El escape del taliamigo Parte 3
—¡Eda, buenas noticias! —dijo King, entrando al dormitorio—. Díselas, preciosa —agregó, volviéndose hacia Queen, con quien iba tomado de la mano.
—Ñaa.
Los "reyes" se miraron a los ojos con un brillo especial.
—Nuestro amor ha evolucionado y ahora estamos en un nivel más profundo —explicó Queen, tras cerrar los ojos y apoyar su cabeza por la de King.
—Esa pelea que tuvimos fue una bendición disfrazada —continuó por ella el "rey de los demonios"—. Porque nos hizo darnos cuenta de lo mucho que nos importamos el uno al... —Dirigió la mirada hacia Eda y se quedó paralizado—. ¿Ah?
Queen abrió los ojos, y...
—¡Ñaaaa, bestia búho!
Eda gruñó, y se arrastró hacia los "reyes", quienes se abrazaron muertos de miedo.
—¡Aléjate! —gritó King.
Para su sorpresa, la bestia búho retrocedió.
—¿Ella acaba de escucharte? —dijo Queen, extrañada.
King dió unos pasos al frente.
—Ahmm... Ven aquí —le ordenó a la bestia búho.
Eda se acercó.
—Siéntate —agregó Queen.
La bestia búho la obedeció.
—Ñaaa, este es un acontecimiento interesante, mi dulce rey —Queen señaló hacia el ojo derecho de la criatura, que estaba normal—. Eda solo se transformó parcialmente. Lo que significa que puede obedecernos.
King adoptó un gesto de malicia.
—Sí, sí... Creo que esto nos servirá bien, reina mía. Ahora tenemos una fuerza maligna para usarla a nuestro antojo.
—Ñaaaa.
Entusiasmada, Queen apuntó su índice zurdo hacia la bestia búho.
—¡Tú! —Dobló las rodillas y levantó el puño derecho—. Nos ayudarás a sembrar el caos.
—Osea… Si estás de acuerdo, ¿no? —quiso asegurarse King.
Eda gruñó.
—Ñaa, pienso que ese extraño gruñido fue un sí, amor mío —dijo Queen, mirando a su "rey" con coquetería.
King corrió hacia una mesita, y tomó el elixir que estaba sobre esta, seguida de la mochila púrpura con botellas vacías dentro.
—Voy a tomar una pequeña botella de elixir por si intentas atacarnos.
—Ñaaa, ahora al campo de las almas inocentes —dijo Queen, mientras King guardaba la poción en la mochila—. El patio de juegos.
—Majestades, ¿están en casa? —se escuchó la voz de Luz.
—Siéntate —le ordenó King a la bestia búho, antes de dejar la mochila en el suelo y caminar hacia la puerta.
—Ñaa, quieta —agregó Queen, siguiendo a su pareja.
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Una vez fuera del cuarto...
—¿Eda está despierta? —preguntó Luz, mientras Queen cerraba la puerta.
King se hizo el desentendido.
—¿Quién?
—Creo que se refiere a la dama búho, mi rey —le susurró Queen.
King se rió nerviosamente.
—Ah, no, no. Está profundamente dormida.
Se oyó un gruñido detrás de la puerta.
—Ñaaa, ¿oíste? —dijo Queen—. Ella sí ronca.
Decepcionada, Luz bajó la mirada.
—Oh, no. Quería preguntarle si me presta su bastón. Pero necesita descansar.
Queen tomó el bastón mágico que estaba apoyado aún lado de la puerta, y se lo entregó a la joven humana.
—Ñaaaa, claro que sí. Solo tómalo.
—Aah, no puedo —tartamudeó Luz, insegura—. No sin el permiso de Eda.
Se escuchó un chillido, y todos voltearon hacia la puerta.
—Bien, ahí está tu permiso —la animó King—. Vete ya.
Luz miró el bastón.
—Les debo un favor a Gus y Willow. Será solo por la tarde. Sé que a Eda no le importará.
—Ñaaa, no a nuestra generosa y de buen corazón, Eda —dijo Queen, entre gestos.
—Ella tiene un gran corazón —agregó King.
—Volveré pronto —dijo Luz, prendiendo marcha.
—Ñaa, eso estuvo cerca —dijo Queen aliviada, mirando a King de reojo.
—¿Qué? —preguntó Luz, ya que no había ido muy lejos.
—¡Nada! —respondió King rápidamente.
—Mmm, ok.
—Ñaa, muy cerca —murmuró Queen, mientras King abría la puerta de la habitación de Eda.
—Y ahora caos, ¿verdad, Eda búho?
La bestia búho obviamente no respondió, ya que solo estaba royendo una silla.
—Ñaaa, se ve que está lista —dijo Queen, entusiasmada.
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Luz abrió la puerta de la casa búho.
—¡A la escuela Glandus! —exclamó, golpeando accidentalmente al taliamigo contra la pared, despertándolo—. Oh, lo siento Owlbert, todo está bien, solo vamos a ayudar a unos amigos —agregó, sonriendoles a Willow y Gus, quienes miraron el bastón con admiración.
—Oooooh.
Luis se cruzó de brazos, y miró a su hermana melliza con desaprobación.
—No me mires así, Luciano —le dijo Luz—. Hago esto por ellos, no por mi.
—Ya lo sé, ¿me crees tonto? —le respondió Luis en tono desagradable.
Sin ganas de discutir, Luz suspiró, y forzó una sonrisa.
—Pa na' a, limona' a, mi pana. Yo se' que ere vivo y a' tuto. Solo quería asegura' me de que tú entendía' mi rollo.
—E´cuché mejore chite contaos por un jumo —respondió Luis una mueca de burla.
—¡Aish!
Luz puso los ojos en blanco ante la actitud de su hermano, pero decidió no darle importancia.
—¿Quién quiere subirse al aéro-Luz? —dijo ya más animada, subiéndose al frente del bastón.
—Sientan esa relación potencia/peso —dijo Willow, tras subirse después de Luis, y antes del brujito de color.
—Chicos, preparence para volar —dijo Gus, agitando las banderas.
—Proxima parada, la tierra de los muertos o la escuela glandus, si tenemos suerte —bromeó Luis sin gracia, pero logrando hacer reír a los demás.
Cumpliendo la orden de Luz, el bastón mágico se elevó hasta la ventana de la casa búho.
—A toda velocidad, Owlbert.
Y tras recibir un golpecito, el bastón mágico despegó a toda velocidad, haciendo que Luz perdiera la gorra de Hexside. Los jóvenes gritaron al dar un giro de noventa grados en el aire, justo antes de golpearse contra algunos árboles y estrellarse contra el más grande. Luis cayó en un arbusto, Willow encima de él, y Gus a su izquierda, mientras una rama atrapaba a Luz por el suéter de Hexside.
—¡Maldición! —exclamó Luis en voz baja, observando como Owlbert se estrellaba de cabeza contra el suelo, quebrándose un poco.
El taliamigo observó la grieta de su cabeza, y ululó triste.
—¡Diale! —exclamó Luz, tras caer del árbol, dejando el suéter en la rama—. ¿Están todos bien? —agregó, frotándose la cabeza con su zurda.
Con cara de pocos amigos, y al tiempo que los jóvenes brujos sacudían sus ropas, Luis caminó con pasos agigantados hacia su hermana melliza y le propinó un coscorrón en la frente.
—¡Ayyyy!
Tras cerrar fuertemente los ojos, y agarrarse la adolorida frente con las palmas, Luz miró irritada a su hermano mellizo.
—¿¡CUÁL ES LA IDEA, BESTIA PELUDA!? —le gritó.
Luis apuntó bruscamente el índice zurdo en dirección al taliamigo roto.
—Mira lo que hiciste.
Owlbert la miró con tristeza, antes de desenroscarse del bastón, y huir volando, asustado.
—Oh, no.
Luz corrió hasta el bastón vacío.
—¡Owlbert, vuelve! —lo llamó, pero el taliamigo desapareció en el bosque.
