Frisk trataba de dar pasos lentos para no llegar tan pronto a La Madriguera, pero de vez en cuando se atrapaba a sí misma dando pasos firmes y largos con suma torpeza conforme le llegaban múltiples preguntas en su mente.

Tuvo que desviarse un par de veces para tratar de calmarse antes. Simplemente no podía entrar así, no cuando ni ella misma comprendía del todo su situación y había muchos curiosos bajo el mismo techo que pudieran incomodarla. ¿Don Gaster tendría razón? ¿A ella le estaba interesando Sans de un modo romántico? No le había dicho directamente lo que quería saber, pero a su manera, le había aclarado un punto al que ella misma no se había percatado y le había entendido mejor que otros tratando de dialogar con ella. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo comprobar que realmente tenía la respuesta correcta y no un malentendido? Ya no podría preguntarle más a Don Gaster sobre ese tema en particular dada su amenaza e incomodidad. ¿Cómo podría comprenderlo mejor? ¿A quién más podría acudir? Su cita con Sans era mañana, no quería hacer el ridículo sin aclararse eso antes.

Por no estarse fijando en dónde pisaba o andaba eventualmente, tuvo que sujetarse de un poste de luz antes de caerse torpemente. Pero gracias a eso pudo levantar la mirada y reconocer de inmediato la camioneta estacionada en esa misma calle. ¿Qué hacía la señora Bonnie ahí? Por lo que notaba, no se estaba bajando del vehículo ni tampoco había algo al alcance que ameritara querer bajarse en esa zona al haber sólo casas alrededor. Sin contar que tampoco estaba tan lejos de La Madriguera como para querer estar conduciendo a esa corta distancia, eso era un desperdicio de combustible a lo que recordaba que le había explicado su instructor de manejo.

Sin despegarse todavía del poste, esperó a que se moviera de ahí o saliera, pero tras varios minutos observándola ahí, Frisk supuso que algo malo estaba pasando y no dudó ningún momento más en correr directamente para ayudarle. ¿Acaso no lograba abrir las puertas? ¿O se había quedado sin gasolina? ¿Dónde podía conseguirse eso? Papyrus no le había enseñado eso último todavía.

-¿Señora Bonnie?

Tocó la ventana para llamar su atención, pero se percató en ese instante que la coneja había estado mirando hacia el frente y sujetando en volante sin intención de moverlo o prender la camioneta realmente. Ya llevaba tiempo conduciendo para darse cuenta de la posición correcta de cómo sostener un volante, mover la palanca de velocidades y demás que precisaba querer siquiera prenderlo. Sin contar que la señora apenas y había reaccionado al tenue golpeteo que había hecho sobre el cristal, girándose lentamente y dedicándole una sonrisa que no le gustó en absoluto ante los malos recuerdos que le generaba una sensación así. Era la misma expresión que su madre frecuentaba antes de que terminara decayendo en absoluto en su propia tristeza. Esa falsedad y duelo no podía permitirlo, no de nuevo.

Sin esperar a más indicaciones o que le respondiera, se encaminó con prisa hacia el otro lado de la camioneta y se subió en el asiento del copiloto sin necesidad de un permiso. Cerró la puerta para no romper aquella sensación aislada que aparentemente había tratado de generar la coneja para ella misma, pero tampoco estaba para que le dejaran sola y sucumbiera a lo peor de las sensaciones. Ya lo había vivido antes y no podía permitir que tantos conejos y sirena vivieran lo que ella había tenido que soportar durante su infancia y adolescencia. Sobre todo, no quería que aquella entusiasta señora se opacara lentamente hasta terminar como la monstruo que había dejado en el pueblo sin poder comunicarse nunca más con ella.

-Hola cachorrita, ¿acaso quieres que te lleve a un lado? –La señora tenía una voz animada como siempre, pero sus orejas fueron en dirección contraria a la curva de su sonrisa cada vez más forzada. –No me di cuenta de en qué momento saliste de la casa.

-Lo siento por no avisar de nuevo. ¿Usted cómo se encuentra?

-¿Mmh? ¿De qué hablas? Todo está bien.

Frisk le observó en silencio, en espera de que la señora admitiera por cuenta propia su situación que claramente conocía si minutos antes lo había presenciado, pero no tuvo que esperar mucho para darse cuenta de que no sería el caso.

-Lo siento. Supongo que está aquí porque quería estar sola, pero no me gusta verla así. –Comenzó Frisk, aun cuando no estaba segura de sí podría lograr algo realmente. Esa clase de cosas no era lo suyo. –Debe preocuparle los daños en el cabaret.

-Je... No es nada, cachorrita. Ya verás que nos levantaremos de esto.

Frisk suspiró, pero no de resignación o indiferencia de la situación. Sino porque se había atrapada a sí misma tocando su mano ante el recuerdo que le estaba generando el momento. Esa situación ya la había pasado antes, pero no con su madre a como había estado creyendo minutos antes.

-Sans me dijo una vez, que es natural sentirse mal de vez en cuando. –Comentó mientras observaba la palma de su mano. Aunque no tuviera sentido en el momento, recordar esas palabras le generaron la calma suficiente para seguir hablando, como si sintiera el tacto de la mano huesuda contra la suya. Si, definitivamente había algo extraño con ella ahora. –Así que no creo que esté mal llorar en un momento así, señora. De hecho, creo que es lo que necesita por ahora para desahogarse.

-Llorar no solucionará las cosas, cachorrita.

-Lo sé, pero tampoco estando así. –Admitió Frisk pese a todo. –Sólo déjelo fluir, que se vaya... y ya luego pensemos en una solución.

Sin que pudiera verlo a tiempo y pese a la incomodidad que era algo así por los asientos separados, la coneja se lanzó muy rápido para abrazarla y acariciarla del cabello, que si bien se veía como un gesto amable de su parte, en pocos segundos se percató que había sido para ocultar las lágrimas que comenzaba a derramar lentamente. Había sido difícil percatarse de eso, sino fuera por sentirse levemente identificada, como si su seriedad permanente y la sonrisa constante de la señora no fueran diferentes en cuanto a aguantarse las cosas a su manera. También para ella, no le era grato llorar, verse mal ante otros por el hecho de no solucionar nada con ello. Pero a diferencia de ella que sólo no quería ser un problema para nadie al ser completamente capaz de ver por ella misma, la señora Bonnie tenía que cargar con el querer verse bien para su numerosa familia. No querer preocupar a otros al grado de querer hacer todo. Frisk la admiraba por preferir la sonrisa antes que una inminente tristeza, pero ahora se daba cuenta de que no había una verdadera diferencia en ambas perspectivas. En ambas buscaban lidiar con los malestares al grado de terminar aguantándolos. ¿Y no era eso lo que Flowey le terminaba reclamando en cada discusión?

Algo incómoda por la situación, terminó devolviéndole el abrazo con tal de calmarla. Pero no la acarició en la cabeza como lo hacía con ella. Si lo hacía, ¿se vería como acariciar a un animal? ¿Sería grosero? Era algo confuso considerando que se trataba de una coneja antropomorfa. Siempre había tenido cuidado con la piel de las conejas al momento de ayudarles a cambiarse de ropa rápido, pero estaba segura de que eran extremadamente suaves con lo poco que había logrado sentir. Por lo menos si podía creer que era diferente a la piel de un monstruo jefe.

-Así que... finalmente decidiste abrirte ¿eh? –La voz de la señora sonaba quebrada, pero con un deje de necedad que se reusaba a sucumbir al llanto total. –Finalmente estás dando paso a abrir tu corazón.

-¿A qué se refiere?

-Puedo escucharte por fin. Es tenue, pero hay algo. –Frisk no entendía su explicación, por lo que esperó pacientemente a que se aclarara. –Ya no oigo el llanto por lo menos.

-La que está llorando es usted, señora.

-Mi niña, internamente has estado dolida todo este tiempo, ¿cierto?

-Está desviando el tema porque no quiere aceptar que se siente mal, ¿cierto? –Frisk arqueó una ceja. Aunque no la viera directamente por la posición en la que estaban, estaba segura de que le había atinado. –Me doy cuenta de que todo el tiempo quiere ver por los demás, pero no se ha detenido en ver por usted misma en ningún momento. Debe ser muy agotador eso.

-Por supuesto que veo por mí también. El decidir construir este cabaret fue con tal de no renunciar a mis sueños, al mismo tiempo que pudiera mantener lo mejor posible a mi familia. –La coneja rompió con el abrazo para verla directamente, alzando los brazos con alegría que esta vez, Frisk no le creía. Y no por el hecho de haberla tenido en brazos llorando en silencio, sino porque ella misma se detuvo en su gesticulación. –Cabaret que... no tengo ni idea de cómo lograré reparar todos los daños. Con la ley seca encima y los gastos...

-No entiendo eso de la ley seca, pero si de lo último. Si lo que necesita es dinero, puedo ayudarle con eso.

-Mi niña, no hace falta que quieras...

-Tengo dinero. –Le interrumpió para que dejara de estar en una negación que estaba resultando exasperante. Tal vez era eso lo que Ronnie se refería cuando hablaba de preocuparse de su madre. –O al menos, acceso a una gran cantidad de dinero que puede ayudarle.

-¿Cómo...?

-Mi pad... eh, mi tut... No. –Se giró para no ser atrapada en su propia incomodidad. ¿Cómo podría referirse ahora al hombre que consideró como un padre, pero que ahora descubría que se trataba de un asesino despiadado? No podía posponerlo tanto, pero de momento tenía que dejar ese tema para luego. –Heredé una cantidad monetaria considerable, pero francamente ya no quiero tocarlo para mí por cuestiones personales.

-Espera… –La coneja dejó a un lado su tristeza, alzando sus orejas con un deje atónito. –¿Me estás diciendo que has tenido dinero todo este tiempo, pero que preferiste trabajar conmigo?

-Ya no me interesa este dinero, yo no me lo gané y muy probablemente se obtuvo de la peor forma. Así que le daré un uso diferente. –Sacó la chequera que guardaba eventualmente consigo por indicación de Flowey, para que no se la robaran de nuevo. Aunque también era indicación suya no soltar dinero sin antes consultarlo con él primero, pero esa parte no tenía intenciones de obedecerle. Todavía estaba molesta con él por tantos secretos que le había tenido y que poco a poco descubría más. –Quiero ayudarle a levantarse, a que siga luchando por su sueño y que su familia tenga un mejor estilo de vida. Lo merecen, así que, ¿cuánto necesita?

La señora Bonnie no dijo nada por un largo rato. Observándola con insistencia con sus grandes ojos dorados, a su vez que tenía las orejas muy alerta de cualquier ruido que pudiera surgir en el entorno, aunque eso último parecía más una insistencia de su parte de querer escuchar algo que no vendría precisamente de algo exterior. Finalmente, la señora conejo cerró sus ojos tras soltar un suspiro de resignación, o al menos eso le pareció en un principio hasta que siguió hablando.

-Cuando dices que ese dinero se obtuvo de la peor forma, me recuerdas a algo que pasé hace unos años. –La señora se giró un poco para abrazar el volante. –Y tengo miedo de preguntarte y que sea lo mismo, pero tendré que correr el riesgo. ¿Cómo se obtuvo ese dinero al que tienes acceso?

-Al igual que muchas cosas de mi vida, no lo sé. –Admitió de inmediato, generándole un mal sabor de boca. –Sólo estoy suponiendo que no fue en buenos tratos.

-Eso no me aclara muchas cosas, señorita. –Extrañamente, se le estaba viendo un poco molesta. ¿Acaso había hecho algo malo? –Por favor, dime la verdad.

-Yo siempre digo la verdad.

-¿Acaso le aceptaste dinero a la familia Gaster?

-Don Gaster me lo robó y luego me lo devolvió. –Contestó con el mismo tono. ¿Por qué parecía que quisiera regañarla por algo que nunca hizo? –Eso fue al mismo tiempo que destruyeron mi hogar y negocio, por lo que sé lo que se siente no poder hacer nada en momentos así.

-Pero…

-Señora, quiero ayudarle porque ustedes me han ayudado todo este tiempo. –Frisk le interrumpió sin preocuparle el verse grosera esta vez. –Tal vez sean muy encimosos, pero aprecio en verdad que me brindaran techo y comida en un punto donde no sabía qué hacer conmigo misma.

-Lo hemos hecho de buena fe, cachorrita. En verdad no tienes que agradecernos y querer pagarnos por eso. Pero... –La coneja se detuvo al no poder formular adecuadamente sus palabras, o al menos eso parecía dada su expresión confusa. –No... no quería preguntarte porque es tu vida privada, pero dada la situación, creo que es necesario saberlo si me dices que te regalaron dinero y que además recuerdo las palabras que dijiste sobre tu madre.

-Quiere saber sobre mi familia. –Frisk entendió que eso es a lo que quería llegar, aun sin necesidad de que la señora asintiera en silencio. –Antes habría respondido de inmediato eso, pero ahora ni yo sé qué es lo que tengo.

-Comienza con algo y poco a poco démosle un sentido, ¿va?

-Bueno... ¿Usted conoce el nombre de Asgore Dreemurr?

Con la simple mención de su nombre, la expresión de la coneja cambió radicalmente a una de total miedo que le comunicaba más que cualquier intento de habla que pudiera surgir de sus labios. Confirmándole cruelmente la realidad de que sólo le habría bastado con dar su nombre para saber la verdad desde que había puesto un pie sobre la ciudad. No obstante, supo que contaba con su total atención y que esperaba a que prosiguiera con lo que fuera a decirle tras eso, por lo que, sintiéndose en calma de estar encerradas en una camioneta sin nada alrededor que les prestara atención, Frisk terminó contándole sobre cómo había sido su infancia con los cuidados de los Dreemurr, sobre los hermanos que tuvo, sobre sus muertes que aún no sabía cómo se habían dado y sobre la división de su aparente familia tras eso. También le contó sobre su motivo de haber llegado a la ciudad junto con su amigo Flowey, tras su regalo de cumpleaños que venían siendo el local con una pequeña vivienda en la parte superior y la cantidad monetaria que seguía sin comprender con precisión qué tanto significaba esa cantidad realmente. Solo que si sabía que era lo suficiente para poder ser denominada como rica si lo utilizara.

Finalmente, le contó sobre lo que estaba descubriendo sobre nunca haber sido adoptada realmente ante una ilegalidad que no comprendía su razón, pero también sobre sus padres biológicos y lo que había pasado con ellos al pertenecer a una red criminal, sobre que aquel a que había llamado padre aun en su larga ausencia, se trataba también de un criminal buscado y sumamente temido, del que seguía sin poder procesar adecuadamente sobre cómo había terminado así ante sus recuerdos de lo amoroso que había sido con ella. Había omitido los detalles sobre Flowey siendo un aparente experimento y la anomalía que también aparentemente ella misma presentaba. No porque quisiera mantenerlo como secreto, sino porque aún no estaba segura de lo que eso implicaba dada la expresión que había notado hace unas horas en Don Gaster por eso.

Pese a la sorpresa en aumento, la señora Bonnie en ningún momento hizo un ademán de querer interrumpirle y eso lo agradeció infinitamente. Ni aunque lo expresara con sus propias palabras, seguía sin tener sentido como para tener que explicárselo a alguien más. Así que cuando terminó, se mantuvo en silencio en espera de que la coneja calmara su expresión que de una u otra forma parecía horrorizada con todo, pero que no expresó nada más de eso.

-No debió de ser fácil para ti contar todo esto. –Tras varios minutos en silencio, la señora desvió la mirada como si ello pudiera ayudarle a digerir la información dada. –Gracias por la confianza.

-Merecía usted saber a quién estaba metiendo bajo su techo, pero ni yo sabía todo esto hasta hace poco. Por eso no pude decirle hasta ahora. –Se encogió de hombros sin darle mucha importancia de momento. –Por eso quiero ayudarle. Porque usted es muy amable y me brindó muchas pese a no contar con mucho. Así que, por favor, dígame cuanto necesita y se lo daré.

-Gracias, cachorrita. –Le devolvió la mirada nuevamente, pero ya no estaba su sonrisa. No estaba segura ahora de si eso era bueno o no ahora. –Pero con todo lo que acabas de contarme, no cabe duda de que ese dinero está maldito entonces.

-¿A qué se refiere?

-Las mujeres no tenemos derecho a una cuenta de banco personal, sólo podemos retirar bajo el permiso de nuestro padre, jefe o pareja en vida o muerte. Y tal y como muchas cosas en este mundo, todo manejo de dinero es monitoreado y controlado. –Era extraño verla tan seria, pero eso le indicaba que lo que le estaba diciendo era sumamente importante y de mucha cautela. –Ese dinero que dices que tienes, significa que alguien te está dando permiso de que retires lo que quieras a una cuenta particular. Y si nadie te explicó esto al darte tal cantidad y proviene de ese sujeto... no creo que haya buenos resultados con eso. Si mi intuición no falla, creo que al darte ese dinero creyó que te tendría monitoreada sin necesidad de estar cerca de ti.

-¿Puede saber en dónde estoy o lo que hago con usar esto? –Se sorprendió de tal cosa, observando la chequera en sus manos sin entender del todo cómo era eso posible. Solo era papel. –¿Cómo?

-Todo movimiento que hagas con ese dinero, será reportado a quien sea el dueño verdadero de esa cuenta bancaria a la que tienes acceso. Sobre lo que compraste o pagaste y en dónde fue, incluso cancelarlo si quisiera. Quien mejor te pudiera explicar eso sería el tonto de Wingdings. Lleva años desviando recursos en la cara de las autoridades con ese restaurante que muy rara vez abre. –La simple mención de Don Gaster, le provocaba un malestar a la señora. –Tenemos un sistema de seguridad tan absurdo en este país, que le da más importancia a que pague adecuadamente sus impuestos que a los asesinatos y desapariciones que ha cometido, ¿puedes creerlo?

Tristemente, Frisk si podía creerlo con lo poco que estaba descubriendo día con día en su estadía en Ebott city. Nada parecía tener sentido para ella, y por lo que notaba, no estaba tan perdida si tampoco para los citadinos lo tenía. Pero eso no era de importancia por ahora tras lo que acaba de averiguar sobre lo que tenía sujetando en sus manos. Sin quererlo realmente, teniendo una idea rondándole en el instante que tal vez podría facilitar gran parte de sus problemas si ese era el caso.

Si nadie la llevaba al lugar en el que estaba Asgore Dreemur, tal vez ella podría sacarlo de donde sea que estuviera con eso, ¿cierto? Tal vez estaba teniendo en sus manos la herramienta que había necesitado en todo ese tiempo para dar con su paradero y jamás lo supo o nadie quiso avisarle. Sólo tendría qué pensar adecuadamente cómo lograrlo siendo el caso para no alterar a los Gaster que querían su muerte en sus manos, aunque tal vez ya lo sabían y no le daban importancia a ese medio, o simplemente en su enojo y tristeza no lo estaban pensando con claridad tampoco. Cada vez aparecían más cosas sobre su vida y poco espacio para procesarlas individualmente, sin contar que eran más incógnitas al aire que respuestas concretas. Por una vez en su vida, le gustaría realmente obtener respuestas por su propia mano, sin necesidad de depender de terceros que le daban las cosas a medias o la querían sobreproteger de algo que sólo era responsabilidad de ella. Pero rápidamente le llegaron las palabras de Muffet sobre reconocer que en su ignorancia necesitaba de otros para estar a salvo, aun cuando se tratara de cosas que le parecieran absurdas. Cada vez era más evidente las cosas que desconocía como para cometer un riesgo a causa de su ignorancia, la señora Bonnie le estaba advirtiendo por lo mismo, ¿cierto?

Con algo de resignación, guardó la chequera de vuelta al no poder utilizarla de momento si ese era el caso de peligro que presentaba. Por lo pronto, tenía que ver realmente qué era Asgore Dreemurr para ella ahora antes de poder hablar seriamente con él. Como si no saber con exactitud qué era Sans para ella no fuera suficiente.

Por alguna razón, eso le hizo sentirse nuevamente como si tuviera que elegir a uno de los dos, a quien proteger y al otro dejar morir. No le estaba gustando para nada eso. Ambos se trataban de asesinos, mafiosos, delincuentes peligrosos... y ambos pertenecían en su círculo cercano. ¿Qué tan mal estaba su vida ahora que estaba en esa clase de disputa?

-Una de mis mejores amigas, Lyra, cometió ese error. –La señora Bonnie estaba rompiendo el silencio incómodo, pero Frisk tardó en reaccionar y prestarle atención. –Le robó a unos mafiosos creyendo que podría salirse con la suya por su magia particular, justificándose de que sólo le estaba quitando a sujetos malos y que aquello no lo hacía algo malo. Sino que se trataba de justicia.

-¿La hermana de Shyren?

-Si, por eso sé que es peligroso. Los mafiosos no tardaron ni un día en dar con ella al momento de usar ese dinero y solo dimos con cenizas cuando Arial y yo nos enteramos. –Aunque su voz sonaba cansada y triste, Frisk prefería que pudiera expresarse con lo que realmente sentía en cuanto se enfocara en admitir y mejorar, a sólo aguantarse las cosas sin llevar a nada más. Aunque eso le hizo pensar momentáneamente en su madre y en cómo estaría. –No soy quien para decirte qué hacer con tus cosas, pero te pido de favor que no uses nunca esa chequera. Quémala de ser necesario para que nadie más pueda.

-De momento la guardaré. –Comentó Frisk sin dar más detalles.

La coneja no parecía estar convencida, como si pudiera ver sus verdaderas intenciones dentro de ella. Pero no le cuestionó nada más y Frisk lo agradeció en sus adentros. La señora finalmente había prendido el auto y conducido de vuelta a su hogar, aun con lo extraño e innecesario que vendría siendo eso, considerando que la casa estaba bastante cerca. Al llegar, los hijos seguían acomodando algunas cosas fuera del establecimiento al tratarse de cosas tan irreparables que las convertían en basura y pérdida total. Frisk supuso que para la señora de la casa sería triste ver eso, pero nuevamente no gesticuló ninguna emoción negativa ni opinión al respecto, muy seguramente porque sus hijos ya la estaban observando mientras estacionaba la camioneta.

En resumen, varias mesas y sillas se habían roto a causa de los borrachos y de los hijos que habían tenido que defenderse con lo que tuvieran a la mano. Algunas bolsas contenían infinidad de botellas rotas, prendas y algunos instrumentos que no habían corrido con suerte. Pero lo que más llamaba la atención, eran las ramas que habían talado tras la borrachera de Flowey que no había medido de todo lo que había hecho crecer al grado de sentir que había una jungla en lo que debería de ser un cabaret. Pese a que Frisk prefería hacer las cosas a su tiempo y manera, la capacidad de su amigo para hacer crecer toda vegetación era algo útil cuando se requería. Pero esta vez no había sido el caso tras haber fusionado sus lianas con objetos que quedaron atrapados e imposibles de quitar o que desaparecieron de ese modo sin poder comprobar lo que había quedado encapsulado entre tantas lianas. Ningún conejo reclamó al respecto, pero Frisk estaba segura de que si les había generado más de un malestar aquella situación. O por lo menos había notado cómo Ronnie había pasado talando gran parte de las ramas antes de que la policía llegara y les diera una aparente mala noticia sobre "la ley seca", que seguía sin entender cuál era el problema en eso.

-Ya nos levantaremos, cachorrita. No te preocupes. –La señora le acarició el cabello de nuevo, suponiendo que era para distraerla de lo que le incomodaba viendo el resultado del desastre nocturno. –No hace falta que quieras hacer algo al respecto. Y menos con esa clase de vínculos que no llevan a nada bueno.

Frisk ni siquiera pudo devolverle la sonrisa, ingresando juntas a la casa y dirigiéndose hacia la cocina como si aquello pudiera calmarlas antes de proceder con todo lo demás. Y al ver la mesa que debería de limpiar antes, notó que encima estaba el periódico que había dejado ahí para llevárselo a Flowey una vez que se sintiera mejor. Levantó el impreso al llamarle la atención algo que tan sólo se había cruzado con su mirada, pero que había sido más que suficiente para poder reconocerle, posando y sonriendo a la fotografía de la misma manera que había sido aquella vez que le había acompañado.

-De hecho, creo... que podría acudir con alguien más fuera de eso. –Comentó mientras revisaba la portada del periódico. Si, definitivamente se trataba de Mettaton. Aun cuando se tratase de un impreso en blanco y negro, su sonrisa se veía excepcionalmente blanca a comparación de los demás. ¿Cómo era eso posible? –Veré que puedo hacer luego.

No había logrado contactarlo aquella vez por teléfono, aun cuando había sido él mismo quien le habría pasado ese número. Pero si lograba hablar con él, ¿podría ayudarle a conseguir la cantidad de dinero necesaria para las reparaciones? Sabía que habría algún costo a cambio y no esperaba menos, pero si el robot se había puesto en la disposición de brindarle trabajo aquella vez, tal vez podría hacerlo de nuevo y así pagar eso con trabajo, (después de todo, gran parte del desastre se debía a Flowey y tendría que responsabilizarse de eso). Ya luego pensaría en esa clase de detalles. Por ahora, tenía demasiadas cosas rondándole en su cabeza como para dar paso a algo más.

-Señora, sé que esto es repentino y que no debería de abusar, pero agradecería mucho poder ausentarme de mis labores mañana. –Frisk se apenó de pedir tal cosa, considerando todas las veces que lo había hecho por fuerzas ajenas o situaciones que requerían de su presencia. –Mañana tengo una cita con Sans y...

No terminó su oración ante lo intimidante que estaba siendo ser observada de esa manera tan atenta con esos ojos dorados y grandes. Sin contar que instantáneamente pareció que varias cabezas se habían asomado de distintos lados con la misma mirada y orejas alzadas, como si con ello pudieran procesar cada minúsculo detalle. ¿Acaso sus oídos habían estado atentos a esa particular conversación? ¿Por qué le daba la impresión de estar todos emocionados? Instintivamente, Frisk dio un paso hacia atrás del extraño temor que le estaba generando tal atención colectiva. Y había sido un buen movimiento de su parte, ya que no pasó ni un minuto para que varios conejos comenzaran a correr hacia ella.

-¡Pido peinarla!

-¡Yo elijo su ropa!

-¡Yo los zapatos!

-¿Será cena? ¿Ya tienen reservación en algún lado?

-¿Necesitas músicos para ambientar el momento?

-¡Que alguien consiga rosas!

Frisk quiso huir nuevamente de ahí, pero esta vez no la dejaron tras ser demasiados sobre ella, sin contar que la señora Bonnie ya la había sujetado y mostrado la misma emoción que sus hijos. Todos parecían prestar demasiada atención a un tema que no les competía nuevamente.

Sin saber que cierta flor había estado escuchándoles en todo ese tiempo, asomándose con cautela desde las escaleras y retirándose sigilosamente antes de que pudieran notar su presencia.

.

.

Sans se había tardado un poco más de la cuenta con Grillby, pero finalmente sentía que tenía algo lo suficientemente preparado para que la velada no fuese una catástrofe. Tan solo tenía que asegurarse de no haber otra clase de inconvenientes externos, pero extrañamente no encontraba a Papyrus por ningún lado para que le ayudara con ello, y no podía andar con un par de cadáveres en toda esa búsqueda. Comenzaban a estar pesados y olorosos.

Fue así como se atrevió finalmente en volver a su hogar, adentrándose en el sótano y agradeciendo de no haberse topado al viejo por esos breves minutos. Por lo que se dispuso con rapidez en poner los dos cuerpos en las camillas metálicas que tenían para ello y preparar las cosas para aminorar toda sentencia. No todo lo interno servía dado el tiempo transcurrido, pero si lograba sacar lo que era en verdad de utilidad...

Lo que sea que estaba pensando, fue interrumpido tras abrirse la puerta de golpe. El esqueleto joven tan sólo levantó la mirada con la menor culpabilidad posible, aun cuando cruzaron mirada demasiado rápido.

-¡Tarán! Traje el pan a la mesa... ¿O debería de decir carne? jeje...

Sans tenía las manos alzadas y moviéndolas al modo de estar indicando los cadáveres que había traído, pero el jefe de familia ni siquiera le vio con la seriedad y enfado de siempre, sino con un cansancio con deje de indiferencia que le incomodó mucho más al grado de saber que algo no iba bien. Antes de que se atreviera a preguntarle qué ocurría, el viejo ya se estaba acercando a los cadáveres para inspeccionarlos, pasando a lado suyo sin importarle su presencia o cualquier opinión que pudiera dar en el instante. Suponiendo que quería estar más atento para evaluar la calidad del producto puesto en charola de plata, que en el confundido esqueleto joven que tenía ahí. Era como si quisiera aplicarle la ley del hielo y eso era absurdo hasta para él. Ni siquiera lograba recordar la última vez que había hecho eso, pero muy seguramente no había hecho diferencia alguna.

-Supongo que... te preguntarás en dónde estuve o... –Comenzó a hablar Sans ante el silencio incómodo.

-Sé dónde estuviste. –Mencionó el jefe sin apartar la vista del cuerpo que estaba inspeccionando desde los ojos. Al menos eso rompía con su posible idea de que le ignoraría en un considerable lapso. –Sé muchas cosas de las que has hecho, Sans. Sé que fuiste al cementerio de ricos de New Home, sé que te topaste con un yakuza, sé que tienes una cita con la humana... La pregunta en todo eso sería, ¿cuándo pensabas contarme cada uno de esos detalles que atentan a nuestra familia?

-No sabía que te interesaría eso último, je. –Se encogió de hombros como si quisiera burlarse de todo ello, pero la verdad era que estaba preocupado de lo anticipado que estaba. ¿Desde cuándo sabía que se había topado con la yakuza? Si se enteraba de que ese tipo era nada más ni menos que el líder, muy probablemente terminaría peor de lo que ya estaba ahora. –Lo que haga con mi vida personal no debería de ser asunto tuyo.

-La humana opina lo contrario. –Le respondió sin siquiera verlo.

-¿Qué...? ¿Cómo sabes...? –Ni siquiera sabía cómo terminar una pregunta ante el desconcierto. –¿Frisk fue quien te lo dijo?

-Hablo con ella ocasionalmente mientras tomamos café.

-¡¿Qué?! ¿Y por qué nunca me lo dijiste?

-A palabras tuyas, lo que haga con mi vida personal no debería de ser asunto tuyo. –Contestó sin un deje de burla, sarcasmo o frialdad. Su voz estaba demasiado apagada que Sans estaba seguro de que ya le estaba dando igual muchas cosas, y siendo sincero, no creía que eso fuera lo mejor por mucho que lo hubiese deseado desde mucho antes. –Es demasiado deprimente que una humana tan imprudente y despistada como ella sea más considerada en tenerme comunicado, que mi propio hijo que ya debería de saber la importancia de notificar tales cosas. Pero a estas alturas ya no me sorprende esa clase de cosas en ti.

Sans hacía un esfuerzo por mantenerse de pie ante la sorpresa. En verdad que no podía imaginarse al viejo y a Frisk hablando con normalidad mientras tomaban café, sabiendo de antemano lo mucho que de desagradaban mutuamente y no tenían problema en ocultarlo tras todo lo acontecido. ¿Por qué Frisk nunca le contó sobre eso? ¿Acaso no quería incomodarlo u ocasionarle un problema mayor? No, eso no se sentía como algo que hiciera Frisk a la primera con lo directa y pura que era. Siendo ese caso, simplemente no le habría contado de algo que nunca le preguntó, ¿cierto? ¿Y cómo demonios habría preguntado algo así cuando era algo imposible de imaginar? ¿Papyrus o Flowey sabrían algo de eso? ¿Lo permitían pese al peligro que conllevaba?

-Espero que no la hayas lastimado. –Lanzó su amenaza sin importar la situación en la que estaba.

-Si lo hubiera hecho, ya te habrías enterado tras todas tus escapadas con ella. –Nuevamente mencionó sin siquiera mirarlo o darle importancia. Sacó uno de los bisturíes al alcance, para romper la ropa y colocarla en el bote de siempre. Después la quemarían para borrar toda evidencia posible. –¿Algo que quieras decir sobre todo eso?

-¿Debería?

El viejo se quedó callado demasiado tiempo, enfocándose mejor en inspeccionar el cuerpo antes de comenzar a cortarlo para extraer lo que fuese útil. Sans había pensado que estaba pensando en las palabras adecuadas para reprenderlo por su rebeldía, pero después de un rato, notó que realmente se había quedado callado tras no querer hablar más al respecto. No iba a quedarse así tras todo lo desconcertante que había sido que hablara con ella pese a sus aclaraciones entre líneas sobre que no le agradaba, por lo que se lavó las manos y se puso guantes para ayudarle con el segundo cuerpo. Aunque los monstruos no tuvieran huellas dactilares, prefería tener toda precaución desde antes, tal y como le había enseñado desde niño.

En otros tiempos le habría dejado solo con los cuerpos, optando por dejar las cosas por su lado para evitar toda fatiga. Pero estaba tan intrigado y preocupado ahora, que simplemente no podía irse hasta obtener algo más pese al tiempo que le quedaba para organizarse. Tal vez estaba exagerando en sus preparativos, pero estaba deseoso de que todo saliera bien y sin interrupciones. Y que el viejo ya estuviera al tanto era un foco rojo que debía de atender antes de que fuese el día. Primero debía de averiguar qué se tenía entre manos con esa información.

-En verdad no me los puedo imaginar hablando con cordialidad. –Soltó Sans tras varios minutos en espera. –Aunque admito que fue lo mismo con Papyrus y ahora parece que no se desagradan.

No obtuvo ni un ruido de su parte, ni un gruñido ni un cabeceo que le confirmara que estaba escuchándole. Pero sabía que aun contaba con su atención y algo de tolerancia.

-Pues sí, tuve un enfrentamiento con alguien de la yakuza tras ir a las tumbas. –Sans sabía que estaba andando en terreno peligroso, pero estaba muy seguro que eso era lo que realmente el viejo quería hablar y no lo otro. –Específicamente con el líder.

-Supongo que no te bastó con conseguirnos los problemas que ya llevamos arrastrando. –Soltó el jefe en voz baja sin mostrar sorpresa. Parecía que era algo que ya había contemplado desde antes. –Ahora debo encargarme de que unos japoneses no quieran matarte por liarte con la descendencia del anterior jefe.

-Por ahora no serán un problema. –Colocó la ropa en la misma cubeta. Finalmente, el jefe levantó la cabeza para observarlo con detenimiento. –A través de Grillby, el líder nos mandó el mensaje de que no nos consideran enemigos ni aliados, sólo que no estorbáramos en su venganza contra el Gran Don.

Parecía que eso si le interesaba y ahora esperaba que le dijera más. Pero él sólo se encogió de hombros para desviar cualquier cosa que pudiera comunicar más de la cuenta.

-Dijo que nos recompensarán por estar cuidando de Frisk mientras la tengamos alejada del conflicto. Eso es todo.

-Eso es todo lo que quieres contarme. –Bajó de nuevo la cabeza. ¿Acaso solo estaba cansado o era su modo de estar decepcionado? –Bien. Mensaje recibido.

De nuevo se mantuvo en silencio por un largo periodo, comenzando a cortar el cuerpo como si sólo buscara tener algo qué hacer con sus manos y no prestar más atención al hijo que tenía al frente en espera de algún regaño u observación de su parte. ¿En verdad ya le estaba dando igual todo? ¿O qué más le pasaba? No parecía querer reprenderlo por haberse separado de sus seguidores, por haber llegado con un par de cadáveres sin explicación de lo que hubiese pasado.

-¿No vas a decir nada? –Insistió pese a todo.

-¿Debería? O mejor aún, ¿vale la pena a estas alturas?

-Viejo, ¿qué es lo que te pasa?

-Pasa que casi mueres por un golpe de ese experimento que fácilmente podrías haberlo esquivado. Pasa que podrías haber muerto en manos de la yakuza y nosotros nos habríamos enterado muy tarde de eso. Pasa que aún con todo eso, sigue sin importarte tu propia seguridad y la de tu propia familia. –Aunque siguiera sin verlo directamente, el corte profundo que había hecho más de la cuenta, comunicaba mucho más que la poca expresión que estaba reflejando. –No impediré tu estúpida cita si eso es lo único que te está preocupando.

Era claro que algo le molestaba, pero ya no le estaba interesando lo suficiente como para seguir quedándose ahí, sin hacer mucho que requiriera realmente su presencia y sin tener intención de hablar más. Por lo que se quitó los guantes, dejándolos encima del cuerpo y se giró para alejarse de una buena vez de ahí.

-Aunque me parezca irracional e indignante, comienzo a comprender qué es lo que te tiene cautivado de ella.

Sans se detuvo en el instante, entendiendo perfectamente que estaba hablando de Frisk con tal de no alejarlo aún pese a su enfado. Dejó de darle la columna para verlo nuevamente, pero éste seguía sin mirarlo a él como si le importara mucho más estar trabajando en algo que no tenía contemplado desde antes y que muy probablemente ya nada serviría para venta. Aunque se viera abatido, cansado o indiferente, algo en el jefe parecía querer bajar sus defensas pese a todo su malestar y voluntad.

-Tiene muchas cosas irritantes consigo, pero cuando se lo propone, tiene una diplomacia que no había visto en mucho tiempo. Si dejara de ser tan ignorante y terca, podría volverse una interesante negociante. –El jefe continuó hablando como si le diera paso a ello. Sans abrió su mandíbula sin poder creérselo. ¿En verdad estaba hablando bien de ella? ¿Qué demonios le estaba pasando? –Va orientada hacia lo racional dado que no comprende lo emocional, por lo que se enfoca en la practicidad y solución de las cosas dentro de su propia comodidad. Supongo que por eso opta por ser directa sin importarle la reacción del receptor.

En ningún momento de su vida se imaginó un hipotético panorama donde estaría hablándole a su padre sobre la mujer que le tenía, en palabras suyas, cautivado. Ni siquiera le estaba preguntando más cosas sobre su encuentro con la yakuza o regañando sobre sus constantes metidas de hueso pese a sus claras indicaciones y reglas. ¡¿Qué demonios le estaba pasando?! Ver que había una minúscula posibilidad de hablar bien de Frisk, le tenía más aterrado que intrigado si debía de ser sincero.

-Supongo que son cosas hereditarias de donde viene. No le teme a la muerte y moriría si es necesario por una causa, pero tampoco permitirá que el contrincante la tenga fácil. No se doblega ante nada y entra a la defensiva con mucha facilidad sin tacto alguno. –Continuó hablando pese al desconcierto de su hijo frente suyo. Ni siquiera lo estaba mirando tras estar destripando el cuerpo. –Si fuese una mafiosa, sería sólo una suicida que requeriría de muchos seguidores para protegerla, y no le costaría conseguirlos tal cual como un yakuza.

-Viejo, me estás asustando. –Finalmente admitió en voz baja, tras no saber a qué iba dirigido todo.

-Desconozco las razones, pero logró que Papyrus le enseñara a conducir. –Continuó el jefe como si estuviera analizando más sus propias observaciones que estar hablando con el desconcertado Sans frente suyo. –Y pese a que estoy en desacuerdo de que una mujer tenga necesidad de estar usando un vehículo, he observado que aprende rápido.

-¿Me estás diciendo que han estado conviviendo con ella ustedes dos, y nunca pensaron en decirme nada?

-No eres apto para tal reclamo.

-¡Claro que sí! Ustedes dos saben lo que siento por ella, y ahora resulta que mi propia familia está... –Se detuvo en su queja. Ahora estaba comprendiendo a qué pudiera estar dirigido todo. –¿... haciendo un esfuerzo por conocerla mejor?

-Antes de que te hagas ideas tontas, no, no la estoy aprobando. –Soltó sin más, como si le hubiera leído el pensamiento en el instante. –Es aberrante que un hijo mío tenga intenciones de algo tan innatural, pero aún más, que esa humana me lo restriegue en la cara de modo tan descarado. La cachetada fue menos humillante que esto.

-¿A qué te refieres?

-Estoy muy seguro de que no ha sido su intención, pero en las veces que hemos conversado, ella ha estado respondiendo por tus actos. Notificándome de lo que han o no hecho, de lo que hablan, de lo que ella piensa de ti... –Su indiferencia no pudo mantenerse más tiempo, esbozando una mueca de disgusto conforme cortaba el pecho con menor cuidado a lo que acostumbraba. –En contra de mi voluntad, a estas alturas es innegable que le agradas demasiado.

-¿Ella te habla de mí?

Sans no se dio cuenta de en qué momento se había acercado nuevamente, como si estúpidamente ello pudiera ayudarlo a escuchar más al sujeto que se negaba a devolverle la mirada. Pero no podía evitar sentir curiosidad y emoción de saber eso. ¿Frisk estaba preguntándole a su padre sobre él? Oh, vaya... ¿Qué podría estar preguntando que no fuera con él directamente? Esa bonita florista siempre estaba llena de sorpresas que sólo le alegraban la vida y no sabía cómo devolverle toda esa felicidad que le brindaba con esa clase de gestos, directos o indirectos. Con más razón se alegraba de haberle insistido a Grillby de averiguarle una cosa.

-Vamos, viejo, dime. Ahora tienes mi curiosidad.

-Eres un idiota.

-¿Y de quién crees que lo heredé?

-Déjame solo y no te metas en más problemas. –Acortó secamente. –O haré que medio Snowdin esté contigo sin importar a donde vayas o estés.

El joven metió las manos en su saco a modo de respuesta, girándose hacia la salida tras entender que no podría lidiar con aquella amargura que estaba irradiando. Pero si tan sólo hubiera insistido en quedarse más tiempo, tratando de conversar con él, se habría dado cuenta de que el jefe de familia no tenía ningún interés en los cuerpos en proceso de descomposición. Deteniendo sus manos que sostenían el bisturí en el aire sin decidir qué más cortar.

Don Gaster finalmente levantó la mirada en el punto donde su hijo ya se había retirado, preocupado por todo aquello que estaba fuera de control y que cada vez menos podía ver posibilidad de arreglo o salvación. Papyrus mostraba resignación y falta de confianza que estaba justificada en varios puntos, mientras que Sans dejaba en claro en cada paso que ya no le importaba lo que fuera a pasar con tal de permanecer cerca de la humana. Con ambas situaciones, era claro que tendría que hacer las cosas por su propia mano para que se dieran exitosamente. O por lo menos, con la menor posibilidad de desastre.

La señora Temmie parecía darle una pista a modo de encargo, pero todo aquello que implicaba tal seguimiento era mucho riesgo para hacerlo uno solo. Y por más que delegara cargos para tales cometidos, los pocos que tenía a su disposición los tenía en puntos de vigilancia con tal de cumplir su labor con los residentes de Snowdin y seguridad de su pequeña y malagradecida familia.

En soledad, suspiró con total resignación. Finalmente se había quedado solo.

.

.

Pyrus estaba en su casa. ¡Pyrus estaba en su casa!

Desde que los sirvientes le habían avisado de que tenían visita que ameritaba su presencia, Tammy se había limitado en cepillar un poco su cabello antes de bajar al comedor, pero en cuanto había visto de quién se trataba, tuvo el impulso de querer correr hacia su habitación y arreglarse todavía más... o taparse la cara por completo. Pero ya era tarde para eso de cualquier manera, siendo que el esqueleto ya le había visto y saludado desde su posición, estando esperando en el comedor donde los tres estarían juntos. Y ahora le estaba sonriendo. ¡Le estaba sonriendo!

-Mi dulce terrón, ¿dónde están tus modales?

La voz de su madre le hizo entrar en razón. Dándose cuenta de que estaba haciendo el ridículo estando paralizada en la entrada del comedor y el esqueleto viéndole en el proceso. No podía evitarlo, hacía semanas que no lo veía y le agradaba de muchas maneras saber que seguiría viéndolo después de su cumpleaños y no sólo se limitarían a llamadas telefónicas, las cuales también agradecía.

-Siéntate para que podamos comer, hoi. –Tammy asintió sin poder emitir palabra alguna por la pena, sentándose a lado de su madre y frente a Papyrus que seguía sonriéndole pese a todo. Tímidamente le devolvió la sonrisa, pero a su vez notó cómo su pequeña cola comenzaba a moverse de un lado para otro y la detuvo sentándose en ella antes de que alguien más se percatara de eso. –Papyrus estaba contando una historia bastante divertida antes de que llegaras, hoi.

Le explicó su mamá mientras permitía que los sirvientes le sirvieran de tomar sin preguntarle si quería algo en particular, aunque eso de cualquier manera no pasaría. Si realmente habían estado conversando con diversión, no le parecía que hubiese sido así por la expresión del esqueleto tras sus palabras. Aun así, parecía estar dispuesto en poner a un lado toda molestia tras dar un trago a su bebida.

-Es una pena que te la perdieras, mi terrón, pero ya tendrán tiempo para que te la cuente luego. Por ahora, debemos pasar a detalles más importantes, hoi. ¿No es así, Papyrus?

-SI, SEÑORA.

-¡Oh, vamos! No seas tan cordial conmigo. También puedes llamarme mamá a estas alturas, jijiji.

-NO HARÉ TAL COSA. –Esta vez no hizo algo para ocultar su malestar al respecto.

Tammy estaba contenta de poder ver al esqueleto nuevamente, pero no le daba la misma impresión por lo diferente que estaba a lo que recordaba en él. ¿A qué habría venido? Sólo se le ocurría dos cosas para eso y una de ellas, y la más probable de todas, era sobre el compromiso que seguía en pie entre ellos. La otra era que fuese un asunto directo con el sindicato, pero no se le ocurría algo en lo que pudiera aportar para su profesión, ¿o sí? Internamente se regañó por haber pensado mal de una u otra manera, pero si su madre ponía un cierto hincapié en su vida delictiva de vez en cuando, era claro que a ella se le complicaba olvidar ese detalle. Aun cuando al único que le había visto de mala manera y le temiera por lo mismo, era al hermano mayor que le había apuntado con un arma aquella noche. Aunque el padre también era intimidante si lograba recordar.

Era extraño escuchar a su madre hablar de trabajo con alguien que no fuese sus propios trabajadores o socios, pero parecía que Papyrus estaba familiarizado con esos temas al grado de opinar abiertamente de cualquier mención con una fluidez que le hizo admirarlo aún más. ¿Entonces sí había asistido por cuestiones laborales hacia el sindicato? Tammy sabía que había ciertas menciones de las que debería de saber considerando que era la hija de la líder sindical, pero cosas sobre la inflación de la bolsa de valores o las elecciones próximas eran detalles de los que desconocía en absoluto si de cualquier manera eran cosas que jamás tocaría en su vida. Siempre supo que su papel en la vida era ser la esposa de alguien más y no tenía problema con ello. Incluso comenzaba a agradarle la idea si era precisamente Papyrus quien…

Se puso completamente roja de sólo pensarlo al grado de usar aún más su cabello para cubrir su rostro para que nadie lo notara. Aunque estuvieran comprometidos legalmente, no significaba que realmente fuese a darse si había cláusulas para cancelarlo todo. El mismo Papyrus había sido quien le había mencionado tales cosas desde un principio y dejado en claro que tenía intenciones de que se anulara todo.

-Bueno, yo tengo que retirarme por un momento, hoi. –Su madre se levantó con tranquilidad tras la conversación que no había entendido de ninguna manera. Su presencia no había sido necesaria, pero agradecía por lo menos haber visto a Papyrus en todo ese tiempo. –Mientras tanto, siéntete en casa, Papyrus. Tammy te mostrará el hermoso jardín que nos rodea.

-¡A-ah, sí! –Se paró de golpe tras entender que se trataba de una indicación. –Yo… yo lo haré, hoi.

La verdad era que no había mucho por mostrar, considerando que muy seguramente pasó por ahí primero antes que entrar a la mansión. Pero hizo caso a la casi orden de su madre y ambos se encaminaron a recorrer los rosales sin emitir palabra alguna, tanto por ella que no sabía siquiera que decirle por la extrema timidez que le generaba estar en su presencia, como por el mismo esqueleto que parecía estar algo incómodo por alguna razón que desconocía. Quería preguntarle si algo le ocurría, pero no quería verse grosera por ese hecho. Si no tenía nada por qué decirle, no debía de ser una entrometida.

-¿PODEMOS SENTARNOS AQUÍ UN RATO?

-C-claro. –La chica se sorprendió que pidiera tal cosa tras unos pocos minutos. Y al ver en dónde específicamente señalaba, no contuvo una sonrisa. –Es la estatua de mi padre.

-¿LO EXTRAÑAS?

-A veces. –Admitió Tammy sin necesidad de pensarlo. Sentándose en la banca frente a la estatua dorada. Justo al lado de Papyrus pese a lo acalorada que le ponía atreverse a eso, pero también feliz por lo mismo. ¡Estaban sentados juntos y a solas! –A-Aunque tuviera mucho t-trabajo o problemas, veía la manera de brindarme tan siquiera unos minutos al día.

-NO SÉ MUCHO SOBRE ÉL, PERO MI JEFE COMENTABA QUE HABÍA INICIADO COMO UN LADRÓN. –Se encogió de hombros como si no le importase mucho ese detalle realmente. A Tammy seguía llamándole la atención que llamara jefe a su propio padre, pero no quería verse grosera de preguntarle de nuevo si nunca le brindó respuesta a eso. –QUE BUENO QUE UN MONSTRUO PUDO SALIR ADELANTE PESE A LA DISCRIMINACIÓN HUMANA. SIN CONTAR QUE VIO LA MANERA DE DEFENDER A OTROS EN EL PROCESO.

-Esa es la esencia del sindicato. O por lo menos, mi madre lucha por mantener eso, hoi.

-¿CREES QUE POR ESO ELIGIÓ UN MAFIOSO COMO YO PARA SEGUIR CON ESTO?

-T-tal vez… No sé. –Se encogió en su propio asiento. –Mi mamá nunca me dice por qué hace las cosas, pero siempre confío en lo que hace.

-LOS PADRES NO SIEMPRE SABEN QUÉ ES LO MEJOR PARA NOSOTROS, SOBRE TODO AQUELLOS QUE SIGUEN PENSANDO EN SÍ MISMOS TODO EL TIEMPO. YA APRENDÍ ESO.

Tammy no supo qué decir al respecto, por lo que se mantuvo en silencio hasta que Papyrus fuera el que volviera a romper con esa tensión entre ellos. Ella no tenía idea de qué hacer en situaciones así por miedo a incomodarlo aún más, sin contar que no lograba controlar su propio titubeo con tan sólo su presencia. Claramente ella no manejaba los temas de conversación que su madre dominaba o sabía de tantas cosas como el esqueleto a lado de ella. Sólo sabía de costuras y bordados, pero no lo aburriría hablando sobre cosas que claramente no le interesarían.

-TAMMY, NO VOY A MENTIRTE, Y NO PIENSO HACERLO EN ESTAS COSAS TRAS ESTAR LOS DOS METIDOS EN ESTO. –Comentó Papyrus en muy poco tiempo. Extrañamente, lo notaba tímido ahora. –ASÍ QUE… AQUÍ VOY. TENGO UN MOTIVO POR EL CUAL VINE A VERTE.

¿Había escuchado bien? ¿Estaba ahí porque había venido a verla a ella? Notó como su pequeña cola comenzaba a moverse de la emoción que le generaba eso, pero no tuvo tiempo para ocultarla nuevamente tras lo que estaba observando y acalorándole aún más. Sin necesidad de pararse previamente, Papyrus había colocado una rodilla en el suelo y le estaba mirando fijamente con una seriedad que le hizo paralizarse por completo, al mismo tiempo que sentía sus propias mejillas arder intensamente. ¡¿Estaba pasando lo que se estaba imaginando?!

Estaba metiendo una mano en su saco y sacando ahora una pequeña caja. ¡SI, ERA LO QUE SE ESTABA IMAGINANDO!

-TAL VEZ NINGUNO DE NOSOTROS PLANEÓ TODO ESTO. –Muy probablemente Papyrus estaba notando su parálisis y sonrojo intenso, pero aun así él continuó con lo suyo, abriendo la caja para dar vista al anillo más hermoso que había visto en su vida. –TAL VEZ NI SIQUIERA PENSAMOS EN CONOCERNOS EN LA VIDA, PERO… NO PUEDO PEDIR MEJOR COMPAÑERA PARA ESTO QUE TÚ.

Ahora en verdad lamentaba no haberse arreglado mucho mejor. ¿Acaso Pyrus había llegado a hablar con su madre para dar aviso de lo que haría? ¿Y por eso habían caminado y detenido justamente en la estatua de su padre como si se tratase de un permiso? ¡Oh por todos los dioses! Todo estaba siendo demasiado hermoso. Las rosas de alrededor, la estatua de su padre, Papyrus arrodillado frente a ella… Todo era tan perfecto y especial. Todo era real.

No le cabía duda. Le gustaba que se tratase de él. Lo quería a él.

-TAMMY, TENGO QUE AVISARTE QUE ESTO ES POR…

Lo que fuera que estuviera por decirle, no podía esperar más para demostrarle lo feliz que la estaba haciendo en ese momento. ¿Y qué mejor que un beso para sellar todos esos sentimientos? Ni siquiera había pensado en hacerlo, pero tampoco dudó en acercarse a él y besarlo inmediatamente directo en sus dientes y sintiendo la suavidad en ellos fuera de toda explicación lógica de cómo era eso posible. Notando lo torpe que estaba siendo en ello tras nunca haberlo hecho en su vida, pero tampoco siendo detenida por su atrevimiento.

Había actuado fuera de sí misma por mero impulso, aun con toda la timidez y nerviosismo que le generaba todo, pero por ese instante, quiso ser mucho más que todo eso, poder cumplir con cualquier expectativa que el esqueleto tuviera sobre ella si estaba dispuesto en seguir adelante con todo. Su madre ya lo aprobaba desde antes, y muy seguramente a su padre también le habría agradado su forma de ser. Todo era tan perfecto, tan maravilloso, tan…

¿Eso había sido un destello de una cámara?

Como si fuese una alerta de su propia timidez, se separó rápidamente tras notar que estaba siendo observada y no sólo por el esqueleto frente a ella que ahora estaba paralizado como ella segundos antes. Al girarse un poco, notó que en efecto estaba la cámara con el tenue humo por la foto que había sacado, al igual que un par de fotógrafos y su madre misma que observaba todo con una sonrisa desde su sitio. No cabía duda, todo había sido planeado. ¿Cómo no lo había notado antes? ¿Todo había sido para que su reacción fuera natural frente a la cámara?

¡Oh no! ¡Oh no! ¡Oh no! ¡¿QUÉ ACABABA DE HACER?!

-TAMMY...

Ni todo su cabello encima podría ocultar su vergüenza, ni siquiera se atrevía a verlo directamente ahora. Sabía que debía de decirle algo, disculparse por haberse dejado llevar o lo que sea. Pero en su lugar se quedó paralizada de la pena y miedo de cualquier reacción que tuviera el esqueleto con ella.

Hizo un esfuerzo descomunal para aguantarse las ganas de llorar. Había sido una completa ilusa, una tonta.

-¡Muy bien! Esa será una muy bonita foto, hoi. –La voz de su madre le hizo traer de vuelta al entorno en el que estaba, lo cual le hizo sentirse mucho peor cada segundo. –¿Podrían repetirlo para otro ángulo? Creo que...

-NO.

Seguía sin atreverse a verlo directamente, pero de reojo pudo pre visualizar cómo Papyrus se estaba levantando tras dejar la pequeña caja con el anillo justo en la banca. Ni siquiera había hecho el ademán de querer entregárselo directamente, ni mucho menos querer colocarle el anillo por obvias razones. Que la tierra la tragara justo ahora. Es más, ella misma podía comenzar a cavar para facilitar las cosas.

-C-CREO QUE… YA ES MOMENTO DE QUE ME VAYA. –Tammy buscó una pala en los alrededores, pero no encontró nada. –SE E-ESTÁ HACIENDO TARDE.

-Oh, pero puedes quedarte, eres bienvenido en esta casa ¡hoi!

Tammy quería exclamar algo, que le dejara irse de la vergüenza que claramente estaba teniendo y que no sabía manejar, pero su cuerpo nunca se había sentido tan pesado como ahora. Sin poder moverse ni emitir palabra alguna. ¡Acababa de hacer el acto más vergonzoso de su vida! Y en verdad parecía que Papyrus tenía cierta prisa en retirarse si ya estaba dando pasos en reversa sin necesidad de que le indicaran la salida, pero su madre extendió su brazo con tal longitud para alcanzarlo.

-Me temo que debo insistir en que te quedes. –Extrañamente, su madre disminuyó su sonrisa mientras lo sujetaba de modo gentil. –Hay mucho movimiento en las calles de Waterfall a causa de un asesinato por parte de unos rufianes, así que lo mejor será que no te pongas en charola de plata para la policía. ¿Hoi?

Tras unos segundos de suma incomodidad, parecía que Papyrus había accedido a la petición si ahora todos en grupo se estaban encaminando directamente hacia la mansión. Sabiendo que tendría que seguirlos en escolta o de lo contrario comenzarían a hacerle preguntas, levantó la pequeña caja que se había dejado sobre la banca e hizo un esfuerzo descomunal en caminar, pero manteniendo cierta distancia con tal de no estar cerca de Papyrus. No quería saber lo que estuviera pensando ahora. No había podido ver el anillo ni mucho menos querer ponérselo por cuenta propia mientras caminaba. Tan sólo puso la pequeña caja contra su pecho para abrazarla y mantuvo la mirada baja por si corría el riesgo de cruzar miradas con el esqueleto.

Quería llorar, pero tendría que esperar a estar sola en su habitación.

.

.

No había sido su intención saberlo tan pronto, pero Sans tenía en sus manos la razón por la cual la arácnida había estado tan preocupada de ser descubierta. Esa maldita entrometida, no cabía duda de la malicia que había querido generar con eso y ahora había dos cadáveres no contemplados en el sótano por eso. Sin contar que la extraña y nada agraciada casa donde vivía la numerosa familia conejo estaba con problemas financieros a causa de eso. No le importaba ninguno de esos conejos ni el estúpido cabaret que solo le daba malos recuerdos, sino lo que pudiera pasarle con Frisk siendo el caso de que ya no pudiera quedarse más ahí, pero tendría que dejar eso para otro día dentro de la semana.

Tras haber sido cauteloso en ingresar a orillas de Waterfall para los toques finales, se había encontrado un volante que reconoció de inmediato que hablaba de La Madriguera y de lo que venía siendo. Dar tal publicidad era bastante tonto si se trataba de algo cuyos permisos estaban extremadamente limitados y aún más para los monstruos, pero había reconocido de inmediato la letra cursiva y bien detallada de la arácnida. Muffet había sido quien había hecho que fuera mucha gente al cabaret. ¿Pero por qué? ¿Sólo para causar caos? Ni ella era tan astuta para haber idealizado cada catástrofe de ese tipo.

-Hey, idiota.

Sans volteó tras reconocer esa voz aguda, pero sorprendiéndose de verlo precisamente ahí y solo. Siendo de noche y estando algo agotado por tantas cosas que había hecho durante todo el día, se había detenido en el primer techo vacío que había encontrado para limitarse a fumar un puro un rato hasta que fuese más noche y volver a casa fuera de todo peligro, por lo que nunca hubiera pensado que la flor se presentara ahí, extendiendo sus raíces para moverse con cierta libertad y enredarse en algunos tubos para acercarse a él.

Sólo había prendido su puro para entrar en calor, por lo que no le importó apagarlo en el instante sabiendo que el humo no le agradaría. O al menos eso recordaba que le había dicho Frisk sobre las flores, y lo que menos quería ahora era molestarlo al grado de empeorar su oportunidad de oro.

-Supongo que vienes a matarme por la cita.

-No. –Extrañamente, la flor ni siquiera mostró molestia o agresión previa por eso. –Vine porque tengo que hablar de algo contigo.

Sans se recargó para estar más cómodo, esperando pacientemente a que la flor prosiguiera con lo que sea que haya sido el motivo de su tranquilidad fuera de lo normal. Sin duda alguna se trataba sobre Frisk, considerando que había tomado la cautela suficiente de apartarse de ella aprovechando que estaba dormida en una zona que consideraba "segura" dentro de lo que cabía en sus estándares. Justo como le había parecido en la vez que se habían reunido a solas en el techo del lugar. Con ello, recordó que no había logrado detener al viejo sobre la sangre que le había extraído a Frisk. Maldita sea, lo había olvidado por completo por estar organizando la cita. Tal vez si estaba siendo un poco despistado en detalles importantes, si debía de admitir ahora.

-Antes que nada, quiero aclarar un par de cosas. Te detesto y jamás tendrás mi aprobación de que estés cerca de la humana que juré proteger. –Recalcó Flowey mientras se estiraba un poco para estar a cierta altura considerable para verse un poco más intimidante. –Pero detesto aún más al maldito de Asgore Dreemurr y lo quiero muerto antes de que intente poner un dedo sobre ella. Y ya que Frisk te tiene en una... (agghh) estima... me veo en la miserable necesidad de que sepas lo suficiente para comprender la situación y hagas lo que se requiera para mantenerla a salvo, o retroceder de una maldita vez para que te apartes para siempre de su vida.

-¿Por qué consideras tal escenario de que quieran ir por ella? –Pese a la gracia que le daba la situación, preguntó inmediatamente hacia lo importante.

-Por lo que le hicieron. –Por un instante, le pareció que apartaría la mirada sobre él, pero la misma flor se reusó a que ese fuese el caso. –No mentí cuando dije que Frisk es solo siendo Frisk, pero eso es porque es la única que existe que haya sobrevivido a la sustancia que forma parte de ella ahora.

Sans ya se había preparado para esa verdad que ya era innegable a esas alturas, pero aun así no pudo contenerse del todo en el enojo que le provocaba imaginar tal cosa. Tuvo que oprimir los puños para dejar ese enfado para otro momento más favorable para desquitarse. Por ahora, le quedaba escuchar atentamente a la planta que finalmente estaba dando las respuestas que tanto ayudarían a comprender qué estaba pasando realmente. Ni siquiera se atrevió a comentar algo con tal de no interrumpirle.

-En la guerra y en el amor, todo se vale, decía la cabra para justificar sus actos. Es por eso que el proyecto se llamó ., "Amenaza de MORtalidad". –Flowey se mantenía cada vez más serio, como si por ese breve momento pudiera imitar una tenue emoción. –Las pequeñas Saito no fueron de los únicos infantes a quienes expusieron a tal experimento, pero si fueron las únicas que sobrevivieron. Por eso fueron tan especiales al grado de quererlas lo más cerca posibles. Para Asgore, las niñas Saito eran la esperanza de que tanto monstruos y humanos si podían ser iguales. El inicio de una nueva naturaleza.

-¿Qué viene siendo esa "nueva naturaleza"?

-La cabra consideraba que la única ventaja que poseen los humanos sobre los monstruos viene siendo su resistencia, por lo que el proyecto trataba de dar con aquello y que pudiera pasarse a un monstruo sin efectos secundarios autodestructivos. –Contestó Flowey sin siquiera pensárselo. Realmente parecía que estaba dispuesto a contestar lo necesario para mantener protegida a Frisk, aun cuando se tratara de alguien más que no fuera él mismo. En verdad que debía de estar desesperado a su manera para que finalmente sucumbiera a esa presión que indolentemente no debía importarle. –Pero en su lugar, se dio con la naturaleza primitiva del ser humano. El instinto de sobrevivir a toda costa sin importar toda agresión: la verdadera naturaleza de la determinación.

Eso era algo que ya se sabía de cierta manera, pensaba Sans mientras se contenía en interrumpir a la flor parlante. Era tabú hablar del tema o siquiera atreverse a tocarlas o manipularlas fuera de sus cuerpos, pero las almas de los humanos y de los monstruos tenían ciertas tonalidades y forma que dejaban en evidencia la incompatibilidad de sus respectivas naturalezas (y la razón por la cual muchos se basaban en que no debían siquiera de convivir de cerca). Sans sólo las veía al momento de cometer un asesinato y realmente eran muy tenues para apreciar siquiera un color sólido en cada cuerpo, pero al menos duraban más tiempo a diferencia de las almas de los monstruos que se desintegraban un segundo después que el cuerpo quedara hecho cenizas.

Los estudios antiguos sobre la magia resaltaban que las tonalidades tenían un significado con el que se podía denominar la verdadera esencia del ser, siendo la magia en el caso de los monstruos y las almas en caso de los humanos, pero eso era como si leer las hojas del té determinaran la vida entera de quien sostuviera la taza. Creer en cosas así era muy ambiguo hoy en día como para darle tanta importancia a esa clase de hechos. Tan sólo eran fantasía o leyendas lo suficientemente interesantes para querer contarlas como un cuento de hadas por las noches a los niños. Incluso la misma magia parecía volverse obsoleta con el pasar de los años ante el paso gigantesco que venía siendo la tecnología.

Aunque si debía de pensar con precisión tal información, aquello podría darle un nuevo significado al hecho de que Frisk tuviera ese color de ojos tan particular.

-Con tal situación, pretendían extraer constantemente su sangre para crear con ello el suero compatible para los monstruos. –Continuó Flowey como si no quisiera perder el ritmo de sus aclaraciones. –Pero eso también presentaba una posibilidad de pérdida de conciencia a causa de incentivar e incrementar sus instintos biológicos. Por lo que al final descontinuaron la investigación y dejaron a las niñas con la experimentación incompleta.

-Supongo que eso significa que se arrepintieron de lo que estaban haciendo porque en verdad las quisieron de alguna manera. –Comentó Sans con un deje de disgusto, recordando las cartas que había leído en la habitación de Frisk. –¿A qué te refieres con pérdida de conciencia?

-Un ser humano ya es capaz de cerrar heridas o reponer sus huesos a su debido tiempo y salud, pero no es el mismo caso con su mente. Su cuerpo alterado hará lo posible por mantenerse con vida a través de su naturaleza mamífera acelerada, dejando atrás su conciencia sin retorno alguno. No recordaría nada de lo que es realmente, porque sería como tratar con un animal que solo sobrevive por instinto.

Ahora en verdad no contuvo su enojo, golpeando la pared en la que estaba recargado y lastimándose los nudillos en el instante. Finalmente estaba entendiendo por qué la flor había querido desviar el tema aquella vez que el viejo había mencionado sobre casi matarla. Comprendía al fin porqué había hecho lo posible por estar a lado suyo con tal de mantenerla a salvo de cualquier cosa después de eso. También sus heridas que no duraban el tiempo que frecuentaba los cuerpos humanos y el simple hecho de que fuera tan ignorante de cosas tan simples. A Frisk no sólo le habían arrebatado su familia y herencia, también le habían arrebatado su propia naturaleza en desarrollo y crecimiento propio.

Nunca lo había necesitado, pero ahora tenía una razón más para querer matar al maldito de Asgore Dreemurr.

-¿Y qué tiene que ver la sangre que mencionaste la otra vez? –Sans apenas y pudo preguntar algo más con la ira reprimida.

-Por algo que me consta que los Dreemurr no tienen ni idea. –Notaba que a Flowey no le era tan sencillo admitir todo con un ser que visiblemente despreciaba con todo su ser, pero que tampoco ya contaba con más opciones tras verse encasillado de una u otra forma. –Su olfato es un efecto secundario que ninguno contempló realmente. Podría jurar que ni siquiera están al tanto de esa capacidad. Sólo les interesó estudiar la resistencia y con ello dieron accidentalmente con todo lo que implica en verdad el modo primitivo del ser humano. Una sensibilidad olfativa de esa magnitud puede irritarla o producirle hambre con mayor facilidad, por ejemplo.

-La señora Dreemurr había mencionado algo sobre que Frisk siendo una mujer mamífera… tenía sus debilidades como tal. –Sans sintió que estaba hablando más consigo mismo en ese punto, pero tenía que formular sus incógnitas de cualquier manera posible. –Con lo que me cuentas, asumo que se refería a eso.

-No solo eso, Frisk es más sensible a su lado primitivo que cualquier ser humano. Por ejemplo, tiene el sueño ligero porque su instinto le mantiene alerta de amenazas. –Continuó Flowey sin importarle el shock en el que estaba el esqueleto frente a él. –El instinto básico de los mamíferos en su mayoría, es que la hembra es la defensora de las crías y tiene que estar pendiente de los ruidos y se vuelven cazadoras de ser necesario, es por ello que terminó viéndose agresiva a lo que comentó el maldito de tu padre cuando la agredió al borde de la muerte. Esa vez, estoy muy seguro de que su cuerpo hizo todo lo posible por regenerarse y responder a la agresión, pero su mente no va al mismo ritmo de tal regeneración, sino que va en retroceso. Aunque, recalco nuevamente, todo es un 50/50 tratándose de ella por la descontinuación que se hizo en ella.

Recordar eso último sólo lo hizo enfurecerse más, pero no quiso golpear nuevamente la pared al ser tonto lastimarse de esa manera. Ya luego conseguiría a un incauto para desquitarse todo lo que quisiera de ser necesario.

-Pero en eso no hay nada de igualdad. –Argumentó Sans rápidamente, retomando la mención sobre la supuesta esperanza que había tenido la bestia sobre una naturaleza más neutralizada. –Sólo consideró usar a los humanos por una evidente envidia en resistencia, una fuerza que él no podría poseer por más que hiciera crecer sus músculos.

-Oh, en realidad el equipo de Asgore si encontró una equivalencia para lograr tal cosa. –Respondió Flowey con sencillez. –Nunca se logró que los humanos pudieran manifestar magia, pero sí que pudieran repelerla a voluntad. Esa equivalencia fue más que suficiente para poder crear un suero compatible para monstruos a través de la sangre de las niñas Saito. O al menos esa fue la intención antes de que detuvieran en todo.

Sans metió las manos en sus bolsillos para contener nuevamente su impulso de golpear cosas. Definitivamente, por más que se había preparado para saber la verdad que poco a poco se había asomado conforme daba con cosas, no había sido suficiente para tomar con indiferencia la situación.

-Llegando a este punto... No sé por qué atrajeron a Frisk a la ciudad, pero presiento que es por exponerla con todos esos defectos.

-Una bomba de tiempo andante. –Concluyó Sans de inmediato.

-Si. Y el detonante puede ser toda la verdad que se le ocultó. –Flowey encogió su tallo, como si con ello pudiera comunicar preocupación a su manera. Definitivamente aunque no pudiera tener sentimientos, los comprendía lo suficiente para poder interpretarlos. –Es obvio que llegando a la ciudad, con sólo dar el apellido Dreemurr a la primera daría con la verdad, por eso se lo impedí desde el principio.

-Si ese es el caso, creo que todos la han estado subestimando.

Aunque pudiera comprender finalmente muchas cosas, no podía dejar de pensar en Frisk y en todo lo que le dolía sobre los secretos y misterios que le han tenido, al grado de admitir que ni ella sabe quién es. En su mente tenía muy presente a la florista en estado de ebriedad, riendo y llorando al mismo tiempo sobre el dolor que le provocaba tanta incertidumbre en su vida. Aunque los Dreemurr hubiesen tenido la consideración final de darle una vida en la que los considerara padres amorosos, no quitaba el hecho del egoísmo de no permitirle tener un criterio propio de la situación. Sólo pensaron en protegerse y justificarse, antes que pensar en el verdadero bienestar de Frisk.

Experimentación o no, Frisk seguía siendo Frisk, y parecía que ni los Dreemurr ni la yakuza estaban contemplando qué significaba realmente eso. Lo extraño estaba en que la flor parecía estar en la misma bolsa.

-Tú mismo lo dijiste una vez, flor. Frisk sabe buscar más opciones.

-Tal vez, pero ¿puedes correr ese riesgo? –Contestó Flowey mirándolo fijamente, como si de una u otra forma pudiera comprender su argumento. –No siempre manifiesta sus alteraciones, es algo esporádico a decir verdad. Su inestabilidad no es precisa por ser algo descontinuado, un defecto andante al grado de que nunca ocurra el mayor peligro. Pero si pasa, puede perder la memoria, el sentido común... todo lo que viene siendo ella, de un modo que sea irrecuperable. Le he permitido algunas cosas con tal de que pueda acostumbrarse poco a poco a tales exposiciones y no se corra un riesgo mayor, pero ¿puedes culparme de no querer cometer un riesgo aún más grande?

-No, no puedo cometer un riesgo así. –Admitió Sans sin ningún titubeo. –Pero ella sí.

-¡Agghh! Entonces fue una pérdida de tiempo contarte esto. –Renegó la flor, alterando su expresión de forma escabrosa. –Creí que con esa bobada de que estás enamorado de ella, harías algo inteligente por una vez en tu vida. Pero es claro que un idiota como tú jamás haría tal cosa.

-Descuida margarita, lo que menos quiero es que algo malo le pase. –Sans le sonrió con cierta malicia y gracia al mismo tiempo. –No necesitabas pedirme que la protegiera, porque eso es algo que yo hago por mi propia cuenta. Pero gracias por la información, ahora tengo una razón más para querer matar a la maldita bestia.

-No podrías hacerlo ni aunque tu estúpida y corta familia se uniera. Yo seré quien lo mate.

Sans no tuvo el ánimo de querer debatir eso. La verdad era que ni el mismo creía posible lograr acabar con el Gran Don con todo el poder que tenía consigo. Sin contar que Frisk tenía sentimientos encontrados que parecía no poder aclararse todavía y cualquier resultado terminaría lastimándola. La situación parecía cada vez más complicada como para tener algo concreto de lo que realmente debía de hacer. Por ahora, dejarse llevar con lo que le llegaba era una opción más favorable y disfrutable, que seguir planificando cómo matar al sujeto que parecía que nunca salía de sus dominios.

Si Frisk supiera toda esa verdad que le había confirmado Flowey, ¿dejaría de querer mantener con vida al Gran Don? La florista parecía querer encontrar siempre una opción favorable, pero ni ella con todo su carácter que le admiraba, podría dar con una solución viable para todos. No siempre se podía ver por todos por más que se quisiera. Simplemente las cosas eran matar o morir sin excepción. Y siendo el caso, era claro quién debía de morir.

-Yo no hago promesas, margarita. Pero cuenta con que haré lo posible para mantenerla a salvo siempre. No eres el único que agradece su existencia en este mundo.

-Si le haces pasar un mal rato, te mataré.

-Si eso pasa, dejaré que lo hagas.

-No necesito de tu permiso.

Sin necesidad de más palabras entre ellos, la flor extendió sus raíces para retirarse de una buena vez y dejándolo solo con muchas cosas por procesar. A pesar de todo, a pesar de tantas limitantes y advertencias que la vida le daba, por una vez en su vida quería dar un paso sin aterrarse de lo que pudiera conseguir con eso. Además de que el simple hecho de pensar que realmente tendrá una cita con Frisk, le sacaba una sonrisa en el momento y borraba todo enojo y tensión que había tenido hace tan sólo unos minutos.

La yakuza, los Dreemurr, Flowey... todos parecían querer ver por ella a su manera, pero ninguno estaba contemplando lo que realmente quería Frisk. ¿Pasaría lo mismo con él?

Levantó la mirada al cielo, en busca de alguna señal momentánea que le indicara que aún estaba a buen tiempo para detenerse, pero tan sólo obtuvo la sonrisa de la luna, la cual podría ser de burla hacia su miserable vida destinada a ser gris, o una señal de esperanza observando todo desde los cielos.

Suspiró con algo de inconformidad con esa clase de resultado. Le habría salido más barato lanzar una moneda al aire con semejante incertidumbre dada.

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No tenía ni idea de la hora ni tampoco le interesaba, al igual que el hecho de que no hubiese avisado a nadie sobre quedarse en la mansión de la líder sindical tras la advertencia que debía de tomar en cuenta sin muchos detalles. Tan sólo en cuanto pudo, Papyrus se había encerrado y acostado en su cama tratando de meditar qué demonios acaba de ocurrir. Tapándose los dientes que recientemente habían probado la suavidad de unos labios. Ese había sido el segundo beso en toda su vida, siendo que el primero había sido sacado por la fuerza por una prostituta pagada por su padre y un pésimo recuerdo para un momento como ese.

Lo había tomado por sorpresa, pero no le cabía más duda. Tammy había malinterpretado las cosas entre ellos. Tammy se había enamorado de él.

Tras un gruñido de enfado hacia su propia situación, se levantó de golpe y dirigió hacia la mesita de noche. Agradeciendo de alguna manera que tuviera una botella de vino encima y abriéndola poco después para comenzar a tomar en una necesidad no muy saludable.

-NO ME VEAS ASÍ, MAMÁ. –Comentó a la foto que justamente estaba a un lado de donde había colocado la botella. –ESTO ES CULPA DE TU ESPOSO. NO MÍA.

No obstante, tapó el cuadro para no sentirse mal ante esa mirada. Sobre todo porque estaba dispuesto a tomar más de una copa por cómo se sentía, aprovechando que no manejaría su auto ni tendría otro pendiente que requiriera solidez de su parte. Si le viera Sans en ese momento, muy seguramente se burlaría de él por su poca tolerancia al alcohol y por la mera situación que estaba presentando.

-¿P-Pyrus?

Tras haberse terminado su primera copa, se detuvo en seco tras reconocer la voz en el instante. No creía prudente abrirle la puerta en un momento como ese, pero también le parecería grosero fingir que ya estaba dormido tras tener su luz prendida que muy seguramente la temmie notaba bajo la puerta.

-¿P-Puedo hablar un momento contigo? Pro… prometo que será breve.

Papyrus se la pensó demasiado, pero finalmente dejó la botella de vino y se dirigió a abrir la puerta. Aunque no supiera cómo procesar la situación, tenía que manejarlo como todo un hombre. Y un buen hombre no se acobardaba de cosas así. Pero en cuanto abrió la puerta y la vio parada ahí, estando en pijama con bata y con el cabello levemente revuelto, no pudo evitar desviar la mirada tras un rubor que instantáneamente sintió en sus pómulos, aunque aquello podría deberse a que el alcohol ya comenzaba a hacerle efecto.

-P-PASA.

La chica no emitió palabra alguna, notando que ella también se encontraba sumamente apenada siendo algo muy característico en ella tras el tiempo conociéndola. Papyrus tan sólo se limitó en sentarse en la cama en espera de que en verdad fuese breve.

-No… No podía dormir dejando las cosas así, hoi. –Comenzó a hablar Tammy sin verle directamente. Su pena era más que evidente, pero lo nuevo en todo eso era que estaba sujetando su cabello (casi jalándoselo) mientras trataba de cubrir gran parte de su cara en el proceso. Si seguía de esa manera, muy seguramente terminaría arrancándoselo. –L-Lo siento. No debí besarte sin tu consentimiento. Yo... Lo siento.

-DESCUIDA.

Aunque quisiera mostrarse relajado o indiferente, lo cierto era que ya estaba demasiado incómodo con su presencia. No podía verla a los ojos sabiendo que ambos no estaban en la misma sintonía de la situación y no saber cómo manejarlo ahora. Tan sólo había querido a una aliada en todo el proceso, alguien que le comprendiera en verdad la incomodidad de estar en un compromiso forzado por los padres manipuladores e indiferentes que tenían respectivamente, no que terminara enamorándose de él. Pero tampoco podía culparla por eso si debía admitirlo, tal vez él mismo debió de prevenir tal situación y ahora le correspondía solucionar lo que había provocado sólo con su encanto. ¿Quién podría culparla de haberse ilusionado?

Era cierto que si había pensado antes en aprovechar la situación y usar su posición con los Temmie para su beneficio. Aprovechar de los contactos y seguridades que brindaban, pero en ningún momento pensó en aprovecharse de Tammy y seguiría en la misma postura. La chica era la timidez andando, pero en verdad era dulce como un terrón de azúcar. Las veces que habían hablado por teléfono, ella siempre estuvo dispuesta en escuchar cada palabra suya y agradecerle casi en cada oración por haberle llamado para lo que fuera a decirle. No podía odiarla por haberse sobrepasado, más bien... le causaba ternura que lo hubiera hecho, maldición. Considerando su poca experiencia casi traumatizante, ese había sido el mejor beso que le habían dado y no estaba seguro de qué pensar sobre eso.

Había sido una mala idea recibirla en su habitación tras haber tomado algo de alcohol. Verla tan apenada en ese momento, cepillándose el cabello con sus dedos por el nerviosismo, también le generaba ternura. Y verla en pijama de esa manera, aun cuando tuviera la bata encima, lo condenaba al infierno en ese preciso instante.

-ME AGRADAS MUCHO, TAMMY, PERO NO ES ASÍ COMO TE VEO. –De reojo, pudo ver que no se había colocado el anillo de compromiso. Al menos esa era una mejor consideración presente. –AUN CUANDO ESTEMOS EN ESTA SITUACIÓN.

-Descuida, yo entiendo. –Sus orejas estaban cada vez más bajas con cada palabra. Definitivamente comunicaba sus sentimientos con ellas. –Tú eres grandioso, Pyrus. Cualquier mujer sería feliz con tenerte a su lado, hoi.

-ESO ES CIERTO, PERO... NO CREO QUE ESTÉ DESTINADO PARA ALGO ASÍ. –Argumentó con cierto pesar. Lo cierto, era que consideraba que no tenía buena suerte para esa clase de cosas. –SOY UN DELINCUENTE QUIERAN O NO.

-Eres más que eso. –La chica se giró con aire preocupado por lo que había dicho. Como si no pudiera creérselo. –Eres codueño de un restaurante lujoso de comida italiana, hablas dos idiomas, eres un excelente bailarín, sabes esgrima, boxeo, mecánica...

-¿TE APRENDISTE CADA UNO DE LOS DATOS QUE TE DI SOBRE MI? –Papyrus no pudo evitar sorprenderse de eso. Ni siquiera su familia parecía recordar esas cosas, y estaba seguro de eso por la infinidad de veces en las que él habría podido solucionar las cosas y se lo habían impedido por no tenerlo en cuenta.

-¡P-Pues c-claro! –Aunque estuviera acalorada, hizo un esfuerzo en no romper contacto con la mirada. –N-nunca había conocido alguien tan increíble como t-tu. Así que algunos datos los anoté en mi diario para no olvidarlo, hoi. Como, por ejemplo, el dato 25... Tienes buena memoria fotográfica que te permite no perder de vista a tu objetivo.

Papyrus sintió sus pómulos arder. ¿En verdad recordaba cada uno de los detalles y el orden que los había dado? No se dio cuenta de en qué momento se había levantado de la cama, pero ahora era él quien se había acercado a ella, agachado para estar a su altura y queriendo dejarse llevar por lo que sea que estuviera experimentando ahora. Ambos estaban completamente sonrojados y temblorosos en su propio nerviosismo, pero Papyrus quiso atreverse en dar ese paso sin pensarlo demasiado. Besándola ahora y notando que la tímida chica le respondía lentamente y con algo de torpeza.

No supo en qué momento la había levantado o dirigido hacia la cama, pero en cuanto pudo darse cuenta de a qué llevaba todo eso, detuvo todo y se separó en el instante mientras se maldecía mentalmente. Se había dejado llevar demasiado y con tan poco, eso muy seguramente era el alcohol consigo.

-NO... NO PUEDO HACERLO. –Comentó completamente apenado, viendo que la chica sonrojada le observaba con demasiada atención pese a su timidez. –TÚ PARECES UNA NIÑA Y YO...

-¿E-ese es el problema?

-¡P-PUES CLARO! NO QUIERO SENTIRME COMO UN PEDÓFILO, ADEMÁS TU Y YO…

Ni siquiera pudo terminar su oración tras ver cómo la chica parecía estirarse hasta estar a su altura aparentemente. Sabía que la magia de su familia era poder estirar sus cuerpos a voluntad y en un tiempo limitante como toda manifestación mágica, pero era la primera vez que lo veía en su totalidad. Además, su ropa ahora no coincidía con su tamaño temporal, por lo que la bata y pijama habían tenido que terminar a un lado en manos de ella, pero cubriéndose y apartando la mirada de la pena total que le daba tal atrevimiento de su parte. Aun así, le estaba entendiendo en lo que trataba de decirle tras hacer eso.

Ante él estaba viendo lo que Tammy era realmente. Una mujer muy tímida y atractiva.

Pese al estiramiento que había dado, su melena negra seguía siendo lo suficientemente larga para estar cubriendo parte de su rostro completamente rojo a causa de la pena, al igual que se las había ingeniado de alguna manera de que también estuviera cubriendo su pecho con ello. Como si estar demasiado expuesta ante él fuera demasiado para ella y necesitara además sus brazos para cubrir aún más su delgado cuerpo tras todo ese pelaje blanco como la nieve. Y esa timidez en aumento que se debatía en sus propios impulsos, así como todo lo demás en conjunto, provocaron que Papyrus no pudiera apartarle la mirada en absoluto por más que quisiera o debiera hacerlo por mero respeto ante una dama tan sofisticada como lo era ella.

Pero quería ver mucho más en toda esa timidez en cubierto, quería averiguar que más había ante él que estaba dispuesto a abrirse en todo el sentido de la palabra. Por lo que, nuevamente sin darse cuenta de en qué momento se había acercado a ella, se encontraba ahora apartando su cabello del rostro para volver a besarla, siendo esta vez con más urgencia por una excitación que no había experimentado en mucho tiempo. Y tal vez en verdad era el vino que tenía encima el que estaba actuando por él, pero no tenía voluntad ni intención de detenerse ahora. Notando los constantes suspiros de la fémina que le devolvía el beso con la misma pasión y que le hacía querer apegarla aún más a él sin objeción alguna.

Tammy le permitía dirigir todo movimiento posible, justo como un baile del que a él le correspondía dirigir cada paso ante la evidente inexperiencia de la chica en sus brazos. Su pelaje parecía ser cada vez más suave conforme recorría su tembloroso cuerpo, dándose así cuenta de lo tanto que estaba dejándose llevar si ahora comenzaba a inspeccionar la suavidad de sus pechos y comprobando en el instante que también eran sensibles. Su cuerpo tembloroso sólo le hacía querer explorar más, darle una verdadera razón para temblar.

Mientras el mundo lo discriminaba, mientras su familia no lo valoraba al grado de siquiera importarles lo que fuera a pasarle... ella estaba ahí para recibirlo completamente. Ese brillo en sus ojos... No sólo era deseo y admiración hacia él. Sino que le comunicaba silenciosamente que, a partir de lo que estuviera por pasar, sólo tendría ojos para él y nada más. Experimentando juntos una rebeldía que sólo ellos dos entendían a la perfección tras la frustración de años de ser controlados en cada aspecto de su vida.

Lo que estaban por hacer no lo harían por obligación de nadie más. Lo harían porque ellos querían y ya, sólo siendo ellos estando en la habitación tomando decisiones por ellos mismos. Nada más. Y esa sensación era tan excitante como el hecho de estar acostados en la cama dejándose llevar sin pensar en el después.

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Era una preciosa noche para estar degustando un buen té en el jardín perfectamente cuidado que tenía rodeando su mansión, pero no era esa la razón por la cual la señora Temmie estaba merodeando por esos lares hasta llegar al punto que mejor vista le daba lo deseado. Sentándose con cuidado a lado de la estatua dorada de su marido y acomodándose para degustar la vista y su bebida con la precisión que había calculado que todo pasaría. Y por lo que notaba en el instante que se había sentado, había llegado justo a tiempo.

-¡Oh, la juventud! –Comentó a la estatua sin necesidad de mirarla fijamente. Ver como la luz de la recámara que observaba a lo lejos se había apagado, tenía mayor atención de su parte al grado de sacarle una tenue sonrisa. –Me da buenos recuerdos de cuando éramos jóvenes, cariño.

Todo lo orquestado por ella había salido a la perfección, tal y como lo había calculado pese al corto tiempo que había tenido que hacerlo. Aunque tal vez debió considerar previamente algo con lo qué taparse las orejas tras no contemplar qué tan escandalosa sería su hija pese a la distancia. Al menos algo más tenía seguro en todo eso, de que su hija lo estaba pasando más que bien con semejante semental que le había conseguido.

Dio un trago a su té antes de que se enfriara, permitiéndose ser ruidosa con los sorbos para aminorar los gemidos que llegaban hasta ese punto en el que se encontraba, pero no ayudando mucho realmente. Tendría que hablar con los sirvientes a la brevedad posible para que no emitieran palabra alguna que incomodara la situación que le había costado que sucediera. Necesitaba que Papyrus se sintiera en total confianza, a su vez de comprometido en todo aspecto con el apellido Temmie. Así, cualquier cosa que pasara en adelante, saldría ganando sin importar las torpezas o intromisiones ajenas.

-Te dije que me haría cargo de todo, querido. –Comentó a la estatua con una sonrisa en aumento. –Y todo es todo, hoi.

Pasara lo que pasara con la estúpida disputa entre delincuentes o con políticos ineptos, forzaría a que las cosas salieran a su manera. Sólo así se mantenía todo en perfecto orden.

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Este año ha sido una total locura para mí, pero puedo presumir que he sobrevivido y gran parte de ello ha sido gracias a ustedes, con su apoyo y cariño que me han brindado pese a no poder ser tan constante como me gustaría que fuese todos mis contenidos. Y por ello, nunca me cansaré de agradecerles su infinita paciencia y apoyo, en verdad que todos ustedes son los mejores del mundo 3

¡Este año si o si está la cita más esperada desde que escribí esta historia! Así que estén bien arreglados y peinados para ese día. Mi plan es que la siguiente actualización esté para el 29 de este mes y haré todo lo posible para que sea el caso, aun cuando tenga que tomar litros de cafeína para lograrlo, bwahahahaha.

¡Los quiero mucho!

¡Michi fuera!

:)