La casa ambulante de Hooty Parte 3
—Niños quedan a cargo mientras estoy fuera —les decía Eda a los mellizos Noceda (quienes estaban sentados uno al lado del otro en el living), mientras se ponía la capa—. Asegúrense de que Hooty no se meta en problemas.
Hooty abrió la puerta, y protestó:
—Hoot Hoot, no necesito una niñera. Soy un niño casa grande.
—Confía en nosotros —dijo Luz, envolviendo el brazo diestro alrededor de los hombros de Luis, quién la miró inexpresivo—. No traicionaríamos tu confianza ganada con esfuerzo —agregó, riendo nerviosamente.
Eda miró al chico Noceda con los ojos entrecerrados.
—Corchito, tu hermana está actuando sospechoso. Está haciendo eso de esconderse en su capucha.
Efectivamente, Luz se había cubierto la cabeza con la capucha de su sudadera.
—Miau, no… ¡Ay!
Dejó caer la capucha cuando Luis le pellizcó la nalga izquierda.
—¿Dónde están los "cubones"? —preguntó indiferente.
—Los tengo aquí —Eda apartó su capa, revelando a King y a Queen dormidos uno al lado (el primero a la derecha y la segunda a la izquierda) del otro en una cangurera gemelar—. Sus pequeños cuerpos se aflojan cuando están dormidos. Miren esto —agregó, sacudiendo a las dormilonas criaturas al mover su cadera.
Tras levantarse del sofá, Luz se puso a jugar con las patitas de los "reyes".
—Aww, son tan blandos.
—¡ÑAA! —reaccionó Queen en sueños, asustando un poco a la chica Noceda, quién rápidamente se apartó.
—Bueno, ahora sí que me voy. Y niños…
Eda salió por la puerta, seguido de los mellizos, a quienes luego miró y apuntó con el índice diestro, amenazantemente.
—Si destruyen la casa… Nunca volveré a confiar en ustedes.
Luz tragó saliva, y Luis se limitó a asentir.
Eda cambió el semblante y, tras invocar su bastón mágico, se fue volando en este, mientras decía:
—¡Sin presiones! ¡Adios!
Luz dejó escapar un suspiro nervioso, y el rostro de Luis adoptó una expresión reprobatoria.
—Realmente no deberíamos hacer esto.
—No, no, mi futura cuñada y nuestro mejor pana cuentan con nosotros —le recordó su hermana melliza con una sonrisa pícara.
Levemente ruborizado, Luis giró hacia unos arbustos.
—Salgan, ya se fue.
—¡Desaparece! —exclamó Willow (quién ahora usaba un vestido de manga larga de color marrón amarillento con una corbata azul con una gema ovalada de color chartreuse, calzas a rayas gris claro/gris oscuro y botas marrones), y los arbustos explotaron en un resplandor verde, rebelándolos a ella, y a cierto brujito de color (quién ahora vestía una túnica cian con mangas de color blanco grisáceo con un cinturón negro, medias gris carbón y botas de color púrpura oscuro)—. ¡Soy grande en las escondidas!
—Tengo hojas en mis pantalones —dijo Gus—. Y me encanta —agregó en un susurro.
Luis lo miró con burla.
—No dirías lo mismo si fueran de ortiga, enano.
—Luciano —le dijo Luz en tono de advertencia.
—Compañía Hurra —vitoreó Hooty cuando Luz abrió la puerta para dejar pasar los invitados—. Al fin alguien escuchará mis historias. Ok, un gorrión voló hacia mi boca y…
—Sí, sí… Te lo comiste —lo interrumpió Luis, cerrando la puerta.
Hooty hizo un puchero, y luego un gorrión vivo salió volando de su boca.
—Bienvenidos a la sala viviente —dijo Luz, haciendo un gesto con la palma diestra.
—La llamamos así porque está viva —agregó Luis inexpresivo—. Las paredes respiran.
Luz señaló con la zurda en pistola hacia dicha parte literalmente viviente de la casa búho.
—Miren.
—Encantador —se asombró Willow.
—Y miren estos tesoros humanos —dijo Gus sacando una bola ocho de un cofre, seguido de un cráneo humano—. Y humanos reales.
Luz sostuvo un tazón de ojos confitados.
—Tenemos Snacks.
Luis encendió el gramófono, y en lugar de música, se oyó un grito aterrador.
—Tenemos música rara.
—Y tenemos un balde —exclamó Gus, quién tenía dicho utensilio de limpieza en la cabeza.
—¡Ahí e que prende, mi pana! —lo apoyó Luz con acento dominicano, guiñándole el ojo derecho y apuntándole la diestra a modo de pistola.
—Pero no se compara con la de Val D' Nora —señaló Willow.
—¿Conoces a la hermana pequeña de Eda? —le preguntó Luz, sorprendida.
—Fue mi niñera por un tiempo —contestó Willow—. Era una mujer muy divertida.
—Entonces…
Luis sonrió, se acercó a la brujita regordeta y, poniéndose frente a ella, la miró fijamente a los ojos, ruborizado.
—¿Cómo funciona lo del conjuro, Mimosa?
Willow le devolvió la sonrisa, igualmente ruborizada.
—Primero, elegimos un objeto al cual darle vida —Volteó y caminó hacia un florero verde en forma de búho cercano, en cuyo interior se asomaba una hermosa planta con flores lavanda—. Como es nuestra primera vez… Debemos elegir algo significativo, algo hermoso.
—¿Cómo este raro hombrecito musculoso? —sugirió Gus, apartando las flores y sosteniendo un objeto en la diestra que a los ojos de Luis resultaba algo demasiado vulgar e infantil: una figura de acción con piel bronceada oscura, pelo negro, una camisa roja de mangas rotas que decía "Musculoso Bob" en letras amarillas en negrita, ropa interior negra fuera de sus pantalones azules y botas blancas cerradas.
—Soy mitad músculo, mitad Bob —habló el juguete cuando dicho brujito de color lo presionó con el pulgar.
—Es perfecto —aprobó Luz, entusiasmada.
Luis se pellizcó el puente de la nariz con la zurda, y soltó una risita burlona.
—¿Sabes, enano? Yo tenía uno de esos cuando era bebé, y sugiero que lo tires junto con tus pañales.
Gus puso ojos de cachorro herido, lloriqueando.
—¿Por qué me odias tanto?
Willow y Luz miraron al chico Noceda con desaprobación.
—Eres una persona terrible, Luciano.
—Sí, no tenías por qué hablarle así.
Luis resopló, resignado.
—Ok… El musculoso.
Luz lo abrazó.
—¡Sí!
—¡Él vivirá esta noche! —declaró Gus, dramáticamente.
Con unas cuantas velas alrededor, el cuarteto se sentó formando un diamante en medio de la sala.
—Según los libros de conjuro que leí, decimos el encantamiento y hacemos una conexión con el muñeco —explicó Willow, uniendo sus manos con los de Luz y Gus, al mismo tiempo que Luis.
—Estatuilla —le corrigió Gus, levemente molesto.
—Ok, gente —dijo Luis, cerrando los ojos—. Como lo ensayamos.
—Bajo la luna llamamos, bajo la luna lo intentamos, bajo la luna conectamos, bajo la luna lo deseamos —empezaron a recitar los jóvenes, mientras a tres de ellos (siendo Luis la excepción) los envolvía un aura celeste claro.
Afuera, la luna se detuvo, y Hooty se estremeció. El resplandor lunar inundó la casa, apagando todas las velas por turno.
—Esa es tu señal, hombrecito —susurró Gus, al abrir los ojos y ver que la figura de acción no se movía.
De pronto, toda la casa empezó a temblar, y los ojos de Hoorty brillaron en un celeste claro, justo antes de comenzar a desprenderse del suelo, asustando a los pájaros, que huyeron volando. Los jóvenes gritaron alarmados cuando la casa búho se paró sobre sus propias patas.
—¿Chicos?
Un libro cayó en la cabeza de Luz (quien terminó en el suelo boca para abajo), y esta hizo una mueca.
—¿Acaso toda la casa tiene hipo?
—¿Qué hiciste musculoso bob? —le preguntó Gus, quién había caído sobre el living, a la figura de acción que sostenía en la diestra.
Presionó el juguete, y este contestó:
—Un hombre de verdad nunca se hace responsable.
—No, yo creo que fue mi culpa —dijo Luis, frotándose la nunca—. La anti-magia intervino en el conjuro, y le dimos vida a la casa por accidente.
—¿A la casa?
Luz salió corriendo por la puerta, casi cayéndose por estar lejos de tierra firme. Ella jadeó y la casa comenzó a moverse tomando a todos por sorpresa. Hooty cerró la puerta
—Hooty Hooty ¡HOOTY! —lo llamó Luz, como desesperada, tras acercarse a él.
—¡Debes detenerla! —agregó Luis, con instintivo tono de mando.
—Por el poder de la luna he resucitado, Hoot, Hoot —declaró la casa viviente con voz monótona.
—Está en una especie de trance —señaló Gus.
De pronto, la casa pasó entre unos árboles, lo que hizo que Luz perdiera el equilibrio, y empujara al brujito de color, quién casi se cae de una gran altura.
—¡Gus!
Por suerte, Willow y Luz lo agarraron a tiempo, la segunda tomó la diestra de Luis, quién casi tropezó, pero logró agarrarse de la manija de la puerta.
—¡La magia se extendió por la casa en lugar del muñeco! —gritó la chica regordeta.
—Estatuilla —la corrigió Gus de nuevo.
—¡Vamos, con fuerza!
Luis soltó lentamente a manija y agarró la diestra de Willow, provocando que el aura celeste claro los envolviera a los cuatro esta vez.
—¡Hooty, detente! —ordenó Luz, antes de que la casa viviente cayera por un acantilado.
Para sorpresa del cuarteto, la casa viviente obedeció y, tras subir a Gus, todos miraron sus manos, confundidos.
—¿Cómo hicimos eso? —preguntó el brujito de color, y a Luz se le ocurrió algo.
—Hermano, Willow, Gus. Tómense de las manos.
Así lo hicieron y, el aura reapareció, alejando la casa del acantilado.
—La estamos controlando con el poder de la amistad —afirmó Willow, sonriendo.
Luz miró a su hermano mellizo y a la brujita regordeta con picardía
—O del amor —Les guiñó un ojo, haciéndolos ruborizar y soltar sus manos—. Probablemente por eso es que no hubo "mala vibra" de parte del "Avatar Del Mal" —agregó, bromeando.
—Tal vez no deberíamos llamarlo así —sugirió Willow, como preocupada de la reacción de Luis ante tal apodo que le habían puesto tras enterarse de sus oscuros poderes, pero este solo sonrió y…
—No importa, Mimosa.
—¡Esto es asombroso! —exclamó Gus—. ¿Qué haremos ahora?
—Por un lado, deberíamos quedarnos aquí —sugirió Luz, desviando la mirada.
Gus se inclinó hacia ella con entusiasmo.
—Pero, por otro lado… Tenemos una casa ambulante gigante y deberíamos ir a dar un paseo.
Luis lo fulminó con la mirada.
—Esa es una perfecta excusa para ser un imbécil.
—Luciano… Déjame esto a mí, por favor —le pidió Luz, sin alterarse.
Resignado, Luis respiró ondo, metió las manos en su bolsillo canguro, y miró hacia la luna, igual que su hermana melliza, quién luego continuó diciendo:
—Bueno, está bien. Pero debemos regresar antes de la puesta de la luna o Eda nos matará.
Y así, el cuarteto condujo la casa búho por todo huesos burgo, vitoreando:
—¡Woohooo! ¡Sííííí! ¡Un paseo!
Pero ninguno de ellos notó que el líder de los cazadores de demonios les había echado el ojo.
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El mercado nocturno era una versión más oscura que el mercado diario, y Eda por qué Morton no lo recomendaba a cualquiera. Avanzó lentamente, miró a su alrededor, y gimió, mientras más plumas crecían en sus brazos.
La maldición —susurró, trás cubrirse dichos miembros—. Necesito ese elixir pronto.
—Mmm, mi reinita preciosita —ronroneaba King, embobado.
—Ji, ji, ji, mi reyecito melocito —susurraba Queen, entre risitas.
Eda miró hacia abajo y vio, con consternación, que los "reyes" intercambiaban mimos y lamidas entre ellos.
—¿Qué CUERNOS de hombres tauro pasa allí abajo?
—Oh, lo siento Eda —se disculpó King, rápidamente.
—Ñaa, yo también —agregó Queen—. El miedo nos vuelves más cariñosos que de costumbre.
Eda suspiró, levantó la mirada, y vio a una persona sentada detrás de una caja de madera, cerca de un puesto.
—Ey, tú —llamó su atención al acercarse a él—. ¿Sabes dónde puedo encontrar a Grimm Hammer?
El desconocido sin ojos, de piel grisácea, y gran nariz ganchuda asintió, abrió la boca revelando sus afilados dientes, mientras la que parecía ser una rata demonio, que llevaba puesto un vestido índigo, se asomaba por su órbita zurda para señalar hacia la izquierda. Eda siguió la dirección, solo para ver un puesto adornado con un gran esqueleto cornudo, velas y cortinas oscuras, hacia donde se alejó, poco antes que la rata demonio fuera devorada por el desconocido, tras haberla atrapado con su larga lengua púrpura.
