La casa ambulante de Hooty Parte 2
Una vez alejados los cazadores, los mellizos notaron a un par de jóvenes conocidos suyos, acercándose desde el otro lado de la calle.
—¡Willow y Gus! —Luz corrió hacia estos, seguida de Luis—. Hola amigos —Luego, notó que no se veían muy felices—. Esperen, ¿qué pasa? ¿Quién les hizo algo?
—Ellos.
Con el pulgar zurdo, Willow señaló hacia Satan y un par de chicas (la tríclope del aquelarre de pociones y una gorgona con ojos violetas-orquídeas, piel lavanda claro, largas uñas pintadas de negro, y un largo cabello de serpientes púrpura, cuyo uniforme era del aquelarre de construcción), quienes estaban frente a un puesto de abarrotes, riendo.
—Obvio —señaló Luis con desdén.
—Satan hará un conjuro bajo la luna e invitó a todos menos a nosotros —se lamentó Willow con la mirada baja…
—Y lo está publicando en su cuenta de penstagram —agregó Gus, invocando un pergamino púrpura flotante que se abrió y mostró una selfi de Satan con sus amigos, que, aparte de las dos chicas, también incluía a un chico de largo cabello verde.
—Es noche de conjuro. No se aceptan tontos —leyó Luis el mensaje que incluía unos emojis de calabaza, corazón y fantasma, en voz alta.
Luz se cruzó de brazos, molesta.
—¡Qué cretino! —Miró de reojo a Willow y Gus—. ¿Qué es un conjuro bajo la luna?
—Pasar la noche en la casa de alguien —le explicó la brujita regordeta—. Contar historias, jugar juegos…
—¡Eso es una pijamada! —exclamó Luz al darse cuenta—. ¡Como en las nuestras!
—Luego traes algo a la vida con magia lunar —siguió explicando Willow, levantando un libro que mostraba la imagen de unas siluetas humanoides sentadas y tomadas de las manos en círculo.
Luis soltó una risita burlona.
—Como una pijamada un poco extraña.
—Gus y yo nunca fuimos a una —dijo Willow decepcionada, mirando a dicho chico, antes de volverse nuevamente hacia los mellizos, y agregar—: Necesitamos al menos tres personas…
—Yo soy tres personas, o somos tres personas —la interrumpió Luz entusiasmada. Luego, tomó de la mano zurda a Luis y agregó—: ¡En realidad cuatro! —Hizo un gesto hacia Satan y las dos chicas, quienes se acercaban, cargando bolsas de compras—. Y somos mucho mejores que ellos.
La tríclope se rió burlona.
—Lo siento, no pueden ser invitados al conjuro, Perdedores. Solo se permiten brujos de verdad.
—Déjalos tranquilos, Boschita —le dijo Satan, indiferente.
—Sssí. No tienen la culpa —remató la gorgona, siseando—. Ellosss nacieron sssin talento.
Molesta, Willow soltó un gruñido, apretó los puños, e hizo que unas enredaderas crezcan a su alrededor.
Luis se acercó y envolvió el brazo diestro alrededor de ella, tranquilizándola.
—No pierdas el tiempo con tus espinas, Mimosa.
Ambos se miraron sonrientes y ruborizados, que tanto Luz como Gus soltaron un chillido de entusiasmo, aprovechando que los "tortolos" parecían haberse olvidado de ellos.
—¡Squeeee!
—Bien, chicas. Agárrense fuerte.
Cada demonesa tomó un brazo del joven Clawthorne; la tríclope el izquierdo y la gorgona el derecho.
—¿No vamos a esperar a Cristo, amor? —le preguntó coquetamente Boscha.
—Vendré por él después de dejarlas en sus casas —respondió Satan con simpleza.
La gorgona soltó una risita.
—No ssse ussstedesss. Pero para mi essse chico essstá en el otro lado del esssprectro. Sssi saben a qué lo que refiero.
Boscha la miró extrañada.
—Medusa. Es el primo de Amity ¿Que esperabas?
El trío rió, antes de desaparecer, en un destello rojo.
Luz negó con la cabeza, y miró a Willow con picardía.
—Como dijo tu novio…
—Lucinda —le advirtió Luis, apartando el brazo diestro del hombro zurdo de la brujita regordeta.
Luz rió entre dientes, y dijo:
—No pierdas el tiempo con tus espinas. Porque tendremos nuestro propio conjuro bajo la luna.
—¿Hablas en serio? —preguntó Gus felizmente—. Lo tengo en mi lista de deseos —Sacó una hoja de papel y un lápiz, marcando un cuadrito a la izquierda de las palabras "Conjuro bajo la luna" con este último—. Después de tener un valde humano real.
—Ese es un deseo ridículo, sinceramente.
Ofendido por el cruel comentario del chico Noceda, Gus guardó nuevamente la lista y el lápiz bajo su túnica.
—¿Qué? —preguntó Luis, al notar las miradas de reproche que Luz y Willow le dirigían.
—Pero valoramos tu entusiasmo —consoló Luz al brujito de color—. ¡Le contaremos a Eda! —agregó echándose a correr, seguida de su hermano mellizo.
—Willow, Augustus… —les dijo una voz masculina a dichos jóvenes brujos al oído, sobresaltándolos un poco.
Tenían ante ellos a un joven alto, delgado, de tez pálida, ojos color dorado, orejas puntiagudas y largo cabello verde oscuro hasta los hombros, quién llevaba el uniforme azul del aquelarre de curación y sostenía un par de galones de sangre de manzana. Willow y Gus lo saludaron al unísono.
—Hola, Cristo.
Cristo consumió unos segundos para mirar alrededor, antes de preguntar amablemente:
—¿De casualidad no vieron a Satan, Boscha y Medusa por aquí?
—Sí —le respondió Gus—. Desaparecieron hace unos minutos.
—Oh, titán, es mi culpa —se lamentó Cristo, bajando la mirada—. Tardé demasiado en aquella bodega.
Willow se acercó a consolarlo, y le dijo:
—Descuida. Satan dijo que volvería por tí.
Cristo sonrío, forzosamente.
—Qué buen amigo es.
—Por cierto…—Willow colocó la palma diestra sobre la cabeza del peli-verde, quién se ruborizó—. ¿Cómo estás de tus jaquecas?
—Mu-Mucho mejor.
Willow le sonrió dulcemente.
—Qué alivio.
Repentinamente, para su sorpresa (y la de Gus), Cristo dejó caer los galones de sangre de manzana, y la tomó de las manos.
—¿Sabes? Desde que me quitaste esa corona de espinas, no he podido sacarte de mis pensamientos… —le confesó en un tono dulcemente tímido—. Willow Park, ¿quieres ser mi novia?
«Oh, no, pobre Luis», pensó Gus, nervioso.
Gentilmente, Willow apartó sus manos, y le dedicó una mirada de disculpa.
—Lo siento. Pero tengo que decirte que no.
Gus suspiró aliviado, y Cristo, en vez de mostrarse decepcionado, sonrió comprensivo.
—Está bien. No quiero que pienses que soy un presumido, pero… —Se sobó la nuca—. Es la primera vez que me rechazan.
—Perdóname —le dijo Willow, bajando la mirada y tocándose el brazo zurdo.
Cristo suspiró.
—Willow, dime… ¿Acaso hay alguien más que te gusta?
La brujita regordeta respiró hondo y, tras levantar la mirada, ruborizada, asintió con firmeza.
—¡Lo sabía! —exclamó Gus, sin querer.
Cristo amplió levemente su sonrisa.
—Ya veo… ¿Esa persona es de hexside o…?
Pero desistió de la pregunta y/o preguntas, cuando notó que Willow parecía incómoda.
—No, no, o-olvídalo. El hecho de que alguien que fue rechazado se ponga a averiguar sobre esa otra persona es una obvia falta de delicadeza.
—Yo…
Willow intentó decir algo, pero Cristo no se lo permitió, porque con una sincera sonrisa, continuó diciendo:
—Espero que se lleven bien. Si es alguien que te gusta mucho, estoy seguro de que es una persona maravillosa.
—¡CRISTO BLIGHT!
Willow, Gus y Cristo, se sobresaltaron mientras un despacienciado Satan, se aparecía detrás de este último con un destello rojo.
Cristo tragó saliva y volteó.
—Satan, yo…
El joven Clawthorne le dedicó una mirada dura y hostil que lo hizo callar.
—Guárdate tus excusas y apúrate con esa sangre de manzana, si no quieres que te clave a una cruz.
Sudando frío, Cristo recogió los galones de sangre de manzana del suelo.
—Ya me voy —se despidió apuradamente, mientras Satan le colocaba su mano derecha sobre el hombro izquierdo.
Acto seguido, ambos desaparecieron ante las incómodas miradas de Willow y Gus.
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Morton se asomó desde abajo de su puesto.
—Tengo malas y buenas noticias. La mala es que hasta la otra semana no tendré elixir. Y la buena es que las plumas te quedan muy bien.
Una pluma saltó del cabello de Eda, y esta apretó los dientes.
—¡Morton! —exclamó furiosa, apretando los puños y dientes.
El jóven se levantó con las palmas al aire.
—Bueno, Eda, ¿Por qué tardaste tanto tiempo en venir?
Eda se cruzó de brazos, miró hacia otro lado, e hizo un puchero.
—Estuve muy ocupada.
—Sí, ocupada jugando al hechi-poker —señaló King desde la misma banca donde se habían sentado los mellizos Noceda.
—Ñaaa, está obsesionada con él —agregó Queen, quién estaba sentada a su izquierda.
—¡No estoy obsesionada! —negó Eda vehemente.
—¡Estás jugando ahora mismo!
—Ñaña, me sorprendería que lo negaras.
Era cierto, la dama búho sostenía una carta en la zurda, mientras el resto del mazo estaba sobre el mostrador.
—¿Estoy ganando?
Luego, Morton le dirigió una especie de mirada aprensiva.
—¿Sabes? No le aconsejo esto a nadie. Pero si necesitas tu elixir, podrías probar suerte esta noche.
—¿En el mercado nocturno? —susurró Eda.
—Hay un tipo con un puesto. Lo llaman Grimm Hammer. Si alguien tiene lo que tú necesitas es él.
—Eda —dijo Luz detrás de la bruja—. Gus, Willow, Lucho y yo haremos un conjuro bajo la luna y nos vengaremos de Satan. Vamos…
Eda levantó la zurda, silenciándola.
—No esta noche. Voy a salir —Caminó hacia los "reyes", quienes seguían en la banca, pero esta vez medio abrazados, con los ojos cerrados y las cabezas juntas—. Necesito que cuiden la casa, tengo muchos objetos valiosos allí.
—Como nosotros —dijo King en tono soñador.
Eda los levantó repentinamente por el cuello.
—Ustedes vendrán conmigo. Necesito que me cuiden de los ladronzuelos. —Miró de reojo y con una sonrisa a los mellizos—. Y… además de dos pares de manos extra por si quiero robar algo.
—¡Ladronzuelos! —exclamaron al unísono.
—Entonces ellos podrían venir a la casa y… —intentó decir Luz, pero Eda la interrumpió.
—No. Además, los conjuros son tontos. En círculos tomados de las manos… Puff… —Empezó a alejarse junto con los "reyes"—. Es como magia para bebés.
—Pero…
Luis colocó la diestra sobre el hombro izquierdo de Luz, como una señal para que tire la toalla con la dama búho.
—Ya la oímos, nutria.
—Chicos.
Willow y Gus corrieron hacia ellos, y la primera preguntó:
—¿Qué dijo Eda?
—Bueno… Amigos… —comenzó a decir Luz Nerviosa.
—Oh, miren —Gus señaló hacia el cielo con el índice diestro—. La luna está llegando a su lugar. Y los poderes celestiales solo se alinean una vez al año.
—Por fin tengo los amigos suficientes para un conjuro bajo la luna —declaró Willow feliz, juntando las manos—. Gracias, chicos… ¿Eda dijo que podíamos hacerlo?
Luis negó con la cabeza.
—No, ella dijo que no.
Luz hizo una mueca, Willow miró al suelo y Gus se agarró el pelo dramáticamente.
—¿¡Qué!?
—Lo siento mucho, amigos —dijo Luz con desánimo.
—Tranquila —dijo Willow con una sonrisa forzada, y evidente tristeza en la voz—. No es tu culpa.
—Iré a buscar un cajón —dijo Gus, como teniendo ganas de llorar.
—Pero…
Willow, Gus, e incluso Luz se sorprendieron al escuchar hablar a Luis con un tono pícaro.
—Como Luz y yo tenemos popo en el cerebro… —Colocó la palma diestra en el hombro siniestro de su hermana melliza—. Decimos que sí.
Luz jadeó, emocionada, y le dio un rápido beso en la mejilla derecha.
—Lo haremos en la casa búho —Les sonrió a los jóvenes brujos—. Mientras que no hagamos un desastre, ni toquemos algo, ni mencionemos que lo hicimos.
—¡Sí! —exclamó Gus con los puños al aire, igual que Willow, aunque esta tenía las palmas abiertas.
—¡Chicos, son los mejores!
Entonces, los jóvenes brujos empezaron a cantar:
—Haremos un conjuro. Haremos un conjuro, conjuro, conjuro.
Luz le dedicó su típica sonrisa de "nutria con un lado oscuro" a su hermano mellizo, quién tenía la mirada clavada en la luna.
—Si no fueras mi hermano…
—No empieces, Lucinda.
