No hubo nada hasta el momento en que su cuerpo tocó la luz una vez más. La oscuridad que lo rodeó hasta el momento había sido cálida, como si fuera algo que lo envolviera, más ahora todo eso fue reemplazado por un calor que le quemó cada parte de su cuerpo.
La primera sensación cuando su cuerpo respondió fue una, dolor, al abrir los ojos fue donde un dolor llano clamó en todo su cuerpo.
No hubo tiempo de reparo para sí cuando sintió como todo su cuerpo estaba siendo expuesto a aquel calor y aquel lugar que lo estaba quemando y dejando ciego.
Dos manos pequeñas y una mujer con una mirada de lamentación, un susurro de "lo siento" constante con un abrazo frío fue lo próximo que sintió cuando el cuerpo de la mujer se posó en él en un vano intento de darle un abrazo o poder sostenerlo.
Los ojos grises recorrieron el lugar viendo como no había nada más que un montón de cuerpos a su alrededor junto con hombres con armas de fuego y espadas en mano.
No pudo hacer nada más que mirar detenidamente a la persona que siguió susurrando que le perdonara y quedarse quieto cuando por fin sintió algo cálido en su cuerpo y algo más allá del dolor.
Fue la sangre de la persona que lo miraba con tanto anhelo y lástima al mismo tiempo, no hubo sonrisa o un poco de complacencia.
― ¡Tenemos un chico!―el grito vino seguido de una leve risa, dando a entender que el nacimiento de hombre había sido lo que se esperaba y lo que se quería.
Ojos grises a penas entre abiertos intentaron seguir lo que había a su alrededor sin dar un resultado final.
La mujer que lo abrazó se rehusó a soltarlo cuando los hombres se acercaron a ella e intentaron que habrá los brazos para sacarle el niño. Hubo un jadeó de la mujer débil, las otras que habían estado a su alrededor ayudando para el parto se alejaron de ella al momento en que las personas vestidas de negro se asomaron.
― ¿Un mulato? ―la pregunta fue dada por el hombre de mayor porte en la pequeña casa de adobe.
Todos se giraron y vieron al hombre quien parecía sorprendido ante la vista del joven en manos de la mujer, era un niño obviamente, la tez algo más blanco de lo acostumbrado fue lo que llamó a los demás.
La tez del bebé era un poco más clara a los demás recién nacidos, más únicamente se podría identificar si era un mulato completo al momento en que madure dada
El niño con consciencia y la vez en la inconsciencia, incluso con su vista ofuscada por el brillo presente pudo distinguir la diferencia entre la mujer que la estaba abrazando con desesperación y los hombres que estaban rodeándola. La mayoría estaban vestidos con finas telas y otros con armaduras, la diferencia era obvia.
¿Pero qué era lo que estaba pasando?, su cabeza procesó cosas que no comprendió y mostró imágenes que no tenía sentido en ningún lado por más que lo intentara.
Algo estaba faltando.
Algo tibio cayó sobre cuando de un momento a otro su cuerpo fue al suelo y la persona que lo había estado abrazando dejó de moverse, una hoja de hierro estaba en la espalda de la mujer quien estaba con la boca chorreante de sangre.
El gorgoteo del ahogamiento ante la sangre que perdió el rumbo dejó como resultado un sonido gutural que hizo que las otras mujeres se arrimaran en una esquina de la pequeña casa ante lo que pasó a una de ellas.
―Fue lo mejor, una ramera que no reportó que había estado con uno de sus maestros no merece nada más que esto.
El cuerpo de la mujer siendo sacudida llegó cuando uno de los hombres con armadura la volteó con una patada antes de cargarla en el hombre y comenzar a salir de la vivienda, el rastro de sangre quedó en el suelo marcado y sin posibilidad de cambio ante la arena y en forma de barro con sangre.
El llanto del niño trajo la atención de los hombres donde estaba aquel recién nacido acostado sin más en el suelo.
― ¿Lo matamos?
―No, ejecuten al idiota que dejó embarazada a la sirvienta, no necesitamos a quien toca la propiedad de otro, mátenlo y dejen al niño al cuidado de las otras, un negro puede trabajar cuando pueda tomar un palo, la mano de obra del que se atrevió será suplantada por el niño.
Los hombres en el interior llamaron a las mujeres que se habían acurrucado en una esquina pidiendo que recogieran el niño en el suelo.
―Llévenselos con los demás, has que una de las mujeres lo cuide, después veremos qué hacer con el resto, maten a quienes se opongan y capturen a quienes se rindan, no puedo creer que intentaran un revuelta hoy de todos los días…
Dos orbes grises miraban con detenimiento todo cuando la mujer a su lado dejó de respirar y se quedó viendo a su alrededor.
¿Qué era lo que estaba pasando?
…
No recordó mucho de la primera vez que abrió los ojos y se quedó contemplando aquel lugar, cuatro paredes marrones manchadas de negro por sangre, no hubo más allá de llantos y lamentos a cada que intentó pensar en su situación y los que lo rodeaban, pero incluso con la condición en la que estaba se sintió tranquilo.
Era como si todo antes de abrir los ojos aquella noche fuese distinto, como si alguien le hubiera cortado los hilos y ahora estuviera libre de cualquier signo de molestia, como si una palabra que se formó en su cabeza ya no necesitaba ser recitada.
No supo porque conoció esa palabra mucho antes que otras, incluso cuando no pudo procesar lo que pasaba a su alrededor tenía en una cosa fundida en su memoria que no dejó de golpear sus recuerdos y pensamiento, era como si antes de llegar aquí solo tenía una cosa en su cabeza.
Matar.
¿Pero a quién?, esa pregunta solo pudo generarse en el chico cuando miró a un hombre frente a él caer al suelo con un montón sangre en la espalda.
Las piernas de aquella persona retorciéndose y los brazos en el suelo intento sujetar la arena que estaba siendo humedecida en áreas por cada latigazo que derramó sangre.
El sonido del látigo blandirse sonó con fuerza antes de que golpeara su espalda también.
¿No se suponía que tenía que matar a alguien?, la pregunta siguió en su mente cuando la sangre cayó pintando las piedras que estaba llevando, pasó al lado del hombre que estaba siendo azotado sin más.
El tintineo de cadenas resonó cuando cayó al suelo y se golpeó contra el suelo de piedra al momento en que fue derribado ante el azote del látigo a su cuerpo.
Rápidamente se puso de pie e inclinó la cabeza hacia un lado cuando miró al hombre mayor a su lado que estaba agonizando ante los látigos continuos hacia su persona.
No le importó.
Matar.
Un dolor de cabeza fue superior al dolor físico en el chico. La voz que no reconoció siguió golpeando con fuerza cada parte de su cabeza, como si le indicara que se revelara.
Tenía que matar a alguien.
¿Por qué?
No lo entendió, recuerdos vagos de una mujer y una voz dulce, una mirada y un campo de batalla.
Un dolor sórdido cayó en su cuello cuando comenzó a sentir que algo estaba ajustando cada parte de este, como si estuviera siendo ahorcado.
No se quejó.
Solo siguió y sirvió, lo único que sabía era que su existencia era la de servir, las cadenas y grilletes eran el indicativo de ello, como su único nombre o referencia de este había sido desde el momento en que nació una "designación" más que una verdadera profesión.
Esclavo.
Un mero esclavo nada más al servicio del primero que viniera a comprarlo. Desde que recordó estuvo al servicio del trabajo pesado, apenas pudo pararse y sostener algo lo mandaron a limpiar o al tirar del peso de las cosas que se necesitaban moverse.
…
Un intento de revuelta. Las casas ardiendo y los hombres de tez clara en el suelo junto con muchos otros que intentaron escapar. El olor a la pólvora y sangre llegó por todos lados, columnas de humano se irguieron cuando el pueblo donde los esclavos descansaban se sumergió en llamas.
La sangre de todos estaba en la tierra junto con nada más que un recuerdo sin más. La revuelta no había sido comenzada por los esclavos, sino por un grupo de desertores que deseó revelarse contra el gobierna de la colonia actual.
La propaganda que a los que se revelaran estarían libres llegó a oídos de todos los que desearon un poco de venganza. Niños que habían sido mutilados al nacer o simplemente asesinados, madres despojadas de sus hijos y hombres torturados a cada momento de su vida y ser mutilados al final.
Todo el resentimiento y odio acumulado fue detonado cuando un campamento se reveló contra la colonia actual, los esclavistas o como se llamaban a sí mismo, comerciantes, solo quedaron al margen y a la espera de la muerte.
Cadenas sonaron a la espalda de los portugueses al momento en que intentaron retroceder. Ahí había uno de los esclavos más extraños, joven, más un adulto actual, fue uno de los esclavos más tranquilos del lugar, no decía nada o se quejaba, solo completaba toda tarea como si hubiera recibido la orden en su cabeza.
El joven era alto, al igual que los otros superó incluso en altura a los europeos que habían llegado. Lo que llamó la atención a los esclavistas fue la espada en mano del hombre, el músculo tensado y la sangre en el cuerpo dio señal de cómo había obtenido aquella arma.
El tintineo de cadenas se hizo más fuerte cuanto más se acercó, el olor a óxido y suciedad llenó los sentidos, los portugueses retrocedieron, habían entrado en una casa para resguardarse, pero en este momento no podían pensar en nada más que salir para evitar a aquella persona.
Era conocimiento común de la fuerza que rivalizaba lo irreal de aquel esclavo, el mulato que no fue ejecutado creció con mucha más fuerza que el humano común, hacía el trabajo de cinco esclavos sin dificultad.
La puerta de madera fue golpeada y los portugueses se quedaron en silencio cuando el hombre se acercó más. Estaban rodeados, en frente había un monstruo con apariencia humana y en el exterior había una horda de enemigos que querían sus cabezas.
Por más que subieran las escalera esquivando al hombre con la espada, no podrían escapar, el establo estaba al lado contrario de la mansión y no había forma de llegar ahí sin pasar por la zona abierta.
Toda opción solo era una muerte más agonizante.
Los caballeros habían muerto hace tiempo o los habían traicionado, no quedó nadie que soportara el mando actual de la colonia.
Los pasos del hombre sonaron con fuerza, la planta de los pies golpeando la porcelana del suelo con un sonido de la piel pegándose por la sangre y la cadena moviéndose dieron el aire de que todo estaba perdido.
Los pasos de aquel esclavo pasaron hasta llegar a lado de los portugueses y pasaron sin más a su lado, los portugueses no dudaron y corrieron hacia el interior y subieron las escaleras del edificio para atrincherarse en algún lugar, no se dieron la vuelta y no miraron atrás.
No miraron al esclavo con las manos encadenadas y la mirada perdida, por lo tanto, tampoco vieron a la mujer que había cuidado del niño desde su nacimiento en el suelo a un costado con un grupo de esclavos.
Ante la revuelta algunos de los hombre decidieron tomar cuanto pudieran, y la mujer que estaba en el suelo con golpes por todo el cuerpo y con signos de abuso fue solo una de las personas que resultaron perdidas ante aquella revuelta.
Los hombres que habían abusado de la mujer yacían en el suelo con heridos cada una mortal indicando que la ejecución fue inmediata.
La mente del joven adulto estaba ida y partida en toda dirección, no sabía porque estaba dejando ir a esas personas que habían causado en su mayor parte esto, no tenía sentido que se pusiera de su lado.
Pero este evento era algo que no debía suceder.
Esa misma voz que no dejó molestarlo desde el primer instante en que tomó consciencia es la que no pudo callar incluso ahora, la voz que clamó que acción era la que debía seguir. Vivió hasta ahora siguiendo cada cosa que aquella voz le gritó, pero ahora mismo no tenía noción de que era lo que realmente buscaba eso al final.
¿Por qué perdonar a esas personas y dejar a los que estaban siendo oprimidos?, era algo que se preguntó varias veces sin una respuesta al final, no hubo algo lo cual plantearse más allá de lo "correcto" que su cuerpo le gritaba.
Tenía que seguir, eso era lo obvio, pero la razón detrás de ello seguía sin ser respondida.
Matar.
Aquella voz gritó en su cabeza al momento en que se puso de pie ante la puerta y la pateó con fuerza. La madera voló con fuerza, las astillas con la madera volaron en la cara de los que estaban ante la puerta, todos quedaron quietos al ver al joven que parecía siempre fuera sí más allá de hacer las tareas que se le ordenaba.
Cualquier intento de diálogo se quedó atrás cuando un tajo llevó a las primeras tres personas frente a la puerta. La sangre cayó cuando el estupor clamó en los presentes, una veintena de personas, esclavos en rebelión, se pusieron en frente para pocos segundos después cargar contra el único de los suyos que se opuso a la rebelión.
La cabeza del joven de cabello blanco estaba dando vueltas en lo que estaba haciendo y en lo que se supone que debía hacer. Muchos lo llamaron idiota por no hablar, simplemente no tuvo la necesidad.
Porque sabía que tendría que irse en cierto punto.
Solo se limitó a cargar hacia el frente, cortar todo lo que hubiera ante él, cortar todo lo que pudiera ser un problema o todo lo que podría haber estado en el camino.
Los persiguió.
No debía quedar nadie.
¿Quién le decía que hacer?
¿Qué era quien le gritaba que siguiera?
Sin supervivientes.
No debía quedar rastro, no debía quedar nadie, no debía haber nadie que supiera del evento.
Corrió, corrió hasta alcanzar hasta el último que intentó correr, algo le llamó para que no dejara que nadie saliera, que nadie pudiera salir de ahí o que interfiriera con la situación actual.
No debía haber nada que interfiriera con la historia para proteger…
¿Qué es lo que debía proteger?, pregunta no pudo evitar formularse en su cabeza cuando escuchó aquello, no sabía aún quien era el que estaba hablando.
No cuestionamientos.
El humo llenó su olfato y la sangre sus manos cuando comenzó avanzando.
No debía dudar, no debía cuestionar, no debía perder.
…
Cuando la armada de refuerzo del asentamiento llegó a la aldea junto a la fortaleza quedó en silencio ante la vista que tuvieron en frente.
No hubo nadie que hubiera salido vivo de ahí.
La caballería llegó para terminar explorando el terreno, no hubo señales de los rebeldes en la zona, no por cómo había un campo minado por el resto de los que intentaron revelarse.
Los soldados siguieron el camino, la persona en armadura y capa vio la escena con molestia, siendo el noble a cargo de retomar este lugar no pudo evitarse plantearse que había pasado para que todos los esclavos tuvieran suficientes armas para librar una pelea de la escala en que se libró, más siendo que había muchos caballeros que estaban en el suelo con las armaduras abolladas.
Pasos se dieron a un lado, el llamado de alguien acercarse le hizo girarse del frente.
Era uno de los exploradores que estaba siendo seguido por unos cuantos nobles que al parecer había sobrevivido los últimos cuatro días, la cara de la nobleza era de horror al ver todo a su alrededor, no podría juzgarlos, había probablemente personas que eran del amigos de vida en el suelo dando un olor horrible por el calor y al haber estado en la intemperie los cuerpos.
Una persona más de fondo le llamó la atención.
Un esclavo.
La mirada perdida y la boca entre abierta sin decir nada, las cadenas en las manos y los pies simbolizaba que estaba bajo control o sometido, entre todos los presentes era raro ver solo un esclavo entre todos los muertos.
― ¿Informe? ―la pregunta dada fue al antiguo noble dirigente de la zona, los lentes del viejo estaban sucios y rotos, la barba desaliñada y la mirada cansada, más no podía darse el lujo de que los rebeldes escaparan.
―Todos están muertos.
El noble en el caballo miró unos segundos al viejo quien parecía verlo casi como si esperara algo, como si ya hubiera respondido lo que debía.
―Lo sabemos, la compañía local fue llamada por uno de los fuertes cercanos, sabemos que-
―No… todos los rebeldes están muertos ―el segundo comentario fue dado con una mirada al esclavo que estaba quieto sin decir nada―. Los cazó, hasta el último…
―…
No hubo respuesta inmediata, no cuando su vista se dio al hombre, una cabeza más alto que el resto o un poco, era alto, eso se lo iba a dar, no había visto a alguien tan alto, había escuchado de los gigantes en el continente, pero el hombre parado detrás de la nobleza parecía no ser uno.
Exótico, eso fue lo que pensó al ver al hombre que estaba con la mirada perdida a la nada, se giró y vio la puesta de sol naranja que se alzaba en el desierto a lo lejos del asentamiento.
Un gesto con la cabeza hizo que uno de los guardias al lado de aquel hombre lo tirara al suelo con un fuerte golpe del pomo de la espada.
No pareció mayormente afectado por el dolor, solo fijó su vista en hacia el frente, el esclavo vio al noble y no parecía remotamente al consciente de las palabras que se dieron.
Al cabo de unos minutos sin respuesta por más de ser golpeado el esclavo es que la orden del noble llegó para detener los golpes.
El látigo que se había traído había dejado marcas en la espalda del hombre más no era algo remarcable a diferencia de lo habitual.
Duro.
Probablemente incluso la piel de aquella persona era más resistente de lo que se creyó de los demás.
― ¿Puede hablar? ―la pregunta dada al antiguo gobernante fue contestada con un no.
―No se le ha enseñado nada más allá de seguir ordenes ―el noble montado podía decir que fue lo mejor, siendo el músculo formado y la misma apariencia de aquel esclavo fue lo mejor mantenerlo en la ignorancia.
Lo más probable es que al ser adoctrinado de manera tan pobre y dependiente fuera porque estaba tan tranquila y la familia dueña del puesto de avanzada lo dejó en la presencia.
―Bien, ¿algo que informar?
―Fue él quien eliminó a todo aquel rebelde que se puso enfrente.
…
Años.
Le hubiese gustado vivir en la ignorancia y sin poder recordar nada.
Le tomó más de veinte años el poder si quiera poder llegar a recordar quien era y porque estaba en aquel lugar, pero aun así no entendió que hacía como una persona viva en este momento. Alguien que sufrió como uno más y terminó a la lado de los mismos que se suponía que debía asesinar.
¿Qué fue esta misión en realidad?, no hubo una respuesta por más que intentara buscar la verdad, lo último antes de caer no vino nada a su mente, como si hubiera un hueco que no se llenara, una parte de su momería que fue arrancada.
Emiya.
Una misión, se suponía que fue enviado a una misión, pero en el proceso terminó como un humano, aún podía sentir la conexión con Alaya, pero no había una firme directa que pudiera llamar como un control directo en él.
La voz en su cabeza que le decía que mate se había callado una vez que pudo recordar su nombre, pero al final no pudo hacer nada más que obedecer a la primera persona que viniera a pagar por él.
Solo le quedó servir como pudo a quien sea que viniera, parecía que los objetos del tiempo en que estaba, incluso para los esclavos eran bastante buenos.
Los grilletes y el collar metálico alrededor de su cuello que le impedían usar magecraft o revelarse contra su comprador, podía quitárselos cuando quisiera, podría revelarse en el momento que viera necesario.
Pero solo se quedó viendo hasta el final. El castigo que estaba recibiendo y la vida que estaba llevando ahora mismo.
Era mucho mejor de la que había estado soportando matando sin sentido alguno y sin más razón que la de "preservar" todo lo que fuese humano.
No le importaba ser un esclavo, no le importó el dolor o el hombre, en todo caso se sintió bien poder recibir un castigo apropiado por sus acciones.
¿Quizá por fin se había cansado el mundo de él y ahora estaba desechándolo?, no, era demasiado bueno para poder pensar en eso, tampoco podía recordar claramente que pasó, solo pudo ver una mirada llena de felicidad, las palabras antes de salir y perder la memoria.
"Este es el camino"
Aquella voz burlesca que fue como si hubiera logrado algún éxito fue que lo dejó sin entender que había pasado y como había llegado a este lugar.
No conocía ese rostro y no conocía la razón del actuar de aquella persona con ojos rosas brillantes que lo miraba más como un conejillo de indias que como una persona o alguien a quien intentara liberar.
No fue él el objetivo final de la mujer que lo miró con tanto júbilo.
El sonido de un látigo y un grito llegó a su lado. Un hombre que cargaba una bolsa con piedras cayó al suelo cuando no soportó el dolor y simplemente se derrumbó.
No ayudó.
Tuvo suficiente de ser alguien que interfería con todo, ahora incluso si no fuese su ideal o su deseo, solo deseaba ser un espectador, alguien que no fuese relevante.
No le importó seguir a los que se autoproclamaban como su "amo", ya había vivido tanto tiempo como un esclavo que unas décadas no eran nada para llevar.
Solo esperaba que este fuese su última muerte antes de desaparecer.
…
La revuelta de esclavos de la fortaleza de origen fue algo que le dio muchos problemas a Emiya con el tiempo, recién en este punto es que había caído en cuenta de ello, más también estaba que no pudo hacer nada en el tiempo que estuvo fuera de sí.
Para fortunio o infortunio había sido perdonado por defender a la familia noble local, más el miedo presente por un "esclavo de guerra" no fue algo que anticipó, había terminado siendo negociado por varias casas nobles para terminar en varios campamentos.
No había nadie que quisiera darle una espada a un esclavo que podía sobrepasar a un caballero. Al final había quedado como un esclavo más del montón, el trabajo pesado fue la única salida que tuvo al final, fue mejor que nada, al menos no había terminado como un esclavo de guerra de primera línea.
Podría haber sido peor y terminar como uno de los esclavos rebeldes que fueron detenidos, siendo estos quienes se llevaron la peor parte y una muestra de lo que podía pasar cuando había quienes se oponían ante "el libre comercio" de los reyes para conseguir armamento del otro lado de mundo fue el foco de intercambio entre los ejércitos.
Al final no hubo comprador para que pudiera seguir en los puestos de avanzado y quedó como un esclavo de fuerza comerciado por los mercaderes, tenía la fuerza para liberarse de un solo tirón, las cadenas que lo contenían no eran nada, la formación que había tenido como esclavo fue necesaria para llegar a un buen estado físico.
Ahora solo quedaba esperar a donde lo llevaba ser lo que era y como podía llevar el nuevo futuro que se le otorgó.
Incluso con el estado en el que se encontraba y la vida que estaba llevando, no pudo quejarse de nada al ser golpeado y tratado de tal manera, era mejor que estar matando a otro humano sin más, en parte cuando era usado para la guerra se oponía, más no quiso desobedecer, no sabía si el resultado final podría ser una vuelta con Alaya y continuar su trabajo.
Prefería ser la mayor escoria en la tierra a seguir siendo el asesino que era. Salvar a los demás, es algo que realmente deseó y quiso, pero se le negó a mejor de servir. No sintió algo realmente particular por la vida humana incluso en este estado, pero quitando ello fue que intentó volver a lo que era en un principio.
La leve comezón en su cabeza que le decía que estaba perdiendo el tiempo tampoco es que lo hubiera dejado en ningún momento, más siendo ahora que estaba centrado en "vivir" como uno más, siendo que estaba haciendo nada que estar al margen de todo.
No sabía que fue lo que lo movió en su momento de inconsciencia para acabar con el levantamientos de esclavos de aquella vez, pero ahora tampoco es que pudiera hacer algo más que negar para sí por darle vueltas a un asunto que ya no tenía sentido.
…
Musculatura superior al promedio, una altura mucho más grande que cualquiera y un porte de indiferencia.
Un buen esclavo. Así fue como la mayoría se refirió a él en todo el tiempo que estuvo como producto entre los comerciantes. Solo ahora estaba en una situación que no entendía.
Sus heridas estaban siendo atendidas y una gran cantidad de personas lo miraban con una cara diferente a la de ver simplemente basura.
Fue raro al ver a los hombres de fe cuando lo compraron y comenzaron un viaje para evangelizar.
Había pasado lo que supuso que llegaría algún día, el ser vendido como esclavo de guerra no fue nada más una transición más. No le importó tanto como quiso incluso así, el matar había sido lo único que conoció por tanto tiempo, el ver al caída de civilizaciones y los sueños de otros perecer no era nada más que un parpadeo a sus ojos.
―Solo tienes que protegernos ―las palabras simples de aquel sacerdote hicieron que Emiya mirara la espada bastarda que ahora estaba en sus manos, los ojos llenos de esperanza de los hombres con la confianza ciega en él.
A palabras de los hombres había sido algo que fue guiado por la "voluntad de Dios" quien los llevó hasta él y que les permitió comprarlo por un precio relativamente bajo. No pudo evitar más que reírse de aquel pensamiento infantil de parte de esos hombre y su poca diligencia a la realidad.
¿Dios?, para los oídos de Archer ese nombre había perdido valor hace tanto tiempo, pero incluso por más mínima que fuese la esperanza aún la tenía rondando en su cabeza. No era tan estúpido para decir que no existía o negar algo que era estúpido de no ver, más cuando hubo tantos milagros a su alrededor y él mismo poseía armas con características sacras.
Una abrigo rojo, una tela roja que había sido entregada a su nombre y confeccionada a sus medidas llegó en su mente. Detuvo su andar y miró sus manos sucias con la espada bastarda de mandoble en manos.
Alzó la cabeza y vio a una de los padres de la misión, no fue algo habitual usar esclavos como él para algo tan delicado, mucho menos cuando se trataba de la protección de personas no combatientes.
Inclinó su cabeza y miró a su alrededor, la carreta que estaba siendo empujada por camellos, en toda su vida como esclavo, no fue por simpatía como tal por parte de los misioneros, pudo ver a los españoles al lado de los portugueses, al parecer hubo una especie de tregua temporal para llevar de los estados pontificios la fe a otro continente.
La relación de ambos lados fue algo tensa, especialmente por las rutas de comercio y el querer llegar a mostrar la fe a cada rincón, el papado fue el intermedio que evitaba que en este momento ambos, españoles y portugueses saltaran a la garganta del otro.
Estuvo tentando por las palabras de los españoles en cierta forma, siendo que por ellos fue que se subió al lado de los demás era el indicio que la forma de trato de ambos era distinta. Uno prefería el dominio absoluto y el otro por la compra de buenas palabras, ninguno fue bueno con el lado conquistado al final, el trato redundaba en lo mismo al final, aunque tenía que darles el crédito a los esclavos de los españoles por ir mejor que él.
Incluso si probablemente no tendrían una larga vida o una buena, el hecho de querer "convertirlos" para utilizarlos fue mejor que ser exterminado o suprimidos para no dejar nada.
No se dedicó a molestar a los misioneros, incluso cuando estos plantearon el dejar al otro grupo y seguir por sí mismos, ambos iban a un solo destino, pero el comercio y la disponibilidad iban a otro punto en aquel instante.
Ambos lados no se querían ver y terminó en manos de los esclavos el recibir la reprimenda de la frustración. Como esclavo de guerra tuvo el mejor trato de entre los otros, las suplicas fueron extendidas por el campamento hasta el final del recorrido y la llegada al puerto donde fue que se dividieron para seguir, la caravana de comerciantes y los que los acompañaban para ir al otro lado.
Solo por las restricciones y porque como esclavo estaba destinado a seguir por esas mismas ataduras todo lo que dijeran los compradores, bajo esa cruz de madera que el hombre llevaba en el cuello estaba el cristal de lealtad que era sobre su persona.
No hubo confianza porque él fuese mejor o algo más, simplemente porque tenían la certeza de que no los iba a traicionar, o al menos eso fue lo que pensaron los hombres que estaban conduciendo aquel barco hacia un país que no esperó.
Japón.
¿Qué pasaba con los portugueses y su camino hacia Japón de todos los destinos?, él había sido comprado de África, o al menos le gustaría creer que de ahí fue donde fue llevado y solo recoció de casualidad las palabras dadas y el destino dado.
Lo único que le habían dicho era que tenía protegerlos para cuando estuvieran en Japón.
¿Una misión de evangelización quizá?, a Emiya no le importó en lo absoluto cuando escuchó aquello, solo sabía que iba a matar después de un tiempo, la idea a diferencia de lo que pensó no lo aterró o lo molestó incluso cuando pensó que estaba viviendo como una persona normal en este momento.
No hubo nada, no hubo emoción o culpa, no hubo nada en que plantarse ante el sentimiento de volver a hacer aquello por más que pensó que ya no iba a ser necesario.
Miró a los hombres a su alrededor y se puso de pie sacando casi una cabeza a todos. Otro factor era lo bajo que eran todos a comparación de él y el físico nada propio de un esclavo.
El musculo había crecido en su cuerpo como siempre, entrenamiento o no, había desarrollado aquella musculatura que siempre portó, ¿fue por el manejo de pesos inhumanos a los que fue sometido día a día?
No importó, nada importó.
…
La era de las guerras. Un país dividido por el poder de cada región a pesar de estar todos bajo la misma bandera, no hubo algo parecido a la "igualdad" o a la libertad en ciertas zonas, la muerte era lo de cada momento junto con la división de poderes internos, el intento de sostener fronteras y el orden en cada región no era nada más que una ilusión momentánea para cada señor.
La llegada a japón para el principio de uno de los muchos conflictos de la misión de los portugueses, siendo su llegada recibida de mala forma incluso en la nave, tres de los cinco miembros habían muerto a causa de enfermedad en el trayecto. Emiya solo se quedó al margen de todo, se le dio fruta y más comida que a los demás por su función como guerrero.
Fueron meses de viaje antes de llegar al puerto, la tripulación había entrado en negación en cierto punto cuando "un simple esclavo" estaba comiendo mejor que ellos, conflicto que se resolvió cuando uno de los miembros de la tripulación, del menor rango, lo golpeó en el rostro para quitarle su comida.
Si le hubiera preguntado le hubiera dado su comida sin problema alguno.
Al día siguiente después de la cena nadie llegó a molestarlo, todo el mundo había visto lo que pasó, como podrían llevar la comida de aquel esclavo y se dejaba, pero el golpe de uno de los tripulantes, un campesino sin más que había conseguido estar abordo.
Fue molido a golpes después de intentar golpear a "ese esclavo" de los jesuitas que iba con ellos, cansado de estar siempre al fondo de todo, intentó hacer algo más allá de lo habitual con los demás esclavos.
Había muerto por una infección poco después causada por las heridas que le habían quedado.
…
Emiya se bajó de la nave y miró contemplativamente a todos los hombres que estaban a su alrededor. La espada bastarda había sido quitada de sus manos cuando le dijeron que no podían dejar que un esclavo ande armado en la ciudad, que le devolverían el arma cuando comenzaran su viaje, a Emiya no le importó a donde es que dirigiesen aquellos hombres o donde fuese el destino final.
Daba igual en este punto siendo que no tenía nada que hacer o perder, si la "voz de Dios" que guio a esas personas era lo que los movía entonces cabía una posibilidad que estaban siendo manipulados por Alya misma, al menos eso fue lo que pudo decir.
Solo que aún no comprendía que era lo que quería lograr o porque había sido formado para vivir como humano en este tiempo y en ese momento cuando solo tendría que ser desplegado como siempre.
Caminó con un faldón largo roído que cubría la cota de malla que estaba bajo este y los pantalones grises o marrones por la suciedad mal cuidados, las botas de metal sonaron a cada paso junto con las cadenas y grilletes con los pasos que daba, estos golpeando las espinillas de acero que subían. Miró a los hombres a su alrededor, incluso los guardias parecían alertas viéndolo a pesar de su estado con las manos juntas por cadenas.
Un esclavo de guerra. Usualmente un mejor trato que el promedio por su disposición para el combate.
Pantalones, cota y botas de metal, una tela de faldón blanco manchada más de color café por la suciedad y el pecho descubierto demostrando su estado de esclavo con la marca hecha con fuego en su pectoral, aquello fue lo que lo delató ante la vista de todos. El casco que se le dio tampoco fue una de las mejores cosas que pudo tener.
La apariencia que se le dio entre la mezcla de armadura y estar desprotegido era algo que dejaba pensando a cualquiera.
Miró a su alrededor y no pudo evitar ladear la cabeza ante la multitud que se arremolinó a su alrededor, era casi divertido como incluso en aquella tierra se sintió mucho más alto al ver a los hombres que estaban llegando a lo mucho hasta la altura de su pecho con un poco de suerte y las mujeres apenas pasando la altura de su pecho.
Miró a las personas y como estas comenzaron a bajar la cabeza de la nada, se quedó quieto hasta que escuchó una voz a sus espaldas, se giró y vio a un hombre con una katana en la cintura que estaba viéndolo con furia.
Aquella persona no dudó en sacar su espada y apuntar al hombre ante él e intentar cortarlo. Emiya no entendió la reacción tan repentina del hombre, usó los grilletes como escudo y paró el golpe de la katana antes de levantar la pierna y darle una patada en el cuello del hombre.
El metal golpear la carne sonó con un sonido crudo cuando el hueso se deformó y la punta de metal de la bota entró en el lado izquierdo del cuello del hombre antes de salir volando.
Los ojos de Emiya se abrieron levemente cuando sintió como su pie conectó con fuerza y el crujir de huesos sonó cuando el hombre de la katana voló ante su patada.
El crujir fue del cuello y parte de la cabeza del hombre quien cayó con la cabeza girando y tambaleándose en direcciones imposibles. La sorpresa general no se hizo esperar cuando vieron aquella escena.
Un hombre enorme de tez morena había derribado un samurái como si de un juego de niños se tratase.
Emiya miró detenidamente aquello y bajó el pie que había quedado en la misma posición ante el crujir de huesos del hombre. Todos se alejaron de él al instante.
"Un gigante" fue lo que algunos susurraron cuando vieron a Emiya pasar y como nadie detuvo su andar junto con los demás portadores de palabra.
Escuchó la voz de los sacerdotes que lo llamaron para que los siguiera, se limitó a girarse sin más y seguir a las personas.
No esperó que los humanos en esta eran fuesen tan débiles incluso cuando las cosas no deberían ser así aún.
…
El camino hasta el destino que deseaban aquellos sacerdotes fue peor de lo que Emiya había esperado. No pudo descansar en ningún instante y fue obligado a estar a la vanguardia en todo momento.
Matar.
¿Qué era el cambio real?, solo hubo lucha ante el recorrido de punto a punto, ya sean bandidos o personas de otro dominio que buscaron matarlos para evitar la consolidación de alguna alianza.
No hubo una diferencia real al final de todo, solo tenía cadenas visibles ahora a diferencia de cuando estaba con Alaya. Miró la espada bastarda en su mano derecha y la sangre cayendo sin más de esta.
El grupo de dos ante él estaba en duda de seguir adelante o no. El campo delante a ellos estaba repleto de personas que estaban muertas o agonizando esperando el canto final.
Emiya dio un paso hacia el frente y corrió tomando la iniciativa cuando vio la duda emerger en los guerreros ante él. Las lanzas y espadas estaban en duda en ser blandidas.
No iba a desaprovechar tal evento.
¿Por qué estaba matando a todas estas personas de igual manera?, no tenía sentido, no tenía por qué protegerse o proteger a nadie.
Nunca pudo lograr algo en primero lugar.
¿Por qué preocuparse ahora de las personas que luchaban contra él y lo maldecían?, siempre fue así de igual forma, el ser mil veces maldito y cien veces condenado, así por la eternidad.
La armadura de las botas y la cota estaba oxidada a diferencia del principio del viaje que estaban únicamente sucias, ahora el desgaste era notorio. No se le dio aceite o formas de tratar el acero que estaba cubriendo su cuerpo, solo pudo ver el único metal que no se carcomía con el tiempo el cual eran las esposas que le quitan su libertad.
¿Por qué se dejaba condenar tanto?, Emiya pensó en eso bajando la espada bastarda con un tajo horizontal dividiendo a los hombres que estaban ante él.
Fuerza física pura.
No necesitó hasta ahora el refuerzo para lidiar con nadie, no necesitó proyectar o intentar hacer algo más allá de mover su cuerpo.
Un cuerpo bendecido para la lucha, Emiya miró sus manos y como el mango de su arma estaba cubierto de sangre llegando a su mano desnuda y callosa en este punto. Desde que habían salido del puerto principal de comercio solo se dedicó a sostener la espada y cortar a todo aquel quien intentara hacer daño.
Usar el refuerzo sería demasiado para los simples humanos, ahora que su cuerpo estaba abriéndose para usarlo de manera correcta ya no sentía que necesitaba usarlo más allá de los descansos para acostumbrarse una vez más.
No necesitó de igual manera ello incluso para ver a los sacerdotes en un estado decrepito por el hambre y la sed. Emiya tenía que darles un punto a los hombres, incluso ahora casi sin comida y agua, pero aun así lo estaban alimentando.
¿Quizá era porque sabían que no podría pelear si moría de hambre?, no era algo que importase al final. Emiya solo se dio la vuelta y siguió a los hombres de fe hasta donde dijeron que iban a descansar.
La ciudad más próxima de donde estaban actualmente y el lugar donde se iban a reabastecerse para seguir el viaje.
Hubo un tiempo en el que pensó que las cosas irían de una manera diferente, pero hasta el momento no hubo nada más que muertos y personas sufriendo. La caridad en el proceso de expansión de la fe por parte de los misioneros no llegó a ningún lado, no cuando ellos aún tenían mucho que recorrer para poder llegar al punto destinado.
Solo perdían más y más recursos y dejaban de lado lo que realmente necesitaban, tampoco es que le importara, si es que ellos morían ya fuese de hambre o enfermedad solo tendría que vagar por la tierra hasta encontrar un lugar donde descansar.
En cierta forma se estaba cansando de seguirle el juego a los demás, ya había estado bajo la mano de alguien tanto tiempo que su propio juicio de libertad se nubló al momento de pensar en salir, esa fue una razón por la que decidió seguir el juego a los humanos que se encontró.
Pero ya comenzaba a hartarse.
…
Molesto.
Emiya miró a la muchedumbre que se arremolinó a su alrededor y solo pudo contemplar en silencio a cada persona que parecía querer tocarlo, pero retrocedía cuando le dirigía la mirada. Sintió el roce de algunas manos, pero no se giró o dio segundos miramientos.
Curioso en cierta manera, Emiya miró el lugar en el cual estaba, no recordó el nombre de la ciudad había sido mencionada con anterioridad por los misioneros más estuvo absorto en la nada para prestarle suficiente interés, se suponía que era de las principales ciudades de la actualidad, las rutas de comercio llevaban en su mayor parte a esta ciudad y había más senderos y personas de diferentes etnias en las calles que en las otras ciudades en las que se habían detenido hasta ahora para descansar.
Llegaron a al templo donde por fin casi desde que llegó a pisar Japón pudo sentarse por primera vez y dejar la cabeza descansar contra uno de los pilares del lugar y cerrar y un poco los ojos.
Dormir fue un lujo en cierto punto al paso del tiempo, ahora era el único momento que tenía para poder cerrar los ojos siendo que los guardias del templo le dieron el visto bueno para que pudieran descansar.
Una explosión hizo que todos sus sentidos volvieran al máximo.
Una risa escandalosa sonó cuando el olor de la pólvora llenó el aire y no pudo hacer nada más que mirar atentamente a la mujer que caminaba con una mirada que mostraba nada más que una confianza y un porte absolute de orgullo.
La luz de la entrada de la puerta del templo brilló con fuerza al momento en que la luz natural del sol cegó a todos dentro del templo, pasos fueron dados cuando varias figuras se asomaron.
Solo fue posible ver la silueta dibujada de estos por el sol y la forma en la que estaban a contra luz dando aquel estado de imposibilidad para observar los rostros o distinciones de los llegados.
La risa siguió llegando cuando el sonido del martillo de un arma de fuego hizo que Emiya se quedara quieto para alzar poco a poco la cabeza y mirar hacia el frente. Un rifle humeante estaba en manos de aquella figura femenina quien lanzó el arma a uno de los que estaban a su lado para ser sujetada y al mismo instante entregarle otra de esas armas.
Los pasos fueron dados hasta que la figura se disolvió en las sombras y la luz dejó de golpearla desde atrás dando la posibilidad de ver las facciones de la mujer y la enorme sonrisa que estaba en aquel rostro que no dejaba de sonreír, no fue una sonrisa dulce o algo remotamente bonito.
Fue una de un depredador al encontrar a su presa.
―Oh… ¿es este el monstruo que tanto han rumoreado en la ciudad ―Emiya miró a la mujer quien se paró frente a él.
Fue distinto de todo loque experimentó hasta ahora.
No hubo miedo, no hubo lástima o algo parecido, tampoco apartó en ningún momento la mirada de sus ojos y solo sonrió con confianza cuando sus miradas se encontraron, a diferencia de todos quienes habían renunciado a verlo a los ojos, la persona ante él mostró el verdadero interés por su persona por más bizarro que pueda ser aquella muestra de emoción.
―Tú ―la mujer señaló a uno de los sacerdotes antes de que este cayera hacia atrás ante la vista de la mujer y el arma larga que portaba en su mano, la culata del rifle tocó el suelo con un sonido sordo por el golpe, la enorme sonrisa de la mujer de cabello negro quien miraba entretenidamente a los hombres solo creció.
El cabello negro volando por todos lados ante el viento que entró con fuerza en la iglesia solo resaltó aquella extraña aura de que "algo estaba mal" que rodaba a la mujer.
― ¿Cuánto por hombre pintado? ―Emiya alzó una ceja por aquella mención de la mujer, de cada forma de referirse a su persona no esperó que "hombre pintado" sea una de esas.
El sonido de las cadenas resonó cuando los grilletes chocaron contra el suelo, la espada bastarda en manos del hombre quien se puso de pie fue seguida por el de los pasos dados por las botas de metal.
―Eh… odio a quienes creen que pueden verme desde arriba ―la sonrisa no desapareció del rostro de la mujer cuando vio aquella figura erguirse ante ella y como los misioneros temblaron sin saber que hacer.
La persona ante ellos era quienes habían estado buscando.
El dueño y señor feudal de aquella y quien comandaba todo lo que pasaba en el lugar.
Oda Nobunaga estaba de pie ante los todos con la sonrisa más abominable de presentación.
― ¡Espera! ―uno de los hombres al misioneros detuvo al esclavo quien ya había levantado la espada en contra de los recién llegados. Nobunaga caminó alrededor del hombre examinándolo con cuidado, no pudo ver su rostro por el casco que daba como visera únicamente orificios de punta para respirar y una línea en patrón de cruz en medio.
―Lo diré una vez más, espero que puedan ayudarme con esto ―Nobunaga caminó y dio una vuelta más alrededor del hombre antes de volverse hacia los misioneros―. ¿Cuánto por esclavo?
No fue una pregunta como tal o una propuesta para comerciar, incluso con la distancia recorrida y con la necesidad del cristianismo para asegurar las tierras la codicia y la curiosidad del señor de la región fue conocida, el deseo de apropiarse de todo lo que le llamara el interés.
Y aquel esclavo había sido el próximo objetivo del señor feudal.
…
