Finalmente lo pude postear!
Estuve trabajando en esto los pasados tres meses y estoy muy contenta de cómo quedó! Es la primera vez que escribo algo tan largo así que espero les guste.
Y quiero agradecer al equipo de Strawberry Tales por hacer esto posible, fue un proyecto muy divertido!
PD: Algún día seguiré trabajando en este AU, por ahora disfruten el preludio ;)
"Hay un humano infiltrado en el baile"
Al igual que el rumor, Rukia voló veloz por los pasillos hasta llegar al Gran Salón.
Un humano… Se negaba a creer que la seguridad hubiera fallado de tal manera. Debía descubrirlo antes de que los ancianos del clan lo hicieran. Antes de que algún invitado lo encontrara. Antes de que el nombre de su familia quedara manchado por sangre impura.
Se maldijo por comportarse como una malcriada y haber intentado escaparse de la ocasión; era inusual que Rukia no asistiera a un baile, ya que le fascinaban los eventos sociales porque la hacía feliz honrar su rol como Duquesa; pero después de la conversación que había tenido con su hermano, Byakuya, el líder del clan, Sexto Príncipe de la dinastía Kuchiki, se había encerrado en sus aposentos; porque había llegado el momento (y mucho más pronto de lo que había pensado) de casarse por conveniencia.
En el despacho de Byakuya, Rukia se irguió con orgullo y aceptó su deber con una reverencia. Sintió que las lágrimas empezaban a apilarse en sus ojos. Pero no debía llorar, no era digno de ella.
Byakuya suavizó su mirada ante la miseria que invadió la habitación, se quitó los lentes y le dijo, mientras le acariciaba el rostro: –Escucha, no puedo pedirte que estés conforme. Pero, ¿Sí puedo pedirte que sigas el juego, solo durante un tiempo? Al menos hasta que las aguas se calmen. No dejaré que sufras.
Rukia miró a su hermano a los ojos y supo que no mentía, que debía confiar en él. Sin embargo, acceder a su pedido le dejó un gusto amargo en la garganta: - ¿Cuándo lo conoceré…?
-En el próximo baile.
Asintió y se excusó para esconderse en su habitación. Se arrepentía de ser tan inmadura, de fracasar como Duquesa. Sabía que era su deber velar por la prosperidad del clan, sin embargo, al conocer la historia de amor de Byakuya y su hermana no podía si no aspirar a tener amor en su vida, la única cosa que, quizás, por fin, la haría feliz.
Durante tres días se negó a salir, tratando de digerir la noticia, y hasta consideró fingir enfermedad para no asistir al baile; eso hasta que se enteró: "Hay un humano infiltrado en el baile"
Corrió hacia el armario para alistarse lo más rápido que pudo, lo cual era fácil cuando podías mover los objetos a tu voluntad.
Ató su pelo en un rodete improvisado, con varios mechones sueltos, adornados por cristales transparentes. Se maquilló sutilmente con un poco de rubor y un tono carmesí en los labios. Y luego (su parte preferida) eligió un vestido de gala para la ocasión.
Su armario rebosaba de prendas bellísimas, dignas de una emperatriz y, después de revisar decenas de atuendos, se detuvo en su más reciente adquisición, un regalo de su hermano por su último cumpleaños que aún no había tenido ocasión de usar: un vestido de gala blanco, sin mangas, con pliegues perlados y tela que resplandecía con la luz. Y así, solemne como siempre, fue que la duquesa del clan Kuchiki se movió hacia el baile.
Una vez llegó al gran salón abrieron las puertas para ella: cientos de vampiros nobles danzando, bebiendo, riendo; como siempre que se organizaba un baile en el castillo. Candelabros, cortinas de terciopelo, los mejores trajes y música, lujos por doquier. Pero, era cierto que había tensión en la sala porque, aunque todos aparentaran comodidad, era perceptible: aroma a humano.
No podía ser cierto, ¿cómo logró un humano escabullirse? Y, ¿cómo logró ocultar su ubicación exacta en un baile lleno de vampiros? Algo estaba muy mal…
Rukia caminó por el centro del salón, entre medio de las parejas que danzaban lamiéndose las comisuras de los labios: un mar de tiburones listo para desmenuzar a la presa.
Buscó a su hermano con la mirada, necesitaba advertirle que había un infiltrado, pero no lo veía ni percibía su esencia por ningún lado. Ella era un destello plateado entre tonos cobrizos, y, cuando el gentío no buscaba al humano, la miraban a ella, la vampiresa que portaba el título de la más hermosa.
Así, tan distraída iba buscando a Byakuya, que no vio al extraño que venía en su dirección y terminaron chocando con sus hombros. Rukia murmuró un "Perdón" sin importancia y quiso seguir adelante, pero el desconocido le tomó la mano y la hizo voltearse, para que lo mirara a los ojos.
-Espera. –Dijo él.
El desconocido tenía un traje majestuoso, al igual que Rukia: una camisa blanca de holanes, pantalón y chaleco ceñidos, con ribetes y botones todo detallado en dorado. Complementado por una media capa al hombro, un sombrero de mosquetero con una enorme pluma de cuervo y, finalmente, un antifaz de plata que ocultaba la mitad de su rostro. Lo único que Rukia podía ver claramente eran sus labios. Y sus ojos, sus ojos color miel… Cuando se dio cuenta que se había quedado petrificada ante él y arrancó su mano de su agarre.
-No deberías tomar la mano de mujeres que no conoces.
-Pero sí te conozco, eres la Duquesa Kuchiki. La Reina del hielo.
Su voz era suave, casi hipnotizante, algo tenía ese hombre que la mareaba.
-Entonces, si sabes de mi rango, menos aún deberías tocarme.
Rukia quería alejarse de allí, pero algo la atraía, y terminó haciendo lo contrario, se acercó más. –Dígame, ¿por qué me ha detenido? ¿qué desea de mí?
Se acercó aún más.
Coqueteó descaradamente con él para dejarlo en evidencia, ya que ningún hombre toleraba su mirada helada. Pero el extraño no retrocedió, sólo señaló su capa, que ahora tenía un rastro de brillos plateados y cristales.
-Visto y considerando que mi capa está arruinada, lo mínimo que usted puede hacer es concederme una pieza como compensación.
Sorprendida por su carácter directo, Rukia accedió, tendiéndole la mano cuando comenzó a sonar el siguiente vals. Nunca nadie le había hablado así, sin miedo por el estrato social… No pudo resistirse a él.
Se dirigieron al centro de la pista, donde fueron observados por toda la concurrencia. Sus movimientos seguían a la perfección el ritmo, gráciles, ágiles y elegantes, parecía que hubieran bailado juntos toda la vida.
-Usted sabe quién soy, sin embargo, quisiera saber el nombre del hombre con el que bailo.
Los ojos del desconocido se desviaron en ambas direcciones antes de contestar: -Soy Ichigo, Kurosaki Ichigo. Y no poseo ningún título para presumir.
Por un segundo pareció nervioso, pero al mismo tiempo era osado; a Rukia le gustaba eso.
-Y, ¿a qué has venido a este baile, Kurosaki Ichigo? Jamás te había visto en nuestras festividades
-Soy nuevo por la zona, vine desde lejos… -Y susurró: -Específicamente, a conocerla.
El desconocido la atrajo hacia sí, y Rukia se quedó sin habla. ¿Quién era exactamente este hombre tan descarado? Se miraron a los ojos y el tiempo pareció transcurrir más lento. Sus pupilas color miel la intrigaban, y se sentía cada vez más ebria de algo que no podía identificar.
-¿De dónde viene?
Rukia no pensaba con claridad: apoyó su cabeza en el pecho del desconocido; la cabeza le daba vueltas. No se estaba comportando como una duquesa, pero no podía controlarse, quería más de él… Un perfume sutil emanaba de este tal Kurosaki.
-Del Este…
Vio su cuello al descubierto, liso, perfecto. Tan hermoso.
Jamás había estado tan cerca de un hombre. Y menos le había interesado acariciar el cuello de alguno, como lo estaba haciendo ahora. La piel de Ichigo era suave y cálida. Tan suave y tan cálida que Rukia sintió deseo. Deseo de incarle los colmillos y ver su sangre brotar a borbotones… Y allí su cerebro hizo click y sintió un escalofrío.
-¿Del Este? Pero ahí sólo hay…
Rukia no pudo terminar la idea porque el vals finalizó y el desconocido la soltó tan pronto como la había tomado. Sus ojos miel habían perdido ese brillo corajudo.
-Duquesa, ha sido un placer.
-¡Espera!
Pero ya era tarde, él había desaparecido entre el gentío.
¿Del Este? Pensó Rukia… Es donde sale primero el sol. Ningún vampiro habitaba por esos lares. Su respiración comenzó a agitarse. Esa danza estaba por volverse un asunto de gravedad, Rukia por fin comenzaba a comprender…
De repente, escuchó el tintineo de una copa, su hermano finalmente aparecía, e iba a dirigirse a los invitados.
-En primer lugar, quería agradecerles a todos su presencia aquí; como siempre, es un placer recibirlos. –Byakuya hizo una pausa y miró a la muchedumbre, intentando medir qué decir... Pero, abruptamente continuó –Y, en segundo, también quería, finalmente, poner cese a sus ansiedades... Es cierto que hay un humano en este baile.
Sus palabras sacudieron el salón y los murmullos fueron instantáneos: "¿Un humano?" "¿Cómo se le ocurre?" "Yo creo que es divertido" "Más bien peligroso" "¡Perdió la cabeza!" "¡Es un ultraje!"
Rukia observaba a cada invitado tratando de desenmascarar al humano, mientras su cerebro intentaba al mismo tiempo descifrar las intenciones de su hermano. El aroma a sangre humana se sentía más fuerte. Él continuó: -El clan Kuchiki ha deliberado, y consideramos que las hostilidades entre las dos especies deben terminar. Un siglo de muerte y miseria han sido suficiente para las dos poblaciones; por eso, nos retiraremos de esta guerra.
El público empezó a gritar, a agitarse, las auras se volvieron densas. Pero Byakuya calló a todos con un resplandor de su poderosísima mirada azul. Nadie iba a desafiar al príncipe en sus dominios: -No obligaremos a nadie a seguirnos, sabemos que la guerra es un asunto que no se resolverá con unas simples palabras y la retirada. Sin embargo, intentaremos demostrar que la paz es posible, dando el ejemplo con una alianza. –Byakuya hizo otra pausa más, observó a Rukia fugazmente y respiró profundo: -Sellada por el matrimonio de dos de nuestros nobles.
Rukia se paralizó. Las piezas del rompecabezas encajaban una a una. Llevó su mano a sus labios y la fragancia embriagadora ya no le resultó placentera.
Detrás de su hermano, y escoltado por varios guardias, apareció la figura que Rukia esperaba, el rostro duro, escondido bajo el sombrero, mas sin antifaz.
Y Byakuya terminó su discurso:
-Así proclamamos el futuro compromiso entre la Duquesa Rukia Kuchiki e Ichigo Kurosaki, príncipe humano.
