-Estoy enamorada de usted.
Muffet se encontraba de pie con la mayor firmeza posible en sus palabras, mirándole fijamente pese a la diferencia de estaturas y queriendo contener sus nervios pese a saber que sus ojos reflejarían tarde que temprano ello. Sintiendo cómo un par de sus manos se sujetaban la una a la otra en búsqueda de auto consuelo, mientras no apartaba la mirada del esqueleto que mantenía su característica seriedad que tanto le fascinaba en él.
No había vuelta atrás en sus acciones. Había decidido finalmente confesarse al hombre que le había salvado la vida, que le había dado una oportunidad que nunca había imaginado que pudiera merecerse en su existencia. Su razón de poder creer en sí misma y de ser capaz de tomar decisiones tan precipitadas como la que estaba haciendo justo en ese momento. Y tal vez habría sido conveniente un mejor entorno para hacerlo, haberse esperado un poco más para asegurarse de estar solos o preparar un ambiente más cómodo que no fuese la casa, pero dada las circunstancias, tuvo que hacerlo de esa manera antes de que fuese demasiado tarde para hacer algo más. Los segundos eran una enorme limitante partiendo justo ahora.
-Estás confundida.
Finalmente dijo algo el jefe de familia. Por lo menos el tono de su voz no reflejaba algún mal indicio que quisiera hacerle retroceder. Aquello le hizo dejar de temblar para sus siguientes palabras. Ya había contemplado que pasaría esa clase de negativa de su parte en cuanto se abriera emocionalmente.
-No, no es así. –Muffet mantuvo su firmeza en cada centímetro de su ser. Haciendo el esfuerzo de que su voz no titubeara en ningún instante para reflejar seguridad en cada una de sus palabras. Después de todo, no estaba ahí para retractarse. –Sé lo que siento por usted desde hace años.
Wingdings seguía de pie ante ella, sin mover ni un sólo hueso ni mostrando alguna emoción que le indicase que se hubiese sorprendido con su revelación o molestado por su atrevimiento. Siendo todo un caballero, tan sólo estaba ahí pretendiendo evaluarla con la mirada y siendo una razón más para estar sonrojada por tener su total atención tras su declaración. Aún sostenía la bolsa de su regalo de cumpleaños que le había brindado su amado minutos antes, sin ver su contenido tras darse cuenta en ese instante que no podría ocultar más sus sentimientos ahora que estaba en cuenta regresiva de algo que ni a ella ni a Sans les parecía la idea pese a nunca hablarlo. Pero mientras el esqueleto estaba en total resignación, ella estaba dispuesta a ser sincera.
-Sé... que es mayor que yo por varios años, pero quiero decirle que eso no me importa. –Continuó pese a su silencio, pero sin poder dar un paso adelante mientras no supiera si era apropiado o no hacerlo. –Yo ya no soy una niña, así que por favor, quiero que me vea como mujer. Yo...
-Vete a tu habitación y descansa. –El esqueleto hizo el ademán de estar por girarse y darle la espalda. –Los desvelos constantes en tu entrenamiento deben de haberte agotado y confundido, así que te veremos hasta la cena. Sé que Papyrus está preparando algo especial para ti.
-Yo quisiera poder pasarla con usted a solas antes...
-Te recuerdo que eres la prometida de Sans. –Comenzaba a presentir malestar en su voz. – Ese es tu objetivo desde siempre.
-No quiero casarme con él. Ti voglio sposare!
Lo había exclamado en italiano ante una urgencia de que le comprendiera que estaba siendo sincera y directa, sin medir el tono de su voz que había generado que ahora el resto de integrantes de la casa se asomaran de sus habitaciones y le observaran con sorpresa, reacción que le habría gustado por lo menos en el rostro de su receptor principal en lugar de una total indiferencia tras confesar sus sentimientos. Todos le habían escuchado en un idioma con el que ella no había nacido, pero que se había esmerado en poder pronunciarlo lo mejor posible para respetar sus orígenes.
Tal vez si había sido una gran desventaja de que se confesara precisamente en el pasillo, pero al calor del momento, no había pensado en los detalles por más que se lo había imaginado una y otra vez de un modo más romántico. Ahora tenía que soportar cómo Sans y Papyrus le observaban con total desconcierto, sin ser capaces de decir algo al respecto tras ser sólo unos intrusos del momento que sólo les debería de competir al jefe y a ella.
-Me has educado y entrenado por estos años para ser una mujer digna de tu apellido. –Insistió pese a la incomodidad que le daba ser observada por sus amigos. Pero si no hacía algo más en ese instante, no podría dejar en claro sus sentimientos. Incluso había dejado de hablarle de un modo de cortesía para que se comprendiera mejor su punto. –Pues no cambiaría nada de eso.
-Muffet...
-Así que dame una oportunidad de demostrarte qué tan buena soy para todo lo que necesites. –Pudo sentir como se sonrojaba aún más con sus propias palabras, pero aquello le hizo dar un paso al frente. –Mi objetivo de ser la futura señora Gaster no cambiaría en cuanto permanezca conti...
-¡Muffet!
Le había elevado la voz de una manera que nunca había utilizado en ella, incluso sus ojos amatista estaban alumbrando sobre ella como si de una luz juzgadora se tratase. Los hermanos esqueletos observaban atentamente en el poco espacio que se otorgaban con sus puertas entreabiertas, pero podía distinguir que tenían más atención en ella misma que en cualquier palabra que pudiera emplearle el padre de ellos. Y por primera vez, comprendía porqué se sentían mal ellos cuando eran regañados.
Aquella mirada de decepción no era nada grata, le hacía sentir que le había fallado en algo, cuando sólo trataba de ser ella misma en ese preciso instante. Justo como le había enseñado desde que le había salvado del circo. No más ataduras y menosprecio por cómo era físicamente. La verdadera libertad de su etapa como adulto comenzaba ahora.
-En efecto, ya no eres una niña. Pero te he educado no sólo para ser digna del apellido Gaster, sino para ser una dama. –Pese a que no movía ningún hueso para ningún lado, Muffet entendió que debía retroceder el paso que ella misma había dado. O por lo menos, el tono de su voz le indicaba tal cosa. –Compórtate como tal, que como mujer no pienses que seré permisivo.
-Pero Wingdings...
-Señor Gaster para ti. –Enfatizó tanto con su voz como con la mirada. –Ahora, vete a tu habitación y descansa. No te lo estoy preguntando.
Sus manos que aun sujetaban el lazo del regalo, oprimieron más fuerte como si con ello pudiera evitar que cayera su propia dignidad. Teniendo que reprimir las ganas de llorar tras insistir en no apartarle la mirada, pero sin dar con algo más que pudiera ayudarle al grado de querer apartarse de ahí de una buena vez por la pena. ¿Así se sentía un corazón roto?
-Está bien... –Contestó en voz baja y con mucho esfuerzo de su parte. Notando que eso no era suficiente para el esqueleto frente a ella que estaba esperando algo más en su afirmación que dejara en claro que el tema debía quedar ahí. –... señor Gaster.
Siendo eso suficiente, el esqueleto dejó de alumbrar sus ojos y se dio media vuelta para irse sin necesidad de nada más. Muffet suspiró, tratando de controlarse todavía sabiendo que seguía siendo observada pese a que la conversación ya había terminado. Pero cuando se atrevió a devolverle la mirada a sus amigos, Papyrus inmediatamente apartó la mirada con enojo, saliendo por completo de su habitación para dirigirse a las escaleras y salir de ahí, no sin antes chocar con ella para dejar en claro su molestia. Mientras que Sans, le observó en silencio como si quisiera evaluar realmente qué había pasado, hasta que finalmente rompió con el contacto visual y cerró su puerta nuevamente. Suficientes cosas en conjunto para sentirse sola.
Al ingresar a su habitación, mantuvo sus ganas de romperse con tal de ser tan fuerte como se había prometido. No podía permitirse ser tan vulnerable si lo que quería era que le tomaran enserio en sus decisiones. Aunque tras tantos meses pensando en que llegase el día de confesarse, sí que había sido una decepción total los resultados obtenidos, por más que se hubiese esperado tal reacción de su parte.
Pero sus ganas de llorar fueron más grandes que ella en cuanto abrió la bolsa de su regalo y vio su contenido. Hace tiempo que había mencionado en una comida que, cuando fuese mayor de edad, le gustaría comenzar a maquillarse para sentir que en verdad había crecido. Y el que le regalase justamente un labial cuyo color había mencionado tan sólo en un par de ocasiones, indicaba que tras toda esa frialdad y seriedad que tanto le caracterizaba, siempre le había prestado atención. Tonto, ¿cómo no quería que dejara de enamorarse de él con detalles como ese?
Casi tira su regalo en un sobresalto tras ver que Sans se había aparecido en menos de un segundo, estando sentado en su cama como si hubiese estado ahí todo ese tiempo. Viéndose relajado mientras comía algo que seguramente se había robado de la cocina y terminándoselo antes de hablar sin necesidad de excusarse sobre su intromisión.
-Muy bien, Muffy, ¿qué bicho te picó? –Dejó el plato sobre la cama, sin importarle que estaba dejando migajas. –Jeje, bicho.
-Sansy, quiero estar sola por ahora.
-Si quisieras estar sola, no habrías hecho una escena como esa. –Apuntó con su pulgar hacia la puerta. –Debes admitir que eso fue muy raro hasta para ti.
-Sabes qué fecha es hoy ¿cierto?
-Sí, tu cumpleaños. Aunque debo admitir que Papyrus fue quien me recordó eso.
-Hoy es la fecha que legalmente se cumpliría el compromiso.
Sabía que Sans estaba tratando de aligerar el momento, siendo tan bromista y relajado como siempre pese a saber de antemano que en muchas ocasiones era quien más se tensaba de los tres. Por lo que lamentaba que tuviera que insistirle en que lo que requería de él en ese momento, era justamente seriedad. Al menos aquello le ayudó a opacar sus ganas de llorar para concentrarse en la conversación, aunque a Sans no parecía agradarle ese cambio.
-Lo que queramos o no para nuestras vidas, eso siempre dio igual. –Mencionó Sans tras entender a la perfección a lo que quería llegar. –Creí que lo comprendías tan bien como yo.
-Sansy, admitámoslo, nunca nos interesamos de esa manera como para seguir adelante con eso.
-Je, ¿me vas a decir que siempre me viste como un hijo? ¿Qué quieres ser nuestra madre? –Aunque su sonrisa pareciera que todo se lo tomaba con burla, el tono de su voz reflejaba que había algo de disgusto en él. –Por favor, Muffy, hasta tú sabes que eso suena absurdo.
-Estoy segura de lo que siento. –Mencionó con toda la fuerza que logró en el instante. –Estoy enamorada de tu padre.
Hablar con Sans siempre le había ayudado, pero esta vez, no estaba siendo el caso. El silencio entre ellos era tan incómodo que podían escucharse las pequeñas pisadas de las arañas que lentamente se estaban llevando el plato y recogían una que otra migaja para ellas mismas. Ni siquiera estaba con su sonrisa habitual mientras le observaba con sus cuencas sin brillo alguno.
-El amor no es algo que va de la mano en este negocio. –Sans finalmente se paró de la cama, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, tal y como siempre lo hacía cuando daba por terminado algo que consideraba que no valía la pena el esfuerzo. –Así que un consejo no pedido: tira a la basura lo que sea que te esté pasando. Porque si no... Tu imprudencia va a costarte caro antes de que te des cuenta. Y cuando eso pase, no tendrás a nadie a tu lado porque todos estarán lejos de tu alcance.
Y tras esa amenaza, finalmente la dejó sola tras desaparecer sin aviso previo. Detestaba que hiciera eso, pero por primera vez, agradeció que ya no estuviera. Permitiéndose llorar finalmente, mientras las pequeñas arañas que no estaban ocupadas con el plato se acercaban a ella como si pudieran consolarla, o robarse sus lágrimas en una que otra oportunidad.
Varias horas después, pudo hablar con Papyrus tras atreverse a salir de su habitación al poder controlarse nuevamente. El cual le había preparado el pastel con muchos muffins cuya presentación le dejaba en claro que lo mejor sería no comerlos. En algunos podían asomarse las barras de jabón a modo de decoración.
-SOLO ESTÁS BROMEANDO, ¿CIERTO? –Mencionó el esqueleto menor tras estar sentados juntos en el comedor. Nadie más parecía tener intención de presentarse. –JUNTARTE CON SANS DEBE SER UNA MALA INFLUENCIA PARA TI.
A diferencia de lo que había sido declararse al jefe y hablar con Sans, no pudo mantener el contacto de miradas con él. Papyrus y ella siempre habían sido confidentes del otro, por lo que estaba segura de que el esqueleto se debía de sentir bastante mal de que nunca le hubiese contado algo así desde antes. Pero no lo había hecho simplemente porque eran sus sentimientos y sólo querría compartirlos con su amado. Debía de entenderle más que nadie si había tomado esa postura tras tener que dejar pasar su amor de infancia que había sido la anfibia. Le era evidente que aún no la olvidaba, pero respetaba que no quisiera hablar más de eso. Pero ambos eran diferentes.
-Todavía puedo ser tu amiga, Pyrus. –Comentó tras no saber qué más decirle. Afirmando en su propio silencio. –Esto no debería de cambiarlo.
-¿CÓMO ES POSIBLE QUE NO TE DES CUENTA DE CUÁL ES EL PROBLEMA? –El esqueleto se paró tan de golpe que tumbó su propio plato. –NO SOY TU AMIGO, MUFFET. NO QUIERO TENER ALGO CERCANO CON ALGUIEN QUE PINTA PARA VOLVERSE VULGAR.
-¡Confesar mis sentimientos no me hace vulgar! –Lo miró con total enojo, parándose también pese a haber una diferencia de estaturas pese a tener la misma edad. –Creí que de todos, serías quien me entendería mejor.
-¿ENTENDERTE? ¡ESTO ES UNA LOCURA!
Tras ello, la dejó completamente sola con un pastel y muffins que eran incomestibles. Y tuvieron que pasar varios días para darse cuenta de qué tan sola comenzaba a quedarse, notando que los hermanos dejaban en claro sentirse incómodos con su presencia o el distanciamiento que Wingdings le daba con algunas misiones. No obstante, aquello le hizo querer fortalecerse aún más, arreglándose aún más para dejarle en claro que ya no era una niña como seguramente seguía viéndola. Atreviéndose a coquetearle para que viera qué tan segura estaba en sus sentimientos y decisiones, ignorando o contestando las majaderías que Sans y Papyrus le hacían como si nunca se hubiesen agradado desde hace años. Poco a poco, aquello dejó en claro que ya no podía contar con ellos ni hablar como antes, y si ese era el precio de sus decisiones, no le importaría más. Mantuvo en alto su cabeza y siguió adelante.
Pero un año después, se dio cuenta de que ese no había sido el peor cumpleaños que tendría en su vida. Justo cuando el jefe la había citado recién iniciando el día para que fuese a su oficina. Yendo gustosa de que al fin pudiesen estar a solas y esperando muchas cosas buenas en eso. Pero al abrir su regalo sin envolver, tuvo un mal presentimiento.
-¿Ah? –Levantó las llaves a la altura de su vista, como si aquello pudiera hacerle analizarlas mejor. No parecían ser las llaves de un auto. –¿Qué es esto?
-Tu nuevo departamento.
La arácnida apartó la vista rápidamente de las llaves para ver fijamente al esqueleto sentado al otro lado del escritorio.
-Aunque no dices nada al respecto, es evidente que el frío de Snowdin te incomoda. –Wingdings ni siquiera le miraba fijamente. Tan sólo se acomodó los lentes por un momento para estar escribiendo un par de cheques que parecían tener mayor importancia para él que la arácnida que le miraba perpleja. –Hotland es completamente diferente a este lugar, por lo que te agradará. No sólo es más cálido, sino que es más grande, lujoso, lleno de fiestas, casinos...
-¿Me... estás alejando?
-Hago lo que es mejor para todos. Incluso para ti. –Se quitó los lentes con evidente molestia, ya que nunca le gustaba usarlos, y le tendió el par de cheques recién firmados. –Eres mi responsabilidad quiera o no.
Muffet realmente quería alegar, quería protestar sobre no estar de acuerdo con esa decisión, pero tan sólo bastaba con ver el marco que tenía a lado suyo para darse cuenta de dónde estaba el verdadero problema en todo. Sabiendo que, en cuanto esa imagen estuviera presente en su vida, jamás podría hacer algo a comparación de lo que debería de ser un sólo recuerdo. Por lo que terminó aceptando el departamento y el par de cheques con los que comenzaría a tener un fondo de ahorro al que ella podría acceder cuando quisiera. Le estaba otorgando todo y nada a la vez.
Aun con tal distancia, siempre buscó demostrarle su lealtad, su compromiso al apellido Gaster. Pero no tardó en darse cuenta de que realmente le había puesto a un lado, demostrando que ya no la necesitaba realmente. Sintiendo el peso de la soledad pese a sus constantes esfuerzos, queriendo llevar a cabo la vida libre que le estaba otorgando una vez más pero sin poder disfrutarla.
Habían sido unos años difíciles si debía admitirlo, pero tras mucho esfuerzo, finalmente había vuelto a la casa Gaster. ¿Pero a qué costo? Desde su regreso, estaba observando cómo la familia se rompía a una velocidad alarmante, sin saber qué hacer directamente sin que le apartaran de nuevo. Viendo como Papyrus y W.D. caían en la resignación de lo que les deparaba el futuro ante errores que ni siquiera ellos habían cometido directamente. Viendo como el idiota causante de todo entraba en una locura de la que lamentablemente comprendía a la perfección.
Viendo cómo el integrante más flojo de la casa se había levantado temprano antes que ella, tarareando algo que sólo parecía tener sentido para él y preparando supuestamente el desayuno para todos pese a no ser precisamente comestible lo que estaba sirviendo. O por lo menos, estaba muy segura de que la avena no se preparaba en el café y que los huevos no iban encimados de la fruta. Oficialmente, Sans había perdido la cordura. Era un buen momento para sacrificarlo y acabar con su sufrimiento, pero era una lástima que nadie se lo permitiría.
-ESTO NO ES POSIBLE. –Papyrus estaba a lado de ella, observando desde la puerta de la cocina sin saber qué hacer realmente. –NO SOLO PUEDO CREER QUE SE HAYA LEVANTADO POR CUENTA PROPIA, SINO QUE EN VERDAD ESTÉ PREPARANDO ALGO.
-Algo hizo con la humana y le fue bien, de eso no cabe duda. –Mencionó Muffet de brazos cruzados y recargada en el marco de la puerta. –Ese idiota...
¡No era justo, no era justo, no era justo! ¿Por qué a ella le salía todo mal mientras que a Sans todo pintaba de maravilla? ¿Por qué ella tendría que sufrir en respuesta mientras que en él alumbraba la esperanza? ¿Por qué pese a todo, no podía sentirse del todo mal por él tampoco? Porque tenía que admitirlo, aunque fuese en el fondo de su alma, le alegraba de alguna manera poder ver al Sans que recordaba, contento pese al entorno en el que estaba, disfrutando de algo por muy minúsculo que fuera y esforzándose pese a sentir que no era para tanto. Observándole tararear tras tantos años queriéndole escuchar, pero sintiéndose mal que la razón fuese por algo que estaba dañando a los demás.
Tener que pasarla terrible para que él la pasara bien, simplemente no era justo. ¿Por qué la vida parecía tener sus favoritos?
-ME VOY A MI GUARDIA. –Papyrus comenzó a caminar lejos de la cocina. –DEBERÍAS DE HACER LO MISMO.
-¿Te irás sin desayunar?
-LO QUE SEA QUE ESTÉ PREPARANDO ÉL, NO ME APETECE. –Atajó sin más miramientos. Era irónico que fuese precisamente él quien criticara tales aberraciones culinarias. –Y ES CLARO QUE AL JEFE TAMPOCO.
Eso era cierto, su querido W.D. llevaba días sin tener el ánimo de acercarse a la cocina ya. Retirándose desde muy temprano sin que los demás notaran su salida, hasta llegar bastante tarde como si supiera el momento exacto en el que todos estuviesen dormidos. Por lo mismo le había pedido a sus pequeñas arañas que estuvieran al tanto de él, para atenderlo cuando ella no pudiese, pero por lo que le contaban, aun así negaba su ayuda. Anoche tan sólo se había encerrado en el sótano, trabajando en cosas que nadie requería de momento. Tan sólo parecía querer estar haciendo algo con las manos para no pensar demasiado.
Muffet los conocía demasiado a los tres, por lo que le dolía mucho ver cómo estaban terminando las cosas. Razón más para estar molesta con Sans y su egoísmo. Razón más para detestar a la humana con aire prepotente. Y tras ver cómo Sans les servía avena incomestible a los seguidores incoloros que estaban tan desconcertados como ella, decidió finalmente seguir los pasos de Papyrus. Ya había visto demasiado.
Pese a que el invierno estaba a pasos de acabar, el frío de Snowdin era realmente molesto para ella. Teniendo que abrigarse lo más posible para poder caminar con calma entre calles grisáceas y malolientes. Prestando demasiada atención a su entorno tras obtener demasiada información con una simple sutileza como lo era pasar al lado de cada transeúnte, aunque aquello siempre terminaba molestándola más de la cuenta cuando llegaba a captar repetidamente "la amante del esqueleto" en diferentes sujetos, como si de respeto o miedo se tratase tal vulgar nombramiento. Y aquello le molestaba demasiado, ¿cómo era que el barrio entero parecía tenerle más consideración a esa humana, que a ella que representaba de una u otra manera el apellido de los dueños de la zona?
Realmente había tratado de conocerla, tanto directamente como a través de otros. Queriendo encontrarle razones para dejar en claro lo perversa que podría ser como cualquier ser humano, pero para mala suerte suya, siempre terminaba topándose con gestos de ingenuidad pura de su parte. Solo era una idiota más del montón, ¿entonces por qué le prestaban tanta atención? ¿Por qué la querían tanto? En un par de ocasiones había vigilado en distancia cómo Papyrus le enseñaba a conducir, cuando anteriormente dejaba en claro el repudio que le tenía a los humanos y a que las mujeres condujeran.
Y ahora, parándose en seco, tenía que ver en distancia como su amado era quien se acercaba a la humana. Hablando tranquilamente sentados en el parque, mientras tomaban una que otra bebida que seguramente se trataba de café.
¡Ya... estaba... HARTA DE ESA HUMANA!
Tuvo el impulso de correr hacia ellos, notando que había mostrado sus colmillos ante el enojo, pero se detuvo instantáneamente sabiendo que aquello podría empeorar las cosas, aún más de lo que ya de por sí había hecho. Porque tenía que admitir que su plan había sido demasiado apresurado, teniendo múltiples errores que no logró ocultar en su totalidad. ¿Pero quién podría culparla de querer tomar acciones tan precipitadas? Ante un miembro resignado al desapego, un jefe deprimido y un heredero fuera de su sentido común, era claro que ella tendría que hacerse cargo de todo por más que la quisieran lejos de ellos. Alguien tenía que mantener el sentido común en todo, ya que parecía que nadie más estaba enfocado en lo que realmente debería de importarles.
Tanto su querido W.D. como Papyrus, dejaban en claro lo deprimidos que estaban ante lo que consideraban inevitable. Uno queriendo afrontar la idea de que tendría que casarse a la fuerza, como el otro resignándose a la muerte en manos del Gran Don tras acabarse todas sus oportunidades y planes, limitándose a cumplir con pendientes como si con ello pudiera alargar su cruel destino final. Y eso último era claro por el simple hecho de que el jefe de familia seguía sin decirle nada sobre su repartición de volantes y destrozos en La Madriguera, cuando muy seguramente ya estaba al tanto como muchas cosas que ocurrían en Snowdin. Y eso solo la alarmaba todavía más.
Siendo consciente de su tristeza en aumento, ante ella estaba contemplando que su amado estaba cansado, pero con el humor suficiente para estar relajado ante la humana para entablar una conversación de lo más amena. ¿Por qué parecía ser tan cordial con la tipa que era la razón de sus desgracias? ¿Por qué no la apartaba más de su familia? ¿Por qué... no la apartaba de él? Mientras ella se esmeraba en prepararle el café tal y como le gustaba, a la humana le estaba aceptando un simple café callejero de dudosa higiene. Esa humana ya tenía la atención de Flowey, de los Bunny, de los Dreemurr... ¿por qué tenía que quitarle a los Gaster cuando era todo lo que ella tenía en el mundo?
Muffet seguía estando paralizada en su propio enojo, sintiendo cómo instintivamente había llamado a varias arañas para que estuvieran con ella, obligándolas pese a lastimarse con el frío exterior. Queriendo hacer sentir a alguien más lo que estaba experimentando en el instante, mientras no apartaba la vista de la peor imagen que se hubiese imaginado en su vida.
Al diablo lo que quisiera Sans o no. Lo tenía decidido. Tendría que deshacerse de esa humana de una buena vez por todas. Sin importar el precio que tuviese que pagar por ello.
.
.
Undyne nunca se habría imaginado que terminaría así su vida, pero ahora, no podía imaginarla de otro modo tras terminar disfrutando de la rutina.
Cada mañana la iniciaban antes de que el sol saliera, corriendo a gran velocidad en los alrededores de la mansión, teniendo cuidado de no maltratar las preciadas flores que el señor Dreemurr cuidaba en su crecimiento y usaba para su mercancía en cuanto estuviesen listas. Tratando de seguir sus pasos y siéndole complicado pese a sus esfuerzos. Realmente el monstruo jefe era extremadamente incomparable en cuanto a velocidad y fuerza. Aquello en lugar de bajarle el ánimo, le impulsaba todavía más a querer ser como él. Y parecía que era algo que dejaba evidente, porque el señor Dreemurr parecía sacar siempre lo mejor de ella en cada reto, en cada carrera, en cada lucha.
Y ahora que estaban desayunando tras todo eso, le sorprendió que le había dejado un regalo en su silla donde se sentaba desde su estadía en ese lugar.
-¿Es... un pantalón?
Contempló tras extenderlo ante ella. No entendía, ¿acaso era un modo de burlarse de ella por su atracción hacia las mujeres? No habían vuelto a tocar el tema, pero Undyne estaba muy segura de que el monstruo jefe no lo había olvidado. Ni siquiera ella sabía cómo procesar tal cosa aún como para querer hablarlo de cualquier manera.
-Nunca he usado una falda, pero estoy seguro de que debe ser incómodo entrenar con una. –El señor Dreemurr sonrió tranquilo, mientras partía su comida recién preparada por él. Admitía en sus adentros que había algo de gracia observarlo sostener los cubiertos con semejantes manos. –Tal vez usando una prenda adecuada, puedas intentar alcanzarme. Que tus intentos actuales son muy deplorables.
-¿En verdad no le importa que use algo como esto? –Señaló el pantalón, un tanto perpleja por la situación.
-¿Acaso te importa lo que piense? –Preguntó con un tono burlón que tuvo toda intención de dejar en evidencia.
-Pues... vivo en su casa y soy mujer. Yo...
-¿Dices que prefieres entrenar desnuda?
-¡No! ¡¿Cómo se atreve...?! –Tuvo el impulso de querer arrojarle el plato que aún no tocaba, pero se detuvo por verle reír tras su comentario. –¡Nyaagghh! Deje de jugar así conmigo.
Una gran parte de ella detestaba que siempre se burlara de ella, pero otra admitía estar disfrutando esa clase de dinámica tras estarle tomando algo de confianza. En su poco tiempo con él, había notado que al señor Dreemurr le gustaba la sinceridad absoluta, sin ataduras de uno mismo sin importar lo que se pensara del otro o no. Su mera presencia irradiaba fuerza en todos los sentidos, confianza absoluta y profundo temor pese a que sonriera a los presentes. Y en todo eso, debía sumarle la calma que de una u otra manera le generaba tras darle verdaderos objetivos en su vida.
Cada vez más comprendía porqué el monstruo jefe tenía tantos seguidores consigo, a su vez que comprendía mucho más porqué era de mucho temer. No le importaba decir lo que pensaba y no tenía razón de ser lo contrario. Francamente, dudaba que existiese alguien en el mundo que irradiara tanta confianza en sí mismo como él.
-Solo es ropa, Undyne. –Dio un bocado rápido, antes de seguir hablando. Observándole con esos ojos dorados que reflejaban lo divertido que estaba con la situación. –Podrías estar vestida de payaso, sentirte cómoda por eso y solo a ti debería de importarle esa clase de detalles. Porque de lo contrario, le estás dando demasiado poder sobre ti a otros con tan sólo cuestionarte esa clase de estupideces.
-Gracias, pa... ¡Señor Dreemurr!
Se tapó la boca con total vergüenza. Pese a lo rápido que se había dado cuenta de su error y corregido en el instante, por la ceja alzada del monstruo jefe quedó en evidencia de que se había percatado de su estupidez. ¡Mierda! Ahora sí que había hecho el ridículo ante él. Tuvo el impulso de romper algo para acabar con esa incomodidad y salir despavorida por la ventana antes de que la situación empeorara, pero paró en seco todo intento imaginario tras escucharlo reír a carcajadas nuevamente.
Genial, no le haría olvidar eso nunca, ¿cierto? Tal vez la mención de la vestimenta de payaso no era tan mala opción para ella, porque era así como se sentía en ese preciso instante.
-¿Tan viejo ya me veo? –Sus colmillos estaban demasiado visibles con su alegría. –Es por la barba, ¿cierto? Sabía que debía quitármela, pero es complicado considerando que soy una bola de pelos andante.
-L-lo siento... –Podía sentir su cara arder por la vergüenza. Saltar por la ventana era demasiado tentador conforme pasaban los segundos.
-No hay problema. Después de todo, si tengo edad para parecer tu padre y el de muchos por aquí. –Con su tenedor en mano, señaló a los sirvientes del entorno que estaban atentos a todo movimiento, estando dispuestos a ayudar en lo que fuera pese a que el monstruo jefe dejaba en claro no necesitarlo. –En cuanto no se me perciba como un abuelo, supongo que está bien.
Dicho eso, se dispuso a seguir comiendo con toda tranquilidad. Sin importarle la pena que sentía ella tras lo acontecido, pero resignándose a sentarse finalmente para comer en silencio. Había dejado el pantalón a un lado de ella, pero ocasionalmente se giraba a verlo sin poder dar crédito de que en verdad usaría algo así. Solo alguien como el Gran Don podría otorgarle algo así y generarle el ánimo suficiente para realmente emocionarle ese cambio.
A simple vista, parecía un pantalón más, siéndole muy similar a los que había observado en los caninos que aún permanecían en la casa del señor Gerson, por lo que podía considerar que se trataba de una especie de uniforme. Y si bien eso le habría podido insultar en su pasado, la actual ella se sentía más halagada por ese hecho.
Estaba contenta con la nueva vida que estaba construyendo.
-¿Así que comenzarás a llamarme "papá" a partir de ahora?
-No va a olvidarlo nunca, ¿cierto?
-Totalmente.
Undyne resopló con incomodidad mientras le escuchaba reír nuevamente, pero por alguna razón, le daba la impresión de que al monstruo jefe realmente no le molestaba esa mención.
.
.
El cabaret seguía cerrado por las reparaciones necesarias y falta de equipo nuevo, por lo que Frisk realmente no tenía mucho por hacer fuera de lo común que era preparar los alimentos o limpiar una que otra cosa tras haberse adelantado a lavar la ropa. Además del hecho de que la señora Bonnie le había negado su intento de contactar con alguien que tenía el sustento económico para brindar dicho apoyo. Sin importar qué solución brindara, los conejos parecían preferir prostituirse a recibir esa clase de cosas menos peligrosas.
Y si bien todo eso le daba tiempo libre, Frisk habría preferido que no fuese el caso para no tener tantas preguntas rondándole cada minuto. Revisando varias veces su bolsa de tela donde estaba comenzando su colección de semillas para futuros plantíos, para cuando lograra recrear el huerto en el parque y la reconstrucción de su floristería.
Desde que Sans le había regresado a La Madriguera tras la cita, no le había dicho nada más salvo una breve despedida. ¿Por qué? ¿Acaso en verdad había hecho mal en haberle dicho que posiblemente le gustaba? Ni siquiera era una afirmación de su parte, por lo que no debería de haber sido un problema a como se lo había planteado Muffet. No tenía sentido. ¿O acaso si lo tenía y no podía notarlo? ¿Acaso le había insultado de alguna manera? ¿Debía de disculparse por eso? ¿Cómo si no le estaba viendo? Le había preguntado a Don Gaster por él, pero le había respondido que si bien había llegado a su casa, no habían hablado tras estar cada quien en lo suyo. Aquello le había inquietado, mas no preguntó más en ello al sentir que de cualquier manera no tenía nada más por aportarle.
-Frisk, tienes visita.
Tras escuchar el grito desde las escaleras, Frisk se levantó de la cama tras extrañarse de eso, mientras seguía sin soltar una de las semillas de flores puente con la que había iniciado su nueva colección. El único que le visitaba era Sans y nunca avisaba, tan sólo llegaba al techo y le esperaba hasta que subiera. ¿Acaso tenía intención de hacerlo diferente?
-Te acompaño. –Mencionó Flowey desde la ventana en donde estaba colocada su maceta, extendiendo sus lianas para estar por enredarse en su brazo, pero Frisk le detuvo con un simple ademán de su mano. –¡Agh! Puedo notar en tu cara por qué no quieres.
-Casi lo matas una vez, no quiero que ocurra de nuevo. –Le recordó sin necesidad de más explicaciones. –Mejor sigue aprovechando la luz solar. Tus pétalos ya están surgiendo.
-No importa cuánto me lo digas, no puedo soportar la idea de que pretendas algo serio con ese sujeto.
-Ya te dije que no es eso. –Mencionó Frisk mientras apartaba la mirada en él. En efecto, ella no tenía idea de cuál sería el siguiente paso en todo eso, cuando el mismo esqueleto seguía sin decirle nada. ¿Qué podría esperar en todo eso realmente? Se sentía todo tan raro. –Espérame aquí.
Tras cerrar la puerta y bajar las escaleras, notó que aún tenía en sus manos la enorme semilla, por lo que la guardó en la bolsa de su mandil para no tener que regresar a la habitación. Aun pensando en qué pudiera hacer de ahora en adelante. ¿Las cosas seguirían igual entre ellos? Siendo sincera, no le molestaba si fuese así, si de cualquier manera no estaba segura de lo que realmente sentía por él o no, y eso se lo había remarcado al momento de hablarlo. Estar en una simple especulación no debería de ser una garantía de poder dar un siguiente paso a lo que sea que estaban teniendo, ¿cierto? Aunque tampoco tenía experiencia en ese tipo de ámbitos para saber si estaba en lo correcto o no. ¿Y si Sans seguía sin decirle nada porque estaba en algo similar a ella? ¿Y por eso estaba sin presentarse porque realmente no sabía qué decirle?
Suspiró con exasperación mientras terminaba de bajar las escaleras. En verdad que todo sería más sencillo si tan sólo el esqueleto fuese más comunicativo.
-Huhuhuhu, saludos, humana.
Frisk se detuvo en seco tras ver a la chica arácnida, esperándole en la sala de piernas cruzadas y observándole con cierta malicia que le anticipaba que su presencia no era nada bueno. O al menos eso le parecía por las expresiones nerviosas de Ronnie y la señora Bonnie que estaban acompañándole de tal manera que parecían no querer estar ahí realmente. Le habían traído té que estaba degustando de alguna manera, aun cuando Frisk sabía que había tan poco por ofrecer que bien podría tratarse de solo agua caliente.
-¿Qué quieres? –Preguntó Frisk al estar lo suficientemente cerca.
-Pff, majadera como siempre. –Bufó Muffet mientras cruzaba un par de sus brazos. –Por lo menos podrías fingir que te da gusto verme.
-No soy mentirosa. –Se sentó frente a ella, teniendo la mesita central separándolas y a Ronnie a lado suyo. –Tus visitas por cuenta propia, nunca son con buenas noticias.
-Bueno, ya que lo pondrás de esa manera, iré al grano. –Tomó el restante del contenido de su taza a modo de pausa dramática. –Como ustedes sabrán a la perfección, esta parte de Snowdin está a mi cuidado y autoridad, por lo que me responsabilizo de los daños ocasionados en este lugar. Estoy dispuesta a no escatimar en gastos para que este cabaret vuelva a operar con normalidad y sin la intromisión policiaca que entorpecería el crecimiento laboral.
Muffet hablaba con tanta diplomacia, que hizo que Frisk se mantuviera alerta por si en cualquier momento hacía una mala jugada de su parte. De alguna manera, le recordó al modo de hablar de Don Gaster cuando de negociar se trataba.
-Sin embargo, debo resaltar que he sido muy permisiva en cuanto a tu imprudencia, humana. No sólo no te has quedado quieta, saliendo a sabrá donde en variadas ocasiones, sino que has empeorado el rumor sobre "la amante del esqueleto" que te vincula a la familia Gaster, lo que es una ofensa a quienes cordialmente te han ofrecido protección en todo este tiempo.
-Yo no he hecho nada… –Comenzó a querer excusarse, pero la arácnida la detuvo rápidamente.
-Y pese a las advertencias que se las ha dado tanto a este lugar como a ti, humana, han insultado los beneficios y garantías que se les ha ofrecido bajo el manto de la familia Gaster. Por lo que también puedo tomar la postura de no hacer absolutamente nada y dejarlos a la deriva tras sus incumplimientos en conjunto. Incluso podría matarlos en este instante en respuesta a sus constantes fallas e insultos.
-¡No…!
Frisk se paró de golpe, pero todos los ojos de la arácnida se iluminaron al mismo tiempo que sintió cómo sus pies no le respondían. ¿En qué momento le había arrojado telaraña en sus piernas? ¿Y también lo había hecho con los conejos? Con razón estaban tan nerviosos desde antes. La arácnida ya los había sujetado desde antes y por eso le habían gritado que viniera. ¿Tampoco hablaban porque Muffet se los habría pedido? ¿Era una especie de secuestro lo que estaba haciendo?
-Como ya notaste, podría en verdad matarlos… Pero no quiero. No es mi estilo, huhuhu. –Contemplarla con esa mirada brillante de muchos ojos, era realmente aterrador. Sumándole a su sonrisa afilada y risa melosa que seguía sin agradarle. –En su lugar, les daré la oportunidad de defenderse, pero los precios serán altos para esta clase de piedad.
-¿A qué viene todo esto realmente, Muffet?
-A que tengo ganas de jugar contigo humana, huhuhuhu. –Canturreó mientras se acercaba a ella, para sujetarla de la barbilla. Realmente parecía que fuese a morderla en ese instante. –Apostemos quién es mejor.
.
.
Chara era consciente de que le esperaría una reprimenda en cuanto pusiera un pie nuevamente en el Pozo de los deseos, pero no quitaba el hecho de serle algo exasperante tales actitudes. En cuanto había llegado, la habían encerrado en su habitación sin contacto alguno salvo para entregarle sus alimentos. Ya que al menos su habitación era de las pocas en el lugar que contaban con baño propio.
Y tras varias horas, el jefe finalmente se había dignado en ir con ella. Y si debía de admitirlo, contemplar a Kris realmente enojado era algo divertido. Por lo menos le había quitado ese rostro inexpresivo para la ocasión, pudiendo contemplar realmente sus ojos oscuros que irradiaban enojo conforme daba pasos alrededor de su recámara en cuanto se encerró ahí con ella.
Algunos miembros de la yakuza estaban al otro lado de la puerta, como si con ello pudieran evitar que saliera de ahí estrepitosamente. Pero Chara estaba muy segura que era para aislar al propio dueño del lugar, que muy probablemente le interesaría saber cómo le había ido con el magnate que daba mucho de qué hablar en el país. Y sólo por ello podía agradecer estar con Kris primero antes que con ese vejete, porque al menos de esa manera podía anticiparse a muchos movimientos que se le habían ocurrido en el proceso, y que esperaba que el jefe finalmente le reconociera para que dejara de tenerla encerrada.
-Una simple cosa te he pedido, Chara. Solo una maldita cosa…
-¡Wow! Debes estar en verdad molesto si ya estás maldiciendo. –Se burló con total descaro.
-… y esa es que no salgas, que permanezcas aquí hasta que tengas una nueva orden de mi parte. –Continuó Kris mientras le señalaba constantemente con su dedo, como si con ello quisiera dejar en claro que el regaño era para ella y no para las velas apagadas que tenía alrededor de la habitación. –Pero no solo me desobedeciste, sino que te expusiste en terreno peligroso.
-Relájate Kris, ni siquiera hubo sexo. –Chara se encogió de hombros sin importarle su malestar. Al menos le permitió estar sentada en su cama mientras él no paraba de caminar constantemente. –Ese hojalata sólo quiso compañía en su habitación y ya. Francamente fue muy aburrido y deprimente.
-Mettaton Blook… ¿Siquiera sabes quién es realmente? ¿Su apellido?
-Por el tono de tu voz, supongo que te refieres a que es de la familia Blook.
-¡Exacto! Y dejamos el cadáver justamente en la construcción de su parque temático. Sujeto que tú misma mataste imprudentemente y que ahora fuiste a ponerte de evidencia. –Realmente lo escuchaba exasperado, y si bien eso indicaba que podría golpearla en cualquier momento, no podía dejar de pensar que le agradaba más que se mostrara así. –Mientras nosotros quisimos poner en problemas a los Blook, tú nos expusiste aún más. ¿Tanto nos odias como para querer traicionarnos?
-No les amo, eso es un hecho, pero tampoco he buscado eso ni ha sido mi intención alguna vez. –Soltó la chica sin siquiera pensárselo. Hacía tiempo que quería decir esas primeras palabras y vaya que había sido una ocasión interesante para hacerlo. –Aunque no lo creas, soy demasiado cuidadosa en mis movimientos. Así que es ofensivo para ambos que no reconozcas mis habilidades, porque eso te hace a ti un mal maestro.
-Chara...
-Sé que arruiné la vez con el hijo del alcalde, así que creé una nueva oportunidad y una mucho mejor. El robot millonario tiene contactos políticos, incluyendo al alcalde. –Le interrumpió con prisa para que no arruinara su explicación, aun cuando eso le molestaría aún más poco después. –Tiene intenciones de volver a solicitarme sólo porque aparentemente me parezco a la chica de la que se ha enamorado, así que le di otro número para no tener que pasar primero por el vejete de aquí. ¿Te das cuenta? No sólo tengo pase directo para acercarme nuevamente a nuestros objetivos, sino que puedo manipular a uno de los hombres más influyentes de esta ciudad.
-Es una jugada peligrosa. –Kris se detuvo en seco.
-Querías que jugara, ¿no? –Canturreó Chara tras saborear una aparente victoria. –Sólo tendríamos que averiguar qué chica es de la que se enamoró para parecerme más a ella. Así podría manipularlo aún más y...
-No.
-¿Qué? Pero, Kris...
-Debo reconocer que tu jugada fue interesante, pero no puedo correr un riesgo como este. –Parecía que había hablado más consigo mismo que hacia ella. Chara no pasó desapercibido que el jefe comenzó a transpirar, dejando en evidencia que algo en todo eso le había puesto nervioso. Eso era extraño. –Mettaton Blook fue un antiguo aliado de Dreemurr. Y no sólo le traicionó, sino que ha logrado mantenerse con vida tras eso. No es alguien a quien deberíamos de tomarnos a la ligera, mucho menos tener cerca.
-Pues el tipo parecía demasiado deplorable. –Comentó Chara sin ocultar su molestia por haberle opacado su movimiento inteligente. –No creo que tengamos una oportunidad mucho mejor que esta, Kris.
-Lo sé, pero aun así no iremos adelante en esto.
Por un instante le pareció que le brindaría una cachetada como manera de terminar la discusión, pero el líder se detuvo en su propio intento y bajó la mano lentamente. Como si pensara detenidamente conforme disminuía la altura de su mano aun en posición firme.
-Sé... que no te ha agradado en ningún momento estar con nosotros, ni la vida que pude ofrecerte, pero he agradecido que pese a todo, sigas aquí. –Kris estaba demasiado tenso, y su olor detonaba aún más aquello que no podía reflejarlo con facilidad en su rostro. –Tal vez no lo entiendas, pero créeme que todo lo que he hecho, ha sido por ti y para ti.
Chara no dijo nada al respecto. Esperando a que el tipo siguiera con su repetitivo discurso o se largara de una buena vez, porque sin importar cuál camino fuese, no llevaría a nada. No, no lo hacía por ella, lo hacía por el apellido Saito. Apellido que debió morir al igual que ella.
En cuanto se fue y le dejó encerrada con todo y sujetos que le impedirían escaparse nuevamente, se arrojó a su cama con total frustración que soltó en la primera almohada que tuvo al alcance. Gritando hasta el grado de sentirse sofocada y esperando realmente poder ahogarse en el proceso para no tener que seguir en tal lamentable existencia. Pero no, una vez más parecía que no tenía alternativa alguna. Última vez que intentaba hacer algo útil para la yakuza.
Maldito Kris, ¿por qué se detenía tanto? En verdad había sido una oportunidad más que perfecta que, si bien no había sido su objetivo al principio, había construido en el proceso conforme había terminado escuchando al robot. Si no le fallaban los cálculos a lo que se acordaba, el tiempo estipulado era cada vez más corto. ¿Por qué parecía ir tan lento en la venganza? ¿Qué no deseaba que mataran de una buena vez por todas a Asgore? Él le había culpado de estarse auto saboteando ante el temor de la incertidumbre de lo que vendría para ella después de eso, pero ahora parecía que él era quien auto saboteaba todo. O de lo contrario, no se explicaba por qué no le había dado una mínima oportunidad a la estrategia que había creado.
Algo en todo eso le había puesto nervioso. ¿Por qué?
.
.
¿Cómo había terminado en tal situación? Frisk no encontraba palabras adecuadas para describir siquiera en lo que estaba. Teniéndolos bajo el poder de sus telarañas, Muffet los encaminó hacia el cabaret que pese a que se había recogido todo el desastre, era lamentable de contemplar cómo había quedado con una gran baja de mercancía y muebles. Y aún más cuando todo lo que había estado cubierto de lianas, ahora estaba repleto de telarañas cuya causante los estaba llevando casi a rastras. ¿Debería intentar llamar a Flowey para que les rescatara? ¿O eso empeoraría más las cosas?
Tras ver directamente el escenario, contempló con gran preocupación que el resto de los conejos ya estaban ahí, sujetados como si de presas se tratasen ante tantas arañas pequeñas rodeándoles y estando inconscientes como si de un sueño profundo se tratase. Y tras hacer que llevaran a Ronnie y a la señora Bonnie junto con ellos, lanzó una nueva telaraña para dirigirse hacia el techo con una facilidad que debía de admitir que era impresionante. ¿Y dónde estaba Shyren?
-Muy bien, humana. Este es el trato. –Muffet se encontraba columpiándose con sus telarañas, observándole desde arriba de modo prepotente. –Si logras llegar a mí en menos de diez minutos, repararé todo este lugar sin costo alguno y perdonaré todo lo demás. Incluso dejaré de cobrar cuota de vigilancia para aligerar aún más sus cargas. Pero si no lo logras, tendrás que irte de la ciudad para siempre. Simple, ¿no crees?
-Esto es una tontería. –Soltó Frisk sin siquiera meditarlo.
-Supuse que así lo tomarías, así que me tomé la libertad de incentivarte con algo más en juego, huhuhu. –Señaló la gran telaraña donde estaban amontonados los conejos. Notando a la distancia que tanto Ronnie como la señora de la casa comenzaban a dormirse tras algo que habían llevado algunas arañas. ¿Acaso los había dormido con lo mismo que le había inyectado Don Gaster aquella vez? ¿Y por qué los conejos lo permitían? ¿Por qué no se habían defendido? ¿Tanto miedo le tenían? –En verdad no quiero matar a nadie, pero eso no significa que no vaya a lastimarlos. Así que, si te opones a participar... No querrás ver lo que ocurriría, huhuhuhu.
Frisk ni siquiera lograba entenderla sobre por qué estaba haciendo así las cosas, aunque tampoco es que la entendiera las otras veces como para realmente sorprenderse por eso. Al ver que había sacado un reloj y puesto en marcha tras colgarlo en una de las telarañas, supuso que esa era indicación suficiente para saber que había iniciado su aparente juego de atrapadas. ¿Qué no era mejor hablar las cosas? ¿Por qué complicarse?
Viendo que todo el lugar estaba repleto de telarañas, se dispuso a subirse en una de las sillas para ver si podía trepar tales cosas, a lo que rápidamente se percató de que eran bastante resistentes pese a lo delgadas que eran. Por lo que se subió con cuidado a una y se quedó quieta por unos cuantos segundos para comprobar si realmente podría andar en ellas. ¿Cómo era que las creaba? ¿Le salían de las manos o de alguna otra parte del cuerpo?
La forma en la que Muffet lograba moverse entre las telarañas era muy llamativo si debía reconocerlo, como si estuviese bailando en el aire en un ritmo que sólo ella parecía captar. Frisk apenas y había logrado estar a cierta altura para darse cuenta de su poco equilibrio. Si no lograba poder estar de pie como la chica de piel púrpura, mucho menos lograría alcanzarla. Y evidentemente, eso era lo que quería Muffet en todo eso, creando un juego en el que se aseguraba que solo ella pudiera ganar.
El hilo que había estado sujetando, rápidamente se rompió en sus manos y se aferró rápidamente a otro para no caerse a esa altura. ¿Así que no duraban tanto? Eso empeoraba aún más las cosas. Y por el torpe movimiento que había hecho con tal de sujetarse a lo que sea, había dejado caer las cosas que había tenido en el bolsillo de su mandil. Escuchó cómo Muffet se burlaba desde su posición, pero Frisk la ignoró tras ver sus cosas en el suelo. Su chequera que tenía que cargar consigo en todo momento a indicación de Flowey, y la semilla que había olvidado guardar en su lugar.
Frisk comenzó a bajar por ellas con sumo cuidado ante la inestabilidad de los hilos. De ninguna manera podría detenerla en su propio terreno, por lo que tendría que recurrir a lo único que conocía bien.
-¿Tan rápido ya te diste por vencida, humana? Fuhuhuhu.
La ignoró tras exasperarle su actitud conforme pasaban los segundos. Se dejó caer al considerar suficiente altura para poder hacerlo de pie, aunque terminara ladeándose un poco y teniendo que extender sus brazos para recuperar el equilibrio. Tras lograrlo, recogió sus cosas y guardó la chequera de vuelta mientras sostenía la enorme semilla con sus dos manos como si sujetara una fruta. Contemplándola unos segundos para acto seguido, girarse hacia la barra del bar y correr en el instante hacia ese punto para servirse un tarro con agua.
-¿En verdad crees tener tiempo para tomar agua en un momento como este? –Curiosa de su acción, Muffet se había acercado desde las alturas en unos cuantos saltos que le habrían hecho digna de ser contemplada en pleno escenario. –¿Qué...? ¡Aaahhh!
Tras colocar la semilla en el tarro con agua, rápidamente lo había arrojado hacia la arácnida como si de una granada por explotar se tratase. Aunque era la primera vez que las veía en físico, conocía a la perfección todo sobre esa clase de flores tras estudiarlas como a muchas otras. Tan solo requerían estar sumergidas en agua para crecer inmediatamente al tamaño de una persona. Por lo mismo eran parte de la flora pantanosa y un peligro por tener en lugares cerrados. Muffet lo estaba comprobando por su cuenta tras tenerla encima, haciéndole caer con su peso mientras el tarro se hacía añicos tras ser incapaz de contener semejantes pétalos que podrían soportar el peso de una persona sin problemas.
-Pero... Esto no es justo. –Muffet tuvo que arrastrarse un poco para liberarse y poder levantarse tras eso. Sus ojos ya no estaban brillando, al igual que las telarañas. –No se suponía que fuesen así las cosas. ¡No es justo!
-Nunca dije que jugaría esta tontería, para empezar. –Aclaró Frisk mientras se acercaba. –Así que despierta a la familia Bunny y déjate de...
Sin poder prever que pasaría, Muffet le brindó una cachetada tan fuerte que casi le hizo caerse. No obstante, Frisk le dio una de vuelta, con la misma intensidad y con el mismo enojo tras no soportarla más. ¡¿Cuál era su problema?! ¿Por qué siempre buscaba meterse con ella? ¿Por qué no la dejaba en paz?
-¡Lárgate de una buena vez, maldita pueblerina! –Frisk logró sujetarle un par de sus manos tras ver que le atacaría nuevamente, pero era evidente que eso no le ayudaría tras tener ella la ventaja de tener más manos a su disposición. Estando jalándole ahora el cabello, como si quisiera levantarla ante la leve diferencia de estaturas. –Tú ya tenías una vida propia, ¿no? Pues vete por ella en lugar de tomar la mía.
-Yo no quiero tu vida. Deja de hacerte ideas raras de mí. –En verdad le estaba doliendo su cuero cabelludo, por lo que, al tener sus manos ocupadas, le dio un pisotón para intentar alejarla. –¡Eres una infantil!
-¡¿Infantil, yo?! –Le jaló más fuerte su cabello, lo cual hizo que soltara lágrimas silenciosas. –Tú eres una maldita boba que no sabe separar las cosas de la realidad. ¡Estoy harta de ti!
-¡Y yo de ti!
Teniendo que dejar que le jalara aún más el cabello para lograrlo, tomó el impulso para levantar ambas piernas y aferrarse a ella para que cayera, acordándose de la manera de pelear de Papyrus en aquella vez que invadieron su casa, pero haciéndolo mal indiscutiblemente. Pudo sentir cómo le había arrancado una buena parte de su cabello, pero optó por no darle importancia tras tenerla finalmente en el suelo, aunque aquello tampoco le ayudaría mucho tras una vez más teniendo Muffet la ventaja de tantos brazos. Vaya que eso le era muy útil para momentos como ese, pero pésimo para ella misma considerando como estaban las cosas. Ahora la arácnida le tenía sujeta y la había lanzado hacia atrás de ella, doliéndole demasiado caer de espaldas.
Tal vez el dolor debería de ser un indicativo suficiente para detenerse en ese pleito sin sentido, pero Frisk puso a un lado todo pensamiento lógico y se levantó como pudo antes de que la arácnida pudiera hacerle algo más. Claramente Muffet tenía toda ventaja sobre ella en todos los aspectos. Tenía magia poderosa, múltiples brazos, múltiples ojos que limitaban alguna posibilidad de puntos ciegos, colmillos afilados de los que debía cuidarse por si llegaba a morderla, gran experiencia de combate... Y sumando a todo eso, estaba muy enojada con ella.
Sí, Frisk las tenía de perder en esa lucha iniciada. Pero lo cierto era que quería seguir pegándole, aun cuando no tuviese ningún sentido hacerlo y que muy probablemente terminaría matándola.
-Te crees mucho por tener la atención de todos, ¿cierto? –Muffet se arrojó sobre ella, haciéndole caer a ambas teniéndola encima. Ahora sí que no podría librarse de algo así. –¿En verdad crees que puedes tener una vida de cuento? ¿Te crees merecedora de todo lo bueno en el mundo? ¿Eh?
-Enserio, ¿cuál es tu problema conmigo? –Frisk intentó forcejear para librarse de ella, pero era inútil. Muffet no solo estaba encima de ella inmovilizándole las piernas de ese modo, sino que además tenía sujetadas sus manos, hombros y cuello con tal de que no intentara ni pudiera hacer algo más. –¿Pretendes matarme ahora?
-¡No! ¡No quiero matarte, idiota! Solo quiero que te vayas.
-¿Por q...?
-¡Porque no puedo soportarlo! –Exclamó interrumpiéndole, tras sacudirla de los hombros con fuerza. Aunque le lastimara, su agarre había disminuido un poco tras su exclamación. –A mí me alejaron, me mantuvieron lejos de sus vidas... Mientras que a ti sólo te mantienen cerca, atentos a ti, queriendo conocerte cada día más. ¡Simplemente no es justo!
Su última exclamación estuvo entrecortada tras las lágrimas que comenzaron a surgir en sus múltiples ojos, cayéndole a su rostro tras la posición comprometedora en la que se encontraba, e incomodándole un poco eso. Por lo que dejó de forcejear para sólo contemplar a la chica que parecía estar desmoronándose tras su grito exasperado. Ahora entendía qué pasaba, aunque le habría gustado llegar a esa conclusión de otra manera menos violenta y absurda.
-Yo he... dado mi vida por ellos... –Muffet hipó un poco tras estar en llanto. –¿Por qué no me quieren como a ti?
Frisk no tenía una respuesta a eso, porque no era necesaria. Era como si finalmente pudiera estar completando un rompecabezas del que no se había percatado del momento en el que había comenzado a armarlo. Muffet era una entrometida en todo aspecto, pero eso era porque deseaba formar parte de una u otra manera, ¿cierto? Aun cuando la detestaran más en el proceso, estaba dispuesta a colaborar y que se le reconociera sus esfuerzos. Y eso era muy Gaster de su parte.
A Muffet le gustaba molestarlos, pero a su vez parecía estar velando por ellos a su manera. Queriendo jugar, bromear, formar parte... Su apego a la familia esqueleto era porque los consideraba todo lo que tenía y conocía... y eso le recordaba demasiado a ella misma. Por lo que, al estar viéndose en esos múltiples ojos llorosos, era como verse en el espejo y no agradarle su reflejo.
-Eres como yo. –Soltó Frisk en el instante. –O más bien, creo que yo habría sido como tú.
-¿A qué te refieres?
-Tu forma de ser con ellos, es tal y como lo haría una hermana menor.
Fue evidente que su respuesta no le gustó para nada, sin embargo no la agredió más por eso. En su lugar, desvió su mirada llorosa y se apartó de ella para terminar acostándose a lado suyo tras estar visiblemente agotada tras el esfuerzo. ¿Acaso era algo que ya había pensado o escuchado antes? Sin importar cuál fuese la razón, no tenía el ánimo de preguntarlo ni saberlo. Ya había tenido demasiado por ahora.
No solo tendría que limpiar todas las telarañas esparcidas, y vidrios rotos por el tarro, sino que además tenía que recoger la gigantesca flor que lamentablemente no podría conservar. ¿Flowey podría ayudarle con eso? ¿Habrá escuchado todo el escándalo que habían hecho al pelear? También tenía que esperar a que los conejos despertaran, ¿cierto? Si en verdad era la misma sustancia que le habían inyectado, ¿tardarían lo mismo que ella para despertar? Quería preguntarle a la arácnida esos detalles, pero no quería interrumpir tampoco su llanto que podía escucharle sin necesidad de verle.
Al menos ya tenía cosas en las qué distraerse, en lugar de pensar en si había hecho algo bien o no con Sans.
-¿De dónde sacaste semejante planta? –Escuchó que Muffet le preguntó tras varios minutos que había logrado marcar rítmicamente el cronómetro que aún estaba arriba de ellas. –¿Por qué pensaste en derrumbarme con una flor?
-Yo solo sé de flores. –Siguió sin girarse por si aquello hacía que volvieran a pelearse. –No pude pensar en algo más.
La arácnida emitió un sonido que pudo interpretar como burla. Al menos ese era un indicativo de que ya se había relajado un poco, pero no sobre si había cambiado de parecer o no sobre quererla lejos de la ciudad. Los Gaster eran seres repletos de problemas por falta de atención. Y Muffet no era la excepción, tuviese el apellido o no.
-Bueno... por ahora me quedo con la satisfacción de que te vencí en pelea. –Comentó Muffet tras un rato más. Ninguna teniendo el ánimo de levantarse todavía. –Aunque no tenías oportunidad alguna desde el principio.
-No negaré eso.
.
.
Por más que se mirara al espejo, Undyne no podía creer lo bien que se veía con pantalón. Si bien ya había usado uno en un par de ocasiones para ocultar su propia identidad, era la primera vez que se dignaba en contemplarse al espejo, como si en ella finalmente pudiese aceptar que alguien como ella podría usar algo así sin importarle los comentarios que le llegarían con ello. Y vaya que era una prenda de lo más cómoda tras dar varias patadas al aire para comprobarlo. El señor Dreemurr tenía razón, la ropa le había estado deteniendo en su entrenamiento.
Con su poco conocimiento a la costura, había tenido que arreglarle un poco para que le quedara a la perfección, ya que había resultado bastante grande para su cintura por tratarse de algo hecho para un hombre. Y tras querer lucirlo con una blusa que quedara con el uniforme, había terminado cortando más de la cuenta la prenda y terminado mostrando su abdomen sin ser aquella su intención, e intentó solucionarlo con un chaleco cuyo resultado le fascinó todavía más tras verse en el espejo nuevamente. Aunque le quedaba algo pequeño por su pecho y mostrando de cualquier manera su abdomen.
Le era extraño estar asombrada con su reflejo. Era como si por primera vez, se viera a sí misma. Se sintiera realmente como ella y no como un objeto que debía de verse bien por el bien de la comisaría.
Pero ya había visto demasiado, tenía que quitárselo y dormir de una buena vez para no estar cansada en el siguiente entrenamiento. Quería comprobar qué tanto podría superar con esa clase de cambio. Pero un ruido exterior le mantuvo alerta tras parecerle extraño si en su balcón daba vista a las amapolas. ¿No era muy noche para comenzar a recolectarlas? Y en efecto, era muy noche para algo así, por lo que al apartar la cortina, lo que estaba viendo era una pelea entre una amalgama con forma de ave y... algo que no pudo reconocer con precisión tras tanto movimiento entre ambas figuras. Don Dreemurr le había explicado que las amalgamas son buenas protectoras, mas no agresivas a menos que se requiriera ¿entonces por qué...?
Sin pensárselo más, saltó de su balcón con lanza lista en mano. Notando la facilidad en su caída tras su duro entrenamiento y por el pantalón que aún no se había quitado. Si la amalgama estaba peleando, muy seguramente era por ser un ataque directo. Tal vez debía de avisar en caso de que otros no se enteraran todavía, pero aquello le quitaría tiempo que tal vez necesitaría. Porque al estar cerca de ambas figuras, no encontraba la manera de describir a la otra que no era la amalgama que conocía, pero tampoco podría asegurar que no se tratase de una tras ver que lo que podría ser su cara, era un solo ojo, protegido por una enorme concha que probablemente conformaba parte de su cabeza. Y por alguna extraña razón, le era extremadamente familiar pese a nunca haber visto a alguien con tales facciones.
Tratando de ayudar a la amalgama, lanzó sus flechas queriendo detener al extraño ser incoloro, pero era bastante rápido... rápida, (ahora que podía verla de cerca, su cuerpo detonaba que se trataba de una mujer muy rara). Tampoco podía tratar de golpearle sin lastimarse ante la dureza de su escudo, lo cual le indicaba que su debilidad era justamente el ojo para estar protegiendo demasiado. Pues bien, lo que fuera esa cosa, la amalgama la consideraba una amenaza que debía de detenerse, por lo que le ayudaría sin más miramientos. Haciendo equipo con algo que no estaba segura de sí le entendería en sus movimientos, y retractándose en el instante tras ver que rápidamente se había colocado hacia el otro extremo para encasillar al extraño ser.
-¿Quién eres? –Le apuntó con su lanza, sin saber si podría responderle ante la ausencia visible de una boca.
-¿Quién soy? –Preguntó la extraña criatura incolora con suma calma. Su voz dejaba más en claro que si era una mujer. –¿Quién soy?
-¿Qué haces aquí?
-¿Qué hago aquí?
Undyne gruñó con exasperación, pero al ver que la amalgama extendía su cuerpo sin forma específica, supo que lo mejor era seguir distrayéndola hasta que la amalgama pudiese capturarla, antes de que se moviera rápidamente de nuevo. O por lo menos eso le pareció que pretendía hacer, ya que era complicado poder comprender a un ser que no podía comunicarse verbalmente, ni ser precisamente expresivo con tanta deformidad consigo.
-¿Cómo te llamas?
-¿Cómo me llamo?
-¿A dónde pretendes ir?
-A Snowdin.
-¿Qué? –La anfibia por poco y baja su lanza tras escuchar finalmente una respuesta. –¿Por qué a ese lugar?
-Tengo que estar con el señor Gaster.
Escuchar su simple mención le hizo querer atacarle, pero el amalgama ya se le había adelantado y atrapado por completo al ser con forma inusual para tratarse de un monstruo común. Mientras observaba cómo la viscosidad andante rodeaba con su cuerpo al ser monocromático, finalmente entendió por qué le había dado la impresión de conocerle pese a nunca haber visto algo como ella. Era idéntica a los extraños seguidores de Don Gaster. ¿Acaso era una de ellos? Si había dicho que tenía que ir con él... Aunque al mencionar "señor Gaster" podría tratarse de cualquiera de los tres únicos integrantes de esa odiosa familia.
Pensar en ellos le hizo oprimir sus puños, dañándose un poco tras seguir sosteniendo su lanza sin desvanecer tras estar aún alerta de cualquier cosa. Justo en la tarde había leído la noticia sobre el compromiso de Papyrus con la hija de la líder sindical. Y eso simplemente no tenía sentido por más que lo pensara. ¿Por qué había esposado a alguien tan débil y patética? Podía notarlo con tan sólo ver su fotografía.
-Buena chica, Reaper Bird. –Undyne reconoció la voz del monstruo jefe detrás de ella, acercándose con suma tranquilidad y cuidado. –También tú, Undyne. Aunque me hubiera gustado el menor daño posible al terreno.
-Todo fue muy rápido. –Se excusó la anfibia tras tenerlo a lado suyo. –Sé que debí avisarle, pero no podía permitir que escapara.
-Lo sé, no te estoy reclamando por eso.
Ambos se quedaron contemplando cómo la amalgama seguía reteniendo a la extraña criatura de un ojo, impidiéndole escapar con su propio cuerpo gelatinoso rodeándole y dando pinta a algo grotesco. Pero eso no le importaba ahora tras sentir cómo el monstruo jefe le acariciaba levemente su cabello de manera paternal y sumo cuidado para no lastimarla con su enorme mano, como si le estuviera reconociendo su esfuerzo pese a no haber sido quien le hubiera detenido.
-¿Esa amalgama se llama "Reaper Bird"? –Preguntó Undyne con algo de pena.
-Ellas tienen nombre.
-¿Y esa... chica sin color, también es una amalgama? ¿O por qué está aquí? Dijo que tenía que estar con el señor Gaster.
-Sé a lo que quieres llegar. –Don Dreemurr quitó su mano de su cabello, pero su voz no se mostró molesta ni nada por el estilo. –Sí, sí escapó de aquí. No, no es una amalgama. Y sobre el resto no tengo idea. "Clamgirl" fue un experimento de mi anterior socio que ahora yace muerto. Así que no se nada más.
-¿Y por qué la han tenido aquí? –Se giró a verle directamente. ¿Entonces esa ser grisácea tenía un nombre clave como las amalgamas? –Tanto por su forma de ser como físicamente, me recuerda a los seguidores de Don Gaster.
-¿En verdad?
-¿Nunca los ha visto?
-No me interesan aquellos seres que no tienen el valor o voluntad propia para afrontarme física o verbalmente. –El monstruo jefe se encogió de hombros, dejando en claro que no le importaba en lo más mínimo ese detalle. –Y tener seguidores sin motivación propia sólo refleja las inseguridades de aquel que hace llamarse un líder.
-¿Justo como lo es la yakuza?
-¡Oh! ¿Estás al tanto de eso?
-Investigué algo por mi cuenta. –Terminó admitiendo mientras se sentía como una tonta por haber tocado el tema. Esperaba no meter en problemas a Lesser por eso. –Lo siento si no esperé a que me dijeran algo al respecto directamente.
-Nunca te disculpes por tu curiosidad, Undyne. Ni tampoco por tus propias acciones y decisiones, ya que sólo a ti te competen esas cosas.
El monstruo jefe se apartó de su lado para encaminarse hacia la amalgama, la cual había logrado dormir al ser incoloro tras tanto forcejeo que había sido en vano desde que le había atrapado. Le estaba acariciando de la misma manera a como le había hecho a ella minutos antes, lo cual le hizo preguntarse si la estaba contemplando igual a esas criaturas o si sólo era una cortesía de la que no debería de analizar tanto. No obstante, desapareció su lanza tras no necesitarla más
-Señor... si dice que no le interesa nadie que no tenga voluntad propia, ¿entonces por qué las amalgamas...?
-Deja de subestimarlas por cómo se ven. Ellas sí tienen voluntad propia, y es la más importante de todas. –Le interrumpió sin verla y sin dejar de acariciar a la criatura gelatinosa. –Tienen la voluntad de vivir. Creí que lo entenderías finalmente, pero no cabe duda de que aún no estás lista.
-¿A qué... se refiere?
-Sigues siendo insegura, dándole demasiada importancia a la opinión de otros, queriendo aprobación a toda costa. Eso me hace preguntarme si realmente has querido ser fuerte en todo este tiempo.
-¡Por supuesto que sí! –Le ofendió que se lo cuestionara.
-¿Entonces por qué sigues esperando mi opinión? –Finalmente se giró para verla, ahora dejando en claro su decepción con un simple gesto. –¿Yo para qué quiero a alguien a mi lado que aún quiere permanecer de rodillas?
-¡No es justo que me diga eso! He seguido sus indicaciones, su entrenamiento, sus reglas... ¿Acaso quiere que lo desobedezca a usted mismo?
-¿Y por qué no?
-¡Me mataría!
-¿Entonces me tienes miedo?
Además de los grillos y el movimiento constante de la amalgama, no se escuchaba nada más tras sus palabras. Había esperado muchas cosas de parte del monstruo jefe ante ella, pero no que se levantara mientras le lanzaba una mirada de desaprobación. Aquello solo le hizo sentirse peor de lo que ya había estado.
-Sería una tonta si no lo tuviera. –Admitió Undyne pese a todo. –Sin importar lo que haga, usted es mejor.
-Ni siquiera lo estás intentando. –Nuevamente le dio la espalda para encaminarse hacia el otro extremo, siendo acompañado por la amalgama que sostenía al ser monocromático con todo su gelatinoso cuerpo. –Mañana no habrá entrenamiento, así que puedes dormir más.
-Les acompaño a...
-No, buenas noches, Und...
Le había arrojado una lanza de puro coraje, pero la bestia lo había sujetado inmediatamente y sin necesidad de ver que lo haría. Rompiéndola con un solo puño y sin dignarse a voltearse tras su ataque. Si quería que le provocara, desobedeciera o lo que fuera, pues bien, eso haría. ¡Porque no le permitiría que la tratara así!
Queriendo que se volteara para que le mirara directamente, invocó más lanzas y las arrojó al punto en donde estaba, pero el monstruo jefe seguía sin dignarse a girarse. Esquivando todas mientras seguía andando hacia su aparente destino, atrapando todas las lanzas y rompiéndolas como si de simples palillos se tratasen entre sus puños. Seguramente parecía un berrinche de su parte, pero la frustración de no ser reconocidos sus esfuerzos le pudo más en el instante, arrojándole sus lanzas sin importarle que estuviera maltratando el preciado terreno repleto de flores en el proceso, pero quedándose paralizada tras sentirse incapaz de seguirle los pasos si el señor seguía sin mirarle. Por lo que, al momento en el que se perdió de su vista, cayó de rodillas sobre la tierra. Maldita sea, tal vez tenía razón. Aún seguía siendo débil, pero de cualquier manera parecía estarle dando lecciones de cómo dejar de serlo.
Porque no era una simple coincidencia que cancelara el entrenamiento de mañana. No, esa era una pista. Quería que le tomara por sorpresa en algo, que le retara... que le desobedeciera, ¿cierto? Instintivamente se giró hacia el camino que llevaba a la puerta que ocultaba los aparentes trofeos del monstruo jefe.
Si quería que le retara o desobedeciera como parte de su entrenamiento, ya tenía en mente qué haría.
.
.
.
¡Primer capítulo del año! Me habría encantado haber iniciado realmente con el capítulo 80 para darle más dramatismo, pero no quita el hecho de lo sorprendente que es ver lo lejos que ha llegado esta historia. ¡No saben cuánto los amo por eso!
¡Michi fuera!
:P
