o
- Y no tienen idea de lo difícil que fue. - contaba animado Jacob. - El maldito no dejaba que me llevara los expedientes.
- Debiste golpearlo, eres cinturón negro y no utilizas tus habilidades. - lo criticó Leah.
- Leah no todo son golpes. - replicó.
Y ahí empezaba otra discusión sin sentido que sus compañeros de trabajo solían tener. Bebió de su café mientras fingía escucharlos atentamente. Todos los días eran así a esa hora, tomaban el café en los sofás mientras discutían alguna tontería.
- ¿Edward podría prestarme su arma? Necesito acabar con esta mujer que me irrita hasta volverme loco. - le comentó Jacob apenas Leah se alejó para contestar una llamada.
- Sabes que la quieres. - se burló omitiendo el comentario sobre su esposo.
- Pero me vuelve loco.
- Así es el amor.
- ¿Edward también te vuelve loca? Yo los veo bastante tranquilos, llevan siglos casados.
- El matrimonio llega a un punto donde se asienta porque nos conocemos demasiado bien. Cuando éramos novios si me volvía loca, no quería decir algo que arruinara todo porque siempre vivíamos al límite.
- Leah me pone nervioso. A veces me hace sentir inseguro con su forma de ser.
- Le gustas y te quiere, eso es todo lo que debe importarte.
Jacob le sonrió agradecido. Ellos llevaban muy poco tiempo juntos pero se notaba que el amor entre ellos crecía de manera sana y fuerte. Ella estaba muy feliz por ellos.
- Oye deberíamos ir otra vez al bar de los Hale. Llevamos mucho tiempo sin ir. - propuso Jacob con una sonrisa animada. - No creo que Edward se niegue a beber con nosotros un sábado por la noche, debe olvidar su uniforme por un día.
Bella le sonrió por educación.
- Creo que le toca patrullar.
- Oh vamos Bells, entonces el viernes.
- Jake... - iba negarse.
- Mejor le pregunto a él. Mi amigo me dirá cuando.
Confundida lo vio esquivarla para acercarse a un invitado a su espalda.
Edward llevaba su uniforme de la policia y en las manos traía un ramo de rosas blancas.
Los hombres se saludaron y rieron por un chiste privado. Luego la mirada de su esposo se trabó en la suya.
- Hola amor. - la saludó con una gran sonrisa. - Te extrañaba.
Sorprendida se dejó abrazar y luego besar con mucha ternura. Para Jacob fue un encuentro cursi y puso los ojos en blanco, posiblemente creía que Edward exageraba al decir que la extrañaba ya que él creía que aún vivian juntos. Cuando en realidad Bella no lo había visto todo el fin de semana y parte de esa semana.
- ¿Qué haces aquí? - algo nerviosa vio como sus compañeros de trabajo los observaban curiosos.
- Te extrañaba. - insistió con una sonrisa triste. - Perdona por aparecerme así. No podía esperar a que contestes el teléfono. Sabes que me pone nervioso cuando me ignoras así.
- Planeaba ir el viernes. - susurró tirando de él para meterse en su oficina.
- No, no podremos vernos el viernes. - suspiró él dejando el ramo sobre su escritorio. - Me asignaron un caso y...
- ¿Tienes que estar de incógnito?
- Si. - gruñó molesto. - Pasaré unos días infiltrado en un barrio donde posiblemente este el comercializador principal de droga.
- Comprendo. - no pudo evitar sentirse preocupada. - Debes tener cuidado.
Edward sonrió por sus palabras.
- Claro que si cariño, por ti cuidaré de mí.
Bella suspiró al escucharlo y se acercó a acomodar su camisa ya que estaba mal planchada, tenía una arruga cerca al cuello. Ella siempre había sido perfeccionista y nunca antes había permitido que su marido caminara por las calles de esa manera.
- No soy tan bueno en las tareas domésticas. - le recordó sonrojado. - Me malcriaste muchos años.
- Es verdad. - admitió ya que ella se ocupó de él y sus necesidades por años.
Edward aprovechó su cercanía y la abrazó contra su pecho.
- El departamento tiene tus toques por todos lados, es un infierno ver cada detalle y que eso me recuerde que ya no estas viviendo conmigo.
- Múdate. - contestó simple y bastante insensible.
- No. - replicó. - Es nuestro hogar.
- Yo tengo mi propio lugar y si te molesta la decoración puedes...
- Bella sabes bien que no tiene nada que ver la decoración en todo esto. - suspiró molesto. - Te extraño y te necesito conmigo.
- Edward...
- ¿Piénsalo, si? - suspiró él besando su frente. - Pensaba que podemos colocarle a la ducha esos chorros de hidromasaje que hace años querías.
- No me parece buena idea. Tú mismo dijiste que la estructura de las paredes quedaría dañada si hacíamos un cambio así.
- Exagere. - le aseguró encogiéndose de hombros.
Bella suspiró poniendo los ojos en blanco. Le había mentido antes para variar.
Edward la miró expectante hasta que bajo los hombros derrotado.
- ¿Quieres ir a cenar esta noche? Podemos hablar de otras variaciones para el departamento.
- Estoy agotada. No creo que sea buena idea.
- Entiendo... - el hombre la abrazó y enterró su rostro en su cuello. - ¿Ahora no tienes tiempo para mí? Puedo ser muy silencioso y rápido.
- Estoy trabajando. - le recordó pero aún así sintió su mano bajar por su pierna derecha.
- Eso antes solía ser un aliciente. - tomo su mano con delicadeza y la llevó hacia su pantalón. Debajo sintió la dureza de su miembro.
- Estoy en esos días... - mintió rápidamente cuando empezó a dejar besos en su cuello.
- No lo estas. - afirmó seguro. - Eres regular, Bella llevamos juntos años y claro que sé cuando estas disponible.
Suspiró frustrada.
- No es lugar ni momento.
- Nunca antes nos han descubierto y podemos hacerlo en tu baño si eso te parece más seguro.
- No. - se alejó cuando quiso besarla. - Debes volver al trabajo y yo también.
- ¿Quieres que vuelva así? - ajustó su mano a su miembro. - Te necesito.
- Puedes ocuparte solo de eso. - alejó la mirada. - O pueden ayudarte a hacerlo... - termino de agregar esas palabras y el agarre en su mano desapareció.
Silencio.
Bella no se atrevía a mirarlo. Se suponía que ya había pasado esa etapa de reproches, Edward había suplicado demasiado para que se detuviera. Había llorado más de una vez luego de que ella le indicara que podía pudrirse en el infierno. Lo había insultado todos los días que había aparecido fuera de su oficina con un ramo de flores en las manos. Había ignorado también todas sus llamadas y había tirado a la basura cada caja de chocolates que le había enviado. Si alguien sabía como insistir era Edward Masen, había hecho de todo para lograr que ella volviera a hablarle y había admitido después que sus palabras realmente lo habían lastimado. Su seguridad había perdido fuerza pero ella no lo podía creer hasta que vio a la persona nerviosa en la que se había convertido.
- ¿Puedo pasar por ti esta noche? - preguntó alejandose un paso de ella.
- Edward ya te dije...
- Es mi cumpleaños. - susurró él metiendo sus manos a sus bolsillos. - Tenemos que celebrarlo.
Dios. Lo había olvidado totalmente. Sorprendida revisó su agenda.
- Lo olvide. - no podía creerlo. Ella jamás lo había olvidado antes. Edward si solía olvidar la fecha del cumpleaños de ella así que de manera discreta le mandaba pistas un día antes. Sin embargo, ella jamas habia olvidado su cumpleaños.
- No importa. - admitió él pero se notaba dolido. - Planeaba llevarte a cenar pero si tienes otra idea...
¿Era correcto celebrar su cumpleaños juntos? ¿Siquiera ellos seguían juntos? No podía contestarlo. Nadie aparte de ellos dos sabían de sus problemas y habían fingido muy bien tener la misma vida que meses atrás tenían.
- Bella... - suspiró él acercándose. - Por favor, podemos hacer esta ocasión especial. Un nuevo comienzo... no lo sé.
- No es buena idea. - concluyó suavemente. - No estamos juntos, no soy quien debe acompañarte en esta fecha. ¿Tus padres no vendran?¿Rose?
Edward se detuvo en lo que iba a decir.
- Estamos juntos. - replicó molesto. - Por supuesto que lo estamos. No vives conmigo pero mi cama es tuya y la usas siempre que lo deseas. Estamos juntos.
- Edward el sexo...
- Es base de una relación hacer el amor, porque eso te hago cada vez que me buscas. Te doy exactamente lo que quieres de mí así sea sólo mi verga.
- Dios... - replicó al escucharlo.
- ¿Sólo eso no es verdad? Te he llamado y suplicado miles de veces por ir a cenar o al cine pero jamás has accedido, pero si te digo que estoy duro y en el departamento si quieres verme.
- Eres un cerdo. - se sintió insultada por sus palabras.
- Lo soy. Por supuesto que lo soy. Un cerdo que se desvive por ti. Que te va a coger cuando y como tú quieras.
- No soy la única.
Edward cerró los ojos por el golpe y se detuvo.
- No eras la única. - admitió y las lágrimas aparecieron en los ojos de ella. - No tienes idea de como me pesa ese error. Pero ahora eres la única persona que me llevo a la cama.
- Eso me hace sentir mejor. - respondió sarcástica.
- Bella. - respiró hondo. - No sé que decirte. Ya te he dicho más de una vez que te amo y que nunca volveré a cometer el mismo error. También he suplicado hasta lograr que volvieras a hablarme y he tenido que soportar un montón de insultos tuyos hasta que pudieras desforgarte. ¿Qué más hago? ¡Estoy desesperado!
- No lo he superado Edward. Me traicionaste.
- Lo sé.
Derrotado retrocedió. Bella no dijo nada sólo se dedicó a mirarlo hasta que él sacudió su cabeza y volvió a hablar.
- Estaré en el departamento esta noche. Puedes venir a la hora que sea. Te aseguro que no dormiré hasta verte llegar. - se pasó una mano por sus cabellos. - Adiós Bella. Te dejo trabajar.
Salió dejándola sola. Leah entró casi inmediatamente.
- ¿Qué sucede? Parecía molesto.
- Olvide su cumpleaños. - confesó.
- ¡Oh por Dios! - Leah parecía sorprendida. - Pero si todos los años demoras un mes en buscar el regalo perfecto.
- No lo sé. Supongo que he tenido mucho trabajo y lo olvide.
- Bueno tienes que compensarlo. Incluso vino aqui a sorprenderte con un regalo. Debió ser al revés.
- Sólo me trajo flores.
- Debes sorprenderlo en tu departamento. - pensó un segundo. - No tienes tiempo de buscar un mejor regalo. Serás tú. Iremos a una boutique de lencería y buscaremos lo necesario.
- Leah...
- No. No te negarás. Mi amigo merece ser compensado.
¿Compensado? Él merecía que le cortaran las bolas por ser un maldito traidor que no supo como mantener su verga en sus pantalones.
- Bien. - aceptó porque no diría lo que su mente gritaba.
Llegó deliberadamente temprano a su departamento. Saludó al portero que llevaba años trabajando en el edificio, sus vecinos también la saludaron cuando se cruzaron en el pasillo. Nadie sospechaba que ya no vivían juntos.
Al llegar a su puerta tocó suavemente con sus nudillos, al no tener respuesta probó con el timbre. No había vuelto a usar sus llaves desde que se mudó.
El timbre sonó y le pareció extraño que Edward no abriera inmediatamente. Intento de nuevo.
De pronto escuchó una discusión adentro. Cerró los ojos al identificar las voces.
- ¡No! - gritaba su marido mientras su amante abría la puerta.
La muy descarada le sonrió al verla.
- Hola Bella.
- Tanya. - prácticamente escupió su nombre.
- Estabamos hablando del bebé, perdón por demorar en abrir estabamos en la habitación.
- La habitación de invitados. - agregó el hombre que en ese momento tiraba de sus cabellos. - Ya se iba. De hecho le indique que no podía venir hoy pero no me hizo caso.
Tanya molesta por sus palabras giró a verlo.
- No deberías tratar así a la madre de tu hijo. Supuse que querías pasar tu cumpleaños con tu bebé.
- Ya vete Tanya. No te quiero aquí. No sé que demonios intentas viniendo. - gruñó exasperado.
Bella siguió viendo el intercambio en silencio.
- ¡Quería ver la habitación de mi hijo!
- No hay ningún bebé para llenar esa habitación. Así que deja de decir estupideces.
- ¡Ya deberías tener una cuna!
- Me iré Edward. Arregla tu mierda. - Bella giro dispuesta a irse.
- ¡No! ¡No! ¡No! - su esposo se interpuso en su camino y la empujó dentro del departamento. - Tú te quedas. Ella es la que se va.
De pronto estaba en la sala del departamento mientras su esposo echaba a gritos a su amante que le reclamaba su falta de compromiso con su embarazo.
- ¡Te dije que abortes! - le gritó tan fuerte que hasta Bella se estremeció.
La mujer rubia y que en su momento fue puro fuego en la discusión, se detuvo y lo miró herida.
- Eres un maldito Masen. - le aseguró dolida. - Mi hijo te odiará. Prometo que no te va a amar.
- No me importa. - admitió. - Yo te dije que fue un error, pero tú quisiste seguir con el embarazo. No me obligarás a involucrarme. Te daré la maldita pensión que corresponda, me haré cargo pero no esperes más.
- ¿Cómo puedes ser así? Tan frío. Es tu hijo.
- Nunca debí concebirlo. Estaba casado. Mi mujer es la única que debía darme hijos, tú no.
Tanya se quedó callada.
Nunca antes había visto esta versión de Edward. Llevaba exactamente seis años casada con él y jamás se imagino esa reacción de su parte. No pudo evitar acercarse y tomó el brazo de Edward para tranquilizarlo.
- Tanya es mejor que te vayas. En tu estado no deberías exponerte a esta clase de discusiones. - le indicó suavemente.
- Te vas a arrepentir Edward.
- Lárgate. Eres el peor error de mi vida. - insistió el cobrizo. - Te detesto.
- Edward basta. - lo detuvo tomando su cintura. - Vamos a tu habitación.
Cedió a sus suaves empujones hasta que llegaron a la puerta.
- Deja que se vaya. - él le pidió. - Quédate conmigo.
- Estas demasiado alterado y ella también. Hablaré con ella y le pediré un taxi, puede sufrir un aborto por la fuerte impresión.
Respiró hondo antes de enfrentar a su peor enemiga. La mujer estaba temblando en la puerta del departamento, se aferraba a su bolso mientras lloraba.
- Tanya te pediré un taxi. No puedes irte así.
- Él debería amarlo. - susurraba dolida. - Él debía tener su habitación lista y un asiento en su coche.
- Aún no asume su paternidad. - le recordó sintiendo un poco de empatía.
- No era así. Él era un hombre sensible... él era diferente...
- Nunca lo conociste realmente.
- ¿Y tú si?
Bella sonrió cínicamente.
- No. Por supuesto que no, si lo hubiera conocido no me hubiera sorprendido que me engañara con mi hermana.
o
Actualización! Ya deben saber de que va la historia!
Diganme sus teorias y opiniones. Toque un tema delicado y quisiera ver sus opiniones.
Saludos
