Con incomodidad, a Papyrus comenzó a despertarle y desesperarle un rayo de luz que se asomaba entre las cortinas de forma insistente. Y pese a no ser una persona floja, se sentía bastante pesado para levantarse en el instante, por lo que se limitó en girarse hacia el otro lado para no tener que sentir esa incomodidad que le replicaba que ya era de día y que debía de levantarse.
Pero con tan sólo moverse de ese modo, tuvo que detenerse a medias tras percatarse instintivamente de que había estado por aplastar a alguien de menor estatura que él y que dormía tranquilamente a lado suyo pese a estar visiblemente sin ropa. Eso había sido más que suficiente para hacerle abrir las cuencas de golpe, al igual que se percataba de que él estaba tampoco sin ropa y sentía correr en su columna todos sus pecados tras recordar todo de golpe.
Papyrus gritó en sus adentros. ¡¿Qué demonios había hecho?!
Se quiso parar de golpe ante el temor, pero tuvo que tener demasiada cautela para no despertar a la chica que dormía tranquilamente al otro lado de la cama, notando su calmada respiración. Cubierta con tan sólo una sábana que el mismo esqueleto extendió con su magia para tener que cubrirla todavía más y no tener que tocarla de ninguna manera, ni tampoco verla más en ese vergonzoso instante. Ya había hecho más que suficiente para sentirse un pésimo sujeto, maldición... Era malo. ¡Muy malo!
En cuanto pudo estar parado y lejos de la cama, inmediatamente revisó todo su cuerpo que le diese una señal de la cual debiera preocuparse todavía más, pero para cierto alivio suyo, tenía todos sus huesos intactos, sin perforaciones o ausencia de alguno. Bien, al menos estaba a salvo de algo no deseado. No obstante, se acercó a la mesa cercana que contenía un espejo para revisarse el cráneo por las dudas, pero en ello vio el marco que había cubierto antes de haber empezado a tomar, lo que había iniciado el error de su vida del que ahora no tenía ni idea de qué hacer tras eso.
"Lo siento, mamá. Juro que no soy esa clase de hombre", pensó mientras observaba el cuadro tapado. No se atrevía siquiera a levantarlo con tal de no sentirse regañado en esa mirada cálida que recordaba siempre de ella. Pero lo hecho, hecho estaba. Detrás de él estaba la cama donde había cometido la tontería de haber sucumbido a deseos no apropiados. ¡¿Por qué demonios lo había hecho?! Eso sólo haría que Tammy se ilusionaría más con él y era lo que menos necesitaba.
Sintiéndose cada vez peor conforme pasaban los segundos, tomó su ropa interior y pantalón que había dejado perfectamente doblados en la silla y comenzó a ponérselos ante la pena que le daba estar desnudo frente a una dama que aún no despertaba, pero que no se sentía con el valor suficiente de despertarla de una buena vez y decirle la verdad sobre que lo que habían hecho se trataba de un error solamente. Lo sabía, estaba siendo tan poco hombre en ese momento, pero dada la situación, tan sólo quería desa...
...parecer.
Papyrus perdió el equilibrio tras lo rápido e instantáneo que había sido todo, cayendo en el instante sobre pasto recién cortado y mojado por lo que podía sentir. Completamente ruborizado de percatarse de que estaba en el exterior con tan sólo ropa interior, se paró de golpe para continuar poniéndose el pantalón con toda prisa posible y agradeciendo de haberlo tenido sujetado con fuerza en su mano segundos antes. O de lo contrario, no podría explicarse cómo había terminado en el jardín de la líder sindical, estando en ropa interior sin haber pasado antes por su puerta. Pese al mareo, reconocía esa extraña e inusual sensación, era la misma que sentía cuando Sans o el jefe se teletransportaban sujetándolo para llevarlo consigo. ¿Pero cómo...?
-¡VueNos díaz, SeÑor, Hoiii!
El esqueleto se giró rápido para notar que una criatura peluda con vestimenta de jardinero le observaba con demasiada atención. Completamente apenado de que le vieran así, nuevamente perdió el equilibrio tras sentir que fugazmente había terminado en otra parte en menos de un segundo. Ahora muy cerca de su auto del cual agradecía de alguna manera tener las llaves en el bolsillo de su pantalón para poder meterse y no estar tan expuesto de esa manera tan vergonzosa y poco moral. Y tras estar en su asiento, observó sus manos que aun contaban con pasto pegado, sin poder procesar cada detalle con el que estaba iniciando su mañana que iba de mal en peor. ¿Pero cómo...? ¿Cómo era posible?
¿Cómo era que había logrado teletransportarse?
.
.
Por más que tomara su café matutino, no parecía ser suficiente para que despertara. En verdad que no podía ser posible. Tenía que tratarse de una locura inventada por el detective tras querer sacar conclusiones precipitadas, pero aun así, sonaba demasiado alocado y creativo como para darle crédito a tal invento.
Sonaba ridículo que el Gran Don tuviera a una humana como si fuese una hija suya, pero Mettaton no podía descartar ciertas similitudes tras su convivio con ambos por separado. No eran buenos recuerdos aquellos tiempos a su servicio al apellido Dreemurr, pero debía reconocer que había aprendido bastante en su estadía con ellos. Aquel particular gusto a las flores era el primer indicio que le llegaba como realidad aplastante a lo que recientemente se había enterado, pero eso sólo podría tratarse de una simple coincidencia si se analizaba como un pasatiempo relajante. Además, estaba el hecho de que el Gran Don siempre le había dejado en claro su desprecio al poder que ejercían los humanos sobre ellos. Pero también estaba el hecho de que al momento de querer investigarla, no había podido dar con nada de ella. Sin contar que no había querido dar su apellido en ningún momento. ¿En verdad era posible que la florista fuese alguien cercana al monstruo más temido de todos los tiempos?
No le gustaba tener que desayunar en su oficina, pero desde que se había levantado no había podido pensar en nada más tras el desvelo. Razón por la cual también había pedido que le llevaran una gran dotación de cafeína para poder despertar de una locura, pero fallando en el proceso tras tener demasiados elementos consigo que le recordaban a ella. ¿Por qué seguía teniendo los libros sobre botánica y cuidando los arreglos florales consigo? Ya nada de eso le servía desde hace tiempo. Había hecho que alguien más se encargara de esas estupideces como para siquiera importarle directamente.
Instantáneamente le llegaron las breves palabras del detective, que si bien sólo había hecho su trabajo de querer provocarlo en ese punto, no había podido borrar esas palabras tampoco tras asustarle casi de la misma manera que la mención de dicho apellido. Por lo que sacó instintivamente su cartera para observar aquella fotografía. Aquella frustración que no lograba sacarse de la cabeza. ¿Una mujer que le había robado el corazón? ¡Ja! Él era quien robaba corazones y obtenía lo que quisiera.
Levantó el teléfono inmediatamente. El detective se equivocaba, no podía ser que él terminara en semejante tontería.
-Mi moneda fue lanzada al pozo de los deseos. –Aunque fuese una oración sin sentido, sabía que su personal sabía a la perfección que era el código para solicitar el servicio de una prostituta de un lugar extremadamente particular. Había tenido que hacer tal cosa por cuestión de su imagen, por lo que sólo un número selectivo de sirvientes estaban capacitados para tal cosa. –Para esta noche.
.
.
Se sentía extraño ser el primero en levantarse a desayunar sin necesidad de que alguien más le ayudase con eso, pero aún más, ser el único de su familia en presentarse sin que otros avisaran de su ausencia al respecto. ¿Dónde estaban Papyrus y el viejo? Viendo que Muffet les había servido a todos y ahora se encontraba comiendo tranquilamente su parte, supuso que ella tampoco había sido informada de que no se presentarían tan temprano, por lo que le acompañó en silencio. Esperando a que la arácnida dijera algo al respecto con su intromisión de siempre, pero nada de eso hubo durante el tiempo que estuvieron comiendo.
Sans fue paciente, pero en cuanto vio que la chica levantó su plato y comenzaba a retirarse del comedor para no volver, finalmente decidió tomar iniciativa.
-¿En qué estabas pensando, Muffet?
La arácnida se detuvo con tan sólo escuchar su nombre, pero siguió dándole la espalda. Para Sans, era más que suficiente para saber que contaba con su atención, pero que no tenía el ánimo para pelear como acostumbraba. Bien, al menos parecía tener una especie de arrepentimiento en algo de su vida, y eso sólo lo hacía aún más sospechoso.
-Repartir volantes publicitarios para el cabaret podría ser un acto noble para conseguirles mayor clientela, pero esa no es tu forma de ser. –Aún tenía consigo el volante que había encontrado tirado como evidencia más que suficiente. Y si bien ya le había asegurado que no la acusaría dentro de su trato, jamás puso sobre la mesa el hecho de dejar a la vista tal papel para que el viejo sacara sus conclusiones por cuenta propia. –Repartirlos a orillas de Waterfall para no dejar evidencia en Snowdin, eso sí que fue tonto.
-No finjas conocerme, Sansy. Que claramente no tienes ni idea de lo que soy capaz. –Respondió la multiojos sin dignarse a girarse y decírselo de frente. Aun así, mantuvo el tono meloso que tanto le caracterizaba y le irritaba. –Espero no tener que llegar a esos extremos.
-¿A qué viene tal amenaza?
-No es una amenaza. –Finalmente la arácnida se giró. –Sólo es karma.
Por un breve momento, sintió como si estuviera en un reto de miradas para ver quién era más débil, tal y como lo hacían de niños tan sólo para ver quién tendría que hacer tal cosa en la casa (cosa que no era sencilla considerando tantos ojos y su entrenamiento de siempre tener la capacidad de mantener al menos uno abierto). Pero esta vez, era para ver quien cedería ante lo que quisiera hablar del otro. Muffet tenía una sonrisa socarrona con la que trataba de aparentar tener control absoluto de todo al grado de poder burlarse en su totalidad de la situación, pero sus múltiples ojos carecían de cierto brillo ante un desvelo no característico en ella. ¿Acaso trataba de comunicarle algo más a través de ese silencio? Era extraño, pero realmente le parecía que ese era el caso. ¿Qué había pretendido lograr tras repartir tales volantes? ¿Acaso sólo quería que Frisk tuviese problemas en el lugar donde vivía por mera malicia? No, parecía que era algo más.
Pero lo que fuera que estuviera pasando en su extraña cabeza, no lo compartió con palabras, girándose nuevamente para encaminarse hacia la salida y dejándolo solo en el lugar. Viendo que las arañas que había traído consigo se estaban encargando de ponerles una servilleta a los platos servidos de los ausentes.
Sans no lo quería pensar demasiado al parecerle un caso absurdo, pero debía de admitir que si estaban pasando cosas extrañas recientemente con su pequeña y fragmentada familia. El viejo estaba siendo frío y distante como acostumbraba, pero algo en él parecía haberse dado por vencido de algo que sólo le causaba un conflicto interno. O por lo menos, eso era lo que quería creer dada su última conversación con él. Que hablara regularmente bien sobre Frisk e ignorara la advertencia de la yakuza era lo realmente alarmante de una u otra manera. Nunca había sido del tipo que pasara de largo un mensaje de otro grupo delictivo y tuviera un plan de contrataque al instante, tampoco era del tipo que quisiera darle libertad ante un riesgo mayor. Mientras que Papyrus, estaba agradecido con él de que quisiera apoyarlo a su manera, pero debía reconocer que comenzaba a sentirlo distante desde ese momento.
No queriendo amargarse con esos pensamientos dado el maravilloso día que le esperaba, levantó su plato a medio comer y usó su magia para direccionarlo hacia la cocina sin necesidad de acercarse a ese lugar. Acto seguido se teletransportó a su recámara y revisó su ropa para ver qué se pondría. A decir verdad, no era la clase de tipo que le importaba esa clase de cosas si de cualquier manera el viejo elegía su ropa, pero ahora que tenía una extraña oportunidad de oro, comenzó a sentirse nervioso de lo que pudiera ser conveniente o no en ese tipo de cosas. Y eso era culpa del tonto de Grillby y sus constantes preguntas sobre cómo iría vestido y lo que tendría que llevar él para mejorar aún más el momento. ¿Qué más daba esa clase de cosas? Su armario sólo tenía múltiples sacos y pantalones elegantes negros, no haría diferencia lo que fuera a ponerse entre todo eso, ¿cierto?
Terminó arrojándose a su cama dándose por vencido en ese detalle. Al menos todo lo demás ya estaba preparado para tener un momento agradable con Frisk. Relajándole lo suficiente para caer dormido en pocos minutos.
.
.
-¿Y a qué hora volverás?
-No lo sé.
-¿Y qué es lo que harán?
-Hablar y comer, supongo. ¿Qué no son así todas las citas?
-No, por eso creo que lo mejor será que vaya contigo y...
-Ya te dije que no. –Repitió Frisk con toda paciencia posible. Sin verlo directamente tras tener más atención de su parte toda la ropa que estaba lavando y que su amigo le ayudaba a colgar conforme le pasaba la prenda. –No me acompañaste en las otras citas que he tenido. Esta no debería de ser diferente.
-En otras no había claro qué se quería contigo. –Gruñó Flowey mientras exprimía con sus lianas el pantalón recién lavado. –Además de que no me lo permitieron tampoco. En esta tú puedes llevarme sin problema alguno.
-Pero yo no quiero llevarte ni que tampoco estés ahí. Sigo molesta contigo.
Siendo demasiados integrantes en la casa hacía que hubiera demasiada ropa por lavar, pero Frisk ahora contaba con la ayuda de Flowey con sus múltiples lianas que podía crear conforme le daba mayor tierra posible para ello. Y por más que la señora Bonnie le dijera que podía dejar ese pendiente para luego, Frisk prefería apresurarse con sus tareas para no tener la culpabilidad de posponer cosas que le correspondía hacer. Simplemente no era algo justo considerando que le estaba otorgando la noche libre tras el desastre que había resultado la noche previa.
Además, estar lavando la ropa a solas con Flowey, era espacio suficiente para hablar seriamente con él. No podía sacarse el tema de la cabeza mientras tallaba fuertemente cada prenda en el lavadero y observaba sus manos tras eso, como si tuviera que esperar algo más que debiera ser diferente y aun no pudiera notarlo.
-Flowey... No soy una humana común, ¿cierto?
-Sólo eres tú siendo tú, ya te lo he dicho.
-¿Y eso qué significa?
-Que deberías de dejar de pensar en esa clase de cosas que no te llevan a nada. –Aunque no lo viera directamente por estar tallando ahora un vestido, notaba que su voz no era tan indiferente como otras veces. –Solo vive tu vida y ya.
Frisk se dispuso a seguir lavando la ropa con tal de apurarse. Estaba siendo claro que Flowey mantendría su palabra de no decirle nada. Y si bien quería respetar ese hecho, le incomodaba que fuese algo relacionado hacia ella y que pretendiera querer protegerla de eso. Se sentía como si la menospreciara o considerara una inútil que no pudiera afrontar las cosas por cuenta propia. Y peor aún, que le llevara la corriente en algo que tal vez estaba perdido y no era capaz de decírselo. ¿Por qué no le decía lo que quería saber sobre Asgore Dreemurr? ¿Por qué le estaba acompañando realmente? ¿Qué relación tenía con esa alma de su padre biológico? Tenía muchas preguntas al respecto, pero si Flowey era firme en no querer hablar nada al respecto... ¿tal vez a Sans si pudiera decírselos? Después de todo, ya había notado que tenía ciertos tratos con él, tal vez por el pasado en el que habían coincidido. ¿Pero y si Sans luego no le contaba al respecto? Aunque Sans fuese sincero con ella, tampoco pudiera significar que aplicara la misma de Flowey sobre ocultar uno que otro detalle, ¿cierto? ¿Qué debía de hacer entonces?
Si no se trataba de una humana ordinaria... ¿entonces qué vendría siendo ella para el mundo?
-Ustedes dos sí que son un gran equipo. –La voz de Winnie, una de las conejas menores, interrumpió sus pensamientos. La cual estaba presentándose con una canasta con la ropa restante por lavar. –No hace falta que quieras lavar esta parte ahora. Puede ser para luego.
-Aún tengo tiempo. –Le contestó Frisk tras agarrar una camisa y mojarla en el instante. –Quiero dejarles lo menos posible de pendientes de mi parte mientras me ausento.
-¡Aawww! Nuestra cachorrita tendrá una cita con su príncipe azul.
-No es un príncipe. –Contestó sin entender a la primera la referencia. –Aunque si hay algo azul en él...
-Ya que no nos dejaste elegir ropa para ti, estamos resignadas a solo peinarte y maquillarte. –Continuó hablando la coneja entre su propia divagación fuera de lugar. No era algo suyo, ¿por qué les emocionaba tanto? –Ya verás que quedarás hermosa.
Flowey gruñó desde su sitio, pero no comentó nada más al respecto tras ya estarse conteniendo demasiado de hacer algo. Algo que agradecía Frisk tras todo el desastre del que debía de responsabilizarse de una u otra manera. Las lianas de Flowey habían sido gran parte del causante de todo destrozo, poniendo a un lado a los borrachos, claro. Y los conejos nunca reprocharon al respecto, por lo que estaba de menos querer trabajar demás para compensarlo y que además les diera el permiso de arreglarla en algunos aspectos si aquello les hacía feliz de alguna manera. Aunque si debía admitirlo, esa parte le era incómoda.
Por lo que, tras varias horas lavando ropa sin parar, terminó cediendo a que varias conejas ya le estuvieran jalando de los brazos hacia dentro. Tras haberle escuchado sobre tener una cita con Sans, entre conejas habían tenido que apostar sobre quiénes serían las afortunadas de ser quienes le arreglarían para la ocasión y siendo tres las ganadoras y entusiastas ante la petición de Frisk sobre no ser demasiados, mientras que los varones se habían resignado en no poder hacer nada tras la insistencia de Frisk de que no quería a nadie presente para el momento. Además de que estaba al tanto de que tendrían una reunión liderada por Ronnie para saber qué hacer con los arreglos del cabaret.
Le permitieron bañarse sola, pero aquel momento de paz había durado muy poco para su gusto, jaloneándola con prisa y teniendo a Flowey enredado en su brazo, ayudándole a sostener la toalla que rodeaba su cuerpo tras no permitirle ponerse algo aparte mientras tanto. Realmente se estaba arrepintiendo de haberles permitido peinarla y maquillarla.
-Tu cabello es de un castaño oscuro muy particular. –Comentó una de las conejas que estaba secando su cabello tras sentarla frente a un espejo iluminado. –Debe ser de algún origen asiático.
-Tengo ascendencia japonesa, supongo que es eso.
-Tus alargados ojos ya nos habían aclarado eso, cachorrita. –Comentó otra coneja que se había sentado sobre la mesa de enfrente, observando su rostro con demasiada atención que rayaba a lo incómodo para ella. –De hecho no sé cómo maquillarte con esos párpados sumidos... Pero tus largas pestañas sí que son envidiables.
-¿Segura que quieres ponerte este vestido? –Señaló otra coneja detrás de ella, pero que podía ver gracias al espejo. –Es muy bonito, pero creo que pudieras verte sexy con algo negro.
-¡Nada de esas cosas! –Exclamó Flowey inmediatamente, el cual aún permanecía enredado en su brazo al no querer separarse de ella en todo el proceso. Al menos agradecía que en su presencia pudieran controlarse las demás de hacer cosas que le incomodarían aún más.
-No he usado ese vestido antes, así que está bien. –Comentó Frisk sin querer darle mucha importancia a ese hecho. Tanta atención y luz fuerte sobre ella comenzaba a marearla. –Lo compré hace poco con Muffet.
-De acuerdo, entonces te peinaré con perlas para que quede bien con lo demás. –Comento Winnie, la coneja que había terminado de secar su cabello y que ahora sacaba un cepillo. –Mamá te prestará sus perlas. Cuídalas mucho.
-Y yo mis zapatos. –Alzó Minnie, la coneja que aun sostenía su vestido y que ahora alzaba unos tacones algo puntiagudos para su gusto. –Insisto en que debes llevar algo negro.
-Yo admito que no sé cómo maquillarte. Saldrás con un esqueleto y lo que sea que te haga hará que te veas más viva que él. No sé si eso pueda insultarlo.
-Hacen que me acuerde de unas conejas que me peinaron, vistieron y maquillaron una vez. –Mencionó Frisk mientras sostenía su toalla con suma pena. ¿Por qué no permitían que primero se vistiera? –No hablaban, pero también fueron muy efusivas mientras me arreglaban para una cita.
Extrañamente, obtuvo silencio absoluto tras decir aquello. Las conejas se habían detenido abruptamente mientras la observaban con ojos muy abiertos. ¿Había dicho algo malo? ¿Acaso las había insultado? Frisk quiso levantarse para verlas a todas directamente y disculparse por si debía hacerlo, pero la coneja que aun sostenía su cabello a medio cepillar habló antes de que hubiera cualquier intento de su parte.
-¿Eran... gemelas?
-Si. ¿Las conocen?
Las tres conejas se miraron entre ellas antes de responder su pregunta. Aquella seriedad no era nada normal en ellas.
-Estamos en confianza, así que podemos decírtelo. –Comentó Annie tras el breve silencio. Bajando la brocha con la que comenzaría a maquillarla. –Ellas son Sidonie y Virginie, nuestras hermanas mayores. Forman parte de la primera camada junto con Ronnie.
-¿Y por qué no están aquí con toda la familia? –Preguntó Frisk completamente extrañada. Siempre le había dado la impresión de que toda la familia Bunny era extremadamente unida de un modo un tanto incómodo para su gusto personal. Pero por lo visto, también contaban con sus problemas más allá de lo económico. –Lo siento, creo que se trata de algo privado de ustedes.
-Descuida, es solo que... Aún duele. –Admitió Winnie tras seguir cepillándola, suspirando de tal manera que movía sus hombros de un modo muy firme y bajaba sus orejas. –Primero perdimos a papá al ser asesinado en un asalto por humanos...
-...Y luego ellas tuvieron problemas con algunos humanos y les cortaron sus lenguas por haberse negado. –Minnie terminó esa oración con cierto pesar en su voz. –Ellas cantaban tan bonito como mamá, pero les arrebataron eso y no pudieron soportarlo. Así que huyeron y no supimos más de ellas.
-Hasta ahora, claro.
Las conejas continuaron con lo suyo en silencio, en el cual dejaban en claro que ahora estaban incómodas y tristes por hacerles recordar algo no agradable en sus vidas. Pero aquello sólo hizo que Frisk se sorprendiera más de sus respectivas fuerzas. Ante ella estaba viendo que no sólo la madre de todos los conejos era fuerte con una sonrisa, sino que sus hijos estaban siendo iguales a su respectiva manera.
-Ustedes tienen razones para sentirse incomodados por humanos. –Soltó Frisk mientras pensaba en sus palabras para no empeorar la situación. –Pero aun así, me aceptaron en su casa y ahora se encuentran arreglándome para mi cita. ¿Por qué?
-Tu eres adorable, cachorrita. No podríamos tener algún prejuicio de ti.
-Soy una desconocida para ustedes todavía.
-Confiamos en mamá. Y fue ella quien decidió traerte, –Respondió Minnie con demasiada seguridad. –Fue suficiente para saber que no debíamos preocuparnos.
-Pero...
-¡Tienes los ojos tintos! ¡Qué bonito! –Interrumpió la coneja con suma sorpresa tras haberse acercado demasiado a su rostro. –No sabía que los humanos pudieran tener color en sus ojos. Sólo lo he visto en conejos albinos.
-Con más razón debería de vestir de negro, no queda con este tono.
-Que ella ya te dijo que vestirá de azul.
-Si ¿Qué no vez que quiere combinar con su príncipe azul?
Frisk no dijo nada más en todo el proceso, pensando demasiado en la extraña conversación que había tenido con ellas y opacado de forma abrupta y casi forzosa con su aparente arreglo. Sin una fuente de ingresos estable, las conejas estaban dispuestas a prostituirse con tal de mantenerse unidos los que quedaban, ¿cierto? Eran demasiado buenos ante una esperanza que no sabía si era sana o no, pero que de alguna manera admiraba y hasta añoraba.
Le habría gustado tener una familia así de fuerte. Pero su realidad comenzaba a dejarle en claro que nunca la tuvo realmente. Ella ni siquiera tenía un apellido por defender.
Ni un padre al cual defender.
.
.
¡Crashhhh!
El ruido despertó tan de golpe a Sans, que no tuvo problema al levantarse tras haber tenido el mismo impulso para ambas cosas y siendo un reflejo obtenido a través de su entrenamiento, lo cual explicaba que incluso había desenfundado su arma y apuntaba hacia el frente. Aunque eso no quitó el mareo instantáneo tras no saber a qué debía mantenerse alerta.
Notando que estaba en su recámara y ver su reloj rápidamente, suspiró con alivio tras ver la hora. Aún le quedaba tiempo suficiente para arreglarse e ir por Frisk. ¿Pero qué había sido ese ruido?
Guardando su arma de vuelta, salió de la habitación para inspeccionar por si se trataba de alguna fechoría de la multiojos queriendo robarse cosas del viejo nuevamente, pero en su lugar notó rápidamente que la oficina se encontraba semiabierta y con la luz prendida. Al asomarse con poca cautela, notó con sorpresa que no se encontraba el dueño del lugar como acostumbraba entre planeaciones o discreciones, pero que dicho asiento estaba derrumbado mientras que alguien estaba sentado sobre el elegante escritorio.
-¿Paps? –Sans se adentró todavía más a la oficina, extrañado de verlo de tal manera inusual. –¿Dónde estabas? ¿Y por qué no llevas puesto una camisa?
El esqueleto menor no respondió ni miró directamente. Tan sólo se quedó sentado, teniendo sus rodillas abrazadas mientras se enfocaba en ver la foto frente a él. No hacía falta saber qué fotografía estaba mirando si se trataba de un objeto invaluable que hacía que valiera algo de pena ingresar a ese lugar, aun cuando se tratase de un augurio de regaño previo. El resto de las cosas que habían estado sobre el escritorio ahora se encontraban esparcidas sobre el suelo, siendo la posible razón del ruido que había escuchado segundos antes. Y si eso no había llamado la atención al jefe de familia, significaba que seguía sin estar presente en la casa.
-Papyrus, ¿que...?
-SANS, SOY UN TONTO. –Habló sin verlo. –COMETÍ UNA ESTUPIDEZ Y HUÍ COMO UN COBARDE. AUN CUANDO NO FUE ESA MI INTENCIÓN.
-No logro entenderte.
-Y AHORA ESTOY DESAPARECIENDO Y APARECIENDO EN LUGARES ALEATORIOS. –Continuó hablando tras alzar los brazos, pero volviéndolos rápidamente a abrazar sus piernas. Como si con ello pudiera mantenerse en un sólo lugar y de una sola pieza. –NO SÉ COMO LO ESTOY HACIENDO.
-¡Oh! ¿Aprendiste a teletransportarte? –Sans se sorprendió con ese hecho. Acercándose aún más mientras evitaba pisar las cosas para no romperlas, pero teniendo pereza suficiente para no querer levantarlas. –¿El viejo finalmente decidió enseñarte?
-NO, YO... SÓLO COMENCÉ A HACERLO DESDE ESTA MAÑANA DESDE QUE...
No terminó su oración tras recargar su cráneo sobre sus rodillas levantadas. Era evidente que estaba atormentado por algo, pero no sabía qué hacer ni qué decir. Tampoco tenía el tiempo suficiente para tratar lo que fuera que estuviera pasándole.
-Bueno, yo debo ret...
-SANS, NECESITO DE TU AYUDA. NO SÉ A QUIÉN MÁS RECURRIR EN ESTA CLASE DE COSAS.
Sans se consideraba un sujeto paciente, pero esta vez no estaba siendo el caso. Notaba que su hermano lo necesitaba y en verdad no quería abandonarlo en tal estado, pero tampoco le estaba siendo grato tener que dejar esperando a Frisk de esa manera y sin tiempo específico a cómo iba el caso. ¿Qué tal si le desagradaba tal espera y no volvía a darle una oportunidad nunca más? No quería arriesgarse a tal cosa.
Pero al dar un paso hacia atrás, pudo ver que su hermano se estaba conteniendo de llorar. Lo que le indicaba por qué había logrado teletransportarse sin saber cómo antes. Maldita sea, no era cualquier cosa.
-Dame sólo un minuto.
Con evidente malestar consigo, se desapareció en menos de un segundo para apresurar todo. Al menos haría el intento de no estropear cada detalle, en espera de que no afectara el momento que debía de ser único. Pese a estar a regañadientes de no poder permitirse disfrutar en su totalidad la gran oportunidad que le había otorgado la vida, no podía darle la columna a su hermano tras toda la ayuda y apoyo que le había brindado a su manera. Después de todo, Frisk estaba viva gracias a su apoyo en variadas ocasiones.
Se había aparecido a lado de La Madriguera, en espera de no toparse con alguna de las conejas que sólo le incomodarían la situación. Por lo que agradeció infinitamente haberse topado con la sirena que había estado sacando la basura y asustado en cuanto le vio. Era mucho mejor tratar con ella que con cualquier conejo, por lo que lo atribuyó a que el universo todavía quería darle un deje de esperanza de alguna manera.
-¡Hey! Tú...
-Shyren.
-Sí, necesito que le des un mensaje a Frisk. –Pese a lo mal que podría verse, realmente estaba apurado. –Dile que nos veremos en el bar localizado a dos cuadras del parque central. No tardaré en presentarme.
-Ella está terminando de arreglarse justo ahora. –Comentó la sirena con voz ronca. Por lo visto, aún no se recuperaba del todo del trágico evento. –Por favor, no vayas a dejarla sola.
-No lo haré.
Y teniendo que ser eso suficiente, volvió a teletransportarse de vuelta hacia la oficina del jefe, acercándose a su hermano que no había movido ni un hueso en su ausencia. Sin necesidad de algún permiso y aprovechando de alguna manera la ocasión, se subió al escritorio para sentarse a lado suyo tras mover la fotografía que ambos respetaban y valoraban pese a las pocas veces que podían apreciarla tan de cerca. Era el registro de que sus padres habían sido realmente felices y no una imaginación infantil de su parte.
-Muy bien, Papyrus. Dime en dónde estuviste. –Comenzó Sans para ir directo al punto. Aun cuando tal vez debía de ser más cuidadoso en sus palabras.
-EN LA MANSIÓN DE LA LÍDER SINDICAL. LE PROPUSE MATRIMONIO A SU HIJA.
-¡Oh! ¿Pero qué no ya estaban comprometidos? –Le extrañó que ese fuese el problema, aunque también debía de admitir que no estaba al tanto de cómo estaba siendo manejado ese caso. Una razón más para darse cuenta de que en verdad estaba siendo descuidado en muchas cosas de su entorno, aunque para ser justos, el viejo había decidido ponerlo a él a un lado. –¿O es que planeas ir serio con ella?
-NO, SANS. LA SEÑORA TEMMIE DIO UNA FECHA LÍMITE PARA LOGRAR CUMPLIR CON NUESTRA PARTE DEL CONTRATO. Y TAL FECHA SE CONVERTIRÁ EN BODA INSTANTÁNEA. –Finalmente levantó la mirada para verlo con cierto recelo. –ME DOY CUENTA DE QUE NO TE HE IMPORTADO EN TODO ESTO.
-No es eso, es... –Sans se avergonzó de no tener siquiera una excusa. –Lo siento, creo que he estado distraído estos días.
-ENTONCES LÁRGATE. PUEDO NOTAR QUE NO TIENES GANAS DE ESTAR AQUÍ.
-Papyrus...
-SANS, EN VERDAD ME DA GUSTO QUE ESTÉS LOGRANDO SER FELIZ, EN VERDAD NO ME IMPORTA MÁS QUE LA RAZÓN SEA POR UNA HUMANA. ¡PERO NO ES JUSTO QUE YO TENGA QUE SER MISERABLE A CAMBIO! –Exclamó completamente molesto. Incluso ello hizo que dejara de abrazar sus piernas y apoyara sus manos sobre el escritorio para no caerse. –SI HUBIERAS RESPETADO LAS REGLAS, NO HABRÍAMOS TENIDO TANTOS PROBLEMAS COMO AHORA. SI NO HUBIERAS CONOCIDO A FRISK, YO NO HABRÍA TENIDO QUE TERMINAR EN ESTO INVOLUNTARIAMENTE. NO HABRÍA TENIDO QUE CONOCER A TAMMY Y NO HABRÍA TENIDO QUE LASTIMARLA. YO...
Sin terminar su oración ni tener intención de hacerlo, Papyrus se giró con evidente molestia, por lo que Sans otorgó su paciencia para permitirle desquitarse de todo lo que parecía estarle atormentando en el momento. Pero el esqueleto menor no comentó nada más tras eso, así que Sans puso una mano sobre su hombro para consolarlo de lo que le parecía que estaba pasando.
-Déjame adivinar. ¿Le hiciste algo que ahora te tiene avergonzado?
Por la forma en la que su hermano había pegado su cráneo con sus rodillas, supo que había acertado.
.
.
A Frisk no le había costado reconocer el lugar donde sería la cita, considerando que había pasado por ahí en varias ocasiones en sus lecciones de manejo, pero también, anteriormente había pasado por ahí en el auto de Papyrus cuando había sido forzada a tener una cita con él. Era extraño recordar que aquella vez había sido porque Papyrus le había pedido a Sans que cuidara de Flowey mientras tanto, forzándola a una cita con él que claramente había negado, mientras que ahora estaba dando pasos firmes y por cuenta propia para una cita que ella misma había querido que ocurriera. La vida podía ser muy extraña en la ciudad ¿cierto?
Pero estando frente al lugar, no pudo evitar notar a la primera el letrero donde decía que se encontraría cerrado ese día por cuestiones de inventario, pero también un letrero que indicaba que no se admitía el acceso a humanos. Frisk se había acostumbrado a ver varios locales con letreros similares, algunos que no aceptaban monstruos y algunos que no aceptaban humanos, y por lo mismo era que había optado en sólo comprar en el mercado para ahorrarse esos absurdos inconvenientes. Al menos en esos puestos, les daba igual quienes les compraran en cuanto tuvieran para pagarlo y subsistir de eso, aunque la discriminación seguís siendo algo presente entre comentarios que lograba escuchar o acoso hacia las conejas que simplemente les daba igual la situación. Y por cosas así, era que Frisk sentía que la discriminación sólo partía de sentirse diferente al otro, nada más. Y eso lo hacía aún más absurdo.
¿En verdad se encontraba cerrado por inventario? ¿O se había equivocado de lugar? ¿Debía tocar para asegurarse? Frisk estaba parada frente al lugar sin saber qué hacer realmente. ¿Tal vez debía de esperar a que Sans llegara? Notaba que las luces internas estaban prendidas, por lo que al menos había alguien adentro, ¿cierto? ¿Y si al abrir la atacaban por atreverse a ingresar a un lugar donde no accedían humanos? No tenía algo con qué defenderse salvo los tacones, pero no estaba segura de si eso ayudaría en algo. Era absurdo, ni siquiera ella se sentía cómoda caminando con ellos puestos, mucho menos sabría cómo defenderse con ellos.
Tras sentir algo de frío por la espera, se acomodó el abrigo que le prestaron para la ocasión y finalmente tocó la puerta y dio dos pasos hacia atrás por cualquier cosa. En muy poco tiempo, un hombre de fuego muy bien arreglado abrió la puerta y le contempló con cierta sorpresa y desconcierto, pero al menos no parecía tener intención de agredirle y eso ya era algo. Aunque de cualquier manera se mantuvo distante por si tenía que correr en cualquier momento. ¿Su cuerpo en verdad estaba repleto de fuego? ¿Cómo era que su ropa no terminaba quemada? ¿Cómo podía portar lentes ante esa temperatura? ¿La luz sería realmente por él y no por algo de electricidad? ¿Ahorraría en iluminación con su mera presencia?
-Disculpe... –Comenzó a hablar Frisk, pero se detuvo por un breve momento al no saber qué decir realmente. Aun así, el hombre de fuego pareció ser paciente con ella. –Creo que tengo una cita en este lugar, pero veo que no acepta humanos y... no sé si me confundí de lugar.
-Estoy haciendo una excepción por tratarse de usted. –Le sonrió el hombre de fuego. Al menos su sinceridad no parecía provenir de un desprecio particular. –¿Y Sans?
-Dijo que no tardaría en llegar.
-¿Qué? Ese idiota... –Murmuró el hombre de fuego para sí mismo. Su breve conversación había sido más que suficiente para darse cuenta de que si estaba en el lugar correcto. –Pase, y por favor, perdone a mi amigo. Muy seguramente lo está poniendo nervioso.
-No creo que tenga razones para ponerse nervioso conmigo. –Comentó mientras daba pasos hacia el frente, agradeciendo de no haberse equivocado de lugar y notando que la estaba direccionando hacia la barra en cuanto cerró la puerta nuevamente. –¿Usted en verdad es su amigo?
-Por el tono de sorpresa, supongo que no habla de mí.
-Bueno... Me había mencionado hace tiempo que no tenía permitido tener amistades por lo que se dedica. –Comentó mientras hacía memoria al respecto, pero también oliendo algo que le resultó levemente familiar. ¿Acaso no eran las llamadas hamburguesas que Sans le había llevado a su floristería aquella vez? –Pero también me habló de un amigo que le ayudó a investigar cosas sobre mí.
-¡Ese soy yo! –Se apuntó a si mismo con orgullo. –Y debo decir que estoy sorprendido de por fin verle en persona.
A Frisk le sorprendía más que Sans tuviera realmente un amigo, y que además no parecía ser un delincuente de su rubro o alguien que sólo le tuviese miedo por evidentes razones. Realmente parecía un agradable sujeto que tenía estima hacia el esqueleto que ambos estaban mencionando, lo cual le generó la suficiente confianza para realmente sentarse en donde le estaba indicando y disminuir su cautela en el lugar. Estar completamente sola en zona desconocida podría ser desconcertante, pero lo prefería a comparación de la casa en donde se encontraba viviendo.
Era curioso, pero le daba la impresión de que el letrero sobre "cierre por inventario" era sólo una excusa para atenderlos a ambos sin el inconveniente de tratarse de una zona antihumana. Pero el bartender no parecía mostrar el desprecio por humanos como lo había sentido en otros monstruos como Don Gaster o Papyrus. ¿Acaso sólo lo hacía por su clientela selectiva, o por algo que aún no notaba en él?
-Grillby Fire. –Le tendió la mano para estrecharla, pero Frisk no estaba segura de qué tan seguro era hacer eso, a lo cual el bartender pareció entender a la primera. –Descuide, no la quemaré.
-Oh, lo siento si me vi grosera. –Rápidamente tomó su mano para estrecharla con tal de no verse peor. Y efectivamente, su tacto era muy cálido, pero definitivamente no quemaba. –Soy Frisk... Solo Frisk.
-Ya conocía su nombre. Sans no ha parado de hablar de usted desde que le conoció. –Nuevamente le sonrió mientras sacaba un vaso para ponerlo frente a ella. –¿Algo que pueda servirle de tomar mientras tanto?
-Amm... ¿qué es lo que Sans toma cuando viene aquí?
-Whisky.
-Eso tiene alcohol, ¿verdad?
-Le haré una piñada, mejor. –Sonrió el bartender mientras se ponía manos a la obra con su preparación. –A usted le gusta mucho las flores, así que supongo que le gustará algo que sea un fruto en su mayoría.
Frisk iba a preguntar cómo era que sabía eso de ella, pero en cuanto abrió la boca se detuvo en seco, tras tener la respuesta más que evidente ante ella. Cosa que pareció notar el hombre de fuego sin necesidad de verle directamente.
-Lo reafirmo, sé mucho sobre usted, pero no sólo por lo que he investigado, sino porque el mismo Sans no ha parado de hablar de usted cada vez que viene. –Comentó mientras se enfocaba en partir la piña con una delicadeza que le llamaba más la atención que todo lo demás. Parecía ser un sujeto que realmente le apasionaba lo que hacía. –Debo agradecerle por eso, lo noto más feliz desde que le conoce.
Frisk bajó la mirada ante un rubor instantáneo en sus mejillas. Sabía lo que eso significaba, pero no sabía cómo reaccionar al respecto.
-Entonces... Usted es quien sabe de las tumbas de mi familia biológica.
-Si. –El señor le puso su bebida ante ella, con una decoración bastante bonita hecha de piña. Pero lo sorprendente era que contenía hielo a simple vista. ¿Cómo era que no se habían derretido con tan sólo su presencia? –Pese a que es un oficio que dejé hace tiempo, soy un buen investigador. Por ejemplo, noto que me está cambiando de tema porque le apena hablar de lo otro.
-N-no es que me apene. –Admitió con un sonrojo en aumento, lo cual muy seguramente no ayudaba para la ocasión. –Es solo que no sé qué decir sobre eso si se supone que no es algo de lo que se pueda hablar con hombres.
-¿Qué le hace pensar eso? A los hombres nos facilitaría mucho que ustedes fuesen sinceras todo el tiempo. No podemos adivinar el pensamiento.
-Yo tampoco, pero todos asumen cosas de las que no tienen sentido para mí. Así que sólo tengo que atenerme a las extrañas costumbres que tienen en la ciudad. –Extrañamente, el hombre de fuego rió con su comentario pese a que en ningún momento tuvo intención de ser divertida. Definitivamente se trataba de un amigo de Sans. –¿Qué es gracioso?
-Lo siento, es solo que voy entendiendo muchas cosas. –El bartender se acomodó los lentes tras haberse movido un poco por su risa. –Me agrada, señorita Frisk.
-¿Entonces por qué tiene un letrero sobre no admitir humanos? –Señaló hacia atrás de ella.
-No odio a los humanos como tal, pero si les tengo cautela a muchos de ellos. –Le respondió de inmediato sin titubeo alguno. –No todos los humanos son buenos como usted.
-No todos los monstruos son buenos tampoco. –Frisk dio un trago a su bebida tras eso, lo cual le gustó bastante pese a ser algo frío. –Y aun así se puede encontrar cosas buenas dentro de todos.
Realmente creía eso tras sus experiencias cercanas. Aunque en su entorno social hubiese mafiosos asesinos de dudosa moralidad, podía convivir con ellos al grado de sentir cómoda su presencia. Y si bien eso sonaba muy mal en su cabeza, no iba a retractarse de eso tras tener en mente a Sans, quien siempre le estaba salvando y apoyando a su manera al grado de agradecer poder conocerlo, o Don Gaster quien le seguía pareciendo un ser detestable en sus acciones y comportamiento, también encontraba grata las conversaciones que habían tenido mientras tomaban algo. O Papyrus quien le parecía insultante sobre su persona, ahora extrañaba seguir aprendiendo a conducir con él tras sentirse identificada con alguna de sus frustraciones. Y teniendo en cuenta el otro lado de la moneda, había seres como Muffet cuyas acciones eran confusas o la señora Bonnie que no medía el daño que le provocaba a su familia por ocultarles sus propios malestares. Realmente todo era un contraste que no determinaba a nadie como bueno o malo, sólo existencias que debían de aprender a convivir con sus diferencias, ¿cierto? Tal vez si la ciudad entendiera en verdad eso, no habrían tenido tantos problemas que les orillara a creer que todo era "matar o morir".
Tal vez si la ciudad lo entendiera, Asgore Dreemurr no habría tenido que volverse un temido criminal.
-Entiendo a lo que se refiere, pero lamentablemente no todos piensan igual. –La voz del señor Fire la sacó de sus pensamientos. –Si no fuera por la familia Gaster, no podría tener este negocio con facilidad por las leyes que favorecen más a los humanos.
-Creo que ni siquiera a los humanos favorece realmente. –Comentó mientras pensaba en las palabras de la señora Bonnie, sobre el hecho de que las mujeres no tenían derecho a tener una cuenta bancaria por cuenta propia. Y también el sacerdote y su lamentable caso de no poder permanecer con la monstruo que amó. –Parece que sólo favorece al punto de vista de unos pocos, pero no tiene en cuenta las necesidades de todos por igual.
-Buen pensamiento perspicaz. Habría sido bueno que fuese un votante para que sea tomado en cuenta ese punto de vista.
-¿Votar por qué?
-Este año son las elecciones. –Comentó con naturalidad el bartender, pero al ver su confusión, continuó explicándose. –Por eso han incrementado la ley seca, creyendo que con eso mejorarían la imagen y comportamiento de algunos votantes.
-No sé lo que es la ley seca ni tampoco qué es lo que debe votarse.
-La ley seca impide que se venda alcohol hasta cierta ahora, o en su defecto, cerrar locales. La policía no frecuenta esta zona por la familia Gaster, así que no he tenido problema con eso.
Frisk nuevamente dio un trago a su bebida, pero no supo cómo procesar esa información sin preguntarse antes sobre porqué había afectado a la señora Bonnie si se suponía que también estaba bajo el "cuidado" de la familia Gaster. ¿O acaso había sido por la llamada de atención que lo hizo imposible ignorar? Extrañamente, pensó en Muffet y en la poca presencia en esa zona que se suponía que, en palabras suyas, estaba a su cargo. No era una simple casualidad, ¿cierto? O de lo contrario, no se explicaba por qué la arácnida le amenazaría en varias ocasiones sobre su comportamiento para que al final no hiciera nada al respecto. ¿Sans sabría algo sobre todo eso que le comentaba su amigo?
-Y sobre las elecciones, se puede votar por un nuevo alcalde o reelegirse el que ya tenemos. Si debo ser sincero, da igual quien esté en el poder. Pero ya no hablemos de política. –Suspiró el bartender con algo de frustración en el tono de su voz. –Si Sans no se presenta pronto, comenzaré a hablar cosas vergonzosas de él a modo de venganza. No es caballeroso dejar esperando a una dama.
-No tengo problema con esperarlo. –Frisk se encogió de hombros sin darle importancia a eso. –Y tengo curiosidad de saber qué es lo que Sans ha hablado de mí con usted, pero creo que tampoco sería apropiado de mi parte.
-Descuide, tiene derecho a saber cosas de Sans si él me pidió en su momento investigar cosas sobre usted, ¿no le parece?
-Supongo, pero... perdería la razón de esta cita. –Frisk le miró fijamente. Definitivamente se trataba de alguien agradable, pero debía de dejar las cosas en claro. –Quiero que sea Sans quien me cuente cosas sobre él. Ya no más a través de otros.
En respuesta, recibió una cálida sonrisa de su parte. Parecía que no había esperado menos de eso.
.
.
Sans había terminado escuchando todo, sin interrumpirle en ningún momento para que su hermano soltara todo tanto en palabras como emocionalmente. Y de lo único que lamentaba de momento, además de estarse atrasando en su cita, era de no haber estado atento a esa clase de cosas antes. Podría haberlo aconsejado o ayudado como él le había brindado en su momento, pero en su lugar había terminado embobado al grado de ser egoísta, y supuso que esa era la parte que Muffet y el viejo le reclamaban. Papyrus también estaba teniendo problemas que requerían atención.
Aun así, no pudo evitar cuestionarse ciertas cosas que necesitaba sacarse del pecho.
-¿Cómo es que pudiste hacérselo?
-LO SÉ, ESTUVO MAL.
-No me refiero a eso. Sino a cómo se lo pudiste hacer considerando...
-OH, ELLA ES MUY FLEXIBLE. –Papyrus refunfuñó mientras se acomodaba en su sitio. En ningún momento pensaron en bajarse del escritorio, como si esa pequeña rebeldía de no estar respetando ese espacio fuera satisfactorio de una u otra manera. –DEMASIADO FLEXIBLE... PERO ESE NO ES EL PUNTO. ELLA CONFESÓ ESTAR ENAMORADA DE MI DE ESA FORMA Y YO... ABUSÉ DE ESO. SOY UN HOMBRE TERRIBLE.
-No fue bueno, debemos admitir eso. –Sans sujetó su hombro de nuevo a modo de consuelo. –Pero piensas volver a hablar con ella, ¿no es así?
-SI, PERO NO SÉ CÓMO. NI SIQUIERA ESTUVE AHÍ DESPUÉS DE ESO, TAN SÓLO DESAPARECÍ Y NO VOLVÍ.
-Por cierto, Paps, tus huesos...
-SI, ESTOY COMPLETO. ASÍ QUE NADA DE NADA.
Eso era un alivio, por lo que Sans pudo respirar más tranquilo para ser una cosa menos de la cual su familia debía preocuparse, más de lo que él mismo estaba ocasionando si debía de admitirlo. Sin importar qué especie se tratase, todos los seres vivos manifestaban físicamente ciertos cambios que indicaban un embarazo, pero pocas especies reflejaban tal cosa sin importar el género y ese era un caso en los esqueletos. Los cuales ambas partes perdían un hueso o una parte de ello al momento de estar el proceso. Razón por la cual debían de ser cuidadosos por ser algo tan esporádico que no podrían darse cuenta del momento en que les faltara una parte suya hasta que fuese tarde, aunque aquello también tenía su ventaja para saberlo de inmediato en lugar de esperar a que transcurrieran los meses para darse cuenta de que ya había alguien en camino. Todavía era día en el que se preguntaba cómo había sido que sus padres perdieran gran parte de las palmas de sus manos. ¿Con tanta intensidad fueron creados? Rápidamente sacudió su mente al no querer pensar así de sus padres, era asqueroso.
Pero pensando en ello, había algo que le inquietaba por encima de lo demás. Papyrus no era precisamente tolerante al alcohol a diferencia suya, pero si había tomado tan poco como le había dicho, le daba la impresión de que su comportamiento fuera de lugar debía de ser por algo más que no estuvo a simple vista. Todo había sido tan apresurado que era imposible no pensar en que había sido meticulosamente orquestado para que pasara todo en menos de un día entero. ¿Una habitación propia en la mansión Temmie? Un delincuente potencialmente peligroso y una señorita riquilla mimada, ¿juntos sin vigilancia? Demasiadas facilidades no podían ser una simple coincidencia. Ya había escuchado que pedir ayuda al sindicato era un arma de doble filo, pero tal parecía que eran de una clase de peligro única en su categoría.
Porque, si la intuición no le fallaba, la líder sindical quería a Papyrus con ella sin importar si mataban al Gran Don o no. La pregunta era, ¿por qué? ¿Por qué elegir a alguien al azar que presentaba un peligro presencial y socialmente? ¿Por qué vincular a su única hija con alguien que le daría mala imagen al sindicato? Esperaba que el viejo estuviese al tanto de esos detalles, ya que era culpa suya que Papyrus tuviera que pasar por esa clase de cosas. Pero seguía sin presentarse en la casa y eso comenzaba a inquietarlo. No era normal que se ausentara tanto.
-Hay algo que no logro entender del todo, Paps. ¿Por qué si eras consciente al principio, te dejaste llevar? Digo, ¿por qué no te fuiste mejor?
-CREO... QUE FUE PORQUE PUDE SENTIRME VALORADO, PERO TAMBIÉN PORQUE ME SENTÍ IDENTIFICADO. –Respondió mientras miraba hacia el frente, pensando demasiado en su propia respuesta. –SU MADRE LA CONTROLA EN TODOS LOS ASPECTOS DE SU VIDA, PERO NO HACE NADA PARA DEFENDERSE Y ESO... CREO QUE ME MOLESTA. PERO CUANDO ME BESÓ… NO FUE PORQUE SU MADRE LA ORILLARA A ESO COMO TAL, SINO QUE FUE DECISIÓN SUYA. PUDE VER QUE HABÍA ESTADO FELIZ EN ESE PAR DE SEGUNDOS HASTA QUE SE DIO CUENTA DE TODO.
-¿Ella te importa?
-ME AGRADA. POR ESO ME SIENTO MAL DE HABERLE HECHO ESTO. –Papyrus suspiró y mantuvo un minuto de silencio antes de seguir hablando. –ES IRREPARABLE LO QUE LE HICE.
-Y creo que la madre lo sabe.
-¿A QUÉ TE REFIERES?
-A que la líder sindical podría estar planeando manipularte a través de la culpabilidad. –Soltó de inmediato sin tacto alguno. –La vez que nos adentramos en la mansión, pude notar eso. Ni siquiera le importó que yo estuviera apuntando con un arma a su hija. O por lo menos, estaba demasiado confiada en que no pasaría nada y eso fue porque generó empatía con el viejo en ese momento.
-¿ENTONCES CREES QUE LA SEÑORA TEMMIE PLANEÓ QUE ESTO OCURRIERA? –Se giró rápidamente. –¿POR QUÉ HARÍA TAL COSA?
-Parece estar muy decidida en que su hija esté casada sin importar si se cumple el contrato o no. Podría suponer que es porque sería mal visto que una mujer mayor de edad de buen linaje esté soltera, pero creo que en su caso podemos pensar que hay algo más que aún no conocemos. –Vio de reojo el reloj que estaba en la pared, notando que ya se había tardado una hora. –Puedo preguntarle a Grillby si puede investigar algo de esa señora. Tal vez demos con algo que tenga sentido en todo esto.
-SI, CREO QUE SERÁ BUENA ID… ¿TE VAS YA?
Sans se había levantado y acomodado un poco sus pantalones. Pese a que había querido verse natural en sus movimientos, tal parecía que no podría engañar a su hermano de perfecta vista. Su expresión que había estado calmándose poco a poco, rápidamente volvió al malestar y tristeza que había tenido en el transcurso de la hora.
-BIEN, YA TUVE DEMASIADO DE TU TIEMPO.
-Papyrus, no es eso, es... –En verdad no quería verse mal con él, pero a estas alturas ya no podía cambiar cualquier percepción que tuviera de él ahora. –De acuerdo, es que hoy quedé de ver a Frisk y... bueno...
No supo qué más decirle para disculparse. Tan solo se quedó ahí sin saber qué más hacer y escuchando las manecillas del reloj avisándole que cada vez más se le hacía más tarde. Papyrus le observó con total seriedad, pero en ningún momento se vio con intenciones de volverse agresivo al respecto. Sin más, se levantó a la par y usó su magia para acomodar las cosas que había derrumbado con su llegada. Teniendo la foto de sus padres sosteniéndola con una mano y observándola tras ordenar lo mejor posible las cosas.
-¿QUÉ CREES QUE DIRÍA MAMÁ EN UN MOMENTO COMO ESTE? –Preguntó mientras observaba la fotografía. –¿CREES QUE LE DISGUSTARÍA LO QUE HICE?
-También tendría motivos para disgustarse conmigo siendo el caso. –Sans metió sus manos en los bolsillos de su pantalón. Dándose cuenta de lo arrugado que estaba y que ya no tendría tiempo ni de cambiarse por algo más presentable. –Hemos hecho cosas malas, Paps. El infierno lo tenemos ganado.
-POR ESO ENTIENDO QUE QUIERAS AFERRARTE A LA FELICIDAD QUE TE HA LLEGADO. –Papyrus finalmente colocó la fotografía en su lugar y acto seguido lo miró con un intento de sonrisa que apenas y pudo notarse. Era claro que se estaba esforzando en verse mejor y no estaba resultando. ¿Por qué lo estaba sintiendo igual que el viejo? Estando distante, indiferente… como si se hubiera dado por vencido. –SOLO… NO COMETAS UNA ESTUPIDEZ, ¿DE ACUERDO?
-Pides mucho tratándose de mí.
Pese a todo, Sans no pudo evitar burlarse de su comentario. Por cuenta propia era consciente de que estaba cometiendo algunas estupideces que iban en aumento conforme andaba. Por ello era que el viejo le había reprochado de tales cosas, o Muffet amenazado de alguna manera con el supuesto karma, pero no quería pensar en esos detalles si por una vez en su vida, quería abrazar la posibilidad de ser feliz pese a ser un acto egoísta de su parte. Sólo quería ver si era posible la existencia de una minúscula posibilidad, ¿eso era tan malo?
Y tras ver que su hermano no le detendría más ni tenía ánimo de seguir hablando, con confianza dio un paso hacia atrás y se teletransportó finalmente a su destino pese a su evidente tardía. Por lo mismo no se había dado en la tarea de poder cambiarse de ropa por algo en mejor estado, o de tomar tan siquiera su saco para aminorar las arrugas de sus prendas a causa de haberse dormido con ellas puestas. Su chaleco azul tendría que ayudarle con el frío que comenzaba a sentir. Y al estar dentro del bar sin necesidad de tocar una puerta o de avisar de su llegada, se arrepintió por completo de no haberse dado un poco más de tiempo para cambiarse de ropa.
Frisk, quien estaba sentada en la zona de la barra y ahora le observaba tras su llegada, si se había arreglado pese a ser una chica que no le daba importancia a esa clase de cosas, por lo que se sentía mayormente halagado de que fuese algo diferente para la ocasión. Pareciendo una flor azul andante con semblante frío entre esas largas pestañas que ocultaban siempre una mirada de la que podría perderse en un descuido. Una bonita vista que realmente le había esperado, que estaba sólo para él y que torpemente estaba fastidiando con su propia presencia tardía y desalineada.
-Sans, ¿todo bien? –Preguntó Frisk.
-Sí, sí. Lamento haberme tardado tanto y de no pasar por ti. –Contestó de inmediato mientras hacía el esfuerzo de encaminarse hacia la barra, donde Grillby también le estaba observando mientras le sería a Frisk una bebida. No lograba recordar si en algún momento de su vida se hubiese sentido tan tonto como lo estaba sintiendo en ese preciso instante. –Espero que no la hayas pasado mal mientras tanto.
-Descuida, el señor Fire me hizo compañía.
-Puedes decirme solo Grillby. –Mencionó su amigo con una sonrisa mientras la chica tomaba la copa que le entregaba. A simple vista parecía ser algo con piña. –Sans, ¿puedes ayudarme un momento en la cocina?
-¿Qué?
-Gracias, vamos.
El bartender había salido de su puesto para jalarlo y meterlo inmediatamente a la cocina, la cual consistía en un pequeño cuarto con uno que otro aparato y una mesita de poco espacio para preparar cosas, aunque era claro que no era la especialidad ni objetivo del lugar. Contaba con un menú limitado por lo mismo y no tenía intenciones de ampliarlo dado el presupuesto con el que contaba.
-Idiota, no puedo creer que tardaras tanto en presentarte. –Le susurró Grillby con evidente molestia. –Tu solo estás estropeando tu momento.
-Tuve un inconveniente con Papyrus. –Sans le contestó con el mismo tono. –Pero gracias por hacer que no se fuera.
-No tuve que hacer nada en realidad. Ella insistió en que si le dijiste que vendrías, es que así sería. –Colocó una charola sobre la mesa y comenzó a poner las cosas que tenía preparadas para la ocasión. –No puedo creer que en verdad te tenga estima esa mujer.
-Lo sé, yo tampoco sigo sin poder creerlo.
-Supuse que tendrías algunos problemas, así que luego me agradecerás por haber tomado iniciativa de investigar algunas cosas por ti. –Pese al tono bajo que estaban empleando para que su conversación no fuese detectada, era evidente que estaba tan acelerado como él en que todo pudiese salir a la perfección. Aquello le dio gracia a Sans, por lo menos no se estaba sintiendo tan idiota por cuenta propia si había alguien más ahí con esa clase de nervios. –Me dio la impresión de que el apellido Saito no parece querer apropiarlo a lo que estuve hablando con ella, pero tal vez le agrade saber que su significado en japonés es una flor de esa región. Así que menciónaselo si lo crees conveniente.
-¿Qué?
-Se lo iba a mencionar yo por tu tardía, pero ella insistió en esperarte y escuchar cosas de ti solo si tú lo hablaras. Así que me puse a hablar con ella de otras cosas y salió el tema de la comida. –Le tendió la charola con prisa, en la cual ya tenía todo preparado junto con su propia bebida que apuntaba a ser lo mismo que tenía Frisk. ¿Tal vez para generar una mejor simpatía si no tomaba alcohol frente a ella? Si era una buena idea si debía admitirlo en sus adentros. –Mencionó que le había gustado que le cocinaras algo, así que esto lo hiciste tú, ¿de acuerdo? Espero que con esto pueda aminorar tu tardía y terrible presentación.
Sans agradeció en silencio y se encaminó de vuelta hacia la barra, donde Frisk esperaba mientras revolvía su bebida lentamente y sin saber qué más hacer durante el tiempo que la dejaron sola. Ya había esperado que ella no estuviera nerviosa a comparación de él, pero le daba la impresión de estar más curiosa por el lugar que por la situación en sí.
-Sans, cuando vienes aquí, ¿dónde te sientas regularmente? –Preguntó Frisk al notar que se estaba acercando, pero sin verlo directamente a él tras estar mirando las mesas del fondo. –Este lugar parece pequeño por fuera, pero es bastante espacioso por dentro.
-Me siento justo en donde estamos. –Contestó mientras ponía la charola frente a ellos y se sentaba. –Preparé la cena, bonita. Espero que te guste.
-Gracias, pero esto no lo hiciste tú. –Se giró para verlo con la seriedad que le caracterizaba. –He olido esto desde que llegué.
"Genial, mira lo que provocaste, Grill", maldijo en su mente. Por su nerviosismo, había olvidado por completo que a Frisk no le gustaban las mentiras y lo mucho que había evitado hacerlas con ella por lo mismo. Aunque eso le confirmaba lo que Flowey le había mencionado sobre su olfato sensible, y que todo lo demás también podría ser verdad. No era un buen momento para recordar esos detalles.
-¿Hacemos la dinámica de siempre? –Preguntó Frisk mientras acomodaba su propio plato frente a ella.
-Esta vez probemos algo diferente. –Señaló Sans con una sonrisa. Relajándose lo más posible por el bien de la cita. –¿Qué tal si solo preguntamos sin necesidad de que sea por turnos ni cantidad equitativa? Solo conversar.
-¿Te parece algo justo? –Preguntó la chica algo desconcertada, pero al asentirle con la cabeza, la chica no protestó más. –De acuerdo. Entonces empieza.
-No, no. Las damas primero.
-Bien. –Frisk meditó demasiado sus palabras. –Si es conversar sin cosas específicas… Dime cuándo es tu cumpleaños.
-Awww, ¿planeas regalarme algo, bonita? –No pudo evitar enternecerse de que fuese algo de ese tipo lo que quisiera saber de él. –Tendrás que esperar para eso, este año no tendré cumpleaños.
-¿Por qué...? ¡Oh! ¿Tu cumpleaños es el 29 de febrero? –Preguntó tras pensarlo más de un minuto. Sans sólo le sonrió aún más a modo de respuesta. –¿Y cómo le haces?
-Cuando llega marzo, sólo asumo que ya soy un año mayor y ya. –Se encogió de hombros sin darle importancia a ese hecho. –Sé que tu cumpleaños fue en julio acordándome de la carta, pero no sé qué día es.
-El 13. Aunque con lo que voy descubriendo de mí, bien podría ser otro día. Ya no me sorprendería a estas alturas.
-Llamémosle el 13 de la suerte entonces. –Comentó de inmediato para no desanimarla. –Por que sin duda alguna, es una suerte haberte conocido, bonita.
-No sé si sea algo para atribuir a la suerte. –Comentó Frisk mientras removía su bebida. Sans tuvo que disimular su risa dándole un trago a su propia bebida al ver que no le había captado la coquetería. –Pero sí puedo decir que yo soy quien está agradecida de poder conocerte, Sans.
Sans casi se ahoga con su propia bebida tras escuchar eso. ¡Definitivamente no se había esperado tal revés de su parte! Y el que lo hubiese dicho sin una pizca de timidez o titubeo lo hacía aún más grande para él. Estaba seguro de que no había sido su intención tras conocerla lo suficiente, pero definitivamente se trataba de algo que le emocionó de sobremanera y no supo ocultarlo a tiempo. O por lo menos eso notaba por la tenue risa que lograba escuchar de al otro lado de la puerta del bar. Sin duda alguna, ese tonto estaba atento a su conversación para burlarse de él después.
-Tú fuiste el primer sujeto que conocí recién llegando a la ciudad. –La chica seguía hablando sin percatarse de lo ruborizado que se estaba poniendo su acompañante. –Tal vez tenías otras intenciones en ese momento, pero al final me ayudaste y sigues haciéndolo hoy en día. Por eso no entiendo cuando me dices que haces ciertas cosas porque no tienes opción.
-Lamentablemente hay momentos en los que sólo queda el egoísmo. –La conversación no iba para algo precisamente romántico a lo que tenía en mente, pero Frisk no le soltaría la conversación hasta que le contestara eso. Al menos tal cambio le había ayudado para controlarse. –¿Alguna vez haz hecho algo de lo que te arrepientas?
-No le encuentro sentido a arrepentirme de mis propios actos y decisiones, pero supongo que me es algo frustrante no haberme expresado mejor con mi mad... eh, la señora Dreemurr. –Sans no pasó desapercibido eso último, pero optó por no interrumpirle en algo que muy seguramente estaba siendo complicado para ella. –Si hubiéramos tenido una mejor comunicación, tal vez habrían estado mejor las cosas, pero como dije, no vale la pena arrepentirme de algo que simplemente no hice en su momento. Sólo me queda el presente para elegir qué quiero para mi futuro.
-¿Y qué es lo que quieres para tu futuro?
-Por lo pronto... sólo tengo en mente el poder reconstruir mi floristería. –Parecía que era algo que tenía en mente desde hace tiempo, pero Sans no pasó de largo el hecho de que anteriormente, su respuesta siempre era relacionada a una familia. Definitivamente, ni ella misma sabía qué pensar en todo eso. –Y tal vez consiga un automóvil después.
-No hace falta eso último, te regalo uno de los míos. – Ni siquiera se la pensó en ofrecer tal cosa. –El viejo me ha reclamado de que solo son acumuladores de tierra, así que vendría bien que alguien le dé un uso.
-Papyrus me dijo que sabías conducir pese a que no te gustaba. –Sin verle directamente, la chica sonrió tras lo que parecía una conversación mental. –Y en mi intento de entenderte, terminé disfrutándolo.
-¿Entenderme?
-Sí, hay cosas que no logro comprender sobre ti, pero son temas que se supone que no se debe hablar directamente. –Frisk se encogió de hombros como si no quisiera importarle tanto ese hecho. –Me parece algo absurdo, pero respetaré ese hecho. Sobre todo porque creo que terminé incomodando a tu hermano y a tu padre.
Sans agradeció que no estuvieran manteniendo la mirada, porque aquello aceleró su corazón de sobremanera. ¿Así que por eso estaría atreviéndose a conversar con el viejo? ¿Estaba tratando de entenderle? ¡Esta chica acabaría matándolo de un infarto de la emoción! A su manera, le estaba diciendo que tenía interés genuino sobre él. ¿Desde cuándo? ¿Cómo fue que se dio contar con su atención de esa manera? Necesitaba saberlo para seguir replicando lo que fuera aquello para seguir así. No podía creérselo que había hecho algo bien con ella y ni siquiera se hubiera dado cuenta.
-¿Y tú? ¿Qué es lo que quieres hacer a futuro?
El esqueleto pensó rápidamente en "sobrevivir" como única opción razonable a contemplar dado su constante situación, pero era más que evidente que dicha respuesta deprimiría la conversación que poco a poco tenía su ritmo más que favorable. Pero la realidad era que no tenía aspiraciones más allá de eso. Estaba destinado a heredar un negocio desagradable que ni las peores pesadillas de un adulto pudieran compararse. Tener que encabezar una familia que lentamente parecía estarse autodestruyendo por malas decisiones.
Dio una mordida a su hamburguesa con tal de estar haciendo algo con sus manos, dándose tiempo para responder algo que ni él mismo sabía qué era lo que quería. Pero viendo que la chica le observaba con atención y paciencia, esbozó una sonrisa tras pasarse el bocado. No tenía que ser tan complicado por ahora.
-Quiero seguir formando parte de tu vida, bonita.
Había esperado alguna negativa de su parte, un gesto indiferente o algo más que le dejara en claro lo tonto que estaba siendo a su manera. Pero en su lugar recibió una tenue sonrisa que lo dejó perplejo.
-Eso suena agradable. –Desvió su mirada al querer concentrarse en su hamburguesa intacta. Y tal vez sólo era su imaginación por la emoción, pero le dio la leve impresión de que se había asomado un ligero sonrojo de su parte. –Gracias.
-Gracias a ti si me lo permitirás. –Sans tuvo que dejar de prestar atención a su propio plato. Le estaba siendo complicado poder comer con tantas emociones encima. –Estos días he tenido una duda sobre ti. ¿Cuál es tu flor favorita?
-Eso es difícil. Muchas flores me gustan por igual.
El esqueleto sonrió con eso.
-Entonces creo que te gustará mi sorpresa.
.
.
Chara estaba agradeciendo poder salir finalmente, aunque estaba segura de que Kris mandaría a matar a alguien en cuanto se supiera que había sido sin su permiso realmente. Tan sólo había escuchado que el dueño del prostíbulo necesitaba de alguien con características similares a la suya por peticiones del cliente y había aprovechado la ocasión. Aunque no le gustara tratar con riquillos presumidos que dejaban mucho por desear al momento del éxtasis, estaba haciendo una excepción con tal de poder estar fuera de ese miserable agujero. Ya luego se encargaría de rendir cuentas y de su propio placer. Además, sería su modo de compensar el desastre que había dejado tras matar a alguien sin orden alguna, y estaba segura de que esa era la razón por la cual el dueño del prostíbulo le había permitido demasiado fácil todo.
Por lo visto, el personal en esa mansión estaba más que preparado para la llegada de una prostituta, notando que no era la primera vez que solicitaba esa clase de servicio. Si bien era evidente que no le dejarían ingresar por la puerta principal, fue un detalle particularmente interesante que fueran a recogerla para que no mostrara siquiera la cara al público y no levantar sospechas, aunque claro, había sido en un vehículo mucho menos lujoso por lo mismo. Entrando por la cocina y encaminándola ahora hacia la habitación donde tendría que atender al magnate que había solicitado de sus servicios.
Chara había estado curiosa de que se pidiera particularmente una humana con facciones orientales, razón por la cual no llevaría antifaz como parte de su vestimenta, pero sí el que llevara su peluca negra lacia para mejorar aún más la petición. Algunos racistas le habían cuestionado de sus verdaderos orígenes solo por tener el cabello castaño, pero era algo que le daba igual. Tan sólo esta vez, debía de ser cuidadosa si quería permanecer en el exterior sin tantos problemas.
También había estado curiosa sobre qué tipo de hombre rico atendería si había pagado tanto para que ella fuera en lugar de él ir en persona. Pero al ver los gigantescos cuadros que decoraban los pasillos de manera ególatra, se apagó todas sus ganas de sexo de momento. ¿Un robot? ¿Tendría que excitar a una máquina? Le saldría más efectivo masturbarse con la tostadora siendo el caso.
El mayordomo le hizo detenerse antes de abrirle la puerta y darle espacio para ingresar. Y en lugar de avisar su llegada, le había cerrado la puerta de golpe como si quisiera alejarse lo mayor posible. Aquello le había dado algo de gracia mientras observaba toda la habitación, la cual le dejaba en claro que se trataba de algo destinado a un huésped o simplemente para no uso personal, pero seguía siendo un cuarto muy elegante con balcón que para cualquier chica podría tratarse de ago romántico con aquella vista, pero Chara no estaba para esa clase de cosas y el sujeto que le esperaba en la cama muy seguramente pensaba lo mismo.
-Así que tengo el placer de estar ante un millonario como usted. –Canturreó Chara mientras se desabotonaba lentamente su gabardina y dejar a la vista la lencería negra que portaba para la ocasión. –Debo reconocer que las fotos lo retratan muy bien.
-Eso me dicen muchos. –Contestó el robot mientras movía elegantemente su copa. Teniendo la camisa a desabotonar para entrar en ambiente, aunque algo en él le hacía sentir que no fuese el caso. Tal vez porque le era extraño estar ante alguien que no tenía aroma propio. –Y vaya que el Pozo de los Deseos tienen de todo para cumplir paladares exigentes como el mío.
A Chara no le interesaba la farándula, pero el nombre de Mettaton Blook resaltaba en varias ocasiones en medios de comunicación o en hoteles donde se presentaba a brindar de sus servicios. También dueño de marcas variadas de productos de uso doméstico y de algunos casinos que miembros de la yakuza habían llegado a perder su dinero ahí por absurda diversión.
Pero en cuanto estuvo por subirse a la cama para comenzar, se detuvo en seco en cuanto le vio directamente a los ojos. Esa mirada lo dejaba más que claro, y en experiencia suya, aquello nunca llegaba a cosas buenas. Había tenido que matar al tipo cuando no lo soportó más y Kris le había regañado por semanas por haber sido tan impulsiva en esa ocasión.
-Maldita sea. –Murmuró para sí misma, pero había sido lo suficientemente monótono para que el magnate le escuchara. –Odio cuando pasa esto.
-¿Qué...?
-Estás embobado de alguien con mis facciones, ¿no es así? –Bajó la rodilla que había puesto sobre la cama y se quedó de pie tras retroceder aún más. –Detesto esa clase de cosas. Luego estarán pagando una y otra vez por sólo frecuentar, como si fuese la única manera de tener una relación con la persona que realmente desean. Es tan patético...
El robot se había mostrado molesto por la verdad que le había soltado, pero rápidamente cambió por un gesto preocupado, como si lo hubiese sacado de una mentira que ni él mismo sabía que se encontraba en ello. Chara ni se molestó en colocarse la larga gabardina de vuelta, tan sólo sacó su cigarrillo y encaminó al balcón para tener algo mejor que hacer que lidiar con un magnate patético que pretendía verse como un ser humano. Definitivamente le habría ido mejor masturbarse con algún electrodoméstico que haber llegado a ese punto.
-¿Qué es lo que debería de hacer? –Le preguntó el robot tras ponerse a un lado de ella después de largos minutos de silencio.
-¿En verdad le estás pidiendo un consejo a una prostituta? –Rió Chara con descaro y se puso a fumar su largo cigarrillo mientras miraba la ciudad que evidentemente no era interesante para ella. –Pues sólo puedo decir que este mundo está podrido gracias a seres como tú. Pero si eres todavía capaz de sentirte de esa manera… podría ser que hay algo en ti que todavía no muere, por muy patético que sea.
-¿Te has enamorado antes?
-No, lo considero una tontería que sólo pretende hacer ver bien al sexo.
-Yo solía opinar lo mismo. –Rió ante su comentario, seguramente sintiéndose extrañado de tener esa clase de conversación con la chica que había contratado para sexo y en lo que había terminado siendo tan diferente. –Pero desde que conocí a esta chica, no dejo de pensar en ella. Es hasta molesto. ¿Cómo alguien pudo tener tanto impacto en mí? ¿Y en tan poco tiempo?
-¡Iuug!, si te vas a poner tan empalagoso, págame el resto de una buena vez para que ya pueda retirarme. –Sacudió su cigarrillo para que cayera la ceniza, dejando que el viento hiciera de las suyas para llevárselo consigo en la negrura de la noche. –Esto es aburrido para mí.
-Aún queda una hora de lo acordado.
-No soy una maldita terapeuta.
-Me es interesante conocer la opinión de una desconocida que no volveré a solicitar. –Pese a todo, el robot sonrió con resignación. Recargándose en la barda para contemplar el paisaje oscuro. –Y también tendré que hacerte firmar un contrato de confidencialidad. Tengo una imagen por mantener, ¿sabes?
-¿Quieres ocultarle al mundo el posible mejor lado de ti? ¡Pff! De acuerdo. –Fumó un poco antes de seguir hablando. De alguna manera, la situación le causaba algo de gracia pese a lo decepcionante que había sido. –Seas monstruo o intento de humano, sigues siendo un hombre. Creo que tienen ese instinto de hacer su nidito de amor cuando se emboban por alguien, y pese a ser algo tonto... creo que también es algo bueno. Al menos es un objetivo por el que vivir.
-Supongo que siendo prostituta sientes que no es algo para ti.
Chara ni siquiera quiso responder a eso. Por ahora le era más interesante el impulso de arrojarse por ese mismo balcón, que tener que lidiar con un riquillo enamorado que sólo quería hablar pese a tenerla en ropa interior a lado suyo. En verdad, ¿por qué tenía la mala suerte de tocarle ese tipo de seres? Aun no olvidaba la anfibia queriendo conversar sobre ser buena en la vida o no, la mexicana que se había encariñado con ella al grado de querer conocerle, o la chica púrpura de tentáculos en la cabeza que no paraba de querer ser su amiga cada vez que se frecuentaban entre pasillos.
Estaba harta de atraer gente que quería simpatizar con ella. ¿Acaso tenía en la frente que le gustaba esa clase de cosas? ¡No! Ella quería morir y el universo entero se lo impedía de múltiples maneras, maldita sea. ¿Por qué la torturaban así si no tenía razones para seguir en el mundo fuera de una venganza que le aterraba el momento en que tendría que hacerlo?
Por lo pronto, solo le quedaba seguir fumando mientras escuchaba a medias al robot que eventualmente entraba en negación y egolatría. Después de todo, había pagado por su compañía, aunque no fuera algo que se hubiese imaginado en cómo resultaría.
.
.
Frisk debía de reconocer que estaba pasando un momento agradable, por lo que realmente podía denominar como la mejor cita que hubiese tenido. Las otras dos habían sido sin su consentimiento, por lo que debía de serle evidente que el cambio tendría que ser favorable.
Aun así, había algo que le inquietaba en momentos conforme conversaban. Se suponía que la cita era para descubrirse a sí misma sobre lo que sentía por el esqueleto a lado suyo, pero todo estaba siendo tan normal entre ellos que no notaba ningún cambio o aclaración que le respondiera por cuenta propia lo que quería saber. ¿En verdad le gustaba Sans? Estaban haciendo lo mismo que habían frecuentado en su tiempo conociéndose, no se sentía diferente a cómo lo percibía antes, fuera de estar atenta a que pudiera hacerle daño como delincuente, claro. Le agradaba su compañía y que pudieran comer juntos, pero eso no le respondía a lo que quería saber. ¿Y cómo hacerlo sin poder preguntárselo directamente?
Pensando en las palabras de Don Gaster, debía de enfocarse en qué la complementaba Sans para tratarse de un verdadero sentimiento de esa índole. ¿Estando conversando cada quien de sus días podría lograrlo? ¿Tendría que preguntar algo más para averiguarlo? ¿Cómo si no podía hablar de lo que realmente le interesaba saber? ¿Por qué era tan complicada la situación?
Tras terminar de cenar, Sans le pidió que se parara para ir a un lugar diferente para mostrarle una sorpresa que le tenía preparada, teletransportándose en el instante y teniendo que sujetarse fuerte a su mano para contrarrestar el mareo que le producía. Y si debía de admitirlo, se había imaginado algo similar a las tumbas que habían visitado o a más comida locataria por conocer.
Definitivamente no un pantano.
-Supongo que no te será cómodo caminar en lodo con semejantes tacones. –Se burló Sans mientras la sujetaba de ambas manos en cuanto pisaron el lugar. Habiendo tan poca luz en el lugar salvo por la luna y algunas luciérnagas. –Creo que debí pensar mejor esto.
Frisk no paraba de mirar el entorno. ¿Había esa clase de cosas en la ciudad? Por el olor que percibía, había un entorno salado que le indicaba la dirección hacia el mar, pero aquello no le importó en absoluto tras estar maravillada de por fin estar en terreno que podía conocer mucho mejor que el cemento y grandes edificios que consistía la ciudad. Por lo que, sin pensárselo demasiado, se soltó del agarre de Sans para quitarse los zapatos y estar descalza inmediatamente. Realmente no se había dado cuenta de lo tanto que había extrañado esa sensación de la tierra sobre sus pies.
-¿Estas segura de caminar descalza aquí? –Preguntó Sans mientras le sujetaba de los hombros con tal de que no se cayera. –Podría haber piedras o insectos peligrosos.
-Sí, los zapatos no son míos y no quiero maltratarlos. –Respondió en cuanto se levantó de vuelta, sintiéndose cómoda por primera vez en mucho tiempo. –Gracias Sans, ahora entiendo porque viniste con ropa maltratada y sin tu saco. Fue para no ensuciar la otra, ¿verdad?
-Ehhh… si, fue por eso. –Sans desvió la mirada, como si buscara algo en el entorno. –Le pedí a Grillby que me ayudara a encontrar este lugar, pero creo que me confundí un poco con la distancia. Tendremos que caminar un poco, ¿no hay problema?
Frisk sonrió a modo de respuesta, agradeciendo que fuese así.
Sentir la tierra húmeda en sus pies, escuchar los grillos y ver las luciérnagas en el entorno, realmente eran razones para estar contenta con un ambiente así. Desde que había llegado a la ciudad sintió que no volvería a contemplar esa clase de cosas salvo en su intento de recuperar la flora del parque y fallando constantemente en el proceso. No sabía que en las citas se podía hacer ese tipo de cosas, por lo que era una razón más para considerarla como la mejor que había tenido.
-Me alegra de que te esté gustando esto, bonita. –Comentó Sans mientras caminaban con cuidado, estando sujetados de las manos para no perderse. –Hace bien estar rodeado de naturaleza de vez en cuando, ¿eh?
-Lo dices como si los humanos y los monstruos no formáramos parte de la naturaleza también.
-Sí, tienes razón. Supongo que eso es algo que olvidamos.
-Oh, cuidado. –Le detuvo en cuanto pudo ver en dónde estaban caminando. Pese a la poca luz que otorgaba la luna, pudo reconocer esa clase de hojas y botones de flor. –Es una… no, son muchas mandrágoras por aquí.
-¿Son esas plantas que lloran mucho?
-Hacen más que eso, son venenosas. –Se agachó para contemplarla de cerca. No sabía que habría esa clase de plantas en la zona. –Son muy pequeñas, pero aun así pueden ser letales si se les toca. Y su llanto puede llegar hasta aturdir, mientras más grandes más daño ocasionará.
Tras eso, se dedicaron a rodearlas hasta que una luz azulada comenzó a ser la que les guio a un mejor camino. Frisk inmediatamente identificó de qué se trataba y no pudo evitar emocionarse aún más con lo que estaba viendo, soltándose un poco para acercarse todavía más y comprobar que no se trataba de su imaginación. ¡Nunca había visto tantas flores eco reunidas!
-Recordé lo que me contaste sobre estas flores y que nunca pudiste verlas brillar con el Gran Don. –Sans se acercó lentamente hasta colocarse a lado suyo, mientras ambos contemplaban las flores que eran tan altas como ellos. –Sé que esto no compensará todo, pero… consideré que no era justo que te perdieras de algo que te gusta por cosas así.
Al estar tan de cerca de los enormes pétalos, podía escuchar con claridad que varias de las flores estaban susurrando las palabras que Sans había dicho segundos antes. Razón por la cual había dejado de contemplar las flores para enfocarse en el esqueleto que le devolvía la mirada con un tono muy similar a la luz que emitían los pétalos. ¿O acaso era al revés?
-Je, estando a lado de ellas, pareces una flor eco más. –Cerró una cuenca de un modo coqueto –¿O debería de decir, la más bonita de todas?
Frisk ni siquiera pensó en algo para responderle, estando anonadada con saber que el esqueleto recordaba lo que le había contado sobre su decepción que había sido no poder apreciar esas flores como lo habría querido. Pero eso ya no importaba, porque ahora tenía un nuevo significado para ellas. Uno que le hizo sentir que sus mejillas comenzaban a acalorarse. Las flores eco ya no serían un recuerdo amargo más. Como si finalmente pudiera deshacerse de ese malestar que aún no comprendía para dar paso a algo que realmente debía contemplar.
Sans era un ser extraño a su manera. Tomaba decisiones en las que sentía no tener otras opciones pese a ser contradictorio cuando se trataba de estar con ella. Siempre estaba ahí para ella, sin saber que lo necesitaba realmente y acompañándole de tal manera que agradecía esos momentos, ya sea colocándose a lado suyo mientras contemplaban la altura a abrazarle para consolarla del llanto. Salvándola de muchas cosas desde algo tan simple como no caer en la estación del tren o que no muriera de hambre a causa de no poder ingresar a comprar sus propios alimentos, a arriesgar su vida contra un grupo de mafiosos caninos o saltar de un edificio con tan sólo sostener la mano del otro para sentir que aún había algo a lo que aferrarse a la vida. A no darse por vencido en su propio malestar conforme descubría las cosas misteriosas sobre su propia persona. A pesar de todo, aunque le dijera que tenían que distanciarse por seguridad o por algún peligro, Sans siempre terminaba ahí. Y pese a lo que había sentido en muchos años, por primera vez sentía que en verdad no estaba sola ante lo que fuera.
Sans siempre estaba para escucharla, para brindarle su saco cuando tenía frío, para consolarla a su manera, para comer juntos, para saltar de un edificio… Sin importar la situación que tuviera, Sans estaba dispuesto y ya. No necesitaba estar más al otro lado de la calle, porque ahora estaba ante él para darse cuenta finalmente.
A su manera, Sans si la complementaba.
-Sans, no logro entender muchas cosas de ti al no decirme nada. –Comenzó a hablar tras finalmente entenderlo. –Así que opté en enfocarme en lo mío, en lo que yo siento por ti. Y creo que me gustas.
La sonrisa coqueta del esqueleto había desaparecido rápidamente, quedando paralizado en el instante al grado de que parecía haber olvidado cómo tener equilibrio en su vida. Cayendo rápidamente de sentón sobre la tierra sin importarle nada más.
-¡Sans! –Frisk se preocupó de verlo en ese estado. Ni siquiera sus cuencas mostraban algo de luz en el momento que le vio caer. –¿Estás bien?
-S-sí, es solo que… no me esperaba… –La voz de Sans era tan baja que las flores eco no habían captado sus palabras. En su lugar, seguían repitiendo "¿Estás bien?" constantemente. –Je… debo estar soñando, ¿verdad?
-¿Estás seguro de que te sientes bien? –Se preocupó aún más por su reacción, agachándose para estar a la altura y poder contemplarlo mejor. Pero tan sólo contempló que su rostro tenía el mismo color de las flores eco. –Creo que puedo buscar hierbas medicinales por aquí.
-No, lo que necesito es que lo digas de nuevo.
Frisk entendió que le haría pasar algo similar a lo que había sido cuando le había aceptado salir a una cita. Suspiró con algo de alivio de que al menos no fuese algo grave. Pero habría agradecido que no fuese tan dramático, la había asustado innecesariamente.
-Dije que CREO que me gustas. –Admitió completamente apenada, sobre todo por la forma en la que el esqueleto le estaba mirando. Sus cuencas recuperaron su brillo de golpe, aunque ahora parecía que irradiaban más intensidad que antes. –No sé cómo identificar realmente estas cosas para saber si estoy en algo preciso.
-¿Y qué necesitas para poder estar segura?
-N-no lo sé… Nunca he pasado por esto antes. Tardé en pensar en esta posibilidad. Yo…
Frisk ni siquiera se había dado cuenta del momento en que el esqueleto le había tomado de la mano, o tal vez había sido tan rápido que ella misma no había logrado captar el instante hasta que veía como estaba besando su mano para acto seguido esbozar una enorme sonrisa que nunca había visto en él antes. ¿En qué estaba pensando?
.
.
.
¡POR FIN LLEGUÉ A ESTA PARTE! ¡AAAAAAHHHHHH!
Sin duda alguna, este 2021 fue un año pesado para mí del que me he encontrado de pie por determinación y también gracias a sus palabras de aliento, apoyo y bonitos fanarts que me han dado. ¡En verdad que ustedes han sido de las mejores cosas que me pasaron este año! Por eso y más, agradezco infinitamente su paciencia en cada cosa que realizo, y apoyo pese al caos andante que he resultado, jeje. Sé que he tratado de prometer muchas cosas y créanme que no las he olvidado, sólo que este año tuve que enfocarme más en sobrevivir que en hacer gran parte de esas cosas.
Muchas gracias por acompañarme. ¡Por un año más lleno de asombro y aventuras!
Michi fuera!
:D
