Una aventura, muchos engaños Parte 4
En el salón de la AIH, los miembros (excepto Cristo), vitoreaban:
—¡Humana, Humana! ¡Humana, Humana!
Entonces, entró Gus.
—Asociación de investigación humana...
Hizo sonar el sujetapapeles.
—Tengo el placer de presentarles a...
Señaló hacia la puerta donde Luz aparecía haciendo el paso lunar, perdiendo brevemente el equilibrio antes de quitarse la capucha.
—¡Luz, la humana!
—¡Cuanto talento! —exclamó la brujita del aquelarre de construcción.
—¡Ella es horrible! —agregó el demonio cabra cíclope, mientras el demonio ojo solo gemía.
El duo se acercó a la mesa donde estaban los supuestos objetos humanos de Cristo.
—Luz, ¿revisarías los objetos? —preguntó Gus.
—Por supuesto, señor presidente —respondió Luz, profesionalmente—. Permítame determinar si realmente son de mi reino.
Y cuando estuvo a punto de tocar el calzado deportivo falso...
—¡DETENTE!
Cristo tiró todos los objetos de la mesa, y apuntó a Luz con el índice diestro.
—¡No te muevas, humana!
Hizo una pausa para respirar hondo.
—Yo... tengo algo que decir —Desvió la mirada—. Mentí, son todos falsos.
Todos los miembros jadearon.
—¡Lo sabía! —exclamó Gus, triunfante.
—¿Pero, por qué? —preguntó Luz.
—Venganza —respondió Cristo, mirando avergonzado al brujito de color—. Quería la presidencia para que aprendas como se siente perder lo que más quieres.
Gus alzó una ceja.
—¿Qué fue lo que te hice?
Cristo se ruborizó.
—Willow.
Gus ensanchó los ojos.
—Déjame ver si entendí, ¿hiciste esto solo porque creíste que yo era el "dueño" del corazón de la chica que te rechazó?
Cristo asintió.
—¿Cómo pudiste pensar tal cosa? —le reprochó Luz— A ella le gusta mi hermano.
—Lo siento mucho.
—¿Y qué harás ahora? Si piensas vengarte de Luis...
—No —la interrumpió rápidamente Cristo—. Ya provoqué demasiados problemas. Así que... me iré.
Para su sorpresa, Luz le sonrió comprensiva.
—Ey, amigo. Está bien... Eres una persona.
—Cristo... Quédate —agregó Gus, suavemente—. Tienes un lugar aquí en la AIH.
—Valoramos tu honestidad —dijo la brujita del aquelarre de construcción, aplaudiendo, mientras los otros miembros asentían.
—Gracias, chicos —les agradeció Cristo, sonriendo—. La verdad... No esperaba ser comprendido.
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En un pasillo de Hexside...
—¡Ugh, no quiero hacer esto! —gruñó Eda.
—Ahí está la adolescente rebelde y llorona que recuerdo —le dijo Bump, dándole una palmada en la espalda, antes de tenderle un trapeador y señalar hacia unos casilleros pintados con grafiti—. Toma esto para limpiar todo el grafiti hechizado que dejaste. Buena suerte.
Se alejó, y Eda le sacó la lengua.
—Vigílala bien, chico —le susurró Bump de paso a Luis.
La dama búho se volvió hacia el chico Noceda con una extraña sonrisa.
—Canta.
Luis alzó una ceja.
—¿Mmm?
—Val me ayudó a hechizar estos grafitis —le explicó Eda—. Les encanta el karaoke como a ella.
Luis se cruzó de brazos.
—¿Y por qué no cantas tú, bruja?
Eda fingió estar apenada.
—Lo haría, pero… Mi voz suena como una bestia demonio agonizando.
—Diez caracoles a que no tienes ningún instrumento que puedas… —intentó burlarse Luis, pero Eda sacó lo que pareció ser un laúd de su frondoso cabello y se lo tendió—. Prestarme.
Eda soltó una risita.
—Cuando estés listo.
Luis suspiró, tomó el instrumento musical, y lo examinó por unos segundos, antes de...
—Y uno, y dos, y un, dos, tres, cuatro...
Tocó las cuerdas, y empezó a cantar de una forma dulce, mientras Eda limpiaba las letras de la canción que los grafitis iban formando en los casilleros, dando algunos silvidos.
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Mimosa
Oh, dame dame.
Tienes que darme, ese amor que me tienes tú.
Dame.
Oh, Mimosita.
Tienes que darme, ese amor que me tienes tú.
Yo soy muy felíz, y eso lo sabes.
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—Eres muy felíz, tú.—le coreó Eda.
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Yo soy muy feliz siempre a tu lado.
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—Siempre a tu lado —lo coreó Eda, por segunda vez.
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Mimosa.
Oh, dame dame.
Tienes que darme, ese amor que me tienes tú.
Ooooh, dame.
Ooh, Mimosita.
Tienes que darme, ese amor que me tienes tú.
Yo te quiero a tí, y ha sido así por siempre, amor.
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—Ha sido así por siempre, amor —lo coreó Eda, por tercera vez.
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Yo te di mi amor, y tu correspondiste a el.
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—Tú correspondiste a el —lo coreó Eda, por cuarta vez.
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Ooooooh.
Mimosa es la novia que yo quiero.
Mimosa es la novia que yo espero.
Yo quiero ser tu amor yeah yeah yeah.
Quiero tu amor tan dulce.
Oh Yeeeaaaah.
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Cuando Luis dejó de cantar, Eda lo miró con picardía.
—Gran canción, Corchito. Se la dedicaste a alguien especial, ¿no?
Luis no dijo nada, solo sonrió y desvió la mirada, ruborizado.
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Gus y Luz se despedían de los miembros que iban saliendo del aula.
—¡Gracias por venir!
—Vuelve pronto.
—Mmm mmm —gimió feliz la demonesa de un solo ojo, antes de salir corriendo.
—Augustus, Luz... Gracias por perdonarme —les agradeció Cristo.
Luz le sonrió.
—Todos hacemos locuras por amor alguna vez... ¿No, Gus?
El brujito de color soltó una risita.
—A veces.
Cristo amplió su sonrisa.
—Bueno, solo tengo una cosa para decir...
De pronto, los enmascarados monitores del pasillo irrumpieron en el aula, para sorpresa incluso del chico Blight.
—¡Me olvidé completamente de ellos!
Uno de los monitores olfateó el salón.
—Problemas...
—¿Qué sucede? ¡Aaaaah!
Capturó a la chica Noceda con su bastón, jalándola con fuerza.
—¡Gus, Cristo, ayúdenme! —gritaba Luz, mientras era arrastrada.
Gus miró con reproche a Cristo, quién rio nerviosamente.
—Ups.
