Yo fuí un abominable adolescente parte 1
—Díganme niños —dijo Eda, posando las manos sobre los brazos de los hermanos Noceda—. ¿Pensaron alguna vez en sus vidas que verían algo tan increíble como esto?
—Es tan increíble como una inyección letal —señaló Luis en un tono nasal (debido a unas pinzas transparentes de natación que tenía en la nariz). Luz y él habían acompañado a la dama búho y al autoproclamado "rey de los demonios" a una de las tantas playas de las islas hirvientes y ahora estaban observando algo que les hacía querer "arrojar sus galletas".
—Esto-no-me-gusta —recitó Luz asqueada moviendo la cabeza de un lado a otro.
—Sí, no hay nada más inspirador que una babosa de la basura —Eda se acercó hacia el enorme cadáver de cuerpo cilíndrico, estrecho, color verde oscuro en la superficie dorsal (que también estaba cubierta de grandes ampollas de color rosa oscuro) y claro en el lado ventral—. Hace su casa toda su vida con cosas que otros arrojan por el camino —Introdujo la diestra en la boca (un orificio sin mandíbulas con dientes grandes, puntiagudos y rodeado por cinco rechonchos tentáculos) para sacar lo que parecía ser un pollo de hule amarillo, antes de arrojarlo aún lado y dar media vuelta—. Hasta que BOOM —Chocó su puño diestro contra su palma siniestra—. Un día es golpeada por una ola y muere por un exceso de sal. —Se hurgó el pelo con ambas manos, sacó un par de picos y los extendió hacia los hermanos Noceda, quienes hicieron unos gestos de incomodidad y desagrado—. Y luego nosotros vendemos todo lo que se comió.
—Te pido que no me obligues —suplicó Luz con los puños cerca de su barbilla.
Luis se cruzó de brazos y agregó:
—Prefiero lamer los pies de Luz.
La chica Noceda se volvió hacia su hermano, alzó una ceja y embozó una pequeña sonrisa burlona.
—¿Trajiste la crema batida?
Luis gruñó, y cuando iba a decir algo...
—Oh vamos chicos —lo interrumpió King, quién estaba a unos pocos metros, recostado boca arriba sobre una toalla blanca de patito y unas gafas celestes ocultaban sus ojos—. No todos los días pueden ir al basurero y destripar un cadáver de basura.
Eda regresó uno de los picos a su frondoso cabello, apuntó hacia la boca del difunto molusco con el otro, y quebró algunos dientes de un solo golpe luego de decir:
—Ahmm lo haré sola.
—Dime Eda... —empezó a decir Luz antes de cerrar los ojos y apretar los puños por el sonido de las picotadas de la dama búho, para después tocarse el brazo derecho con la zurda—. ¿Qué te parece si Lucho y yo tomamos unas lecciones nuevas para nuestro aprendizaje? Como... —Volvió a hacer dicho gesto por otra fuerte picotada, antes de ponerse a enumerar con los dedos—. Leer antiguos pergaminos o mezclar pociones o...
—Ah... —la interrumpió Eda en tono de desagrado, sacando un tubo de teléfono azul de la boca del molusco antes de arrojarlo aun lado—. Suena a un montón de cosas de escuela de magia.
—Espera... —se sorprendió Luz, dando unos pasos hacia la dama búho—. ¿Aquí hay una escuela de magia?
—Adivinaré —agregó Luis indiferente—. Con torres altas, uniformes, planes oscuros en los que te arriesgas y ese tipo de cosas, ¿no?
Luz lo miró con picardía.
—¿Cynthia Coven?
Luis suspiró.
—Sí, Nutria —Giró los ojos—. La mismísima brujita cuatro ojos que subió por la escalera del hechicero, entró al aposento de los misterios y es ahijada del prisionero de Boca Raton.
Luz rió por el comentario de su hermano mellizo, al igual que Eda, quién ese momento hurgaba entre un montón de basura para después erguirse con una sucia pelota de baseball en las palmas y en tono serio decir:
—Y lo que es peor... —Dejó caer dicho objeto—. Te obligan a hacer magia de una manera "correcta" —Hizo comillas con los dedos—. Pero la magia no es correcta —Sonriendo, alzó la palma derecha—. Es salvaje e impredecible y por eso es tan hermosa. Yo no terminé la escuela y mírenme... —Levantó el pico del suelo con dicha mano y señaló hacia la inmundicia que la rodeaba—. ¿Quién no me envidiaría ahora mismo?
—Quizás todos —dijo Luis señalando hacia la babosa con el índice diestro al tempo que Luz desviaba la mirada con los ojos tristes—. No creo que mucha gente aprecie... Eso.
Eda notó la decepción e incomodidad en los ojos de los mellizos antes de que dejar el pico y acercarse a ellos.
—Hey, aquí tienen una lección —les dijo con una sonrisa entusiasta—. Cierren los ojos y extiendan las manos, por favor.
Los hermanos Noceda se miraron, dudaron, pero obedecieron. Se quedaron esperando con las manos en forma de cuenco extendidas hacia el cielo y los ojos cerrados.
Eda se acuclilló, metió la diestra en un espeso líquido verde que estaba dentro de lo que parecía ser algún órgano mutilado de la difunta criatura, y sacó un par de... ¿Bolas pegajosas?; después. se levantó para colocarlas en las manos de los mellizos, quienes abrieron los ojos al sentir lo frío, húmedo y pegajoso de dichos objetos.
—Arg... —se asqueó Luz—. Hey, unas bolas pegajosas.
—¿Qué se supone que aprendamos con estas cochinadas? —preguntó Luis con una ceja levantada.
—Eso es algo que deben descubrir por ustedes mismos, mis jóvenes aprendices —respondió Eda con una voz serena, medio ronca y los ojos cerrados, antes de dar media vuelta, recoger el pico del suelo y dirigirse hacia la boca del difunto molusco mientras, en su tono de voz normal, agregaba—: Continuemos... Los órganos apestosos primero.
—En realidad... —empezó a decir Luz con una sonrisa forzada, guardando la bola pegajosa en el bolsillo derecho de sus shorts—. Si estás de acuerdo... —Enganchó el brazo zurdo al diestro de su hermano mellizo (quién en ese momento sacudía su bola pegajosa para quitarle la baba), y señaló en dirección al "rey de los demonios" con el pulgar diestro—. Creo que Lucho y yo estaremos con King meditando sobre... Eehm...
Miró a su hermano en busca de ayuda, y este, inexpresivo, dijo:
—Los posibles usos de nuestras bolas pegajosas.
—Sí, eso.
—Ok... —dijo Eda viendo alejarse a los mellizos con una ceja levantada—. Más para mi entonces —agregó sonriendo, antes de dar media vuelta y entrar gateando a la boca de la difunta criatura—. Aquí va... —Arrojó una jarra de licuadora—. Oh... mmm... —Seguido de un pequeño ventilador blanco de hélice celeste y un mono con platillos que aún funcionaba—. ¡Esto es increíble!
Luz se arrodilló al lado del "rey de los demonios" y le acarició el vientre, haciéndolo reír.
—Hola King, ¿Cómo está mi tesoro playero?
—¡Epa!
Guiado por sus reflejos, Luis atrapó una vieja tuba (lanzada por la dama búho desde el interior del colosal cadáver) con ambas manos.
—Oh, mira Luz —King miró al chico Noceda con una sonrisa burlona, mientras la hermana de este se sentaba a su lado—. Tu "hermanovio" te trajo una serenata —Soltó una carcajada y, casi inmediatamente, adoptó una expresión desagradable y añadió—: Derramen una sola gota de miel y me comeré sus corazones, ¿les quedó claro pecadorcillos?
Luz soltó una risita, negando con la cabeza, y Luis, solo arrojó el instrumento aún lado antes de tomar asiento al lado izquierdo de su hermana melliza.
«Seguro esto fue lo primero que enfermó a ese adefesio», pensó, analizando su respectiva bola pegajosa que aún sostenía en la palma derecha.
Luz suspiró.
—¿Sabes hermano?, si la magia se trata de buscar bolas pegajosas —dijo entre asqueada y decepcionada—. Quizás mi estómago no esté listo para...
Una vez vista la bola pegajosa que consistía en una piedra de un intenso color rosa en la palma diestra de su hermano mellizo, la chica Noceda amplió los ojos y el fuerte jadeó que soltó hizo que este volteara a mirarla como si estuviera loca.
—¿Y a ti que te picó, nutria?
Luz sacó su propia bola pegajosa del bolsillo y se la extendió a su hermano con vehemencia.
—Te lo cambio.
Luis alzó una ceja.
—¿Un extraño guijarro? ¿Por un trozo de sal del himalaya?
—Oh, ¿no es una gema? —Visiblemente decepcionada, Luz dejó de sonreír y compuso una mueca compungida—. Bueno, no importa —Sorpresivamente, reavivó su sonrisa—. De todas formas tu bola pegajosa es más linda que la mía... Así que... —Amplió su sonrisa mostrando los dientes—. ¿Un trueque?
King soltó una risita.
—¿Cambiar algo bello por algo horrible? —Adoptó una expresión burlona—. ¡Ja! Yo no haría eso ni con mi reina.
Luz volteó a mirarlo con cara de "¡No inventes! ¿En serio?"
—¿Tienes una reina?
—Tenía —respondió el "rey de los demonios, entrecerrando los ojos con molestia—. Pero Eda...
Luis intercambió las bolas pegajosas.
—Ok.
—¿En serio? —dijeron King y Luz al unísono, mirando al chico Noceda con ojos como platos.
—Sí, y cuida tu presión arterial, nutria —bromeó Luis sin gracia—. Ese tipo de sal es la más fuerte que existe.
Luz soltó una risita y guardó su nueva piedra pegajosa en el mismo lugar donde había estado la vieja.
—Lo haré.
Luis se puso de pie.
—Bien... —guardó la bola pegajosa en su bolsillo canguro y se quitó la pinza de la nariz—. Te veré después.
—¿A dónde vas, Lucho? —le preguntó Luz, viéndolo irse.
Por una fracción de segundo, pensó decirle a su hermana que quería pasar algún tiempo a solas, alejado de ella, King, Eda y el grotesco cadáver que esta seguía mutilando a picotazos. Pero el impulso desapareció en cuanto la miró sobre su hombro izquierdo.
—Voy a limpiar la cloaca —mintió.
Luz hizo una mueca de asco, sin embargo, luego rio un poco.
—¿Limpiar la cloaca? —le preguntó King curioso.
—En el mundo de los humanos... —empezó a explicarle Luz entre incómoda y algo asqueada, pero sin perder su sonrisa—. Eso significa ir a hacer popó.
—¡Ugh! —King puso la misma cara que si acabara de chupar un limón—. Creo que acabo de vomitar y tragármelo.
Luz amplió su sonrisa, y volvió a rascar el vientre del "rey de los demonios", haciéndolo reír mientras le decía:
—Ya ya, mi tesoro playero. Ahora háblame un poco sobre esa reina tuya... ¿Tiene nombre? ¿Era linda? ¿De tu misma especie? ¿Cómo la habías conocido?
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Una diminuta y tétrica cabeza de demonio de piel morada, cuernos, con la boca abierta, huesuda columna vertebral por tronco y alas de mariposa pasó volando por la derecha. Solitario, sereno y sin rumbo fijo, Luis Noceda caminaba por un sendero boscoso al tiempo que analizaba su nueva bola pegajosa que sostenía en la palma derecha.
—Por su textura, peso y color diría que esto en realidad es alguna clase de se...
—Puedes hacerlo —lo interrumpió una desconocida voz femenina—. Tú puedes.
—¿Mmm?
Luis miró alrededor con cautela; luego se acercó hacia unos arbustos morados por la izquierda, y apartó las hojas. Allí, sentada sobre una roca de tamaño promedio, a la izquierda de los que parecían ser sus "útiles escolares" (que consistían en una mochila de cuero, un par de libros y una carretilla de madera con un gran caldero de barro sobre ella) con los puños semi levantados, y a unos cuantos metros de distancia, estaba una chica regordeta, de piel clara, orejas puntiagudas, ojos verdes y cabello corto, prolijo de color gris azulado oscuro con algunos mechones sueltos. Usaba un par de anteojos grandes y redondos, una túnica gris con un cinturón, capucha, unas botas de color gris oscuro y lo que parecía ser un mangas largas junto con unos leggins de color morado por debajo.
—Tú tienes que estar en mi vida —susurró inconscientemente el chico Noceda con un ligero rubor en el rostro, ojos brillantes y el corazón latiéndole como si quisiera salírsele del pecho.
Entonces, la desconocida se levantó y empezó a caminar de un lado para otro haciendo gestos con sus manos mientras decía:
—Puedes hacerlo. Una mala calificación no significa ser una mala bruja. Mis padres tienen razón. Tendré mejores oportunidades en este camino. ¡Ahora a la escuela! —Tras decir eso último con vehemencia; pisó accidentalmente una diminuta flor de núcleo amarillo y pétalos blancos/morados con el pie izquierdo—. ¡Oh no! —Entre asustada y arrepentida, se arrodilló frente a su "víctima"—. Oh... Amiguita... Lo siento.
Sonriendo con los ojos cerrados, la chica regordeta dibujó un círculo mágico verde con su índice surdo, y tras una pequeña lluvia de chispas, la flor volvió a la vida.
Luis suspiró.
—Cuanta ternura —susurró embobado, viendo como la desconocida movía sus puntiagudas orejas.
De pronto, se escuchó un ruido que hizo que la chica regordeta abriera los ojos con brusquedad; se trataba de una carretilla similar a la suya, pero rodeada por un chispeante aura carmesí. Cuando dicho objeto móvil se detuvo frente suyo, levantó la mirada y vio a un apuesto chico de pelo desordenado negro con toques de castaño en la parte de atrás, piel relativamente pálida, nariz sonrosada, orejas puntiagudas, ojos color aguamarina y con una vestimenta igual a la de ella (con la única diferencia de llevar una insignia de estrella dorada en el costado izquierdo de la túnica), sentado sobre su propio caldero de barro leyendo un colorido libro en cuya tapa decía "Magia 101" que sostenía en su mano siniestra.
—Willow —Despegó la vista de su lectura, cerró el libro y la soberbia sonrisa que le dirigió a la chica regordeta hizo que Luis sintiera náuseas—. Wow —Dejó el libro aun lado, bajó de la carretilla de un salto, apoyó la zurda por su caldero y la diestra en su cadera luego que el aura roja se desvaneciera—. Eres tan imperceptible que... Casi te piso.
—Hola Satan —lo saludó fríamente Willow, poniéndose de pie después que la flor volviera a morir.
La sonrisa del chico se desvaneció de su rostro para dar lugar a una mirada de falsa preocupación.
—Ahmm, ¿no deberías ir a clase temprano para preparar tú...? —sus palabras fueron interrumpidas por unos golpes secos.
Willow volteó solo para observar como su propia carretilla se sacudía y tumbaba, derramando un montón de lodo purpura junto con un... ¿Ojo? que parpadeó mientras soltaba un extraño bramido al llegar a sus pies.
—Oh señorita Park —Satan negó con la cabeza—. No tiene nada para presentar, ¿cierto?
Luis suspiró con pesar.
—Esto será feo.
Roja de la vergüenza, Willow se cubrió la cabeza con la capucha de su túnica.
—Esta es la razón de tu apodo "Casi bruja Willow" —le dijo Satan, acercándosele—. Y está otra... —Volvió a sonreír y palmeó el muslo izquierdo de Willow con su diestra—. Es la de tu otro apodo (dado por tu servidor, por supuesto) "Pan de mono" —Soltó una carcajada, ya que comparar a la chica regordeta con un árbol de tronco anormalmente grueso le resultaba divertido—. Miren nada más ese tron... —Su despectivo chiste fue interrumpido por otros golpes secos—. Ohm, parece que alguien quiere decirte algo —Caminó hacia su propia carretilla, destapó el caldero y se cruzó orgullosamente de brazos con los ojos cerrados después de dejar la tapa en el suelo—. Astaroth... —Chasqueó los dedos de la zurda—. Aparece.
Una extraña criatura hecha de lodo púrpura de tres ojos (uno encima del otro en el lado izquierdo) salió del caldero y se inclinó hacia Willow.
—Eres... —declaró con una voz roca, tocándole la frente con su índice diestro, marcándola con una mancha en forma de...—. Una estrella.
Willow soltó un gemido de tristeza.
—Igual a la mía —le informó Satan con soberbia, tocándose la estrella dorada del pecho que decía "Mejor estudiante" con el indice diestro—. Pero más pequeña e insignificante —Se inclinó un poco hacia la chica, amplió un poco más su sonrisa y le pellizcó las mejillas con ambas manos—. Como el mejor estudiante debo decirte que no te rindas —La rodeó de los hombros con el brazo diestro—. Hasta tú podrías aprobar un examen algún día —Giró la cabeza hacia la fangosa criatura—. Astaroth, atrás —le ordenó apuntándole con el índice zurdo; y una vez vuelto al caldero, lo cerró con la tapa antes de tomar su carretilla, y de manera burlona, despedirse—: Te veo en clase, pan de mono estrellado.
Willow se quitó la capucha y, cuando Satan se iba sonriendo con soberbia, Luis lo miró con desagrado aún desde los arbustos.
—Algún día tendrás tu merecido, serpiente inmunda.
—Ohmm... —empezó a decir Willow sarcásticamente, entre gestos—. Te veo en clase, pan de mono estrellado —Se limpió la mancha de estrella de la frente con su antebrazo diestro—. Odio cuando hace eso.
Luis la miró comprensivo al verla hacer berrinches; él sabía perfectamente como se sentía ser víctima de bullying y sacar malas calificaciones en cualquier asignatura que no sea del agrado de uno.
—¡Odio hacer abominables! ¡Odio las malas calificaciones! —De repente, cegada por la ira, los ojos de Willow se tornaron completamente verdes— ¡ARG! ¡YA NO PUEDO SOPORTARLO!
Luis frunció el ceño cuando la flor muerta a los pies de la chica regordeta brotaron en varias enredaderas cubiertas hasta el tope de espinas. Una de ellas se dirigió hacia él y casi lo agarra del tobillo de no ser por sus reflejos que le permitieron esquivarla de una pirueta en reversa.
—Supongo que ahora ella es la Venus... —bromeó sin gracia y para sí mismo, ocultándose tras el árbol más cercano—. Y yo soy la mosca.
