El gran aquelarre Parte 2
—Tengo que seguir manteniendo un bajo perfil —decía Eda, pasándose la capucha por encima de su cabeza con dificultad.
—¿Es realmente necesaria esta capucha? —le preguntó Luz, empujándole los mechones que aún sobresalían.
—¿Crees que sus carteles de buscada son por pequeños robos? —señaló Luis.
Una vez puesta la capucha, un montón de chucherías cayeron de esta.
—En parte —reconoció Eda, para después arrodillarse y juntar las cosas del suelo—. Pero el problema es que desobedecí la ley y no me uní a un aquelarre —Se levantó con los brazos en jarra—. Si me ven podría ir a la cárcel de nuevo.
Willow se le acercó mostrándole uno de sus carteles de "Se busca"
—Quizás este evento informativo te motive para unirte a un aquelarre.
En respuesta, la dama búho levantó el índice zurdo y dibujó un círculo mágico en el aire, provocando que la brujita regordeta soltara el cartel mientras su propia capucha le cubría toda la cabeza.
Rápidamente, Luis se acercó y la ayudó a liberarse. Se miraron y sonrieron ruborizados mientras Eda decía:
—Terminemos con esto de una vez.
Una vez dentro, Luz se sorprendió por los variados puestos de aquelarres y las nueve banderas que colgaban del techo, todas de diferentes colores; rojo, naranja, amarillo, verde, azul, morado, índigo, rosa y marrón.
—Wow, ¿estaba viva antes de hoy? —murmuró al ver a un par de jóvenes brujos volar sobre sus respectivas escobas.
—Esos son los nueve aquelarres principales —le explicó Gus, apuntando el índice diestro hacia las coloridas banderas—. Pero hay cientos a los que puedes unirte.
Pronto, el grupo avanzó entre los puestos con tranquilidad mientras Willow decía:
—El aquelarre de flores, el de artistas, el de reparadores, el de buscadores de tesoros, el de princesas mágicas...
A Luz, quién estaba enganchada con sus brazos en su zurda, le brillaron los ojos.
—¿¡Princesas mágicas!? —exclamó ampliando su sonrisa.
—Yo no alojaría tantas ilusiones, niña —le advirtió Eda con tono amargo, cruzada de brazos—. Esas princesas son más falsas que una moneda de tres caracoles.
—Pero la líder dice que conoce a una princesa de verdad —señaló Gus.
Willow se vio apenada y masculló algo que sonó como un "Pobre Amity"
Luz alzó una ceja.
—¿Mmm?
—No es nada, Luz. —Willow volvió a sonreír y hablar—. ¿Dónde estaba? Ah, sí... El de perro grande, el de gato chico, el de gato más chico.
Eda gimió molesta detrás de las dos chicas.
—También el aquelarre de gruñidos —le susurró Willow a Luz con humor.
—¿Qué dijiste? —gruñó Eda adoptando una posición amenazante.
Asustados, Luz, Willow y Gus se echaron a correr, mientras que Luis solo se limitó a alejarse unos pasos.
—Ah, disculpe señora, pero... —le habló un desconocido brujo de cabeza calva que vestía una túnica negra con capucha y llevaba una bolsa de compras celeste con la palabra "convención" junto con unas llamas estampadas, detrás suya—. Me resulta algo familiar.
—Aaah, no, no lo soy...
Eda se llevó la diestra hacia la cabeza, como dispuesta a sacar algo de debajo de su capucha, cuando...
—¡BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
De la nada, Luis se tiró al suelo y comenzó a patalear mientras lloraba amargamente.
—Abuelita... —Levantándose de un salto, se acercó sollozando hacia la dama búho (quién lo miró con extrañeza) y comenzó a empujarla en dirección a donde habían corrido Luz y compañía—. Unos niños malos robaron mis caracoles... Vamos a darles su merecido... No saben todo lo que sufrí para conseguirlos... Los odio...
—Oye, ¿qué...?
Todavía siendo empujada, Eda intentó pedir una explicación, pero Luis la interrumpió susurrándole:
—Uno: ibas a levantar sospechas actuando estúpidamente, y dos: no hay de qué.
Alcanzaron al trío justo cuando Luz miraba alrededor emocionada y señalaba hacia delante con el índice siniestro diciendo:
—Uuuh, ¿qué es eso?
—El aquelarre de construcción —presentó Willow, mientras un corpulento y barbudo "obrerillo", arrojaba una pila de materiales de construcción que terminaron formando una casa al caer—. Uno de los nueve principales —El enano sacó un pedazo de papel con el símbolo del aquelarre de construcción de debajo de su casco—. Usa glifos de poder para aumentar su fuerza.
Acto seguido, pegó la calcomanía sobre la gran nariz de la ex "prisionera de las conspiraciones", quién había estado observando el espectáculo. Algo chisporroteó dentro de ella y soltó un grito mientras parecía ganar una tonelada de energía.
—¡Soy una destructora de mundos! —gritó, tras levantar al "obrerillo" y arrojarlo por los aires, solo para después hacer lo mismo con el cartel del muro.
—¡Hey, eso es lo opuesto a construir! —Un par de brujos constructores trataron de detenerla justo cuando agarró un mazo del suelo.
—Destruir para construir, también es construir —dijo Luis inexpresivo— O eso es lo que dicen por ahí.
—Asombroso —se sorprendió Luz y, repentinamente, apareció una especie de holograma azul detrás de ella.
—Asombroso.
La chica Noceda se estremeció y volteó a ver como una réplica suya pasaba caminando con una sonrisa.
—Asom... ¿¡Quéeee!?
La otra Luz se dirigió hacia un par de jóvenes brujos (quienes estaban en unas poses extrañas) y saludó con la diestra, antes de desaparecer.
—Ah, te atrapó el encanto del aquelarre de ilusionistas —Gus hizo un gesto hacia sí mismo, justo después que sus compañeros ilusionistas hicieran uno con sus palmas—. Nos gusta hacer magia con un poco... —Dibujó un círculo con su índice diestro, desapareció y reapareció a su izquierda—. De espectáculo —agregó inclinándose, antes de que los otros ilusionistas aparecieran junto a él.
Luis miró a Gus y los otros brujos como se mira un chicle que se le ha pegado a uno en la suela del zapato.
—E imagino que también les gusta torturar psicológicamente a la gente hasta que pierdan totalmente la cordura.
—Luciano —le dijo Luz en tono de advertencia, y luego, alegremente, agregó—: ¡Wow! ¿Aceptación? ¿Camaradería? ¿Sentido de pertenencia? ¡Los aquelarres son increíbles! —Volteó hacia la dama búho—. Eda, ¿por qué nunca te uniste a uno?
Tomándola de los hombros, Eda volteó a la chica Noceda para que vea como uno de los ilusionistas encargados marcaba el antebrazo derecho de un compañero suyo con el símbolo del aquelarre de ilusión, provocando que unas venas luminosas azules aparezcan brevemente en él.
—Miralo bien, Luz. Cuando te unes a un aquelarre. Toda tu otra magia se bloquea. De ahora en adelante, ese niño solo podrá hacer ilusiones.
Eda se irguió con los brazos en jarra y una amplia sonrisa.
—Como nunca me uní a un aquelarre, puedo hacer todo tipo de magia —Hizo una bola de fuego y otra de agua con las manos para enfatizar su punto—. Por eso soy la bruja más poderosa en las islas hirvientes —agregó alejándose caminando.
Luz y Gus la siguieron corriendo entusiasmados, Luis caminando tranquilamente con las manos en su bolsillo canguro, pero...
—¿Eh?
Alguien agarró a Willow del hombro derecho y la obligó a voltear antes que diera un paso.
Un joven de corto pelo castaño desordenado, tres pecas en el puente de la nariz, orejas puntiagudas y ojos verde agua oscuro, quién llevaba una camisa mangas largas color marrón claro con toques de blanco en el cuello y azul en la línea de botones, leggings azules, unos ajustados guantes, unas botas grises y una pala (cuyo mango tenía grabado "Aquelarre de buscadores de tesoros" en letras cursivas negras) sobre su hombro diestro, le sonrió mostrando la falta de uno de sus dientes.
A juzgar por su estatura, parecía de la misma edad que los mellizos Noceda.
—Creo que hoy es nuestro día de suerte, William —dijo con una tierna voz que fue como un disparo al corazón de la brujita regordeta.
William era con diferencia el chico más apuesto que Willow había visto hasta aquel momento, incluyendo al joven castaño. Era más alto y parecía mayor por un par de años. Tenía los ojos verdes claros, orejas puntiagudas y pelo rubio desordenado. Llevaba una sobrevesta medieval a cuadros grandes de colores verde agua/limón, unos leggings, guantes, botas gris oscuro/azulados y una corona heráldica dorada con una gema aguamarina que lo hacían parecer un príncipe encantado.
—Sí —dijo, apareciendo por el lado izquierdo de Willow, a quien dedicó una amigable sonrisa—. Porque encontramos un gran tesoro, Cal.
Acto seguido, Cal miró a la chica regordeta con una pequeña expresión coqueta.
—Eres muy linda.
—Si de alguna mina me dieran a elegir una gema, te elegiría a ti que eres la más valiosa —agregó William, dándole un pequeño guiño.
Willow se ruborizó levemente.
—Ehmm... Gracias —agradeció los galantes halagos.
—¿Estás sola? —quiso saber Cal, curioso.
Willow iba a responder, cuando una mano la tomó de la muñeca zurda y la jaló con leve brusquedad, para su sorpresa.
Era Luis, quién había vuelto por ella tras percatarse de su ausencia, y no se veía muy contento.
—Disculpen, pero ella viene conmigo —dijo en tono gélido, haciéndola caminar.
William observó alejarse a la "pareja" con una sonrisa comprensiva y los brazos cruzados.
—Así que él la encontró primero —comentó.
—E-Esperen... ¿No quieren unirse a...?
Cal intentó ir tras el joven humano y la brujita de las plantas, pero William lo detuvo, agarrándolo del hombro izquierdo.
—Déjalos, amigo. Nunca tuvimos oportunidad.
Ruborizada y dejándose guiar, Willow preguntó:
—¿Luis?
—Ver a esos payasos tontear contigo tan casualmente no fue nada divertido —le respondió Luis sin mirarla, tras respirar hondo y calmarse lo suficiente.
Cuando alcanzaron a los demás en un panel cuyo símbolo era un triángulo dorado con un escudo alado y una espada en medio, rodeado de soldados con uniformes grises, máscaras de ave plateadas y capas blancas, Luis le soltó la muñeca, pero antes de que la chica regordeta pudiera decirle algo, Luz señaló:
—Ese panel luce popular.
Gus jadeó emocionado.
—¡Es el aquelarre del emperador! —Miró a Willow llevándose la palma diestra a la cabeza—. ¿Me firmarán la frente?
—Solo hay una manera de averiguarlo.
Y ambos salieron corriendo, seguidos de un Luis quién parecía nuevamente molesto.
—¡No esta vez, Green!
—¡Luciano Noceda, será mejor que...! —Luz estuvo a punto de ir tras ellos, cuando miró a la dama búho por encima de su hombro—. ¿No vas a venir, Eda?
—Ni lo sueñes —se negó Eda, agitando la palma zurda—. Este es el peor de los aquelarres. Los esperaré aquí.
—Entiendo, Eda. Aquelarre malo, Individualismo bueno —dijo Luz entre gestos—. Pero aún estoy descubriendo este mundo. Así que entraré allí y tomaré mi propia decisión, ok? —Se dio la vuelta y entró corriendo, pareciendo asustada—. ¡Hermano, detente! ¡Él no es Grillo! ¡Es Gus!
—Compañero.
—¿Uh?
Eda se volvió y vio a un par de guardias del conformatorio, quienes la miraban con sospecha.
—Esa mujer...
—Lo sé —respondió el guardia que sostenía un cartel de "Se Busca" en su mano zurda—. ¿Crees que sea ella?
—Oh, oh —Eda abrió los ojos con pánico, y se dirigió rápidamente al panel—. ¡Luz, espera!
