-¿Por qué flores?

-¿Mmh? ¿Acaso no te gustaron?

-No dije eso, es solo que… no entiendo. –La monstruo jefe alzó levemente el ramo que le había entregado su acompañante, como si en ello pudiera encontrar las palabras adecuadas para expresarse sin entrar a malentendidos por falta de vocabulario, pero topándose únicamente con una sonrisa burlona en aumento que no le ayudaba para nada. –¿Por qué me trajo flores a mí?

El monstruo jefe de melena dorada soltó una risa tras haberse acabado su bocado. Ciertamente, a Toriel el sujeto le había parecido como alguien muy inusual de muchas maneras, desde que le había conocido en el "ring" y combatido contra su maestro para perder como muchos otros en sus manos. Pero si bien en varias ocasiones más se lo había topado queriendo enfrentarlo en revancha y no logrado bajo la orden que tenía de impedírselo a toda costa, finalmente había terminado invitándola a comer en su propio establecimiento, en lo que parecía un pequeño departamento con un local abandonado debajo. Estando ahí ahora, sin comprender cómo habían terminado así las cosas entre ellos, pero reconociendo que no era tan mal cocinero como se lo hubiera imaginado con toda esa rudeza encima.

De hecho, ahora que podía observarlo en un entorno sumamente cotidiano, le daba la impresión de ser un sujeto bastante casero y algo solitario en un espacio tan pequeño para él, pero que le daba la comodidad suficiente para una vida tranquila. No parecía que hubiera más habitantes en el departamento, tan solo había muchas plantas en el entorno, acompañándole en una extraña soledad para un hombre como él. Demasiadas plantas de varios colores y formas, que le comunicaban de alguna manera el hecho de dónde había obtenido tales flores que le había entregado.

-¿Qué nunca te habían dado flores? –Soltó el rubio tras parar de reír. –Vaya, cada vez me convenzo más de que ese tipo te tiene en una cueva. Te deberían de llover esta clase de cosas.

-Saito-sama sólo ve por mi bienestar.

-¿Y haces algo más aparte de tener que defenderlo de todo, o también debes cambiarle los pañales?

-Esto fue una pérdida de tiempo. –Resopló Toriel con evidente incomodidad de haber accedido a semejante invitación por curiosidad. –Le mandaré su nueva amenaza a Saito-sama ya que esta vez lo hizo de manera pacífica. Buenas tardes, señor Dreemurr.

-¿Amenaza? ¿Crees que te invité a salir para amenazar al japonés? –Aunque no pareciera disgustado, el joven se puso de pie casi al mismo tiempo que lo había hecho ella. Siendo algo demasiado rápido que le puso en alerta por si requería defenderse en cualquier momento, pero al final pudo comprender que había sido un acto de caballerosidad occidental. –Supongo que eso me lo gané por haberlo mencionado. Lo siento por eso. ¿Puedes darme una oportunidad de remendar eso de inmediato con una bebida caliente?

-¿Entonces esto no es por una amenaza? –Toriel levantó el ramo nuevamente.

-No, Toriel. Te estoy cortejando. –La monstruo se quedó quieta, en espera de algo más ahora que no sabía como reaccionar al respecto. En verdad esa no se la esperaba. –Porque me interesas.

-¿Y eso por qué?

-¿Debe haber una razón?

-Para que esté cortejando a la trabajadora de un enemigo declarado, debería de ser así, si. –La monstruo jefe alzó su ceja, manteniéndose firme en su postura. –Usted quiere matar a mi maestro y yo no puedo permitirlo. Así que, si lo que pretende con esto es acercarse a él…

-Tu vida no debería de girar en torno a un tipo que visiblemente te tiene como su esclava. –Esta vez, el monstruo suspiró con apatía. –Ya no estás en Japón, aquí puedes ser libre.

-¿Qué es la libertad para usted, señor Dreemurr? –Soltó Toriel como si hubiera tenido la pregunta en la punta de la lengua con suma anticipación. –Porque a lo que a mi respecta, Saito-sama me otorgó la libertad desde que me dio un propósito. Una razón para vivir. ¿Cuál es la forma en la que usted se considera un ser libre si sólo se dedica a pelear sin razón?

Pese a mantenerse firme en su postura, la mirada que el monstruo le lanzó causó más incomodidad que cualquier cosa que le hubiera dicho para excusarse. Era una mirada que siempre procuraba evitar en su maestro, aun cuando fuese imposible verle a los ojos tras su permanente máscara de kitsune. Porque era el sentimiento que producía lo que realmente lastimaba de manera inexplicable.

Era decepción.

-Si crees que así son las cosas, terminemos de comer y no te volveré a molestar más si así lo crees conveniente. –El rubio mencionó sin más, siendo evidente que buscaba terminar con la reunión lo más pronto posible. Sentándose para indicarle que hiciera lo mismo de forma cortés a su manera. –No eres quien creí que eras después de todo.

-¿Y eso qué significa?

-Que para saber pelear, eres realmente una cobarde. –El monstruo se encogió de hombros sin importarle lo que pudiera detonar su respuesta. Después de todo, era ella quien estaba en su propia casa, su propio dominio o territorio. –Al menos creí que le aprenderías algo en verdad a ese japonés, pero es todo lo contrario. ¿De qué sirve que sigas con él si es solo por miedo?

-¿Acaso le admira algo a mi maestro? –Optó Toriel por enfocarse solo en eso para no entrar en disputas en un entorno tan ajustado. Sentándose finalmente de regreso a su asiento. –Creí que solo era odio de su parte.

-Un verdadero luchador sabe reconocer la fuerza de su oponente. Y tu jefe es hasta ahora, el único sujeto al que todavía no entiendo. –El señor Dreemurr hizo demasiado énfasis en el "todavía". –Cada lucha, cada oponente que tiene, cada batalla que afronta… es como si supiera qué hacer o dónde colocarse exactamente. Me gustaría saber cómo lo hace, pero como dije, no te invité a comer para hablar de ese tipo, sino de ti. Aun cuando seas una cobarde.

-No hay mucho que se pueda hablar sobre mi.

-Lo dudo. Iniciemos por el hecho de que me hables de tu lugar natal.

-Creí que no le gustaba saber nada sobre Japón. –Soltó sin comprender todavía a qué quería llegar realmente con algo tan banal, pero no importándole tanto ahora. Le incomodaba ahora que le percibiera como una cobarde. –Es… un lugar hermoso a decir verdad. Dado que parece que le gustan las flores, puede que le hubiese gustado vivir en un lugar como ese.

-¿Qué tipo de flores recuerdas?

-No sé cómo se llamen, solo sus colores. Y hay de varios tipos. –Se quedó meditando un poco tras eso. –Pero… hay unas que pude ver frecuentemente, antes de venir para acá. Saito-sama las tenía en su anterior casa en grandes cantidades. Eran moradas y colgaban de los árboles.

-Wysterias. –Mencionó el rubio tras una sonrisa. ¿Cómo era que con tan poca información supiera de cuáles se trataban? –Vaya, es un tipo de flor casi imposible de obtener por aquí. Me gustaría poder verlas.

-¿Puedo preguntarle por qué le gustan tanto las flores? –El monstruo se rió de ella ante la evidencia de que ya le había lanzado la pregunta.

-Hay muchas razones en realidad, pero la principal es por una frase que me marcó en su momento. Se dice que uno "florece" como referencia a llegar a la madurez ante el hecho de que después de eso se preparan para perecer, pero lo cierto es que varias plantas pueden florecer más de una vez, aprender de un entorno cada vez. –Le contesto con demasiada calma y visible regocijo. Tal parecía que en verdad le gustaba el tema. –La naturaleza es compleja, inexacta… caótica… Y las flores lo dejan en claro con su existencia. Dejan huella de en dónde hubo vida, permitiéndonos aprender de ellas, perecer como ellas o volvernos ellas.

-No le estoy entendiendo.

-Tendrías que ser florista para poder entenderme.

Aquella frase le había marcado demasiado en toda la velada y transcurso de vida tras el hecho de haber terminado saliendo con él y poco después casándose para formar una familia. Pero por más años que llevaran en matrimonio, nunca había logrado entender del todo cómo era que Asgore se apasionaba tanto por algo tan delicado y difícil de cuidar para manos diseñadas para sostener el elemento más peligroso para un pasatiempo como ese. Fácilmente podría quemar o destruir todo a su paso con facilidad, pero era inaudito para él cuando se trataban de las plantas coloridas.

Lo amaba demasiado, pero era en verdad frustrante no haberle comprendido en esas decisiones por más que se dedicara a meditarlas cada una de ellas. Teniendo que limitarse a respetarlas y seguirlas al pie de la letra por un bienestar común, por una lucha que revoloteaba su corazón cada vez que le había escuchado hablar sobre una lucha necesaria. Queriendo estar a su lado en cada una de esas cosas, pero terminando lejos sin saber absolutamente nada de lo que pudiera estar ocurriendo en la ciudad en ese preciso momento. Aunque aquello último no era algo que le interesara del todo realmente. No valía la pena ahora.

Si tanto Asgore como Frisk la viesen ahora mismo, seguramente la odiarían por haber permitido que sus amadas flores perecieran de la peor forma posible. Dejándolas consumirse en su tristeza al igual que ella. Esperando poder perecer en la tierra al igual que ellas, pero lastimosamente no se lo permitían las desgraciadas. No parecían querer compartir su tierra pese a tratarse de su propio dominio, encontrándose enramadas entre ellas pese a la sequedad, siendo muy seguramente que le lastimarían si intentara sentarse sobre ellas como modo de castigo de haber permitido que terminaran así. Negándole la muerte como lo hacían los demás.

-Hola señora, ribbit, ribbit.

Una voz la sacó de sus pensamientos mientras había estado acariciando las plantas marchitas de su jardín muerto. Recordándole que por más alejada que estuviese de todo, aún había uno que otro habitante en el pueblo que recordaban su existencia entre ellos. Pero qué lamentable.

-No entiendo por qué se inscribió al periódico si de cualquier manera los ignora todos. –Toriel no respondió, esperando que el anfibio se fuera de una buena vez para dejarla con lo suyo. Cosa que lamentablemente no pasó. –Creo que su jardinera se encargaba de al menos mantener limpio esto, ribbit, ribbit.

Aquello no le gustó para nada a Toriel. Pese a que nunca pudo decir abiertamente que se trataba de su hija, que la consideraran una simple trabajadora por el hecho de mantenerse activa, le desagradó lo suficiente para estar de acuerdo con las decisiones que tuvo que tomar al final. Definitivamente había sido lo mejor alejar a Frisk de la ciudad en un principio, y ahora había sido lo mejor dejarla ir por su cuenta ahora que ya no podía hacer nada más por ella.

-Y hablando de la jardinera… traigo una carta para ella.

-¿Qué? –Sé giró inmediatamente.

-Parece que estuvo retenida por error varios meses, ribbit ribbit. Supongo que fue por no tener remitente, ni nada más salvo su nombre. Ni siquiera un apellido. –La rana husmeó en su bolsa sin importarle la reacción repentina de la señora ante él. Siendo un vistazo de lucidez en ella desde hace tanto tiempo. –No sé quién habrá aceptado semejante carta para enviarla, pero es mi deber no cuestionar tanto esa clase de cosas.

Toriel pudo hacerse una idea del porqué al haber estado acostumbrada a recibir tal clase de material durante un tiempo, pero esperaba estar equivocada. No era posible, se suponía que ya no habría más esa clase de contenidos.

No era posible, no era posible… pero ahora la tenía en sus manos.

Algo arrugada y doblada de las puntas, (seguramente por la forma en que la tuvieron guardada por tanto tiempo), pero indiscutiblemente escrita con la letra desalineada del amor de su vida que siempre tuvo dificultad de poder sostener una pluma con fluidez. Y si bien el tiempo y humedad habían hecho de las suyas, estaba muy segura de que debía de prevalecer parte del aroma que siempre dejaba en sus hojas con tal de comunicarse con la niña que siempre esperó sus cartas con gran anhelo y regocijo.

Sin duda alguna era una de sus cartas. Pero él siempre las mandaba con mucha precisión para sus cumpleaños, y para eso faltaba mucho, sin contar que al menos tenía el cuidado de ponerles la estampilla para despistar toda sospecha y este no parecía ser el caso. Y si se trataba del más reciente, había recibido la carta a tiempo para entregársela a Frisk como una excusa más de que no vendría a verlas. ¿O no?

-Y aquí el periódico de hoy. –La rana siguió con lo suyo, casi como si fuera una marioneta de su propio trabajo y no se diese cuenta o no le importase en lo más mínimo. –Esta vez pude entregárselo a la mano, pero procure mantener limpio su buzón, ¿de acuerdo? Buen día.

Se esperó a que el monstruo se retirara para dignarse en ver el contenido de la carta pese a que era un modo de falta de respeto de su parte. Pero en cuanto levantó su mano para ello, se topó con la fotografía de la primera plana del periódico. Reconociendo de inmediato a dos de los tres esqueletos mostrados y aparentemente buscados por salir de prisión recientemente. Impresionándole que fuesen nombrados como prioridad de captura cuando se suponía que su esposo era quien llevaba esa batuta por mucho tiempo, pero no interesándole tanto como la carta que ansiaba leer ahora que su hija no estaba para recibirlas más.

Horrorizádole de inmediato al ver tan solo la fecha que se suponía que debió haberla recibido. Notando que la carta consigo debió ser leída en su cumpleaños número 21, teniendo como regalo dentro una bolsita de papel con semillas que seguramente ya no servían. ¿Entonces qué había recibido en su lugar si…?

Maldita sea. ¿Qué había hecho?

.

.

Está viva, está viva… ¡MALDITA SEA, EN VERDAD ESTUVO VIVA EN TODO ESTE TIEMPO!

-R-respire, señorita. Por favor tranquilícese. –Insistió la flamita por enésima vez, mientras seguía tratando de darle aire con unos papeles que tenía a la mano. –O siéntese por un momento.

Chara caminaba de un lado para otro sin tener intenciones de hacer caso a indicaciones burdas para un momento como ese. En cuanto había visto con sus propios ojos a su hermanita siendo una mujer ahora, recorriendo un parque en compañía de un monstruo que pudo reconocer por la fotografía recientemente vista en el periódico… había emprendido una carrera sin un objetivo específico, sin saber siquiera qué hacer o cómo actuar en una situación así, siendo seguramente que había tomado la peor acción de todas. Pero tenía que admitirlo, verla le había causado pavor. Un pánico que no había experimentado en mucho tiempo y que seguramente la hacía ver como una completa idiota ante la adolescente que había terminado encaminándola a lo que parecía ser su casa o local familiar, pero que agradecía que estuviese vacío ante su propia agonía que le hacía hiperventilar más de la cuenta.

Tantos años lamentando su muerte, hablándole a su tumba pese a saber que estaba vacía… y resultaba que se había perdido de años que pudieron estar juntas. Apoyándose en la extraña soledad de ser únicas en el mundo, creciendo juntas ante un entorno caótico que jamás intentaría comprenderlas. ¿Qué tanto sabría Frisk de que las tuvieran separadas? ¿Por qué se veía tan contenta pese a todo lo que se hubiera imaginado? No estaba segura de si eso le calmaba más o si hacía el efecto contrario en ella.

-Debería de ofrecerle agua, pero…

-Podrías lastimarte con eso, lo entiendo. –Intuyó Chara tras dar una vuelta caminando una vez más. Sin poder salir de donde sea que se encontraba por ahora. La fachada parecía la de un bar, pero los elementos acompañantes indicaban ser un restaurante bastante lamentable a vista, pero con buen aroma que le respondían de dónde Fuku había sacado las hamburguesas. –En realidad lo que necesito ahora es un buen trago de alcohol.

-El alcohol no es la respuesta, señorita.

-Cuando llegues a mi edad, sabrás que lo es para muchas cosas.

Finalmente se sentó en una de las sillas al agotarse de múltiples maneras. Si Kris la viera en ese preciso momento, seguramente le regañaría por permitirse mostrarse tan débil ante otros, sin contar el hecho de perder el autocontrol ante una situación que ameritaba neutralidad absoluta y no estar vulnerable ante una menor de edad. Pero si estuviera viéndola realmente, lo habría matado tras descubrir la enorme mentira que le tuvo en todo este tiempo. Tratándose específicamente de su única conexión sanguínea que realmente le importaba e importaría en el resto de sus días.

Necesitaba muchas respuestas, pero tenía que admitirse a sí misma que estaba muy asustada por ahora de obtener las que más obvias parecían.

-Espere aquí, por favor. –Mencionó Fuku mientras se retiraba un poco. –No tardo.

Chara no le dio importancia a aquello como para querer hacer lo contrario. A su perspectiva, salir a través de esa puerta era demasiado doloroso para ella ahora, en cuanto no lograra organizar sus pensamientos y sentimientos al respecto. Odiándose a sí misma una vez más por nunca ser apropiada para algo, mucho menos para sí misma.

Había tenido a Frisk a unos cuantos pasos. Incluso le habría podido gritar en la distancia para darse cuenta de su presencia y tal vez tener una reunión que ninguna de las dos se hubiese imaginado. Pero en lugar de todo eso, cobardemente había corrido al sentido contrario, antes de que alguien notara que estaba observando un punto específico más de la cuenta. Sin siquiera saber qué hacer ahora que sabía la verdad, fuera de tratar de asegurarse de que estuviese realmente bien fuera de lo que a simple vista podría notarse.

-¿Quién… eres?

Chara escuchó una voz masculina tras su espalda, la cual pese a haber escuchado una sola vez y en un mal momento, pudo reconocer de inmediato. Mierda, mierda, mierda. Estaba cometiendo muchas estupideces en poco tiempo. Nunca debió aceptar la ayuda de una adolescente entrometida, nunca debió ingresar a un sitio que claramente el dueño estaría presente en cualquier momento. Nunca debió de estar cerca de seres que no emitían aroma por cuenta propia como para detectarlos a cierta distancia.

Maldita sea, era un completo desastre ahora. Si no entraba en llanto de nuevo, era por puro orgullo.

-Saludos. –Comentó con naturalidad y sin voltearse ahora que todavía tenía alguna oportunidad de salir de esta con el disfraz barato que portaba todavía. Realmente actuando como si dos conocidos se encontraran en un restaurante, estando cada uno en diferente mesa. –Me dijeron que la especialidad de este lugar son las hamburguesas.

-Si… Pero tal vez quiera conocer el resto del menú. –La voz sonaba lentamente más cerca. Chara se recargó en la mesa para mostrar calma, cuando realmente comenzaba a prepararse para tomar su máscara guardada en su bolso, por si era necesario alguna clase de hostilidad. –Hablan bien de nuestras papas fritas.

-Interesante. Creo que querré unas para llevar.

-Lo siento, pero aún no abrimos.

Chara se lanzó hacia el frente suyo haciendo una maroma apoyándose en la mesa, sabiendo que el sujeto habría hecho lo mismo por la forma en la que se había estado acercando con cautela. No obstante, hacer tal movimiento tan brusco hizo que se le cayera la peluca de mala calidad y le removiera los lentes. Dejando en visto el hecho de no ser de cabello negro, aunque claro, cualquiera que tuviera ojos y tal cercanía podría darse cuenta de lo barato que era el disfraz que habia portado. Y si bien todavía llevaba los lentes oscuros, no pareció ser suficiente para ocultar su identidad del todo ante el hombre de fuego. El cual bajó su postura de alerta inmediatamente, aun cuando notó de reojo la máscara de madera que ahora se asomaba de su bolso abierto, quedado en la mesa que recién se había apartado.

Genial, este día no podría irle peor.

-Es usted. –No parecía saber cómo nombrarla, fuera de ser una chica desconocida a la que tal vez recordaba repleta de cuchillos en todo su cuerpo. –La enmascarada de la yakuza.

-Saludos, "amigo del novio".

Tuvo que limitarse a sonreír burlonamente, cuando internamente estaba sintiéndose cada vez peor. Si ese tipo se trataba específicamente del amigo del esqueleto que vio hace unos momentos con su hermana, significaba que no le quedaba mucho tiempo para huir y tal vez, (solo tal vez), ocultar el hecho de su existencia para que los tomaran por locos con un poco de suerte. Pero por la forma en que le observaba, algo le decía que había logrado identificarla inmediatamente como algo más que una mujer con tendencias a disfrazarse. Puta madre.

-Bien, tengo muchas preguntas… –Comenzó a hablar el tipo.

-¿Sí? Pues ya somos dos.

-... pero creo que iniciaré diciendo gracias.

-¿Uh? –Esa sí no se la esperaba.

-Todo aquello en ese lugar, debió de ser una terrible experiencia para una jovencita en crecimiento, pero gracias a usted, no parece que sea el caso. –Aunque el hombre de fuego se acercara un poco más, en verdad no parecía tener malas intenciones a lo que había creído que pudiera pasar. Eso no le agradaba. –Así que gracias por haberla mantenido a salvo de cualquier mano depredadora. Gracias por haber mantenido a salvo a la única familia que tengo.

Chara rechistó con molestia. Esos habían sido demasiados gracias en una sola oración y aquello solo le incomodó mucho más que cualquier interrogatorio que se hubiera esperado de inmediato. No era posible tanta amabilidad de inmediato, debía de estar intentando hacerle bajar la guardia seguramente.

Además, ¿gracias de qué? Tan solo había reaccionado en un momento de crisis y ya, nadie debía de deberle algo por eso. No había salvado a nadie, solo sacado de un mal sitio a un puñado de pubertos para terminar ahora en la incertidumbre cruel del mundo. Al menos la flamita tenía a alguien consigo, pero ¿y el resto? En los periódicos no hicieron mención de ellos específicamente, por lo que se le figuraba que los habían dejado a su suerte aquellos que seguramente no pudieron identificar. Y siendo que muchos de los niños eran inmigrantes que fueron arrebatados de sus familias que no pudieron vivir en la ciudad…

Ahora que lo pensaba, tal vez habría sido mejor que los hubiera dejado morir en aquel lugar con tal de no sufrir. Ella nunca había querido hacerse cargo de nada ni nadie. Los menores tendían a pegársele cual parásitos por más que los rechazara.

-¡Señorita!

Como si el día no pudiese ponerse más raro, la chica de tentáculos en la cabeza apareció en el lugar para llegar corriendo hacia ella. Abrazándola de inmediato pese a su gesto de desagrado y desconcierto que bien hubiera advertido a cualquiera que lo que menos quería en el mundo ahora, era precisamente contacto físico. Pero ahí estaba, siendo abrazada por la otra mocosa que no había logrado deshacerse de ella en el momento y que ahora no podía despegarse. ¿Qué demonios le estaba pasando al mundo en el día?

-Fuku me dijo que se encontraba aquí y que si le podía ayudar a darle agua. –Mencionó la chica mientras le observaba con unos ojos negros luminosos por una alegría fuera de lugar. Sin despegarse de ella y entregándole un vaso de agua con uno de sus tentáculos. –¡Me da gusto verla de nuevo!

-¡No era para que me dejaras tan atrás, Skate! –Exclamó la flamita entrando de regreso y con expresión de molestia. Pero cambió rápidamente a una de preocupación en cuanto se percató del hombre que tan solo observaba la escena. –Tío, ella es…

-Chara Saito, primogénita del líder de la yakuza conocido como "El jugador". –Interrumpió el hombre, con tanta precisión que no dudaba de que había tenido las palabras pensadas desde antes. Las cuales parecía decírselas a ella directamente dado que no le quitaba la vista de encima. –Declarada muerta hace veinte años en un incendio en New Home.

Chara dejó de forcejear tras escuchar atentamente. Definitivamente sabía exactamente quién era. Eso era malo, muy malo para ella.

-¿Los Gaster lo saben? –Terminó preguntando.

-Solo saben lo mismo que el resto, que está muerta. Incluso es lo que piensa Frisk. –Chara se incomodó mucho más con escuchar su nombre con naturalidad. Aún no podía procesar que definitivamente estaba viva, pero al menos eso le respondía que le habían tenido la misma mentira a ella. –Y es aquí cuando comienzo a preguntar sobre por qué una integrante de la yakuza está aquí en Snowdin.

-No estoy con ellos. –Desvió su mirada para ver su máscara en su sitio. –No más.

-Eso es bueno para mi. No he tenido buenas experiencias con su líder.

-Tampoco yo, es un idiota.

Pero aunque lo odiara, no podía dejar de pensar en qué haría Kris en una situación como la que enfrentaba en ese preciso momento. Tal vez era por eso que no le había dicho la verdad después de todo, porque simplemente no sabía cómo manejarla. Ahora no podía dejar de sentirse tan vulnerable y sin saber qué hacer ante lo paralizante del miedo, dejando a un lado todo entrenamiento arduo que tuvo en gran parte de su vida.

Tanto tiempo queriendo morir, pensando en que no le quedaba nada salvo formar parte de una venganza… y resultaba que aún le quedaba alguien en el mundo. Pero haberla visto sonreír cuando ella estaba temerosa, cometiendo torpezas constantes en poco tiempo, le hacía sentirse como una tonta. Como si el universo siguiera burlándose de ella de alguna manera.

-Escuchen, estoy teniendo un día de lo más raro y… solo quiero que no se sepa que estoy aquí en todo aspecto. –Chara se quitó los lentes al ser ya inútil seguir teniéndolos puestos. El hombre de fuego definitivamente sabía demasiado al grado de ser un peligro dejarlo vivo, pero por Fuku no haría nada al respecto. –Es complicado.

-¡Pero su hermana…! –Comenzó a protestar Fuku.

-Entiendo. –El tío la interrumpió inmediatamente, desconcertando a las dos. ¿Qué, tan fácil lo había convencido sin negociar un precio o su cuerpo? Definitivamente debía de estar ante un doble cara o algo. Si era amigo de un mafioso, debía de serlo. –Pero tendré que advertirle que requeriré hacerle después un interrogatorio.

Chara sonrió con eso. ¡Lo sabía! Si no fuera porque estaban ante dos menores, y siendo una de ellas la sobrina, sería ella quien le sacaría un interrogatorio entre gemidos y suspiros.

-Creo que ya sabe más de lo que me gustaría, señor. –Tomó el vaso que la chica todavía le tendía con su tentáculo. –No estaré con la yakuza, pero eso no significa que no sea peligrosa.

-Eso me queda claro. –El maldito fuego fatuo se atrevió a mostrar un breve gesto de burla. Si, ya sabía que no se veía nada amenazante teniendo un aspecto deplorable y una adolescente abrazada con insistencia, rodeándole su cintura. –Pero correré el riesgo.

-¡Escóndase con nosotros! –Irrumpió la criatura marina. –En el orfanato.

-¿Tú vives…?

-Mis padres negaron que estuviera viva. Y no los culpo, así soy una boca menos por alimentar. –Sonaba algo muy triste proviniendo de alguien tan joven, pero el tono de su voz mostraba firmeza ante una situación que había aceptado tal vez desde hace tiempo como para lamentarse. Solo por eso le aplaudió mentalmente. –Así que ahora estoy viviendo en el orfanato junto con varios niños más que no fueron reconocidos.

Chara se mantuvo en silencio por un breve momento, justificándolo al darle un trago al vaso. Lo que menos necesitaba era estar rodeada de mocosos que seguramente la identificarían y la relacionarían con Frisk. Eso no sería ocultarse, sería seguir exponiéndose en territorio peligroso.

Pero no parecía tener alternativas por ahora.

.

.

-Soy el mejor y lo sabes.

-No, pero reconozco que tus consejos fueron de extrema utilidad para el objetivo.

-Y eso me hace ser el mejor, lindura. –Mettaton soltó una risa ante la breve desesperación que soltó la humana al otro lado del teléfono, no siendo capaz de contradecirle esta vez.

Al no haber recibido ningún agradecimiento de su parte inmediata, Mettaton había tenido la desesperación de querer hablar con ella hasta que simplemente terminó cediendo a su impulso. Que si bien no lo había logrado a la primera al estar "ocupada" según uno de los extraños sujetos al servicio de la familia esqueleto, finalmente había tomado su llamada.

-Completamos el primer paso que era el más complicado a vista de todos. Por lo que los siguentes deberían de ser menos ostentosos en cuanto a recursos y fallas…

-Te recuerdo que estas no son cosas apropiadas para hablar por teléfono. –Le detuvo de inmediato pese a saber ahora que a la chica no le gustaba que le hicieran eso. –¿Qué te parece celebrar nuestro glorioso inicio con una buena cena tú y yo?

-Te faltó mencionar al señor Holliday.

-Dado que ahora es candidato, no sería apropiado que nos vean en público con él. –Mencionó Mettaton con una sonrisa. Ya había contemplado esa interrogación de antemano. –Así que tendremos que brindar en su honor con una buena copa de limonada.

-Los Gaster consideran necesario el no mostrarme ante el público por el momento. –Mettaton protestó en sus adentros con eso. Esos malditos arruinándole sus planes. –Aunque sí considero necesario poder reunirnos pronto. Requiero de tu asesoría en un tema, que espero que como socios podamos llegar a un acuerdo.

-¿Algo más que nuestro pequeño proyecto juntos?

-Sí, es sobre un emprendimiento que quisiera poner en marcha a corto plazo.

Mettaton sonrió como nunca al escuchar eso. Apenas llevaban en curso una cosa de alto riesgo, y su chica ya quería crear algo más. No cabía duda de que juntos tendrían el monopolio de lo que se propusieran.

-Siendo el caso, puedo preparar un lugar específicamente para estar a solas. Fuera de cualquier ojo u oído. ¿Te parece bien?

-Estaba pensando más bien en que nuevamente te presentaras aquí. Sans se pondría nervioso si salgo de Snowdin por ahora. –La mención de ese maldito esqueleto le arruinó toda la conversación. –Aquí puedo conseguir un lugar con las características de discreción y limonada de por medio.

-Ummmm… no. Creo que esta vez te toca a ti presentarte. –Manifestó de inmediato, conteniéndose se mostrar en su voz el disgusto que le había dado saber que le tenía demasiada consideración a ese maldito mafioso que a él, quien le estaba ayudando realmente a sus planes. –Mi mansión cumple con todo lo que requerimos. Y puedo mandar una limusina por ti para mayor seguridad y discreción.

-Una limusina es demasiado llamativa para considerarse discreta.

-Mereces mucho más que eso, lindura. –Soltó sin pensárselo mucho, pero no logrando el objetivo de su atrevimiento ante un silencio inmediato. Vaya, público difícil. –Además, tenemos pendiente que conozcas mi humilde hogar.

Escuchó como resoplaba desde el otro lado de la línea con evidente resignación. Confirmándole de alguna manera que accedería por el simple hecho de estar a mano con una cortesía que bien pudo seguir negando, sino fuera por el hecho de realmente necesitar algo de él. Bien, eso era apropiado para él por ahora. Al menos un modo de lograr su objetivo con ella a ritmo necesario tratándose de alguien tan inusual a lo que acostumbraba.

-Está bien. Te llamaré mañana para confirmar cuándo.

-Te estaré esperando, lindura.

Siendo tan fría como siempre, colgó sin darle una respuesta a su despedida. Tal vez no sabiendo cómo era hacer una llamada telefónica o simplemente tomándolo como un recurso de consultoría para un mundo que estaba comenzando a comprender, integrándose a su manera. Y si bien le causaba satisfacción que requiriera de su ayuda para tales cosas, no le llenaba suficiente. No era justo que solo ella quisiera una rebanada de su potencial cuando le podía dar la panadería completa. Pero claro, el secreto para su propio proyecto personal sería la paciencia. Notando como una flor lentamente crecía desde su semilla, para ser la más hermosa de todas en su jardín.

Su teléfono sonó nuevamente, tal vez siendo algo parte de sus múltiples negocios, pero esta vez no le importó atenderlo. Ya había tenido la llamada que quería del día. ¿Quién diría que estaría así por una mujer?

.

.

Haber tomado algunas clases de cocina había sido un verdadero reto cuando nunca había tenido la necesidad ni de prepararse un té para ella misma, no obstante, para Tammy valía completamente la pena. Aunque claro, aun no le salía bien ninguna receta como se suponía que debía de ser. Razón más que suficiente para admirar tanto al hombre con el que estaba comprometida. Cocinar parecía ser algo en extremo difícil.

Por lo que tuvo que resignarse en aceptar la tabla de quesos y jamones que sus sirvientes preparon para llevarle a Papyrus, quien se encontraba en la habitación que su madre le había dado para cuando quisiera quedarse en la mansión. Y si bien había respondido algo sobre no quedarse a dormir, parecía estar dispuesto a estar un rato más para descansar y luego a hablar sobre temas de negocios, pero a fin de cuentas, a quedarse un par de horas más. Y eso le era suficiente para ser feliz tras días de angustia, sin saber si había logrado salir ileso o no de aquella terrible situación de la que ni su madre había podido hacer algo con todo su poder. ¡Y eso significaba que Papyrus era más impresionante de todo lo que ya sabía de él! Aquello solo aceleraba más su pequeño corazón.

Pero también… le hacía sentirse diminuta. Demasiado diminuta. ¿Cómo podría conquistar a su prometido cuando él era tan grandioso y ella… solo era ella? Una torpe mujer que no sabía hacer nada, ni siquiera hablar apropiadamente sin entrar en pánico.

-P-pyrus… –Tocó la puerta con suavidad y con algo de dificultad. Temía que la tabla se le cayera en torpeza suya. –Te traje algo de…

Antes de terminar la oración, notó que la puerta se movió con su simple tacto, suponiendo que no había sido bien cerrada en un principio y logrando ingresar con facilidad, aun cuando no había recibido la indicación de que podía pasar. Sabía que se vería algo grosera con eso y que tal vez le bajaría puntos con él, pero llevar una tabla que requería de sus dos manos era complicado y necesitaba dejarla en algún sitio.

-¿Pyrus?

El esqueleto se giró sin haberse percatado de su presencia aparentemente hasta ahora, estando contemplando la fotografía de su madre mientras estaba sentado en la cama. Y al sentir que estaba interrumpiendo algo de alguna manera, estiró sus manos para dejar la tabla de quesos a lado suyo y se dispuso a retirarse completamente apenada de no haberle dado la oportunidad de aceptarlo o no. ¡Pero qué grosera se estaba viendo!

-ESPERA, TAMMY. CREO QUE HAY ALGO DE LO QUE DEBERÍAMOS DE HABLAR. –La detuvo con su magia repentinamente para que no atravesara la puerta. –YA QUE ESTAMOS CADA VEZ MÁS CERCA DE LA BODA…

-¿S-si? –Inmediatamente sintió como su cara ardía.

-…¿TE GUSTARÍA QUE TENGAMOS OTRA CITA PRONTO? –Continuó el esqueleto atractivo que estaba ante ella. Tammy lo observó con los ojos muy abiertos, pero sintiendo que estaba por fallecer inmediatamente por la sugerencia. ¿Estaba soñando? –YA SABES, PARA AL MENOS TRATAR DE CONOCERNOS MEJOR Y NO SER UN PAR DE CONOCIDOS SOLAMENTE CUANDO LLEGUE EL DÍA.

-¿T-tú… qui-qui-quieres conocerme m-más?

Sí, era un hecho. Moriría en ese instante. Pero observarlo no contento con su sugerencia, le hicieron recordar las palabras suyas que le indicaban no estar sintiendo algo por ella realmente. Tan solo estaba ante un hombre dispuesto a cumplir su palabra, aun cuando no eran del todo sus palabras las que le obligaban a seguir adelante con un compromiso que solo estaba siendo ansiado por uno de los involucrados. Y eso no era justo para él.

-N-no… no hace falta que te fuerces, Pyrus. –Soltó mientras desviaba su propia mirada. Agradeciendo que su largo cabello pudiera ocultar de alguna manera su nerviosismo y tristeza inmediata. –A-además, mis padres nunca se conocieron al momento de casarse y… estuvo todo bien, hoi.

-PERO ESO NO ME PARECE BIEN. MI MADRE DETESTARÍA VER QUE NO INTENTO AL MENOS SER UN BUEN HOMBRE. –Comentó tras ver nuevamente su foto. –ASÍ QUE INSISTO.

-¿Tus padres cómo se conocieron? –Tuvo la duda inmediata, al ver que parte de ello era lo que le estaba haciendo sentir culpable de la situación entre ellos.

-EN UN GUERRA CONTRA LOS TURCOS. MI PADRE ERA UN SOLDADO DE LAS FUERZAS ITALIANAS, ESTANDO AL FRENTE POR OBLIGACIÓN Y CASI CONDENA, MIENTRAS QUE MI MADRE ERA UNA ENFERMERA. –No se dio cuenta de en qué momento la había soltado de su magia, pero sin darse cuenta tampoco, se había permitido a sí misma acercarse a él para escucharle con mayor atención. –SE CASARON AL POCO TIEMPO DE CUMPLIR SU OBLIGACIÓN CON ITALIA Y HUYERON A ESTADOS UNIDOS PARA NO VOLVER A SER RECLUTADOS Y FORMAR UNA FAMILIA Y UNA VIDA TRANQUILA.

-La señora Gaster debió de ser una mujer muy afortunada entonces, hoi.

-PUES SIEMPRE LA RECUERDO MUY FELIZ JUNTO AL JEFE, ASÍ QUE SUPONGO QUE SI. –Admitió sin apartar del todo su mirada en la pequeña fotografía. –SOLÍAN BAILAR EN CADA OPORTUNIDAD, APENÁNDONOS A SANS Y A MI CON LO ACARAMELADOS QUE ESTABAN… PERO TAL VEZ NO HABÍAMOS LOGRADO COMPRENDER LO COMPLETO QUE UNO PUEDE SENTIRSE SIENDO ASÍ CON ALGUIEN.

Tammy se resignó en quedarse quieta, imaginándose aquello como una hermosa escena que tal vez le dio a Pyrus la idea de un verdadero amor romántico. Y ella deseaba en serio poder estar así con el esqueleto, pero aunque estuviera cerca de él, escuchándolo con nostalgia y dándole de comer algo que sus sirvientes podrían prepararle sin cesar, simplemente no lo sentía suyo.

Por más que le dijera que quería otra cita con ella y acelerara aún más su corazón, sabía que solo se estaba forzando en algo que no salía realmente de su pecho. Porque claro, ¿cómo podría una mujer aburrida y torpe como ella tener el corazón de un hombre tan grandioso? ¿Cómo podría hacerlo sentirse completo si solo sabía estar ahí, parada y esperando no verse horrible ante él? Ni siquiera había estado logrando cocinar algo decente como para poder considerarse una buena futura esposa funcional.

-TAMMY, TENGO QUE CONFESARTE ALGO. –El esqueleto bajó la fotografía para colocarla sobre la cama. Observándole ahora con seriedad que solo avecinaba algo no bueno para ella. –YO NO SOY UN BUEN TIPO PARA TI.

-E-Eso es mentira…

-BUENO, PODRÉ SER EXCELENTE PARA CUALQUIERA, PERO… NO ME HE PORTADO MUY BIEN ESTOS DÍAS, ASÍ QUE… QUISIERA COMPENSARLO. –En verdad parecía apenado con algo, pero simplemente no pudo entenderlo. ¿Tenía que ver con la situación que hizo que lo llevaran a prisión? –ACEPTA UNA CITA CONMIGO, AUNQUE CLARO, TENDRÍA QUE SER UNA CITA MUY DISCRETA, CONSIDERANDO QUE NO PUEDO DEJARME VER AL PÚBLICO DE MOMENTO.

Tammy observó ahora la fotografía que yacía en la cama, cuya sonrisa lejana pareciera ser una señal divina, el gesto de un hermoso ángel que bendecía el momento y que tal vez protegería o aprobaría según la situación. Tal vez era consciente de que Pyrus no la amaba, pero parecía estar dispuesto a darle la oportunidad de estar en un buen matrimonio. Justo como lo fueron sus padres aunque siempre estuvieron en algo arreglado. Y tal vez incluso… podría tener la oportunidad de algo tan hermoso como aparentemente lo tuvieron el señor y señora Gaster.

-M-Me encantaría. –Esbozó una tímida, pero sincera sonrisa.

.

.

Asgore se consideraba a sí mismo de gustos simples, y procuraba transmitir ello con demasía para ahorrarse la incomodidad de que otros quisieran otorgarle buenos regalos o cortesías que solo tenían intenciones de alabarlo. Detestaba los halagos con intenciones hipócritas y eran demasiado sencillos captarlos como para pasarlos desapercibidos, a su vez que odiaba a los lambiscones que pretendían escudarse del poder que él irradiaba sobre todos.

Por ello era que siempre prefería a aquellos que tenían la osadía suficiente para afrontar una batalla por más perdida que estuviese, o a aquellos que eran capaces de admitirle de frente que tenían otra clase de intenciones que no fuese más allá de trabajar en su propio beneficio. Razón por la cual prefería rodearse más de seres sinceros, que al odioso muñeco ante él cuyos comentarios en su mayoría eran palabrerías que solo le irritaban y no servían para nada, salvo por unas cuantas que habían sido la razón por la cual le había dado la oportunidad de estar ante él.

-¿Me estás diciendo que encontraste a la sirena que sabías que me pertenecía, pero que optaste en usarla para tu beneficio… para luego perderla en peor estado? –Asgore sacudió sus puros para soltar la pregunta y callar de una maldita vez al que consideraba como el peor de los Blook. –Dado que te pagué por ella en su momento, debo asumir que me robaste.

-¡No! N-no quise decir eso… –El maldito muñeco se notó nervioso de inmediato. Seguramente agradeciendo que el escritorio en el que estaban los separaban, pero que claramente no le protegería de él. –Mi primo Napsta consideró que sería apropiado usarla de inmediato para deshacernos de los malditos yakuza que solo estorban en nuestro negocio.

-¿No puedes contra unos cuantos humanos perdedores? Patético.

La pérdida de la sirena era lo que realmente le interesaba en todo eso, y no le hacía feliz el hecho de saber que ahora estaba en peor estado ahora que la había descrito como "blanquecina y algo deforme". Porque aquello significaba que muy probablemente ya no podría usarla con el objetivo de unirla con sus amigas, si ella por su cuenta se estaba uniendo a otros seres más, ya sea de forma voluntaria o no. Eso arruinaba sus planes por completo, pero sería algo por ver con Alphys en otro momento.

-Y bien, Maddie, he de asumir que viniste a contarme esto porque tienes manera de compensarlo. –Sabía que el muñeco odiaba aquel nombre, pero le daba igual. Él no había sido quien le había puesto un nombre tan ridículo. –Y por tu bien, espero que así sea.

-Pu-pues yo…

-Si no maté al traidor de tu primo en su momento, es porque lo considero más digno que toda tu estirpe que solo sabe revolcarse en la basura. Al menos me entretiene, pero tú, solo me ocasionas pena ajena.

-¡Fueron los malditos Gaster! Ellos arruinaron todo. –Asgore alzó la ceja. Por fin algo interesante. –Le iba a entregar a todos esos malditos yakuza en compensación de habernos tardado en llevarle a la sirena, pero ellos intervinieron, casi como si fueran aliados. Después de todo, sí son unos traidores a la causa monstruo. ¡Incluso tuvieron ahí a la mujer del primogénito! ¡Y la llamaron como parte de su familia descaradamente!

-¿Wingdings reconoció a la sirena? –Se detuvo en eso.

-¿Reconocerla? Eh… no tengo idea de a que se refiera.

-Eres un inútil, Maddie. –Soltó con enfado, queriendo terminar con la maldita reunión ahora que tenía cosas por hacer tras ese inconveniente. –¿O acaso viniste a declararte como un traidor?

-¡No lo soy! ¡No lo soy! ¡No lo soy!

-Entonces dame una razón para no quitarte todo lo que tienes justo ahora.

-¡Señor!

Su pupilo entró con fuerza al estudio, con una fuerte patada que casi rompe su puerta, lo cual no le habría importado del todo sino fuera por el hecho de haberlo agarrado con enfado en crecimiento. Estaba siendo acompañada (o más bien, seguido como bobo), por Lesser, cuya sonrisa tarada estaba demás a su perspectiva, pero no era una pregunta que realmente quisiera hacerle después.

-Lamento interrumpirle. –Se excusó Undyne sin mucho ánimo, quien no parecía darse cuenta de la presencia del muñeco que le observaba con morbosidad desde que entró. –Pero he querido avisarle de algo importante y no me han permitido…

-Si no tiene algo que ver sobre la situación de Waterfall, no me interesa por ahora. –Interrumpió Asgore igualmente.

-Pues sí tiene que ver. Y además con la yakuza. –Undyne hablaba con tanta seriedad, que acaparó su atención ahora sin verle directamente. De nuevo sobre ese grupo. ¿Acaso se estaba perdiendo de alguna diversión como para que más de uno le diera importancia? –Señor, la humana que es llamada como la amante de Sans, es una asiática a la que todo apunta a que es perteneciente de la yakuza.

-Irrelevante. Las mujeres en la yakuza solo están porque son pareja de algún miembro o porque van a prostituirlas. –Respondió Asgore de inmediato al recordarlo.

-Pues me la encontré precisamente en un prostíbulo.

-¿Y qué hacías en un prostíbulo, Undyne?

-¡Ese no es el punto, señor! Ella es una especie de superhumana. ¡Creo que…!

-Creo que deberías de ir a descansar primero, Undyne. –No fue una petición, sino una orden que dejó en claro con el humo de sus puros, impulsándolo hacia ella de manera intencional. –Antes de solo venir a interrumpir.

-¡Nyaggg! ¡Señor, trato de advertirle que…!

Pese a tratarse de un escritorio nuevo, no dudó en darle un puñetazo al centro para ser él quien le advertía que si no le hacía caso, esta vez no se contendría ante una molestia en crecimiento que le estaban generando. Y si bien no había usado ni una mínima parte de su fuerza, era evidente que lo rompería con demasiada facilidad y haría que los presentes retrocedieran por inercia.

-Lesser, llévate a este par fuera de mi vista ahora. –El can alzó las orejas ante su mención. –Y comunícate con Gerson y Alphys. Los quiero aquí a la brevedad que puedan.

-Sí, señor.

-En cuanto a ti, Mad, tienes una semana para compensar el robo que me hiciste.

-¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo?

-Sorpréndeme.

Sin necesidad de decir algo más tras eso, levantó lo que quedó del escritorio con sus manos y se lo llevó consigo para dejarlo en otra parte. Sin necesidad de observar una vez más a los presentes pese a que uno de ellos había terminado molesta por no permitirle hablar lo que bien parecía requerir discreción. Undyne había dicho muy poco, pero unas cuantas palabras le hicieron sentir que debía de estar alerta de algo. Una sensación que no había tenido en mucho tiempo, y eso simplemente no le gustaba.

¿En verdad era posible que la yakuza resurgiera en ausencia de Masao?

.

.

No por ser una tortuga, significaba que era un ser paciente. No obstante, era una cualidad que Gerson había aprendido y valorado con los años. Así que en cuanto su pequeño informante de muchos le dijo que ya había cumplido con su tarea, no tuvo problema en tener que esperarlo en un punto aislado para facilitarle la llegada ante sus pequeñas y saltarinas patas.

-Hice lo que pidió, ribbit, ribbit. –Mencionó el cartero sin preámbulos. Siendo evidente que le daba igual realmente qué le había tocado entregar esta vez. –Ahora pague.

-Gracias. –Le apuntó con su bastón. –Aquí está su paga.

Sin darse tiempo de pensárselo, Gerson apretó el pequeño gatillo que siempre se ocultaba a simple vista de su preciado bastón, matando en el instante a la pequeña rana que no tuvo tiempo ni de reaccionar ante el disparo. Y si bien los actos de violencia siempre se los dejaba a los demás por ser demasiado absurdos para él, reconocía que había veces que no podía dejarle todas las tareas a otros. Había veces, que solo él podía hacerse cargo de cosas específicas para mantener a flote sus propios intereses y seguridad personal. Y la discreción era un precio bastante elevado esta vez, considerando que su peón estaba resultando ser más inteligente de lo que hubiera calculado a corto plazo. Evolucionando de una manera que bien le vendría recalcular sus propios movimientos de ahora en adelante.

Teniendo que remover el polvo para que nadie notara el asesinato, Gerson se dispuso a retirarse lentamente del punto de reunión. Sabiendo que ya no había nada más por hacer salvo esperar. Una espera que solo le causaba cierta emoción por ver cómo se desarrollarían las cosas con las que soñó presenciar desde hace años.

En este mundo todos tenían una debilidad. Y si no le funcionaba el que su peón y Asgore fuesen la debilidad del otro, tendría que usar a su favor un punto que ambos tuvieran en común para nivelar las cosas en caso de necesitarlo. Después de todo, nadie podía anticiparse tanto como él. Nadie podía comprender maniobras tan específicas como él.

El mundo era demasiado fácil de leer una vez que se comprendía a la perfección el juego. Y para lástima de todos, solo podía haber un ganador siempre.

Y ese siempre era el más astuto.

.

.

.

Les recomiendo tener su cajita de pañuelos y botana en las siguientes actualizaciones, porque las cosas se pondrán de un nuevo modo interesante a partir de ahora… Bwahahaha :V

¡Michi fuera!

;)