Una aventura, muchos engaños Parte 5
Willow pensaba para sí misma en el aula de plantas, con el ceño fruncido.
—Tal vez fui muy dura con Gus.
Con un hechizo, regó la planta carnívora que estaba frente a ella.
—Es decir, ¿En qué problemas podría meterse?
—¡Ayuda!
La brujita de las plantas giró hacia la puerta al escuchar una voz familiar, y vio que Luz era arrastrada por el monitor de pasillos.
—¡Ayuda! ¡Ni siquiera estudio aquí!
—¡Luz! —exclamó Willow, preocupada.
—¿A dónde me lleva? —le preguntó Luz al monitor de pasillos.
—Detención —respondió.
—Oh, no puede ser tan malo, ¿no?
Se detuvieron frente a un pasillo. Luz se giró para ver una puerta viviente gigante... que tenía tres ojos y una gran boca con colmillos que abrió, haciéndola gritar.
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En el aula de la AIH, un molesto brujito de color reprochaba a un apenado chico peli-largo-verde.
—No puedo creer que haya confiado en ti. Como si tú fueras a disculparte.
Cristo bajó la mirada.
—Augustus...
Caminó lentamente hacia la alarma dorada viviente.
—Lo que le pasó a Luz es obviamente mi culpa. Yo les dije a los monitores que ella era una intrusa.
—Ey, ¿Qué vas a hacer? —le preguntó Gus.
Cristo lo miró serio sobre su hombro izquierdo.
—La única disculpa que puedo ofrecer ahora es esta.
Y extendió la mano derecha, y estiró la lengua de la alarma contra incendios viviente, que lo roció tanto a él cómo a Gus con agua que escupió de su boca.
—¡Pero Augustus no activó la alarma! ¡Fui yo!
Cristo protestó mientras un monitor de pasillo lo arrastraba junto con el brujito de color.
—¿Me estás escuchando? ¡Exijo justicia!
Sin que ambos lo sepan, Willow se asomó por un pilar.
La monstruosa puerta abrió la boca, y el monitor arrojó a los jóvenes brujos adentro. Tras marcharse, Cristo miró con pánico.
—¡Espera!
La puerta se cerró, y el joven brujo peli-largo-verde corrió hacia ella, golpeándola.
—¡Augustus y la humana no merecen estár aquí! ¡Yo sí! ¡Ábrela!
Gus levantó la mirada y vio a…
—¡Luz!
—Gus —dijo la chica Noceda, quién estaba escondida detrás de unas rocas—. ¡Creo que Lucho tenía razón!
Gus se levantó del piso, suspirando con pesar.
—Tal vez...
De pronto, el suelo comenzó a temblar y se abrió, revelando un agujero lleno de dientes, carne y algunas vainas azules con la silueta de los estudiantes castigados dentro. Luz gritó al verlo.
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En la cafetería, un par de jóvenes (Una castaña del aquelarre de curación, y otra de color del aquelarre de bardos) pasaban el rato, sentadas en una de las tantas mesas.
—No, así.
La brujita castaña dibujó un círculo con el índice zurdo, creando una bola de fuego que se transformó en una de nieve que cayó sobre la mesa.
—Oh.
La otra brujita de piel oscura lo intentó, y tuvo el mismo resultado.
—Wow.
Ambas se abrazaron con una sonrisa.
—La amistad es la verdadera magia.
De pronto, se escuchó al que parecía ser el sonido de un instrumento de cuerda.
—¿Escuchaste eso? —preguntó la brujita castaña.
—Parece...
La brujita de color miró hacia las puertas de la cafetería.
—Un laúd.
Eda y Luis entraron a la cafetería; la primera llevaba un saco lleno de fantasmas mientras bailaba al ritmo del segundo que tocaba el laúd y cantaba:
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Nosotros al final debemos estar unidos.
Alto tienes que estar porque nada es infinito.
No eres condenado, perdido y olvidado.
Es difícil ascender cuando quedas estancado.
Ooh Ooh Ooh Ooh
Inadaptados somos viviendo en un mundo en llamas.
Ooh Ooh Ooh Ooh
Cantando para nosotros, para nosotros.
No me pueden hacer nada, no te pueden hacer nada,
Esta vida escogimos, esta vida llevamos.
Levanta el puño al aire, a ver si te atrevés.
Porque esta noche el mundo cambiaremos.
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Bump y las dos brujitas aplaudieron cuando el chico Noceda terminó de cantar.
—Listo —dijo Eda satisfecha, dejando la bolsa de fantasma frente al director.
—El vestuario de las chicas está libre de fantasmas —agregó Luis.
Bump le sonrió.
—Vaya, eres talentoso, chico. Serías un excelente bardo.
—Yujuuu, lindo humanooo~ —canturreó una femenina voz coqueta.
Luis volteó y vio que las jóvenes brujas lo saludaban, guiñaban un ojo e incluso le arrojaban algunos besos.
—Todavía no estudias aquí, y ya eres popular —le dijo Bump, riendo un poco.
—Abran el mar, Moisecitas —agregó Eda con picardía, dándole un golpecito con el codo zurdo al chico Noceda—. Que el israelita quiere cruzar.
«¿Y si mejor abres esa boca de ballena para tragarte a mi Jonás?», pensó Luis fastidiado. Luego, en voz alta, agregó—: ¿Qué más hay que hacer?
Bump sonrió, y levantó un destapa caños con la zurda.
Eda y Luis gruñeron al unísono.
