Tanya se había marchado.

Llevaba meses sin verla y podia asegurar que se veía demacrada. Por lo que había escuchado en casa de sus padres era debido a que llevaba un embarazo complicado, no lograba comer sin vomitar.

Subió al que fue su departamento en silencio, concentrada en el camino ya que no quería dejar penetrar en su mente pensamientos negativos acerca de la situación que acababa de vivir.

Edward la encontró en el camino.

- Iba a ir a buscarte. - confesó. - Pensé que te habías ido.

Suspiró mirándolo y siguió su camino hasta que entró en el departamento.

- Te juro que la he echado cada vez que vino a buscarme. Me tiene... ¡argh!

- Esta embarazada. - le recordó. - No pueden discutir así. Lastiman al bebé.

Edward se sentó en el sofá y prendió el equipo de sonido, los altavoces inundaron el lugar con música lenta y romántica.

- Edward. - lo llamó. - No finjas que no me escuchas. Tu hijo va a nacer y sé que nada de lo que dijiste lo sentías en realidad.

- No quería ser papá. - gruñó. - Sabes que los niños no me gustan, además no es tuyo.

- Él no tiene la culpa de nada.

- No la tiene pero Tanya lo usa para joderme, desde que se enteró de que estaba embarazada no ha dejado de hostigarme.

- Estas metido en un gran problema y la verdad no sé como vas a solucionarlo. Mis padres tienen que saberlo y me asusta como van a reaccionar.

- No me obligarán a dejarte, no somos niños. Me haré cargo del bebé pero no me obligaran a estar con su berrinchuda hija.

- No creo que piensen que pueden obligarte a algo así pero tienen que hablar. - suspiró abatida. - Dar explicaciones... Dios...

- Tranquila. - preocupado se acercó a ella. - Sé que debemos hacerlo pero Tanya... sólo habla del bebé y sus necesidades. No habla de como le diremos a todos. - puso los ojos en blanco.

- Mis padres no la asustan. - gruñó. - Ellos estan felices de ser abuelos. No sé si la idea de que tú seas el padre ensombrezca tremenda alegría.

- Siempre quisieron nietos. - recordó el cobrizo.

- Si... - resopló ella molesta. - Su gran sueño.

Luego de eso quedaron en silencio. Cuando se casaron tenían claro que tendrían hijos, a Bella le gustaban los niños y Edward no tenía problema en dárselos apesar de que no le gustaran los niños. Durante años pospusieron engendrarlos por sus respectivas carreras prometiendo que cuando sus carreras les permitieran tiempo libre se harían padres, cosa que jamás pasó. Sus trabajos se volvieron cada vez más absorbentes hasta llegar al punto de no verse por días a pesar de seguir compartiendo cama. Sus respectivos padres les reclamaban los nietos tan esperados pero ellos no tenían el tiempo necesario para tenerlos.

- ¿Quieres ir a cenar? - le susurró Edward de pronto sacándola de sus pensamientos.

De pronto recordó que era su cumpleaños. Habían celebrado juntos durante ocho años seguidos. Ya no recordaba como fue la última vez que celebro un cumpleaños soltera.

Tenían cinco años de casados, la foto de su boda estaba en el centro de mesa de la sala.

- No. - admitió. - No tengo hambre.

Edward paso su mano por su rostro en un gesto de cansancio. Después respiró hondo y se acercó a ella. Rodeó sus hombros con su brazo y la besó.

Besarlo era tan natural y conocido que se sorprendió cuando él adquirió un ritmo frenético demasiado pronto para el que estaba acostumbrada. Su mano se filtro entre su ropa buscando su pecho y apretó su pezon. Gimió por la presión. Edward tiró de su cuerpo hasta recostarla en el sofá.

No era la primera vez que tenían sexo en la sala de su departamento. Muchas veces sucedió durante sus años de casados pero era la primera vez luego de su engaño. Todas las primeras veces luego de eso habían sido incomodas.

- Tengo un condón en la billetera, no te preocupes. - comento abriéndose el pantalón. Posiblemente creyó que su tensión se debía a eso. Edward ajeno a su molestia siguió desvistiéndola.

- Me encantas. - le susurró él cuando traslado sus besos a su cuello pero ella lo detuvo empujándolo .- ¿Qué sucede?

- Nada.

El cobrizo la observó con atención.

- ¿No quieres hacerlo?

- Creo que la situación alteró mis ánimos.

Edward gruñó y se alejó.

- Maldita Tanya. - se quejó acomodándose la camisa.

Bella observó el lugar mientras se acomodaba la ropa. Unas velas sin encender estaban por todos lados y un ramo de rosas adornaba la mesa de centro.

- ¿Estas bien? - suspiró de pronto Edward. - No quería que este día se arruinara así. Yo... ya te dije antes que desearía cambiar todo lo qué pasó y arreglar lo que estaba mal en nuestro matrimonio en ese momento. Yo también quiero que sepas que mi hijo no será parte de mi vida porque no soy capaz de ponerte en la mala situación de tenerlo como recuerdo.

- Será mi sobrino.

- No tienes que verlo.

- No es posible, es mi familia. No existe manera que finjas que no existe, siempre será tu hijo y lo abandonas porque no quieres aceptar tu error.

- Oh si que acepto que engendrarlo fue un error y me haré cargo, nada le faltara.

- Le faltarás tú. El dinero que tendra para crecer no significa nada sin ti. Tanya será un desastre de madre y tú no estarás. El niño viene condenado a este mundo.

- Yo le dije a Tanya que aborte. Es cruel que él venga a un mundo donde sus padres no podrán cuidarlo apropiadamente pero ella se negó.

- Tienes que dar lo mejor de ti. - insistió ella. - No puedes abandonarlo.

- No lo estoy haciendo, cumplire mis obligaciones.

- La más importante es cuidar de él.

Edward suspiró tenso.

- No quiero ser su papá.

- Ya lo eres.

El cobrizo hizo una mueca.

Bella lo miró con pena. Sabia que dentro de esa coraza de hierro había un hombre con el corazón dividido. Estaba sufriendo por la situación y estaba frustrado al no encontrar soluciones.

- ¿Puedes quedarte esta noche? - le pidió de pronto. - Sólo me gustaría dormir junto a ti llevo meses sin poder dormir. Dejaste un poco de ropa, mañana puedes ir a trabajar con ella. - le recordó él. - Sólo quédate una noche, esta noche.

Bella lo pensó largamente.

- No creo que sea buena idea. No quiero confundir nuestra situación.

- Yo no me confundiré. Lo tomaré como si me hicieras un favor, no me crearé esperanzas.

- Ed...

- Sólo hoy. Mañana puedes volver a pisotearme. - con amargura replicó.

- Edward. - gruñó.

- ¿Si o no?

- No, no aceptaré tus presiones.

El cobrizo no la miró sólo asintió en silencio.

- Lamento no ser el hombre que mereces. Y lamento no ser lo suficiente valiente como para dejarte ir.

o

Gracias por el recibimiento a esta historia. Cuentenme que les parece la trama.