La casa ambulante de Hooty Parte 6
—Queen.
Una encadenada dama búho miraba arrepentida a la "reina de los demonios", quién estaba sentada sobre el mostrador con cara de pocos amigos, vestida como una bailarina (Tutú floreado naranja/amarillo y una vincha de flor amarilla) y asegurada con un grillete en el tobillo izquierdo por el puesto "Cerámica y varios".
—Lo siento.
King bajó la cabeza, cerrando los ojos.
—Yo también lo siento, mi reinita.
Queen lo miró con una expresión tranquilizadora.
—Mantente fuera de esto, amado mío. Tú no tienes la culpa de nada —Luego, entrecerró los ojos hacia la dama búho, y agregó—: Pero tú, bruja…
—Lo sé, tengo un problema —admitió Eda—. Me obsesione con el hechi-pocker, pero no volveré a jugarlo. Mira.
Se llevó una carta del suelo a la boca, y lo masticó.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo —dijo Eda ahogadamente, ganándose una carcajada de Queen.
—Ñaaaaa, ok ok —La "reina de los demonios" se quitó el grillete del tobillo—. Tomaré el elixir y luego nos iremos de aquí —agregó tras levantarse y caminar.
—¡Chica hueso!
Queen se detuvo en seco al ver a Tibbles (quién sostenía un vestido puff granate en su pata izquierda) bloqueándole el camino.
—No haras nada de eso. El aquelarre del emperador viene en camino para enviar a esta bruja y a tu noviecito al conformatorio. Y acabo de encontrar más ropa para que te pruebes.
El demonio cerdo rió con malicia.
—Ñaaaaaa —Queen arrojó su vincha al suelo—. Solo porque tengo cuerpo de modelo no significa que puedes usarme como tal.
—¡Bien dicho, nena! —la apoyó King, mientras se oían unos pasos que resonaban lúgubremente.
Queen lo miró, coquetamente.
—Gracias, amor.
—Puedo y lo haré, chica hueso —Tibbles se arrastró sobre el mostrador, sintiéndose engreído—. Las cartas ya han sido echadas en su contra.
Los ojos de Eda parecían platos cuando sintió un temblor.
—Y nada podrá detenerme… ¡NADA!
De pronto, al pasar por allí, la casa búho viviente pisó el puesto, dejando caer la botella de elixir de forma segura.
El cuarteto miró por la ventana.
—¡Disculpe, señor! —gritó Luz, agitando la mano zurda.
Eda se puso de pie riendo junto con King, y Queen se escabulló mientras Tibbles se veía molesto. Entonces, se dió cuenta de algo
—Espera, ¿esa era mi casa?
—¿Y aquella voz de la hermanovia? —agregó King.
—¡Eda, rápido!
Queen arrojó la botella de elixir, que Eda atrapó con la boca, pudiendo beberlo para consternación del demonio cerdo. Luego, escupió la botella, rompió las cadenas con un hechizo, y miró el brazo derecho, que se desplumó en un segundo.
—¡JA!
—¡No, no, no! ¡Mi puesto de estafas! —se quejó Tiblles, entre gestos.
—Perdón, viejo Tibbles —se burló Eda—. Parece que ahora tú te olvidaste del comodín —agregó, trás recoger unas cartas del suelo, y arrojárselas al demonio cerdo, antes de alejarse con los "reyes".
—¡Te maldigo, bruja! —Tibbles agitó el puño derecho—. ¡Los maldigo, chicos huesos! Tibblet-Tibblie Grimm Hammer III tendrá su revancha.
Y el puesto, se vino abajo por completo, enterrando al dueño bajo los escombros.
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La casa volvió al lugar de donde se había desprendido.
—¿Lo logramos?
Luz abrió los ojos, y Hooty la puerta, demostrando que había vuelto a la normalidad, aunque algo mareado.
—La habitación está girando o soy solo yo —el demonio hogareño rió débilmente—. Un poco de humor casero.
Luis se frotó la nuca.
—Perdón por todo eso Hooty.
Hooty le restó importancia.
—Está bien. Me alegra haber sido parte.
Repentinamente, la puerta se cerró, revelando a Eda y a los "reyes"
—Ay, no —murmuró Luz, asustada.
Eda se acercó al cuarteto, molesta.
—Ustedes están en problemas.
—Y muy serios —señaló Luis, inexpresivo.
—Hicieron un conjuro bajo la luna.
Luz se estremeció.
—Lo hicimos.
—Y le dieron vida a mi casa…—Eda alzó la voz, señalándose con la palma diestra—. ¡MI CASA!
—Sí…
Para sorpresa de todos, Eda tomó a Luis de la sudadera, y olfateó la gran mancha de sangre azulada/verdosa de esta.
—¿Por qué estiércol de ratas estás cubierto de sangre, que claramente no es la tuya, jovencito? —le preguntó con un susurro frío.
Luis respiró hondo.
—En mi defensa, solo diré qué…
Pero Willow se paró frente a Luz y él, decidida.
—No, no los castigues. Nosotros quisimos hacer el conjuro.
—Sí, y Luis nos salvó de unos cazadores de demonios —agregó Gus.
—¿¡Cazadores de demonios?!
Intentando calmarse, Eda se masajeó las sienes.
—Bueno, hablaremos de eso luego. Ahora, como todos son culpables, serán castigados limpiando mi casa de arriba abajo.
Antes de ir hacia el living, dibujó un círculo de hechizos, invocando unos artículos de limpieza (que consistían; un cubo madera con agua jabonosa, un trapeador de hueso, un par de escobas, un rociador, y papel toalla) sobre la cabeza del cuarteto que logró atraparlos.
—Y una cosa más…
Al igual que Willow y Gus, Luz tragó saliva, y Luis frunció el ceño, como esperando algún otro castigo, pero, en cambio, la dama búho les sonrió.
—¡Eso fue completamente asombroso! ¡Los acompañaré en el conjuro del próximo año!
El cuarteto le devolvió la sonrisa.
—Ahora a trabajar.
Corrieron en una sola línea para empezar a limpiar, mientras la dama búho se recostaba boca arriba en el living, junto con los "reyes".
—No puedo creer que le dieron vida a toda la casa —dijo King, ayudando a su "reina" a quitarse el vestido.
Eda miró a los jóvenes, sorprendida.
—Sí, es cierto. Eso requiere magia muy poderosa.
Tras lograr quitarse el vestido, Queen miró a Luis de forma soñadora
—Ñaaaaa, y Luis es tan genial.
Algo celoso, King rompió el vestido por la mitad.
—Oye, sigo aquí.
Eda se encogió de hombros.
—Supongo que ser imprudente y tener poderes oscuros tiene sus ventajas.
—Ey, no debías hacer eso —le dijo Luz a la brujita de las plantas, mientras barría el piso.
Sonriendo, Willow usó el rociador por un gabinete.
—Sí, Luz, debía.
Luz le devolvió la sonrisa, que pronto desapareció al dejar de barrer y mirar hacia su hermano mellizo, quién también estaba barriendo.
—¿Lucho?
—¿Hmmm?
—Cuando te transformaste en el acantilado… Pensaste en papá… ¿No?
Deteniendo su labor, Luis la miró y a Luz se le escaparon unas lágrimas, que extinguió con un pañuelo que sacó de su bolsillo trasero.
—Lo siento… yo… Olvídalo…
—¿Qué sucede? —preguntó Gus curioso, dejando de trapear.
Willow le dedicó una mirada de advertencia.
—Gus.
—Está bien —dijo Luz, sonriendo tristemente.
—Nuestro padre está enfermo —confesó Luis con la voz algo gruesa—. Tiene una enfermedad terminal, y… No sabemos por cuanto tiempo seguirá con nosotros.
Willow y Gus se quedaron pasmados, sin saber que decír.
—Ok, cambiando de tema —habló Luz, volviendo a su labor—. ¿Saben qué? Me hubiera gustado mostrárselo a Satan.
Willow pasó el papel toalla por el gabinete, diciendo:
—Sí, que pena que nadie se entere de nuestra aventura.
Luis sonrió, confundiendo al trío.
—Yo no estaría tan seguro de eso.
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En un lugar que parecía ser la habitación de alguien, una muñeca rosa de peluche estaba en medio de un par de demonesas, una brujita peli-púrpura, y un brujito peli-verde, quienes parecían decepcionados.
—¿Qué importa si no podemos moverlo? —dijo Boscha.
—Sssí —apoyó Medusa—. Ahora tenemosss tiempo para lo que sssí importa… ¡Penssstagram!
Todos invocaron sus pergaminos, y revisaron sus respectivas redes sociales.
—Oye, Manoplas, ya no hay cupcakes, y la sangre de manzana me dio hambre otra vez —dijo Boscha sin despegarse de su pergamino, tras terminar de beber de una copa.
Amity despegó la vista de su pergamino, asintió con una sonrisa amigable y gritó:
—¡MAMAAA! ¡ESTAMOS VACÍOOOOS!
—Ya voy, Princesa —dijo una cantarina (pero madura) voz femenina.
Una bruja de constitución curvilínea, rasgos afilados en el rostro, ojos azules, orejas puntiagudas, cabello atado en un moño que recordaba a un nudo romano de color verde menta con una raya más clara en la parte superior, que llevaba un largo vestido medieval violeta y un collar con una gema ovalada rosa que combinaba con sus aretes en forma de diamante, entró con una gran bandeja de cupcakes de diferentes colores y sabores en las manos.
Amity se acercó a su madre y tomó la bandeja.
—Gracias, mami —le agradeció con un beso en la mejilla izquierda, antes de volver a su lugar.
—¿Cómo va su conjuro, niños? —preguntó la bruja, trás soltar una tierna risita por la acción de su hija.
—Mal, tía Odalia —respondió Cristo, sin despegarse de su pergamino.
—Aah, qué pe… ¡Uy!
Cargando una jarra de abominable en la mano derecha, un brujo de piel pálida, aspecto desaliñado, ojos dorados como los de Amity, orejas puntiagudas, cabello castaño despeinado con patillas, brazos peludos y barba incipiente que llevaba símbolo de la abominación en su brazo derecho, una bata de laboratorio gris oscuro, pantalones grises con botas negras, gafas doradas con lentes morados en la cabeza y el símbolo del aquelarre de abominables en el brazo derecho, apareció detrás de ella, sorprendiéndola con lo que pareció ser un pellizco.
—Oh, querido —rió Odalia, dándole a su esposo un golpe juguetón en el hombro diestro—. Siempre serás el mismo bromista.
—Hola, papi —lo saludó Amity alegre, mientras comía un Cupcake junto con Boscha.
El brujo se acercó al grupo y, con una sonrisa, acarició la cabeza de su hija.
—Hola, Manoplas.
—¿Cómo vas con las modificaciones de Edric y Emira? —le preguntó Amity, agarrando otro Cupcake, trás acabarse el otro.
—Estarán listas para mañana —le aseguró el hombre.
Amity agitó los brazos, felíz.
—¡Yayy!
—¿Un poco más de leche de demonio-araña, chicos? —ofreció el brujo.
Cristo y Medusa levantaron sus copas, y el brujo les sirvió dicha bebida de la jarra.
—Sssí, graciasss, Ssseñor Blight.
—A mi también, por favor, tío Alador.
Odalia notó que Satan estaba sentado y mirando por una ventana en silencio.
—Oye, diablillo —lo llamó dulcemente—. No te quedes allí solito y ven con tus amiguitos.
Sin hacer caso a la bruja, Satan invocó su propio pergamino y lo revisó, solo para encontrar que otros usuarios de penstagram habían subido fotos de la casa búho viviente, siendo controlada por cierto grupo de jóvenes humanos y brujos.
—Nada mal —susurró, embozando una media sonrisa.
