaba del abrazo. Pudo sentir su sorpresa en un leve sobresalto al ver las flores ante ella y que ahora había sujetado con cuidado por las espinas que estaba seguro que pudo visualizar con rapidez. Si se había sonrojado o no con eso, nunca pudo verlo por la posición en la que estaban, pero ya no era momento de pensar en eso si tenía un mejor objetivo ahora.
-¿Qué…?
-Querrás dejárselas cuando lo veas.
Sin dar espacio a más explicaciones, la teletransportó consigo hacia el punto que apenas y lograba recordar la dirección exacta, sólo había ido una sola vez ahí, después de todo. Por lo que rompió con el abrazo tras asegurarse de que no estuviera mareada por el movimiento imprevisto de su parte. Dejando que contemplara el lugar con suma libertad sin saber qué tan correcto o no era romper su promesa de que ninguno saliera de Snowdin.
El cielo poco a poco daba pie a un atardecer que en otros tiempos habría sido hermoso de ver que no fuera en un lugar así.
-¿Un cementerio?
.
.
.
¡Finalmente se llegó a esto! (saca confeti de los bolsillos).
En el momento que estoy subiendo este capítulo, están terminando las elecciones en México, así que espero que sea un buen augurio, jajajaja. (Este capítulo tiene exactamente 16, 666 palabras y se subió el sexto día del sexto mes... tal vez no lo sea tanto :V ).
Nuevamente muchas gracias por su paciencia en esta actualización que fue un poco más tardía que otras. ¡Los quiero mucho!
Michi fuera!
:)
