Aunque no tuviese emociones, Flowey se consideraba a sí mismo como un sujeto paciente dentro de lo que cabía. Podía soportar la constante estupidez que le rodeaba día con día, podía hacerse a un lado y ahorrarse su opinión de muchas cosas en cuanto nada intentara fastidiarlo. Pero algo que si no podía, era el hecho de tolerar que lo tomaran todos como si fuese un simple adorno que pudiera mejorar el mal aspecto de tan acabado lugar. Peor aún, que la propia Frisk ya no fuese quien le defendiera en su totalidad. ¿Dónde había quedado esa inocente adolescente que sólo le importaba las flores? Bueno, esta mañana le había demostrado que parte de esa esencia estaba ahí todavía, pero no del modo que le habría calmado.
Ese maldito esqueleto cuyas tácticas de acoso estaban siendo fuera de nivel ahora. Ni siquiera le había importado que hubiera más mujeres en la misma habitación, muchas de ellas en trapos bastante reveladores, y eso nadie lo pensó tras sólo enfocarse en el detalle que debía de alertarles más que emocionarles. En verdad que no entendía cómo pudiese ser tan estúpido, pero que aún más la propia Frisk haya caído en ese detalle sin reparar en el sentido común como antes. Eso de abrir la ventana con su magia para dejar una rosa que muy seguramente se había robado de algún lado... ¿cómo es que a Frisk le había gustado eso? ¿Qué no se daba cuenta de lo perturbador que era que el propio esqueleto no tenía límites de privacidad? Tampoco le permitía destruir las cosas que le dejaba, como el saco que aún no le regresaba y que por nada del mundo le permitía poner sus lianas sobre él.
Eso sólo le confirmaba que cada vez estaba peor el asunto. Y siendo una razón más por la cual ya no podría lastimar al esqueleto en cuanto la humana que estaba dispuesto a proteger, tomaba más importancia a ese sujeto que a su propia seguridad.
-¡Saludos Flowey!
El mencionado se giró con lentitud, sabiendo que se trataba de la arácnida, colgándose con su telaraña y bajándose lentamente con ella hasta llegar a la altura de la ventana donde pretendía tomar el poco sol que dejaba a la vista tan miserable lugar.
-¿Qué quieres?
-Vine a saludar a mi amigo, huhuhu. –La arácnida se acomodó en su telaraña de tal manera que parecía estar en un columpio. La resistencia selectiva de esas telarañas era un misterio del que no tenía el suficiente interés en averiguarlo. –¿Cómo están tus pétalos? Parece que ya le faltan poco para surgir, ¿cierto?
-¿No tienes nada mejor que hacer? –Se ladeó un poco para impedirle que le tocara.
-Esta es mi zona de vigilancia, ¿lo olvidas? huhuhu.
-Nunca te habías esmerado en hacer bien tu trabajo.
-Trato de hacer mejor las cosas ¿ok? –Ahora si había hablado con su verdadero tono, y no con el empalagoso que claramente fingía. –No puedo cometer más errores.
-Los borrachos que destruyeron gran parte del cabaret, fueron cosa tuya ¿cierto?
Era algo que había pensado con el tiempo, pero que no le había dado importancia tras no ser de su verdadero interés ni asunto personal. Ya era demasiado que uno que otro conejo le viese como un peligro al ser gran parte de sus lianas las que habían destruido uno que otro mueble, pero más allá de eso, habían sido los humanos con una gran dosis de alcohol encima que le recordaba una vez más la mala idea que era que estuvieran residiendo en el lugar, siendo un constante peligro que tocaba a la puerta con toda naturalidad. Pero también, un amargo recordatorio de lo mal que estaba haciendo su trabajo de proteger a Frisk de cosas así. Queriendo ahora ser un espectador de lo que pudiera hacer ella para salir adelante, pero internamente torturándose de estar siquiera permitiéndolo por querer brindarle la petición tonta de darle su espacio para crecer.
Tal vez Frisk tenía algo de razón en no poder confiar en él con algunas cosas, pero ya no había marcha atrás para lo ocurrido. Y pasara lo que pasara, él estaría atento de cualquier cosa y matar a cualquiera que se atreviera a hacerle un daño irreparable. Eso no cambiaría en absoluto.
-Entre amigos, ¿puedes guardarme ese secreto? –Preguntó la araña tras meditarlo más de la cuenta.
-Sólo si conozco los detalles. –Aceptó la flor tras dignarse a verla. –¿Por qué los trajiste?
-Sé que sonará tonto, pero creí que teniendo problemas, podrían solicitar de mi ayuda. –La chica bajó la mirada, reflejo de la pena que le daba admitir tales cosas. –Así estarían en deuda conmigo y les pediría que dejaran en la calle a la humana. Así no tendría a donde ir y se regresaría a su pueblo... pero no conté con el hecho de que todo escalaría muy rápido, que tú estarías en mal estado y ni tampoco que Sans ya se encontraba ahí desde antes.
-Pues sí que suena tonto de tu parte.
-No tuve mucho tiempo para pensar en algo elaborado. –Se cruzó de brazos un tanto molesta de que no se le consolara. Pero eso era algo que no tendría de su parte nunca y más le valdría que lo entendiera de una buena vez. –Sé que la humana es importante para ti, pero su estadía en el lugar está ocasionando muchos problemas. Sino hago algo... mi querido W.D. caerá en desesperación. Ya está lo bastante decaído con todo esto y sus malditos hijos no se están dando cuenta.
-Frisk no tiene la culpa de que todos los esqueletos sean unos imbéciles. –La araña estuvo a punto de reclamarle algo, pero Flowey fue más rápido y extendió su tallo para estar mejor posicionado. –Tu pareces tener más cerebro que esos tres, al menos deberías de ser capaz de darte cuenta de eso.
-Comprendo mucho más de lo que se habla, florecita. Es por eso que me duele que me aparten cada vez más. –Sonaba decaída con eso, pero Flowey solo le otorgó su silencio. –Soy quien mejor conoce a los Gaster, pero prefieren a una humana que claramente no los valora en lo más mínimo. Ni siquiera parece que te esté valorando a ti ahora, dejándote aquí mientras ella anda tan campante por el barrio pese a que se le advierte que no debería de exponerse.
Flowey tenía que admitir que tenía un punto válido, pero no diría nada al respecto con tal de no empeorar aún más las cosas. Conocía demasiado a Frisk para comprender que todo aquello que parecía ser un egoísmo andante, tan sólo era una ingenuidad alimentada durante años por su propio bien a perspectiva de las malditas cabras antropomórficas. Pero si había algo que estaba observando durante días, era que Frisk ya no era esa joven que no se atrevía ni a hablar con extraños por no saber ni cómo dar un saludo. Sus actos recientes hacia él provenían de un evidente enfado que le apartaba tras considerarlo parte del problema que le atormentaba sobre sus verdades ocultas.
-¿Y sabes qué es lo peor? Que yo he realizado las mismas atenciones y ellos ni siquiera las mencionan. –Parecía que la arácnida estuvo hablando desde hace unos momentos y la flor apenas y le prestaba atención. –La humana y yo tenemos cosas en común, pero no es justo que ella lo tenga todo bien en su vida mientras que a mí todo mal. Tonta privilegiada.
-Ves similitudes sólo porque una parte de ti quiere eso, pero ambas son muy diferentes. –Aclaró Flowey sin tacto alguno, un poco harto de su presencia y de que tuviera intención de hablar mal de la humana que tanto se esmeraba en mantener a salvo. –Frisk es una persona calmada, tú una muy entrometida. Frisk es individualista y tú generosa con el entorno que te importa. Frisk es callada y tú hablas demasiado.
-¿Crees que soy generosa? –De todo lo que había dicho, parecía que era lo único que había acaparado su atención. –Vaya, eso es muy lindo de tu parte.
-Esa no fue mi intención. Te lo garantizo.
-¡Aawwww! Una parte de ti es dulce. –Levantó la maceta sin permiso, para aparentar abrazarlo con demasiada efusividad. Flowey tuvo que extenderse nuevamente para alejarse un poco. –Debe ser por el néctar que produces, huhuhuhu.
-Ni siquiera me molestaré en explicarte cómo funciona eso del néctar.
Parecía que no le escuchaba, aunque ahora que la tenía más de cerca, pudo ver que en efecto, la arácnida parecía algo decaída pese a que el tono de su voz buscaba reflejar lo contrario. Sus múltiples ojos, si bien estaban cerrados, estaban temblando ante lágrimas que se rehusaba a sacar delante de él por cosas que no preguntaría por detalles, pero que de alguna manera comprendía que tenía que ver con el hecho de sentirse a un lado de una familia que no le valoraba, y que además estaba preocupada por esos tontos.
Flowey no estaba acostumbrado a esa clase de cercanía tan efusiva y no tenía intenciones de que fuese lo contrario, pero aun así permitió que siguiera abrazando la maceta. Siendo muy seguramente el único consuelo que la chica recibiría de alguien si en palabras suyas, tan sólo le apartaban.
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Habían tenido que esperar a que el tren se retirara para poder pasar al otro lado. Pero durante ese tiempo, Ronnie había recuperado el aliento tras tal arrebato de adrenalina y regañado de alguna manera ante algo que tal vez parecía sentirse culpable. Frisk no quiso ser grosera en todo ese discurso, pero tenía más cosas en mente como para importarle esa clase de cosas. Don Gaster apenas y reaccionaba en lo que ocurría con su entorno, que si bien podría atribuirlo a su estado alcoholizado, no parecía estar tan perdido a como recordaba el estado de Sans de ese modo. ¿Sería acaso que cada quien presentaba diferentes efectos a la bebida? ¿O era algo más que no comprendía aún?
En camino de regreso hacia la camioneta, el conejo había tomado las cosas que aparentemente había arrojado en cuanto los había visto a ambos en las vías del tren, mientras que Frisk tomaba del brazo al esqueleto para encaminarlo fuera de ahí y sin requerir de mucho esfuerzo para eso ahora. Sin duda alguna, Don Gaster no estaba siendo él mismo, ¿pero por qué? ¿Qué pasaba? Tenía muchas preguntas al respecto, pero no sabía si le respondería en ese estado. Además del hecho de importarle más poder sacarlo de ahí, fuera de todas esas miradas molestas y morbosas que nunca tuvieron intención de hacer algo. En otro tipo de circunstancias no le habría importado que otros seres no se entrometieran en cosas que no les competían, pero esta vez, había sido algo delicado. ¿Por qué contemplar cómo alguien sucumbía al derrote cuando había oportunidad de hacer algo? ¿Por qué sólo ser espectador de algo tan terrible?
Ronnie arrojó los costales sin mucho cuidado en la parte trasera del vehículo, encaminándose rápidamente hacia la parte del volante para dejarle en claro a ella que no le permitiría conducir esta vez ante una irritación presente. Frisk ni siquiera comentó algo al respecto, preocupándose más por el hecho de meter al esqueleto en el auto para asegurarse de que no volviera cometer semejante locura. Aunque claro, él sabía desaparecerse, por lo que no garantizaba nada sus propios esfuerzos.
-Sé que tu vida social se centra en mafiosos. –Comentó el conejo tras conducir un poco, sin apartar la vista al frente. –Pero no me es grato que entren a la casa así sin más, exponiendo a mi propia familia.
La chica le escuchaba con atención, pero tuvo que reprimir su comentario sobre que en días previos, le había insistido en poder invitar a Sans a cenar y también se trataba de un mafioso. ¿No era muy contraproducente de su parte? ¿O sólo había olvidado que Sans se trataba también de un delincuente peligroso? ¿Y si realmente era Don Gaster a quien temía y no se atrevía a decirlo por estar justamente ahí? No sería la primera vez que observaba esa clase de cosas cuando se trataba de la familia esqueleto.
-Lo lamento, Frisk, pero prefiero que lo dejemos en otra parte.
-Entiendo. –Mencionó la joven mientras observaba al esqueleto a lado de ella, el cual seguía sin reaccionar como siempre. A esas alturas, ya le habría insultado, agredido o lo que fuera para dejar en claro su prepotencia. No podía creer que prefiriera esas reacciones de su parte que verlo así de apagado. –Don Gaster, no sé cómo llegar a su casa, así que...
No terminó su oración, en espera de que al menos, el señor diera una indicación o reaccionara con malestar de que quisieran entrar en su territorio. Pero no, tan sólo se quedó contemplando la ventana sin darle importancia a dónde lo llevaran o hicieran con él. Aquello molestaba aún más a Frisk, pero su preocupación era más grande que eso y prefirió enfocarse sólo en eso. Por lo que optó por tener medidas más específicas ahora que contemplaba el rumbo en el que estaban. Tal vez era una mala idea, pero no tenía otra de momento.
-Déjanos aquí, Ronnie. –Señaló Frisk de inmediato. –En cuanto pueda, volveré a la casa.
-¿Estás segura? –El tono del conejo dejaba en claro la desconfianza que tenía, ya sea por el lugar que estaba señalando, o por el sujeto que tenía consigo a su cuidado de manera involuntaria. –También solo podrías... no hacer nada esta vez.
-¿Por qué hacer nada cuando puedes hacer algo en el momento? –La chica arqueó una ceja mientras lo miraba en el reflejo del retrovisor. –No voy a dejarlo así.
El conejo corpulento no le argumentó nada más, deteniendo la camioneta y permitiendo que ambos bajaran frente al lugar de gran altura innecesaria. En sus caminatas entre vendimias, siempre había contemplado que la iglesia permanecía abierta y con muy poca gente interesada en ingresar, por lo que le parecía un lugar adecuado para mantener a salvo al esqueleto en un lugar cerrado y sin muchas miradas curiosas. Aunque por lo regular Don Gaster irradiaba temor con su presencia, consideraba que su imagen decaída de momento haría todo lo contrario. Y lo conocía lo suficiente para saber que eso no le convendría después.
Estaba siendo demasiado fácil encaminar al esqueleto a donde quisiera ahora que estaba de pie, pero aun así, ralentizó sus propios pasos al momento de levantar su mirada y contemplar la gran puerta del lugar, dejando a simple vista las múltiples velas prendidas que eran de alguna manera un desperdicio si se consideraba que era un lugar con alta iluminación por su cristalería de los alrededores.
-¿Siquiera sabes para qué son las iglesias, humana? –Comentó el esqueleto con voz baja.
-El señor de aquí lo describió como "un lugar de oración, no de discriminación". –Citó al recordar cada palabra, aun cuando no entendiera del todo qué significaba eso. –Vamos. Sentémonos a hablar.
-¿Para qué? ¿Crees poder entenderme? ¿Crees siquiera entender lo que se siente estar solo contra el mundo entero? ¿Crees que podrás "evangelizarme" y que todo mágicamente mejorará?
-Si. –Respondió en el acto, teniendo muy presente varios momentos en su vida de forma esporádica y sin querer prestar atención a cada uno de ellos por no ser un instante favorable. –Sé lo que se siente estar sola. Y usted no lo está.
Antes de que pudiera protestarle algo más, lo adentró lo suficiente para tenerlo lejos de la salida, aunque nuevamente se recordó que aquello no le detendría en desaparecerse en cualquier instante. Y que tampoco el estado alcoholizado era garantía suficiente para considerar que eso lo detendría, sabiendo que Sans ya había demostrado eso con resultados no gratos. No obstante, no parecía tener intención de hacerle daño o irse, tan sólo se estaba limitando a andar bajo su dirección ante una resignación no característica en él. Y aunque lo agradeciera, se sentía incómoda que estuviese en ese estado.
Había demasiados asientos disponibles siempre en aquel lugar que aún no comprendía del todo, pero que cada vez le parecía menos aterrador que la primera vez. Lo sentó en medio del lugar al considerar que no podría tentar a la suerte de acercarlo todavía más y le acompañó sentándose a su lado. ¿Cómo funcionaba eso del "confesionario"? Tal vez debió preguntarle con mayor especificación al señor aquella vez, pero no lo veía en el lugar de momento. Frisk quiso esperar a que el esqueleto mostrara algo más que una apatía inminente para poder hablar, dándole un considerable espacio para que se calmara o tuviera algo qué decir, pero tras lo que seguramente fue una hora (o al menos así se había sentido), finalmente decidió que tendría que ser ella la que tomara la iniciativa.
-Si esto tiene que ver con el hecho de que vea a su hijo…
-No. No es por eso en realidad. –Contestó el esqueleto con voz baja, pero con bastante rapidez a lo que había contemplado en su persistente silencio. –Humana, ¿por qué te estás empeñando en mantenerme con vida cuando ya no me queda nada?
-¿Por qué se siente así?
-¿Tu intención es que cuente mi vida?
-Mi intención es que se desahogue. –Se giró para verlo de frente, o por lo menos, lo que permitía estar sentados en la alargada banca en la que estaban. –La señora que fue mi madre por muchos años, tenía su mismo semblante. Yo era una niña y no comprendía algunas cosas, por lo que no pude hacer mucho para siquiera ayudarle a liberarse de esa tristeza.
-Y supongo que quieres intentar ayudarme para compensar ese malestar tuyo. Patético.
-Tal vez, pero no se puede arreglar el pasado, señor. Solo se puede ver por el presente. –Pese a ser sincera en sus palabras, oprimió sus manos ante un malestar que no pudo explicarse. –Y usted forma parte de mi presente, sea algo agradable o no.
Don Gaster tan sólo se reacomodó en su sitio con una postura distinta a lo que venía siendo su percepción de él, recordándole a Sans de alguna manera por esa forma de abrirse de piernas tras deslizarse en su asiento, mirando hacia arriba como si buscara palabras adecuadas en el techo que estaba demasiado alto sobre ellos. Le daba la impresión de que era su modo de comunicar a sí mismo que estaba vulnerable y no más a la defensiva.
-En Italia abundan estas iglesias, pero a mí nunca me gustaron estos lugares. –El esqueleto parecía no ser muy consciente de estar desviando el tema de conversación. Producto del alcoholismo, supuso Frisk, aunque Sans no actuaba de esa manera en ese estado, por lo que concluía que cada quien reaccionaba distinto. Don Gaster parecía ser del tipo que se tornaba triste sin romper su seriedad y elegancia de alguna manera. –Se consideran líderes de la opinión moral de todo ser pensante, cuando nunca intentaron ponerse en los zapatos de nosotros los monstruos. Sólo nos juzgaron cuando leyeron en su libro sagrado que su dios los creó "a su imagen y semejanza", por lo que consideraron que nuestra imagen tan distinta debía de ser obra de la contraparte, la cual representa la maldad.
-Pues yo no entiendo cómo viene funcionando este lugar. –Admitió la chica mientras miraba hacia arriba igual que el esqueleto, pero parecía que ambos estaban observando cosas distintas. Frisk sólo veía que había más estatuas de ángeles en algunas partes. –Pero estoy de acuerdo en que no se debería de juzgar por apariencias distintas entre todos nosotros. Las flores y los árboles comparten la misma tierra. ¿Por qué nosotros no hacemos lo mismo?
-¿Todo lo ves con temática de plantas?
-Es de lo único que conozco a la perfección. –Se encogió de hombros sin darle mucha importancia a esa observación repetitiva. –Todo lo demás sigue siendo un enigma para mí, del que cada vez menos encuentro sentido.
-Pues si existiera en verdad un creador como lo dictan este tipo de iglesias, en definitiva los monstruos no le agradamos. –Concluyó Don Gaster sin necesitar algo más, retomando el brillo blanco de sus cuencas y dejando en claro que, por lo menos, estaba más relajado que minutos antes. –Este mundo sólo es favorecido para los humanos. Ni los animales ni las plantas se salvan de su poder sobre todos nosotros.
-En mi postura podría decir que más bien pretende favorecer a los hombres en general. Y aun así, suena ridículo. –Comentó Frisk mientras pensaba en eso. Nunca se había cuestionado tales cosas ahora que comenzaba a conocer las extrañas costumbres de los citadinos. –Del poco tiempo que tengo viviendo aquí, me han discriminado mayormente por ser mujer. Y si vamos más lejos con eso, también parece que me discriminan por mis facciones orientales, como si ello también fuese malo.
-Estás en Estados Unidos, simplemente tus facciones no encajan con los humanos promedio de aquí.
-Mi punto es, que no creo que sea un problema entre monstruos y humanos, ni de mujeres contra hombres. –Continuó Frisk sin hacer caso a su comentario. –La discriminación parece venir de lo que sea diferente. A usted no le agrado por ser humana y mujer ¿no es así?
-Detesto a los humanos en general por su arrogancia. –Admitió sin pena alguna después de enderezarse un poco. –Y tú con tu constante comportamiento, queriendo opinar de forma moral cuando son precisamente los humanos quienes nos encasillaron a esto... Te vez hipócrita ante muchos de nosotros.
-Opino porque quiero hacerlo, no por ser humana. –Para Frisk no era la primera vez que escuchaba eso y al igual que aquella vez, le inquietaba que se le tomara así. Se enderezó a la par tras ver que ya no estarían viendo el techo. Cosa que agradecía de alguna manera por la mala postura que en poco tiempo dolería. –Y usted puede hacer muchas cosas, no por ser monstruo u hombre, simplemente porque quiere o no quiere hacerlas. Complicarse las cosas no tiene nada que ver con géneros o especie, sino de mediocridad.
-Y nuevamente te ves hipócrita. –El esqueleto finalmente le estaba observando directamente. Aunque estuviese serio, su expresión se sentía diferente a la frialdad que irradiaba en cada conversación suya. ¿Era una mejora? No estaba segura de eso. –Mujer o no, eres humana. Naciste con los privilegios de tu especie, por lo que jamás tendrás que luchar para vivir porque la propia sociedad te tiene en mayor consideración. Tu vida es bastante cómoda a comparación nuestra y es por eso que te es tan sencillo creer que para todo hay solución, porque simplemente has podido hacerlo. Pero en cambio nosotros… o es la muerte, o es pisarnos entre nosotros si queremos sobrevivir.
La chica quiso argumentar algo, pero al final prefirió mantenerse en silencio para que el esqueleto soltara todo lo que quisiera soltar. Muffet ya le había dicho palabras similares, al igual que Ronnie, Papyrus y varios más que compartían el hecho de sentirse reprimidos por tratarse de monstruos contra humanos. Tal vez tenía razón Don Gaster sobre no ver la otra perspectiva pese a haber vivido toda su vida rodeada de monstruos, pero ¿qué tal si en verdad había vivido esos "privilegios" que tanto le mencionaban? No lo sentía así, por lo que debía de ser mucho peor la perspectiva de un monstruo para que la estén comparando de esa manera, ¿cierto? ¿O era acaso un reproche del que se desquitaban con ella?
-Yo también fui joven e ingenuo alguna vez. Creí que podría cambiar las cosas siendo el primer monstruo en volverse médico. –Pese a todo su aparente malestar, el esqueleto en verdad parecía querer continuar hablando. ¿Se sentiría cómodo finalmente, expresándose lo que realmente sentía? ¿O sólo era un retorcido anhelo de su parte poder ayudarle a liberarse por cosas que ni ella comprendía? –Creí que perseverando lo suficiente en esta tierra de las oportunidades y esperanzas, podría nivelar la balanza de cómo nos consideran a los monstruos, pero no fue así. Solo conoces muchas maneras de discriminación o simplemente se generan nuevas formas de hacerlo y siendo alimentado por la misma gente discriminada. Esto no tiene fin sin importar lo que quieras hacer tú o unos cuantos más. Sólo nos queda defendernos, convertirnos en aquello que los humanos nos catalogaron y encasillaron.
Frisk ya había pensado en esa clase de cosas con mucha anterioridad, pero escucharlo directamente de Don Gaster le daba una perspectiva más amplia. ¿Por ser joven estaba viendo las cosas tan sencillas? ¿O al crecer se volvería tan apagada como el esqueleto al lado suyo y muchos más que estaba conociendo a lo largo de su vida? Internamente insistía en que era absurdo complicarse tanto las cosas, pero tenía que admitir que su falta de conocimientos en variadas cosas le estaba generando complicaciones que podría evitarse. No obstante, algo en todo eso le interesó mucho más que toda pregunta que pudiese formularse al respecto.
-¿Quiso ser médico para inspirar a los demás monstruos? –Soltó de inmediato, pero al ver que el esqueleto no le respondía, supuso que había formulado mal su pregunta. –Usted antes de ser un delincuente, quiso luchar a su manera de que podría obtener las cosas con esfuerzo. ¿Por qué dejó de hacerlo?
-No hagas preguntas tontas, humana. Es claro el por qué.
-Yo creo que si lo expresa en voz alta, podría encontrar más motivos.
El esqueleto alzó un poco la mirada, como si en aquellas cuencas tristes le comunicara el hecho de no entenderle del todo. ¿O es que ella estaba viendo más allá de esa mirada? Sabía que su intención en todo eso era hacerle sentir mejor al esqueleto para que dejara la idea de hacerse daño, pero además de tener que admitir que ella no sabía cómo manejar esa clase de cosas, parecía que el señor se la ponía difícil. Era Sans quien le había mostrado que no estaba mal sentirse mal de vez en cuando. Así que, ¿qué haría él en un momento como este? Suspiró de inmediato con resignación. Si Sans fuese quien estuviera en la situación y no ella, muy seguramente no se habría presentado tal situación para empezar.
-En verdad nunca hablan de lo que sienten entre ustedes, ¿cierto? –Concluyó la chica sin necesidad de obtener una respuesta de su parte. –Son unos tontos.
-Si me salvaste sólo para insultarme…
-Será pequeña, problemática y muy extraña, pero ustedes son una familia. –Interrumpió Frisk sin darle importancia a ese hecho. –Tal vez usted no sea el mejor padre del mundo, pero ha estado ahí para ellos… y es más de lo que uno podría desear, créame. Tiene oportunidad de mejorar su relación con ellos si lo está lamentando ahora. Pero ni un padre ausente ni un padre muerto… o un padre ahogado en su tristeza, podrá hacerlo.
Frisk sintió como sus manos temblaban ante el impulso de querer brindarle una cachetada de nuevo, pero se recordó a si misma que tenía que calmar al esqueleto y no empeorarlo. ¿Por qué era tan difícil? Con la señora Bonnie no le había resultado tan complicado, aunque estaba segura de que la señora se había ocultado varias cosas tras esa actitud optimista insistente, además de que el abrazo que se habían dado había sido suficiente sin necesidad de varias palabras. Pero con Don Gaster no creía que pudiese ser algo similar, por no decir que tampoco le agradaba del todo tener que hacerlo. La comunicación entre ellos podría ser mejor y menos violenta que antes, pero nada quitaba el hecho de que el esqueleto le había agredido incontables veces y que no tenía intenciones de que no muriese a palabras suyas.
Nuevamente oprimió sus manos. Tenía que admitir que en ese instante, Don Gaster le estaba recordando demasiado a la madre que tuvo. De alguna manera estaba segura de que eso era lo que le inquietaba y molestaba que tuviese esa actitud, pero también, que se sintiera culpable tras pensar en qué estaría haciendo ella, tras haberse alejado para no volver ni comunicarse tras su indicación antes de irse de la casa. Frisk hacía el esfuerzo de mantener la compostura, pero estar viendo esa mirada tan triste y apagada, en verdad estaba sintiendo que estaba ante la señora Dreemurr.
Pero también, finalmente comprendía que le irritaba esa actitud, era porque ella misma también lo estaba haciendo. Tampoco había sido comunicativa en su momento, siendo un reclamo constante que le hacía Flowey en cuanto a sus sentimientos. Y si bien creía que no valían la pena o nadie podría entenderle en aquel entonces… había estado completamente equivocada.
Ella también había asumido cosas de su propia familia, ella también había esperado que su madre comprendiera lo sola que se sentía, mas no hizo nada para expresarlo directamente con tal de no empeorar las cosas. ¿Sería el mismo caso con los Gaster? ¿O sólo era un vano intento de consolarse a sí misma? Tenía razón Don Gaster, su intento era patético al igual que hipócrita. Pero aun así, se puso de pie y se puso frente a él.
-Sentirse culpable no solucionará nada, ni tampoco querer cargar con todo para que otros no tengan que pasar por sus malestares. –El esqueleto no parecía estar del todo dispuesto a devolverle la atención realmente, pero Frisk no apartó la vista en ningún instante. –Don Gaster, también usted merece ser feliz.
Tenía que admitir que decirle tal cosa le había apenado un poco, sabiendo que el señor no era precisamente alegre o simpático en todo el tiempo que llevaba conociéndolo. Pero también, no podía borrar de su memoria aquella fotografía donde lo había contemplado sonriendo, junto a la mujer que sin duda alguna extrañaba y se culpaba cada instante de su vida del destino que había tenido. Eso le quedaba claro finalmente con cada mención que se daba sobre ella, al grado de poseer demasiado sus recuerdos y fotografías a explicaciones de los demás. ¿También habrá sonreído con sus hijos en su momento?
Don Gaster podría golpearle en cualquier momento si lo tomaba como ofensa hacia su persona. Pero en su lugar, el semblante del esqueleto se había relajado aún más. Dejando en claro entre ese silencio adornado con el brillo blanquecino de sus cuencas, que nunca le habían dicho tal cosa. ¿Qué tantas cosas se habrían evitado si tan sólo alguien le hubiera dicho eso desde antes?
-Creo que no soy buena para esta clase de cosas.
Finalmente admitió Frisk, tras ver que no podía hacer más allá de eso. Tal vez habría sido lo mejor si hubiese esperado a que alguien más llegara y atendiera mucho mejor al señor. Tal vez la señora Bonnie habría sabido qué hacer si llevaba tiempo conociéndole, o tal vez hubiera llamado a Muffet, aunque estaba la posibilidad de que le habría incomodado más conociendo la situación. ¿Habría ayudado encontrar a alguno de los hermanos Gaster? ¿Dónde podría estar Sans justo ahora?
-En efecto, eres terrible. –La voz del esqueleto la sacó de sus pensamientos fugaces. –¿Pero eso cuándo te ha detenido para hablar demás?
Frisk alzó una ceja confundida. Sin saber si era una llamada de atención o un aparente cumplido por el tono de su voz menos apagada que hace unos momentos. La respuesta vino con un inesperado gesto que le hizo sobresaltarse en el instante ante el tacto, queriendo retroceder al ver el brazo alzado por si estuviera a punto de golpearle, cuando en realidad el esqueleto había colocado su mano sobre su cabello. Siendo un gesto del que estaba familiarizada porque era el mismo que solía hacerle Asgore Dreemurr cuando se asombraba con ella mientras hablaban de flores. ¿Acaso se trataba de un gesto paternal?
-Que quede claro que, mi postura sobre ti no ha cambiado en absoluto. –Si Frisk ya estaba paralizada de la sorpresa, el ver por primera vez que estaba esbozando una muy tenue sonrisa, le desconcentró por completo. –Pero creo que quiero ver cómo tratarás de convencerme de lo contrario… florista.
Frisk no sabía cómo reaccionar con todo eso, sin saber si le calmaba o si le aterraba verlo de esa manera. Y tal vez seguía sin llamarle por su nombre, pero al menos se trataba de un avance, ¿cierto?
-¿Me permiten unirme a la conversación?
Tanto el esqueleto como la chica, se giraron con sorpresa hacia el señor sacerdote de tercera edad, estando acercándose a ellos lentamente y con una sonrisa cálida que garantizaba haber estado escuchando gran parte de la plática entre ellos. Lo cual avivaba aún más la percepción de Frisk de que aquello de "confesionario" parecía más a un chisme por presenciar.
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Las cosas se estaban poniendo un poco aburridas para Chara, estando encerrada en su recámara y sin poder hacer nada más que ver eventualmente el movimiento tranquilo del humo que emitía algunas velas perfumadas suyas. Si bien no necesitaba en esa ocasión la distracción olfativa, no poder hacer mucho la estaba inquietando de alguna manera.
Estaba segura de que Kris no le permitiría salir en mucho tiempo tras lo ocurrido. Y si bien ya era algo frecuente de su parte, su forma de ser parecía estar más extraña con el pasar de los días. El jefe de la yakuza se caracterizaba por ser tranquilo, serio e inexpresivo, pero algo de lo que había hecho le había puesto nervioso y siendo más que suficiente para inquietarle a ella ese hecho. ¿En verdad se trataría de algo que los ponía en algún aprieto? No, tenía que haber algo más en trasfondo. Kris no era del tipo que rompía la compostura por algo tan simple. De hecho, nunca le había visto que pudiera hacerlo tras tantos años conociéndole.
Además, aquella vez que había matado al aparente secretario de seguridad local, Kris se había asegurado de tener un aroma muy fuerte consigo antes. Esa cautela y precauciones le hacían sospechar aún más de él. ¿Qué tenía que ver el robot millonario en todo eso? ¿Qué en todo eso era lo inquietante en realidad?
Sus conjeturas fueron interrumpidas por un ruido extraño en la pared que le hizo levantarse de la cama de inmediato, cuestionándose de si debía tomar su daga bajo su cama o no ante algo tan inesperado. Y en cuanto su vela aromática se apagó por completo ante otro ruido que removió su pared, fue suficiente para que realmente dejara atrás toda duda y tomara enserio su propia intuición. Lo que sea que estuviera escarbando a través del muro, había roto la madera y el tapiz elegante que tenía por pared, además de tumbar algunas de sus velas que había colocado alguna vez de modo creativo. Bien, al menos llegaba ante ella una razón para entretenerse por un rato, antes de que la yakuza o la seguridad del lugar intervinieran.
De lo que parecía un agujero escarbado con prisa, unos tentáculos púrpura se extendieron lo suficiente para asegurarse de que ya no había más tierra a la qué seguir removiendo. Chara estaba por cortar aquellas extensiones hasta que poco a poco pudo visualizar que provenían de la cabeza de una joven que ahora se asomaba a través de ese agujero, disminuyendo nuevamente al ritmo de la sorpresa que era verla.
-Tú otra vez. –Chara bajó su arma con algo de decepción. No era algo con lo qué entretenerse.
-¡Señorita! –La chica parecía estar más sorprendida que ella. ¿Qué no se daba cuenta de lo raro que estaba haciendo? –Vaya, me equivoqué.
La adolescente miraba alrededor como si sus ojos negros absolutos no pudieran dar crédito a eso, como si fuese sumamente normal para una ver cómo una chica como ella estuviera merodeando entre paredes, escarbando con sus tentáculos para agilizar ese proceso de forma (si debía admitirlo), muy astuta. Chara ni siquiera tuvo que pensar demasiado para concluir que estaba tratando de escapar del agujero en el que todos estaban, pero para mala suerte suya, era algo imposible.
Aunque nunca había visto la posibilidad de escarbar de tal manera entre paredes, si debía reconocerle.
-Tus tentáculos harán muy feliz a alguien en el futuro.
-¿Qué?
-Olvídalo. –Bufó Chara mientras observaba el desastre que había dejado. Si la yakuza no había venido aun, muy seguramente era porque creían que estaba haciendo algo por su cuenta para entretenerse. Después de todo, no era la primera vez que ella misma destrozaba algo ante la frustración. Aunque también estaba el hecho de que la misma yakuza evitaba entrar sin una orden para evitar verla en paños menores. –Lo que sea que estés intentando, de una vez te advierto que no hay manera de escapar de aquí. Te toparás con una superficie de metal y otra de concreto. No creo que tus tentáculos puedan contra eso.
-No si doy con el sistema de drenaje.
Chara sonrió en el instante con un deje de sorpresa. Vaya, no era tan tonta entonces. Ni ella lo había pensado antes.
-¿Y no te parece asqueroso a lo que tendrás que llegar?
-Me parece más asqueroso lo que hacen aquí. –La expresión de la casi niña lo dejaba en claro. –No pienso quedarme a que sea mi turno para eso.
-Una decisión coherente si debo admitirlo. –Chara se volvió a sentar en su cama, colocando la daga de vuelta a su sitio tras ser más que evidente que no la necesitaría, pero si una escoba o algo para limpiar todo ese desastre con olor a tierra húmeda. –Lo que no es coherente es que me hayas contado eso de tu plan. No debes confiar en nadie, ¿qué no te lo dijeron nunca?
-Algo me dice que usted si es de confiar. –La chica púrpura le sonrió abiertamente, acomodándose de forma acostada en su propio agujero. Tal vez descansando, o simplemente tomándose la confianza que estaba afirmándole. Maldita mocosa. –Pudo haberme matado con esa daga, pero no quiso hacerlo en cuanto me vio.
-¿Cómo es que te trajeron con semejante astucia que te cargas, niña? –Pese a la molestia que implicaba su mera presencia sin permiso, Chara rió tenuemente con la forma de ser que le mostraba. En efecto, era mala idea que siguiera hablando con ella, pero no podía evitar sentir cierta curiosidad que había llegado ante ella, literalmente hablando. –La mayoría de aquí son unos completos cobardes y tontos.
-Eso no parece que la describa a usted.
-Vine de forma voluntaria… de alguna manera. –No quiso entrar en detalles por obvias razones para ella misma, pero no para la adolescente que le miraba con curiosidad. –Ahora contesta mi pregunta, que por lo menos me la debes tras el desastre que me acabas de generar.
-Porque no soy tan astuta como usted dice. –El tono de su voz reflejaba la culpa con la que parecía estar cargando. –Me dejé engañar por unos humanos que decían creer en nuestra causa de lucha y les acompañé creyendo que habría más como ellos. No debí alejarme tanto de Snowdin.
-¿Qué lucha?
-Pertenezco a un grupo que lucha por la equidad de los monstruos en la sociedad. Que nos permitan tener las mismas oportunidades de vida y a tener representantes monstruos en el gobierno. –Nuevamente la chica se acomodó con algo de entusiasmo de hablar al respecto. Era muy fácil de distraer cuando algo le alegraba, ¿cierto? Eso explicaba aún más cómo había sido que la habían capturado. –¡Somos los revolucionarios de Ebott City!
Chara se maldijo por haber tenido atención en eso último, invadiéndose de recuerdos y malestares que no estaba dispuesta a compartir con una mocosa escurridiza, pero que también le hizo simpatizar con ella al grado de que supo que era una razón más para alejarla de su intento de existencia llamada vida. Tan solo era otra pobre incauta que había caído en el peor agujero de la ciudad, pero que aun así podía ver un brillo esperanzador en esos ojos negros profundos que nunca podrían mentir con facilidad.
-¿Usted qué opina sobre eso?
-Que ya deberías largarte. –Atajó Chara con evidente malestar. Esperaba que con eso fuese suficiente para deshacerse de ella. –Como podrás ver, tengo que limpiar todo esto. Y no sé de donde comenzaste a escarbar, pero estarás en serios problemas si te descubren y no quiero nada que ver en eso.
-Descuide, no me descubrirán. –Extrañamente, su sonrisa era demasiado confiada para creer que tenía un plan para eso. –Gracias por preocuparse.
-No me preocupo por una escuincla.
-Sé que sonará loco, pero… insisto en que se parece a la amante del esqueleto. –Chara rodó los ojos en cuanto escuchó eso. Sabía que su amabilidad podría deberse a algo más. Primera y única vez que trataba de dar crédito a la astucia de alguien. Pero qué decepción se estaba llevando. –Ella también es buena con los niños.
-No lo soy.
-¿Sabe? Mi amigo Nike me dijo una vez que su primo escuchó que su vecino hablaba sobre haber visto a la amante del esqueleto vendiendo flores a Mettaton Blook. ¿Puede creerlo? –Chara se giró abruptamente tras escuchar eso. –Creí que en Snowdin nadie famoso pisaba el lugar por ser pobre para muchos.
Chara arqueó la ceja. ¿La "amante del esqueleto" y el interés amoroso del robot en verdad eran la misma persona? Finalmente algo interesante en todo eso.
-¿Y cómo es ella? –Chara se cruzó de piernas para acomodarse aún más.
-Pues tiene los ojos alargados como usted… aunque ella pareciera andar siempre con los ojos cerrados por sus largas pestañas. –La chica de piel púrpura estuvo haciendo memoria durante su descripción. Dejando en claro que no tenía un panorama muy definido de quien tanto le insistía en compararle. Muy posiblemente se dejaba llevar por una opinión pública si sólo la llamaba "amante del esqueleto". –Los niños del parque mencionaban constantemente lo mucho que le gustaba las flores. Supongo que por eso es una florista.
Chara desvió la mirada con escuchar eso. Las flores sólo le daban malos recuerdos.
-Y todos en el barrio mencionan sobre verla frecuentemente acompañada por Sans Gaster. Mi mejor amiga lo conoce y lo describe siempre como un vagabundo que va a su casa, pero a mí me parece alguien atractivo.
Antes de reclamarle sobre darle datos inútiles, ambas se mantuvieron alerta tras el ruido de pasos que comenzaban a aproximarse. Instintivamente se paró de la cama y empujó a la chica para que ingresara de vuelta a su maldito hoyo que tendría que tapar con lo primero que tuviera al alcance. Pudo notar que la joven le había esbozado una sonrisa de agradecimiento, aun cuando había sido demasiado brusca de su parte para apartarla lo más pronto posible, pero al menos le había hecho caso sobre retirarse de una buena vez antes de que alguien la viera ahí.
No obstante, tras mover su mueble más alargado para cubrir lo más posible aquella entrada, nadie entró a su habitación sin permiso o tocó la puerta para llamarle. Resultando ser tan sólo una falsa alarma, pero Chara tuvo que agradecer en sus adentros de que fuese el caso, ya que no tenía manera de poder explicar el desastre que había esparcido por el suelo y que claramente no se trataba de cualquier cosa. Así que sin más, se puso manos a la obra en recoger algunos pedazos y limpiar con una de sus batas que luego quemaría de ser necesario con tal de no dejar evidencia alguna de la estupidez de la chica. Maldiciéndose mentalmente mientras limpiaba, sabiendo que nuevamente había permitido que una adolescente se sintiera en confianza con ella. ¿Qué demonios hacía que los mocosos la tomaran por buena? ¿Cómo no se daban cuenta que estaban en las mismas o incluso peor?
Acumulando la tierra gracias a la bata, Chara suspiró para calmarse. Después de todo, no había sido un desperdicio de tiempo tal tontería momentánea. Para bien o para mal, tenía un dato interesante consigo que sólo avivaba su interés en algo que no creyó posible.
Kris… Siempre era un tipo muy reservado y anticuado, pero ¿acaso también podría estar interesado en esa chica? Era una conclusión precipitada y conducida por una imaginación alimentada por su aburrimiento de días, pero si no le había agradado que Mettaton le había intentado comparar con ella, o que se le acercara con esa intención… e incluso que tuviera loción consigo aquella vez de forma tan misteriosa en sus escapadas del lugar y sin dar explicaciones a su gente... ¿Acaso finalmente le habían bajado las pelotas y trataría de ser un hombre con placeres que se auto negaba? ¿Un amor no correspondido? ¿Y se estaba guardando virgen al matrimonio para ella? ¿Le frustraría que tuviera la atención de monstruos y no de un humano?
No pudo evitar soltar una carcajada ante tantos pensamientos cada vez más esporádicos. Si ese fuese el caso, querría ser la primera persona en contemplar semejante cosa.
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Don Gaster estaba lo suficientemente consciente para saber que el sacerdote había venido a asegurarse de que nada malo estuviera pasando en territorio suyo. Es algo que él haría en su posición después de todo. Pero lo que no contemplaba era que le pidiera a la humana que fuera por algo de té al otro lado tras mencionar que contaba con una pequeña cocineta de emergencia, y que además la humana le hiciese caso tras haberle observado un determinado momento, como si hasta ella se percatara de que lo que le estaba pidiendo era que los dejara a solas por un momento.
No obstante, fue así como quedó junto a un viejo humano que no parecía tener intenciones de borrar su sonrisa calmada. Estando ambos sin mirarse el uno al otro ante una incomodidad innegable en la que el mejor panorama era que uno de los dos se fuera de una buena vez. Y él sería ese alguien si no fuera por lo mareado que aún se sentía.
-Don Gaster, mafioso de esta región y asesino de muchos. –Mencionó el sacerdote tras asegurarse de que la chica estuviera a suficiente distancia o fuera de la vista, sin querer entrar a más rodeos innecesarios. No obstante, su sonrisa tenue seguía intacta en su rostro, como si pretendiera irradiar la mayor calma posible y que claramente no le estaba resultando. –He escuchado muchas confesiones que incluyen su nombre de mala manera, al igual que he tenido que atender a muchas familias de sus víctimas. Francamente, no sería bueno para la reputación de este lugar que alguien con su perfil esté a sus anchas por aquí.
-Si sabe quién soy, ¿entonces por qué se atreve a sentarse al lado mío?
-No seré yo quien le dé su juicio final, Don Gaster. Y además, soy un hombre viejo. Si piensa matarme, no le perdería mucho. –La calma que pretendía irradiar con sus palabras eran más bien irritantes para él. –También es porque creo que este lugar es para todas las especies que la necesiten. Aunque claro, nunca tendré ni la mitad de valor que esa señorita tiene para relacionarse con delincuentes como usted. Mi instinto me indica constantemente que debo mantenerla alejada de usted, si debo ser sincero. Pero también, me percato que la presencia de esa jovencita ha hecho un cambio interesante en usted.
-Agghh… –Ahora se estaba lamentando de haber tenido un buen gesto. Era evidente que el señor había interrumpido todo al ver tal cosa y ahora se estuviera haciendo la idea de poder evangelizarlo. –¿A qué se refiere, anciano?
-Todos en Snowdin sabíamos que su presencia en el lugar era de mucho miedo, una mala señal. Pero recientemente sólo significa que quiere tomar café por la mañana con una cálida compañía.
-Se nota que no conoce a esa florista. –Quiso levantarse al no querer estar más tiempo ahí, pero con tan sólo moverse sintió de golpe el mareo que no pretendía soltarlo en un tiempo considerable. Haciendo que se regresara a su asiento en el instante y se lamentara por ese hecho. –"Cálida" no es una frase que la describa.
-A mi me parece que son algo similares a su manera. –Pese a que ninguno de los dos se estaba observando directamente, pudo notar que su sonrisa cansada por la edad, en verdad reflejaba que quería hablar y no alejarlo. –La llegada tanto de usted como de ella, causaron un impacto interesante aquí.
El esqueleto optó por no decir nada, brindándole la oportunidad de ser más claro o, en su defecto, retractarse por el atrevimiento. Y por la leve risa que soltó el señor, supo que su silencio lo había entendido.
-He vivido en Snowdin mucho antes que usted, Don Gaster. He presenciado cómo de ser un lugar sumamente peligroso, pasó a tener una mínima oportunidad de calidad de vida, por más buena o no que sea. Y eso fue gracias a usted. –Finalmente, el sacerdote se giró para verlo de frente, o por lo menos lo que podía hacer tras estar sentados. –Snowdin es la única región de todo Ebott City que no ejecuta la llamada "hora monstruo". Las rentas se mantienen a un precio accesible e incluso permite la posibilidad de que pueda comercializarse por aquí, ya sea humano o monstruo. Así que, poniendo a un lado todo lo malo que hay por encima de todo eso… usted es una maldita bendición para Snowdin.
El esqueleto ahora se giró para observarlo, notando que el humano contaba con ojos verdes claros y siendo una razón para no mostrarse agresivo. ¿Era su imaginación, o acaso el sacerdote lo estaba elogiando? Claro que bien podría tratarse de un intento de mostrarse plausible para que no pretendiera hacerle daño después, pero sus observaciones se sentían sumamente transparentes como para pensar realmente en esa posibilidad.
-Si, sé que le parece extraño, considerando que ha de estar acostumbrado a detestar a la gente de mi perfil. –Comentó el anciano de inmediato. Seguramente notando su aparente sorpresa. –Pero por más que he querido ayudar a los monstruos con mis pocas posibilidades, tanto usted como esa simpática señorita, han demostrado que sólo basta una simple acción para hacer un verdadero cambio. Les agrade a otros o no.
-Para ser un anciano, deposita demasiada confianza en seres más jóvenes que usted.
-Los adultos ya tuvimos nuestras respectivas luchas, y las hayamos ganado o no, damos paso a que las generaciones siguientes moldeen el entorno. –Respondió tras entender a la primera a lo que se refería. –Siempre habrá discriminación de lo que sea en cuanto se tema a lo diferente o al cambio. Pero lo que generación con generación olvida, es que estamos en constante cambio. ¿Cuántas veces se repetirá la historia por olvidar nuestro propio pasado? ¿Duele tanto ver atrás y el aprendizaje que se obtuvo... o es simple orgullo que no acepta los errores cometidos?
Don Gaster tenía que admitir que se sentía extraño estar hablando con un humano de esa manera, pero algo en todo ello era suficiente para despejarse de mente. Tal vez lo que le había faltado era poder entablar conversación con otro adulto, estando recientemente hablando con puro joven berrinchudo que ahora le incriminaba por sus decisiones por el bien de ellos. Aunque también, podría deberse a que el sujeto a lado suyo era mucho mayor que él. ¿Esa sería la razón por la cual la florista optaba por siempre hablar con él y no con sujetos de su edad?
-Estoy seguro de que escuchó la conversación que tuvimos hace un momento.
-Si, lo hice.
-Pues bien, en su posición ¿qué es lo que me aconseja?
-Bueno, la señorita fue más clara de lo que yo podría decirle. –El sacerdote jugó un poco con sus pulgares, como si algo en todo eso le causara gracia sólo a él. –Debería de pensar más en qué le hará feliz a usted y a su familia que en lo que les mantendrá seguros. Nadie puede dar garantía de eso último, pero la felicidad siempre se recuerda y perdura en los momentos que lo necesitamos.
-Lo dice porque nunca ha tenido que peligrar su propia vida.
-Estoy sentado junto a usted, diciéndole cosas que probablemente no sean de su agrado. Es suficiente peligro para mi.
Don Gaster nuevamente masajeó sus sienes, sintiendo su mirada cansada con tantas cosas por procesar y lo mucho que su cuerpo le imploraba poder acostarse. Detestaba que hubiera tanto entrometido en sus asuntos personales.
-Y sé que no me lo preguntó, pero hace tiempo que había querido decirle esto. –Comentó el sacerdote, mientras ambos ahora observaban a la florista acercándose lentamente con una charola entre manos. –Así que muchas gracias por haberme permitido este momento. Y también por tan emotiva escena.
-Viejo chismoso.
El sacerdote tan sólo rió por su comentario, desconcertando a la chica que ahora estaba con ellos y sin entender qué había pasado. Pero en lugar de hacer preguntas que sólo incomodaría aún más el momento, se limitó en entregarles sus respectivas tazas humeantes cuyo contenido lamentablemente no contenía nada de cafeína.
-Molte grazie.
Comentó el sacerdote una vez que la humana le entregó una taza. Tomando por sorpresa a la chica que aparentemente había reconocido el acento, pero no para el esqueleto que ya se imaginaba que pudiese hablar su idioma y que sólo lo había hecho para presumir que podía hacerlo.
-¿Eso fue italiano? –Preguntó la chica tras sentarse junto a ellos, teniendo su taza entre sus manos pero sin tener intenciones de tomarle.
-Si, forma parte de las lenguas romances que estudié en mi formación como sacerdote.
-¿Puede enseñarme a decir algunas cosas?
-Mi italiano está algo oxidado, pero no hay nada mejor que un nativo. ¿No es así, Don Gaster?
El mencionado tan solo gruñó en su sitio, sabiendo la intención que estaba teniendo el sacerdote con todo eso. La joven se giró ahora hacia él, cuya mirada alargada comunicaba mucho más de lo que le habría gustado entender. Maldita, justo ahora le cobraría lo que aparentemente le debía ¿cierto? Alzando su taza con una mano flotante que había invocado, se cruzó de brazos al querer contener su molestia por eso.
-¿Qué es lo que quieres saber?
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Alphys sabía que no era nadie para cuestionarle ciertas cosas a Asgore, pero también tenía que admitir en sus adentros que, algunas de sus decisiones, eran demasiado extrañas hasta para ella. Tener a la anfibia todo este tiempo para adaptarla a sus futuras necesidades, para luego pedirle que ahora regresara con Gerson como descanso de un aparente entrenamiento no le decía mucho de cuáles eran sus verdaderos objetivos, mas no le correspondía preguntar sobre ello si de cualquier manera su traductor principal no estaba presente tampoco. El propio Asgore le había puesto una misión a Lesser por encima de todos los demás, por lo que llevaba tiempo sin verlo.
Ella había advertido que la anfibia no era apta para el proyecto. También había concluido que el prototipo del casco aislante no iba a funcionar en poco tiempo y ahora tenía que venir ella a reparar el desastre por ambas cosas. Si tan sólo siguieran sus indicaciones al pie de la letra como lo hacían sus amalgamas, no tendrían que estar perdiendo tiempo de esta manera. Y por más que le comentaba eso a Gerson, él sólo se reía tras decirle que no debía preocuparse, si después de todo, se trataban de cosas que ya tenía contempladas en sus movimientos previos.
Mientras ingresaba al laboratorio subterráneo estando acompañada de sus amalgamas en sus costados, contempló en primera instancia la razón por la cual Asgore le había solicitado que se encargara. La sirena estaba en un extremo, observándole con algo de odio y con sus brazos visiblemente derretidos que dejaban en evidencia que el proceso en ella se había adelantado más de la cuenta, teniendo su respiración algo agitada como si estuviese agotada de algo que le estaba consumiendo lentamente y a su vez le mantenía estable dentro de los parámetros establecidos. Pero la verdadera molestia estaba al otro lado de la sirena, queriendo estar cerca de su amiga y sin poder hacerlo por miedo de empeorar aún más las cosas. Si no fuera por estar en regla con su medicación, se habría sorprendido de verla tan intacta y andante tras mucho tiempo de mantenerla dormida.
-Hola, hola. –Comentó la esqueleto sin más.
Las amalgamas respondieron a su saludo por ella con un gruñido de advertencia, lo cual la esqueleto entendió inmediatamente al bajar lentamente su mano con la que había estado saludándole, como si todo lo presente se tratara de un convivio casual. En verdad que era exasperante que alguien quisiese verse alegre en un momento como este.
-Por un momento creí que vería al doctor Sallow. Ya que él fue de lo último que vi antes de… dormir demasiado. –La esqueleto insistió en hablar pese al ambiente que claramente no le favorecía en nada. –Pero tú te le pareces mucho. ¿Cómo te llamas?
Nuevamente, Alphys dejó que las amalgamas respondieran por ella, ahora con rugidos que incomodaron estando en un espacio cerrado, pero que resultaron muy efectivos si habían hecho que la esqueleto se tapara la cara con evidente miedo. La sirena había querido acercársele para consolarla, pero no se había atrevido a tocarle en lo más mínimo al ver nuevamente sus propios brazos. Al menos alguien en la habitación comprendía lo que estaba pasando.
-Pues seas quien seas, quiero que quede claro que esto no es personal. –Volvió a hablar la esqueleto, aun cuando permanecía con la cara cubierta tras el ruido. –Es solo que no me gusta esta clase de ambiente.
Antes de que se preguntara de qué demonios hablaba, varios huesos surgieron del suelo, la empujaron lo más posible a la pared y la encarcelaron junto con las amalgamas que le estuvieron acompañando en todo momento. Observando sin poder sentir algo realmente, cómo la esqueleto levantaba a la sirena con su magia para no tener que tocarla, mientras las manos flotantes que estuvieron al otro lado de la habitación abrieron la puerta y escaparon del lugar a toda prisa. ¿En qué momento había hecho todo eso? La habitación en la que se encontraban estaba perfectamente diseñada para que fuese difícil esa clase de cosas, por lo que debió de ser muy rápida al momento de crear esas manos al otro lado justo en cuanto ella había abierto la puerta para ingresar con ellas.
Le habría dado crédito a esa astucia, sino fuera por el hecho de estar preparados siempre para esa clase de cosas. Las amalgamas no por nada se les consideraba indestructibles, por lo que las obligó a romper los huesos y que fueran de inmediato tras ellas, lo cual todo pasó bastante rápido que no pudo calcular en el calor del momento que, ambos ingredientes andantes ya habían logrado salir del lugar subterráneo. Tontas, sólo se agotarían innecesariamente.
En el juego del cazador y la presa, tanto Asgore como ella siempre ganaban.
Al momento de que ella misma salió del lugar para ver el resultado, contempló con indiferencia que sus amalgamas las tenían acorraladas, pero de modo incalculable había alguien más presente que no podía explicarse en el instante cómo era posible. Y que además las estuviera… ¿defendiendo? Esa almeja andante monocromática era parte de los proyectos de su padre que jamás terminó ni dejó registro de lo que había intentado hacer realmente, por lo que era un misterio su función y comportamiento al grado de sólo mantenerla aislada hasta pensar realmente qué hacer con ella. Maldita sea, su padre una vez más le estaba ocasionando una jaqueca que ni su medicamento le ayudaría a moderarse.
-Cedí mi ojo por amor. Y estoy dispuesta a ceder mi vida por lo mismo.
-Arial, ¿qué…?
Sin más, la esqueleto levitó a ambas criaturas marinas con un aura verde a una altura mucho mayor de lo que podría su capacidad como esqueleto, lo cual estaba siendo evidente por el agotamiento que estaba mostrando y que aun así no pareció importarle ese detalle. Creando una barrera de huesos divisoria al mismo tiempo que arrojaba a ambas hacia el bosque.
Alphys ni siquiera tuvo que pensarlo demasiado, chasqueando sus dedos para mandar a sus amalgamas presentes directamente hacia el bosque, sabiendo que no podrían estar muy lejos. Pero aparentemente era algo que la esqueleto también había pensado, creando constantemente barreras de huesos, algunas más largas que otras, con tal de entretener de alguna manera el acceso hacia el bosque y brindar más tiempo a las criaturas marinas.
Y aquello estaba impacientándola tanto a ella como al sujeto que había arrojado el tridente carmesí, rompiendo con todas las barreras de un solo golpe y llegando hacia la esqueleto para apresarla sobre la tierra. Si eso no era suficiente para detener sus intentos, la presencia del monstruo jefe con pasos pesados tenía que serlo para cualquiera. Sus ojos dorados dejaban en claro que no le había agradado lo que había pasado.
-Quiero que quede claro, que el único motivo por el que no la he matado es porque me será de utilidad. –La voz del jefe finalmente dejaba en claro el tipo de ser que era. El demonio que habitaba en él y la razón por la cual bajo ningún motivo era para tomarlo a la ligera. –No perdono tan fácil esta clase de cosas.
-Perderá, Don Dreemurr. –Mencionó sin más la esqueleto.
-¿Y por qué lo dice?
-Porque se metió con mi esposo. Él es un hueso difícil de roer. –Pese a la situación en la que se encontraba, rio la esqueleto con cierta entonación dulce que posiblemente habría cautivado a cualquiera. Pero acto seguido abrió su cuenca derecha para dejar ver su ojo luminoso. Su sonrisa no la borró en ningún momento, pero ese ojo en particular no generaba confianza por estarse exponiendo demasiado, casi como si ya no le importara nada más tras lo que había ocasionado. –Y podría apostar a que está muy enojado con usted.
Observando con atención, podía verse que su ojo mágico no estaba alumbrando a la suerte. Siendo el caso de tratar de detener al monstruo jefe de lo que fuera que quisiera hacer por cuenta propia, aun cuando eso significaba tenerlo de cerca para que las otras pudieran estar lejos de él. A su percepción, la señora Gaster era una tonta como muchas otras, pero comprendía por qué tanto interés en particular de querer a las tres amigas como amalgama especial. Y era razón suficiente para alimentar su propio interés también en querer ver el resultado de eso.
-Oh señora. –Asgore tan sólo se rió de su comentario. –En verdad cuento con eso.
Alphys se limitó a observar el bosque, donde sus amalgamas habían corrido una vez que tuvieron libertad suficiente para ir tras las presas.
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Lyra quería detenerse a llorar, pero sabía que si lo hacía, posiblemente darían con ella y no permitiría que tal esfuerzo y sacrificio fuese en vano.
No obstante, el sobreesfuerzo la estaba agotando más de la cuenta. Arrastrarse por su vida y mantener a distancia un conjuro del que desconocía su avance o distancia, estaba siendo más doloroso de lo que se había imaginado. Sus brazos extrañamente deformados era la prueba física de eso. ¿Qué tal si era inútil hacer algo al respecto a esas alturas? No podría usar su magia de voz en cuanto se esmerara en mantener el encanto que había mandado a través de alguien más, por lo que estaba más vulnerable que antes. Aunque tenía a alguien consigo acompañándole al mismo ritmo y sin emplear palabra alguna.
-Tú nos ayudaste, ¿por qué? –Finalmente le preguntó la sirena, una vez que estuvieron lo suficientemente lejos y sin oír la persecución. Susurrando como medida de precaución en cuanto no supieran qué tanto les faltaba para salir del terreno repleto de árboles. –¿Quién eres?
-¿Quién soy? –La chica gris giró la almeja que involucraba toda su cabeza.
-Sí, ¿cómo te llamas?
-¿Cómo me llamo?
-Si no lo sabes tú, yo menos. –Refunfuñó con cierto pesar, notando que no parecía ser muy lista su aparente acompañante. –Auxiliaste a Arial sin más, debes de conocerla de algo, ¿no? Tal vez de su familia, de Gaster o…
-Familia Gaster.
-¡Si, si! –Lyra se alivió de escuchar algo coherente por fin. –¿Sabes quiénes son? ¿Sabes llegar con ellos?
La almeja no tenía particularmente un rostro para saber si le estaba asintiendo o no, pero le fue suficiente al ver que estaba haciendo el intento de cargarla sin permiso alguno para llevarla consigo. Lyra estuvo por detenerla ante el miedo de poder afectarla con el estado inusual de sus brazos, pero no fue el caso a lo que había creído que pasaría. Así que lo permitió con cuidado al entender que, una vez que la cargara en su totalidad, la llevaría por completo al mismo rumbo que tenían en mente. Y en efecto, fue así a una velocidad bastante lenta para su gusto, pero tampoco estaba para quejarse dada la situación. No solo estaba cansada y evidentemente debilitada como si le hubieran absorbido gran parte de su energía, sino que estaba haciendo el esfuerzo de no caer dormida ante el miedo de apagar la luz de su antena que ayudaba a mantener su conjuro. Detestaba tener que irse así, dejando a su amiga en garras de una bestia que sólo se divertía con las reacciones que provocaba su crueldad. Pero también sabía que una oportunidad así era única y no podía desaprovecharla, sobre todo porque la misma Arial había creado tal oportunidad, sabiendo que el único modo de lograrlo era que una de ellas fuese quien estuviera fuera y otra asegurándose de no darles oportunidades de irle a buscar. Nada garantizaba que existiese realmente esa oportunidad, pero sí de cualquier manera ya las tomaban por muertas, no tenían nada más que perder.
Bonnie, Shyren, Wingdings… Por favor, que estén bien. Ya estaba en camino.
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Tuve que crearme una nueva rutina mañanera para poder tener espacio para escribir diario por lo menos una hora, y si bien he tenido sueño por lo mismo, ha valido completamente la pena. ¡Esta historia llegó a las 200 mil lecturas! Había planeado comenzar a sacar el spin off sobre el pasado del matrimonio Gaster como premio a llegar a tal número, pero me temo que aquello tendrá que esperar un poco más, ya que el tiempo extra que tengo lo estoy dedicando a escribir Osado Corazón y tener varios capítulos adelantados para no atrasarme nuevamente en sus actualizaciones. ¿Quién me manda a tener más de un contenido por hacer? Jeje.
Muchas gracias por la paciencia y cariño. En verdad que son todo un motor para seguir adelante. Los amo!
Michi fuera!
:)
