Blitzø no era de soñar mucho, pero cuando lo hacía eran siempre pesadillas. A veces eran de cuando había incendiado por accidente el circo familiar, entonces aparecían su madre y Fizzarolli persiguiéndolo entre las llamas verdes, o soñaba con su ex Verosika, lastimándolo con reproches y burlas.

No era nada agradable, pero podía manejarlo apenas despertaba. Lo peor era cuando las pesadillas venían antes de comenzar el día, pues despertar mal lo dejaba el resto de la jornada bastante cansado.

"¿Dónde estoy?" se preguntó a sí mismo, aunque la respuesta vino a su mente de inmediato. Reconocía el lugar: un mundo apagado y desértico, con suelo de barro y cielo gris, el cual había aparecido en medio de pasadas alucinaciones, las que habían sido inducidas por esos ridículos humanos que lo habían capturado hace un tiempo.

Pero no estaban Fizzarolli, tampoco Verosika ni el vaquero intrépido Striker. Solo las escaleras y el trono que había visto la vez anterior, en esta ocasión lucían desgastados, como si fuesen ruinas.

Entonces sonó el viento.

— Blitzy… —creyó escuchar el imp en medio de la corriente. Apenas se oía, pero reconoció la voz.

— ¡Stolas! Creí que no había nadie por aquí, ¿dónde estás?

Subió por las escaleras, pero apenas llegó arriba no había nadie. Volteó y vio que sus pasos habían dejado plumas, las que antes habían sido doradas la primera vez que alucinó. Acá eran negras como el barro del suelo.

— ¿Son tuyas? —preguntó al aire, y este rio —Stolas, deja de jugar y ven.

El viento o alguna fuerza extraña reunió las plumas al pie de la escalera, dándole forma a una silueta amorfa.

— Mírame —dijo la sombra. Se movía como si quisiese darse una forma definida, pero al mismo tiempo le estuviese costando.

— Mírame —volvió a decir. Definitivamente era Stolas, con la voz distorsionada pero ahí estaba. El príncipe tardó un poco en darse forma a sí mismo, primero se convirtió en un ave monstruosa negra como la noche, tan grande que Blitzø creyó que iba a acaparar todo ese mundo, y apenas pudo encontrar su forma común cayó de rodillas como si le doliese algo. Blitzø corrió escaleras abajo.

— ¡¿Qué te pasa?! —el imp sujetó a los hombros a Stolas, quien tenía los ojos cerrados y líquido negro le caía por los párpados como si fuesen lágrimas de alquitrán —¿Qué tienes? ¡Dime!

— ¡Mírame!

Y abrió los ojos.

O más bien lo que quedaban de estos, que era nada. Blitzø cayó hacia atrás, horrorizado.

— ¡Solo mírame, Blitzy! —siseó Stolas. Su voz seguía siendo sedosa, pero la distorsión le daba un tono amenazador. Una sonrisa macabra le cruzaba el rostro.

— ¡No, esto no puede estar pasando!

El imp dio la vuelta, buscando escapar de esa mirada negra, donde antes había el par de ojos rojos que siempre brillaban cuando estaban juntos. Sin embargo, el príncipe hizo aparecer unas cadenas, que antes habían sido doradas, ahora eran oscuras como las plumas y el fondo de sus cuencas vacías. Jaló, atrayendo para sí a Blitzø, quien luchó en vano, puesto que la fuerza de un demonio de baja categoría no era nada al lado del poder de un Goetia.

Stolas se aferró a su cuerpo con desesperación, sin apartarle la mirada vacía. Blitzø intentaba desviar verle, pero la mano del príncipe lo obligaba.

— ¡Mírame Blitzy!

— ¡No! —lloró Blitzø. Cerró los ojos, las lágrimas le quemaban la cara como ácido.

— ¿Blitzø?

El agarre de Stolas se sintió más suave, aunque seguía siendo firme. El imp mantuvo los párpados cerrados, temiendo encontrarse con la mirada sin ojos del Goetia.

— ¡No! ¡Es mi culpa! ¡Es mi culpa!

— ¿Qué? —susurró angustiado el demonio búho. Limpió las lágrimas de Blitzø con una mano mientras lo acunaba con la otra — ¡Shhh! Aquí estoy.

Lentamente, el imp abrió los ojos. Apenas había luz en la habitación, solo brillaba la luna llena y un par de ojos rojos en medio de la oscuridad, que lo miraban con preocupación.

Sintió una punzada de alivio mezclada con culpa, y aunque quería fingir que estaba bien, no pudo.

— ¡Oh, Stolas! —dijo Blitzø, ahogando en llanto entre las plumas del pecho del príncipe —¡Perdóname!

— Ya… shhh… fue solo una pesadilla. Todo está bien, mírame.

Todavía agitado, el imp buscó la mirada de Stolas. Solo lo hizo unos cuantos segundos, porque estando abrazado a él en a la cama no se pudo resistir en darle un beso.

— Creo que no debí contarte que Striker me quería sacar los ojos cuando me secuestró…