Brujas antes que magos Parte 6
—Es asombroso —Sonriendo con los ojos cerrados, Luz avanzó con un salto de ballet por el puente de piedra, seguida de Luis que caminaba a su propio ritmo—. Y creo que...—Se detuvo poniéndose de puntillas para después seguir avanzando entre giros sobre sí misma con las manos juntas hasta llegar al ídolo y abrir los ojos frente a este—. Estamos aquí por una razón.
—Ok —Luis se detuvo al lado derecho de su hermana y examinó a la diosa de pies a cabeza con algo de desconfianza por un rato—. Supongo que llegó el momento de la ver...
Pero sus palabras finales fueron ahogadas por una voz diferente que resonó por todo el lugar. Era suave, cálida y clara. Como la de una madre cariñosa. No provenía de nadie (o nada) más que del propio ídolo que había cobrado vida y los estaba mirando con una amigable sonrisa en los labios. Tenía unos increíbles ojos de color azul grisáceo.
—Bienvenidos —hubo un pequeño grito de asombro por parte de Luz, y esta, sin pensarlo dos veces se arrodilló sobre su pierna derecha. Luego, como una incitación a que hiciese lo mismo, le dio un codazo en la rodilla izquierda a su hermano mellizo, quién obedeció a regañadientes—. Soy Elyon, la diosa de todas las cosas buenas. Los he estado esperando.
—Estamos profundamente agradecidos con el destino por habernos dejado conocerla en persona, poderosa señora —dijo Luz con un brillo en los ojos—. Es un gran honor para nosotros estar ante su divina presencia.
—No seas alcahueta, Lucinda —la regañó Luis en susurro.
La diosa se permitió reír un poco.
—De pie mis campeones. Acepten estos regalos de mi parte.
Cuando los mellizos se levantaron del suelo, Elyon se quitó la gema del vientre y, tras un potente e indescriptible resplandor azul que se arremolinó alrededor de toda la isleta perturbando las aguas del lago al crear pequeñas olas, fabricó lo que pareció ser un bastón blanco en cuya punta de ocho superior y punta inferior tenían incrustadas unas gemas azules cielo.
—Para ti, pequeña y graciosa Luz —La diosa hizo flotar dicho objeto hacia la chica Noceda, quién lo recibió con ambas manos entre pequeños chillidos de entusiasmo—. El bastón celestial. Un objeto de gran poder.
Acto seguido, Elyon se arrancó los cuernos con ambas manos y, tras otro mágico espectáculo, fabricó lo que pareció ser un libro cuya tapa tenía impresa la misma materia prima y, encorvándose un poco, se lo entregó al chico Noceda quién lo recibió con algo de recelo.
—Y para ti, valiente e inteligente Luis —Extendió los brazos y elevó la voz—. El Visdomnomicon. Una gran fuente de conocimiento.
—¡Sí! —empezó a celebrar Luz, levantando su bastón mágico con la mano izquierda en el aire—. ¡Somos los elegidos! —Se llevó la palma derecha a la mejilla—. ¡Lo sabía! ¡Siempre sospeché que había una razón por la que nuestra familia no comprendía nuestras rarezas! —Bajó el bastón y giró sobre si misma, antes de envolver el brazo diestro alrededor de su receloso hermano mellizo—. ¡Ahora tenemos pruebas, hermanito! ¡Jaja!
—Lucinda, ¿cuando aprenderás a ser más humil...?
Pero Luis no pudo terminar el reproche, pues tanto el grimorio de sus manos como el bastón mágico de la surda de su hermana melliza se desvanecieron como humo en el viento, seguido de eso las flores junto con las hojas de los árboles se marchitaron, el lago junto con sus tres canales a su alrededor se desaguó por completo y todo el lugar se oscureció.
—¡¿Que?! —exclamó Luz confusa y asustada.
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A la velocidad que iba el bastón mágico; el autoproclamado "rey de los demonios" se movía cual bandera en el viento mientras se aferraba a la cola del vestido de la dama búho, quién entre seria y preocupada, decía:
—Lo conozco. No es un mago. Es lo que llamamos un titiritero —Eda miró a King sobre su hombro derecho y la diestra en garra (quién en ese mismo instante había logrado sujetarse a la varilla del bastón) por un rato—. Un malvado especialista en engañar y manipular a la gente —Frunció aún más el ceño—. Está usando a los gemelos para llegar a mí.
—Sí —dijo el "rey de los demonios" con evidente sarcasmo—. Y estamos volando directo a su trampa ¡Hurra!
Eda volteó a mirarlo nuevamente.
—¡¿Que?! —exclamó molesta—. Si tienes un mejor plan. —Volvió a mirar hacia el frente—. Me encantaría escucharlo —Le dio una palmada a su tallamigo, y le exigió—: Oye, más rápido.
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Elyon chasqueó los dedos. Despidiendo unas cuantas chispas, la capa y el poncho se elevaron y enroscaron en el cuerpo de los mellizos para luego transformarse en unas gruesas cuerdas de color celeste fosforescente que los sujetaron con fuerza, poniéndolos de rodillas.
—¡Arg!
—¡No! —Luz observó como su anillo, al igual que los brazaletes de Luis también pasaron a ser dichas cuerdas (pero con un candado en medio esta vez) y unos grilletes que los atraparon de dedos y muñecas—. Traicionados por nuestros propios accesorios.
Luis miró a la deidad con el ceño fruncido. Aquello ya lo había estado suponiendo, pero de todas maneras...
—¡¿Que demonios es todo esto?!
Elyon sonrió. Su bello rostro adoptó una repentina expresión de maldad mientras una espesa neblina se iba apoderando del lugar.
—Muy pronto... —empezó a decir con maliciosa calma—. Lo sabrán.
Señaló hacia atrás de los mellizos con el índice derecho y estos se volvieron solo para ver una silueta caminando hacia ellos con las manos juntas entre la neblina. Luis lo reconoció y, entrecerrando los ojos, gruñó:
—Usted.
Era Adegast.
—Jóvenes humanos —dijo con su característica, apacible y delicada voz.
—¿Mago fantástico? —se desconcertó Luz.
Los mellizos sintieron como si hubiesen sido inyectados con alguna droga paralizante. No podían mover ni un músculo. Petrificados, observaron como al mago se le desorbitaron los ojos y sus pupilas giraron descontroladamente mientras era levantado por un tentáculo (cuya punta parecía incrustada en su nuca) que pertenecía a un extraño ser que se materializó entre la neblina.
Luis hubiera querido gritar, pero no podía dejar salir ningún sonido. El cuerpo de la criatura estaba formado por una gran cabeza y una serie de tentáculos prensiles. La parte inferior de su cabeza estaba unida a un par de delgados brazos negros y un puñado de esferas doradas. Su espantoso rostro era pálido, abultado, con dos ojos bulbosos sobre sus mejillas y otro par de ojos entrecerrados en lugar de fosas nasales. Su boca carecía de labios y sus dientes junto con las pupilas eran de color amarillo.
—Su orgullo les jugó en contra, aprendices de bruja —tras decir eso, rió malignamente, antes de que el suelo empezara a temblar.
Y entonces el duo los vio. Surgidos de la tierra, eran sus compañeros de viaje y los gatos del pueblo de Felinia. Al igual que el mago, tenían los ojos fuera de órbita y un tentáculo incrustado en la nuca. Miraron a su alrededor, echando un ojo también a la diosa Elyon que ahora se encontraba en igual estado que los otros...
—¡Títeres de ventrílocuo! —exclamó Luis entre furioso y horrorizado al percatarse de quienes o que cosas los rodeaban a él y su hermana melliza—. ¡Sabía que algo apestaba! ¡Que Brabant se apiade de nosotros!
Luz también parecía alterada, pero se vio obligada a tener una palabra de consuelo.
—T-tranquilo Lucho —dijo, mirando a su hermano con una sonrisa forzada—. No te asustes. Esto es típico de unos elegidos. Debemos pasar esta prueba y demostrarle a la diosa Elyon que somos dignos de ser sus campeones.
Luis la fulminó con la mirada. Estaba enfermo de la ingenuidad de su hermana en aquel momento.
—¡Esta no es ninguna prueba, lutrina descerebrada! ¿No lo ves? Esa cosa no es una deidad, tampoco es un mago, y nosotros no somos los elegidos. Nos engañó.
—¿Por qué lo hiciste? —le preguntó Luz molesta a la criatura.
—Su maestra me robó clientes y les vendió pociones durante años —respondió Adegast mientras avanzaba por el camino de piedra—. Debo destruirla —agregó hablando atravez del títere del mago que acercó hacia los mellizos, seguido de otro par.
—¿Todos aquí tienen un problema con Eda? —les preguntó Luz.
Los títeres del mago, de la Princesa hada y del Príncipe Nevareth respondieron:
—Sí, la mayoría sí
—Oh creo que sí
—La verdad sí.
Luz suspiró, y Luis por su parte, soltó un gruñido de irritación.
—Y la enviaron directamente a mi trampa —prosiguió Adegast llevando sus pequeñas y negruzcas manos a sus mejillas—. Todo porque querías creer que tú y tu antipático hermano eran especiales.
—¡Ni crea que funcionará, bastardo cara de muñeco! —gritó repentinamente Luis fuera de sí.
Sin darse cuenta, unos pequeños rayos granates recorrieron su delgado cuerpo y desintegraron las cuerdas junto con las esposas mágicas al tiempo que sus pupilas se tornaron rojas por una milésima de segundo.
Adegast no tuvo tiempo de reaccionar cuando el chico Noceda se llevó la diestra a la espalda, agarró su escopeta, y le disparó un polvo rojizo tan denso que hizo que le ardieran los ojos.
—¡Aaaaaaaaaaah!
Con ojos como platos, Luz intentó preguntarle a su hermano como consiguió liberarse, pero tuvo que tragarse sus palabras cuando este (mientras rompía las cuerdas como si fueran hilos de elote usando nada más que sus manos desnudas) la interrumpió, diciendo:
—¡Rápido nutria, debemos irnos antes de que...!
—Siento que ustedes no quieren irse en realidad —dijo la voz de la diosa Elyon, antes de que esta se acercara a los mellizos y los cubriese con un extraño humo lavanda que lanzó de su boca.
—Quédense con nosotros, niños —continuó Elyon cuando el duo Noceda abrió los ojos solo para ver que ahora se encontraban en alguna clase de oscuro vacío y rodeados de los muy realistas títeres del demonio ilusionista—. Quédense con Adegast.
—Los necesitamos aquí —dijo Nevareth, colocando la mano derecha sobre el hombro izquierdo de Luz—. Pueden ser nuestros elegidos.
—Sí, podrían comer nuestra pequeña comida por siempre —agregó la Princesa Hada con las manitos en las mejillas de Luis, antes de darle un pequeño beso en la nariz.
Acto seguido, Elyon los miró con compasión y, mientras una pequeña brisa le movía el cabello, les preguntó:
—Niños, ¿por qué querrían vivir en un mundo donde la gente se ríe de ustedes?
Luz se volvió hacia su hermano mellizo con una pequeña sonrisa.
—Lucho... —le susurró, tomándolo de las manos—. Aquí es hermoso.
Luis parpadeó sorprendido.
—Luz...
Sin perder su sonrisa, ella cerró los ojos.
—Y ellos creen que somos especiales.
—Por favor... —le suplicó él, a punto de entrar en pánico al darse cuenta de que los títeres iban acercándose poco a poco hacia ellos—. No...
Tras unos segundos, Luz abrió los ojos y miró a su hermano con una expresión triste.
—Pero...
Luis alzó una ceja.
—¿Pero?
—¡Esto no es real!
Y una vez dicho eso, Luz desenvainó su espada de juguete, se puso de pie y decapitó a la diosa Elyon, haciéndola desaparecer en una nube de humo verdoso para sorpresa y alivio de su hermano mellizo, antes de agregar:
—¡Odio a los dioses falsos!
—¡Nooooooooo! —se escuchó gritar a Adegast—. ¡Mi mejor títereee!
Una vez rota la ilusión y disipado el humo, los mellizos encararon al títere del mago.
—Mi hermana creyó en usted, charlatán barbudo —gruño Luis con ojos entrecerrados, mientras acerrojaba su escopeta—. Ella es una aprendiz de bruja, y estoy seguro de que se ganará su bastón mágico con esfuerzo.
—¡AHORA SIENTE MI IRA! —gritó Luz corriendo hacia el mago y darle una estocada ascendente que hizo que corriera la misma suerte que la diosa Elyon.
Adegast soltó otro grito, y mandó a un trío de felinos hacia la chica Noceda, pero esta los acabó de unos tajos mientras decía:
—Vengan gatitos gatitos ¡GATITOS!
Un leve sonrojo cubrió las mejillas de Luis mientras observaba combatir a su hermana melliza con ojos brillosos.
—Wow~
La Princesa Hada intentó atacar a Luz con sus afilados dientes, pero esta fue más rápida y la hizo "puf" de un solo tajo.
—¿Creiste que seríamos cuñadas, Princesa?
—¡Raaarg!
Nevareth intentó partír en dos a la chica Noceda con su espada, pero Luz la bloqueó con la suya.
—¿Y qué tú me agradabas, Nevareth? —le dijo antes de atravesarle el vientre con dicha arma de juguete.
—¡Arg! ¡Mis hermosos pectorales! —se quejó el Príncipe para luego desaparecer.
Fue entonces cuando Luz se permitió sonreír, y le lanzó un beso a su hermano en cuanto volteó a mirarlo solo para después ser tomada como rehén por Adegast, quién sorpresivamente la envolvió de la cintura con uno de sus tentáculos (que poseía un títere de gato blanco) y la levantó en el aire, haciendo que dejara caer su espada de juguete.
—¡Baja a mi Luz o sufre las consecuencias! —amenazó el chico Noceda al demonio titiritero, apuntándole con su escopeta de aire comprimido.
—No... —respondió Adegast—. Tú baja esa cosa o tu hermana sufrirá.
—Lucho, lo siento —se disculpó Luz apenada—. Debí escucharte y nunca confiar en ese mago. Tenías razón. No es místico ni mágico. Solo es un...
—Asqueroso malvado.
Y una vez terminada la frase por su hermana melliza, El chico Noceda jaló el gatillo y los perdigones arremetieron contra la cabeza de Adegast, que soltó un grito, dejó caer a Luz (quién aterrizó en los brazos de Luis al que agradeció con un dulce beso en la mejilla derecha) al tiempo que su último títere hacía "Puf" y se redujo a un octavo de su anterior tamaño.
—¡Increíble! —exclamó una conocida voz masculina, mientras Luis bajaba a Luz de sus brazos.
Los mellizos se sobresaltaron. Miraron a un lado, al otro y de frente.
Había una Eda de pie con el bastón mágico en su siniestra, que los miraba con una sonrisa orgullosa, y un King a su derecha, acuclillado y picando la cabeza de un diminuto Adegast con el índice de su pata derecha.
—Quién diría que unos simples niños humanos derrotarían a un malvado y poderoso demonio de tipo insecto con solo unas armas de juguete.
—¡Eda! —exclamo Luz, corriendo hacia el otro duo seguida de su hermano mellizo—. ¡King!
—¿Cuándo llegaron? —preguntó Luis.
—Unos momentos antes del combate —respondió Eda con simpleza—. Peeero al ver que lo tuvieron controlado pensamos... ¿Para qué meter nuestras narices? Buen trabajo, por cierto. Es la última vez que le hago un envío a un desconocido —Levantó al pequeño Adegast del suelo, agarrándolo de los tentáculos, y sin pesarlo dos veces... Se lo comió de un solo bocado—. Oh, ¿ustedes querían un poco? —agregó al notar que los mellizos parecían distraídos y desanimados.
—¿Estás bien, Luz? —le preguntó Luis a su hermana, mirándola con preocupación.
Luz bajó la cabeza y cerró los ojos, antes de (en un triste tono) responderle:
—Sí... Solo estoy confundida.
Luis alzó una ceja.
—¿Estás pensando en rendirte?
Luz lo miró a los ojos.
—Este lugar no es lo que imaginé.
—Quizás... —trató de consolarla Luis colocándole las palmas en las mejillas, haciéndola sonreír un poco—. No aquí.
—Concuerdo con el Corchito —afirmó Eda, antes de dar media vuelta y caminar fuera de la isleta—. Vengan conmigo. Tengo algo para mostrarles.
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—Ok, pueden mirar —les informó Eda a los mellizos unos momentos después, cuando detuvo su bastón mágico a varios metros en el aire.
—Wow.
Una vez quitadas las vendas azul marino de sus ojos, Luis y Luz pudieron contemplar las propias islas hirvientes que consistían en un archipiélago formado a lo largo del esqueleto de lo que parecía ser alguna clase de coloso o... ¿Titán?
—Los huesos de las islas —continuó Eda, sonriendo con los ojos cerrados—. De cerca las islas pueden ser biscosas.
—Y muy apestosas —añadió King levantando el índice diestro, mientras la dama búho y los mellizos lo miraban de reojo.
—Y desagradables —Eda cambió su expresión de disgusto a un poco más alegre cuando dirigió la vista hacia el crepuscular y estrellado cielo donde alcanzó a ver una azulada estrella fugaz—. Pero si las miras desde otra perspectiva...
—Son hermosas —dijo Luz conmovida.
—Y no dan tanto miedo —agregó Luis.
—Sí... —remató King, apoyando la cabeza por el brazo diestro de la chica Noceda.
—Eda —Luz miró a la dama búho con una pequeña expresión de tristeza—. ¿Cómo supiste que el mago mentía?
—Mira, todos queremos creer que somos "elegidos" —respondió Eda, haciendo un gesto de comillas con los dedos indice y corazón luego de desviar un poco la mirada—. Pero si esperáramos esa profecía que nos hace especiales... Esperaríamos por siempre... —Volvió a mirar a los mellizos, y embozó una pequeña sonrisa—. Y por eso ustedes deben ser sus propios elegidos.
—Entonces ¿Me darás mi propio bastón mágico? —le preguntó Luz esperanzada.
—No aún —le respondió Eda bajando la mirada con los ojos cerrados—. Pero tal vez... —Levantó la mirada, sonrió y miró de reojo a la chica Noceda—. Algún día.
Entonces, ni bien la dama búho volteó hacia la puesta del sol; Luis rodeó los hombros de su hermana melliza con su brazo derecho y esta volteó a mirarlo con ojos brillantes y llenos de cariño.
—Uhmmm~ —ambos juntaron sus mejillas y cerraron los ojos.
Al escuchar tal sonido cursi; King hizo una mueca de asco y Eda ensanchó los ojos antes de voltear hacia los mellizos y, con una sonrisa un tanto tensa, decirles:
—Ahmm, niños.. No quería preguntarles esto... No lo hice... pero... ¿Qué tan lejos va la cosa entre ustedes?
King sonrió con malicia.
—¿Sabían que los monstruos más temibles nacen de las relaciones prohibidas? —agregó.
Los mellizos abrieron los ojos, se miraron y luego rieron. No era la primera vez que se insinuaba alguna clase de "extraña relación" entre los dos.
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[Escena retrospectiva I]
Ocho años atrás…
Unos jóvenes Nocedas, vestidos con mamelucos y otras ropas de niño pequeño, se encontraban sentados a un lado de la estatua de los fundadores de Gravesfield.
—Toma —dijo Luis, colocando una corona de coloridas flores en la cabeza de su despeinada hermana melliza.
—Que lindo —le respondió Luz con una sonrisa de oreja a oreja—. Muchas gracias, hermanito.
Luis le devolvió el gesto.
—De nada, nutria.
Y aprovechando que su hermano mellizo volvía a jugar con las flores de su entorno, Luz soltó una risita maliciosa mostrando sus dientes con la ausencia de uno en la parte superior derecha y le preguntó:
—Oye Luchito… ¿Te casarás conmigo cuando seamos grandes?
—Sí… sí… —le respondió Luis distraídamente, mientras trenzaba los tallos de unas flores blancas y rojas.
Luz embozó su típica sonrisa de "nutria con un lado oscuro".
—¿Lo prometes?
—Claro.
—Pfff... Genial —afirmó Luz, conteniendo la risa con las manitos en la boca.
—E-espera... —Luis levantó la cabeza y miró a su hermana con ojos de huevo cocido—. ¿Qué?
Pero antes que Luz pudiera explicarle que solo estaba jugando con él, aparecieron unas tres niñas quienes parecían tener la misma edad que ella y su hermano mellizo.
Luis fue el primero en reconocerlas como compañeras de escuela y, al mirar primero a la tailandesa-estadounidense de piel morena clara y cabello castaño rojizo desordenado, levantó una ceja diciendo:
—¿Anne Boonchuy? —Luego, entrecerró los ojos con desagrado al dirigir la mirada hacia la que tenía el cabello rubio atado en una pequeña cola de caballo y piel clara—. Sasha Waybright —Y finalmente, cuando vió a la chiquilla de descendencia Chino-Americana, piel oliva con un pelo liso y corto de color negro y ojos ovalados oscuros, sus mejillas se tornaron rojas por completo—. ¡Ma-Marcy Wu!
—Hola chicas —las saludó Luz con amabilidad—. ¿Qué andan haciendo por…?
—¿Escuché mal, Noceda? —la interrumpió Sasha con una sonrisa burlona—. ¿Le acabas de pedir matrimonio a tu propio hermano?
—¡IIIIUUUUUUU! —exclamaron Anne y Marcy asqueadas, mientras Luis le dedicaba una mirada de absoluto reproche a su hermana, y esta le sonreía a modo de disculpa.
[Fin de la escena retrospectiva I]
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[Escena retrospectiva II]
Cinco meses antes...
Era día de San Valentín y los hermanos Noceda se encontraban sentados en una mesa junto a la ventana derecha de la cafetería "Petirrojos asados". Se hallaban uno al lado del otro (Luis a la izquierda y Luz a la derecha) compartiendo un gran vaso de frappuccino con dos popotes y comiendo unos chocolates que se habían regalado entre sí.
Y de repente, la puerta de la cafetería se abrió con el sonido de la campana tintineando en el marco y entró un grupo de niñas exploradoras que cargaban unas coloridas cajas de galletas.
La niña de piel clara, ojos rosados y cabello largo color salmón miró en dirección a los mellizos y, al notarlos muy "acaramelados" y rodeados de regalos de San Valentín (Un ramo de flores, media docena de tarjetas de felicitación y un par de cajas abiertas de chocolates (una cuadrada y otra en forma de corazón) sobre la mesa y unos globos de helio en forma de corazón atados a las sillas), con una mueca de asco, dijo:
—Que repugnante.
—Abominable —le siguió una niña de piel morena y cabello celeste cuyo flequillo cubría la mayor parte del lado izquierdo de la cara.
—¡Irán al infierno! —remató una niña rubia con un parche en el ojo izquierdo.
Luis, al notar la incomodidad de Luz, dejó de sorber la dulce bebida y volteó hacia las fastidiosas exploradoras.
—Si se disculpan ahora...—les dijo con una dulce sonrisa, aguantándose las ganas de cometer un infanticidio—. Compraré todas sus galletas.
[Fin de la escena retrospectiva II]
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—Déjà vu —dijo Luz, sin dejar de reír.
—Déjà vu… —repitió Luis, de la misma forma—. El tercero en nuestras vidas, nutria.
—¿Qué? —dijo King, mirándolos como si fueran un par de bichos raros—. ¿Les divierte que descubriéramos su pecado?
Eda hurgó su frondoso cabello grisáceo con la siniestra, sacó una botellita con un corazón partido de color negro estampado y lo analizó con los ojos entrecerrados.
«Creo que hoy prepararé una cena de desamor por las dudas», pensó entre segura e insegura antes de permitirse sonreír un poco.
