Sensatez y resentimientos Parte 7
Entre bastidores y fuera de los camerinos, Piniet y Lusine se entretenían apilando a los autores en forma de bloques. No obstante, la torre improvisada no resistió mucho y se vino abajo en un instante.
—Oh, no.
—¡Ey, Piniet! —gritó Luz desde el camerino—. Terminamos.
Después de reintegrar los cubos de carne en su maletín, el demonio lagarto se puso de pie desde el banco, se dirigió hacia el camerino, abrió la puerta y observó que a los hermanos Noceda les quedaba escaso espacio dentro de la caja mágica
—Más rápido de lo que esperaba.
—Es el milagro de trabajar en equipo.
Piniet abrió un orificio en la parte superior de la caja, y Luz le ofreció su borrador. El editor lo tomó con la mano derecha, apartando momentáneamente su maletín que sostenía con la izquierda.
—Lealo hasta el final —le recomendó Luis—. Le parecerá "brillante".
El editor escudriñó el manuscrito con sus tres ojos. Los mellizos Noceda aguardaron con expectación, y finalmente, cuando llegó a la última página, les extendió el documento. En ella, se desplegaba un círculo de hechizo de Luz meticulosamente dibujado.
—¿De que se trata esto? —les exigió.
—¡Hechizo de Luz!
Luz extendió la mano derecha hacia el agujero de la caja y presionó el símbolo. Un destello luminoso emergió, momentáneamente cegando al demonio lagarto.
—¡Nutria!
Luis señalando con el índice hacia el bolsillo izquierdo del Editor. Allí se encontraba...
—¡El contrato!
—La bufanda de Cristo... ¡Amén!
Con destreza, Luz utilizó su bufanda verde como un lazo, capturando a Piniet y atrayéndolo hacia la caja con un impacto que lo dejó aturdido de espaldas. Aprovechando esta oportunidad, Luis actuó con rapidez, arrebatando el contrato que sobresalía del bolsillo izquierdo del editor y, sin titubear, lo devoró por completo. Este ingenioso acto los liberó a él y a su hermana de la caja retractil mágica, que pareció desvanecerse en un estallido, lanzando a Piniet a unos pocos metros.
Piniet se recuperó y fulminó con la mirada al dúo.
—¡Te convertí en una estrella! —exclamó, desprendiéndose de la bufanda que aún lo envolvía—. ¿Y así es como me pagas?
—Nop.
Luz agarró el maletín y lo abrió de golpe, liberando a todos los autores que habían sido transformados en cubos.
—¡Así!
—¿Que te parecen estas editaciones, eh?
—¡Ahora verás!
Entre amenazas vociferantes, todos se lanzaron contra el editor, quien se resguardó en el suelo, mientras los Noceda aprovechaban la distracción para escapar por la puerta. Mientras lo hacían, Luz no perdió la oportunidad de recoger la bufanda verde que yacía en el suelo.
—¡PASANTE, TENEMOS FUGA!
Fuera del camerino, Lusine estaba plácidamente sentada en el banco del editor. Al recibir la orden de este, extendió sus piernas con elegancia mientras inclinaba su cuerpo hacia atrás, llevando sus manos a la nuca. Esta hábil acción causó que los Noceda, quienes intentaban salir apresuradamente, tropezaran con sus piernas desplegadas, terminando en una caída estrepitosa hacia el suelo.
—Lo siento, primores —se disculpó con indiferencia, mientras los envolvía con la bufanda verde mediante un conjuro—. Solo sigo ordenes.
—¡Yujuu!
—¡Somos libres!
Posteriormente, con evidente aumento de su molestia, Piniet salió del camerino en compañía de los cubos vivientes, quienes aprovechaban la oportunidad para escapar con alegría.
—¡Están haciendo esto más dificil de lo necesario!
Se aproximó a los mellizos, quienes forcejeaban por liberarse de sus ataduras.
—Y creanme, estoy siendo muy paciente. Pero mejor...
Extrajo un bolígrafo dorado/púrpura de la manga izquierda, el cual se transformó en una hacha gigante que alzó con ambas manos, preparado para atacar a Luz y a Luis.
—Terminemos con esto.
—Distinguido editor.
La concentración del editor se vio abruptamente interrumpida por una elegante y madura voz femenina. Este, bajo el hacha, frunció el ceño fastidiado.
—¡Ugh, ahora no, ¿qué...
Pero su queja se desvaneció en el aire al voltear la cabeza y encontrarse con una Odalia Blight, quien lucía un provocativo vestido mangas largas de encaje púrpura, zapatos de tacón de aguja y el cabello verde recogido en un elegante moño.
—...se le ofrece?
La mujer pestañeó coqueta y le extendió el borrador de su escrito que sostenía en su mano derecha.
—¿Podría dedicar unos minutitos a leer mi historia?
—Será un placer —respondió Piniet, bajando el hacha y tomando el manuscrito de las manos de la mujer. La miró con picardía y añadió—: Aunque me preocupa que las palabras de este humilde manuscrito no puedan estar a la altura de su belleza.
Frente a tan elogioso comentario, Odalia soltó una risita que tiñó sus mejillas de un suave rubor, mientras Lusine, con su piel adquiriendo un tono verdoso, llevó rápidamente su mano izquierda a la boca, inflando las mejillas en una reacción inesperada. Este repentino gesto la distrajo de su conjuro, otorgando a los mellizos la oportunidad perfecta para escapar corriendo.
En un acto de generosidad, Luis extendió hacia la doble de su hermana una bolsa de papel, la cual aceptó sin vacilar.
—Que galante.
Piniet soltó el hacha y se ajustó las gafas antes de examinar el manuscrito con sus tres ojos. Después de leerlo, cerró el documento y en ese preciso instante, sus ojos resplandecieron como perlas luminosas.
—Es exquisita —pronunció con admiración.
Luego, tomó la mano derecha de Odalia.
—Usted... —dijo agitando el manuscrito en su mano derecha—. Déjeme publicar esto.
Con su brazo izquierdo rodeó la cintura de la mujer, atrayéndola hacia él con una sugerente cercanía.
—Puedo convertirla en una estrella.
—Sería un salvavidas para mis finanzas —comentó Odalia felízmente.
—Y respecto a...
Piniet soltó a la mujer y se volvió hacia los mellizos Noceda, solo para encontrarse con una Lusine que lo observaba con expresión neutral. En su mano izquierda sostenía la bolsa impregnada de su propio vómito.
—Pasante, ¿donde están la humana y su consanguíneo? —le preguntó sin alterarse.
—Huyeron mientras usted coqueteaba con la anciana —replicó Lusine, señalando con el pulgar izquierdo hacia la madre de Amity.
Odalia frunció el ceño ligeramente y colocó las manos en sus caderas.
—¡Que grosera! Solo tengo 39 años.
Piniet entrecerró los ojos.
—¿Y por qué se los permitiste?
—Porque estaba ocupada perdiendo mi cena —contestó Lusine mientras señalaba la bolsa con la palma de su mano derecha.
—En fin
Con resignación, el editor encogió los hombros y suspiró.
—Ya no importa.
Guardó el manuscrito en su chaqueta con gesto desganado.
—Luz Noceda pasó de moda.
Observó a la bruja de cabello verde, sonriendo con una mezcla de admiración y alegría.
—Ella, en cambio...
Odalia adoptó una postura entre presumida y provocativa, cerrando los ojos con seguridad.
—Es el futuro.
Al percatarse de una expresión peculiar en la mirada de Piniet, la bruja de cabello verde avanzó con gracia hacia el camerino que se encontraba abierto. Al llegar, sostuvo la mirada del editor con una intensidad similar.
—Si tiene la intención de adentrarse más profundamente en el texto... —ingresó al camerino y, seguidamente, se asomó de manera provocativa—, sería aconsejable que se apresure si busca alcanzar un clímax narrativo más...
Agitó con gracia en su mano izquierda el vestido que aparentemente se había despojado, mientras guiñaba un ojo.
—Impactante.
—Pasante, vigila la puerta —le indicó Piniet a Lusine antes de apresurarse hacia el camerino y cerrarlo de golpe tras entrar.
Para consternación de la joven bruja, desde el interior del camerino resonaron pequeños estrépitos y risas divertidas, provenientes del editor y la recién llegada autora.
—Y creía que mis padres eran repugnantes.
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El vendedor demonio con aspecto felino o roedor, cayó frente a las hermanas Clawthorne, visiblemente cubierto de contusiones y baba de abominable tras haber sido castigado por Satan.
Eda contempló con orgullo a su sobrino, quien en ese instante recuperaba su forma de jóven brujo.
—Aunque no comparta plenamente tus nefastos métodos, debo reconocer que lo entrenaste bien.
Lilith no pudo resistir la tentación de mostrarse soberbia.
—Por supuesto que sí. Mi hijo es simplemente una obra maestra, un producto de mi genialidad como mentora. Es natural que las grandes brujas como yo produzcan descendencia excepcional.
—Oh, no exageres, madre —le replicó Satan con una sonrisa, y un leve rubor aderezaba sus mejillas—. Puedo ser inteligente, pero creo que estás subestimando la influencia de mi padre. Es decir, la genialidad no solo proviene de un solo lado, ¿verdad?
Lilith fulminó a su hijo con una mirada cargada de furia, sus ojos chispeaban con enojo, mientras los de Eda reflejaban profunda preocupación. Con firmeza, la dama búho se colocó entre su hermana mayor y su hijo, convirtiéndose en un escudo protector para este último.
—Te lo advierto, Lilith. Cualquier cosa que le hagas, lo haré contigo multiplicado por diez. Ahora calmate.
Lilith inhaló profundamente.
—Guardarás silencio hasta que te indique lo contrario —le dijo a su hijo con calma, pero con firmeza.
Satan asintió mientras Eda negaba con la cabeza, aunque luego minimizó la situación y dirigió una sonrisa al maltrecho demonio gato o roedor en el suelo.
—Tu retoño destrozó a este tonto —cruzó los brazos—. Pero creo que la flor de la eterna juventud no es real.
Suspiró, pero no mostró señales de irritación.
—Bueno, si esto cambia algo, no te considero una anciana un poco cansada —confesó Lilith, arrancando una sonrisa tierna de su hijo.
—¿En serio? —inquirió Eda con un toque de arrogancia.
—Si lo fueras, serías más facil de atrapar.
—Oh, genial —comenzó Eda con anticipación—. Vas a unirme al aquelarre ahora y luego me pedirás que busquemos a Val para hacerle lo mismo, ¿no es cierto?
—No ahora. Quiero darles la posibilidad de unirse por sí mismas.
Lilith le lanzó una mirada suplicante y Eda se estremeció de sorpresa.
—Unanse al aquelarre del emperador.
Extendió la mano derecha.
—Hasta podría curar tu maldición, y darle a nuestra hermanita un cargo incluso mejor que el mío.
Una sutil sonrisa se dibujó en su rostro.
—Ella podría desplazar a ese tal Raine Whispers como cabeza del aquelarre de bardos.
Eda dirigió su mirada hacia la mano derecha de su hermana, extendió la suya con delicadeza y la apartó con suavidad.
—No. Me curaré a mi manera, y "Peso Pluma" ya ostenta una posición más prominente que la tuya como la abuela más cool.
Satan cubrió su boca con la mano derecha, esforzándose por contener la risa ante el último comentario de su tía.
—Te veré luego, hermana.
—No si te atrapo primero.
Ambas compartieron unas sonrisas melancólicas. Después, Eda materializó su bastón y se montó en él.
—Hasta entonces. Y Querubín...
Manteniendo la sonrisa, pero con un dejo de fragilidad en su voz, una lágrima se deslizó suavemente desde su ojo derecho mientras dirigía la mirada hacia su sobrino.
—Vive.
Después de alejarse en vuelo, Lilith cerró los ojos, exhalando un suspiro reflexivo.
Entretanto, Satan desvió su atención hacia la dirección en la que su tía se retiró, manteniendo una sonrisa en su rostro. Sin embargo, la calma fue abruptamente interrumpida cuando su madre lo agarró de manera brusca por el cabello con su mano izquierda y lo levantó del suelo. Utilizando el índice derecho, trazó en el aire un círculo mágico que dio origen a una aguja con hilo, comenzando a suturarle la boca mientras él gemía de dolor. La sangre fluía de las partes recién cosidas.
—Toma.
Tras bajarlo, Lilith le ofreció un pañuelo blanco con una mirada gélida.
—Cúbrela con esto hasta que deje de sangrar.
Satan tomó el pañuelo entre sus manos, cubriendo su boca recién cosida y ensangrentada, sollozando suavemente con lágrimas que brotaban de sus ojos. Mientras tanto, su madre le dirigía unas palabras sin piedad:
—Lamento que haya tenido que llegar a esto, Corbato. Pero tú conocías las implicaciones de mencionar a ese bastardo en mi presencia.
—No debería tratar a su hijo de esa manera —murmuró el vendedor debilitado desde el suelo, con un tono de voz apenas audible.
—Hazlo callar —ordenó Lilith a su hijo.
Los ojos de Satan se volvieron negros, mientras su mano izquierda libre quedaba cubierta de baba de abominable. Luego, formó su mano como si fuera una pistola, apuntó hacia el demonio gato o roedor, y...
¡BANG!
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En el centro del auditorio, el lagarto demonio, Piniet, con el hocico marcado por manchas de labial morado, sostenía un micrófono con alas de murciélago, acompañado por cierta bruja de mediana edad con cabello verde.
—¡Saludos a todos! —anunció—. Les tengo noticias un tanto alentadoras como desafiantes para compartir en esta velada.
La multitud murmuraba entre sí, expectante. Algunos ajustaban sus asientos, mientras que otros agarraban con fuerza los ejemplares del libro "El despertar de Luzura".
—Para comenzar, me entristece comunicarles que la señorita Luz Noceda ha decidido renunciar.
Los "monarcas", ubicados en uno de los peldaños de las gradas mientras contabilizaban sus ganancias, quedaron atónitos.
—¡No puede ser! —expresó sorprendido el Rey.
—Ñaaa, quizás ahora sería prudente recoger todo y regresar a casa, mi amor —le aconsejó Queen.
—¿Y si primero vamos de compras? —propuso King.
La respuesta de Queen fue un chillido lleno de alegría.
—Esta noticia me ha tomado por sorpresa, y entiendo que muchos de ustedes estaban emocionados por conocer más sobre el mundo que ella creó —continuó Piniet—. Sin embargo, en medio de esta situación, lo bueno es que no nos quedaremos sin una nueva historia.
Dirigió su palma izquierda hacia la madre de Amity.
—Esta noche les presento a la nueva autora, Odalia Blight, quien nos ha entregado una obra fascinante titulada...
Odalia apuntó con su índice izquierdo hacia el estandarte, trazó un círculo mágico y, en un destello, la imagen de la joven bruja oriental con gafas se transformó en la representación de una bruja sorprendentemente similar a ella. En esta nueva escena, se encontraba abrazada por dos brujos galantes.
—El regalo de Alaric.
La tensión era palpable mientras los asistentes intercambiaban miradas llenas de incertidumbre. Algunos rostros reflejaban expectación y emoción, mientras que otros mostraban preocupación o incluso descontento. Los murmullos comenzaron a extenderse, creando un trasfondo sonoro compuesto tanto por comentarios positivos como negativos.
—Ahora, antes de continuar...
De repente, Odalia se aproximó al demonio lagarto, envolviendo sus hombros con el brazo derecho mientras acariciaba suavemente la parte inferior de su hocico con el izquierdo.
—Debo informarles que esta obra es exclusivamente para brujas y demonios mayores de edad.
Entrelazó su brazo izquierdo alrededor de la cintura de la bruja, quien soltó una risita.
—Así que, con todo el respeto, les pido a los niños y jóvenes que abandonen el auditorio en este momento.
Los jóvenes brujos y demonios se levantaron entre abucheos, lanzando sus copias de "El despertar de Luzura" hacia el editor y la nueva autora. Esta última, con destreza, creó una burbuja invisible que los protegía a ella y a Piniet, evitando que los libros impactaran contra ellos.
A continuación, Odalia arrebató delicadamente el micrófono de las manos de Piniet, dejando que su dulce voz resonara al decir:
—Tranquilos, corazones. Podrán leerlo dentro de unos añitos, cuando ya no dependan tanto de sus papitos.
—¡Y TU DEJARÁS DE OLER A REPTIL CUANDO TE DES UN BAÑO, VIEJA SUCIA!
Frente a las insultantes palabras de una familiar voz femenina proveniente del público, Odalia dejó escapar una risita y contestó:
—Dos semanas extra de castigo para ti, Princesa Manoplas.
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Eda retornó a la Casa Búho, aterrizando con destreza y desembarcando con seguridad de su bastón. Al ingresar a su hogar, descubrió a Luz y Luis descanzando en el gran sofá.
—Hola chicos —los saludó al entrar, soltando su bastón con un suspiro antes de enderezar su espalda con un sonoro crujido—. Fueron unos días dificiles.
—Sí —respondió Luz con una voz cansada.
—Lo fueron —asintió Luis.
Eda se dirigió hacia el gran sofá y se acomodó entre los mellizos.
—Pero un poco de sangre de manzana y un buen libro lo arreglaran.
—¿Libros?
Nerviosa, Luz se rascó la mejilla izquierda con el dedo índice derecho.
—No, no sabemos nada sobre eso.
—Pa' la porra con lo libro —expresó Luis con un gesto de disgusto en el rostro, antes de levantarse—. Nos vamo dar un e' cape a Morfeo.
—Buena noche, brujiota —agregó Luz.
Ambos tomaron caminos opuestos, dejando a Eda sumida en la confusión.
—¿Te gastaste todo el dinero de tu parte de las ganancias en ese tonto libro?
—Ñaa, tuve que hacerlo, mi rey. Era la última copia.
Al reconocer ciertas voces familiares, Eda giró la cabeza hacia la puerta y observó cómo los "Monarcas" cruzaban el umbral. King llevaba consigo un maletín similar al de cierto editor demonio lagarto, aunque de un tono marrón más claro, mientras que Queen sostenía una copia del libro "El despertar de Luzura".
—Ugh, y yo tuve que hacerlo en este ridículo maletín para unos...
—¡Ejem! —carraspeó Eda.
Los "Monarcas" dirigieron sus miradas hacia ella, mostrando una expresión de alegría al verla.
—¡Oh, Eda, por fin estás aquí! —exclamó King con entusiasmo.
—¿Tienen idea de la hora que es? —les reprochó, frunciendo el ceño—. ¿Dónde estaban?
—Ñaaa, eso no importa ahora —comentó Queen, mientras King dejaba el maletín sobre la mesa de la sala.
—Adivina qué.
King abrió el maletín, revelando su contenido: los autores mismos transformados en cubos, quienes habían logrado escapar de cierto editor gracias a la intervención de los hermanos Noceda.
—¡Tienes clientes!
Eda arqueó una ceja.
—¿Clientes? ¿De qué están hablando? Solo veo unos...
—¿Es usted Eda, la dama búho? —interrumpió Jon De Plume, saliendo de un salto del maletín, seguido por los demás.
—¿La bruja más poderosa de las islas hirvientes? —añadió el cubo morado, que parecía un demonio emo con cuernos.
—Ajá —respondió Eda, examinándolos con curiosidad—. ¿Y qué o quiénes son todos ustedes, aparte de unos peculiares cubos parlanchines?
—Alguna vez fuimos unos distinguidos autores de renombre —respondió el cubo verde agua. Se trataba de un demonio con gafas cuadradas, bigote y cejas blancas, y su tono denotaba un pesar profundo.
—Pero un editor loco nos convirtió en esto que usted ve ahora solo porque no pudimos terminar un nuevo libro a tiempo —agregó el único cubo femenino, quien lucía pequeñas gafas de cristal índigo y un esponjado cabello rojizo—. Y requerimos de su ayuda para volver a la normalidad.
—Le pagaremos —concluyó el cubo de tono grisáceo verdoso, que poseía un único ojo y pecas de color índigo.
—Miren, realmente desearía poder ayudarles en este momento, pero...
Eda bostezó cansadamente mientras dirigía una mirada fatigada hacia los autores.
—Acabo de regresar de un agotador viaje y necesito descansar. Tendrán que esperar hasta maña...
Miró detenidamente la contraportada del libro que Queen llevaba consigo, lo tomó entre sus manos para examinarlo de cerca y su respiración se entrecortó al descubrir la imagen de Luz cuando era apenas una niña, acompañada por su nombre impreso debajo.
—¿Pero qué...?
—Amiga, no quieres saberlo —le advirtió la máquina de escribir que descansaba en la mesita a su izquierda.
