Yo fui un abominable adolescente Parte 3

—Bienvenido a la escuela de magia y demonios Hexside —decía Willow, mientras iba empujando la carretilla con su "nuevo abominable" hacia un edificio que se parecía más a una catedral, pero aún más grande—. Espero que esto funcione.

—Lo mismo digo —afirmó Luis asomándose por encima del borde del caldero para contemplar dicho lugar—. Si Luz estuviera aquí, apuesto a que brillaría su linda carita —agregó con una media sonrisa.

La sonrisa se ensanchó en el rostro de Willow.

—Amas mucho a tu hermana, ¿verdad?

Luis la miró de reojo.

—Soy su hermano, y se supone que debo hacerlo, ¿no?.

Lo declaró con un leve tono de hostilidad. Sin embargo, a la chica regordeta no pareció importarle.

—Eres un chico tierno, ¿lo sabías?

Luis suspiró con las mejillas coloradas.

—Eso dicen por ahí —dijo indiferente, tras volver a entrar al caldero por completo, antes de susurrar para sí mismo—: Cuanta palabrería.

Una vez dentro de la institución mágica, Willow se dirigió hacia su "casillero cíclope dentado viviente color granate" del segundo piso de donde (tras despertarlo de una rascadita con la zurda) sacó su propio libro de "Magia 101".

—¿Mmm? —se extrañó al sentir un ligero golpe en las pompis.

Al voltearse, vio a un chico moreno, de cabello castaño oscuro con tonos más claros, orejas puntiagudas, labio superior curvo (similar al de los hermanos Noceda) y notablemente más bajo que ella, leyendo lo que parecía ser una revista juvenil humana titulada "Jefe pre-adolescente"

—Willow, no creerías lo que hace un humano —dijo sin despegar la vista de su dicho objeto de lectura.

—¿Humanos? —preguntó Willow nerviosa—. Pfft —Miró hacia su caldero con los ojos bien abiertos—. Nunca he visto a ninguno, ¿qué?

—Sabías... —El chico de color dobló la revista y le mostró la foto de una niña rubia con frenos a la chica regordeta—. Que ellos clavan alambres en los dientes de sus niños —Volvió a echar un vistazo a dicho objeto al tiempo que fruncía levente el ceño y elevaba un poco la voz—. ¿Para qué? Quizás... —Recorrió la página con la mirada—. Para hacerlos magnéticos.

—En realidad es para enderezar dientes torcidos —susurró Luis (para el horror de Willow) desde el caldero, antes de cubrirse la boca con las manos y, mentalmente molesto consigo mismo, agregar, «Yo y mi maldita pedantería correctiva»

El niño de color apartó la vista de su revista y, enarcando una ceja, miró a la chica regordeta, quién con los brazos caídos y ojos cerrados, le dijo:

—Ok Augustus —Colocó su libro sobre la carretilla—. Debo decirte algo —Apuntó al chico de color con su índice diestro—. Pero debes escuchar.

—Oh, puedo cuchara —afirmó dicho joven entusiasmado—. Perdón digo escuchar —agregó autocorrigiéndose con los ojos cerrados y la revista enrollada entre sus manos.

Willow levantó las palmas.

—Ok —Se volvió hacia el caldero y, entre gestos manuales, agregó—: Abominable... Aparece.

Entre leves bramidos, Luis salió del caldero: estaba irreconocible. Sucio y semi-desnudo. Su "disfraz" de abominable consistía en algunos materiales de natación; gorra de caucho, goggles redondos, pinzas para la nariz y un bóxer. El cuerpo totalmente cubierto del extraño moco púrpura. Y el toque final; un pequeño bulto en la mejilla izquierda que ponía de manifiesto que tenía algo en la boca.

Augustus dejó caer la revista.

—Tu abominable es fabuloso, Willow —lo admiró—. Hasta parece una persona real ¿Cómo lo hiciste?

—De hecho, sí es una persona real—afirmó Willow sonriendo levemente con seguridad al tiempo que miraba al chico moreno de reojo.

—¿Qué?

—Muéstrale.

Luis se inclinó hacia la chica regordeta y le susurró:

—¿Estás segura, Mimosa?

Augustus alzó una ceja ante tal apodo.

—¿Mimosa?

Willow asintió con una tierna sonrisa y los ojos cerrados.

—Mmm, es mi nuevo apodo —Borró la sonrisa de su rechoncha cara y, en un tono seco y tajante, agregó—: Uno mil veces mejor que "casi bruja Willow" o "Pan de Mono" —Volvió a sonreír, y, levemente ruborizada, señaló hacia su "abominable" con el pulgar izquierdo—. El me lo puso —Se inclinó hacia el chico moreno, y con la diestra posada a la izquierda de la boca, le susurró—: Y digamos que eso fue muy "humano" de su parte.

Augustus tardó un poco en captar la indirecta de la chica regordeta, después parpadeó.

—¿Humano? ¿Con eso te refieres a que él...?

—Adelante Luis —lo interrumpió Willow, mirando a su "abominable" con una sonrisa que denotaba aún más seguridad que antes—. Augustus es confiable.

Luis obedeció; se quitó la gorra de caucho, revelando sus orejas redondas y su cabello desordenado.

—No, no —se sorprendió Augustus, mientras tocaba sus mejillas con las palmas antes de hacerlo con sus puntiagudas orejas un par de veces—. No puede ser.

Luis resopló fastidiado.

—Es el presidente de la asociación de investigación humana —le explicó Willow sonriendo al tiempo que lo miraba de reojo, antes de voltearse hacia él con los ojos cerrados y el índice zurdo al aire—. Los brujos no suelen reconocer a los humanos —Señaló hacia el chico moreno con la palma derecha—. Pero Augustus es un experto.

—¿Y tus branquias? —le preguntó Augustos al chico Noceda con los puños al aire.

Luis frunció el ceño por debajo de los goggles. Cada vez le agradaba menos aquel fastidioso muchachito.

—Las perdí junto con mis escamas y aletas cuando emergí a la superficie —le contestó con evidente sarcasmo.

Augustus se llevó las manos a las mejillas con asombro.

—¿Entonces sí es cierto que los humanos son parientes de las sirenas y los tritones? —Le brillaron los ojos—. ¡Lo sabía! ¡Lo sabía!

Pronto, la campana viviente sonó/gritó, indicando la entrada a clases.

—Debo volver a la clase de hechizos —Augustus recogió la revista del suelo, la enrolló y apretó con las manos, mirando a Luis como un perro queriendo comida—. Pero antes... Este... Yo... Me preguntaba sí... ¿Podrías darme un "Apodo humano" como a Willow? —agregó en tono entusiasta, embozando una sonrisa de oreja a oreja mostrando los dientes.

—No —fue la inmediata respuesta de un ya bastante irritado chico Noceda.

—Vamos... —empezó a suplicar Augustus dando saltitos en su lugar—. Por favor, por favor por favor por favor, por favor, por favor, por fa...

Más que harto, Luis lo silenció con una voz de mando que asustó levemente a Willow.

—BIEN BIEN, OK —Le apuntó con la diestra en pistola—. Pero solo si me dices tu apellido.

—Porter.

—En el mundo de los humanos... —En un intento de calmarse, Luis hizo una pausa para respirar profundo—. Normalmente a un Augustus le dirían "Gus"

Contento, el joven brujo comenzó a hacer todo tipo de gestos mientras decía:

—¡Gus!... Sí... me gusta Gus... Me gusta mucho... Gus... Que fabuloso... Gus... Wohoo... Gus... Genial... Es el mejor día de mi vida —Luego, se llevó la zurda a la espalda, sacó lo que pareció ser su varita mágica y, tras dar media vuelta, se echó a correr al tiempo que se despedía de la chica regordeta agregando—: Te veré en el almuerzo, Mimosa.

—Que simpático mocoso —dijo Luis entre sarcástico y molesto, mirando de reojo a la chica regordeta al tiempo que se volvía a poner el gorro de caucho.

Willow volteó hacia él y, con firmeza, los ojos cerrados, la diestra en jarra, y el índice siniestro al aire, le ordenó:

—Muy bien, regresa a la oscuridad.

Entrando en personaje, Luis gruñó mientras volvía a meterse en el caldero.

—Buen abominable —bromeó Willow con una risita.

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En el patio trasero de la casa búho, Luz se encontraba acuclillada frente a una pequeña babosa de la basura tentándola con unas galletas para perro en forma de hueso.

—Aw, ¿quién es un buen pequeño Gideon? ¿Quién es un buen niño?

—Luz, no le enseñarás nada haciendo eso —le informó Eda desde una silla blanca de jardín en la que estaba sentada, sirviéndose un líquido púrpura con unos extraños ingredientes dentro (Un ojo, un insecto y una lombriz) de una gran jarra transparente en su taza negra de "Chica mala número uno".

Sentado en otra silla a la izquierda de la dama búho, King terminó su bebida, colocó la taza vacía para niños en la mesita frente suyo y se limitó a adoptar una expresión maligna mientras miraba de reojo a dicha bruja.

—Es una manera positiva de incentivarlo, Eda —aseguró Luz con una sonrisa—. Y creo que está funcionando —La babosita aprovechó la distracción de la chica Noceda, abrió la boca y se alargó hacia la galleta, comiéndosela—. ¿Lo ves? —agregó tras ver como el molusco bebé había crecido unos centímetros tras ingerir dicha comida—. Ahora mira esto —Sacó otra galleta de la rojiza caja que sostenía en la diestra y la agitó hacia la dama búho—. Pequeño Gideon; ve a darle un besito a la abuela Eda.

—Si esa cosa me toca, le pasará lo que a su madre —le advirtió Eda, colocando la jarra sobre la mesita y, tras darle unos sorbos a su taza, miró a la chica Noceda con los ojos entrecerrados—: ¿Y cómo que abuela Eda? ¿Cuántos años crees que tengo, niña?

Luz sonrió nerviosa.

—Eh...

—Tiene más de cuarenta, Luz —le informó King de manera burlona—. ¿Qué no ves esas arru...?

No pudo terminar su burlesco comentario porque Eda lo empapó de jugo morado, tras mover la jarra con un hechizo.

—Comenta sobre mi edad de nuevo, y dormirás en el estómago de Hooty —le advirtió a continuación.

King se sacudió y, de mala gana, dijo:

—Ok, cambiando de tema —Miró a Luz con el ceño fruncido—. ¿Gideon? ¿De dónde sacaste ese nombre tan feo?

—¿Feo? —La chica Noceda miró al "rey de los demonios" con una ceja levantada, y luego sonrió—. A mí me parece lindo —Luego, dirigió la mirada hacia el ya no tan pequeño molusco al que permitió comerse otra galleta—. Era el nombre de un chico gordito, divertido y un poco baboso con un peinado más grande que su cabeza. Lucho y yo lo conocimos durante nuestras vacaciones en...

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[Escena retrospectiva]

Gravity Falls Oregón, un año atrás...

Vaya, que día —le decía una Luz Noceda vestida con una camiseta blanca a rayas púrpura, pantalones capri negros y unos zapatos blancos sin cordones, quien también abrazaba una bolsa de compras, a un chico notablemente bajo, corpulento, de piel clara, ojos azules, nariz respingada, tres pecas rosadas en cada mejilla, cabello blanco el cual permanecía en un gran copete que usaba ropa formal de color azul claro en cuyo interior se notaba una camiseta negra, corbata blanca, una pequeña bandera de los Estados Unidos pegada en el cuello de la camisa y zapatos marrones cuando ambos, alegres y tranquilos, charlaban sentados uno al lado del otro (la chica a la izquierda y el chico a la derecha). Regresaban del centro comercial y, al verse agotados, se les ocurrió quedarse a descansar un rato sobre los escalones afuera de una tienda de regalos que formaba parte de una trampa de turistas llamada "La cabaña del misterio" en vez de regresar directamente a sus respectivas casas (cámper en el caso de Luz). Era una tarde agradable de julio, y la chica Noceda había pasado todo un día con alguien que no era su hermano o sus padres. Un chico local llamado Gideon Alegría a quién había conocido hace un par de días en la piscina publica después que este (según la deducción de un malhumorado y desconfiado Luis; "como una simple y patética excusa para ligar con ella") le pidiese prestado un poco de bloqueador solar.

Primero aquel superdesayuno (Jaja, pobre Linda Susan) —continuó Luz con una pequeña carcajada—. Luego los videojuegos, el restaurante elegante, el recorrido por el lote de autos de tu papá (quién por cierto es un hombre muy simpático), la merienda en tu casa (la leche de soya y las galletas con chispas sin lactosa que nos preparó tu paranoica mamá estuvieron deliciosas), y esa... —Soltó un chillido alegre—. Esa supermega hiperfabulosa convención de libros en el centro comercial —Sacó su nuevo libro de la bolsa—. Y sigo sin creer que te hayas molestado en comprarme el volumen cinco del libro de la bruja buena Azura —Echó un vistazo a la portada y luego a la parte de atrás de dicho objeto de lectura—. Con que Hécate, ¿eh? —Regresó el libro a la bolsa, y miró nuevamente al chico—. En serio muchas gracias, pero no tenías que hacerlo.

Gideon negó con la cabeza y esbozó una sonrisa coqueta.

Nop, no tenía que hacerlo. Pero quise hacerlo. Y de nada, Luz de mi vida.

¡Gideon! —lo regañó Luz en broma, riéndose.

El rostro de Gideon se ruborizó ligeramente.

Lo pasé muy bien contigo, Noceda —dijo en tono dulce.

Luz embozó su típica sonrisa de "nutria con un lado oscuro"

Yo también lo pasé muy bien conmigo, Alegría.

Ambos se echaron a reír, y dejando de hacerlo primero, Gideon señaló:

En serio, pero en serio... Además de linda y adorable, eres muy graciosa.

Y tú además de tierno y carismático, tienes un gran sentido del humor —le devolvió Luz el cumplido, antes de mentalmente agregar, «No como el casi-odioso de Lucho que solo se ríe cuando mamá me "corrige" con la chancla»

A continuación, los dos jóvenes se sumieron en un agradable silencio mecido por la brisa entre los árboles de pino, en el que se miraron a los ojos.

Luz —rompió el silencio Gideon tras unos segundos.

¿Sí, Gideon?

Quiero pedirte algo antes de irme.

Luz amplió levemente su sonrisa.

Dime.

Gideon se llevó la diestra al pecho, y con toda la gentileza que pudo reunir, preguntó:

¿Podrías hacerme el honor de permitirme darte un beso?

Borrando su sonrisa, Luz arqueó las cejas y parpadeó un par de veces.

Está bien —le contestó volviendo a sonreír.

Gideon la miró con ojitos tiernos.

¿De verdad puedo?

Luz asintió dulcemente.

Mmm, pero solo uno pequeño y en la meji...

Luz Noceda, me has hecho el chico más feliz del mundo —la interrumpió Gideon contento.

Jaja, bien por mí —dijo Luz con simpatía.

Gideon respiró hondo.

Ok... Aquí voy...

La chica Noceda esperaba un rápido beso en la mejilla, pero Gideón la sorprendió tomándola de las mejillas y dándole un húmedo pico que duró alrededor de tres segundos hasta que...

Ahem —dijo una irritada y juvenil voz masculina—. ¿Interrumpo algo?

La "pareja" volteó a ver al origen de la voz, observando a un nada contento Luis Noceda, quien llevaba una camiseta roja con rayas blancas (en el cuello, mangas y la parte de abajo), unos shorts capri marrones, una gorra azul y blanco con un pino en medio, calcetines blancos con un par de rayitas rojas y unos zapatos negros/blancos y los miraba con los brazos cruzados y golpeando lentamente el suelo de madera con el pie derecho desde la puerta de la tienda de regalos.

¡Lucho! —exclamó Luz con ojos como platos y una sonrisa nerviosa—. Nosotros solo estábamos...

Sé exactamente lo que hacían —la interrumpió acercándose a pasos agigantados y con las manos en puño—. Creo que ya es hora de que te vayas mocoso —Miró al peli-blanco con los ojos entrecerrados—. ¡Ahora mismo!

Gideon tragó saliva.

O-Oye amigo, yo... ¡Gah! —trató de explicarse, pero para el horror de Luz; el chico Noceda lo levantó por detrás del cuello de la camisa.

Lucho, por favor...

Fuera de sí, el chico Noceda le dedicó una mirada furibunda a su hermana melliza.

Cállate que luego me ocuparé de tí —Miró nuevamente al peliblanco—. No me interesa lo que tengas que decir, pequeño cabeza de queso —le dijo de forma fría y amenazadora, pegando su nariz a la de él—. No quiero que vuelvas a acercarte a mi hermana nunca más... ¿TE QUEDO CLARO? —agregó elevando la voz al final.

Yo-yo-yo... —tartamudeó Gideon sudando.

AHORA LARGATE DE AQUÍ DE UNA MALDITA VEZ.

Y tras decir eso a grito pelado, el chico Noceda mandó a volar al gordito de pelo blanco (Aaaaaah!) de una fuerte patada en el trasero hacia un árbol de pino detrás de un letrero de madera que decía "Bienvenidos" por el que se estrelló de cara (Ouch!).

Entonces, una escandalizada Luz se puso de pie, y enfrentó a su hermano mellizo.

¿Qué demonios fue eso Lucia...? ¡Ay!

Luis la agarró de la oreja izquierda y comenzó a arrastrarla hacia la puerta de la tienda de regalos.

Vamos Lucinda. Mamá y papá nos esperan dentro de la cabaña ¡Y LIMPIATE ESAS LAGRIMAS DE COCODRILO!

¡Mi orejita! ¡Mi orejita! ¡Ay ay ay! ¡Te odio Luciano! ¡Te odio! ¡Ayayayayayayayayayayyy!

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[Fin de la escena retrospectiva]

Aún desde su asiento, King miró a Luz como si estuviera loca.

—A ver si lo entiendo ¿Lo nombraste así por tu anterior novio?

—No era mi novio —negó la chica Noceda entre dientes, haciendo malabares con unas cuatro galletas, aún acuclillada y sosteniendo la caja con los dientes mientras la babosa parecía estar suplicándole por más—. Solo pasé todo un día con él yendo de aquí para allá, comiendo, jugando, riendo y esas cosas.

Eda la miró con picardía.

—Osea nada más tuvieron una cita.

—Salida de amigos —la corrigió Luz con un ligero rubor en sus mejillas—. Con... Un beso al final.

La dama búho y el "rey de los demonios" se miraron.

—Sip... Fue una cita —dijeron al unísono.

—No —negó Luz nuevamente, dejando caer tanto las galletas de sus manos como la caja de su boca (una de las galletas fue a parar a la boca de la babosa, y al tragarla, esta creció hasta alcanzar el tamaño de un cachorro de gran danes)—. Solo lo dejé besarme porque me lo pidió amablemente, y eso es algo que muy pocos chicos hacen.

—Ok —admitió Eda, notando la acción del mosluco pero restandole importancia—. Punto a tu favor, niña.

Luz miró al suelo.

—Pobrecito —dijo con pena, mientras recogía el par sobrante de galletas del suelo (la babosa se comió otra unos segundos después de la anterior y volvió a crecer una vez más) para ponerlas de vuelta en la caja—. Lucho no debió patearle el trasero solo por eso —Infló las mejillas, levemente molesta—. Y tampoco debió jalarme de la oreja.

Eda, quien en ese momento le daba sorbos a su bebida, escupió un poco.

—Por el titán, pero que hermanito tan celoso por su hermanita —señaló con una risita.

—Y apuesto a que esos celos fundaron su romance —añadió King maliciosamente.

Luz se puso de pie con las mejillas coloradas.

—No, su humor de perro se debió a un dolor de estómago por comer tantos nachos picantes —dijo riendo avergonzada, mientras la babosa se frotaba por sus piernas—. Y ya que hablamos de él... —Bajó la mirada y le sonrió dulcemente a dicho molusco que ya había alcanzado la estatura de una capibara adulta—. No lo he visto desde hace tiempo, y se supone que debe estar aquí ayudándome a criar a esta hermosura.

King soltó una risotada.

—Por lo que sabemos aún podría estar "limpiando la cloaca"

Luz se unió a la broma.

—Jaja, o quizás ahora esté tratando de "desatorar una obstrucción"

—¿Y eso en el reino de los humanos significa...? —lo invitó a responder el "rey de los demonios".

—Que está estreñido.

Hubo un estallido de carcajadas.

«Pero sí...», pensó Eda, «¿Dónde está?»