XXI – Cargas del Corazón
Con la derrota del Mizuchime y el regreso de todos, Ōka había esperado una mejoría en la situación de Ukataka. Se alegraba mucho de ver a Hatsuho otra vez con ellos, pero en los días siguientes, no pudo dejar de pensar en Kikka. La joven parecía estar volviendo a tener problemas de salud. Ya no salía tanto, tenía una toz persistente y una ligera fiebre que se rehusaba a desaparecer. Algunas noches incluso despertaba de golpe, boqueando por aire como si algo estuviera comprimiéndole el pecho.
Kikka siempre fue de salud delicada, y no era la primera vez que enfermaba, pero Ōka sentía que algo estaba mal. Lo que tenía no era un simple resfriado o algo así. Era como si algo estuviera succionando su vitalidad, dejándola más débil cada día. Y Kikka trataba de no preocuparla, insistiendo que estaba bien. Ōka no pudo soportarlo más, así que al 6to día desde que hablaran, decidió ir a ver a los Asesinos encargados de proteger Ukataka, uniéndose en una de sus patrullas, donde pronto detectaron una presa.
El Mifuchi se movía rápidamente entre los árboles, aplastando arbustos y quebrando ramas a su paso, siguiendo un sendero que los aldeanos normalmente usaban para aventurarse en el bosque. Detrás del Oni gigante un pequeño grupo de Escupe-Veneno seguían su rastro. El Mifuchi estaba tanteando el borde de la barrera de Ukataka, la enorme esfera de energía azul evitaba que pudiera pasar, pero de cuando en cuando golpeaba con sus largas patas, buscando una debilidad.
Ōka aferro su espada y se lanzó hacia el grupo sin esperar a los demás. Suzakura salió de la vaina en un destello plateado, pero en lugar de atacar Ōka invoco el poder de su Mitama, formando una barrera de energía en forma de esfera alrededor de su cuerpo. Los Escupe-Veneno vieron sus ataques rebotar contra la luz dorada, y las largas patas con garras del Mifuchi resbalaron en los bordes de su barrera, desviándose con un destello de luz. Ōka avanzo, concentrando el poder de su alma en la hoja de su espada y haciendo un corte ascendente, directo contra la araña gigante.
— ¡Se acabo!—exclamo la joven. Su barrera estallo con una luz dorada, pero Suzakura comenzó a brillar con un tono rojizo. El filo de la hoja se extendió gracias a la energía espiritual y corto hacia arriba, atravesando al Mifuchi justo por la mitad. El Oni no pudo ni gritar antes de ser partido en dos, cayendo pesadamente al suelo con una explosión de sangre purpura oscuro.
La acción fue tan rápida que los otros Asesinos apenas pudieron alcanzarla a tiempo para matar los Escupe-Veneno que no pudo cortar antes de golpear al Mifuchi. Ōka agito su espada para limpiarla de sangre, envainándola.
— ¿Cómo es posible que este grupo se acercara tanto?—preguntó volviéndose hacia sus compañeros—Estaban prácticamente en la aldea. Si no fuera por la barrera de la Doncella estaríamos luchando en el interior.
Los otros Asesinos al menos parecían avergonzados. Era solo 4, vestidos con la armadura roja de Ukataka, y apenas habían completado su entrenamiento unos meses antes de que empezara todo el caos. Eran los encargados de vigilar el perímetro de la aldea, controlando las poblaciones de Oni en los bosques cerca de Ukataka.
—Lo sentimos mucho, señora—dijo la líder. Una chica de cabello oscuro que se inclinó a modo de disculpa—Seremos más vigilantes de ahora en adelante.
—Este no es el primer caso ¿verdad?—insistió Ōka. Su tono era duro, pero trato de controlar su temperamento—Esto no sucedía antes ¿qué es lo que ha cambiado?
—Bueno… es que…—la joven miro a sus compañeros y estos asintieron, así que continuo—Hay demasiados Oni, señora. Antes encontrábamos solo Diablillos, pero últimamente aparecen Mifuchis, Kazekiris, y otros. No podemos eliminarlos así que a veces solo los alejamos.
— ¿A qué te refieres?
—Sabemos de varios Oni grandes en la zona, ellos son los que parecen dirigir estos… ataques—respondió la Asesina al mando—Pero no tenemos la fuerza para ir a cazarlos en sus guaridas. Si no atacan directamente dejamos que se queden dónde están.
— ¡¿Qué?!—Ōka alzo la voz a pesar de si misma— ¿Por qué no lo han reportado?
—Lo hemos hecho, pero…—la joven bajo la cabeza—El jefe Yamato ha puesto a la mayoría de los exploradores a buscar Oni gigantes que puedan tener Mitama. Y últimamente siempre tenemos una crisis tras otra. Solo quedamos unos pocos para vigilar la zona cerca de Ukataka. La Doncella dijo que con la barrera reforzada no tendríamos problemas… ¿acaso no es así?
Ōka apretó los puños. Por supuesto que era así, pero todo esto tenía un precio que pagar. Y ellos tenían razón, la actividad de los Oni estaba en tal aumento que apenas daban abasto. Ella misma apenas pudo sacar tiempo para investigar este asunto cumpliendo con varias misiones en unas pocas horas. Incluso con todos los afectados por la Enfermedad del Sueño de pie una vez más, tenían demasiado trabajo.
—Sí... solo… tengan más cuidado, vere si puedo hablar con el capitán—dijo Ōka relajando sus palmas, fingiendo una calma que no sentía— ¿Podrían purificar estos cadáveres? Tengo que volver a la aldea.
Los Asesinos accedieron y Ōka se despidió, sintiéndose algo culpable. No eran responsables de lo que sucedía, y casi había descargado su frustración en ellos. "Todos estamos haciendo lo posible. Sansker, Yamato, Ibuki… todos… no puedo olvidarlo" pensó Ōka. Hasta que no encontraran al comandante de los Oni, estos ataques coordinados no pararían. Los demás también estaban muy ocupados, lo sabía bien. Pero no podía dejar las cosas como estaban. Kikka estaba sufriendo, aunque intentara ponerle una cara valiente ella sabía que su hermana no podía seguir soportando estas condiciones por mucho tiempo.
—Eso es todo, trata de no mover demasiado el brazo—dijo Nagi terminando su labor y dando un paso atrás—Y por favor ten más cuidado la próxima vez.
Sansker se froto el hombro izquierdo, probando los músculos. El vendaje apenas restringía sus movimientos, pero la herida aún ardía. Se había descuidado y un Tengu había logrado ensartarlo con su pico. Por suerte fallo el cuello y le dio en el hombro. No era la primera vez que lo herían así, y a pesar de todo sana relativamente rápido, pero le dolía cuando intentaba levantar el brazo. Lo que más le molestaba era el nuevo agujero que tenía en su gabardina.
La vieja prenda de cuero estaba llena de desgarros, parches, y estaba comenzando a desteñirse por el uso. Lo último que necesitaba era que un Oni la usara como blanco. Tendría que remendarla otra vez. Si conseguía el tiempo. Yamato estaba redoblando los esfuerzos de todos por seguir la única pista que tenían: Un Oni volador y Tokugawa Ieyasu. Ya tenían varios días en una búsqueda constante y aunque no encontraban tantos Oni voladores como deseaban, el número de los otros tipos no disminuía, y tenían que seguir cazándolos.
—Lo tendré, gracias Nagi—respondió él poniéndose de pie. La enfermería del cuartel general se estaba volviendo demasiado familiar para su gusto—Tú también tomate un descanso. Estas asumiendo demasiadas responsabilidades como médico y Asesina.
—Tengo muchos años que compensar—replicó la doctora, aunque le dedico una sonrisa cansada—No podría estar tranquila si hiciera menos.
Sansker asintió, aceptando que no podía criticarla. Dejo la enfermería, el sol estaba comenzando su descenso hacia el borde de la aldea, solo quedaban unas pocas horas de luz. Tenía mucho que hacer antes de poder retirarse a descansar. Había que revisar los reportes de los exploradores, las misiones cumplidas, asegurarse si alguien estaba de baja o no. Al menos con Hatsuho y los demás despiertos volvían a tener todas sus fuerzas. "Y si eso fuera todo, sería bastante sencillo" pensó Sansker. La verdad era que tenía otra preocupación. Un asunto que estaba posponiendo y lo sabía.
Aún no le respondía a Kikka. Ella le dijo que podía esperar, pero cada día que pasaba John dudaba. No era difícil encontrar una excusa para justificarse. El segundo Despertar, la Enfermedad del Sueño, los problemas con Ibuki… Sansker estaba dedicándose tanto a otros. Deseaba ayudarlos, si tenía el poder, prefería hacer algo al respecto. Y aun así seguía sin darle a Kikka su respuesta ¿Era por qué no sabía que decirle o por qué temía lo que pudiera decir?
No debería ser tan difícil. La joven fue la primera en sacarlo de su aislamiento, incluso fue quien le presento a Tenkichi, insistiendo que la cuidara. Sansker sentía un deseo de protegerla, y escucharla reír o verla sonriendo lo hacía sentirse mejor. Tampoco podía negar que la encontraba atractiva, como su mente le gustaba recordarla en su bata de baño aquel día en la Piscina de la Pureza. Y aun así no era solo una atracción superficial. Pero precisamente por eso es por lo que tenía miedo de admitirlo.
Kikka le dijo que verlo moribundo fue lo que le hizo darse cuenta de cuanto le importaba. Y John ya había visto a Kikka al borde de la muerte. Ambos tenían un trabajo peligroso, podían morir en cualquier momento. Se toco la herida del hombro. Un error y el pico del Tengu se hubiera hundido en su garganta, matándolo al instante. Sansker sabía eso, y sus palabras a Ibuki no dejaban de ser ciertas. Prefería conocer el dolor de una perdida que vivir sin amar a nadie. Pero ¿Kikka se merecía eso? Era algo que ella podía decidir, y no podía negar que lo dejo bastante claro. Así que todo se volvía a lo mismo ¿por qué no le respondía? Y era esa pregunta la que no podía contestar.
Sansker froto sus ojos, lanzando un suspiro. No estaba más cerca de llegar a una solución que antes. Miro los papeles que tenía que revisar, ojeando apenas la superficie. Sería mejor dejárselos a Shusui, no podía concentrarse como deseaba en los detalles. Lo único que si reviso fueron los reportes de avistamientos, pero nada indicaba la presencia de Oni alados. Tendrían que seguir buscando. Llevo la pila de papales a la oficina de inteligencia, aunque no vio a Shusui por ninguna parte. Ya había decidido no enfrentarlo por sus palabras con Kikka. El joven oficial de inteligencia se traía algo entre manos, pero no hacía más movimientos al respecto.
Y no era que estuviera en desacuerdo con él. Si Kikka quisiera escapar de su destino sería imposible culparla. Era cruel esperar que ella cargara con todo el peso de la aldea en sus hombros. Sansker sacudió la cabeza. Al regresar a la entrada se encontró con Ōka y Fugaku junto al escritorio de la recepción. El ultimo lo saludo con una inclinación de cabeza, pero la espadachina pareció tomar una decisión al verlo aparecer.
—Sansker, necesitaba hablar contigo—dijo Ōka a modo de saludo—Tengo un favor que pedirte.
—Claro ¿qué necesitas?—preguntó John, algo sorprendido.
—Sé que estamos ocupados con la cacería de Mitama, pero estuve hablando con nuestros Asesinos cerca del perímetro y la aldea parece estar bajo amenaza—dijo Ōka. Su mano izquierda sujeto su brazo derecho, apretando ligeramente—Desde que Kikka reforzo la barrera de energía eso impide que puedan acercarse demasiado, así que estamos a salvo, pero…
Ōka bajo la mirada, mordiéndose el labio. Sansker cruzo los brazos, había escuchado que algunos Oni aparecían cerca de los límites de la aldea, pero estaba tan ocupado que no pensó en preguntar. Supuso que si no escuchaba más entonces estaría bajo control. Tuvo que resistir el impulso de darse un golpe en la frente.
—Vamos, no seas tímida—intervino Fugaku al ver que Ōka hacia una pausa—Di lo que ocupas.
—No sé si los Oni quieren asustarnos o que desviemos nuestro esfuerzo en un momento crucial…—continuo la espadachina, asintiendo—Esta carga es demasiado para Kikka. Me preocupa que el esfuerzo de mantener la barrera de energía en alto tanto tiempo sea muy pesado. Intente cazar los Oni yo sola, pero son demasiados, y muy dispersos. Necesitaba pedirte ayuda para despejar los otros que no he podido atrapar, por favor. Solo quiero aliviar la carga de Kikka aunque sea un poco.
Sansker quiso maldecir en voz alta. No tenía idea de que la situación era tan grave. Kikka parecía estar bien cuando la vio aquella mañana, aunque la joven estaba pasando más tiempo encerrada de lo normal, casi como si lo estuviera evitando ¿Estaría ocultándole su condición? Tenía que ser grave si Ōka se veía tan abrumada.
— ¡Ja! ¿Eso es todo?—Fugaku soltó una carcajada y golpeo su palma con el puño, haciendo crujir sus nudillos—Cazar Oni es nuestro trabajo ¿sabías? Bah, no tienes ni que considerarlo un favor, estoy más que dispuesto a hacerlo.
Fugaku se volvió hacia él y le dio una palmada en el hombro, por fortuna el que no estaba herido, pero aun así le dolió.
—Vamos, novato, cacemos algunos Oni para que la pequeña señorita pueda descansar—dijo el Asesino apretando su hombro fuertemente—Nosotros nos ocuparemos ahora mismo, solo dinos donde encontrarlos.
— ¿De verdad?—el rostro de Ōka se ilumino con una sonrisa—Muchas gracias a ambos.
Kikka miro salir a Sansker y Fuagku una vez más. Había decidido subir los escalones hasta el mirador sobre el cuartel. John tenía mucho trabajo últimamente, era difícil encontrar un momento para hablar con él. Quizás era mejor así, se estaba volviendo difícil ocultar su condición actual, y sabía que se preocuparía. Un ataque de tos la golpeo en ese momento, remarcando el punto. Kikka logro controlarse luego de unos momentos.
"Ōka también está preocupándose mucho. No quiero causarle más problemas" pensó Kikka, mirando hacia el horizonte. Su hermana estaba haciendo lo posible para apoyarla. Normalmente eso la hacía sentirse mejor. Ōka siempre había sido una fuente de cariño y apoyo, pero no podía confiarle las palabras de Shusui. Era pedirle a Ōka que escogiera entre su deber con los demás y ella. Kikka nunca podría hacerle algo así a su hermana. Por eso le dolía aceptar su cariño, porque una parte de ella aún deseaba… "No, le partiría el corazón. Ōka ha hecho ya demasiado por mi. Sería injusto pedirle algo así, incluso si fuera lo que quiero"
Estaba John. Kikka tomo la cruz de plata que le regalo y la saco a la luz, acariciándola con sus dedos. Tampoco a él le conto lo que Shusui le dijo, ni como le afecto. En parte eran sus dudas y en parte era… ¿miedo? Ella fue la que confesó amarlo. Luego de sentir como lo afectaba su perdida, de analizar sus emociones, tan intensas y conflictivas, Kikka llego a la conclusión de que lo amaba. Pero Sansker no le respondió, al menos no le dijo de inmediato lo que sentía. Y desde entonces el torbellino de emociones en su interior variaba con intensidad. Quizás tenía miedo de lo que él pudiera pensar de ella si le confesaba cuanto odiaba su deber como Doncella Sagrada. O que Sansker no le correspondiera y la dejara sola, completamente abandonada.
"No pude responderle a Shusui. Y John no pudo responderme a mi… tal vez en eso somos más parecidos de lo que creía" pensó ella, mirando su propio reflejo en la plata. Fue John quien le dijo que tenía la capacidad de elegir, incluso cuando todo parecía haberla condenado. El recuerdo le hizo sonreír. No podía invitarlo. Aunque las dudas y miedo estaban presentes, recordaba sus conversaciones con John, sus paseos, las historias que le contaba, esa curiosa forma de ser. Incluso ese incidente que tuvieron en la Piscina de la Pureza, cuando pudo notar lo fornido y musculoso que era, y no veía nada mal ligero de ropa…
Kikka se sonrojo al pensar en ello, pero no pudo evitarlo. La verdad era que el incidente la dejo con mucha curiosidad que tuvo que satisfacer tomando algunos manuales de medicina a escondidas. Se suponía que una mujer de su edad no debería pensar en ello, pero ¿Cómo se suponía que averiguara de esas cosas? No era un tema de conversación para sacar a colación con la familia, menos aún con su hermana.
La joven se puso a reír al darse cuenta del rumbo de sus reflexiones, guardando la cruz bajo sus ropas otra vez. Ese era el problema. Siempre que se sentía al borde de la desesperación, John había sido quien la sacaba de allí. Quizás ese era su mayor temor. Que alguien pudiera tener tal poder sobre ella, tal control. Después de todo, lo que ella deseaba era ser libre de cualquier atadura ¿no?
El trabajo fue largo y duro. Sansker y Fugaku siguieron las indicaciones de Ōka, encontrándose con al menos 4 Oni gigantes. Un Kueyama, un Kazekiri y dos Mifuchis. Matarlos fue relativamente sencillo, aunque sus guaridas estaban en las Eras más cercanas a los terrenos de la aldea, así que tuvieron que dar un rodeo largo y el sol se puso antes de que pudieran regresar.
"Matar Oni a la luz de la una... me recuerda la Era de la Paz" pensó Sansker mirando hacia el cielo estrellado. A diferencia del paisaje antinatural del Otro Mundo, coronado siempre por un vórtice de nubes que emitían un resplandor antinatural, la luz de las estrellas en el bosque era mucho más hermosa. Extrajo a Ascalón del cadáver del Mifuchi que habían cazado. El Oni intento escapar hacia el bosque, dejando su guarida, pero Fugaku lo había aplastado con un golpe demoledor, su propio golpe fue apenas un remate innecesario.
—Con este terminamos. Deberían enviarnos un reto de vez en cuando—dijo Fugaku chocando sus puños y soltando un bostezo. Bajo de un salto del cuerpo—Supongo que es mejor que el ser abrumados. Y ahora la pequeña señorita podrá descansar mejor.
—Sí, aliviamos su carga un poco—dijo Sansker—Purifiquemos el cadáver y volvamos. Conoces las reglas.
Fugaku soltó un bufido, pero lo ayudo con el ritual de purificación. John esperaba que esta cacería ayudara a Kikka, aunque no pasaría mucho tiempo para que estos Oni fueran reemplazados por otros. Al menos Ōka podría relajarse también. Terminaron con su labor y emprendieron el regreso en silencio. Sansker aún se sentía culpable por no haber notado esta situación desde el principio. Mantendría los ojos abiertos de ahora en adelante. Aunque había otra cosa que le estaba molestando.
—Por cierto ¿por qué te ofreciste para ayudar a Ōka, Fugaku?—preguntó Sansker. El otro Asesino caminaba un poco delante de él.
—Eso debería ser obvio—respondió Fugaku sin volverlo a ver—Es la misma razón por la que te dije que vineras, novato. Cualquier cosa era mejor que quedarse allí viendo esa cara de desesperación que tenían.
Sansker se detuvo apenas escucho eso, sorprendido. La expresión de Ōka era bastante fácil de leer, pero estaba seguro de que no había traicionado sus propias emociones. Años en la Montaña Sagrada le enseñaron el arte de esconderlo todo.
— ¿Cómo…?
—No sé qué te traes con la pequeña señorita, no es mi asunto—dijo Fugaku dándose la vuelta—Es obvio que te importa, y no hay nada peor que quedarse brazos cruzados. Hoy luchamos y ganamos, eso es lo que cuenta.
—Haces que suene muy sencillo—dijo Sansker, sacudiendo la cabeza—Hay cosas que no puedes resolver solo con los puños.
—Ese es tu problema, novato, le das demasiadas vueltas a todo—Fugaku estiro el brazo, cerrando el puño entre ambos—Si algo te molesta, haz algo al respecto. Quedarte parado pensado no hará que las cosas cambien.
— ¿Ese es tu consejo? ¿Debería hacer lo primero que se me venga a la mente?
—Tú haz lo que quieres, pero ¡Haz algo, maldita sea!—Fugaku avanzo y le dio una palmada en el hombro lastimado, apretando con fuerza—En especial cuando las cosas no solo te afectan a ti.
Fugaku lo soltó y se dio la vuelta, alejándose como si nada hubiera pasado. Sansker reprimió un gemido, frotándose el hombro. Como siempre su compañero tenía la facultad de ignorar cuando estaba lastimado. Aunque parecía que estaba intentando hacerlo sentirse mejor, en esa manera tan típica suya. John suspiro, hacer algo era mejor que no hacer nada… Fugaku tenía razón, por supuesto. Aunque que tanto sabía no estaba seguro, a veces tenía la impresión de que era mucho más observador de lo que aparentaba. John dio un paso al frente cuando de repente sintió un fuerte dolor de cabeza y su vista se nublo.
— ¡Ayuda!
Todo a su alrededor era muerte y destrucción. Los edificios familiares de la aldea estaban completamente destruidos. El demonio estaba allí, podía sentirlo, sobre su cabeza. Los aldeanos no se movían, solo estaban tirados en el suelo. Pero él estaba cerca, ya casi había llegado. Si tan solo su voz pudiera alcanzarlo.
—Por favor… Ayuda… Fugaku…
— ¡Oye! ¿Estas bien? —preguntó Fugaku. El Asesino se había dado la vuelta, y lo miraba con una ceja arqueada—Te quedaste mirando al vacío por un minuto.
—No… ¿No escuchaste eso?—preguntó Sansker mirando a su alrededor. La visión, o lo que fuera, no duro mucho, pero fue tan intensa que parecía imposible que solo él la notara.
— ¿Escuchar qué?—Fugaku se detuvo a escuchar pero aparte de los típicos sonidos del bosque nada parecía perturbar la noche.
—Una voz…—dijo Sansker dándose cuenta de que sonaría como un demente si intentaba explicar el resto. Pero no tenía dudas, era la voz de una niña y había estado llamando a su compañero.
—Creo que el cansancio ya te está afectando. Vamos, se supone que eres el capitán, intenta mantener la compostura—dijo Fugaku negando con la cabeza—Regresemos antes de que te pase algo serio.
Sansker asintió. Necesitaba ayuda para descifrar que había sido eso. No podía escuchar la voz, pero creía que podía sentir un susurro en la distancia, como un zumbido justo fuera de alcance. Pero tenía que ser alguien que pudiera conversar con almas mucho más fácilmente que él. Y tenía en mente a la persona perfecta, aunque fuera alguien con quien tenía que hablar de mucho más que solo visiones.
Kikka termino de cenar con Ōka y se retiró a la pequeña habitación en el cuartel para meditar. Su hermana parecía más tranquila, aunque algo cansada. Aun así, insistió en esperarla como siempre. Kikka mantenía una pequeña guardia antes de irse a dormir como parte de sus deberes como Doncella. Era normal, en caso de que algún Oni se acercara a la aldea de noche. Según la tradición debía de seguir hasta media noche, pero el jefe Yamato jamás se lo había exigido en Ukatka. Aún así Kikka se retiraba más tarde que la mayoría. Que Ōka insistiera en esperarla a pesar de su trabajo era parte de la naturaleza testaruda de su hermana.
Al menos hoy no había sentido tantos Oni cerca de la barrera como antes. Sospechaba que Ōka tenía algo que ver con eso. Kikka se arrodillo en medio de la habitación, juntando sus manos. El peso de la barrera de energía era tan grande que el alivio de no tener que alzarla era palpable, como poner a un lado una carga pesada, incluso si los músculos seguían ardiendo. Un ataque de tos le recordó que aún no estaba mejor. Kikka se dobló, luchando por respirar otra vez. No entendía porque le estaba costando tanto recuperarse ¿sería el uso de la Clarividencia? Nunca la había usado tan seguido.
— ¿Kikka?—un golpe en su puerta seguido por la voz de Sansker— ¿Estás ahí? Necesito hablar contigo un momento.
—John…—Kikka aclaro su garganta, sintiendo la tos desvanecerse en su pecho—por supuesto, pasa.
Él deslizo la puerta a un lado y Kikka se dio la vuelta para recibirlo, invitándolo a sentarse. Sansker tomo asiento frente a ella, sentándose con las piernas cruzadas. Se lo veía algo preocupado, Kikka lo pudo notar. Siempre que algo consumía sus pensamientos John dejaba vagar su mirada, incluso si su rostro permanecía impasible. No necesitaba leer mentes pasa saber que tenía algo serio que discutir.
—Lamento molestarte, pero creo que eres la única que puede ayudarme—dijo Sansker—Necesito saber un poco sobre almas. Tú te has comunicado con otras algunas ¿no? ¿es posible escuchar sus voces?
—No es una molestia—replicó Kikka, aunque la pregunta la sorprendió. Se detuvo un momento para recordar sus enseñanzas en la Montaña Sagrada—Supongo que estamos hablando de almas normales y no Mitama… en ese caso es poco frecuente que se puedan oír sus voces. Incluso con mis poderes necesito ayuda para poder hacerlo. Cuando escuché las voces de las almas capturadas por los Oni apenas pude entender un eco distante y necesité de tu Mitama para poder hacer la conexión.
— ¿No es posible hablar con las almas de los muertos?—preguntó él.
—Salvo que estuviéramos lidiando con una presencia inusualmente poderosa, sus susurros son apenas perceptibles incluso con mis habilidades—explicó Kikka. Ella podía percibir el alma de alguien fallecido, esa esencia que le permitía usar la Clarividencia en las cosas, pero era tan tenue que no podía distinguirlo salvo que se concentrara en ello con mucho esfuerzo.
— ¿Estas segura?—John frunció el ceño— ¿No hay ninguna manera de escuchar esas voces sin ayuda?
—Una presencia más fuerte podría proyectar su voz como lo hago yo con las Piedras de la Barrera, o los telépatas de la Montaña Sagrada, pero si fuera un alma y no un ser vivo entonces tendría que estar físicamente cerca para que funcionara—dijo Kikka pensando un poco. Aquello era extraño, John no estaba interrogándola solo por curiosidad— ¿Hay algún motivo por el qué preguntes? Quizás pudiera ayudarte mejor si me contaras toda la historia.
—No tengo mucho que contar. Sucedió más temprano, mientras Fugaku y yo regresábamos a la aldea—dijo Sansker, cruzándose de brazos—Yo creo… siento haber escuchado algo, a alguien. Una voz llamando. Estoy seguro. Llamaba a Fugaku, pedía su ayuda.
Kikka asintió. Fugaku había perdido a todos los que conocía en su aldea tres años antes. Si alguien podía tener un fantasma o alma persiguiéndole sería él. Pero ¿un alma que vagabundeaba por el mundo de los vivos hasta llegar aquí? Hozuki, la aldea de Fugaku, quedaba lejos, hacia el este.
—Diría que es imposible, pero podríamos confirmarlo—dijo Kikka—Podría usarte como foco para proyectar mis sentidos. Si de verdad hay alguien intentando comunicarse, nos permitiría oírlo más fácilmente.
— ¿De verdad puedes hacerlo?—preguntó Sansker, esperanzado. Aunque frunció el ceño al cabo de un momento—Eso podría ser de mucha ayuda, pero no sé si debamos, la última vez que usaste tus poderes…
—No te preocupes, esto no es igual que la Clarividencia. No me estoy sumergiendo en recuerdos distantes—dijo Kikka, con más seguridad de la que sentía.
Usar sus poderes del todo en su condición actual era un riesgo, pero deseaba ayudar. Era extraño, porque esa mañana dudaba de todo y ahora se sentía completamente segura. Quería ayudar a John, también a Fugaku si esto tenía alguna conexión con él. Ese poder que odiaba tanto, que a veces sentía como una pesada cadena, era algo que le permitía ayudar a otros. Y verlo de esa forma lo hacía mucho más tolerable. Se movió para acercarse más a Sansker y extendió sus manos, poniéndolas en su pecho. Kikka se concentró en él y extendió sus sentidos alrededor de ambos, casi de inmediato pudo sentir una presencia y su mente se vio atrapada en el recuerdo antes de que pudiera hacer nada.
Corría emocionada por la aldea, buscándolo, y al verlo finalmente lo llamo, agitando la mano.
— ¡Fuagku, Fugaku!—le gritó para llamar su atención.
Él se dio la vuelta, sonriéndole como siempre, mostrando todos sus dientes.
—Eres tú, Enanita—dijo Fugaku poniendo las manos en la cintura— ¿Necesitas algo?
— ¡No soy 'Enanita'!—replicó ella, enojándose ¿por qué nunca la llamaba por su nombre? Y tampoco era tan pequeña. Había crecido mucho ese año. No importaba, tenía algo más importante que decirle—Mira, quería darte esto.
Tomo la pequeña roca de su bolsillo y se la mostró, orgullosa de su hallazgo. La roca tenía forma de disco y estaba partida a la mitad, envuelta en una cuerda espiritual. Él la tomo entre sus dedos, arqueando una ceja.
— ¿Qué se supone que es esto?—preguntó Fugaku.
— ¡Es una Piedra Gemela!—explicó ella sonriéndole. Se apresuro a buscar la otra mitad que tenía guardada—Cuando se acercan entre si… ¡Mira! Brillan.
La piedra que ella tenía era igual, pero rota del otro lado, como si alguna vez hubieran sido un todo completo. En efecto cuando acerco su piedra a la de Fugaku ambas comenzaron a emitir una tenue luz azul.
—Yo me quedare esta, y tú tomaras esa otra—dijo ella— ¡Así siempre podré encontrarte!
—Bueno, si insistes…—dijo Fugaku sacudiendo la cabeza, pero guardándose la piedra en el bolsillo como quería.
Súbitamente la visión se interrumpió. Sansker se encontró de regreso en la habitación, algo confundido. Kikka de pronto comenzó a toser con fuerza, alejando las manos de él y doblándose por la mitad. John se sorprendió y se inclinó hacia delante para asegurarse que estaba bien. El ataque de toz la hacía temblar con cada espasmo, pero lo que lo alarmo fue que cuando Kikka logro enderezarse, sus manos estaban manchadas de sangre y algo le corría por la barbilla.
— ¡Kikka!—exclamo Sansker. De inmediato pensó en llamar a Nagi o a cualquiera del equipo médico. Kikka fue más rápida y lo aferro por el abrigo antes de que pudiera darse la vuelta.
—No… espera…—intento decir ella. La toz le impidió terminar, así que solo lo miro con ojos suplicantes negando con la cabeza.
Sansker se quedó clavado en su sitio, sin entender que sucedía. Kikka se relajó al ver que no pensaba marcharse, y siguió tosiendo un poco más hasta que finalmente logro respirar con normalidad. John busco en su bolsillo, sacando un pañuelo que solía llevar con él para limpiar la hoja de su espada. Kikka lo tomo agradecida, limpiándose la barbilla y las manos. El color carmesí de la sangre resaltaba demasiado contra su piel tan clara y John casi podía jurar que la joven se estaba poniendo más pálida delante de él. Sin saber muy bien que más hacer extendió una mano, apoyándola en la espalda de ella y sentándose a su lado para que pudiera apoyarse en él.
—Por Dios, Kikka, al menos dime que estas bien—dijo él, demasiado preocupado.
—Ya… ya estoy mejor, gracias—respondió ella con voz débil.
Sansker se quitó los guantes y le puso una mano en la frente. La sintió caliente, no mucho, pero claramente tenía la temperatura un poco alta. Ōka les había dicho que temía por la carga que era mantener la barrera reforzada para Kikka, y parecía que estaba en lo cierto.
—No creo que haya pasado—dijo él bajando la mano. Una sospecha comenzó a formarse en su cabeza—Esto no fue solo por usar tus poderes para ayudarme ¿verdad?
Ella aparto la mirada. Kikka era una terrible mentirosa, podía ocultarte algo, pero si tenía que mentirte directamente era incapaz de verte a los ojos.
—Pensé que podía soportarlo, no creía que…—dijo ella, su mano se cerró sobre el pañuelo ensangrentado—Se salió de control muy rápido.
—No debiste usar tus poderes, jamás te hubiera dejado de haber sabido…
—Quería hacerlo, John. Y ha dado resultado—lo interrumpió Kikka—Viste lo mismo que yo. El alma que estabas escuchando era la de la Doncella Sagrada de Hozuki. Fugaku solía ser muy unido a ella, según tengo entendido.
—Lo sé pero ¿crees que quería enterarme así?—replicó Sansker. Podía recordar la visión completamente, y no pensaba dejar que Kikka cambiara de tema—Lo que no entiendo es la razón ¿Por qué no me dijiste que estabas tan enferma? ¿Por qué tengo la sensación de que Ōka tampoco lo sabe?
—Porque tengo miedo, John—respondió Kikka en voz baja. La joven se separó de él, dándole la espalda—Yo… yo creía que entendía lo pesado de mi deber. Pero la carga se ha vuelto tan pesada, y… he tenido dudas. Unas ideas terribles han aparecido en mi mente y no puedo sacarlas de allí. Tengo miedo de que mi determinación se destruya y de las consecuencias… Yo deseo ser libre, John, libre de ir a donde quiera, de vivir sin estas cadenas, de definir mi camino. Cosas que nunca podrán ser, y que me resigné a no tener… y sin embargo apenas vi una posibilidad las dudas comenzaron. Si hubiera dicho algo, si me dejaran evadir mis responsabilidades… yo temía que finalmente no pudiera soportarlo más.
Sansker fue el que no pudo más. Se adelanto y abrazo a Kikka por detrás. La joven se tensó un momento al sentirlo, pero no intento apartarse. Él la apretó suavemente, atrayéndola. Si hubiera podido darle lo que ella quería, John lo haría sin dudarlo. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo. Era tan obvio que no le sorprendió que se le escapara. Su corazón tenía la respuesta que su mente había tardado tanto en comprender.
—Nunca nadie podría culparte por sentirte así—dijo John—Las dudas, el miedo, los deseos… eres solo humana. Te dije una vez que siempre tienes una elección. Sin importar cual sea, yo siempre te apoyaré, Kikka. Si lo que quieres es tu libertad, lejos de aquí, puedes pedírmela y te la daré lo mejor que pueda.
—No, tú no… no puedes decir eso…—susurro Kikka. Soltó el pañuelo y se aferró a sus manos con fuerza—No te atrevas a decir eso.
—Es mi decisión. Te llevaría lejos, y luego regresaría a Ukataka y moriría defendiéndola—continuo Sansker—No te guardaría rencor, no pensaría menos de ti, Kikka. Es mi voluntad, nada más.
—John…—Kikka se dio la vuelta, en su abrazo, para mirarlo. Sus ojos carmesíes parecían buscar la más mínima duda en su semblante— ¿Cómo puedes decir eso? Estas dispuesto a morir por otros sin dudarlo, a ayudarme en mi deseo egoísta… lo dices como si fuera la cosa más simple del mundo…
—Cuando nos conocimos, hubiera sido más sencillo explicarlo. Yo… quería morir—dijo Sansker—No estaba viviendo, no realmente. Era como estar en un sueño, por años. Intente negarlo, pero en el fondo sabía que solo estaba contando los días antes de que alguien o algo acabara conmigo. Hasta que nos conocimos. Fue entonces cuando finalmente comencé a vivir otra vez. Y aún con todo lo que he perdido, a todos aquellos a los que deje atrás, me alegro mucho de que mi camino y el tuyo se cruzaran. Quizás nunca pueda vivir sin arrepentimientos o dudas, pero lo que sé con certeza es que tú eres la mujer que amo.
Se habían estado acercando el uno al otro mientras hablaba. Sansker no supo en qué momento cruzo la última línea, o si fue él o ella quien empezó. En un momento estaba perdido en esos pozos de color rubí y al siguiente sus labios se cerraron sobre los de Kikka, atrapándola en un beso. Fue un momento intenso, que le pareció extenderse por siempre. John trato de poner cada detalle en su mente para no olvidarlo, su calor, su textura, su sabor. Kikka lo abrazo también, y ambos se perdieron en el acto.
Fue ella quien rompió el beso, haciéndose para atrás. Sansker respeto su deseo, reprimiendo el impulso que tenía de no dejarla ir nunca. La respiración de Kikka era más agitada y su rostro estaba sonrojado, aunque no por la fiebre
—Esto… yo…—Kikka trago en seco—No era lo que esperaba…
—Creo que yo dije algo parecido cuando tú me declaraste tus intenciones—dijo John, sonriendo al recordar la marea de emociones que a él lo golpeo entonces—Si no han cambiado tus sentimientos ¿podemos decir que estamos a mano?
— ¡No se trata de eso!—replicó ella mirándolo a los ojos—No puedes solo decir estas cosas y hacerme sentir de esta manera… no después de lo que dije, de tener que soportar esto… ¿Cómo es que siempre consigues aliviarme de esta forma?
Sansker puso una mano en el rostro de la joven. No creía que pudiera tener un efecto tan fuerte en ella. Kikka tenía mucha más influencia en él. Sin pretenderlo la joven lo saco de un abismo de desesperación cuando más lo necesitaba. Serle de apoyo era lo mínimo que podía hacer.
—Dije la verdad, eso es todo—respondió él, acariciando su mejilla.
— ¿Y ahora qué sucederá?—preguntó Kikka. Levanto una mano para tocar la suya, frotándose contra su guante—Digo, ahora que ambos sabemos cómo se siente el otro… ¿qué deberíamos hacer?
—No tengo idea—admitió Sansker. De hecho, ni siquiera sabía si existía alguna regla que prohibiera que estuvieran juntos. Tampoco sabía cómo se lo dirían a Ōka, ni como reaccionaria el resto de la aldea si se enteraban—Pero venga lo que venga, o cualquier cosa que ocurra, lo enfrentaremos juntos ¿está bien?
—Puedo hacer eso—dijo Kikka asintiendo. Su mirada se endureció—Pero no puedes olvidar la visión, John. Tienes que hablar con Fugaku. Es obvio que él es la clave para entender porque el alma de 'Enanita' está intentando alcanzarte.
—Lo que no entiendo es ¿por qué ahora?
—Es posible que tenga que ver con el Oni que estas cazando—dijo Kikka—Fugaku siempre ha estado buscando un Oni con alas y el alma de Ieyasu Tokugawa está siendo retenida por un Oni alado… no creo que sea coincidencia. El Oni que destruyo Hozuki, ese que busca Fuagku, y el Oni que retiene la Mitama son el mismo.
Las revelaciones nunca venían solas. Sansker odiaba que siempre fuera tan lento en enterarse de todo. No le hizo mucha gracia tener que dejar a Kikka después de lo que se habían dicho, pero Ōka los interrumpió. Por fortuna la espadachina toco la puerta antes de entrar, dándoles tiempo a separarse para recibirla. John sospechaba que ella no se tomaría bien que su hermana menor tuviera una pareja, así que por acuerdo tácito tanto Kikka como él decidieron guardar silencio. Al menos por ahora.
Y con todo no había olvidado la visión. Aún podía escuchar el alma de Enanita en la distancia, lo cual hizo que pasara una noche intranquila. Pero al salir el sol sabía lo que tenía que hacer. Si estaban en lo correcto esta era la clave para resolverlo todo. Sansker salió temprano de su cabaña, solo deteniéndose lo suficiente para alimentar a Tenkichi. Se dirigió al cuartel a toda prisa, pero para su buena suerte se encontró con Fugaku antes de subir los escalones.
— ¿Por qué la cara tan larga, novato?—dijo el Asesino mirándolo de arriba abajo—Parece como si hubieras dormido en el suelo.
—Necesito hablar contigo, Fugaku—replicó John. Si estaba en lo cierto era mejor confirmarlo ahora—Es importante.
— ¿No es así siempre?—preguntó Fugaku cruzándose de brazos. Le dio una medio sonrisa—Di lo que tengas que decir y no te contengas.
—Es sobre la Doncella Sagrada de Hozuki—dijo Sansker, decidido a ir directo al grano—La que tú llamabas 'Enanita'.
— ¡Tú! ¿Dónde…? ¿Dónde escuchaste eso?—a pesar de ser tan moreno, el rostro de Fugaku se volvió pálido de repente.
—De ella. Anoche, cuando regresábamos a la aldea, escuché una voz llamándote por tu nombre—explicó Sansker—Y luego con la ayuda de Kikka tuve una visión más clara. Era ella, Enanita, y te estaba dando una Piedra Gemela…
—La mitad de una pareja—termino Fugaku por él, abriendo los ojos de par en par—Cuando las acercas emiten una tenue luz azul… esa niña me dio una hace mucho tiempo… pero se quedó la otra mitad.
—Y creo que ella está cerca. Su alma perdura dentro del Oni que la devoro—dijo Sansker, viendo que estaba por el buen camino—Si aún tienes tu mitad podríamos usarla para rastrear al Oni alado. No solo el que destruyo Hozuki, también el que tiene la ubicación del comandante.
Fugaku bajo la cabeza. John no lo presiono, era demasiado para procesar tan rápido. No obstante, ahora que tenían una pista era imprescindible que la siguieran hasta las últimas consecuencias. Esto podría acortar su búsqueda enormemente. De repente Fugaku soltó una carcajada, pero sin nada de humor.
— ¡Ja! ¿Dices que escuchaste una voz y que esa es tu fuente de información?—exclamo el Asesino. Soltó un bufido y se dio la vuelta—No sé cómo te has enterado de todo esto, pero debes pensar que soy un tonto para tragarme ese cuento de hadas ¿Almas llamando desde el más allá? No me hagas reír.
—Fugaku, esto no es…—intento decir Sansker.
— ¡Una mierda, eso es lo que es!—interrumpió Fugaku—Lárgate de aquí. No sé nada sobre una Piedra Gemela, y no pienso escuchar más.
Sansker dio un paso atrás ante la vehemencia en el tono de su compañero. Era un tema muy sensible, por supuesto, pero no esperaba que se cerrara de esa forma. John quiso protestar, aunque se detuvo antes de abrir la boca. Si alguien hubiera llegado ante él con una historia semejante probablemente su reacción sería similar. Quizás fue demasiado brusco y sería mejor darle tiempo a Fugaku para asimilarlo todo.
—Entiendo. Sí… si cambias de opinión entonces podremos hablar.
Fugaku no se dio la vuelta, pero escuchó a Sansker alejarse. Busco en el bolsillo de su armadura y extrajo la Piedra Gemela. Se veía igual que aquel día en que Enanita se la regalo, con aquella sonrisa tan animada. La piedra estaba emitiendo un tenue resplandor azul, confirmando las palabras de su capitán.
"Maldito idiota" pensó él, reprimiendo una risa amarga. Inspiro profundamente y se dio la vuelta. Sansker se alejaba de camino hacia la forja, sin mirar atrás. Fugaku asintió. Tal vez estaba dándole tiempo, y luego volvería para molestarlo. Cuando Yamato lo nombro capitán, Fugaku no pensó que fuera a cambiar demasiado. El novato siempre le pareció demasiado blando y suave con todos, pero no era alguien débil.
—Te dejo el resto a ti, Sansker. No me necesitaras para lo que se avecina—dijo en voz alta, guardándose la piedra otra vez—Yo tengo asuntos pendientes. Todos mis amigos han esperado 3 años para este momento y es hora de que tengan su venganza.
