Libros encantados Parte 4
Llegaron a la sección de romance, y Luz observó el librero con gran interés.
—Oh, wow. Romance en las islas hirvientes. Eso es completamente genial. A menos que a ti no te interese.
—Si a mi asombrosa futura novia le gusta, a mí también —le dijo Amity, guiñándole un ojo.
Luz parpadeó un par de veces antes de sonreír ruborizada, y contestar:
—Wow, me alagas, pero… ya tengo un interés amoroso. Luis.
Amity alzó una ceja.
—Pero, ¿qué no es tu hermano gemelo?
Luz juntó las manos en la mejilla izquierda y cerró los ojos.
—El amor prohibido es más intenso que el permitido —dijo de manera soñadora.
Amity la miró como si fuera un bicho raro.
—Y dices que yo soy la asquerosa.
—Caíste —le dijo Luz juguetona, sacándole la lengua.
Ambas rieron, hasta que Amity dejó de hacerlo primero, diciendo:
—Okie dokie lokie, basta de chistes, y hora del romance.
Tomó el libro "La bruja solitaria y la habitación secreta", sacándolo y volviendo a ponerlo en su lugar. Una vez que lo hizo, el librero se abrió, revelando lo que parecía ser un cuarto secreto.
—Wow, esto si es romántico —murmuró Luz, asombrada—. Tu club es un gran escondite secreto en realidad —agregó, entrando a dicho cuarto.
—No pierdo tiempo en la biblioteca —se burló Amity—. Oh, maestra, me enamoré de un diccionario. Estudio magia nerd. —Hizo gestos con sus palmas, antes de llevarlas detrás de su espalda—. Este es el escondite secreto de Satan.
Luz la miró, sorprendida.
—Entonces, ¿por qué estamos aquí?
Amity se acercó, y le puso la diestra en la espalda.
—Estrella de la mañana se volvió un grano en mi trasero —le explicó—. Siempre me delata cuando hago travesuras. Él necesita aprender a no entrometerse.
Se inclinó hacia su oído, y le susurró:
—Así que encontraré su diario, y lo repartiré por la escuela para que todos lo vean, Ji Ji..
—¿Qué? Amity, ¿no te parece demasiado?
La peli-púrpura rió, dulcemente.
—No, amigui. Soy su familia. Es solo una broma. Tiene que aprender a relajarse.
Y se alejó en busca de tal objeto personal, mientras Luz sonreía nerviosa.
—Ah… bueno… Ahm… No veo ningún diario aquí. No, nada. Mejor nos vamos. Espera, ¿eso son...?
Se congeló, y chilló felizmente al ver…
—¡Los cuatro tomos de la buena bruja Azura! —Corrió hacia el estante que decía "Mis libros favoritos"—. ¿Los consiguen en las islas hirvientes? Qué majestuoso —Luego, tomó uno de los libros que más bien parecía, un cuaderno con la tapa de cuero negro, y lo abrió—. ¿La tapa está vacía?
Entonces, dicho objeto brilló en un aura verde y una versión en miniatura de Satan apareció entre las páginas, diciendo:
—Otra vez vi a la niña humana...
—¡El diario! —exclamó Luz en voz baja.
—Puede que haya sido algo cruel. No temo entrar a su mundo, simplemente no quiero arriesgarla a entrar al mío. Tampoco a su hermano aunque…
—¡No!
Luz cerró de golpe el diario, pero ya era demasiado tarde.
—¿Qué tienes ahí, cariño? —le preguntó Amity, detrás de ella.
Luz volteó hacia la peli-púpura, escondiendo el diario detrás de su espalda.
—Oh, no nada... Solo la bruja buena Azura cinco donde ella atraviesa su fase gótica, y Zugo trata de...
Amity hizo levitar el diario hacia ella con un hechizo.
—¡No, espera!
La brujita peli-púrpura lo abrió para ver al mini-Satan decir:
—La idea de morir me resulta cada vez más atrayente ¿Cuánto tiempo más tengo que aguantar a esa cabeza de algodón de azúcar y para qué?
—Eso es —dijo Amity con una sonrisa de oreja a oreja. Luego, tras cerrar el diario, miró a la chica Noceda con una leve expresión herida y agregó—: Luz, ¿estabas ocultando esto? Ves como él trata a las personas, y…
—Conozco a Satan —dijo Luz, acercándose a ella—. Puede ser un poco desagradable, pero… Nadie merece esto. Son pensamientos privados.
Amity respiró hondo, y miró el diario, pareciendo reflexionar un momento.
—T-Tienes razón —habló finalmente con la voz apagada—. Yo… No sé en qué estaba pensando.
Luz sonrió.
—Dejémoslo.
Intentó tomar el diario, pero Amity se lo apartó en un juguetón, amague.
—Tontita.
Luz la miró con el ceño fruncido, y ella rió traviesa.
—¿De verdad creíste que lo dejaría así de fácil?
De pronto, Luz sonrió maliciosa, y levantó los índices al aire.
—Voy a hacerte cosquillas hasta que te mojes.
Ni bien terminó de decir esas palabras, comenzó a presionar las partes sensibles del cuerpo de la brujita peli-púrpura, quién instantáneamente se retorció de la risa.
—¡Aynononooo! ¡Aajajajajaaaa!
—¿Lo dejarás? —le preguntó Luz, sin detenerse
—Sí, sí... Ajajajajaaa...
Entre risas, Amity le extendió el diario lo más que pudo.
—To-toma, to-toma... Ajajajajajaaaa...
—Gra... ¡Woah!
Tras agarrar el diario, Luz contuvo la risa al notar como una mancha húmeda se extendía por las medias de la brujita peli-púrpura.
—¿En serio te mojaste? Eso es a lo que yo llamo ser lasciva.
Amity soltó una risita.
—¿No tienes unas medias secas que me prestes? —le preguntó en broma.
Sin poder contenerse más, Luz estalló en carcajadas, y Amity lo hizo con ella, hasta que un carraspeo las silenció. Ambas chicas giraron...
Y se encontraron con Satan en la entrada aún abierta.
—No es lo que parece —le dijo Luz.
Amity rio entre dientes, igual de nerviosa, y Satan la miró con ojos entrecerrados.
—Cruzaste la línea, Manoplas —Dirigió la vista hacia la chica Noceda—. Y Luz...
Luz tragó saliva.
—¿S-Sí?
—Dame mi diario, por favor —le pidió amablemente.
Luz se lo entregó sin dudar y, mirando nuevamente a Amity (pero esta vez con una extraña sonrisa), dijo:
—I práxi sas tha échei synépeies.
Y desapareció en un resplandor rojo, dejando a Luz confundida.
—¿Queee fue lo que dijo?
Amity rió, dulcemente.
—Parece que estoy en problemas otra vez —Se encogió de hombros—. Oh, bueno… Me voy a mi casita.
—¿Ya te vas a ir? —le preguntó Luz con incredulidad.
Amity asintió.
—Sipirirín. ¿Me acompañas a la salida, linda?
—Seguro —aceptó Luz, sonriendo ruborizada.
Entonces, ambas chicas se dirigieron a la salida de la biblioteca. Y mientras caminaban entre los estantes de libros, hablaban de temas al azar.
—Hasta ese fatídico día, cuando uno de los abomatones de mi papi se salió de control y disparó a mi mami en el vientre. Milagrosamente, ella logró sobrevivir, pero los que iban a ser mis hermanos mayores no tuvieron tanta suerte. Murieron al instante.
Una vez acabada su historia, Amity rió con la boca cerrada, lo que le valió una mirada desaprobatoria de Luz.
—Ey, tus padres perdieron a sus primeros hijos. No le veo lo gracioso.
—No me río porque fuese gracioso, cariño —le explicó Amity con una dulce sonrisa—. Lo hago para no llorar.
Luz suspiró.
—Mejor cambiemos de tema.
Amity volvió a reír con la boca cerrada.
—Como quieras.
—¿Es cierto que eres amiga de una princesa de verdad?
Amity miró a Luz con una extraña sonrisa.
—Si te lo dijera, tendría que...
Unos pasos atronadores la interrumpieron, y a la vuelta de una esquina, llegó un monstruoso duende rosado con su propio libro garabateado latiéndole cuál corazón en el pecho.
—¿Otabin...? —murmuraron ambas chicas al unísono, asustadas.
—Con garras, colmillos y huesos partidos, logré un amigo para hacerlo mío —rimó la criatura con una voz ronca y macabra, acercándose en cuatro patas y agarrando a Luz con su enorme diestra, arrastrándola lejos de la brujita peli-púrpura, a quién le temblaron las piernas.
—¡Amity!
—Luz...
La brujita peli-púrpura cayó de rodillas, agarrándose la cabeza en su lugar con los ojos como platos:
—¿Qué he hecho?
