Día 534 del Eclipse

Seis días de haber despertado y Asami amenaza con poner mi vida de cabeza. No conforme luego de atacar al viejo en la playa ahora quiere darme un itinerario repleto de actividades que abarcan desde el amanecer hasta el anochecer sin ningún tiempo para descansar. La mujer me trata como si no me faltará una pierna ¿De verdad hace falta que se lo recuerde? Y yo pensaba que Piandao era demandante...

No sé por qué debería entrenar para poder aprender sobre mi pasado. Si antes llegué a ser una guerrera, es obvio que esos días jamás volverán para mí.

Lo peor de todo es que no he logrado hacer que me cuente nada, es como si luego de la pelea hubiera decidido guardar silencio. Yo lo culpo todo al tiempo que pasa con Gyatso y los otros monjes, seguro le dijeron algo sobre mi vida antes de que ella llegara a la isla y luego de enterarse de que Piandao solía ser mi amigo decidió no contarme nada más. No es mi culpa que mi falta de memoria me impidiera reconocerlo como a un enemigo.

No sé si se encuentra sometida a algún tipo de castigo impuesto por los monjes pues ahora no hay hora del día que no se encuentre acompañada por ellos, es lógico que Gyatso haya tomado medidas en el asunto luego de lo que ocurrió en la playa, pero dudaba que gente tan tranquila tuviera la capacidad de ser tan severos como para privar a alguien de su libertad de una manera tan indirecta. De igual forma a la forastera no parece molestarle la constante compañía de los monjes, la he visto hablando con ellos de forma entusiasta, durante la comida o cuando desaparece con ellos en uno de los salones del templo.

Creí que ella sería la respuesta a todas mis preguntas, pero no es así, mi supuesta aliada encuentra a la gente del pueblo más entretenida que a mí.

Lamentablemente ella no es mi única fuente de preocupación, supongo que por eso siento como si tuviera la cabeza llena de aire. Han pasado once días desde que me aparté de los chicos y me siento algo aislada del resto de la gente. Vivir en el templo con los monjes no está mal, pero no es lo mismo. Los extraño, Ikem sabía cómo hacerme sonreír y Shoji siempre estaba ahí para brindarme compañía cuando me sentía mal.

Si me pongo a pensar bien puedo decir que la persona a la que en verdad le debo la vida es a Ikem. Sus habilidades curativas fueron las que evitaron mi muerte, eso y su perseverancia. Su rostro es el que recuerdo a mi lado durante los peores días de mi recuperación, lo veía sudando con los ojos llenos de incertidumbre mientras les ordenaba a los monjes cambiar el agua de las cubetas que había al lado de la tina de madera en la que me encontraba sumergida. Luchó tanto por mantenerme viva y por aplacar mi dolor que me resulta imposible decir que la experiencia fue solo mía.

Los he estado observando de lejos, ambos traen alimentos al templo para que los monjes me los entreguen y yo no puedo más que hundirme en mi frustración. Quisiera tener mis recuerdos para saber bien lo que ellos representan y poder tomar una decisión a conciencia.

Piandao luce mejor, los moretones son vistosos sobre su piel, pero la inflamación ya bajó por completo. La paliza no pareció afectarle en lo absoluto, continuó su rutina como de costumbre y no volvió a quejarse. Tan callado como siempre se niega a compartir su dolor incluso luego de haber sido lastimado físicamente. Ikem pudo haberlo curado con su agua control, pero a juzgar por su cara es obvio que rechazó la ayuda.

De verdad me impactó ver el daño que Asami fue capaz de causarle con solo un par de golpes, es obvio que tiene conocimiento en esto de las peleas... me pregunto si Piandao hubiera salido vivo de aquel encuentro si Gyatso no hubiera estado ahí para detenerla. No creo necesitar más evidencias para dar por hecho que el mundo más allá de nuestra isla es realmente temible. Asami pelea del lado del Avatar, pero cuando su mirada se oscurece, me resulta difícil distinguir la diferencia entre el lado bueno y el malo.

La noticia de que Piandao logró matar a un Avatar me cayó de peso, batallé para dormir por dos noches enteras, aún no logro asimilar que la persona que me rescató es capaz de hacer algo tan malo. Me siento como una niña rodeada de secretos que los adultos guardan para mantenerme a salvo. Si tuviera mis recuerdos la gente no me tendría tanta consideración.

Me pregunto... si tuviera mis recuerdos ¿yo también habría castigado a Piandao como lo hizo Asami?

Debo convencerla de contarme lo que sabe, no puedo dejar que ella se vuelva como el viejo gruñón y decida esconderme la verdad con tal de "ahorrarme el sufrimiento". Como si andar por la vida sin tener noción de mi identidad fuera mejor que conocer la realidad de mi existencia.

Eclipse.


La morena guardó la libreta en el morral de tela que pendía de su cadera y se puso de pie. Con renovada determinación salió de su escondite entre el espesor de la jungla y se encaminó hacia la plaza del pueblo en dónde Asami solía ir a comer en compañía de los monjes.

Eran las dos de la tarde, si bien no había pasado mucho tiempo con Asami durante los últimos días, Eclipse se había tomado la molestia de observarla y aprenderse la rutina que solía seguir casi a diario por lo que encontrarla no le resultó para nada difícil.

- Eclipse ¿te unes a la comida? - La saludó Gyatso antes de que Asami si quiera notara su presencia. A decir verdad, la ojiverde parecía evitarla casi tanto como ella la había intentado evitar hasta el momento. ¿De verdad se sentía lista para escuchar la verdad que hasta ahora parecía pesar sobre su "aliada"? después de todo, Asami había mencionado que ambas habían intentado salvar a uno de los hijos del Avatar Aang mientras sus ojos delataban una profunda preocupación que de alguna manera se relacionaba con ella.

¿Sería que Eclipse de alguna manera había estado relacionada con la familia del Avatar?

Llevaba un par de días pensando al respecto y aquella parecía ser una explicación razonable, por eso el comportamiento de Asami había cambiado tanto luego de la pelea con Piandao y de enterarse de lo que él le había hecho al Avatar pasado.

- Solo si a mi plato le añaden pescado. - Condicionó dejándose caer en el espacio que había enseguida de la ojiverde. Sentados sobre un banco de madera frente a una mesita bajo la sombra de un árbol los monjes compartían pequeñas pláticas insignificantes y despreocupadas como de costumbre. - Hola. - Decidió dirigirle un breve saludo a la pobre mujer que pronto comenzaría a atormentar. Solo necesitaba que los monjes terminaran de comer para alejarla de ellos y poder conversar en privado.

- Buenas tardes. - Como de costumbre Asami le dirigió una pequeña pero satisfactoria sonrisa. La forastera la veía con cariño, algo que Eclipse era incapaz de ignorar pues aquella dulce mirada siempre parecía despertar una colmena entera de abejas-mariposa en su estómago.

- ¿Aún no me dirás nada sobre mi pasado? - Comentó desviando la mirada para aliviar el efecto que aquellos profundos ojos verdes tenían sobre ella. Resultaba abrumador tener que lidiar con una mujer que además de intimidantemente también era innegablemente bella.

- Me he estado preparando para contarte algo importante, no quiero que pienses que mi intención es ocultarte tu pasado. - Asami volvió la mirada hacia el plato a medio comer que tenía frente a ella. - Pero quiero que tengas en mente que va a ser algo difícil de asimilar. - Suspiró.

- ¿Estuve relacionada con el Avatar de alguna manera? ¿Pertenezco a su familia? - Intentó adivinar, pero la forastera se limitó a negar con la cabeza sin levantar la mirada.

- Todo a su tiempo. - Gyatso comentó antes de llevarse un trozo de verdura a la boca.

- ¡Ya he esperado demasiado! - Renegó sin poder evitarlo. Su vida estaba de cabeza, peor de lo que había estado en el pasado pues ahora había perdido las tres amistades más valiosas que había logrado desarrollar hasta el momento y su nueva aliada parecía tentada a seguir el mismo camino de secretismo que Piandao había tomado desde el inicio.

- Escucha. - Asami intervino sin mostrarse sorprendida por su repentino despliegue de emoción. - He estado investigando sobre tu pérdida de memoria para ver si existe remedio. - Pausó asegurándose de que la morena estuviera prestando atención. - Se conoce como amnesia y se puede dar de distintas formas... - Suspiró pesarosa. - Al parecer tu padeces un tipo de amnesia que no te permite recuperar tus recuerdos después de sanar de la lesión que te hizo perderlos. - Pausó.

- Si bueno, ya he vivido un año y medio así. Las esperanzas las perdí hace mucho. - Eclipse resopló viendo como uno de los monjes colocaba frente a ella un plato de arroz con verduras y otro con un filete de pescado asado. - Gracias. - Gruñó bajando la mirada en un intento por evitarle al joven la interacción con un rostro lleno de emociones negativas.

- Aún hay una manera de que recuperes tus recuerdos. - Asami añadió volviendo a capturar la atención de la joven morena quien la observaba con escepticismo. - Visitar el árbol del tiempo en el mundo espiritual...

- Espera. - Eclipse la interrumpió de golpe. - ¿De dónde sacas todo eso que dices? - Cuestionó arqueando una ceja. La idea sonaba descabellada, los únicos capaces de cruzar al mundo espiritual habían sido monjes muy destacados a lo largo de la historia de la isla. Actualmente no existía ningún monje capaz de cruzar hacia aquel legendario mundo de los espíritus. Eclipse había escuchado a Gyatso y sus enseñanzas las suficientes veces para saber que lograr semejante hazaña no era algo que cualquiera pudiera hacer.

- ¿Tu tuviste algo que ver en esto? - Señaló al viejo monje quien sorprendido por la acusación se encogió de hombros y negó con la cabeza en un gesto que resultaba difícil juzgar como fiable o sospechoso.

- Escúchame. - Asami la sujetó por la barbilla para forzar el contacto entre sus miradas lo cual volvió a revivir el nerviosismo que Eclipse había logrado apaciguar hasta el momento. - ¿Cómo quieres que te cuente más cosas si no puedes si quiera confiar en lo que digo? - La acusó sin despegar sus severos ojos de los de ella.

- Es una locura. - Intentó renegar, pero la voz le flaqueó y por un instante sus ojos se desviaron hacia los suaves labios de la ojiverde lo que terminó por hacerla sonrojar. ¡Ese no era el momento para dejarse llevar por tonterías! Se escarmentó mentalmente y removió la mano que la sujetaba.

- ¡Jamás he logrado meditar! ni un poco. ¿De verdad pensaron que era buena idea decirme que cruzar al mundo espiritual era el secreto para recuperar mis recuerdos? es como decirme que si logro correr eventualmente me crecerá otra pierna. - Logró desafiar a la forastera a pesar de sentir que el corazón le retumbaba en los oídos de lo rápido que le latía.

- Yo puedo ir y venir del mundo espiritual. - Asami aclaro. - Y te puedo enseñar. - Añadió.

- Es cierto. - Gyatso confirmó cuándo los dudosos ojos de la morena volvieron a posarse sobre él en busca de confirmación.

- Soy pésima meditando. - Se sintió con la necesidad de recordarles.

- No hay prisa. - La ojiverde bajó la mirada. - Igual la isla ya se alejó demasiado del antiguo Reino Fuego, por más que quiera no voy a poder volver a casa a tiempo para evitar preocupar a mi gente. - Concluyó desanimada.

Claro, Asami tenía gente que la esperaba fuera de la isla, se recordó sintiéndose un tanto decepcionada. Todos tenían a alguien, todos menos Eclipse, pensó con cierto recelo.

- Creo poder pedir la ayuda de los espíritus para salir de la isla. - Retomó la conversación. - Pero no me puedo ir sin ti y no te puedo sacar de aquí sin antes prepararte un poco para lo que hay allá afuera. - Pausó. - No será fácil, pero prometo que te ayudaré a recuperar tus recuerdos. - Le aseguró.

¿Quién demonios era esa mujer? Se preguntó evitando aquellos ojos llenos de determinación. Resultaba evidente que no era una persona cualquiera, era obvio que las experiencias que había vivido a lo largo de los años pesaban sobre sus hombros y le otorgaban sabiduría. Asami daba la impresión de ser una persona acostumbrada a liderar a otra gente, de su mirada emanaba una seguridad tal que era capaz de contagiar a los demás con relativa facilidad.

Podía ser algo ridículo, pero a la morena no le cupo duda alguna. Si Asami decía que así era, entonces existía la posibilidad de recuperar sus recuerdos.

- Tengo una condición. Pronunció manteniendo el tono de voz más firme que pudo en un intento por reprimir la repentina sensación de alegría que le brotaba del pecho.

- Claro. - Asami sonrió de lado mostrándose entretenida.

- Aunque las palabras no me ayuden a recordar, quiero que me cuentes sobre mi vida allá afuera. - Pausó. - Porque aprender a meditar me llevará demasiado tiempo... - Admitió el motivo de su demanda.

- Naturalmente. - Asintió. - Pero quiero que te prepares para lo primero que te tengo que decir. - Le recordó. - Si crees estar lista deberás ir a la playa cerca de la cueva al atardecer, si no es hoy me podrás encontrar en el mismo sitio mañana o el día en el que te sientas preparada. - Concluyó antes de volverse a enfocar en sus alimentos.

- Será mejor que te apresures a comer o el pescado se enfriará. - Le aconsejó el monje con un pequeño guiño.

A penas se terminaron la comida, Asami y Gyatso se pusieron de pie.

- ¿A dónde van? - Interrogó confundida notando la prisa con la que se marchaban.

- Aún hay cosas que debo resolver. - Asami alzó la voz a lo lejos sin voltear atrás.

¿Por qué pasaba tanto tiempo con los monjes? bufó y comenzó a rellenarse la boca con grandes bocados. Desde su llegada, Asami Sato siempre andaba de un lado a otro, si no era con Gyatso era con Pathik o Laghima, pero siempre iban por ahí meditando o parloteando cosas que a Eclipse no le llamaban demasiado la atención.

Aunque ahora que lo pensaba, tal vez los había alcanzado a escuchar hablar sobre el mundo espiritual... claro, si ella era capaz de cruzar al misterioso mundo de los espíritus era lógico que los monjes comenzarían a rondarla como abejas a la miel.


Sentado sobre la arena, Ikem contemplaba el mar en silencio. Su mirada lucía distante y pensativa, algo inusual en el inquieto maestro agua.

- ¿Puedo sentarme? - Eclipse preguntó más por cortesía que respeto y tomó asiento sin esperar respuesta. Ikem suspiró dirigiéndole una breve mirada antes de seguir viendo hacia el mar.

- Pensé que estabas enojada. - Dijo con voz neutral. No se le escuchaba molesto, pero tampoco alegre. La situación era incómoda, Eclipse lo sabía bien, era por eso que necesitaba hablar un poco con él. El futuro prometía más relatos inquietantes y antes de eso quería desahogarse un poco. La verdad era que no quería condenar a todos sus amigos solo por pertenecer al bando contrario en una guerra que ella era incapaz de recordar.

- Estoy confundida. - Decidió ser honesta, porque en realidad no podía estar enojada por cosas que no estaban en su memoria. - Lo único que me molesta es que me guarden secretos. - Añadió arrugando el entrecejo.

- Si, créeme, yo tampoco tengo buenas experiencias con eso. - Ikem sonrió de lado mientras se encogía de hombros. - El Loto Rojo era una organización llena de secretos y bueno, ya sabemos cómo terminaron ellos. - Bufó con evidente molestia, pero Eclipse se limitó a observarlo con indiferencia.

- Si alguien me hubiera contado sobre la guerra sabría de lo que hablas. Pero no tengo ni idea de lo que quieres decir. - Pronunció a modo de reclamo.

- ¡No podía desafiar a Piandao! - Renegó el chico. - Además... - suspiró pausando un poco en lo que parecía ser un intento por formular sus siguientes palabras. - ¿Qué tanto te ha dicho la hija de Sato? - Preguntó viéndola directo a los ojos.

- No mucho. - Exhalo con pesar. - Dijo que lo que tenía que decirme no sería fácil de digerir y que fuera con ella cuándo me sintiera lista. - Se encogió de hombros. - No sé de qué manera debería estarme preparando para escuchar algo que desconozco. - Admitió, pero a Ikem parecieron bastarle esas palabras para comprender lo que ocurría pues de inmediato evitó hacer contacto con su mirada y la postura de su cuerpo reflejó tristeza y remordimiento.

- Piadao cometió un grave error al no decirte la verdad desde el inicio. - Murmuró a penas. - Es verdad que nosotros no te conocemos bien, pero hay algo importante que si te pudimos devolver desde antes que la hija de Sato apareciera en la isla. - Confesó pesaroso.

- Todos se comportan tan dramáticos. - Eclipse gruñó. - ¡Solo díganlo de una buena vez! - Bufó apretando la mandíbula y arrugando las cejas. Ikem se negaba a verla a los ojos, con las piernas abrazadas al pecho, el joven de 19 años lucía como un pequeño niño indefenso.

El vínculo que él y la morena habían desarrollado al pasar del tiempo se había fortalecido a tal grado que el distanciamiento de la morena lo había afectado de forma evidente. Tenía miedo de perderla, Eclipse reconoció la postura del joven, era como verse en un espejo, ella se encontraba en la misma posición, pero del lado opuesto. Ella no era culpable de nada de lo ocurrido, Ikem era culpable y Eclipse debía ejecutar el castigo que merecía por sus faltas. De cualquier forma, ambos se enfrentaban al temor de perderse mutuamente.

- Ahora que Asami está aquí, creo que lo mejor será que ella te lo explique todo. - Suspiró. - Ella podrá responder más preguntas que yo. - Admitió y pausó antes de respirar profundo. - Yo solo era un pupilo en la orden del Loto Rojo, me sentaba a escuchar lo que mis maestros tenían que decir y rara vez se me permitía salir del palacio del Loto Rojo a merodear en el asentamiento rebelde. - Exhaló lentamente frunciendo el ceño.

- Solo te puedo contar sobre mi vida en el Loto Rojo porque yo no participé en la guerra como tal. Por eso creo que es mejor que Asami te lo explique todo. - Concluyó amargamente. Era obvio que Ikem guardaba resentimiento hacia ciertas cosas de su pasado. Eclipse agachó la mirada y acompañó el silencio del joven sin saber bien que decir. Desenredar el pasado parecía ser una tarea más compleja de lo que se había llegado a imaginar.

- Eres una persona importante Eclipse. - Ikem murmuró a penas.

- ¿Importante? - Eclipse lo vio con intriga. Asami Había dicho que ella había liderado a un grupo rebelde ¿sería eso a lo que se refería?

- Por eso Piandao no te quiso decir la verdad y tal vez por eso la hija de Sato se comporta cautelosa con el tema... pero no quiero darte verdades a medias. Por favor acude a la hija de Sato para que pueda responder las dudas que tienes. - Concluyó dejando en claro que no estaba dispuesto a decir más.

¿Una persona importante? Los únicos ejemplos que tenía de algo así en la isla eran Gyatso y Piandao. El monje por ser el líder espiritual de los pobladores y el viejo maestro fuego por ser el maestro de Ikem y Shoji ¿cómo se podía ser importante dentro de una guerra?

Eclipse se contempló las manos llenas de cicatrices y sintió un nudo en la garganta ¿a cuántas personas había tenido que lastimar para ganarse un lugar importante en la guerra? el corazón comenzó a latirle a toda prisa y el aire comenzó a faltarle en los pulmones.

- Tranquila. - Ikem se apresuró a colocarse a su lado, no era la primera vez que la veía entrar en pánico, Eclipse solía reaccionar así en las noches tormentosas cuando los truenos se volvían ensordecedores y él solía ser el indicado para ayudarla a calmarse.

- Debí haber hecho cosas horribles durante la guerra para ganarme una posición importante. - Murmuró sin apartar la mirada de sus nudillos.

- No. - Ikem respondió con total seguridad. - El Loto Rojo era el bando que cometía las injusticias. Si llegaste a hacer algo fue en defensa propia. - Le aseguró sin retirar su cálida mirada de los ojos de la morena. - Tu pasado es brillante Guerrera del Sur. Si hubiera tenido la oportunidad me habría encantado luchar a tu lado. - Admitió poniéndose de pie y ofreciéndole una mano.

La Guerrera del Sur, un nombre que solo Piandao y los chicos usaban y que claramente provenía de su pasado. Eclipse había rechazado el apodo por completo, no podía ser la Guerrera del Sur cuando no poseía ninguno de sus recuerdos, pero ni Piandao, Ikem o Shoji se cansaban de llamarla así. Tal vez ahora entendía porque se aferraban a dicho sobrenombre, la Guerrera del Sur había sido una persona importante.

- ¡Ikem! Estamos por partir para ver las aguas brillantes. - Se escuchó la voz alegre de uno de los pescadores que se acercaba a ellos. - Eclipse ¿gustas venir? - La invitó al verla.

El evento de las aguas brillantes era algo memorable, los monjes que se dedicaban a leer las estrellas eran los encargados de notificar al resto del pueblo sobre las aguas que la isla cruzaba para que la gente supiera el tipo de pesca que podían esperar en la zona o los fenómenos naturales que podían observar.

Eclipse ya había visto el agua brillante una vez hacía más de seis meses, y aunque resultara agradable sentarse a flotar en las pequeñas embarcaciones de madera sobre agua que fosforecía al contacto o con el oleaje, había otras cosas que debía atender por el momento.

- Tienes la fuerza necesaria para enfrentar la verdad. - Ikem le sonrió y estrechó sus hombros antes de encaminarse hacia el puerto sin esperar la respuesta de la morena pues esta ya se encontraba escrita en su mirada.

- Lo siento, tendrá que ser otro día. - Suspiró. - Tengo algo que hacer. - Al fin le respondió al pescador para luego darse la vuelta y encaminarse de regreso a la plaza del pueblo.


Esperar no era algo que a Eclipse se le diera bien. A penas eran cinco de la tarde cuando decidió encaminarse a la playa, faltaba una hora para el atardecer, pero para su sorpresa Asami Sato ya se encontraba ahí.

La ojiverde vestía un pantalón rojo vino y un top corto color negro que se limitaba a cubrirle el pecho. Con los pies descalzos y los ojos cerrados Asami lanzaba golpes y patadas de forma rítmica en distintas direcciones, sus movimientos eran estéticos pero firmes y evidentemente efectivos. Con el cuerpo empapado en sudor y el cabello sujeto en una coleta, se notaba que la chica llevaba tiempo practicando en aquel lugar y por algún extraño motivo, Eclipse sintió que interrumpir era algo que no quería hacer, así que optó por tomar asiento y seguir observando el entrenamiento de la forastera.

Nunca había visto algo similar, evidentemente el entrenamiento de Asami se enfocaba en movimientos hechos para causarle daño a sus oponentes, algo que jamás se llegaría a ver en la isla. Los monjes solo entrenaban meditación o en la creación de artesanías o distintos tipos de arte, pero nunca en algo como el combate.

Lo irónico era que Asami lo hacía lucir hermoso. Cada golpe, cada paso, cada patada, movimientos para lastimar a otras personas lucían elegantes y bellos. Eclipse sintió envidia, ella jamás lograría moverse como la ojiverde, su pierna faltante la limitaba en muchas maneras, pero jamás se había lamentado tanto por ello como en ese instante. Asami lucía como una diosa inalcanzable lo que la hacía sentirse frustrada y muy inferior en comparación.

Los minutos pasaron, la forastera no detuvo su entrenamiento ni un segundo mientras Eclipse observaba perdida en un trance que no era capaz de afirmar como algo bueno o malo. Asami era bella, se repetía mentalmente, pero esto venía de la mano de otro pensamiento, jamás podría alcanzar su nivel, y esto la lanzaba en una espiral de emociones positivas y negativas que la mantenían tan inmóvil como una roca.

- Eclipse... - Asami murmuró suavemente antes de abrir los ojos y conectar su mirada con la de ella. Su respiración era agitada pero su rostro se mostraba sereno. - ¿Cuánto tiempo llevas ahí? - Le ofreció una pequeña sonrisa que logró encenderle las mejillas de un rojo brillante.

- No lo sé... ¿media hora? - Desvió la mirada con la intención de recuperar el control de su cuerpo y apagar el color de su rostro. - ¿Cómo supiste que era yo antes de abrir los ojos? - Al fin logró pensar más allá de los hermosos ojos verdes que la observaban con atención.

- Sai me lo dijo. - Asami señaló la silueta del pequeño espíritu del zorro que reposaba a la sombra de una palmera. - Se ha de haber quedado dormido porque no me avisó cuando llegaste. - La ojiverde dijo a modo de reclamo a lo que el pequeño zorro se limitó a menear la cola enérgicamente.

- Tu conexión con él es fuerte. - Eclipse señaló repitiendo palabras que había escuchado en boca de los monjes cuándo hablaban de los espíritus y la capacidad que tenían para conectar con los humanos.

- Como la tuya con Naga. - Asami sonrió de lado mientras se secaba el sudor del cuerpo con una toalla que había estado reposando sobre una roca.

- Si... - Murmuró recordando que el espíritu del perro oso polar había estado con ella desde el inicio. - Vine a escuchar la verdad. - Enderezó la mirada y arrugó las cejas. Hasta el momento la verdad había demostrado ser más severa de lo que ella se hubiera llegado a imaginar, pero si meditar iba a ser la respuesta para recuperar sus recuerdos, la cuesta a subir iba a ser difícil y prolongada. Eclipse estaba cansada de esperar, necesitaba empezar a aprender sobre su pasado de inmediato.

- Estuve hablando con Gyatso y él me contó de tu relación con los traidores del Loto Rojo. - Asami se acercó y tomó asiento a su lado dejando un espacio reducido entre las dos, pero a diferencia de Eclipse, ella no se mostraba intrigada por la cercanía. Asami se acercaba con naturalidad porque estaba acostumbrada a hacerlo.

Eclipse lo había notado desde el primer día en el que cruzaron palabra. Asami la había sostenido entre sus brazos con tal calidez y familiaridad que la morena se sintió parte de un círculo íntimo que había ignorado hasta el momento. Desde entonces batallaba un poco para acostumbrarse al lenguaje corporal de la pelinegra quien se mostraba más que cómoda con su cercanía.

- Lo que te voy a decir es importante pero complejo. - Pausó. - Luego de lo que confesó Piandao días atrás me temo que el tema se vuelva más complicado para ti. - Suspiró. - ¿Segura que quieres escucharlo ahora y no prefieres esperar a recuperar tu memoria? - Preguntó viéndola de frente.

- Ya esperé demasiado. - Respondió casi al instante con la imagen de Ikem en mente. Ella estaba lista para escuchar lo que fuera que el pasado tuviera que venir a revelar.

- Aang era el nombre de nuestro Avatar anterior. - Asami inició con la mirada perdida en el horizonte. - Korra es el nombre del Avatar actual.

Sus palabras se quedaron suspendidas en el aire, Eclipse observaba el rostro lleno de angustia de la ojiverde quién hasta el momento se había negado a verla de frente. No había nada que le indicara que lo que acababa de decir era mentira.

Korra, el maldito nombre que solía escuchar entre sueños, el nombre que Asami había usado para ella cuándo la vio por primera vez en la isla... ¿entonces que había pasado con la Guerrera del Sur que Piandao y los chicos mencionaban?

Eres una persona importante Eclipse.

Las palabras de Ikem se repetían en su mente haciendo eco en cada rincón.

Korra es el nombre del Avatar actual.

Exhalo lentamente y fijó la mirada sobre la arena. Parecía una mala broma. Eclipse, el nombre que le habían dado los monjes, pertenecía a una mujer sin recuerdos, lastimada, incapacitada e inútil pues no hacía más que andar de un lado a otro observando a la gente realizar sus rutinas diarias porque ella no era capaz de absolutamente nada. Eclipse no podía ser el maestro de los cuatro elementos, el mismo que la gente de la isla adoraba y agradecía por la vida que llevaban en ese lugar... Eclipse no podía ser el Avatar porque Piandao era un asesino de Avatares y él mismo la había salvado a ella de la muerte.

"Un eclipse no puede ser visto con el ojo desnudo, porque a pesar de encontrarse obscurecido por la sombra de la luna, la luz del eclipse es capaz de cegar a cualquiera que se atreva a verlo de frente."

Recordó las reconfortantes palabras que Gyatso le dedicó cuándo ella aún reposaba en cama sin poder moverse.

"Posees un brillo excepcional. Con el tiempo la sombra pasará y lograrás descubrir el sol que hay detrás de tu falta de memoria. Espero poder tener el privilegio de estar ahí para escuchar tus historias cuando estas vuelvan a ti."

Por meses se había aferrado a aquellas palabras. Su existencia vacía debía llenarse de las historias que se escondían detrás de ese prometedor eclipse, por eso había aceptado dicho nombre, se encontraba en espera del día en el que la sombra se esclareciera, pero no de la manera en que estaba ocurriendo.

- ¡Yo no puedo ser el Avatar! - Gruñó enfurecida. Por años se había imaginado al Avatar como a una persona digna de admiración, fuerte e inquebrantable, capaz de guiar a la humanidad hacia un futuro prometedor. ¿Qué pensaría la gente del pueblo si se enteraban de que ella era el Avatar? dejarían de venerar al maestro de los cuatro elementos, sin duda alguna. - ¡No puedo manipular ningún elemento, mucho menos cuatro! - Añadió a su reprimido berrinche.

- ¿Lo has intentado? - Asami cuestionó su declaración y de nuevo volvieron a caer en silencio.

- No. - Murmuró sin la intención de admitirlo. - La gente no se vuelve un maestro de los elementos de la noche a la mañana. - Añadió en un hilo de pensamiento que buscaba encontrar el error en la declaración de la ojiverde. - Además Gyatso dijo que los maestros elementales desaparecieron en el resto del mundo y que en la isla solo hay maestros aire. - Bufó. - Luego Piandao dijo que los maestros elementales existen, pero son demasiado raros... - Suspiró.

- Tú naciste como el maestro de los cuatro elementos, ese ciclo nunca se rompió. El resto de los maestros elementales desaparecieron cuando los espíritus abandonaron el mundo y los escasos maestros elementales que empezaron a nacer después fueron descendientes del Avatar mismo. - Asami aclaró. - La historia de los maestros elementales es compleja, te la contaré a detalle, pero primero quiero que asimiles lo más importante.

- Si yo soy el Avatar, el mundo se ha quedado sin esperanzas. - Dijo con la voz cargada de amargura y desesperación.

- No. - Asami le sonrió. - El Avatar Korra logró hacer lo que muchos Avatares del pasado no pudieron. Unió a las comunidades rebeldes con los asentamientos y liberó al mundo de los engaños del Avatar oscuro. - Le aseguró. - Un logro que será recordado por generaciones.

Eclipse guardó silencio mientras contemplaba el brillo que emanaba de los ojos de la pelinegra, de nuevo decía la verdad, pero resultaba frustrante no recordar nada de lo que decía.

- Las heridas de tu cuerpo fueron causadas por la explosión de la isla principal del Antiguo Reino Fuego. La cede principal del Loto Rojo. - Comenzó a narrar. - Cuando ganamos la guerra en mis tierras, algunos desertores del ejército del Loto Rojo revelaron que un misil sería lanzado desde su isla y que destruiría mi pueblo y el pueblo de la alianza rebelde que nos apoyaba.

Lamentablemente yo me encontraba herida de gravedad y no pude acompañarte, tú te armaste con un grupo de fieles guerreros y navegaste hasta el corazón del Loto Rojo para detener los misiles. - Pausó arrugando las cejas.

- Azula era el nombre de la líder anterior del Loto Rojo, ella implantó una bomba para volar la isla y para que los mísiles salieran a destruir nuestros pueblos. Tú le ordenaste a tus amigos, guerreros y refugiados que escaparan de la isla mientras ibas en busca de la bomba y los mísiles. Solo permitiste que el líder del Loto Blanco te acompañara en tu misión.

Esa fue la última vez que te vieron antes de que la isla volara en pedazos. La explosión de las bombas despertó al volcán sobre el que habían construido la ciudad, el resultado fue devastador, no hubo manera de volver por ti o saber si seguías con vida. - Asami suspiró, resultaba fácil ver que narrar aquello le causaba angustia. De nuevo, sus palabras parecían ser verdaderas.

- Salvaste nuestro pueblo y salvaste el pueblo en Ba Sing Se. La gente piensa que moriste durante la explosión... yo misma lo creí así, pero aquí estás ahora. - Sonrió viéndola a los ojos. - Viva y casi intacta. - Añadió con tono divertido.

- Me falta parte de una pierna. - Renegó eclipse.

- De una explosión que destruyó una isla entera. A mí me parece admirable. - Señaló. - Podría decir que eres el Avatar más fuerte de la historia. - La alagó y de nuevo eclipse sintió que la sangre se le subía a la cabeza. Estas reacciones tenían que parar.

La historia de la forastera resultaba difícil de creer. Si era así, Eclipse tenía muchos motivos por los cuales sentirse orgullosa, pero todo se venía abajo cuando recordaba que el pasado no contaba para su presente. Ella no era el Avatar Korra, ella era Eclipse, alguien que seguro no contaba ni con la quinta parte del poder que Korra había tenido, además de eso debía lidiar con la revoltura de cerebro que le causaba pensar en Piandao y sus acciones. En pocas palabras, Eclipse era un desastre.

- Voy a necesitar tiempo para pensar en esto. - Declaró al fin intentando ponerse de pie, aunque fallando en apoyarse en la muleta, volvió a quedar sentada en su lugar. Se sentía aturdida y abrumada por la identidad de su pasado, la cabeza le daba vueltas y no estaba segura de que hacer a continuación.

- Escucha, el mundo cree que falleciste durante la explosión. No existe ninguna prisa por recuperar tus recuerdos o tu condición física. No te presiones, los monjes y yo te ayudaremos en tu recuperación. - Tomó su mano y la estrechó suavemente ofreciéndole una pequeña pero cálida sonrisa. Asami creía en ella.

No estoy sola. Miraba los reconfortantes ojos de la pelinegra.

No estoy sola. Se repetía intentando convencerse a medida que las lágrimas comenzaban a escapársele de los ojos para dar paso a un llanto abundante y profundo.

¿Cómo había llegado a eso? Maldijo internamente mientras los brazos de Asami la acogían cálidamente y sostenían con fuerza transmitiéndole la seguridad que le hacía falta.

Si tan solo pudiera esconderse entre sus abrazos para siempre, pensó por un instante sabiendo que, a diferencia de ella, Asami contaba con la fuerza necesaria para enfrentar el problema que tenían delante.

Sin preocuparse más por parecer infantil continuó sollozando y sujetándose firmemente a la delgada figura de la ojiverde. - Lamento no poder recordarte. - Balbuceó detestando que aquellas fueran las únicas palabras que tenía para ofrecerle como agradecimiento por su apoyo.

- Todo estará bien. - Le aseguró dulcemente sin apartarse de su lado o aligerar la fuerza de su abrazo.